Print Page Options
Previous Prev Day Next DayNext

M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Reina Valera Actualizada (RVA-2015)
Version
Jueces 12

Guerra entre Galaad y Efraín

12 Los hombres de Efraín fueron convocados, cruzaron hacia Zafón y dijeron a Jefté:

—¿Por qué fuiste a hacer la guerra contra los hijos de Amón y no nos llamaste para que fuéramos contigo? ¡Nosotros incendiaremos tu casa, contigo dentro!

Jefté les respondió:

—Yo, juntamente con mi pueblo, he tenido una gran contienda contra los hijos de Amón. Yo los convoqué, pero ustedes no me libraron de su mano. Viendo, pues, que no me libraban, arriesgué mi vida y fui contra los hijos de Amón, y el SEÑOR los entregó en mi mano. ¿Por qué, pues, han subido hoy contra mí para combatir conmigo?

Entonces Jefté reunió a todos los hombres de Galaad y combatió contra Efraín. Y los hombres de Galaad derrotaron a Efraín, porque habían dicho: “Ustedes, los de Galaad, son unos fugitivos de Efraín que están en medio de Efraín y de Manasés”. Luego los de Galaad tomaron los vados del Jordán a los de Efraín. Y sucedió que cuando alguno de los fugitivos de Efraín decía: “Déjenme cruzar”, los hombres de Galaad le preguntaban: “¿Eres tú efrateo?”. Si decía: “No”, entonces le decían: “Por favor, di ‘Shibólet’[a]”. Si él decía “Sibólet”, porque no lo podía pronunciar correctamente, entonces lo capturaban y lo degollaban junto a los vados del Jordán. En aquel tiempo perecieron cuarenta y dos mil de Efraín.

Jefté juzgó a Israel durante seis años. Luego murió Jefté el galaadita y fue sepultado en su ciudad[b], en Galaad.

Ibzán, Elón y Abdón, jueces en Israel

Después de Jefté juzgó a Israel Ibzán, de Belén, quien tenía treinta hijos y treinta hijas. A estas las casó con gente de fuera, y trajo de fuera treinta mujeres para sus hijos. Él juzgó a Israel durante siete años. 10 Entonces murió Ibzán y fue sepultado en Belén.

11 Después de él juzgó a Israel Elón el zabulonita, quien juzgó a Israel durante diez años. 12 Entonces murió Elón el zabulonita y fue sepultado en Ajalón, en la tierra de Zabulón.

13 Después de él juzgó a Israel Abdón hijo de Hilel, de Piratón. 14 Él tenía cuarenta hijos y treinta nietos que montaban setenta asnos. Juzgó a Israel durante ocho años. 15 Entonces murió Abdón hijo de Hilel, de Piratón, y fue sepultado en Piratón, en la tierra de Efraín, en el monte de Amalec.

Hechos 16

Timoteo acompaña a Pablo

16 Llegó a Derbe y Listra, y he aquí había allí cierto discípulo llamado Timoteo[a], hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego. Él era de buen testimonio entre los hermanos en Listra y en Iconio. Pablo quiso que este fuera con él, y tomándole lo circuncidó por causa de los judíos que estaban en aquellos lugares, porque todos sabían que su padre era griego.

Cuando pasaban por las ciudades, les entregaban las decisiones tomadas por los apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalén, para que las observaran. Así las iglesias eran fortalecidas en la fe, y su número aumentaba cada día.

Pablo pasa a Macedonia

Atravesaron la región de Frigia y de Galacia, porque les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia. Cuando llegaron a la frontera de Misia, procuraban entrar en Bitinia, pero el Espíritu de Jesús no se lo permitió. Entonces, después de pasar junto a Misia, descendieron a Troas. Y por la noche se le mostró a Pablo una visión en la que un hombre de Macedonia estaba de pie rogándole y diciendo: “¡Pasa a Macedonia y ayúdanos!”.

10 En cuanto vio la visión, de inmediato procuramos salir para Macedonia, teniendo por seguro que Dios nos había llamado para anunciarles el evangelio. 11 Zarpamos, pues, de Troas y fuimos con rumbo directo a Samotracia, y al día siguiente a Neápolis; 12 y de allí a Filipos, que es una ciudad principal de la provincia de Macedonia, y una colonia. Pasamos algunos días en aquella ciudad.

La conversión de Lidia

13 Y el día sábado salimos fuera de la puerta de la ciudad, junto al río, donde pensábamos que habría un lugar de oración. Nos sentamos allí y hablábamos a las mujeres que se habían reunido. 14 Entonces escuchaba cierta mujer llamada Lidia, cuyo corazón abrió el Señor para que estuviera atenta a lo que Pablo decía. Era vendedora de púrpura de la ciudad de Tiatira, y temerosa de Dios. 15 Como ella y su familia fueron bautizadas, nos rogó diciendo: “Ya que han juzgado que soy fiel al Señor, entren en mi casa y quédense”. Y nos obligó a hacerlo.

Pablo y Silas en la cárcel

de Filipos

16 Aconteció que, mientras íbamos al lugar de oración, nos salió al encuentro una joven esclava que tenía espíritu de adivinación, la cual producía gran ganancia a sus amos, adivinando. 17 Esta, siguiendo a Pablo y a nosotros, gritaba diciendo:

—¡Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes les anuncian el camino de salvación!

18 Hacía esto por muchos días. Y Pablo, ya fastidiado, se dio vuelta y dijo al espíritu:

—¡Te mando en el nombre de Jesucristo que salgas de ella!

Y salió en el mismo momento.

19 Pero cuando sus amos vieron que se les había esfumado su esperanza de ganancia, prendieron a Pablo y a Silas y los arrastraron a la plaza, ante las autoridades. 20 Al presentarlos ante los magistrados, dijeron:

—¡Estos hombres, siendo judíos, alborotan nuestra ciudad! 21 ¡Predican costumbres que no nos es lícito recibir ni practicar, pues somos romanos!

22 Entonces el pueblo se levantó a una contra ellos. Y los magistrados les despojaron de sus ropas con violencia y mandaron azotarles con varas. 23 Después de golpearles con muchos azotes, los echaron en la cárcel y ordenaron al carcelero que los guardara con mucha seguridad. 24 Cuando este recibió semejante orden, los metió en el calabozo de más adentro y sujetó sus pies en el cepo.

Conversión del carcelero de Filipos

25 Como a la medianoche, Pablo y Silas estaban orando y cantando himnos a Dios, y los presos les escuchaban. 26 Entonces, de repente sobrevino un fuerte terremoto, de manera que los cimientos de la cárcel fueron sacudidos. Al instante, todas las puertas se abrieron y las cadenas de todos se soltaron. 27 Cuando el carcelero despertó y vio abiertas las puertas de la cárcel, sacó su espada y estaba a punto de matarse, porque pensaba que los presos se habían escapado. 28 Pero Pablo gritó a gran voz, diciendo:

—¡No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí!

29 Entonces él pidió luz y se lanzó adentro, y se postró temblando ante Pablo y Silas. 30 Sacándolos afuera, les dijo:

—Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?

31 Ellos dijeron:

—Cree en el Señor Jesús y serás salvo, tú y tu casa.

32 Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. 33 En aquella hora de la noche, los tomó consigo y les lavó las heridas de los azotes. Y él fue bautizado en seguida, con todos los suyos. 34 Les hizo entrar en su casa, les puso la mesa y se regocijó de que con toda su casa había creído en Dios.

35 Cuando se hizo de día, los magistrados enviaron a los oficiales a decirle:

—Suelta a esos hombres.

36 El carcelero comunicó a Pablo estas palabras:

—Los magistrados han enviado orden de que sean puestos en libertad; ahora, pues, salgan y váyanse en paz.

37 Pero Pablo les dijo:

—Después de azotarnos públicamente sin ser condenados, siendo nosotros ciudadanos romanos, nos echaron en la cárcel; y ahora, ¿nos echan fuera a escondidas? ¡Pues no! ¡Que vengan ellos mismos a sacarnos!

38 Los oficiales informaron de estas palabras a los magistrados, quienes tuvieron miedo al oír que eran romanos. 39 Y fueron a ellos y les pidieron disculpas. Después de sacarlos, les rogaron que se fueran de la ciudad. 40 Entonces, después de salir de la cárcel, entraron en casa de Lidia; y habiendo visto a los hermanos, les exhortaron y luego partieron.

Jeremías 25

Judá castigado mediante Babilonia

25 La palabra que vino a Jeremías acerca de todo el pueblo de Judá, en el cuarto año de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, el cual era el primer año de Nabucodonosor, rey de Babilonia, la cual habló el profeta Jeremías a todo el pueblo de Judá y a todos los habitantes de Jerusalén, diciendo: “Desde el año décimo tercero de Josías hijo de Amón, rey de Judá, hasta este día, durante veintitrés años ha venido a mí la palabra del SEÑOR. Les he hablado persistentemente, pero no han escuchado. El SEÑOR les envió persistentemente todos sus siervos los profetas, pero no escucharon ni inclinaron su oído para escuchar. Les decían: ‘Vuélvanse, pues, cada uno de su mal camino y de la maldad de sus obras, y habiten en la tierra que el SEÑOR les ha dado a ustedes y a sus padres, para siempre jamás. No vayan en pos de otros dioses, para rendirles culto y para postrarse ante ellos. No me provoquen a ira con la obra de sus manos, y no les haré mal’. Sin embargo, dice el SEÑOR, no me escucharon, de modo que me han provocado a ira con la obra de sus manos, para su propio mal.

“Por tanto, así ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos: ‘Por cuanto no han escuchado mis palabras, he aquí yo enviaré a tomar a todas las gentes del norte y a Nabucodonosor rey de Babilonia, mi siervo, y los traeré contra esta tierra y contra sus habitantes, y contra todas las naciones de alrededor, dice el SEÑOR. Los destruiré por completo y los convertiré en escarnio, rechifla y ruinas perpetuas. 10 Haré perecer entre ellos la voz del gozo y la voz de la alegría, la voz del novio y la voz de la novia, el ruido de las piedras del molino y la luz de la lámpara. 11 Toda esta tierra será convertida en desolación y espanto. Y estas naciones servirán al rey de Babilonia durante setenta años’.

Juicio y destrucción de Babilonia

12 “Pero sucederá que cuando se hayan cumplido los setenta años, castigaré al rey de Babilonia, a aquella nación y a la tierra de los caldeos, por su maldad. Yo la convertiré en perpetua desolación. 13 Traeré contra aquella tierra todas mis palabras que he hablado acerca de ella, todo lo que está escrito en este libro que ha profetizado Jeremías contra todas las naciones. 14 Porque también de ellos se servirán muchas naciones y grandes reyes. Yo les retribuiré conforme a sus hechos y conforme a la obra de sus manos”.

La copa de ira para las naciones

15 Así me ha dicho el SEÑOR Dios de Israel: “Toma de mi mano esta copa del vino de la ira, y da de beber a todas las naciones a las cuales te envío. 16 Ellas beberán y vomitarán; enloquecerán a causa de la espada que yo envío entre ellas”.

17 Tomé, pues, la copa de la mano del SEÑOR y di de beber a todas las naciones a las cuales el SEÑOR me había enviado: 18 A Jerusalén y a las ciudades de Judá, a sus reyes y a sus magistrados, para convertirlos en ruinas, en horror, en rechifla y en maldición, como en este día. 19 Al faraón rey de Egipto, a sus servidores, a sus magistrados, a todo su pueblo 20 y a toda su población asimilada. A todos los reyes de la tierra de Uz y a todos los reyes de la tierra de Filistea (Ascalón, Gaza, Ecrón y los sobrevivientes de Asdod). 21 A Edom, a Moab, a los hijos de Amón; 22 a todos los reyes de Tiro, a todos los reyes de Sidón y a los reyes de las costas que están al otro lado del mar. 23 A Dedán, a Tema, a Buz y a todos los que se rapan las sienes. 24 A todos los reyes de Arabia y a todos los reyes de la población asimilada que habita en el desierto. 25 A todos los reyes de Zimri, a todos los reyes de Elam y a todos los reyes de Media. 26 A todos los reyes del norte, tanto a los cercanos como a los lejanos, a los unos como a los otros. Di de beber a todos los reinos que hay sobre la faz de la tierra, y el rey de Sesac beberá después de ellos.

27 “Les dirás que así ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos, Dios de Israel: ‘Beban y embriáguense; vomiten y caigan. No los levantarán a causa de la espada que yo envío contra ustedes’. 28 Y sucederá que si rehúsan tomar la copa de tu mano para beber, les dirás que así ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos: ‘Tienen que beberla, 29 porque he aquí que yo comienzo a hacer mal a la ciudad que es llamada por mi nombre; y ustedes, ¿quedarán impunes? ¡No quedarán impunes, porque yo llamo la espada contra todos los habitantes de la tierra!’, dice el SEÑOR de los Ejércitos.

30 “Tú profetizarás contra ellos todas estas palabras y les dirás: ‘El SEÑOR ruge desde lo alto, y da su voz desde su santa habitación. Ruge enfurecido contra su morada; y un grito como el de los que pisan la uva, responderá a todos los habitantes de la tierra. 31 Tal rugido llegará hasta el extremo de la tierra, porque el SEÑOR tiene litigio contra las naciones. Él entra en juicio contra todo mortal; entregará los impíos a la espada’ ”, dice el SEÑOR.

32 Así ha dicho el SEÑOR de los Ejércitos: “He aquí que el mal irá de nación en nación, y un gran huracán se desatará desde los extremos de la tierra. 33 En aquel día los muertos por el SEÑOR estarán desde un extremo de la tierra hasta el otro. No serán llorados; no serán recogidos ni sepultados. Serán convertidos en abono sobre la superficie de la tierra”.

Dios juzga a los jefes de las naciones

34 ¡Giman, oh pastores, y griten! Revuélquense en el polvo, oh mayorales del rebaño; porque se han cumplido los días para que sean degollados y dispersados. Y caerán como carneros[a] escogidos. 35 Se acabará el refugio de los pastores, y el escape de los mayorales del rebaño.

36 Se oye el ruido del griterío de los pastores, y del gemido de los mayorales del rebaño. Porque el SEÑOR ha devastado sus prados. 37 Los apacibles pastizales son devastados a causa del furor de la ira del SEÑOR. 38 Cual león, ha dejado su guarida, pues la tierra de ellos se ha convertido en horror a causa de la ira del opresor y a causa del furor de su enojo.

Marcos 11

La entrada triunfal en Jerusalén

11 Cuando llegaron cerca de Jerusalén, junto a Betfagé y Betania, frente al monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos y les dijo:

—Vayan a la aldea que está frente a ustedes y, cuando hayan entrado allí, en seguida hallarán atado un borriquillo sobre el cual ningún hombre ha montado. Desátenlo y tráiganlo. Y si alguien les dice: “¿Por qué hacen eso?”, díganle: “El Señor lo necesita, y luego lo enviará aquí otra vez”.

Ellos fueron y hallaron el borriquillo atado a la puerta, afuera, en la esquina de dos calles, y lo desataron. Algunos de los que estaban allí les dijeron:

—¿Qué hacen desatando al borriquillo?

Ellos les dijeron tal como Jesús les había dicho, y los dejaron ir.

Trajeron el borriquillo a Jesús y echaron sobre él sus mantos, y se sentó sobre él. Muchos tendieron sus mantos por el camino, y otros cortaban ramas de los árboles[a]. Los que iban delante y los que lo seguían aclamaban:

—¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor![b]. 10 ¡Bendito el reino venidero de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!

11 Entró Jesús en Jerusalén, en el templo, y habiendo mirado todo en derredor, como la hora ya era tarde, salió para Betania con los doce.

Jesús y la higuera sin fruto

12 Al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre. 13 Y viendo desde lejos una higuera que tenía hojas, se acercó para ver si hallaba en ella algo. Cuando fue a ella, no encontró nada más que hojas porque no era tiempo de higos. 14 Entonces Jesús dijo a la higuera: “¡Nunca jamás coma nadie de tu fruto!”. Y lo oyeron sus discípulos.

Jesús purifica el templo

15 Llegaron a Jerusalén y Jesús entró en el templo. Y comenzó a echar fuera a los que vendían y a los que compraban en el templo. Volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas, 16 y no consentía que nadie cruzara por el templo llevando utensilio alguno. 17 Y enseñaba diciendo: “¿No está escrito que mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones?[c] Pero ustedes la han hecho cueva de ladrones”[d].

18 Lo oyeron los principales sacerdotes y los escribas, y buscaban cómo matarle; porque le tenían miedo pues todo el pueblo estaba maravillado de su doctrina. 19 Y al llegar la noche Jesús y los suyos salieron de la ciudad.

Lección de la higuera seca

20 Por la mañana, pasando por allí vieron que la higuera se había secado desde las raíces. 21 Entonces Pedro, acordándose, le dijo:

—Rabí, he aquí la higuera que maldijiste se ha secado.

22 Respondiendo Jesús les dijo:

—Tengan[e] fe en Dios. 23 De cierto les digo que cualquiera que diga a este monte: “Quítate y arrójate al mar”, y que no dude en su corazón sino que crea que será hecho lo que dice, le será hecho. 24 Por esta razón les digo que todo por lo cual oran y piden, crean que lo han recibido y les será hecho. 25 Y cuando se pongan de pie para orar, si tienen algo contra alguien, perdónenlo para que su Padre que está en los cielos también les perdone a ustedes sus ofensas. 26 [f].

La autoridad de Jesús

27 Volvieron a Jerusalén. Luego, mientras él andaba por el templo, vinieron a él los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos, 28 y le decían:

—¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién te dio la autoridad para hacer estas cosas?

29 Entonces Jesús les dijo:

—Yo les haré una pregunta. Respóndanme, y yo les diré con qué autoridad hago estas cosas: 30 El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres? Respóndanme.

31 Entonces ellos razonaban entre sí diciendo:

—Si decimos “del cielo”, dirá: “¿Por qué, pues, no le creyeron?”. 32 Pero si decimos “de los hombres…”.

Temían al pueblo, porque todos consideraban que verdaderamente Juan era profeta. 33 Entonces, respondiendo a Jesús, dijeron:

—No sabemos.

Y Jesús les dijo:

—Tampoco yo les digo con qué autoridad hago estas cosas.

Reina Valera Actualizada (RVA-2015)

Version Reina Valera Actualizada, Copyright © 2015 by Editorial Mundo Hispano