M’Cheyne Bible Reading Plan
Los descendientes de Isacar
7 Isacar tuvo cuatro hijos:
Tolá,
Puvá,
Jasub,
Simrón.
2 Tolá tuvo seis hijos:
Uzí,
Refaías,
Jeriel,
Jahmai,
Ibsam,
Samuel.
Éstos fueron soldados muy valientes y jefes de sus grupos familiares. En tiempos de David, su número llegó a veintidós mil seiscientos.
3-4 Uzí, el hijo de Tolá, tuvo un hijo, Israhías.
Israhías tuvo cuatro hijos:
Micael,
Abdías,
Joel,
Isías.
Éstos fueron los jefes de sus grupos familiares. Como tuvieron muchas mujeres e hijos, formaron con sus familias un ejército de treinta y seis mil valientes soldados.
5 Según una lista de todas estas familias que descienden de Isacar, el número de sus soldados llegó a ochenta y siete mil.
Los descendientes de Benjamín
6 Benjamín tuvo tres hijos:
Bela,
Béquer,
Jediael.
7 Bela tuvo cinco hijos:
Esbón,
Uzí,
Uziel,
Jerimot,
Irí.
Éstos fueron los jefes de sus grupos familiares y de sus valientes soldados. Según la lista de todos los descendientes de Bela, su número llegó a veintidós mil treinta y cuatro personas.
8-9 Béquer tuvo nueve hijos:
Zemirá,
Joás,
Eliézer,
Elioenai,
Omrí,
Jerimot,
Abías,
Anatot,
Alémet.
Éstos fueron los jefes de sus grupos familiares y de sus valientes soldados. Según la lista de todos los descendientes de Béquer, su número llegó a veinte mil doscientas personas.
10 Jediael tuvo un hijo, Bilhán.
Bilhán tuvo siete hijos:
Jeús,
Benjamín,
Ehud,
Quenaaná,
Zetán,
Tarsis,
Ahisáhar.
11 Éstos fueron los jefes de sus grupos familiares y de sus valientes soldados. El número de sus hombres capaces de ir a la guerra llegó a diecisiete mil doscientos.
12 Los hijos de Ir fueron:
Sufam,
Hufam.
El hijo de Aher se llamó Husim.
Los descendientes de Neftalí
13 Neftalí hijo de Bilhá, tuvo cuatro hijos:
Jahseel,
Guní,
Jéser,
Salum.
Los descendientes de Manasés
14-17 Éstos fueron los descendientes de Manasés:
Manasés se casó con una mujer aramea, y tuvo con ella dos hijos:
Asriel,
Maquir.
Maquir tuvo cuatro hijos:
Galaad,
Selofhad,
Peres,
Seres.
Selofhad solamente tuvo hijas.
Seres tuvo dos hijos:
Ulam,
Réquem.
Ulam tuvo un hijo, Bedán.
La esposa de Maquir se llamaba Maacá, que era descendiente de Hufam y de Sufam. 18 Hamoléquet, hermana de Maquir, tuvo tres hijos:
Is-hod,
Abiézer,
Mahlá.
19 Semidá tuvo cuatro hijos:
Ahián,
Siquem,
Liquehí,
Aniam.
Los descendientes de Efraín
20-21 Los descendientes de Efraín fueron:
Sutélah,
Béred,
Táhat,
Eladá,
Táhat,
Zabad,
Sutélah,
Éser,
Elad.
Éser y Elad fueron a Gat a robar ganado, pero los habitantes de ese lugar los mataron. 22 Efraín, su padre, lloró y estuvo de luto por mucho tiempo, y sus familiares llegaron a consolarlo. 23 Tiempo después, Efraín tuvo otro hijo con su esposa, y por la desgracia que había sufrido su familia, le puso por nombre Beriá, que significa «desgracia».
24 Beriá tuvo una hija llamada Seerá, que edificó las aldeas de Bet-horón de abajo, Bet-horón de arriba y Uzén-seerá.
25-27 Los descendientes de Beriá fueron:
Réfah,
Résef,
Télah,
Tahán,
Ladán,
Amihud,
Elisamá,
Nun,
Josué.
28 Sus territorios y las ciudades y aldeas en que vivían eran Betel y Naarán, hacia el este, y Guézer hacia el oeste, incluyendo Siquem y Ayah.
29 Los descendientes de Manasés tenían bajo su control las ciudades de Bet-seán, Taanac, Meguido y Dor, con sus aldeas.
En estos lugares vivieron los descendientes de José, hijo de Jacob.
Los descendientes de Aser
30 Aser tuvo una hija y cuatro hijos:
Sérah,
Imná,
Isvá,
Isví,
Beriá.
31 Beriá tuvo dos hijos:
Héber,
Malquiel.
Malquiel tuvo un hijo, al que llamó Birzávit.
32 Héber tuvo una hija y tres hijos:
Suhá,
Jaflet,
Sémer,
Hotam.
33 Jaflet tuvo tres hijos:
Pasac,
Bimhal,
Asvat.
34 Sémer tuvo cuatro hijos:
Aguí,
Rohgá,
Jehubá,
Aram.
35 Hotam tuvo cuatro hijos:
Sofah,
Imná,
Seles,
Amal.
36 Sofah tuvo once hijos:
Súah,
Harnéfer,
Súal,
Berí,
Imrá,
37 Béser,
Hod,
Samá,
Silsá,
Itrán,
Beerá.
38 Jéter, otro descendiente de Aser, tuvo tres hijos:
Jefuné,
Pispá,
Ará.
39 Ulá, otro descendiente de Aser, tuvo tres hijos:
Árah,
Haniel,
Risiá.
40 Todos estos fueron jefes de sus grupos familiares; eran hombres importantes, y además fueron los mejores y más valientes soldados. Según la lista de su familia, de todos los descendientes de Aser, el número de sus hombres capaces de ir a la guerra llegó a veintiséis mil.
Otros descendientes de Benjamín
8 Benjamín tuvo cinco hijos:
Bela,
Asbel,
Ahrah,
2 Nohá,
Rafá.
3 Bela tuvo nueve hijos:
Adar,
Guerá,
Abihud,
4 Abisúa,
Naamán,
Ahóah,
5 Guerá,
Sefufán,
Hiram.
6-7 Ehud, otro descendiente de Benjamín, tuvo tres hijos:
Naamán,
Ahías,
Guerá.
Guerá tuvo dos hijos:
Uzá,
Ahihud.
Los hijos de Ehud eran los jefes de sus grupos familiares, y vivían en Gueba, pero los obligaron a vivir en Manáhat. Guerá los guió hasta allá.
8-27 Saharaim, otro descendiente de Benjamín, tuvo con su esposa Husim dos hijos:
Abitub,
Elpáal.
Elpáal tuvo catorce hijos:
Éber,
Misam,
Sémed,
Beriá,
Sema,
Sasac,
Jeroham,
Zebadías,
Mesulam,
Hizquí,
Éber,
Ismerai,
Izlías,
Jobab.
Beriá tuvo seis hijos:
Zebadías,
Arad,
Ader,
Micael,
Ispá,
Johá.
Sasac tuvo once hijos:
Ispán,
Éber,
Eliel,
Abdón,
Zicrí,
Hanán,
Hananías,
Elam,
Anatotías,
Ifdaías,
Peniel.
Jeroham tuvo seis hijos:
Samserai,
Seharías,
Atalías,
Jaresías,
Elías,
Zicrí.
Sémed edificó las ciudades de Onó y Lod, con sus aldeas. Bería y Sema fueron los jefes de sus grupos familiares, y vivieron en Aialón. Ellos expulsaron a los habitantes de Gat.
Luego, Saharaim se divorció de sus esposas Husim y Baará, y se fue a vivir a Moab. Allí se casó con Hodes y tuvo siete hijos, que fueron los jefes de sus grupos familiares:
Jobab,
Sibiá,
Mesá,
Malcam,
Jeús,
Saquías,
Mirmá.
Simí, otro descendiente de Benjamín, tuvo nueve hijos:
Jaquim,
Zicrí,
Zabdí,
Elienai,
Siletai,
Eliel,
Adaías,
Beraías,
Simrat.
28 Según la lista de los familiares de Benjamín, todos estos fueron jefes principales de sus grupos familiares y vivieron en Jerusalén.
La familia del rey Saúl (1 Cr 9.35-44)
29 Jehiel fundó la ciudad de Gabaón, y vivió allí con su esposa Maacá. 30-32 Sus hijos, del mayor al menor, fueron:
Abdón,
Sur,
Quis,
Baal,
Ner,
Nadab,
Guedor,
Ahió,
Zéquer,
Miclot.
Todos estos vivieron en Jerusalén con sus familiares.
Miclot tuvo un hijo, Simí.
33 Ner tuvo un hijo, Quis.
Quis tuvo un hijo, Saúl.
Saúl tuvo cuatro hijos:
Jonatán,
Malquisúa,
Abinadab,
Es-baal.
34 Jonatán tuvo un hijo, Merib-baal.
Merib-baal tuvo un hijo, Micaías.
35 Micaías tuvo cuatro hijos:
Pitón,
Mélec,
Tarea,
Ahaz.
36 Ahaz tuvo un hijo, Joadá.
Joadá tuvo tres hijos:
Alémet,
Azmávet,
Zimrí.
Los descendientes de Zimrí fueron:
Mosá,
37 Biná,
Rafá,
Elasá,
Asel.
38 Asel tuvo seis hijos:
Azricam,
Bocrú,
Ismael,
Searías,
Abdías,
Hanán.
39 Ésec, hermano de Asel, tuvo tres hijos:
Ulam,
Jehús,
Elifélet.
40 Ulam tuvo ciento cincuenta hijos y nietos, que fueron soldados valientes bien entrenados en el uso del arco y la flecha.
La confianza en Dios
11 Confiar en Dios es estar totalmente seguro de que uno va a recibir lo que espera. Es estar convencido de que algo existe, aun cuando no se pueda ver. 2 Dios aceptó a nuestros antepasados porque ellos confiaron en él. 3 Y nosotros creemos que Dios creó el universo con una sola orden suya. Lo que ahora vemos fue hecho de cosas que no podían verse.
4 Abel confió en Dios, y por eso le ofreció un sacrificio mejor que el de Caín. Por eso Dios consideró que Abel era justo, y aceptó sus ofrendas. Y aunque Abel ya está muerto, todavía podemos aprender mucho de la confianza que él tuvo en Dios.
5 Henoc confió en Dios y, por eso, en vez de morir, Dios se lo llevó de este mundo y nadie volvió a encontrarlo. La Biblia dice que, antes de que Henoc fuera llevado, fue obediente, y eso le agradó a Dios. 6 Porque a Dios no le gusta que no confiemos en él. Para ser amigos de Dios, hay que creer que él existe y que sabe premiar a los que buscan su amistad.
7 Noé confió en Dios y, por eso, cuando Dios le avisó que sucederían cosas que todavía no podían verse, obedeció y construyó una casa flotante para salvar a su familia. Por su confianza en Dios, Noé recibió las bendiciones que Dios da a todos los que lo obedecen. También por su confianza en Dios, Noé hizo que la gente de este mundo fuera condenada.
8 Abraham confió en Dios, y por eso obedeció cuando Dios le ordenó que saliera de su tierra para ir al país que le daría, aun cuando no sabía hacia dónde iba. 9 Abraham confió tanto en Dios que vivió como un extranjero en el país que Dios le había prometido. Vivió en tiendas de campaña, igual que Isaac y Jacob, a quienes Dios también les había prometido ese país. 10 Abraham confiaba en que algún día vería la ciudad que Dios había planeado y construido sobre bases firmes.
11 Abraham confió en Dios y, por eso, aunque su esposa Sara no podía tener hijos y él era ya muy viejo, Dios le dio fuerzas para tener un hijo. Y es que Abraham confió en que Dios cumpliría su promesa. 12 Por eso Abraham, aun cuando ya iba a morir, pudo tener tantos descendientes como las estrellas del cielo y como la arena que hay a la orilla del mar. ¡Nadie puede contarlos!
13 Todas las personas que hemos mencionado murieron sin recibir las cosas que Dios les había prometido. Pero como ellos confiaban en Dios, las vieron desde lejos y se alegraron, pues sabían que en este mundo ellos estaban de paso, como los extranjeros. 14 Queda claro, entonces, que quienes reconocen esto todavía buscan un país propio, 15 y que no están pensando en volver al país de donde salieron, pues de otra manera hubieran regresado allá. 16 Lo que desean es tener un país mejor en el cielo. Por eso Dios les ha preparado una ciudad, y no tiene vergüenza de que le llamen su Dios.
17 Abraham confió en Dios cuando Dios quiso probar si él lo obedecería o no. Por eso Abraham tomó a su hijo Isaac para ofrecerlo como sacrificio. No le importó que fuera su único hijo, 18 ni que Dios le hubiera prometido que por medio de Isaac tendría muchos descendientes. 19 Abraham sabía que Dios tiene poder para hacer que los muertos vuelvan a vivir. Esa confianza hizo que Abraham no tuviera que matar a su hijo; y fue como si Isaac hubiera vuelto a vivir.
20 Isaac confió en Dios, y por eso les prometió a sus hijos Jacob y Esaú que Dios los iba a bendecir.
21 Jacob confió en Dios y, por eso, cuando ya estaba por morir, les prometió a los hijos de José que Dios los iba a bendecir. Luego, se apoyó en la punta de su bastón y adoró a Dios.
22 José confió en Dios y, por eso, poco antes de morir, anunció que los israelitas saldrían libres de Egipto, y dejó instrucciones para que supieran qué hacer con sus huesos.
23 Los padres de Moisés confiaron en Dios y, por eso, cuando Moisés nació, lo escondieron durante tres meses. El rey de Egipto había ordenado que se matara a todos los niños israelitas, pero ellos vieron que Moisés era un niño hermoso y no tuvieron miedo, porque confiaban en Dios.
24 Moisés confió en Dios y, por eso, cuando ya fue hombre, no quiso seguir siendo hijo adoptivo de la hija del rey. 25 No quiso disfrutar de lo que podía hacer y tener como egipcio, pues era pecado. Prefirió que los egipcios lo maltrataran, como lo hacían con el pueblo de Dios. 26 En vez de disfrutar de las riquezas de Egipto, Moisés decidió que era mejor sufrir, como también iba a sufrir el Mesías, pues sabía que Dios le daría su premio.
27 Moisés confió en Dios y, por eso no le tuvo miedo al rey ni se rindió nunca. Salio de Egipto, y actuó como si estuviera viendo a Dios, que es invisible. 28 Moisés confió en Dios, y por eso celebró la Pascua. También mandó rociar con sangre las puertas de las casas israelitas. Así, el ángel enviado a matar no le hizo daño a ningún hijo mayor de las familias israelitas.
29 Los israelitas confiaron en Dios, y por eso cruzaron el Mar de los Juncos como si caminaran sobre tierra seca. Pero cuando los egipcios quisieron pasar, todos ellos se ahogaron.
30 Los israelitas confiaron en Dios y, por eso, cuando marcharon alrededor de la ciudad de Jericó durante siete días, los muros de la ciudad se vinieron abajo.
31 Rahab, la prostituta, confió en Dios y trató bien a los espías de Israel. Por eso no murió junto con los que habían desobedecido a Dios en Jericó.
32 ¿Qué más les puedo decir? No me alcanzaría el tiempo para hablarles de la confianza en Dios de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, de Samuel y de los profetas. 33 Ellos confiaron en Dios, y por eso conquistaron países; y como actuaron con justicia, recibieron lo que Dios les había prometido. Cerraron la boca de leones y 34 apagaron grandes incendios. Escaparon de que los mataran con espada, recibieron fuerzas cuando más débiles estaban, y en la guerra fueron tan poderosos que vencieron a los ejércitos enemigos.
35 Algunas mujeres confiaron en Dios, y por eso Dios hizo que sus familiares muertos volvieran a vivir.
Algunos confiaron tanto en Dios que no quisieron que los dejaran en libertad. Al contrario, dejaron que los mataran, porque sabían que volverían a vivir y así estarían mucho mejor. 36 Mucha gente se burló de ellos y los maltrató, y hasta los metió en la cárcel. 37 A otros los mataron a pedradas, los partieron en dos con una sierra, o los mataron con espada. Algunos anduvieron de un lugar a otro con ropas hechas de piel de oveja o de cabra. Eran pobres, estaban tristes, y habían sido maltratados. 38 La gente de este mundo no merecía personas tan buenas, que anduvieron sin rumbo fijo por el desierto, por las montañas, por las cuevas y las cavernas de la tierra.
39 Dios estaba contento con todas estas personas, pues confiaron en él. Pero ninguna de ellas recibió lo que Dios había prometido. 40 Y es que Dios tenía un plan mucho mejor, para que nosotros también recibiéramos lo prometido. Dios sólo hará perfectas a esas personas cuando nos haya hecho perfectos a nosotros.
Israel debe arrepentirse
5 1-4 Pueblo de Israel,
escuchen este triste canto
que entono por lo que va a suceder.
Pueblo de Israel,
nuestro Dios les advierte:
«Ya ustedes pueden darse por muertos.
Quedarán tendidos en el suelo,
y no volverán a levantarse;
serán como una jovencita muerta
que no volverá a la vida.
»No les irá bien en la guerra.
Si de una ciudad salen mil soldados,
sólo cien volverán con vida;
si de un pueblo salen cien soldados,
sólo diez volverán con vida.
»Si quieren seguir viviendo,
vuelvan a obedecerme.
5 No vayan al santuario de Betel,
porque pronto será destruido;
tampoco vayan al santuario de Beerseba
ni pasen por el de Guilgal,
porque todos sus habitantes
serán llevados presos a otro país.
6 »Si quieren seguir viviendo,
vuelvan a obedecerme.
Si no lo hacen,
yo destruiré al reino de Israel;
¡le prenderé fuego al santuario de Betel,
y nadie será capaz de apagarlo!
7 »Ustedes no han tratado con justicia
a los que son maltratados,
ni han respetado sus derechos;
¡han convertido en malo lo que es bueno!
8-9 »Yo soy quien hizo
todas las estrellas del cielo;
yo soy quien convierte
la luz del día en oscuridad,
y la oscura noche en día;
yo soy quien manda a las nubes
que vengan y rieguen la tierra;
yo soy quien derriba murallas
y quien convierte grandes fortalezas
en un montón de ruinas;
¡yo soy el Dios todopoderoso!
10 »Ustedes desprecian
al que lucha por la justicia
y al que dice la verdad;
11 ustedes humillan a los pobres
y les quitan el pan de la boca
al cobrarles altos impuestos.
Por eso no podrán disfrutar
de las lujosas casas que construyeron,
ni tampoco beberán el vino
de los hermosos viñedos que plantaron.
12 »Yo conozco todos sus pecados;
conozco sus muchas maldades.
Sé que los jueces aceptan dinero
para juzgar a favor de los malvados
y en contra de la gente inocente.
Por eso el juicio lo ganan los ricos
y lo pierden los pobres.
13 ¡Hay tanta maldad hoy en día
que los sabios prefieren callarse!
14-15 »Ustedes dicen estar seguros
de que yo vivo entre ustedes.
Si en verdad quieren que así sea,
dejen de hacer lo malo,
empiecen a hacer lo bueno
y traten a todos con justicia.
Puede ser que entonces
yo, el Dios todopoderoso,
viva entre ustedes y les dé vida.
Puede ser que entonces
yo, el Dios todopoderoso,
bendiga a los pocos de ustedes
que hayan quedado con vida».
El llanto de Israel
16-17 Nuestro Dios, el poderoso Dios de Israel, ha dicho:
«Cuando yo venga a castigarlos,
el llanto se oirá por todas partes.
Se llorará en las calles,
se llorará en los mercados,
se llorará en los viñedos,
se llorará en los campos,
¡y también en los velorios!
18 ¡Qué mal les va a ir a ustedes,
los que esperan con ansias
el día de mi llegada!
¡No saben lo que les espera!
¡No será un día de luz,
sino un día de terrible oscuridad!
19 Ese día sabrán lo que sienten
los que huyen de un león
y se encuentran con un oso.
Ese día sabrán lo que sienten
los que entran en su casa
y los muerde una serpiente
al apoyarse en la pared.
20 »En verdad, así será
el día de mi llegada:
¡no será un día de felicidad,
sino un día de terrible tristeza!
21 »¡Yo aborrezco sus fiestas religiosas!
¡No soporto sus cultos de adoración!
22 Ustedes se acercan a mí
trayendo toda clase de ofrendas,
pero yo no quiero ni mirarlas.
23 ¡Vayan a cantar a otra parte!
¡No quiero oír esa música de arpa!
24 Mejor traten con justicia a los demás
y sean justos como yo lo soy.
¡Que abunden sus buenas acciones
como abundan las aguas
de un río caudaloso!
25 »Pueblo de Israel,
durante los cuarenta años
que anduvieron por el desierto,
ustedes nunca me presentaron ofrendas.
26 En cambio, llevaban en hombros
la imagen de Sicut,
el dios que llaman rey,
y cargaban la imagen del dios Quiiún
que tenía la forma de una estrella.
27 Por eso haré que a ustedes
se los lleven presos a otro país
que está más allá de Siria.
Yo, el Dios todopoderoso,
les juro que así será».
1 1-4 Muy distinguido amigo Teófilo:
Usted bien sabe que muchos se han puesto a escribir informes acerca de las cosas que han pasado entre nosotros. Las escribieron tal como nos las contaron quienes estuvieron con Jesús desde el principio. A ellos, Jesús los mandó a anunciar su mensaje.
Yo también he estudiado con mucho cuidado todo lo sucedido, y creo conveniente ponerlo por escrito, tal y como sucedió. Así, usted podrá saber si le han contado la verdad.
El ángel Gabriel y Zacarías
5 Zacarías fue un sacerdote que vivió cuando Herodes el Grande era rey de los judíos. Prestaba servicio en el templo con el grupo del sacerdote Abías. Su esposa se llamaba Isabel y era descendiente del sacerdote Aarón. 6 Isabel y Zacarías eran muy buenos y obedecían todos los mandamientos de Dios. 7 No tenían hijos, pues Isabel no había podido quedar embarazada y, además, los dos eran muy viejos.
8 Cierto día, le tocó al grupo de sacerdotes de Zacarías el turno de servir a Dios en el templo. 9 Los sacerdotes acostumbraban nombrar a uno del grupo, para que entrara en el templo de Dios y quemara incienso en el altar. Esta vez le tocó a Zacarías entrar a quemar el incienso, 10 mientras el pueblo se quedaba afuera orando.
11 De pronto, un ángel de Dios se le apareció a Zacarías al lado derecho del altar. 12 Cuando Zacarías vio al ángel, tuvo mucho miedo y no supo qué hacer. 13 Pero el ángel le dijo:
—¡No tengas miedo, Zacarías! Dios ha escuchado tus oraciones. Tu esposa Isabel tendrá un hijo, y lo llamarás Juan. 14 Su nacimiento te va a hacer muy feliz, y muchos también se alegrarán. 15 Tu hijo va a ser muy importante ante Dios. No tomará vino ni cerveza, y el Espíritu Santo estará con él desde antes de que nazca.
16 »Este niño hará que muchos en Israel dejen de hacer lo malo y obedezcan a Dios. 17 Llegará antes que el Mesías, y tendrá el mismo poder y el mismo espíritu que antes tuvo el profeta Elías. Su mensaje hará que los padres se reconcilien con sus hijos, y que los desobedientes comprendan su error y sigan el ejemplo de los que sí obedecen. Además, preparará al pueblo de Israel para recibir al Mesías.
18 Zacarías le dijo al ángel:
—Mi esposa y yo somos ya muy viejos. ¿Cómo sabré que todo pasará tal como dices?
19 El ángel le respondió:
—Yo soy Gabriel, ayudante especial de Dios. Él me envió a darte esta buena noticia. 20 Pero como no me creíste, no vas a poder hablar hasta que suceda lo que te dije.
21 Toda la gente estaba afuera, esperando a Zacarías, y se preguntaba por qué no salía del templo.
22 Cuando Zacarías salió, no podía hablar y sólo hacía señas con las manos. Entonces la gente comprendió que Zacarías había tenido una visión.
23 Al terminar su turno en el templo, Zacarías regresó a su casa. 24 Poco tiempo después, su esposa quedó embarazada; y durante cinco meses no salió de la casa, pues pensaba: 25 «¡Dios ha hecho esto conmigo para que la gente ya no me desprecie!»
El ángel Gabriel y María
26 Cuando Isabel ya tenía seis meses de embarazo, Dios mandó al ángel Gabriel a Nazaret, un pueblo de la región de Galilea. 27 El ángel llevaba un mensaje para una joven llamada María. Ella estaba comprometida para casarse con José, quien era descendiente del rey David.
28 El ángel entró a donde estaba María, la saludó y le dijo:
—¡Dios te ha bendecido de manera especial! El Señor está contigo.
29 María se sorprendió mucho al oír un saludo tan extraño, y se preguntaba qué significaba eso.
30 Entonces el ángel le dijo:
—No tengas miedo, María, porque Dios te ha dado un gran privilegio. 31 Vas a quedar embarazada; y tendrás un hijo, a quien le pondrás por nombre Jesús. 32 Este niño llegará a ser muy importante, y lo llamarán “Hijo del Dios altísimo”. Dios lo hará rey, como hizo con su antepasado David; 33 gobernará a la nación de Israel para siempre, y su reinado no terminará nunca.
34 María le preguntó al ángel:
—¿Cómo pasará esto, si aún no me he casado?
35 El ángel le contestó:
—El Espíritu Santo se acercará a ti; el Dios altísimo te cubrirá con su poder. Por eso el niño vivirá completamente dedicado a Dios, y será llamado “Hijo de Dios”. 36 Tu prima Isabel, aunque ya es muy vieja, también va a tener un hijo. La gente pensaba que ella nunca podría tener hijos, pero hace ya seis meses que está embarazada. 37 Eso demuestra que para Dios todo es posible.
38 María respondió:
—Yo soy la esclava del Señor. Que suceda todo tal como me lo has dicho.
Y el ángel se fue.
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