Print Page Options
Previous Prev Day Next DayNext

M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Traducción en lenguaje actual (TLA)
Version
2 Crónicas 25

Amasías, rey de Judá (2 R 14.1-20)

25 Amasías tenía veinticinco años cuando comenzó a gobernar. La capital de su reino fue Jerusalén, y su reinado duró veintinueve años. Su madre era de Jerusalén y se llamaba Joadán. Amasías obedeció a Dios, aunque no lo hizo con sinceridad.

Cuando Amasías llegó a ser un rey muy poderoso, mató a todos los que habían asesinado a su padre. Pero no mató a los hijos de los asesinos, sino que obedeció la ley de Moisés que dice: «Los padres no deben morir por culpa de sus hijos, ni los hijos deben morir por culpa de sus padres. Cada persona debe morir por su propio pecado».

Amasías derrota a Edom

Amasías planeaba atacar a los habitantes de Edom, por lo que mandó llamar a todos los hombres mayores de veinte años que pertenecían a las tribus de Judá y de Benjamín. Los organizó de acuerdo a sus familias, y los puso bajo las órdenes de los jefes del ejército. Eligió un total de trescientos mil de los mejores soldados, muy hábiles en el uso de lanzas y escudos. 6-7 Además, contrató a cien mil valientes soldados del reino de Israel, que pertenecían a la tribu de Efraín, y les pagó tres mil trescientos kilos de plata.

Sin embargo, un profeta le trajo este mensaje al rey:

—Dios no te ayudará si usas a esos soldados de Israel. Dios es el que concede la victoria o castiga con la derrota; si tú insistes en reforzar tu ejército con la ayuda de ellos, Dios hará que tus enemigos te derroten.

Pero Amasías le respondió:

—Si les pido que se vayan, no recuperaré los tres mil trescientos kilos de plata que les di.

El profeta le aseguró:

—Dios te dará mucho más que eso.

10-13 Entonces Amasías mandó de regreso a los soldados de la tribu de Efraín. Ellos se enojaron muchísimo, y en su camino de regreso invadieron las ciudades de Judá, desde Samaria hasta Bet-horón; mataron como a tres mil personas, y se llevaron todas sus pertenencias. Luego regresaron a sus casas.

Mientras tanto, Amasías se llenó de valor, y acompañado de su ejército fue al Valle de la Sal y mató a diez mil hombres de Edom. A otros diez mil se los llevaron presos a la cima de una roca alta, y desde allí los echaron abajo. Todos murieron estrellados contra el suelo. 14 Luego Amasías regresó a Jerusalén, y como se llevó consigo varias imágenes de dioses falsos, comenzó a adorarlos y a quemar incienso en su honor.

15 Dios se enojó mucho con Amasías, y envió un profeta con este mensaje para él:

«¿Cómo es posible que ahora adores a dioses que no pudieron vencerte a ti cuando atacaste al pueblo que los adoraba?»

16 Todavía estaba hablando el profeta, cuando el rey lo interrumpió diciendo:

—¡No necesito de tus consejos! ¡Cállate o te mueres!

Por último, el profeta le dijo:

—A pesar de lo que has hecho, no quieres escucharme. No hay duda de que Dios te ha abandonado, y de que va a destruirte.

17 Después de consultar a sus consejeros, Amasías le envió un mensaje a Joás, rey de Israel, en el que le declaraba la guerra. 18 Joás le contestó a Amasías:

«Una vez un pequeño arbusto le mandó a decir a un gran árbol: “Dale tu hija a mi hijo, para que sea su esposa”. Pero una fiera del Líbano pasó y aplastó al arbusto. 19 No hay duda de que has vencido a Edom, y eso hace que te sientas orgulloso. Mejor alégrate en tu triunfo y quédate tranquilo en tu casa. No provoques un desastre, ni para ti ni para Judá».

20 Amasías no le hizo caso a Joás, y como había adorado a los dioses de Edom, Dios decidió castigarlo y permitió que sus enemigos lo derrotaran.

21 El rey Joás no tuvo más remedio que enfrentarse a Amasías en Bet-semes, que está en el territorio de Judá, 22 y los soldados de Joás derrotaron a los de Amasías, quienes huyeron a sus casas.

23 Luego de capturar a Amasías, Joás fue a Jerusalén, y allí derribó ciento ochenta metros de la muralla de la ciudad, desde el Portón de Efraín hasta el Portón de la Esquina. 24 Se apoderó de todo el oro, la plata y los objetos que había en el templo de Dios bajo el cuidado de Obed-edom, y también se adueñó de los tesoros del palacio. Tomó luego varios prisioneros y regresó a Samaria.

25 Amasías, rey de Judá, vivió quince años más que Joás, rey de Israel. 26 Todo lo que hizo Amasías está escrito en el libro de la historia de los reyes de Judá.

27 Algunos hombres planearon matar a Amasías en la ciudad de Jerusalén, porque él se había olvidado de Dios. Entonces Amasías escapó a la ciudad de Laquis, pero lo persiguieron, y allí lo mataron. 28 Su cuerpo fue cargado sobre un caballo y llevado a Jerusalén, la Ciudad de David, donde lo sepultaron en la tumba de sus antepasados.

Apocalipsis 12

La mujer y el dragón

12 Luego se vio en el cielo algo muy grande y misterioso: apareció una mujer envuelta en el sol. Tenía la luna debajo de sus pies, y llevaba en la cabeza una corona con doce estrellas. La mujer estaba embarazada y daba gritos de dolor, pues estaba a punto de tener a su hijo.

De pronto se vio en el cielo algo también misterioso: apareció un gran dragón rojo,[a] que tenía siete cabezas, diez cuernos y una corona en cada cabeza. Ese dragon arrastró con la cola a la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó a la tierra; luego se detuvo frente a la mujer, para comerse a su hijo tan pronto como naciera.

La mujer tuvo un hijo que gobernaría con gran poder a todos los países de este mundo. Pero le quitaron a su hijo y lo llevaron ante Dios y ante su trono. La mujer huyó al desierto, donde Dios había preparado un lugar para que la cuidaran durante tres años y medio.[b]

Miguel y el dragón

Después hubo una batalla en el cielo. Uno de los jefes de los ángeles, llamado Miguel, acompañado de su ejército, peleó contra el dragón. El dragón y sus ángeles lucharon, pero no pudieron vencer, y ya no se les permitió quedarse más tiempo en el cielo. Arrojaron del cielo al gran dragón, que es la serpiente antigua, es decir, el diablo, llamado Satanás, que se dedica a engañar a todo el mundo. Él y sus ángeles fueron lanzados a la tierra.

10 Entonces oí una fuerte voz que decía:

«Nuestro Dios
ha salvado a su pueblo;
ha mostrado su poder,
y es el único rey.
Su Mesías gobierna
sobre todo el mundo.

»El diablo ha sido
arrojado del cielo,
pues día y noche,
delante de nuestro Dios,
acusaba a los nuestros.

11 »La muerte del Cordero[c]
y el mensaje anunciado
han sido su derrota.
Los nuestros no tuvieron miedo,
sino que se dispusieron a morir.

12 »¡Que se alegren los cielos,
y todos los que allí viven!
Pero ¡qué mal les va a ir
a los que viven en la tierra,
y a los que habitan en el mar!

»El diablo está muy enojado;
ha bajado para combatirlos.
¡Bien sabe el diablo
que le queda poco tiempo!»

13 Cuando el dragón se dio cuenta de que había sido lanzado a la tierra, empezó a perseguir a la mujer que había tenido a su hijo. 14 Pero Dios le dio a la mujer dos grandes alas de águila para que escapara volando, lejos del dragón, hacia el lugar en el desierto donde la cuidarían durante tres años y medio. 15 El dragón arrojó mucha agua por la boca, y con el agua formó un río para que arrastrara a la mujer. 16 Pero la tierra vino en su ayuda: abrió un hueco y, como si fuera su boca, se tragó toda el agua que el dragón había arrojado. 17 Entonces el dragón se enojó mucho contra la mujer, y fue a pelear contra el resto de sus descendientes, es decir, contra los que obedecen los mandamientos de Dios y siguen confiando en el mensaje de Jesús. 18 Y el dragón se detuvo a la orilla del mar.

Zacarías 8

Dios bendecirá a su pueblo

1-2 El Dios todopoderoso también me dio este mensaje:

«Grande es mi amor por Jerusalén;
y así de grande es también mi enojo
contra sus enemigos.
Pero volveré a vivir en ella,
y será llamada “Ciudad Fiel”;
habitaré de nuevo en mi templo,
y Sión será llamado “Monte Santo”.
Yo soy el Dios de Israel,
y juro que así será.

4-5 »En las calles de Jerusalén
jugarán los niños y las niñas,
y descansarán los ancianos y las ancianas,
apoyándose en sus bastones.
Yo soy el Dios de Israel,
y juro que así será.

»Cuando llegue ese día,
los que hayan quedado con vida
creerán que esto es imposible,
pero nada hay imposible para mí.
Yo soy el Dios de Israel,
y juró que así lo haré.

»Yo rescataré a mi pueblo
de los países del este y del oeste,
y lo haré volver a Jerusalén.
Será mi pueblo,
y yo seré su Dios;
un Dios fiel y justo.
Yo soy el Dios de Israel,
y juro que así lo haré.

9-11 »Ustedes han oído mi mensaje
por medio de mis profetas,
desde que se puso la primera piedra
para reconstruir mi templo.
Por lo tanto, ¡anímense!

»Antes de empezar la reconstrucción
no se les pagaba a los trabajadores
ni se alimentaba a los animales;
por culpa del enemigo
nadie viajaba con tranquilidad,
y todos se peleaban contra todos.
Pero ya no voy a tratar así
a los que aún quedan con vida.
Yo soy el Dios de Israel,
y les juro que así será.

12-13 »¡Habitantes de Judá!
¡Pueblo de Israel!
Ustedes fueron entre las naciones
un pueblo al que todos maldecían,
pero yo los salvaré
y serán una bendición.
Sembrarán sus campos en paz,
y sus viñedos darán mucho fruto;
el cielo enviará sus lluvias
y la tierra dará sus cosechas.
Todo eso les daré a ustedes,
los que han quedado con vida.
Por lo tanto, ¡anímense!

14-15 »Habitantes de Judá y de Jerusalén:
Sus antepasados me hicieron enojar;
por eso los destruí sin compasión.
Pero no tengan miedo,
que ahora voy a tratarlos bien.
Yo soy el Dios de Israel,
y les juro que así lo haré.

16 »Éstos son mis mandamientos:
Digan siempre la verdad,
procuren hacer la paz,
y traten a todos con justicia.
17 No hagan planes malvados
en contra de sus semejantes,
ni hagan juramentos falsos,
porque todo eso lo aborrezco.
Yo soy el Dios de Israel,
y les juro que así es».

18-19 El Dios todopoderoso también me dio este mensaje:

«Habitantes de Judá:
amen la paz y la verdad.
Así serán muy felices
cuando ayunen en el mes cuarto,
y en el quinto, séptimo y décimo.
¡Será como si estuvieran de fiesta!

20-21 »Vendrán muchos pueblos y naciones,
y pasarán de una ciudad a otra
diciéndole a la gente:
“Busquen la bendición de Dios.
Nosotros también la buscaremos”.
Yo soy el Dios de Israel,
y les juro que así será.

22-23 »Cuando llegue ese día,
muchos pueblos y naciones poderosas
vendrán a Jerusalén para pedirme
que los trate con bondad.
Diez hombres buscarán a un judío,
y agarrándolo de la ropa
le dirán en otro idioma:

“¡Déjanos acompañarte a Jerusalén!
¡Sabemos que Dios está con ustedes!”

»Yo soy el Dios de Israel,
y les juro que así será».

Juan 11

La muerte de Lázaro

11 1-2 Lázaro y sus hermanas Marta y María vivían en el pueblo de Betania. María fue la que derramó perfume en los pies de Jesús y luego los secó con sus cabellos.

Un día, Lázaro se enfermó y sus hermanas le mandaron este mensaje a Jesús: «Señor, tu querido amigo Lázaro está enfermo.»

Cuando Jesús recibió el mensaje, dijo: «Esta enfermedad no terminará en muerte. Servirá para mostrar el poder de Dios, y el poder que tengo yo, el Hijo de Dios.»

Jesús amaba a Marta, a María y a Lázaro. Sin embargo, cuando recibió la noticia de que Lázaro estaba enfermo, decidió quedarse dos días más en donde estaba. Al tercer día les dijo a sus discípulos:

—Regresemos a la región de Judea.

Los discípulos le dijeron:

—Maestro, algunos de los judíos de esa región trataron de matarte hace poco. ¿Aun así quieres regresar allá?

Jesús les respondió:

—Cada día, el sol brilla durante doce horas. Si uno camina de día, no tropieza con nada, porque la luz del sol le alumbra el camino. 10-11 Pero si camina de noche, tropieza porque le hace falta la luz. Nuestro amigo Lázaro está dormido, y yo voy a despertarlo.

12 Los discípulos le dijeron:

—Señor, si Lázaro está dormido, para qué te preocupas.

13 Lo que Jesús quería darles a entender era que Lázaro había muerto, pero los discípulos entendieron que estaba descansando. 14 Por eso Jesús les explicó:

—Lázaro ha muerto, 15 y me alegro de no haber estado allí, porque ahora ustedes tendrán oportunidad de confiar en mí. Vayamos a donde está él.

16 Entonces Tomás, al que llamaban el Gemelo, les dijo a los otros discípulos: «Vayamos también nosotros, para morir con Jesús.»

Jesús es la vida

17-19 Como el pueblo de Betania estaba a unos tres kilómetros de la ciudad de Jerusalén, muchos de los judíos que vivían cerca de allí fueron a visitar a Marta y a María, para consolarlas por la muerte de su hermano. Cuando Jesús llegó a Betania, se enteró de que habían sepultado a Lázaro cuatro días antes.

20 Al enterarse Marta de que Jesús había llegado, salió a recibirlo, y María se quedó en la casa. 21 Entonces Marta le dijo a Jesús:

—Señor, si tú hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. 22 Pero a pesar de todo lo que ha pasado, Dios hará lo que tú le pidas. De eso estoy segura.

23 Jesús le contestó:

—Tu hermano volverá a vivir.

24 Y Marta le dijo:

—Claro que sí, cuando llegue el fin, todos los muertos volverán a vivir.

25 A esto Jesús respondió:

—Yo soy el que da la vida y el que hace que los muertos vuelvan a vivir. Quien pone su confianza en mí, aunque muera, vivirá. 26 Los que todavía viven y confían en mí, nunca morirán para siempre. ¿Puedes creer esto?

27 Marta le respondió:

—Sí, Señor. Yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, que debía venir al mundo.

Jesús llora por su amigo

28 Después de decir esto, Marta llamó a María y le dijo en secreto: «El Maestro ha llegado, y te llama.»

29 María se levantó enseguida y fue a verlo. 30 Jesús no había llegado todavía a la casa, sino que estaba en el lugar donde Marta lo había encontrado.

31 Al ver que María se levantó y salió rápidamente, los judíos que estaban consolándola en su casa la siguieron. Ellos pensaban que María iba a llorar ante la tumba de su hermano.

32 Cuando María llegó a donde estaba Jesús, se arrodilló delante de él y le dijo:

—Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.

33 Cuando Jesús vio que María y los judíos que habían ido con ella lloraban mucho, se sintió muy triste y les tuvo compasión. 34 Les preguntó:

—¿Dónde sepultaron a Lázaro?

Ellos le dijeron:

—Ven Señor; aquí está.

35 Jesús se puso a llorar, 36 y los judíos que estaban allí dijeron: «Se ve que Jesús amaba mucho a su amigo Lázaro.» 37 Pero otros decían: «Jesús hizo que el ciego pudiera ver. También pudo haber hecho algo para que Lázaro no muriera.»

Lázaro vuelve a vivir

38-39 Todavía con lágrimas en los ojos, Jesús se acercó a la cueva donde habían puesto el cuerpo de Lázaro, y ordenó que quitaran la piedra que cubría la entrada. Pero Marta le dijo:

—Señor, hace cuatro días que murió Lázaro. Seguramente ya huele mal.

40 Jesús le contestó:

—¿No te dije que, si confías en mí, verás el poder de Dios?

41 La gente quitó la piedra de la entrada. Luego, Jesús miró al cielo y dijo:

«Padre, te doy gracias porque me has escuchado. 42 Yo sé que siempre me escuchas, pero lo digo por el bien de todos los que están aquí, para que crean que tú me enviaste.»

43 Después de que dijo esto, Jesús gritó: «¡Lázaro, sal de ahí!» 44 Lázaro salió de la cueva, totalmente envuelto en las vendas de lino con que lo habían sepultado. Su cara estaba envuelta con un pañuelo. Por eso Jesús les dijo a los que estaban allí: «Quítenle todas las vendas, y déjenlo libre.»

El plan para matar a Jesús

45 Muchos de los judíos que habían ido al pueblo de Betania para acompañar a María, vieron lo que Jesús hizo y creyeron en él. 46 Pero otros fueron a ver a los fariseos, y les contaron lo que Jesús había hecho. 47 Los sacerdotes principales y los fariseos reunieron a la Junta Suprema, y dijeron:

—¿Qué vamos a hacer con este hombre que hace tantos milagros? 48 Si lo dejamos, todos van a creer que él es el Mesías. Entonces vendrán los romanos, y destruirán nuestro templo y a todo el país.[a]

49 Pero Caifás, que ese año era el jefe de los sacerdotes, les dijo:

—Ustedes sí que son tontos. 50 ¿No se dan cuenta? Es mejor que muera un solo hombre por el pueblo, y no que sea destruida toda la nación.

51 Caifás no dijo esto por su propia cuenta, sino que Dios se lo hizo saber porque era el jefe de los sacerdotes. 52 En realidad, Jesús no iba a morir para salvar sólo a los judíos, sino también para reunir a todos los hijos de Dios que hay en el mundo.

53 A partir de ese momento, la Junta Suprema tomó la decisión de matar a Jesús. 54 Sin embargo, Jesús no dejó que ninguno de los judíos de la región de Judea supiera dónde estaba él. Salió de esa región y se fue a un pueblo llamado Efraín, que estaba cerca del desierto. Allí se quedó con sus discípulos.

55 Como ya faltaba poco tiempo para la fiesta de la Pascua, mucha gente iba desde sus pueblos a la ciudad de Jerusalén, a prepararse para la fiesta.[b] 56 Buscaban a Jesús, y cuando llegaron al templo se preguntaban unos a otros: «¿Qué creen ustedes? ¿Vendrá Jesús a celebrar la fiesta?»

57 Los sacerdotes principales y los fariseos habían ordenado que, si alguien veía a Jesús, fuera a avisarles, pues querían arrestarlo.