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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Nueva Biblia Viva (NBV)
Version
Génesis 24

Isaac y Rebeca

24 Abraham estaba muy viejo, y Dios lo había bendecido en todo. Un día Abraham le dijo a su mayordomo, que era el más viejo de sus siervos:

―Coloca tu mano en mi entrepierna, y júrame por el nombre del Señor, el Dios del cielo y de la tierra, que no dejarás que mi hijo se case con una muchacha de esta tierra de Canaán, donde yo vivo. Para que esto no ocurra, irás a mi tierra, a casa de mi familia, y buscarás allí una esposa para mi hijo Isaac.

El criado le dijo a Abraham:

―Supongamos que yo no pueda hallar una muchacha que quiera venir conmigo a este lugar. Entonces, ¿debo hacer que Isaac se vaya a vivir al país del cual usted salió?

―¡No! —advirtió Abraham—. Cuídate de no hacerlo bajo ninguna circunstancia. Porque el Señor, Dios del cielo, que me ordenó dejar mi tierra y mi familia, y prometió darme esta tierra como propiedad para mí y mis descendientes, enviará a su ángel delante de ti y hará que encuentres allí una doncella para que sea la esposa de mi hijo. Pero si no lo logras, quedas libre de tu juramento. Pero bajo ninguna circunstancia llevarás a mi hijo para allá.

Entonces el criado colocó su mano en la entrepierna de su amo Abraham, y le juró seguir sus instrucciones. 10 Tomó diez camellos de su amo, y los cargó con muchos regalos, de las mejores cosas que Abraham tenía, y se fue hacia el pueblo de Najor en Aram Najarayin. 11 Una vez allí, hizo que los camellos se arrodillaran junto a un pozo de agua que estaba a las afueras de la ciudad. Era la hora de la puesta del sol, cuando las mujeres salían a buscar agua. 12 Luego comenzó a orar: «Señor, Dios de mi amo Abraham, sé misericordioso con mi amo y ayúdame para cumplir el propósito de mi viaje. 13 Mira, aquí estoy junto al pozo de agua, a la hora en que las muchachas del pueblo vienen a sacar agua. 14 Permíteme saber cuál es la joven que tú has escogido para que sea la esposa de tu siervo Isaac. Te suplico que esa joven sea a quien yo le diga: “Por favor, baje su cántaro para que yo pueda tomar un poco de agua”, y que me conteste: “Tome usted, y también le voy a dar de beber a los camellos”. De esta manera podré estar bien seguro de que en verdad amas a mi amo Abraham».

15 Todavía estaba orando, cuando vio que se acercaba una muchacha con su cántaro al hombro. Era Rebeca, la hija de Betuel. Este Betuel era el hijo de Milca y de Najor, el hermano de Abraham. 16 La joven era muy hermosa y virgen, pues aún no había tenido relaciones sexuales con ningún hombre. Rebeca bajó al pozo, llenó su cántaro de agua y se dispuso a regresar. 17 Entonces el criado corrió hacia ella y le dijo:

―Le ruego que me permita beber un poco de agua de su cántaro.

18 ―Con mucho gusto, señor —dijo ella.

Y con prontitud inclinó el cántaro para que él pudiera beber.

19 Cuando el criado terminó de beber, la muchacha dijo:

―También sacaré agua para sus camellos, para que beban hasta que queden satisfechos.

20 Acto seguido vació el cántaro en el bebedero y fue corriendo varias veces al pozo a sacar agua, hasta que hubo la suficiente para todos los camellos. 21 Mientras tanto, el criado la observaba en silencio, preguntándose si el Señor le había contestado la oración.

22 Cuando los camellos terminaron de beber, el criado sacó un pendiente de oro, que pesaba unos seis gramos, y se lo puso a Rebeca en la nariz. También le colocó en los brazos dos brazaletes que pesaban ciento veinte gramos cada uno.

23 Luego el criado le preguntó:

―¿Por favor, dígame quién es su papá? ¿Habrá lugar en casa de su padre para pasar la noche?

24 ―Mi padre es Betuel, hijo de Milca, que es esposa de Najor —contestó ella—. 25 Y en nuestra casa tenemos abundante comida para los camellos, y una pieza para huéspedes.

26 El criado, entonces, se arrodilló y adoró al Señor 27 con la siguiente oración:

«¡Alabado sea el Señor, Dios de mi amo Abraham, pues siempre ha sido tan bueno y leal con él! ¡Gracias por haberme guiado directamente a los familiares de mi amo!».

28 La muchacha corrió hasta la casa para contarle estas cosas a su familia. 29-30 Rebeca tenía un hermano llamado Labán. Cuando este escuchó todo lo que la muchacha les contó, y además vio el pendiente y los brazaletes que llevaba puestos, salió corriendo hacia el pozo, donde todavía estaba el hombre de pie junto a los camellos. 31 Al verlo, le dijo:

―¡Venga, usted, bendito del Señor, y quédese con nosotros! No tiene por qué quedarse aquí afuera. ¡Ya le he preparado un lugar para usted. También hay sitio para los camellos!

32 El criado siguió a Labán a la casa. Luego, Labán les llevó agua, para que el criado y sus acompañantes se lavaran los pies. También les quitó a los camellos las cargas que llevaban y les dio suficiente comida. 33 Cuando les sirvieron la comida, el criado de Abraham dijo:

―No quiero comer nada hasta haberles dicho por qué estoy aquí.

―Muy bien —dijo Labán—, danos tu mensaje.

34 ―Soy siervo de Abraham —explicó—. 35 El Señor ha colmado de bendiciones a mi amo, de modo que él es considerado un gran hombre entre la gente de la tierra donde vive. Dios le ha dado grandes rebaños de ovejas y de vacas, además le ha dado una gran fortuna en plata y oro, y muchos esclavos y esclavas, camellos y burros. 36 Como si esto fuera poco, Sara, la esposa de mi amo, siendo ya muy anciana, le dio un hijo a mi amo. A ese hijo mi amo le ha dado todo lo que posee. 37-38 Y mi amo hizo que yo le prometiera que no dejaría que Isaac se casara con una de las mujeres de Canaán, que es la tierra donde él vive. Por eso, me pidió que viniera a esta lejana tierra, para buscar entre sus familiares una esposa para su hijo. 39 Yo le pregunté: “¿Y si no puedo encontrar una muchacha que quiera venir?”. Él me respondió: 40 “Vendrá, porque mi Señor, en cuya presencia he andado, enviará su ángel contigo y hará que tu misión tenga éxito. Por tanto, busca una muchacha entre la familia de mi padre. 41 En caso de que mis familiares no quieran dejar venir a la muchacha, tú quedarás libre de la promesa que me has hecho”.

42 »Pues bien, esta tarde, cuando llegué al manantial, hice la siguiente oración: “Señor, Dios de mi amo Abraham, si tú me estás guiando para que mi misión tenga éxito, guíame en la forma siguiente: 43 Aquí estoy junto a este pozo, te ruego que me ayudes. Voy a decirle a una muchacha que venga a sacar agua de este pozo: ‘Por favor, deme un poco de agua para beber’. 44 Si ella me responde: ‘Con mucho gusto, y también le daré agua a los camellos’, entonces sabré que es la muchacha que has escogido para que sea la esposa del hijo de mi amo”.

45 »Mientras yo decía estas cosas, apareció Rebeca con el cántaro al hombro, se dirigió al pozo, sacó agua y llenó el cántaro. Yo le dije: “Por favor, deme de beber”. 46 Ella con prontitud inclinó hacia mi el cántaro para que pudiera beber y me dijo: “Con mucho gusto, señor, y también sacaré agua para sus camellos”. ¡Y así lo hizo! 47 Entonces le pregunté: “¿De qué familia es usted?”. Y ella me dijo: “Soy de la familia de Najor. Mi padre es Betuel, hijo de Najor y de Milca”. Entonces le puse el pendiente en la nariz, y los brazaletes en los brazos. 48 Luego me arrodillé y adoré al Señor. Sí, alabé al Señor, el Dios de mi amo Abraham, porque me había llevado por el camino correcto, hasta encontrar en la casa del hermano de mi amo la esposa para su hijo Isaac. 49 Ahora, díganme si van a ser bondadosos y leales con mi amo Abraham; si no piensan serlo, también díganmelo. Así yo sabré qué camino tomar.

50 Entonces Labán y Betuel contestaron:

―Es evidente que esto es obra del Señor, de modo que en ese caso nosotros no podemos hacer nada. 51 Mire, aquí está Rebeca. Tómela y llévesela, para que sea la esposa del hijo de su amo, tal como el Señor lo ha dispuesto.

52 Al oír la respuesta, el mayordomo de Abraham cayó de rodillas delante del Señor. 53 Enseguida sacó joyas de plata y de oro y hermosos vestidos para Rebeca, y también les hizo valiosos regalos a la madre y al hermano de ella. 54 Luego el criado y sus acompañantes cenaron y pasaron allí la noche.

Al día siguiente, cuando se levantaron, el criado dijo:

―Debo regresar a casa de mi amo.

55 Pero el hermano y la mamá de Rebeca le dijeron:

―Queremos que Rebeca se quede con nosotros unos diez días más. Después de ese tiempo se podrá ir.

56 Pero él les rogó:

―No retarden mi regreso. El Señor ha hecho que mi misión tenga éxito, así que déjenme regresar a donde mi amo.

57 ―Bien —respondieron—. Llamemos a la muchacha y preguntémosle si quiere irse o no.

58 Llamaron a Rebeca y le preguntaron:

―¿Quieres irte con este señor?

Y ella respondió:

―Sí, me voy con él.

59 Entonces dejaron ir a Rebeca con el mayordomo y sus acompañantes. Además, permitieron que la mujer que había cuidado a Rebeca desde que era niña fuera también con ella 60 y la despidieron con esta bendición:

«Hermana nuestra:

¡que seas madre de millones de hijos!

¡Que tu descendencia conquiste las ciudades de sus enemigos!».

61 Entonces Rebeca y sus esclavas subieron a los camellos y se fueron con el criado de Abraham.

62 Mientras tanto, Isaac, cuyo hogar estaba en el Néguev, había regresado del pozo de Lajay Roí. 63 Una tarde, salió a caminar por el campo para meditar. De repente, levantó la vista y vio que se acercaban unos camellos. 64 También Rebeca levantó la vista, y al ver a Isaac, se bajó del camello, 65 y le preguntó al criado:

―¿Quién es ese hombre que viene por el campo hacia nosotros?

―Es el hijo de mi amo —le contestó.

Entonces ella se cubrió el rostro con el velo. 66 Cuando Isaac llegó hasta ellos, el mayordomo le contó todo lo ocurrido.

67 Isaac llevó a Rebeca a la tienda de su madre y la tomó por esposa. Él la amó mucho, y ella le sirvió de especial consuelo por la muerte de su madre.

Mateo 23

Jesús denuncia a los fariseos y a los maestros de la ley

23 Entonces Jesús, dirigiéndose al gentío y a sus discípulos, dijo:

«¡Cualquiera que ve a estos escribas y fariseos creando leyes se creerá que son “Moisés en persona”! Claro, obedézcanlos. ¡Hagan lo que dicen, pero no se les ocurra hacer lo que ellos hacen! Porque ellos mismos no hacen lo que dicen que se debe hacer. Recargan a la gente de mandamientos que ni ellos mismos intentan cumplir.

»¡Y luego se dedican a hacer obras de caridad para que los demás los vean! Para aparentar santidad, se ponen en la frente y en los brazos porciones de las Escrituras escritas en las tiras de pergamino o piel más anchas que puedan encontrar, y procuran que los flecos de sus mantos sean más largos que los de los demás. ¡Ah, y les encanta ir a los banquetes y sentarse a las cabeceras de las mesas, e ir a la sinagoga y sentarse en las primeras sillas! Y cuando andan por las calles, les gusta que les digan: “¡Rabí, rabí!”. No dejen que nadie los llame así. Sólo el Cristo es Rabí[a] y todos los hombres están en el mismo nivel de hermanos. Y no llamen a nadie en la tierra “padre”, porque el único digno de ese título es Dios, que está en los cielos. 10 No se dejen llamar “maestro”, porque sólo hay un Maestro: el Mesías. 11 Mientras más humildemente sirvamos a los demás, más grandes seremos. Para ser grande hay que servir a los demás, 12 pues los que se creen grandes serán humillados; y los que se humillan serán enaltecidos.

13 »¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, porque ni entran al reino de los cielos ni dejan entrar a nadie! 14 ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que por un lado hacen oraciones larguísimas en las calles y por el otro les roban las casas a las viudas! ¡Hipócritas! 15 ¡Ay de ustedes, hipócritas!, porque recorren el mundo en busca de conversos, y una vez que los encuentran los hacen dos veces más hijos del infierno que ustedes mismos. 16-17 ¡Guías ciegos, ay de ustedes!, porque dicen que no importa que se jure en vano por el templo de Dios, pero si alguien jura en vano por el oro del templo, lo condenan. ¡Ciegos insensatos! ¿Qué es más importante, el oro o el templo que santifica el oro? 18 Y dicen que se puede jurar en vano por el altar, pero si se jura en vano por lo que está sobre el altar, lo condenan. 19 ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda que se pone sobre el altar o el altar que santifica la ofrenda? 20 El que jura por el altar está jurando también por lo que está sobre él; 21 y el que jura por el templo está jurando por el templo y por Dios que habita en él. 22 Y cuando se jura por el cielo se está jurando por el trono de Dios y por Dios mismo.

23 »¡Ay de ustedes, fariseos y escribas hipócritas! Porque diezman hasta la última hojilla de menta del jardín y se olvidan de lo más importante, que es hacer justicia y tener misericordia y fe. Sí, hay que diezmar, pero no se puede dejar a un lado lo que es aun más importante.

24 »¡Guías ciegos, que cuelan el mosquito y se tragan el camello! 25 ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas!, porque limpian cuidadosamente el exterior del vaso y dejan el interior lleno de robo e injusticia. 26 Fariseos ciegos, limpien primero el interior del vaso, para que esté limpio por dentro y por fuera. 27 ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, pues son como sepulcros blanqueados: hermosos por fuera, pero dentro están llenos de huesos de muertos y podredumbre! 28 Así también son ustedes: por fuera se ven santos, pero bajo la apariencia de piedad hay un corazón manchado de hipocresía y pecado.

29 »¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas!, porque levantan monumentos a los profetas que los padres de ustedes mataron, y adornan las tumbas de los justos que destruyeron, 30 y al hacerlo dicen: “¡Nosotros no los habríamos matado!”. 31 ¿No se dan cuenta de que se están tildando de hijos de asesinos? 32 ¡Acaben de imitarlos! ¡Pónganse a la altura de ellos! 33 ¡Serpientes, crías de víboras! ¿Cómo van a escapar de la condenación del infierno?

34 »Yo les enviaré profetas, hombres llenos del Espíritu y escritores inspirados, pero a algunos los crucificarán, a otros les destrozarán las espaldas a latigazos en las sinagogas, y a los demás los perseguirán de ciudad en ciudad. 35 Así caerá sobre ustedes la culpa de la sangre de los justos asesinados, desde Abel hasta Zacarías, el hijo de Berequías, que ustedes mataron entre el altar y el santuario. 36 ¡Los juicios acumulados a través de los siglos caerán sobre esta generación!

37 »¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los enviados de Dios! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos como la gallina junta a sus polluelos debajo de sus alas, pero no quisiste! 38 De ahora en adelante tu casa quedará abandonada, 39 porque te aseguro que no me volverás a ver hasta que digas: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”».

Nehemías 13

Reforma final de Nehemías

13 Aquel mismo día, al leer la Ley de Moisés al pueblo, se encontró un texto que decía que los amonitas y los moabitas no debían formar parte del pueblo de Dios, ya que ellos no habían sido hospitalarios con el pueblo de Israel. En vez de brindarle amistad, habían contratado a Balán para que los maldijera, pero Dios cambió la maldición en bendición. Leída esta regla, todos los extranjeros fueron expulsados de la asamblea.

4-5 Antes de esto, el sacerdote Eliasib, que había sido designado guardián de los almacenes del templo de nuestro Dios, había transformado una de las salas de almacenaje en hermosa recámara para Tobías, ya que era su pariente. Esta sala se había usado anteriormente para almacenar ofrenda de grano, incienso, vasijas, diezmos de granos, vino nuevo y aceite de oliva, todo lo cual había dispuesto Moisés que se diera a los levitas, a los miembros del coro y a los porteros (las ofrendas mecidas eran para los sacerdotes).

Cuando esto ocurrió yo no estaba en Jerusalén, porque había regresado a Babilonia en el año treinta y dos del reinado de Artajerjes. Más tarde solicité y obtuve permiso del rey para regresar a Jerusalén. Al llegar supe del mal que había hecho Eliasib al haberle dado a Tobías una habitación en el templo de Dios. Entonces me enojé mucho e hice sacar todas las pertenencias y muebles que había en la habitación. Luego exigí que la sala fuera purificada, y volví a poner allí las vasijas, las ofrendas de grano, y el incienso.

10 Supe, además, que los levitas no estaban recibiendo lo que se les debía dar, por lo que ellos y los cantores del coro, que debían estar dirigiendo los cultos de adoración, habían regresado a sus campos. 11 Inmediatamente reprendí a los oficiales y les dije: «¿Por qué ha sido descuidado el templo de Dios?». Luego reuní a todos los levitas y los restablecí en sus puestos. 12 Y una vez más el pueblo de Judá comenzó a traer los diezmos del grano, del vino nuevo y del aceite de oliva a los almacenes.

13 Puse a cargo de la administración de los almacenes al sacerdote Selemías, al escriba Sadoc y al levita Pedaías, y les puse como ayudante a Janán hijo de Zacur y nieto de Matanías. Estos hombres tenían excelente reputación, y su responsabilidad era hacer una distribución justa entre todos sus compañeros levitas.

14 «¡Dios mío, recuerda estas acciones mías, y no olvides todo lo que he hecho por tu templo y por tu culto!».

15 Un día de reposo, estando en el campo, vi a unos hombres que pisaban lagares, acarreaban manojos de trigo, y cargaban los burros con vino, uvas, higos y todo tipo de productos que habían recogido aquel día para llevar a Jerusalén. Me opuse a ellos inmediatamente. 16 También había algunos hombres de Tiro que traían pescado y toda clase de productos para venderlos en el día de reposo a la gente de Jerusalén. 17 Entonces pregunté a los jefes de Judá: «¿Por qué están profanando el día de reposo? 18 ¿Acaso no es suficiente el mal ejemplo de nuestros padres? ¿No recuerdan que por ellos hacer esto, Dios envió las calamidades que vinieron sobre nosotros y sobre nuestra ciudad? ¡Ustedes están acrecentando la ira de Dios sobre todo Israel al permitir que el día de reposo sea profanado de esta manera!».

19 Ordené que se cerraran las puertas de la ciudad a la caída de la tarde, antes de que empezara el sábado, y que no se abrieran hasta que hubiera pasado el día de reposo. Además, envié a algunos de mis siervos para que vigilaran las puertas, de modo que impidieran que alguna mercadería pudiera ser introducida en la ciudad en el día de reposo. 20 Los mercaderes y comerciantes acamparon en las afueras de Jerusalén un par de veces. 21 Entonces les hablé duramente y les dije: «¿Qué hacen ustedes aquí acampando fuera de los muros? Si lo hacen nuevamente los arrestaré». Aquella fue la última vez que ellos vinieron en el día de reposo. 22 Y ordené a los levitas que se purificaran y que vigilaran las puertas con el fin de preservar la santidad del día de reposo.

«¡Recuerda esta acción, Dios mío, y ten compasión de mí, según tu gran misericordia!».

23 Por aquellos días me di cuenta también de que algunos de los judíos se habían casado con mujeres de Asdod, de Amón y de Moab, 24 y que muchos de sus hijos hablaban el lenguaje de Asdod y de otros pueblos, pero no podían hablar el idioma de Judá. 25 Los reprendí y los maldije, e hice azotar a algunos de ellos, y arranqué los cabellos de otros, y ellos prometieron delante de Dios que no permitirían que sus hijos o hijas se casaran con personas que no fueran judías.

26 Y les dije: «¿No fue este exactamente el pecado de Salomón? No hubo rey que se pudiera comparar con él, y Dios lo amó y lo hizo rey sobre todo Israel. Pero aun así fue llevado a la idolatría por sus mujeres extranjeras que tenían dioses distintos al nuestro. 27 ¿Creen ustedes que pasaremos por alto este mal tan grande que están cometiendo contra Dios?».

28 Uno de los hijos de Joyadá, hijo del sumo sacerdote Eliasib, era yerno de Sambalat el horonita, de modo que lo expulsé de mi lado.

29 «¡Castiga a esta gente, Dios mío, porque han contaminado el sacerdocio y las promesas y pactos de los sacerdotes y levitas!».

30 Así que expulsé a todos los extranjeros, y asigné las tareas a los sacerdotes y levitas, a cada uno en el trabajo que conocían. 31 Ellos proveyeron la leña para el altar en el tiempo propicio, y se ocuparon de los sacrificios y de las primicias de todas las cosechas.

«¡Acuérdate de mí, Dios mío, y ten misericordia de mí!».

Hechos 23

23 Pablo miró fijamente a los del Consejo y les dijo:

―Hermanos, hasta hoy yo tengo la conciencia tranquila por la forma en la que he actuado delante de Dios.

Entonces el jefe de los sacerdotes, Ananías, ordenó a los que estaban cerca de Pablo, que lo golpearan en la boca.

Pablo respondió:

―¡Hipócrita, a usted también lo va a golpear Dios! Está sentado allí para juzgarme de acuerdo con la ley, y usted mismo la quebranta al mandar que me golpeen.

Los que estaban junto a Pablo le dijeron:

―¿Cómo te atreves a insultar al jefe de los sacerdotes de Dios?

Pablo les respondió:

―Hermanos, no sabía que él era el jefe de los sacerdotes. Porque las Escrituras dicen: “No hables mal del que gobierna a tu pueblo”.

Como Pablo sabía que algunos de ellos eran saduceos y los demás fariseos, dijo en voz alta:

―Hermanos, yo soy fariseo al igual que mis antepasados. Me están juzgando porque espero la resurrección de los muertos.

Apenas dijo esto, empezaron a discutir los fariseos y los saduceos, y la reunión se dividió. Es que los saduceos afirman que no hay resurrección, ni ángeles ni espíritus. Los fariseos, en cambio, sí creen en todo esto. Entonces se formó un gran alboroto. Algunos maestros de la ley que eran fariseos se pusieron de pie y dijeron: «No encontramos nada que haga culpable a este hombre. Tal vez le habló un espíritu o un ángel».

10 La discusión se hizo cada vez más violenta. Entonces el comandante tuvo miedo de que hicieran pedazos a Pablo, por lo que ordenó a los soldados que lo sacaran por la fuerza y lo llevaran al cuartel.

11 A la noche siguiente, el Señor se le apareció a Pablo y le dijo:

―Ánimo. De la misma manera que has hablado de mí en Jerusalén, hablarás en Roma.

Conspiración para matar a Pablo

12 Por la mañana, los judíos planearon matar a Pablo. Juraron que no comerían ni beberían hasta lograrlo. 13 Eran más de cuarenta los hombres que tomaron parte en este plan. 14 Fueron ante los jefes de los sacerdotes y los ancianos y les dijeron:

―Nosotros hemos jurado que no comeremos nada hasta que matemos a Pablo. Que nos caiga una maldición si esto no es así.

15 »Ahora, pídanle al comandante, con el apoyo del Consejo, que mañana traiga a Pablo ante ustedes. Pueden usar como pretexto que quieren conocer mejor su caso. Nosotros estaremos listos para matarlo antes de que llegue aquí».

16 Pero el hijo de la hermana de Pablo se enteró de sus planes y fue al cuartel a avisarle.

17 Pablo llamó a uno de los capitanes y le dijo:

―Este muchacho tiene algo importante que decirle al comandante, llévelo con él.

18 Entonces el capitán lo llevó al comandante y le dijo:

―El preso Pablo me pidió que trajera a este muchacho ante usted, pues tiene algo que decirle.

19 El comandante, tomando al muchacho de la mano, lo llevó a un lugar aparte y le preguntó:

―¿Qué tienes que decirme?

20 El muchacho le dijo:

―Los judíos se han puesto de acuerdo para pedirle que lleve mañana a Pablo ante el Consejo. Ellos pondrán como pretexto que quieren obtener más información acerca de él. 21 No les haga caso. En el camino habrá más de cuarenta hombres escondidos que lo estarán esperando. Ellos han jurado que no comerán ni beberán hasta que lo hayan matado, y que les caerá una maldición si no lo hacen. Ya están listos, sólo esperan que usted les conceda lo que le piden.

22 El comandante despidió al muchacho y le dijo:

―No le digas a nadie que me has dicho esto.

Trasladan a Pablo a Cesarea

23 El comandante llamó a dos de sus capitanes y les ordenó:

―Preparen doscientos soldados de infantería, setenta de caballería y doscientos que lleven lanzas para que vayan a Cesarea esta noche a las nueve. 24 También preparen caballos para llevar a Pablo sano y salvo al gobernador Félix.

25 Además, envió una carta que decía:

26 De Claudio Lisias para su excelencia el gobernador Félix:

Saludos.

27 Los judíos arrestaron a este hombre y estaban a punto de matarlo. Cuando yo me enteré de que es ciudadano romano llegué con mis soldados y lo rescaté. 28 Luego lo llevé al Consejo judío pues quería saber de qué lo acusaban. 29 Me di cuenta de que lo acusaban de cosas que tienen que ver con su ley. Pero ninguno de los cargos contra él merecía que lo mataran o lo tuvieran en la cárcel. 30 Cuando me avisaron de los planes que tenían en contra de este hombre, decidí enviarlo a usted de inmediato. Les ordené a los que lo acusan que presenten ante usted los cargos que tienen contra él.

31 Los soldados cumplieron las órdenes que se les había dado y de noche llevaron a Pablo hasta Antípatris. 32 Al día siguiente, los soldados de caballería siguieroncon él, mientras los otros volvían al cuartel. 33 Cuando los soldados de caballería llegaron a Cesarea, le entregaron al gobernador la carta y también a Pablo.

34 Félix leyó la carta y le preguntó a Pablo de qué provincia era.

Cuando se enteró que era de Cilicia, 35 le dijo: «Escucharé tu caso cuando lleguen los que te acusan». Luego ordenó que lo dejaran en el palacio de Herodes bajo vigilancia.

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