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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Dios Habla Hoy (DHH)
Version
Josué 22

El regreso de Rubén, Gad y la media tribu de Manasés

22 Entonces Josué llamó a las tribus de Rubén y de Gad y a la media tribu de Manasés, y les dijo: «Ustedes han cumplido todo lo que les ordenó Moisés, el siervo del Señor, y han obedecido todas mis órdenes. Hasta el día de hoy, y durante todo este tiempo, no han abandonado a sus hermanos, y han cumplido fielmente los mandamientos del Señor y Dios de ustedes. Ahora que él ha cumplido su promesa y que los hermanos de ustedes tienen paz, vuelvan a sus tiendas de campaña y a las tierras que Moisés, el siervo del Señor, les dio al este del río Jordán. Lo único que les pido es que cumplan fielmente el mandamiento y la ley que les dio Moisés, el siervo del Señor, es decir, que amen al Señor y Dios de ustedes, que anden siempre en sus caminos y obedezcan sus mandatos, y que le sigan y le sirvan con todo el corazón y con toda el alma.»

Después de esto, Josué los bendijo y los despidió, y ellos se fueron a sus tiendas.

A una mitad de la tribu de Manasés, Moisés le había dado tierras en la región de Basán. A la otra mitad de la tribu de Manasés, Josué le dio tierras entre los israelitas al oeste del Jordán, y a los primeros los bendijo y los mandó de regreso. Y les dijo: «Ustedes vuelven ahora a sus tierras con grandes riquezas y muchos animales, con oro, plata, bronce y hierro, y con mucha ropa. Compartan con sus hermanos esto que le han quitado al enemigo.»

Así fue como las tribus de Rubén y de Gad y la media tribu de Manasés se separaron del resto de los israelitas en Siló, en la región de Canaán, para regresar a sus posesiones en la región de Galaad, donde tenían tierras según el Señor lo había ordenado por medio de Moisés.

El altar junto al Jordán

10 Cuando las tribus de Rubén y de Gad y la media tribu de Manasés llegaron al río Jordán, todavía en territorio cananeo, levantaron junto al río un gran altar. 11 A los otros israelitas les llegó la noticia de que las tribus de Rubén y de Gad y la media tribu de Manasés habían construido un altar en la frontera de Canaán, junto al Jordán, en territorio israelita; 12 y en cuanto los israelitas lo supieron, se reunieron en Siló para ir a pelear contra ellos. 13 Mandaron antes a Finees, hijo del sacerdote Eleazar, para que fuera a Galaad, donde estaban las tribus de Rubén y de Gad y la media tribu de Manasés. 14 Con él iban diez principales jefes israelitas, cada uno de los cuales representaba a su clan y a su tribu. 15 Todos ellos fueron a Galaad, donde estaban las tribus de Rubén y de Gad y la media tribu de Manasés, y les dijeron:

16 —Nosotros hablamos en el nombre del pueblo del Señor. ¿Qué traición es ésta que ustedes han cometido contra el Dios de Israel? ¿Por qué le han abandonado y se han construido un altar en rebeldía contra el Señor? 17 ¿Acaso no ha sido bastante el pecado de Peor, con el que todavía estamos manchados y por el que murieron tantos del pueblo del Señor? 18 ¿No les basta con eso, para que ahora ustedes también se aparten del Señor? Si ustedes se rebelan hoy contra el Señor, mañana él se enojará con todo el pueblo israelita. 19 Si les parece que este territorio que les ha tocado es impuro, vengan a la tierra del Señor, donde está el santuario del Señor. Tomen un territorio entre nosotros. Pero no se rebelen contra el Señor ni contra nosotros construyendo otro altar además del altar del Señor nuestro Dios. 20 Acuérdense que Acán, el hijo de Zérah, pecó al tomar de lo que estaba consagrado a la destrucción, y que por su culpa el Señor se enojó con toda la comunidad de Israel. ¡Y Acán no fue el único que murió a causa de su pecado!

21 Entonces los de Rubén y Gad y los de la media tribu de Manasés contestaron a los jefes israelitas:

22 —El Señor y Dios de todos los dioses sabe que no hicimos este altar por rebeldía o para apartarnos de él. Él lo sabe y se lo hace saber a todos ustedes; si fue por estas razones, ¡no nos perdones la vida! 23 Si construimos este altar para apartarnos del Señor, o para presentar holocaustos, ofrendas de cereales o sacrificios de reconciliación, que el mismo Señor nos pida cuentas. 24 La verdad es que lo hicimos porque no queremos que algún día los hijos de ustedes les digan a los nuestros: “¿Qué tienen ustedes que ver con el Señor y Dios de Israel? 25 El Señor ha puesto el Jordán para separarnos de ustedes, los de las tribus de Rubén y de Gad. Ustedes no tienen nada que ver con el Señor.” Así los hijos de ustedes harían que nuestros hijos dejaran de sentir reverencia por el Señor. 26 Por eso pensamos en construir un altar, no para ofrecer holocaustos al Señor ni presentar otros sacrificios, 27 sino para que sea un testimonio entre ustedes y nosotros, y entre nuestros descendientes, de que nosotros podemos servir al Señor y presentarnos ante él con nuestros holocaustos y con nuestros sacrificios por el pecado y de reconciliación. Así los descendientes de ustedes no podrán decirles a los nuestros: “Ustedes no tienen nada que ver con el Señor.” 28 Pensamos que si alguien nos dice eso a nosotros o a nuestros descendientes, nosotros podremos responder: “¡Miren! Nuestros antepasados construyeron este altar del Señor, no para ofrecer holocaustos ni sacrificios, sino para que sirva de testimonio entre ustedes y nosotros.” 29 Dios nos libre de rebelarnos contra él o de abandonarle, construyendo otro altar para ofrecer holocaustos u ofrendas de cereales, o para otros sacrificios, aparte del altar del Señor nuestro Dios que está delante de su santuario.

30 Cuando el sacerdote Finees, los jefes de la comunidad y los jefes de clanes que iban con él oyeron lo que decían los de Rubén y de Gad y los de la media tribu de Manasés, les pareció bien. 31 Entonces Finees, el hijo del sacerdote Eleazar, les dijo:

—Ahora estamos seguros de que el Señor está con nosotros, pues ustedes no trataron de rebelarse contra él, y así nos han salvado del castigo del Señor.

32 Después de esto, Finees y los que iban con él se despidieron de ellos, y regresaron de la región de Galaad a la de Canaán, donde estaban los israelitas. Cuando les contaron a los que estaban en Canaán lo que habían contestado los de las otras tribus, 33 la respuesta les pareció bien, y alabaron a Dios. Desde entonces no hablaron más de atacar a las tribus de Rubén y de Gad, ni de destruir sus tierras. 34 Los descendientes de Rubén y de Gad le pusieron al altar el nombre de «Testimonio», diciendo: «Este altar será un testimonio entre nosotros de que el Señor es Dios.»

Hechos 2

La venida del Espíritu Santo

Cuando llegó la fiesta de Pentecostés, todos los creyentes se encontraban reunidos en un mismo lugar. De repente, un gran ruido que venía del cielo, como de un viento fuerte, resonó en toda la casa donde ellos estaban. Y se les aparecieron lenguas como de fuego que se repartieron, y sobre cada uno de ellos se asentó una. Y todos quedaron llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu hacía que hablaran.

Vivían en Jerusalén judíos cumplidores de sus deberes religiosos, que habían venido de todas partes del mundo. La gente se reunió al oír aquel ruido, y no sabía qué pensar, porque cada uno oía a los creyentes hablar en su propia lengua. Eran tales su sorpresa y su asombro, que decían:

—¿Acaso no son galileos todos estos que están hablando? ¿Cómo es que los oímos hablar en nuestras propias lenguas? Aquí hay gente de Partia, de Media, de Elam, de Mesopotamia, de Judea, de Capadocia, del Ponto y de la provincia de Asia, 10 de Frigia y de Panfilia, de Egipto y de las regiones de Libia cercanas a Cirene. Hay también gente de Roma que vive aquí; 11 unos son judíos de nacimiento y otros se han convertido al judaísmo. También los hay venidos de Creta y de Arabia. ¡Y los oímos hablar en nuestras propias lenguas de las maravillas de Dios!

12 Todos estaban asombrados y sin saber qué pensar; y se preguntaban:

—¿Qué significa todo esto?

13 Pero algunos, burlándose, decían:

—¡Es que están borrachos!

Discurso de Pedro

14 Entonces Pedro se puso de pie junto con los otros once apóstoles, y con voz fuerte dijo: «Judíos y todos los que viven en Jerusalén, sepan ustedes esto y oigan bien lo que les voy a decir. 15 Éstos no están borrachos como ustedes creen, ya que apenas son las nueve de la mañana. 16 Al contrario, aquí está sucediendo lo que anunció el profeta Joel, cuando dijo:

17 “Sucederá que en los últimos días, dice Dios,
derramaré mi Espíritu sobre toda la humanidad;
los hijos e hijas de ustedes
comunicarán mensajes proféticos,
los jóvenes tendrán visiones,
y los viejos tendrán sueños.
18 También sobre mis siervos y siervas
derramaré mi Espíritu en aquellos días,
y comunicarán mensajes proféticos.
19 En el cielo mostraré grandes maravillas,
y sangre, fuego y nubes de humo en la tierra.
20 El sol se volverá oscuridad,
y la luna como sangre,
antes que llegue el día del Señor,
día grande y glorioso.
21 Pero todos los que invoquen el nombre del Señor,
alcanzarán la salvación.”

22 »Escuchen, pues, israelitas, lo que voy a decir: Como ustedes saben muy bien, Dios demostró ante ustedes la autoridad de Jesús de Nazaret, haciendo por medio de él grandes maravillas, milagros y señales. 23 Y a ese hombre, que conforme a los planes y propósitos de Dios fue entregado, ustedes lo mataron, crucificándolo por medio de hombres malvados. 24 Pero Dios lo resucitó, liberándolo de los dolores de la muerte, porque la muerte no podía tenerlo dominado. 25 El rey David, refiriéndose a Jesús, dijo:

“Yo veía siempre al Señor delante de mí;
con él a mi derecha, nada me hará caer.
26 Por eso se alegra mi corazón,
y mi lengua canta llena de gozo.
Todo mi ser vivirá confiadamente,
27 porque no me dejarás en el sepulcro
ni permitirás que se descomponga
el cuerpo de tu santo siervo.
28 Me mostraste el camino de la vida,
y me llenarás de alegría con tu presencia.”

29 »Hermanos, permítanme decirles con franqueza que el patriarca David murió y fue enterrado, y que su sepulcro está todavía entre nosotros. 30 Pero David era profeta, y sabía que Dios le había prometido con juramento que pondría por rey a uno de sus descendientes. 31 Así que, viendo anticipadamente la resurrección del Mesías, David habló de ella y dijo que el Mesías no se quedaría en el sepulcro ni su cuerpo se descompondría. 32 Pues bien, Dios ha resucitado a ese mismo Jesús, y de ello todos nosotros somos testigos. 33 Después de haber sido enaltecido y colocado por Dios a su derecha y de haber recibido del Padre el Espíritu Santo que nos había prometido, él a su vez lo derramó sobre nosotros. Eso es lo que ustedes han visto y oído. 34 Porque no fue David quien subió al cielo; pues él mismo dijo:

“El Señor dijo a mi Señor:
Siéntate a mi derecha,
35 hasta que yo haga de tus enemigos el estrado de tus pies.”

36 »Sepa todo el pueblo de Israel, con toda seguridad, que a este mismo Jesús a quien ustedes crucificaron, Dios lo ha hecho Señor y Mesías.»

37 Cuando los allí reunidos oyeron esto, se afligieron profundamente, y preguntaron a Pedro y a los otros apóstoles:

—Hermanos, ¿qué debemos hacer?

38 Pedro les contestó:

—Vuélvanse a Dios y bautícese cada uno en el nombre de Jesucristo, para que Dios les perdone sus pecados, y así él les dará el Espíritu Santo. 39 Porque esta promesa es para ustedes y para sus hijos, y también para todos los que están lejos; es decir, para todos aquellos a quienes el Señor nuestro Dios quiera llamar.

40 Con éstas y otras palabras, Pedro les habló y les aconsejó, diciéndoles:

—¡Apártense de esta gente perversa!

41 Así pues, los que hicieron caso de su mensaje fueron bautizados; y aquel día se agregaron a los creyentes unas tres mil personas. 42 Y eran fieles en conservar la enseñanza de los apóstoles, en compartir lo que tenían, en reunirse para partir el pan y en la oración.

La vida de los primeros cristianos

43 Todos estaban asombrados a causa de los muchos milagros y señales que Dios hacía por medio de los apóstoles. 44 Todos los creyentes estaban muy unidos y compartían sus bienes entre sí; 45 vendían sus propiedades y todo lo que tenían, y repartían el dinero según las necesidades de cada uno. 46 Todos los días se reunían en el templo, y en las casas partían el pan y comían juntos con alegría y sencillez de corazón. 47 Alababan a Dios y eran estimados por todos; y cada día el Señor hacía crecer la comunidad con el número de los que él iba llamando a la salvación.

Jeremías 11

Violación de la alianza

11 El Señor se dirigió a mí, Jeremías, y me dijo: «Que los israelitas pongan atención a los términos de esta alianza. Habla a la gente de Judá y a los habitantes de Jerusalén, y diles que yo, el Señor, el Dios de Israel, declaro maldito al que no obedezca los términos de esta alianza. Es la alianza que hice con sus antepasados cuando los saqué de Egipto, país que era para ellos como un horno de fundir hierro. Les dije: Obedézcanme, hagan todo lo que yo les ordene y ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios. Si ustedes me hacen caso, yo cumpliré el juramento que hice a sus antepasados, de darles una tierra, la tierra que ahora tienen, donde la leche y la miel corren como el agua.»

Y yo respondí: «Sí, Señor.»

Entonces el Señor me dijo: «Proclama este mensaje en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén. Di a la gente: “Escuchen cuáles son los términos de esta alianza, y cúmplanlos. Cuando yo saqué de Egipto a los antepasados de ustedes, les advertí solemnemente que me hicieran caso, y desde entonces hasta ahora se lo he seguido advirtiendo. Pero no me hicieron caso ni me obedecieron, sino que tercamente se dejaron llevar por las malas inclinaciones de su corazón. No quisieron cumplir los términos que yo les había ordenado, y entonces hice que les vinieran los castigos anunciados en la alianza.”»

El Señor siguió diciéndome: «La gente de Judá y los habitantes de Jerusalén conspiran contra mí. 10 Han vuelto a los mismos pecados que antes cometieron sus antepasados, los cuales se negaron a obedecerme y se fueron tras otros dioses y los adoraron. Tanto Israel como Judá han violado la alianza que yo hice con sus antepasados. 11 Por lo tanto, voy a enviarles una calamidad de la que no podrán escapar. Por más que griten pidiéndome auxilio, no los escucharé. Yo, el Señor, lo afirmo. 12 Entonces la gente de Judá y los habitantes de Jerusalén irán a pedir ayuda a los dioses a los que ofrecen incienso, pero ellos no podrán salvarlos cuando llegue la calamidad. 13 Judá tiene tantos dioses como ciudades, y los habitantes de Jerusalén han levantado tantos altares para ofrecer incienso a Baal como calles hay en la ciudad. 14 Así que tú, Jeremías, no ores en favor de este pueblo; no me ofrezcas oraciones ni súplicas por ellos, porque no voy a escucharlos cuando me pidan ayuda en medio de la calamidad.

15 »¿Qué busca Israel, mi amada, en mi templo,
después de haber hecho tantas cosas malas?
¿Acaso la grasa y la carne de los sacrificios
alejarán de ti la desgracia,
y podrás así escapar?»
16 El Señor te había llamado «olivo frondoso,
cargado de hermosos frutos.»
Pero en medio de fuertes truenos
él prendió fuego a tus hojas
y arden tus ramas.

17 El Señor todopoderoso, que te plantó, ha ordenado la calamidad contra ti por causa de las maldades que Israel y Judá han cometido, pues lo han ofendido ofreciendo incienso a Baal.

Los enemigos de Jeremías pretenden darle muerte

18 El Señor me hizo saber que mis enemigos estaban tramando algo malo. Él me abrió los ojos, para que me diera cuenta. 19 Yo estaba tranquilo, como un cordero que llevan al matadero, sin saber que estaban haciendo planes contra mí. Decían: «Cortemos el árbol ahora que está en todo su vigor; arranquémoslo de este mundo de los vivientes, para que nadie vuelva a acordarse de él.»

20 Pero tú, Señor todopoderoso,
eres un juez justo;
tú conoces hasta lo más íntimo del hombre.
Hazme ver cómo castigas a esa gente,
pues he puesto mi causa en tus manos.

21 Y a los hombres de Anatot, que buscaban mi muerte y que me ordenaban no hablar en nombre del Señor, si no quería que me mataran, 22 el Señor todopoderoso les dice: «Voy a ajustar cuentas con ustedes: los jóvenes morirán en la guerra, y sus hijos y sus hijas morirán de hambre. 23 No quedará ni uno solo de ellos, porque viene el día en que yo ajustaré cuentas con ustedes, hombres de Anatot, y traeré sobre ustedes la calamidad.»

Mateo 25

La parábola de las diez muchachas

25 »Sucederá entonces con el reino de los cielos como lo que sucedió en una boda: diez muchachas tomaron sus lámparas de aceite y salieron a recibir al novio. Cinco de ellas eran despreocupadas y cinco previsoras. Las despreocupadas llevaron sus lámparas, pero no llevaron aceite para llenarlas de nuevo; en cambio, las previsoras llevaron sus botellas de aceite, además de sus lámparas. Como el novio tardaba en llegar, les dio sueño a todas, y por fin se durmieron. Cerca de la medianoche, se oyó gritar: “¡Ya viene el novio! ¡Salgan a recibirlo!” Todas las muchachas se levantaron y comenzaron a preparar sus lámparas. Entonces las cinco despreocupadas dijeron a las cinco previsoras: “Dennos un poco de su aceite, porque nuestras lámparas se están apagando.” Pero las muchachas previsoras contestaron: “No, porque así no alcanzará ni para nosotras ni para ustedes. Más vale que vayan a donde lo venden, y compren para ustedes mismas.” 10 Pero mientras aquellas cinco muchachas fueron a comprar aceite, llegó el novio, y las que habían sido previsoras entraron con él en la boda, y se cerró la puerta. 11 Después llegaron las otras muchachas, diciendo: “¡Señor, señor, ábrenos!” 12 Pero él les contestó: “Les aseguro que no las conozco.”

13 »Manténganse ustedes despiertos —añadió Jesús—, porque no saben ni el día ni la hora.

La parábola del dinero(A)

14 »Sucederá también con el reino de los cielos como con un hombre que, estando a punto de irse a otro país, llamó a sus empleados y les encargó que le cuidaran su dinero. 15 A uno de ellos le entregó cinco mil monedas, a otro dos mil y a otro mil: a cada uno según su capacidad. Entonces se fue de viaje. 16 El empleado que recibió las cinco mil monedas hizo negocio con el dinero y ganó otras cinco mil monedas. 17 Del mismo modo, el que recibió dos mil ganó otras dos mil. 18 Pero el que recibió mil fue y escondió el dinero de su jefe en un hoyo que hizo en la tierra.

19 »Mucho tiempo después volvió el jefe de aquellos empleados, y se puso a hacer cuentas con ellos. 20 Primero llegó el que había recibido las cinco mil monedas, y entregó a su jefe otras cinco mil, diciéndole: “Señor, usted me dio cinco mil, y aquí tiene otras cinco mil que gané.” 21 El jefe le dijo: “Muy bien, eres un empleado bueno y fiel; ya que fuiste fiel en lo poco, te pondré a cargo de mucho más. Entra y alégrate conmigo.” 22 Después llegó el empleado que había recibido las dos mil monedas, y dijo: “Señor, usted me dio dos mil, y aquí tiene otras dos mil que gané.” 23 El jefe le dijo: “Muy bien, eres un empleado bueno y fiel; ya que fuiste fiel en lo poco, te pondré a cargo de mucho más. Entra y alégrate conmigo.”

24 »Pero cuando llegó el empleado que había recibido las mil monedas, le dijo a su jefe: “Señor, yo sabía que usted es un hombre duro, que cosecha donde no sembró y recoge donde no esparció. 25 Por eso tuve miedo, y fui y escondí su dinero en la tierra. Pero aquí tiene lo que es suyo.” 26 El jefe le contestó: “Tú eres un empleado malo y perezoso, pues si sabías que yo cosecho donde no sembré y que recojo donde no esparcí, 27 deberías haber llevado mi dinero al banco, y yo, al volver, habría recibido mi dinero más los intereses.” 28 Y dijo a los que estaban allí: “Quítenle las mil monedas, y dénselas al que tiene diez mil. 29 Porque al que tiene, se le dará más, y tendrá de sobra; pero al que no tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará. 30 Y a este empleado inútil, échenlo fuera, a la oscuridad. Entonces vendrán el llanto y la desesperación.”

El juicio de las naciones

31 »Cuando el Hijo del hombre venga, rodeado de esplendor y de todos sus ángeles, se sentará en su trono glorioso. 32 La gente de todas las naciones se reunirá delante de él, y él separará unos de otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras. 33 Pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. 34 Y dirá el Rey a los que estén a su derecha: “Vengan ustedes, los que han sido bendecidos por mi Padre; reciban el reino que está preparado para ustedes desde que Dios hizo el mundo. 35 Pues tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; anduve como forastero, y me dieron alojamiento. 36 Estuve sin ropa, y ustedes me la dieron; estuve enfermo, y me visitaron; estuve en la cárcel, y vinieron a verme.” 37 Entonces los justos preguntarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre, y te dimos de comer? ¿O cuándo te vimos con sed, y te dimos de beber? 38 ¿O cuándo te vimos como forastero, y te dimos alojamiento, o sin ropa, y te la dimos? 39 ¿O cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?” 40 El Rey les contestará: “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicieron.”

41 »Luego el Rey dirá a los que estén a su izquierda: “Apártense de mí, los que merecieron la condenación; váyanse al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. 42 Pues tuve hambre, y ustedes no me dieron de comer; tuve sed, y no me dieron de beber; 43 anduve como forastero, y no me dieron alojamiento; sin ropa, y no me la dieron; estuve enfermo, y en la cárcel, y no vinieron a visitarme.” 44 Entonces ellos le preguntarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o como forastero, o falto de ropa, o enfermo, o en la cárcel, y no te ayudamos?” 45 El Rey les contestará: “Les aseguro que todo lo que no hicieron por una de estas personas más humildes, tampoco por mí lo hicieron.” 46 Ésos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.»

Dios Habla Hoy (DHH)

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