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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Nueva Biblia Viva (NBV)
Version
Rut 1

Noemí y Rut

Cuando los jueces gobernaban en Israel, un hombre llamado Elimélec, de Belén de Judá, se fue a causa del hambre que azotaba al país y se estableció en la tierra de Moab. Con él se fueron su esposa Noemí, y sus dos hijos Majlón y Quilión. Todos ellos efrateos.

Estando en Moab murió Elimélec, y Noemí quedó con sus dos hijos. 4-5 Los dos jóvenes, Quilión y Majlón, se casaron con Orfa y Rut respectivamente, que eran moabitas, y residieron allí unos diez años. Algún tiempo después ambos hombres murieron, y Noemí quedó sola, sin esposo y sin hijos. 6-7 Decidió regresar a Israel con sus dos nueras, porque había oído decir que el Señor había nuevamente bendecido a su pueblo con muy buenas cosechas.

Pero después de comenzado el viaje de regreso, Noemí dijo a sus dos nueras:

―¿Por qué no regresan mejor a casa de sus padres? Quizás Dios las recompense por la fidelidad que han mostrado a sus maridos y a mí. Tal vez él las bendiga y les conceda que tengan otro matrimonio feliz.

Y las besó. Pero ellas se pusieron a llorar.

10 ―No —dijeron—. Queremos ir contigo y vivir en tu pueblo.

11 Pero Noemí replicó:

―Es mejor que regresen a su pueblo. Yo no voy a tener más hijos que puedan casarse con ustedes.[a] 12 No, hijas mías, regresen a casa de sus padres, porque yo soy demasiado vieja para tener marido. Y aun si ello fuera posible, y yo pudiera concebir esta noche y dar a luz hijos, 13 ¿esperarían ustedes a que ellos crecieran? No, por supuesto que no, queridas hijas mías. ¡No saben cuánto siento que el Señor me haya castigado de esta manera y que esto les cause dolor!

14 Nuevamente se pusieron a llorar, y Orfa besó a su suegra para despedirse, y regresó a su pueblo natal. Sin embargo, Rut siguió junto a Noemí.

15 ―Mira —le dijo Noemí—, tu concuña ha regresado a su pueblo y a sus dioses. Tú deberías hacer lo mismo.

16 Pero Rut replicó:

―No me pidas que te deje y me aparte de ti; adondequiera que tú vayas iré yo, y viviré donde tú vivas; tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios. 17 Quiero morir donde tú mueras, y ser sepultada allí. Y que Dios me castigue si no cumplo mi promesa. Nada nos separará, ¡ni siquiera la muerte!

18 Cuando Noemí se dio cuenta de que Rut estaba decidida y que no podría persuadirla en sentido contrario, ya no intentó convencerla.

19 Al llegar ambas a Belén, el pueblo se conmovió.

―¿Es realmente Noemí? —preguntaban las mujeres.

20 Pero ella contestaba:

―No me llamen Noemí. Llámenme Mara (Noemí significa “dulce”; Mara significa “amarga”), porque el Todopoderoso me ha dado gran amargura. 21 Salí de aquí llena, y el Señor me ha devuelto vacía. ¿Por qué habría de llamarme Noemí cuando el Señor me ha vuelto la espalda y me ha enviado tal calamidad?

22 El regreso de ellas de Moab y su llegada a Belén coincidió con el tiempo de la cosecha de la cebada.

Hechos 26

26 Entonces Agripa le dijo a Pablo:

―Te damos permiso de que hables para defenderte.

Pablo levantó su mano y comenzó así su defensa:

2-3 ―Rey Agripa, me alegra el estar hoy ante usted, para defenderme de las acusaciones que han hecho contra mí los judíos. Por eso le ruego que me escuche con paciencia.

»Todos los judíos saben cómo he vivido desde que era un niño, en mi país y también en Jerusalén. Ellos me conocen. Si ellos quisieran, podrían asegurar que viví como fariseo, que es la secta más estricta de nuestra religión. Y ahora me están juzgando por la esperanza que tengo en la promesa que Dios hizo a nuestros antepasados. Esta es la promesa que nuestras doce tribus de Israel esperan que se cumpla. Por eso adoran y sirven a Dios día y noche. Y es por esta esperanza, oh rey, que me acusan los judíos. ¿Por qué ustedes no creen que Dios resucite a los muertos?

»Yo mismo estaba convencido de que debía hacer todo lo posible por destruir el nombre de Jesús de Nazaret. 10 Y eso fue lo que hice en Jerusalén. Con el permiso de los jefes de los sacerdotes, metí en la cárcel a muchos de los santos de Jerusalén. Cuando a estos los mataban, yo estaba de acuerdo. 11 Muchas veces, en todas las sinagogas, los castigué para obligarlos a renegar. Mi enojo contra ellos era tan grande que hasta en las ciudades del extranjero los perseguía.

12 »A eso iba yo a Damasco con el permiso y la comisión de los jefes de los sacerdotes. 13 Era el mediodía, oh rey Agripa, cuando por el camino vi una luz del cielo, más brillante que el sol y su resplandor nos envolvió a mí y a los que iban conmigo. 14 Todos caímos al suelo, y yo oí una voz que me decía en arameo: “Pablo, Pablo, ¿por qué me persigues? Al hacerlo tú mismo te haces daño”. 15 Entonces respondí: “¿Quién eres, Señor?”. El Señor me contestó: “Yo soy Jesús, al que tú estás persiguiendo. 16 Levántate y escúchame. Me he aparecido a ti porque quiero que seas mi siervo. También serás mi testigo de lo que has visto y de lo que yo te voy a revelar. 17 Te voy a proteger de los judíos y de los que no son judíos. Te envío a los que no son judíos 18 para que les abras los ojos y dejen las tinieblas para venir a la luz, para que dejen el poder de Satanás por el de Dios. Y así, por la fe en mí, reciban el perdón de los pecados y la herencia junto con el santo pueblo de Dios”.

19 »Por lo tanto, oh rey Agripa, no desobedecí esa visión del cielo. 20 Primero prediqué a los que estaban en Damasco, después a los de Jerusalén y de toda Judea, y luego a los que no eran judíos. A todos les prediqué que se arrepintieran y obedecieran a Dios, que demostraran su arrepentimiento haciendo buenas obras.

21 »Por esto los judíos me tomaron preso en el templo y trataron de matarme. 22 Pero Dios hasta hoy me sigue ayudando, y así me mantengo firme, hablando de Dios a grandes y pequeños. Sólo les digo lo que los profetas y Moisés dijeron que sucedería: 23 que el Cristo sufriría y que sería el primero en resucitar. De esta manera, anunciaría la luz a los judíos y a los que no lo son».

24 Cuando Pablo decía esto en su defensa, Festo gritó:

―¡Pablo, estás loco! ¡Has estudiado tanto que te has vuelto loco!

25 Pablo contestó:

―No estoy loco, excelentísimo Festo. Lo que digo es cierto y no es ninguna locura. 26 El rey ya ha escuchado todo esto y por eso hablo delante de él con tanta confianza. Estoy seguro de que conoce todo esto porque no sucedió en un lugar secreto. 27 Rey Agripa, ¿cree usted en los profetas? Yo estoy seguro de que sí.

28 Agripa le dijo:

―Casi me convences a hacerme cristiano.

29 Pablo le respondió:

―Le pido a Dios que, sea en poco o en mucho tiempo, usted y todos los que hoy me están escuchando sean como yo; pero por supuesto, sin estas cadenas.

30 Entonces el rey, el gobernador, Berenice y los demás que estaban sentados con ellos, se levantaron. 31 Mientras salían para hablar entre ellos, decían: —Este hombre no ha hecho nada que merezca la muerte, ni siquiera estar preso.

32 Agripa le dijo a Festo: —Lo podríamos poner en libertad si no hubiera pedido que el emperador lo juzgue.

Jeremías 36

El rey Joacim quema el rollo de Jeremías

36 El cuarto año del reinado del rey Joacim de Judá, hijo de Josías, el Señor dio a Jeremías este mensaje:

Toma un rollo y escribe todos mis mensajes contra Israel, Judá y las demás naciones. Comienza con el primer mensaje desde los días de Josías, y escribe luego cada uno de los demás. Quizá cuando el pueblo de Judá vea por escrito todas las terribles cosas que voy a hacerles, se arrepientan, y entonces podré perdonarlos.

Entonces Jeremías envió a llamar a Baruc, hijo de Nerías, y conforme Jeremías dictaba, Baruc escribía todas las profecías.

Cuando todo estuvo terminado, Jeremías le dijo a Baruc:

―Ya que estoy preso aquí, lee tú el rollo en el templo el próximo día de Ayuno, porque ese día habrá allí gente de todo Judá. Quizá todavía se vuelvan de sus malas conductas y le pidan al Señor perdón antes que sea demasiado tarde, aunque ya se les hayan echado estas predicciones de castigo de Dios.

Baruc hizo como Jeremías le ordenaba, y leyó todos estos mensajes del Señor al pueblo en el templo, tal como Jeremías le había pedido. Esto ocurrió el día de Ayuno que se celebró en diciembre del quinto año del reinado del rey Joacim, hijo de Josías. Y llegó gente de todo Judá para asistir a los servicios del templo aquel día. 10 Baruc fue a la oficina de Guemarías el escriba, hijo de Safán, para leer el rollo. (Este cuarto quedaba al lado del salón de asambleas que el templo tenía arriba, cerca de la entrada de la Puerta Nueva).

11 Cuando Micaías, hijo de Guemarías, hijo de Safán, oyó los mensajes del Señor, 12 bajó al palacio, al salón de conferencias en donde estaban reunidos los encargados de la administración. Elisama (el escriba) estaba allí, así como Delaías, hijo de Semaías, Elnatán, hijo de Acbor, Guemarías, hijo de Safán, Sedequías, hijo de Ananías, y todos los demás que tenían cargos administrativos semejantes. 13 Cuando Micaías les contó acerca de los mensajes que Baruc estaba leyéndole al pueblo, 14-15 los dignatarios enviaron a Yehudi, hijo de Netanías, hijo de Selemías, hijo de Cusí, a pedirle a Baruc que viniera a leerles a ellos también los mensajes, y Baruc lo hizo.

16 Cuando terminó, estaban llenos de temor.

―Tenemos que contárselo al rey —dijeron—. 17 Pero primero, dinos cómo obtuviste estos mensajes.

18 Entonces Baruc les explicó que Jeremías se los había dictado palabra por palabra, y él los había escrito con tinta en el rollo.

19 ―Escóndanse tú y Jeremías —le dijeron los dignatarios a Baruc—. ¡No le digan a nadie dónde están!

20 Luego los dignatarios ocultaron el rollo en el cuarto de Elisama el escriba y fueron a hablarle al rey.

21 El rey envió a Yehudi que trajera el rollo. Yehudi lo trajo del cuarto de Elisama el escriba y se lo leyó al rey mientras todos los dignatarios se mantenían de pie. 22 El rey estaba por entonces en un aposento de invierno en el palacio, sentado al frente de un gran brasero con fuego, porque era diciembre y hacía frío. 23 Y cada vez que Yehudi terminaba de leer tres o cuatro columnas, el rey tomaba su cuchillo, cortaba la sección del rollo y la arrojaba al fuego, hasta que se consumió todo el rollo. 24-25 Y nadie protestó, sino Elnatán, Delaías y Guemarías. Suplicaron al rey que no quemara el rollo, pero no les hizo caso. Ninguno de los otros dignatarios del rey dio señales de temor o ira por lo que había hecho.

26 Entonces el rey ordenó a Jeramel, su hijo, a Seraías, hijo de Azriel, y a Selemías, hijo de Abdel, que detuvieran a Baruc y a Jeremías. Pero el Señor los ocultó.

27 Después que el rey quemó el rollo, el Señor le dijo a Jeremías:

28 Consigue otro rollo y escribe todo de nuevo igual que hiciste primero, 29 y dile esto al rey: El Señor dice: Tú quemaste el rollo porque decía que el rey de Babilonia destruiría esta tierra y cuanto en ella hay. 30 Y ahora el Señor añade esto respecto a ti, Joacim, rey de Judá: Este no tendrá un heredero que ocupe el trono de David. Su cadáver será dejado sin sepultar a la intemperie, expuesto al ardiente sol y a las heladas noches, 31 y yo lo castigaré a él y a su familia, así como a sus oficiales, por causa de sus malvadas acciones. Haré que sufran todo el mal que he anunciado; sobre ellos y sobre todo el pueblo de Judá y Jerusalén, porque no quisieron escuchar mis advertencias.

32 Entonces Jeremías tomó otro rollo y volvió a dictarle a Baruc todo lo que había escrito antes, sólo que esta vez el Señor añadió mucho más.

Jeremías 45

Mensaje para Baruc

45 Este es el mensaje que Jeremías comunicó a Baruc el cuarto año del reinado del rey Joacim, hijo de Josías, cuando Baruc escribía todos los mensajes según se los dictaba Jeremías:

Baruc, el Señor Dios de Israel te dice lo siguiente:

Tú has dicho: «¡Ay de mí! ¿No tengo ya suficientes tribulaciones? ¡Y ahora el Señor ha añadido más! Cansado me tienen mis propios suspiros y no hallo reposo». Pero dile esto a Baruc: El Señor dice: Destruiré a esta nación que edifiqué, arrasaré lo que establecí. ¿Buscas grandes cosas para ti mismo? ¡No lo hagas! Porque aunque yo traiga grandes males sobre todo este pueblo, a ti, como recompensa, te protegeré dondequiera que vayas.

Salmos 9

Al director musical. Sígase la tonada de «La muerte del hijo». Salmo de David.

¡Oh Señor, te alabaré con todo el corazón, y le contaré a todo el mundo las maravillas que haces! Me alegraré, sí; por ti estaré lleno de gozo. Cantaré tus alabanzas, oh Altísimo.

Mis enemigos retrocederán y perecerán en tu presencia; tú me has vindicado; has respaldado mis acciones, declarándolas buenas desde tu trono. Has reprendido a las naciones y destruido a los malvados, borrando para siempre sus nombres. Oh enemigos tuyos: condenados están para siempre. El Señor destruirá sus ciudades; aun el recuerdo de ellas desaparecerá.

Pero el Señor reina eternamente; está sentado en su trono para juzgar. Él juzgará rectamente al mundo; gobernará a las naciones con igualdad. Todos los oprimidos pueden acudir a él. Él es refugio para ellos en tiempo de tribulación. 10 Todos los que conocen tu misericordia, Señor, contarán contigo para que los auxilies, pues jamás has abandonado a quienes en ti confían.

11 Canten salmos al Señor, el rey de Sion, cuéntenle al mundo sus hechos inolvidables. 12 El que castiga a los homicidas tiene cuidado de los desvalidos. No olvida las súplicas de los atribulados que le piden ayuda.

13 Y ahora, Señor, ten misericordia de mí; mira como padezco a manos de quienes me odian. Señor, sácame de las fauces de la muerte. 14 Sálvame, para que pueda alabarte públicamente en presencia del pueblo en las puertas de Jerusalén, y pueda regocijarme porque me has rescatado.

15 Las naciones caen en las trampas que cavaron para otros; la trampa que pusieron los ha atrapado. 16 El Señor es célebre por la forma en que hace caer a los malvados en sus propios lazos.

17 Los malvados serán enviados al sepulcro; este es el destino de las naciones que olvidan al Señor. 18 Pero no se olvidará para siempre al necesitado y las esperanzas del pobre no se verán eternamente burladas.

19 ¡Oh Señor, levántate! No dejes que el hombre domine. ¡Haz que las naciones se presenten delante de ti! 20 Hazlos temblar de miedo; bájales los humos hasta que comprendan que no son sino frágiles hombres.

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