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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Nueva Versión Internacional (Castilian) (CST)
Version
1 Samuel 7-8

Los de Quiriat Yearín fueron a Bet Semes y se llevaron el arca del Señor a la casa de Abinadab, que estaba en una loma. Luego consagraron a su hijo Eleazar para que estuviera a cargo de ella.

Samuel derrota a los filisteos en Mizpa

El arca permaneció en Quiriat Yearín durante mucho tiempo. Pasaron veinte años, y todo el pueblo de Israel buscaba con ansiedad al Señor. Por eso Samuel le dijo al pueblo: «Si vosotros deseáis volveros al Señor de todo corazón, deshaceos de los dioses extranjeros y de las imágenes de Astarté. Dedicaos totalmente a servir solo al Señor, y él os librará del poder de los filisteos». Así que los israelitas echaron fuera los ídolos de Baal y las imágenes de Astarté, y sirvieron solo al Señor.

Luego Samuel ordenó: «Reunid a todo Israel en Mizpa para que yo ruegue al Señor por vosotros». Cuando los israelitas se reunieron en Mizpa, sacaron agua y la derramaron ante el Señor. También ayunaron durante el día, y públicamente confesaron: «Hemos pecado contra el Señor». Fue en Mizpa donde Samuel comenzó a gobernar a los israelitas.

Cuando los filisteos se enteraron de que los israelitas se habían reunido en Mizpa, los jefes filisteos marcharon contra Israel. Al darse cuenta de esto, los israelitas tuvieron miedo de los filisteos y le dijeron a Samuel: «No dejes de clamar al Señor por nosotros, para que nos salve del poder de los filisteos». Samuel tomó entonces un cordero pequeño y lo ofreció en holocausto al Señor. Luego clamó al Señor en favor de Israel, y el Señor le respondió.

10 Mientras Samuel ofrecía el sacrificio, los filisteos avanzaron para atacar a Israel. Pero aquel día el Señor lanzó grandes truenos contra los filisteos. Esto creó confusión entre ellos, y cayeron derrotados ante los israelitas. 11 Entonces los israelitas persiguieron a los filisteos desde Mizpa hasta más allá de Bet Car, matándolos por el camino. 12 Después Samuel tomó una piedra, la colocó entre Mizpa y Sen, y la llamó Ebenezer,[a] «El Señor no ha dejado de ayudarnos».

13 Durante toda la vida de Samuel, el Señor manifestó su poder sobre los filisteos. Estos fueron subyugados por los israelitas y no volvieron a invadir su territorio. 14 Fue así como los israelitas recuperaron las ciudades que los filisteos habían capturado anteriormente, desde Ecrón hasta Gat, y libraron todo ese territorio del dominio de los filisteos. También hubo paz entre Israel y los amorreos.

15 Samuel siguió gobernando a Israel toda su vida. 16 Todos los años recorría las ciudades de Betel, Guilgal y Mizpa, y atendía los asuntos del país en esas regiones. 17 Luego regresaba a Ramá, donde residía, y desde allí gobernaba a Israel. También allí erigió un altar al Señor.

Los israelitas piden un rey

Cuando Samuel entró en años, puso a sus hijos como gobernadores de Israel, con sede en Berseba. El hijo mayor se llamaba Joel, y el segundo, Abías. Pero ninguno de los dos siguió el ejemplo de su padre, sino que ambos se dejaron guiar por la avaricia, aceptando sobornos y pervirtiendo la justicia.

Por eso se reunieron los ancianos de Israel y fueron a Ramá para hablar con Samuel. Le dijeron: «Tú has envejecido ya, y tus hijos no siguen tu ejemplo. Mejor danos un rey que nos gobierne, como lo tienen todas las naciones».

Cuando le dijeron que querían tener un rey, Samuel se disgustó. Entonces se puso a orar al Señor, pero el Señor le dijo: «Hazle caso al pueblo en todo lo que te diga. En realidad, no te han rechazado a ti, sino a mí, pues no quieren que yo reine sobre ellos. Te están tratando del mismo modo que me han tratado a mí desde el día en que los saqué de Egipto hasta hoy. Me han abandonado para servir a otros dioses. Así que hazles caso, pero adviérteles claramente de cómo el rey va a gobernarlos».

10 Samuel comunicó entonces el mensaje del Señor a la gente que le estaba pidiendo un rey. 11 Les explicó:

―Así es cómo el rey va a gobernaros: Os quitará a vuestros hijos para que se hagan cargo de los carros militares y de la caballería, y para que le abran paso al carro real. 12 Los hará comandantes y capitanes,[b] y los pondrá a labrar y a cosechar, y a fabricar armamentos y pertrechos. 13 También os quitará a vuestras hijas para emplearlas como perfumistas, cocineras y panaderas. 14 Se apoderará de vuestros mejores campos, viñedos y olivares, y se los dará a sus ministros, 15 y a vosotros os exigirá una décima parte de vuestras cosechas y vendimias para entregársela a sus funcionarios y ministros. 16 Además, os quitará vuestros criados y criadas, y vuestros mejores bueyes[c] y asnos, de manera que trabajen para él. 17 Os exigirá una décima parte de vuestros rebaños, y vosotros mismos le serviréis como esclavos. 18 Cuando llegue aquel día, clamaréis por causa del rey que hayáis escogido, pero el Señor no os responderá.

19 El pueblo, sin embargo, no le hizo caso a Samuel, sino que dijo:

―¡De ninguna manera! Queremos un rey que nos gobierne. 20 Así seremos como las otras naciones, con un rey que nos gobierne y que marche al frente de nosotros cuando vayamos a la guerra.

21 Después de oír lo que el pueblo quería, Samuel se lo comunicó al Señor.

22 ―Hazles caso —respondió el Señor—; dales un rey.

Entonces Samuel les dijo a los israelitas:

―¡Regresad a vuestros pueblos!

Romanos 6

Muertos al pecado, vivos en Cristo

¿Qué concluiremos? ¿Vamos a persistir en el pecado para que la gracia abunde? ¡De ninguna manera! Nosotros, que hemos muerto al pecado, ¿cómo podemos seguir viviendo en él? ¿Acaso no sabéis que todos los que fuimos bautizados para unirnos con Cristo Jesús en realidad fuimos bautizados para participar en su muerte? Por tanto, mediante el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, a fin de que, así como Cristo resucitó por el poder[a] del Padre, también nosotros llevemos una vida nueva.

En efecto, si hemos estado unidos con él en su muerte, sin duda también estaremos unidos con él en su resurrección. Sabemos que nuestra vieja naturaleza fue crucificada con él para que nuestro cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de modo que ya no siguiéramos siendo esclavos del pecado; porque el que muere queda liberado del pecado.

Ahora bien, si hemos muerto con Cristo, confiamos que también viviremos con él. Pues sabemos que Cristo, por haber sido levantado de entre los muertos, ya no puede volver a morir; la muerte ya no tiene dominio sobre él. 10 En cuanto a su muerte, murió al pecado una vez y para siempre; en cuanto a su vida, vive para Dios.

11 De la misma manera, también vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús. 12 Por lo tanto, no permitáis que el pecado reine en vuestro cuerpo mortal, ni obedezcáis a vuestros malos deseos. 13 No ofrezcáis los miembros de vuestro cuerpo al pecado como instrumentos de injusticia; al contrario, ofreceos más bien a Dios como quienes han vuelto de la muerte a la vida, presentando los miembros de vuestro cuerpo como instrumentos de justicia. 14 Así el pecado no tendrá dominio sobre vosotros, porque ya no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.

Esclavos de la justicia

15 Entonces, ¿qué? ¿Vamos a pecar porque no estamos ya bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡De ninguna manera! 16 ¿Acaso no sabéis que, cuando os entregáis a alguien para obedecerlo, sois esclavos de aquel a quien obedecéis? Claro que lo sois, ya sea del pecado que lleva a la muerte, o de la obediencia que lleva a la justicia. 17 Pero gracias a Dios que, aunque antes erais esclavos del pecado, ya os habéis sometido de corazón a la enseñanza[b] que os fue transmitida. 18 En efecto, habiendo sido liberados del pecado, ahora sois esclavos de la justicia.

19 Hablo en términos humanos, por las limitaciones de vuestra naturaleza humana. Antes ofrecíais los miembros de vuestro cuerpo para servir a la impureza, que lleva más y más a la maldad; ofrecedlos ahora para servir a la justicia que lleva a la santidad. 20 Cuando vosotros erais esclavos del pecado, estabais libres del dominio de la justicia. 21 ¿Qué fruto cosechabais entonces? ¡Cosas que ahora os avergüenzan y que conducen a la muerte! 22 Pero ahora que habéis sido liberados del pecado y os habéis puesto al servicio de Dios, cosecháis la santidad que conduce a la vida eterna. 23 Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor.

Jeremías 44

Desastre causado por la idolatría

44 La palabra del Señor vino a Jeremías para todos los judíos que habitaban en Egipto, es decir, para los que vivían en las ciudades de Migdol, Tafnes y Menfis,[a] y en la región del sur: «Así dice el Señor Todopoderoso, el Dios de Israel: “Vosotros habéis visto todas las calamidades que yo traje sobre Jerusalén y sobre todas las ciudades de Judá. Hoy yacen en ruinas, sin morador alguno, a causa de las maldades que cometieron. Ellos provocaron mi enojo al adorar y ofrecer incienso a otros dioses, que ni ellos ni vuestros antepasados conocieron. Una y otra vez os envié a mis siervos los profetas para que os advirtieran que no incurrierais en estas cosas tan abominables que yo detesto. Pero ellos no escucharon ni prestaron atención; no se arrepintieron de sus maldades, sino que siguieron ofreciendo incienso a otros dioses. Por eso se derramó mi ira contra las ciudades de Judá; por eso se encendió mi furor contra las calles de Jerusalén, las cuales se convirtieron en desolación hasta el día de hoy”.

»Y ahora, así dice el Señor, el Dios Todopoderoso, el Dios de Israel: “¿Por qué os hacéis vosotros mismos un mal tan grande? ¿Por qué provocáis la muerte de la gente de Judá, de hombres, mujeres, niños y recién nacidos, hasta acabar con todos? Me agraviáis con las obras de vuestras manos, al ofrecer incienso a otros dioses en el país de Egipto, donde habéis ido a vivir. Lo único que estáis logrando es ganaros vuestra propia destrucción, y convertiros en maldición y oprobio entre todas las naciones de la tierra. ¿Acaso ya os habéis olvidado de todas las maldades que cometieron vuestros antepasados, de las que cometieron los reyes de Judá y sus esposas, y de las que vosotros y vuestras esposas cometisteis en Judá y en las calles de Jerusalén? 10 Sin embargo, hasta el día de hoy no se han humillado ni han sentido temor; no se han comportado según mi ley y mis preceptos, que os di a vosotros y a vuestros antepasados”.

11 »Por eso, así dice el Señor Todopoderoso, el Dios de Israel: “He decidido ponerme en contra de vosotros, para vuestro mal, y destruir a todo Judá. 12 Tomaré al resto de Judá, que se empeñó en ir a vivir a Egipto, y todos perecerán allí; caerán a filo de espada, o el hambre los exterminará. Desde el más pequeño hasta el más grande, morirán de hambre o a filo de espada. Se convertirán en objeto de maldición, de horror, de imprecación y de oprobio. 13 Con hambre, peste y espada castigaré a los que habitan en Egipto, como castigué a Jerusalén. 14 No escapará ninguno del resto de Judá que se fue a vivir a Egipto, ni sobrevivirá para volver a Judá. Aunque deseen y añoren volver a vivir en Judá, no podrán regresar, salvo algunos fugitivos”».

15 Entonces los hombres que sabían que sus esposas ofrecían incienso a otros dioses, así como las mujeres que estaban presentes, es decir, un grupo numeroso, y todo el pueblo que vivía en la región sur de Egipto, respondieron a Jeremías:

16 ―No le haremos caso al mensaje que nos diste en el nombre del Señor. 17 Al contrario, seguiremos haciendo lo que ya hemos dicho: Ofreceremos incienso y libaciones a la Reina del Cielo,[b] como hemos hecho nosotros y como antes hicieron nuestros antepasados, nuestros reyes y nuestros funcionarios en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén. En aquel tiempo teníamos comida en abundancia, nos iba muy bien y no sufríamos ninguna calamidad. 18 Pero desde que dejamos de ofrecer incienso y libaciones a la Reina del Cielo nos ha faltado todo, y el hambre y la espada están acabando con nosotros.

19 Y las mujeres añadieron:

―Cuando nosotras ofrecíamos incienso y libaciones a la Reina del Cielo, ¿acaso no sabían nuestros maridos que hacíamos tortas con su imagen, y que les ofrecíamos libaciones?

20 Entonces Jeremías le respondió a todo el pueblo, es decir, a los hombres y mujeres que le habían contestado:

21 ―¿Pensáis que el Señor no se acuerda, o no se daba cuenta de que vosotros y vuestros antepasados, vuestros reyes y vuestros funcionarios, y todo el pueblo ofrecíais incienso en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén? 22 Cuando el Señor ya no pudo soportar más las malas acciones y las cosas abominables que hacíais, vuestro país se convirtió en objeto de maldición, en un lugar desértico, desolado y sin habitantes, tal como está hoy. 23 Vosotros ofrecisteis incienso y pecasteis contra el Señor, y no obedecisteis su voz ni cumplisteis con su ley, sus preceptos y estipulaciones. Por eso en este día os ha sobrevenido esta desgracia.

24 Jeremías le dijo a todo el pueblo, incluyendo a las mujeres:

―Escuchad la palabra del Señor todos vosotros, gente de Judá que vive en Egipto: 25 Así dice el Señor Todopoderoso, el Dios de Israel: “Cuando vosotros y vuestras mujeres decís: ‘Ciertamente cumpliremos nuestros votos de ofrecer incienso y libaciones a la Reina del Cielo’, demostráis con vuestras acciones que cumplís lo que prometéis. ¡Está bien, id y cumplid vuestras promesas, llevad a cabo vuestros votos! 26 Pero escuchad la palabra del Señor todos vosotros, gente de Judá que vive en Egipto: ‘Juro por mi nombre soberano —dice el Señor— que ninguno de los de Judá que vive en Egipto volverá a invocar mi nombre, ni a jurar diciendo: ¡Por la vida del Señor omnipotente! 27 Porque yo los estoy vigilando, para mal y no para bien. El hambre y la espada acabarán con todos los judíos que viven en Egipto. 28 Tan solo unos pocos lograrán escapar de la espada y regresar a Judá. Entonces, todo el resto de Judá que se fue a vivir a Egipto sabrá si se cumple mi palabra o la de ellos’.

29 »”Esta será la señal de que voy a castigarlos en este lugar, para que sepáis que mis amenazas contra vosotros se habrán de cumplir —afirma el Señor—. 30 Así dice el Señor: ‘Voy a entregar al faraón Hofra, rey de Egipto, en poder de los enemigos que atentan contra su vida, tal como entregué a Sedequías, rey de Judá, en poder de su enemigo Nabucodonosor, rey de Babilonia, que atentaba contra su vida’ ”».

Salmos 20-21

Al director musical. Salmo de David.

20 Que el Señor te responda cuando estés angustiado;
    que el nombre del Dios de Jacob te proteja.
Que te envíe ayuda desde el santuario;
    que desde Sión te dé su apoyo.
Que se acuerde de todas tus ofrendas;
    que acepte tus holocaustos. Selah

Que te conceda lo que tu corazón desea;
    que haga que se cumplan todos tus planes.
Nosotros celebraremos tu victoria,
    y en el nombre de nuestro Dios
    desplegaremos las banderas.
¡Que el Señor cumpla todas tus peticiones!

Ahora sé que el Señor salvará a su ungido,
    que le responderá desde su santo cielo
    y con su poder le dará grandes victorias.
Estos confían en sus carros de guerra,
    aquellos confían en sus corceles,
pero nosotros confiamos en el nombre
    del Señor nuestro Dios.
Ellos son vencidos y caen,
    pero nosotros nos erguimos y de pie permanecemos.

¡Concede, Señor, la victoria al rey!
    ¡Respóndenos cuando te llamemos!

Al director musical. Salmo de David.

21 En tu fuerza, Señor,
    se regocija el rey;
    ¡cuánto se alegra en tus victorias!
Le has concedido lo que su corazón desea;
    no le has negado lo que sus labios piden. Selah
Has salido a su encuentro con ricas bendiciones;
    lo has coronado con diadema de oro fino.
Te pidió vida, se la concediste:
    una vida larga y duradera.
Por tus victorias se acrecentó su gloria;
    lo revestiste de honor y majestad.
Has hecho de él manantial de bendiciones;
    tu presencia lo ha llenado de alegría.

El rey confía en el Señor,
    en el gran amor del Altísimo;
    por eso jamás caerá.

Tu mano alcanzará a todos tus enemigos;
    tu diestra alcanzará a los que te aborrecen.
Cuando tú, Señor, te manifiestes,
    los convertirás en un horno encendido.

En su ira los devorará el Señor;
    ¡un fuego los consumirá!
10 Borrarás de la tierra a su simiente;
    de entre los mortales, a su posteridad.
11 Aunque tramen hacerte daño
    y maquinen perversidades,
    ¡no se saldrán con la suya!
12 Porque tú los harás retroceder
    cuando tenses tu arco contra ellos.

13 Enaltécete, Señor, con tu poder,
    y con salmos celebraremos tus proezas.

Nueva Versión Internacional (Castilian) (CST)

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