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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Nueva Biblia Viva (NBV)
Version
Éxodo 6

―Ahora verás lo que le voy a hacer al faraón —le dijo el Señor—. Sólo por la fuerza dejará él salir a mi pueblo. Ah, pero no sólo los dejará salir, sino que los echará de la tierra de Egipto. 2-3 Yo soy el Señor, el Dios Todopoderoso que les apareció a Abraham, a Isaac y a Jacob, aunque a ellos no me revelé con mi nombre, que es “YO SOY”. Con ellos establecí un pacto solemne en el que les prometí que les daría a ellos y a sus descendientes la tierra de Canaán, que era el lugar donde vivían como extranjeros. He oído ahora el clamor del pueblo de Israel, que sufre como esclavo de los egipcios, y me acuerdo de mi promesa. Por lo tanto, diles a los descendientes de Israel que usaré todo mi poder y realizaré grandes milagros, para sacarlos de la esclavitud y hacerlos libres. Yo los aceptaré como pueblo mío, y seré el Dios de ellos. Y ellos sabrán que yo soy el Señor su Dios, que los he rescatado de los egipcios. 8-9 Yo los introduciré en la tierra que prometí darles a Abraham, a Isaac y a Jacob. Sí, yo les daré a ustedes esa tierra.

Moisés le contó al pueblo lo que Dios había dicho; pero ellos estaban muy contrariados por las trágicas consecuencias de lo que les había dicho anteriormente, y no quisieron oírlo.

10 Nuevamente el Señor le habló a Moisés y le dijo:

11 ―Vuelve al faraón y dile que tiene que dejar salir al pueblo de Israel.

12 ―Pero, si ni siquiera mi propio pueblo quiso oírme, ¿cómo puedo esperar que el faraón me oiga? Yo no tengo el poder de convicción —objetó Moisés.

13 Entonces el Señor les ordenó a Moisés y a Aarón que regresaran al pueblo de Israel, y se presentaran delante del faraón para exigirle que permitiera la salida del pueblo.

Antepasados de Moisés y de Aarón

14 Estos son los nombres de los jefes de los clanes de las diversas tribus de Israel:

Los hijos de Rubén, hijo mayor de Israel:

Janoc, Falú, Jezrón y Carmí.

15 Los jefes de los clanes de la tribu de Simeón:

Jemuel, Jamín, Oad, Jaquín, Zojar y Saúl, cuya madre era una cananea.

16 Estos son los nombres de los jefes de los clanes de la tribu de Leví, por orden de edad:

Guersón, Coat y Merari.

Leví vivió ciento treinta y siete años.

17 Los hijos de Guersón fueron:

Libní y Simí, con sus respectivos clanes.

18 Los hijos de Coat:

Amirán, Izar, Hebrón y Uziel.

Coat vivió ciento treinta y tres años.

19 Los hijos de Merari:

Majlí y Musí.

Estas, pues, son las familias de los levitas, según el orden de sus edades. 20 Amirán se casó con su tía Jocabed. De esta unión nacieron Aarón y Moisés. Amirán vivió hasta los ciento treinta y siete años.

21 Los hijos de Izar fueron:

Coré, Néfeg y Zicrí.

22 Los hijos de Uziel:

Misael, Elzafán y Sitri.

23 Aarón se casó con Elisabet, la hija de Aminadab y hermana de Naasón. Tuvieron los siguientes hijos:

Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar.

24 Los hijos de Coré fueron:

Asir, Elcaná y Abiasaf.

Estas fueron las familias del clan de Coré.

25 Eleazar hijo de Aarón se casó con una de las hijas de Futiel, y uno de sus hijos fue Finés. Estos son los nombres de todos los jefes de clanes de los levitas, y de las familias que había dentro de los clanes.

26 Aarón y Moisés, incluidos en esta lista, son los mismos a quienes el Señor les dijo: «Saquen al pueblo de Israel de la tierra de Egipto», 27 y que fueron a ver al faraón para pedirle que dejara salir al pueblo.

Aarón, vocero de Moisés

28-29 Este Moisés es el mismo a quien el Señor le había dicho: «Yo soy el Señor, anda y dale al faraón el mensaje que te he dado». 30 Este es aquel Moisés que le respondió al Señor: «Yo no puedo hacerlo. Yo no tengo el poder de convicción. ¡El faraón no me oirá!».

Lucas 9

Jesús envía a los doce

Jesús reunió a sus doce discípulos y les dio poder y autoridad para echar fuera a todos los demonios y para sanar enfermedades. Los envió a anunciar el reino de Dios y a sanar a los enfermos.

Les dijo: «No lleven nada para el camino: ni bastón, ni bolsa, ni comida, ni dinero, ni más ropa que la que traen puesta. En la casa a la que lleguen, quédense hasta que salgan de ese pueblo. Si en algún pueblo no quieren recibirlos, al salir de allí sacúdanse el polvo de los pies como un testimonio contra ellos».

Entonces se fueron de pueblo en pueblo anunciando las buenas noticias y sanando a los enfermos.

Cuando Herodes se enteró de todo lo que estaba sucediendo, quedó confundido. Es que algunos decían que Juan había resucitado. Otros sostenían que Elías había aparecido; y aun otros, que había resucitado alguno de los antiguos profetas.

Pero Herodes dijo: «Yo mismo mandé que a Juan le cortaran la cabeza. ¿Quién será entonces este, de quien oigo estas cosas?».

Y buscaba la oportunidad de verlo.

Jesús alimenta a los cinco mil

10 Cuando los apóstoles regresaron, le contaron a Jesús lo que habían hecho. Él se los llevó sólo a ellos a un pueblo llamado Betsaida. 11 Pero la gente se dio cuenta donde estaba y lo siguió. Él los recibió y les habló del reino de Dios, y sanó a los enfermos. 12 Como empezaba a oscurecer, los doce se le acercaron y le dijeron:

―Despide a la gente, para que vaya a los campos y pueblos cercanos a buscar comida y alojamiento, pues aquí no hay nada.

13 Jesús les dijo:

―Denles ustedes de comer.

Ellos le respondieron:

―No tenemos más que cinco panes y dos pescados. Para dar de comer a toda esta gente tendríamos que ir a comprar comida. 14 Había allí como cinco mil hombres. Pero Jesús dijo a sus discípulos:

―Hagan que la gente se siente en grupos de cincuenta.

15 Los discípulos así lo hicieron, y todos se sentaron. 16 Entonces Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados, miró al cielo y los bendijo. Luego los partió y se los dio a los discípulos para que los repartieran a la gente. 17 Todos comieron hasta quedar satisfechos; y recogieron doce canastas con los pedazos que sobraron.

La confesión de Pedro

18 Un día en que Jesús estaba orando a solas, sus discípulos lo acompañaban, y él les preguntó:

―¿Quién dice la gente que soy yo?

19 Ellos le respondieron:

―Unos dicen que eres Juan el Bautista, otros que eres Elías, y otros que eres uno de los antiguos profetas que ha resucitado.

20 ―Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?

Pedro contestó:

―Eres el Cristo de Dios.

21 Jesús les dio órdenes estrictas de que no le dijeran esto a nadie. Y les explicó:

22 ―El Hijo del hombre va a sufrir mucho y será rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley. Lo van a matar, pero al tercer día resucitará.

23 Entonces se dirigió a todos y les dijo:

―El que quiera ser mi discípulo debe olvidarse de sí mismo, llevar su cruz cada día y seguirme, 24 porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí, la salvará. 25 ¿De qué le sirve a alguien ganar el mundo entero si se destruye a sí mismo? 26 Si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras, el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en su gloria y en la gloria del Padre y de los santos ángeles. 27 Les aseguro que algunos de los que están aquí no morirán sin antes haber visto el reino de Dios.

La transfiguración

28 Más o menos ocho días después de haber dicho esto, Jesús, acompañado de Pedro, Juan y Jacobo, subió a una montaña para orar. 29 Mientras oraba, su cara cambió y su ropa se volvió blanca y brillante. 30 Entonces aparecieron dos hombres: eran Moisés y Elías que conversaban con Jesús. 31 Estaban rodeados de gloria, y hablaban de la partida de Jesús, que iba a ocurrir en Jerusalén. 32 Pedro y sus compañeros se habían quedado dormidos, rendidos por el cansancio. Pero cuando se despertaron, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. 33 Mientras estos hombres se alejaban de Jesús, Pedro le dijo:

―Maestro, ¡qué bueno que estemos aquí! Podemos construir tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

Pero él no sabía lo que decía.

34 No había terminado de hablar cuando apareció una nube que los envolvió y ellos se llenaron de miedo. 35 De la nube salió una voz que dijo: «Este es mi Hijo, al que yo escogí. Escúchenlo».

36 Después que se oyó la voz, Jesús quedó solo.

Los discípulos por algún tiempo no le dijeron nada a nadie de lo que habían visto.

Jesús sana a un muchacho endemoniado

37 Al día siguiente, cuando bajaron de la montaña, mucha gente les salió al encuentro. 38 De entre toda esa gente, un hombre le dijo:

―Maestro, te ruego que ayudes a mi hijo, pues es el único que tengo. 39 Un espíritu se apodera de él y, de repente, hace gritar al muchacho. También lo sacude con violencia y hace que eche espuma por la boca. Cuando por fin lo suelta, lo deja todo lastimado.

40 Les rogué a tus discípulos que echaran fuera al espíritu, pero no pudieron.

41 Respondió Jesús:

―¡Oh, gente falta de fe y perversa! ¿Hasta cuándo tendré que estar con ustedes y soportarlos? Trae acá a tu hijo.

42 Cuando el muchacho se acercaba, el demonio lo derribó e hizo que temblara con violencia. Pero Jesús reprendió al espíritu maligno, sanó al muchacho y se lo devolvió a su padre. 43 Todos quedaron asombrados ante la grandeza de Dios.

Y mientras la gente seguía tan asombrada por todo lo que hacía, Jesús dijo a sus discípulos:

44 ―Pongan mucha atención a lo que les voy a decir: El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres.

45 Pero los discípulos no entendían lo que Jesús quería decir con esto. Todavía todo estaba como nublado para ellos y no podían comprenderlo. Y no se atrevían a preguntarle.

¿Quién va a ser el más importante?

46 Cierto día, los discípulos comenzaron a discutir acerca de quién de ellos sería el más importante. 47 Jesús sabía lo que ellos pensaban, así que tomó a un niño y lo puso junto a él. 48 Les dijo:

―El que recibe a este niño en mi nombre, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió. El que es más insignificante entre todos ustedes, ese es el más importante.

49 Juan le dijo:

―Maestro, vimos a un hombre que echaba fuera demonios en tu nombre, pero como no anda con nosotros, tratamos de que no lo hiciera.

50 Jesús les respondió:

―No se lo impidan, porque el que no está contra ustedes está a favor de ustedes.

La oposición de los samaritanos

51 Cuando se acercaba el tiempo de que Jesús subiera al cielo, él se hizo el firme propósito de ir a Jerusalén. 52 Envió por delante mensajeros, que fueron a un pueblo samaritano para prepararle alojamiento. 53 Pero allí no quisieron recibirlo, porque sabían que se dirigía a Jerusalén.[a] 54 Cuando Jacobo y Juan, sus discípulos, vieron esto, le preguntaron:

―Señor, ¿quieres que mandemos que caiga fuego del cielo y los destruya?

55 Pero Jesús se volvió a ellos y los reprendió.

56 Luego siguieron su camino hacia otro pueblo.

Lo que cuesta seguir a Jesús

57 Cuando iban por el camino, alguien le dijo:

―Te seguiré a dondequiera que vayas.

58 Jesús le respondió:

―Las zorras tienen guaridas y las aves tienen nidos, pero el Hijo del hombre no tiene ni donde recostar la cabeza.

59 En otra ocasión, a otro le dijo:

―Sígueme.

Él le contestó:

―Señor, primero déjame ir a enterrar a mi padre.

60 Jesús le respondió:

―Deja que los muertos entierren a sus propios muertos. Tu deber es ir y anunciar el reino de Dios.

61 Otro le dijo:

―Señor, yo te seguiré, pero primero déjame ir a despedirme de mi familia.

62 Jesús le respondió:

―El que pone la mano en el arado y vuelve la vista atrás no es útil para el reino de Dios.

Job 23

Octavo discurso de Job

23 Respuesta de Job:

«Mi respuesta es aún hoy amarga, pues mi castigo es mucho más grave de lo que mi falta merece. ¡Si supiera yo dónde hallar a Dios, para acudir a su trono y hablar con él allí! 4-5 Le expondría mi causa, y escucharía su respuesta y comprendería lo que desea. ¿Querría él simplemente anonadarme con su grandeza? No, él escucharía compasivamente. Los hombres justos y honrados podrían discutir con él, y ser absueltos por mi juez.

»Pero en vano trato de hallarlo. Lo busco por aquí, lo busco por allá, y no puedo hallarlo. Lo busco en donde realiza sus obras en el norte, y no lo encuentro allí. Tampoco puedo hallarlo en el sur, donde también se esconde. 10 Pero él conoce cada detalle de lo que a mí me ocurre; y cuando me haya examinado, me declarará completamente inocente: tan puro como oro macizo. 11 En los senderos de Dios me he mantenido, siguiendo tras sus pasos. No me he apartado. 12 No he rechazado sus mandamientos, sino que en ellos me he deleitado más que en mi alimento de cada día.

13 »Sin embargo, su intención respecto a mí sigue invariable, ¿y quién podrá apartarlo de sus propósitos? Lo que él quiere, eso hace. 14 Así es que me hará cuanto ha planeado, y aún hay más que esperar. 15 Con razón me aterrorizo tanto en su presencia. Al pensar en ella, el terror me atenaza. 16-17 Dios me ha dado un corazón desfalleciente. El Todopoderoso me ha aterrado con las tinieblas y la espesa e impenetrable oscuridad que me rodean.

1 Corintios 10

Advertencias basadas en la historia de Israel

10 No quiero, hermanos que ignoren lo que le sucedió a nuestro pueblo siglos atrás, en el desierto. Todos estuvieron bajo la nube y todos atravesaron el mar. A esto podríamos llamarlo «bautismo» —bautismo en el mar y en la nube— para unirse a Moisés.

Luego, comieron el mismo alimento espiritual y bebieron la misma bebida espiritual. Cristo estaba allí con ellos, como poderosa Roca de refrigerio espiritual. Sin embargo, a pesar de todo, la mayoría de los israelitas no obedecieron a Dios, y murieron allí mismo en el desierto.

De aquí aprendemos una gran lección: que no debemos desear lo malo como ellos lo desearon. No debemos adorar ídolos, como ellos. (Las Escrituras nos dicen que «el pueblo se sentó a comer y a beber, y luego se produjo el desenfreno»).

No debemos cometer inmoralidades sexuales, como varios de ellos hicieron, por lo que veintitrés mil cayeron muertos en un día. No pongamos a prueba al Señor, porque muchos de ellos lo hicieron y murieron mordidos por serpientes. 10 Y no murmuremos contra Dios, como hicieron algunos israelitas y el Señor envió a su ángel a destruirlos.

11 Estos incidentes ocurrieron para servirnos de ejemplo; son una advertencia y fueron escritos para nosotros que vivimos cuando el mundo se aproxima a su fin. 12 Por lo tanto, el que piense que está firme, tenga cuidado de no caer. 13 Ustedes no han pasado por ninguna tentación que no sea común al género humano. Pero pueden estar confiados en la fidelidad de Dios, que no dejará que la tentación sea más fuerte de lo que puedan resistir. Dios les mostrará la manera de resistir la tentación y escapar de ella.

Las fiestas idólatras y la Cena del Señor

14 Por lo tanto, hermanos amados, huyan de la idolatría. 15 Ustedes son inteligentes. Piénsenlo y díganme si no es verdad lo que les digo.

16 Cuando damos gracias por la copa de bendición, ¿no quiere decir que participamos de las bendiciones de la sangre de Cristo? Y cuando partimos el pan para comerlo juntos, ¿no entramos en comunión con el cuerpo de Cristo? 17 Por muchos que seamos, todos comemos del mismo pan, indicando que formamos parte de un solo cuerpo: el de Cristo.

18 Y el pueblo judío, que come de los sacrificios, ¿no entra en comunión con el altar? 19 ¿Qué estoy tratando de decir? ¿Digo que los ídolos que reciben sacrificios tienen vida y que tales sacrificios tienen valor? 20 No; de ninguna manera. Lo que digo es que los que ofrecen sacrificios a los ídolos, en realidad se los ofrecen a los demonios, y nunca a Dios. Y no quiero que ninguno de ustedes tenga comunión con los demonios. 21 No se puede beber de la copa del Señor y también de la copa de los demonios. No se puede participar de la mesa del Señor y también de la mesa de los demonios. 22 ¿Qué, pues? ¿Nos arriesgaremos a poner celoso al Señor? ¿Somos más fuertes que él?

La libertad del creyente

23 Es verdad que «todo está permitido», pero no todo es provechoso ni edifica a los demás. 24 Uno no puede pensar sólo en uno mismo. Hay que pensar en lo que conviene para el bien de los demás.

25 Coman de cualquier carne que se venda en la carnicería. No pregunten nada, por motivos de conciencia. 26 Porque la tierra y cuanto en ella hay pertenecen al Señor.

27 Si alguien que no es cristiano los invita a comer, acepten la invitación y coman cuanto les pongan delante sin preguntar nada por motivos de conciencia.

28 Pero si alguien les advierte de que aquella carne fue sacrificada a los ídolos, no la coman por el bien del que lo dijo, y por motivos de conciencia. 29 En este caso, no me refiero a la conciencia de uno mismo, sino a la del otro. ¿Por qué tiene uno que guiarse por lo que otro piense y limitarse a sus opiniones?

30 Si le doy gracias a Dios por lo que como, ¿por qué me van a condenar por comerlo?

31 En conclusión: uno debe de glorificar a Dios en todo lo que hace; hasta en lo que come y bebe. 32 No seamos piedra de tropiezo para nadie: ni para los judíos ni para los gentiles ni para la iglesia de Dios. 33 Esto trato de hacer yo. Procuro agradar a todo el mundo. No hago sólo lo que me gusta o conviene, sino lo que es mejor para los demás, para que así se puedan salvar.

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