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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Nueva Biblia Viva (NBV)
Version
Génesis 17

El pacto y la circuncisión

17 Cuando Abram tenía noventa y nueve años, el Señor se le apareció y le dijo:

―Yo soy el Dios Todopoderoso. Vive siempre de acuerdo con mi voluntad y haz lo correcto, y yo te prometo que te daré una descendencia numerosísima.

Entonces Abram se inclinó hasta tocar el suelo con su frente. Dios, por su parte, continuó diciéndole:

―El pacto que voy a hacer contigo es este: Serás el padre de muchas naciones. Además, a partir de hoy ya no te llamarás Abram (Padre Excelso), sino Abraham (Padre de Naciones), porque haré que seas el padre de muchas naciones. Te daré muchísimos descendientes, de modo que de ti saldrán reyes y naciones. Contigo y con tus descendientes haré un pacto que durará para siempre. Debido a este pacto, yo seré tu Dios y el Dios de tus descendientes. A ti y a tus descendientes les regalaré para siempre toda la tierra de Canaán, es decir, la tierra en que estás viviendo ahora. Y yo seré su Dios.

9-10 Además Dios dijo a Abraham:

―A través de todos los tiempos, tú y tus descendientes deberán obedecer este pacto: todos los varones que haya en tu pueblo deberán ser circuncidados. 11 A cada varón le cortarán la carne de su prepucio. Esta será la señal de que tú y ellos aceptan mi pacto. 12 Todo varón será circuncidado al octavo día de su nacimiento. Esto se aplica tanto a los niños que nazcan en tu casa, como a aquellos que hayan sido comprados por dinero a algún extranjero. Este es un pacto que deberán obedecer siempre tus descendientes. 13 Todos, sin excepción, deben ser circuncidados. De esa manera todos los varones llevarán en su cuerpo la señal de mi pacto, que es un pacto que nunca se acabará. 14 Cualquiera que no cumpla con las condiciones del pacto, es decir, que no sea circuncidado, será eliminado de mi pueblo, por haber desobedecido mi pacto.

15 Dios también le dijo a Abraham:

―Tu esposa ya no se llamará Saray, sino Sara (Princesa). 16 Yo la bendeciré y te daré un hijo de ella. La bendeciré tanto, que será madre de naciones y de reyes.

17 Abraham se inclinó hasta tocar el suelo con su frente, y se rio de pensar que un hombre de cien años pudiera ser padre, y que Sara pudiera tener un hijo a los noventa años. 18 Por eso le dijo a Dios:

―¡Sería suficiente con que Ismael contara con tu bendición!

19 Dios le respondió:

―Lo que acabo de decirte es que tu esposa Sara te dará un hijo, al cual lo llamarás Isaac (Risa). Con él y con sus descendientes confirmaré mi pacto para siempre. 20 En cuanto a Ismael, también te he oído y haré lo que me has pedido. Le daré una descendencia muy numerosa, y haré que de él salga una gran nación. Él será el padre de doce príncipes. 21 Pero mi pacto es con Isaac, el hijo que te dará Sara dentro de un año, por esta misma época.

22 Terminada la conversación, Dios se fue. 23 Aquel mismo día Abraham tomó a su hijo Ismael y lo circuncidó. También tomó a los esclavos, tanto a los que habían nacido en su casa como a los que había comprado, y a todos los demás varones que había en su casa, y los circuncidó, tal como Dios le había dicho. 24-25 Abraham tenía noventa y nueve años cuando fue circuncidado, y su hijo Ismael tenía trece. 26 Tanto Abraham como Ismael fueron circuncidados el mismo día. 27 También, ese mismo día, fueron circuncidados todos los varones que había en su casa, tanto los que habían nacido en ella como los que le había comprado a extranjeros.

Mateo 16

Le piden a Jesús una señal

16 Un día, los fariseos y los saduceos fueron a donde estaba Jesús a pedirle que demostrara, con alguna señal milagrosa en el cielo, que él había sido enviado por Dios.

―De veras me sorprende —les respondió Jesús—. Ustedes pueden leer en el cielo las predicciones del tiempo. Si el cielo se pone rojo hoy por la tarde saben que habrá buen tiempo mañana; y si por la mañana se pone rojo, saben que habrá tempestad. ¡Y sin embargo, no pueden leer las notorias señales de los tiempos! Esta generación perversa e incrédula pide que se le den señales en los cielos, pero no verá más señal que la de Jonás.

Y se fue de allí.

La levadura de los fariseos y de los saduceos

Al llegar al otro lado del lago, los discípulos se dieron cuenta de que se les había olvidado la comida. En aquel preciso instante Jesús les decía:

―¡Cuídense de la levadura de los fariseos y de los saduceos!

Los discípulos pensaron que les decía eso porque se les había olvidado llevar pan. Pero Jesús, que sabía lo que estaban pensando, les dijo:

―¡Qué hombres con tan poca fe! ¿Por qué se preocupan tanto por la comida? ¿Cuándo van a entender? ¿Ya se les olvidó que alimenté a cinco mil personas con cinco panes, y que sobraron varias cestas de comida? 10 ¿Y se les olvidó los cuatro mil que alimenté y las cestas de comida que sobraron? 11 ¿Cómo se les ocurre pensar que me estoy refiriendo a la comida? Lo que dije fue que se cuidaran de la “levadura” de los fariseos y de los saduceos.

12 Por fin entendieron que no se refería a la levadura del pan, sino a las enseñanzas falsas de los fariseos y de los saduceos.

La confesión de Pedro

13 Al llegar a Cesarea de Filipo, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy?».

14 ―Bueno —le respondieron—, algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que eres Elías; y otros, que eres Jeremías o alguno de los profetas.

15 ―¿Y quién creen ustedes que soy?

16 ―¡Tú eres el Cristo, el Mesías, el Hijo del Dios viviente! —respondió Simón Pedro.

17 ―Dios te ha bendecido, Simón, hijo de Jonás —le dijo Jesús—, porque esto no lo aprendiste de labios humanos. ¡Mi Padre celestial te lo reveló personalmente! 18 Tú eres Pedro,[a] y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y los poderes del infierno no prevalecerán contra ella. 19 Te daré las llaves del reino de los cielos: la puerta que cierres en la tierra se cerrará en el cielo; y la puerta que abras en la tierra se abrirá en el cielo.

20 A continuación les suplicó que no le dijeran a nadie que él era el Mesías.

Jesús predice su muerte

21 Desde entonces empezó a explicarles claramente que era imprescindible que fuera a Jerusalén, que allí sufriría mucho en manos de los dirigentes judíos; y que, aunque al fin lo matarían, a los tres días resucitaría.

22 Pedro, inquieto, lo llamó aparte y lo reprendió:

―¡Dios guarde, Señor! —le dijo—. ¡A ti no te puede pasar eso que dices!

23 ―¡Apártate de mí, Satanás! —dijo Jesús mirando a Pedro—. ¡Me eres un estorbo! ¡Estás mirando las cosas desde el punto de vista humano y no del divino!

24 Y dijo luego a los discípulos:

―Si alguien desea seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. 25 Porque el que trate de vivir para sí, perderá la vida; pero el que pierda la vida por mi causa, la hallará. 26 ¿De qué les sirve ganarse el mundo entero y perder la vida eterna? ¿Habrá algún valor terrenal que compense la pérdida del alma? 27 Yo, el Hijo del hombre, vendré con los ángeles en la gloria de mi Padre y juzgaré a cada persona según sus obras. 28 Y algunos de los que están aquí ahora mismo no morirán sin verme venir en mi reino.

Nehemías 6

Nueva oposición de los enemigos

Cuando Sambalat, Tobías, Guesén el árabe, y el resto de nuestros enemigos se dieron cuenta de que estábamos a punto de finalizar la reconstrucción de la muralla, aunque faltaba colocar las hojas de muchas puertas, me enviaron un mensaje invitándome a reunirme con ellos en uno de los pueblos de la llanura de Ono. Comprendí que lo que intentaban era matarme, de modo que les respondí con este mensaje: «Estoy ocupado en unas obras muy importantes. Si yo bajo a reunirme con ustedes, entonces los trabajos se paralizarían. ¿Por qué han de suspenderse las obras para ir yo a visitarlos?».

Cuatro veces me enviaron el mismo mensaje y otras tantas les respondí lo mismo. 5-6 La quinta vez vino el siervo de Sambalat con una carta abierta en la mano en la que me decía:

«Guesén me ha dicho que por todas partes se oye decir que los judíos planean rebelarse, y que por esta razón están reedificando la muralla. Se dice que tú pretendes ser rey, y que has designado profetas que hablen a favor tuyo en Jerusalén diciendo: “Nehemías es el hombre que necesitamos como rey”. Puedes estar seguro de que voy a pasar esos interesantes rumores al rey Artajerjes. Te sugiero que vengas y hables conmigo al respecto, porque esta es la única manera de salvarte».

Mi respuesta fue:

«Tú sabes que estás mintiendo, que no hay un ápice de verdad en todo lo que has dicho».

Todo cuanto nuestros enemigos pretendían era asustarnos, de modo que nos desanimáramos y no termináramos los trabajos. Así que oré al Señor, y le dije: «Dios mío, dame las fuerzas para continuar esta obra».

10 Dos días después fui a visitar a Semaías hijo de Delaías y nieto de Mehitabel, que se había encerrado en su casa. Cuando llegué, me dijo:

―Escondámonos en el templo, en el interior de la Casa de Dios, y cerremos bien las puertas, pues están planeando matarte esta noche.

11 Pero le contesté:

―¿Que yo, el gobernador, me ponga en fuga? Como no soy sacerdote no debo entrar en el santuario, ni siquiera para salvar la vida. ¡No, no lo haré!

12-13 Comprendí que Dios no le había hablado, sino que Tobías y Sambalat le habían pagado para que me asustara y me convenciera de encerrarme en el templo. Si lo hubiera hecho, habría pecado, y ellos tendrían motivos para hablar mal de mí y dañar mi buena reputación.

14 Entonces oré: «¡Dios mío, no te olvides de Tobías, de Sambalat, de la profetisa Noadías, ni de los demás profetas que han tratado de intimidarme!».

Termina la reconstrucción de la muralla

15 Terminamos la reconstrucción de la muralla el día veinticinco del mes de elul, es decir, cincuenta y dos días después de haberla comenzado. 16 Cuando nuestros enemigos y las naciones circundantes supieron que habíamos acabado, se asustaron y se sintieron humillados, pues comprendieron que la obra había sido hecha con la ayuda de nuestro Dios.

17 Durante esos cincuenta y dos días, Tobías mantuvo una intensa correspondencia con varios judíos importantes. 18 Pues muchos judíos se habían comprometido a ayudarlo, ya que Tobías era yerno de Secanías hijo de Araj, y porque su hijo Johanán se había casado con la hija de Mesulán hijo de Berequías. 19 Algunos hasta lo elogiaban en mi presencia, y luego le contaban todo lo que yo había dicho. Y Tobías era quien me enviaba las cartas amenazadoras.

Hechos 16

Timoteo se une a Pablo y a Silas

16 Pablo y Silas fueron primero a Derbe y luego a Listra, donde conocieron a un creyente llamado Timoteo, hijo de una judía creyente, pero de padre griego.

Como Timoteo tenía buen testimonio de los hermanos de Listra e Iconio, Pablo le pidió que fuera con él. Y como todos los judíos de esa región sabían que no estaba circuncidado, porque su padre era griego, Pablo lo circuncidó.

Y de ciudad en ciudad fueron comunicando la decisión que habían tomado los apóstoles y los ancianos en Jerusalén. De esta forma, las iglesias se afianzaban en la fe y crecían en número todos los días.

La visión de Pablo del hombre macedonio

Luego atravesaron Frigia y Galacia, porque el Espíritu Santo les prohibió predicar en la provincia de Asia. Luego llegaron a Misia y quisieron ir hasta la provincia de Bitinia; pero el Espíritu les ordenó que no lo hicieran. En vista de esto, atravesaron la provincia de Misia y llegaron a Troas.

Aquella noche, Pablo tuvo una visión. En el sueño vio a un varón de Macedonia que le suplicaba: «Ven y ayúdanos».

10 Inmediatamente nos fuimos a Macedonia, seguros de que Dios nos estaba llamando allá a predicar las buenas noticias.

Conversión de Lidia en Filipos

11 En Troas tomamos un barco y navegamos hacia Samotracia, y de allí, el siguiente día, a Neápolis. 12 Por último, llegamos a Filipos, colonia romana situada en Macedonia, y nos quedamos allí varios días.

13 El día de reposo fuimos a la orilla del río que está fuera de la puerta, donde se reunían para orar. Nos sentamos y hablamos con las mujeres que habían llegado. 14 Una de ellas, que se llamaba Lidia, era vendedora de púrpura en Tiatira, y ya desde antes adoraba a Dios. Mientras Lidia escuchaba, el Señor le abrió el corazón para que estuviera atenta a lo que Pablo decía.

15 Entonces la bautizamos junto con los demás miembros de su familia.

―Si ustedes creen que soy fiel al Señor —nos dijo ella—, vengan a hospedarse a mi casa.

Su insistencia fue tal que aceptamos.

Pablo y Silas en la cárcel

16 Un día en que nos dirigíamos a orar, nos salió al encuentro una joven esclava endemoniada que tenía la facultad de adivinar. Con sus adivinaciones, les proporcionaba jugosas ganancias a sus amos. 17 La joven empezó a seguirnos.

―¡Estos hombres son siervos de Dios que han venido a enseñarles el camino de salvación! —gritaba a nuestras espaldas.

18 Esto lo hizo por varios días hasta que Pablo, muy molesto, se volvió y le dijo al demonio que estaba en la joven:

―Te ordeno en el nombre de Jesucristo que salgas de esta joven.

E instantáneamente el demonio obedeció.

19 A causa de esto, se desvanecieron las esperanzas de riqueza de los dueños de la esclava, por lo que tomaron a Pablo y lo llevaron ante los magistrados de la plaza pública.

20-21 ―Estos judíos están corrompiendo nuestra ciudad —dijeron—. Están enseñándole al pueblo costumbres contrarias a las romanas.

22 El pueblo se alzó entonces contra Pablo y Silas, y los jueces ordenaron que los desvistieran y azotaran con varas.

23 Así se hizo, y los azotaron repetidas veces. Al terminar, los arrojaron en una prisión y le advirtieron al carcelero que los cuidara con suma seguridad. 24 El carcelero, entonces, además de encerrarlos en el calabozo de más adentro, les aprisionó los pies en el cepo.

25 Era ya media noche. Pablo y Silas todavía estaban orando y cantando himnos al Señor. Los demás prisioneros escuchaban. 26 De pronto, un gran terremoto sacudió los cimientos de la cárcel y las puertas se abrieron y las cadenas de todos los presos se soltaron.

27 El carcelero, al despertar y al ver las puertas abiertas, creyó que los prisioneros habían escapado y sacó la espada para matarse.

28 ―¡No te hagas ningún daño! —le gritó Pablo—. ¡Todos estamos aquí!

29 Temblando de miedo, el carcelero ordenó que trajeran luz, corrió al calabozo y se puso de rodillas ante Pablo y Silas.

30 ―Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme? —les preguntó suplicante, después de sacarlos de allí.

31 ―Cree en el Señor Jesucristo y serán salvos tú y tu familia —le respondieron.

32 Entonces le contaron delante de sus familiares las buenas noticias del Señor. 33 Y en aquella misma hora, el carcelero les lavó las heridas y se bautizó junto con los demás miembros de su familia. 34 Después prepararon un banquete y el carcelero rebosaba de gozo, al igual que sus familiares, porque ya todos creían en Dios.

35 A la siguiente mañana se presentaron ante el carcelero varios alguaciles:

―Dicen los magistrados que sueltes a esos hombres —le ordenaron.

36 El carcelero corrió a notificarle a Pablo que estaba en libertad. 37 Pero este le respondió:

―¡Ah, no! ¡Así que a pesar de que somos ciudadanos romanos nos azotan públicamente sin someternos a juicio, nos encarcelan y ahora quieren ponernos en libertad secretamente! ¡No, señor! ¡Qué vengan ellos mismos a sacarnos!

38 Los alguaciles transmitieron a los magistrados estas palabras y estos, muertos de miedo al enterarse de que Pablo y Silas eran ciudadanos romanos, 39 corrieron a la cárcel a suplicarles que salieran y abandonaran la ciudad.

40 Pablo y Silas entonces regresaron a casa de Lidia y allí volvieron a reunirse con los creyentes para consolarlos una vez más antes de partir.

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