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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Reina-Valera 1995 (RVR1995)
Version
Rut 2

Rut en el campo de Booz

Tenía Noemí un pariente de su marido, hombre rico de la familia de Elimelec, el cual se llamaba Booz.

Un día Rut, la moabita, dijo a Noemí:

—Te ruego que me dejes ir al campo a recoger espigas en pos de aquel a cuyos ojos halle gracia.

—Vé, hija mía —le respondió ella.

Fue, pues, y al llegar, se puso a espigar en el campo tras los segadores. Y aconteció que aquella parte del campo era de Booz, el pariente de Elimelec. Llegaba entonces Booz de Belén, y dijo a los segadores:

—Jehová sea con vosotros.

—Jehová te bendiga —le respondieron ellos.

Luego Booz le preguntó a su criado, el encargado de los segadores:

—¿De quién es esta joven?

El criado encargado de los segadores respondió:

—Es la joven moabita que volvió con Noemí de los campos de Moab. Me ha dicho: “Te ruego que me dejes espigar y recoger tras los segadores entre las gavillas.” Entró, pues, y ha estado trabajando desde la mañana hasta ahora, sin descansar ni un solo momento.

Entonces Booz dijo a Rut:

—Oye, hija mía, no te vayas, ni recojas espigas en otro campo; te quedarás aquí junto a mis criadas. Mira bien el campo que sieguen y síguelas; pues he mandado a los criados que no te molesten. Y cuando tengas sed, ve a las vasijas, y bebe del agua que sacan los criados.

10 Entonces ella, bajando su rostro, se postró en tierra y le dijo:

—¿Por qué he hallado gracia a tus ojos para que me favorezcas siendo yo extranjera?

11 Booz le respondió:

—He sabido todo lo que has hecho con tu suegra después de la muerte de tu marido, y cómo has dejado a tu padre y a tu madre, y la tierra donde naciste, para venir a un pueblo que no conocías. 12 Que Jehová te recompense por ello, y que recibas tu premio de parte de Jehová Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte.

13 Ella le dijo:

—Señor mío, me has mostrado tu favor y me has consolado; has hablado al corazón de tu sierva, aunque no soy ni siquiera como una de tus criadas.

14 A la hora de comer Booz le dijo:

«Ven aquí, come del pan, y moja tu bocado en el vinagre.»

Se sentó ella junto a los segadores, y él le dio del guiso; comió hasta quedar satisfecha y aun sobró. 15 Cuando se levantó para seguir espigando, Booz ordenó a sus criados:

«Que recoja también espigas entre las gavillas, y no la avergoncéis; 16 dejaréis también caer para ella algo de los manojos; dejadlo para que lo recoja, y no la reprendáis.»

17 Espigó, pues, en el campo hasta la noche, y cuando desgranó lo que había recogido, era como un efa de cebada. 18 Lo tomó y se fue a la ciudad, y su suegra vio lo que había espigado. Luego sacó también lo que le había sobrado después de haber quedado satisfecha, y se lo dio.

19 Su suegra le preguntó:

—¿Dónde has espigado hoy? ¿Dónde has trabajado? ¡Bendito sea el que te ha favorecido!

Ella contó a su suegra con quién había trabajado, y añadió:

—El hombre con quien he trabajado hoy se llama Booz.

20 Dijo entonces Noemí a su nuera:

—¡Bendito de Jehová, pues que no ha negado a los vivos la benevolencia que tuvo para con los que han muerto!

—Ese hombre es pariente nuestro, uno de los que pueden redimirnos —añadió.

21 Rut la moabita siguió diciendo:

—Además de esto me pidió: “Quédate con mis criadas, hasta que hayan acabado toda mi cosecha.”

22 Respondió Noemí a su nuera Rut:

—Mejor es, hija mía, que salgas con sus criadas, y que no te encuentren en otro campo.

23 Estuvo espigando, pues, junto con las criadas de Booz, hasta que se acabó la cosecha de la cebada y la del trigo. Y mientras, seguía viviendo con su suegra.

Hechos 27

Pablo es enviado a Roma

27 Cuando se decidió que habíamos de navegar para Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos a un centurión llamado Julio, de la compañía Augusta. Nos embarcamos en una nave adramitena que iba a tocar los puertos de Asia, y zarpamos. Estaba con nosotros Aristarco, macedonio de Tesalónica. Al otro día llegamos a Sidón; y Julio, tratando humanamente a Pablo, le permitió que fuera a los amigos para ser atendido por ellos. Y haciéndonos a la vela desde allí, navegamos a sotavento de Chipre, porque los vientos eran contrarios. Habiendo atravesado el mar frente a Cilicia y Panfilia, llegamos a Mira, ciudad de Licia.

Allí el centurión halló una nave alejandrina que zarpaba para Italia, y nos embarcó en ella. Navegamos despacio muchos días, y habiendo llegado a duras penas frente a Gnido porque nos lo impedía el viento, navegamos a sotavento de Creta, frente a Salmón. Después de costearla con dificultad, llegamos a un lugar que llaman Buenos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea.

Como habíamos perdido mucho tiempo y era ya peligrosa la navegación por haber pasado ya el ayuno, Pablo los amonestaba, 10 diciéndoles:

—Veo que la navegación va a ser con perjuicio y mucha pérdida, no sólo del cargamento y de la nave, sino también de nuestras vidas.

11 Pero el centurión daba más crédito al dueño y al capitán de la nave que a lo que Pablo decía. 12 Y como el puerto era incómodo para invernar, la mayoría acordó zarpar de allí e intentar llegar a Fenice, puerto de Creta que mira al nordeste y sudeste, e invernar allí.

La tempestad en el mar

13 Y como comenzó a soplar una brisa del sur, les pareció que podían continuar el viaje. Entonces levaron anclas y fueron costeando Creta. 14 Pero no mucho después dio contra la nave un viento huracanado llamado Euroclidón. 15 La nave era arrastrada, y al no poder poner proa al viento, nos abandonamos a él y nos dejamos llevar. 16 Después de pasar a sotavento de una pequeña isla llamada Clauda, con dificultad pudimos recoger el esquife. 17 Una vez subido a bordo, usaron de refuerzos para asegurar las amarras de la nave; y por temor de dar en la Sirte, arriaron las velas y quedaron a la deriva. 18 Pero siendo combatidos por una furiosa tempestad, al siguiente día empezaron a deshacerse de la carga, 19 y al tercer día con nuestras propias manos arrojamos los aparejos de la nave. 20 Al no aparecer ni sol ni estrellas por muchos días, y acosados por una tempestad no pequeña, ya habíamos perdido toda esperanza de salvarnos.

21 Entonces Pablo, como hacía ya mucho que no comíamos, puesto en pie en medio de ellos, dijo:

—Habría sido por cierto conveniente haberme oído, y no zarpar de Creta tan sólo para recibir este perjuicio y pérdida. 22 Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino solamente de la nave, 23 pues esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, 24 y me ha dicho: “Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; además, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo.” 25 Por tanto, tened buen ánimo, porque yo confío en Dios que será así como se me ha dicho. 26 Con todo, es necesario que demos en alguna isla.

27 Al llegar la decimacuarta noche, y siendo llevados a través del mar Adriático, a la medianoche los marineros sospecharon que estaban cerca de tierra. 28 Echaron la sonda y hallaron veinte brazas; y pasando un poco más adelante, volvieron a echar la sonda y hallaron quince brazas. 29 Temiendo dar en escollos, echaron cuatro anclas por la popa, y ansiaban que se hiciera de día. 30 Entonces los marineros procuraron huir de la nave, y echando el esquife al mar aparentaban como que querían largar las anclas de proa. 31 Pero Pablo dijo al centurión y a los soldados:

—Si estos no permanecen en la nave, vosotros no podéis salvaros.

32 Entonces los soldados cortaron las amarras del esquife y lo dejaron perderse.

33 Cuando comenzó a amanecer, Pablo exhortaba a todos que comieran, diciendo:

—Éste es el decimocuarto día que veláis y permanecéis en ayunas, sin comer nada. 34 Por tanto, os ruego que comáis por vuestra salud, pues ni aun un cabello de la cabeza de ninguno de vosotros perecerá.

35 Y dicho esto, tomó el pan y dio gracias a Dios en presencia de todos, lo partió y comenzó a comer. 36 Entonces todos, teniendo ya mejor ánimo, comieron también. 37 Y éramos todas las personas en la nave doscientas setenta y seis. 38 Una vez satisfechos, aligeraron la nave echando el trigo al mar.

El naufragio

39 Cuando se hizo de día, no reconocieron el lugar, pero vieron una ensenada que tenía playa, en la cual acordaron varar la nave, si podían. 40 Cortaron, pues, las anclas y las dejaron en el mar; aflojaron también las amarras del timón, izaron al viento la vela de proa y enfilaron hacia la playa. 41 Pero, dando en un lugar de dos aguas, hicieron encallar la nave. La proa, hincada, quedó inmóvil, y la popa se abría con la violencia del mar.

42 Entonces los soldados acordaron matar a los presos, para que ninguno se fugara nadando. 43 Pero el centurión, queriendo salvar a Pablo, les impidió este intento, y mandó que los que supieran nadar se arrojaran al agua primero y salieran a tierra; 44 y los demás, parte en tablas, parte en cosas de la nave. Y así aconteció que todos se salvaron saliendo a tierra.

Jeremías 37

Encarcelamiento de Jeremías

37 En lugar de Conías hijo de Joacim reinó el rey Sedequías hijo de Josías, al cual Nabucodonosor, rey de Babilonia, constituyó por rey en la tierra de Judá. Pero no obedecieron ni él ni sus siervos ni el pueblo de la tierra a las palabras de Jehová, las cuales dijo por medio del profeta Jeremías.

Envió el rey Sedequías a Jucal hijo de Selemías y al sacerdote Sofonías hijo de Maasías para que dijeran al profeta Jeremías: «Ruega ahora por nosotros a Jehová, nuestro Dios.» Y Jeremías entraba y salía en medio del pueblo, porque todavía no lo habían puesto en la cárcel. Cuando ya el ejército del faraón había salido de Egipto y llegó la noticia de ello a oídos de los caldeos que tenían sitiada a Jerusalén, se retiraron de Jerusalén.

Entonces vino palabra de Jehová al profeta Jeremías, diciendo: «Así ha dicho Jehová, Dios de Israel, que digáis al rey de Judá, que os envió a mí para que me consultarais: “El ejército del faraón, que había salido en vuestro socorro, se ha vuelto a la tierra de Egipto. Por eso, los caldeos vendrán de nuevo, atacarán esta ciudad, la tomarán y le prenderán fuego. Así dice Jehová: No os engañéis a vosotros mismos, diciendo: ‘Sin duda, los caldeos se irán ya de aquí’, porque no se irán, 10 porque aun cuando derrotarais a todo el ejército de los caldeos que pelean contra vosotros, y solamente quedaran de ellos algunos hombres heridos, cada uno se levantaría de su tienda para prender fuego a esta ciudad.”»

11 Aconteció que cuando el ejército de los caldeos se retiró de Jerusalén a causa del ejército del faraón, 12 Jeremías salía de Jerusalén para irse a tierra de Benjamín, para apartarse de en medio del pueblo. 13 Y cuando llegó a la puerta de Benjamín, estaba allí un capitán que se llamaba Irías hijo de Selemías hijo de Hananías, el cual apresó al profeta Jeremías, diciendo: «¡Tú te pasas a los caldeos!» 14 Jeremías dijo: «¡Falso, no me paso a los caldeos!» Pero él no le escuchó, sino que prendió Irías a Jeremías y lo llevó delante de sus jefes. 15 Los jefes se airaron contra Jeremías. Lo azotaron y lo pusieron en prisión en la casa del escriba Jonatán, la cual habían convertido en cárcel.

16 Entró, pues, Jeremías en la casa de la cisterna y en las bóvedas. Y habiendo estado allá Jeremías por muchos días, 17 el rey Sedequías envió y lo sacó; y le preguntó el rey secretamente en su casa, diciendo: «¿Hay palabra de Jehová?» Jeremías dijo: «Hay»; y agregó: «En manos del rey de Babilonia serás entregado.» 18 Dijo también Jeremías al rey Sedequías: «¿En qué pequé contra ti, contra tus siervos y contra este pueblo, para que me pusierais en la cárcel? 19 ¿Dónde están vuestros profetas que os profetizaban diciendo: “No vendrá el rey de Babilonia contra vosotros ni contra esta tierra”? 20 Escucha, pues, te ruego, mi señor, el rey, atiende ahora mi súplica que traigo delante de ti: ¡No me hagas volver a casa del escriba Jonatán, para que no me muera allí!» 21 Entonces dio orden el rey Sedequías, y custodiaron a Jeremías en el patio de la cárcel, haciéndole dar una torta de pan al día, de la calle de los Panaderos, hasta que todo el pan de la ciudad se agotara. Y quedó Jeremías en el patio de la cárcel.

Salmos 10

Plegaria pidiendo la destrucción de los malvados

10 ¿Por qué estás lejos, Jehová,
y te escondes en el tiempo de la tribulación?

Con arrogancia, el malo persigue al pobre;
será atrapado en las trampas que ha preparado.
El malo se jacta del deseo de su alma,
bendice al codicioso y desprecia a Jehová;
el malo, por la altivez de su rostro, no busca a Dios;
no hay Dios en ninguno de sus pensamientos.
Sus caminos son torcidos en todo tiempo;
tus juicios los tiene muy lejos de su vista;
a todos sus adversarios desprecia.
Dice en su corazón: «No caeré jamás;
nunca me alcanzará la desgracia.»
Llena está su boca de maldición y de engaños y fraude;
debajo de su lengua hay insulto y maldad.
Se sienta al acecho cerca de las aldeas;
en escondrijos mata al inocente.
Sus ojos están acechando al desvalido,
acecha en oculto, como el león desde su cueva;
acecha para atrapar al pobre;
atrapa al pobre trayéndolo a su red.
10 Se encoge, se agacha,
y en sus fuertes garras caen muchos desdichados.
11 Dice en su corazón: «Dios lo olvida;
cubre su rostro, nunca ve nada.»

12 ¡Levántate, Jehová Dios, alza tu mano!
¡No te olvides de los pobres!
13 ¿Por qué desprecia el malo a Dios?
En su corazón ha dicho: «Tú no habrás de pedir cuentas.»

14 Tú lo has visto, porque miras el trabajo y la vejación,
para dar la recompensa con tu mano;
a ti se acoge el desvalido;
tú eres el amparo del huérfano.

15 ¡Rompe el brazo del inicuo
y castiga la maldad del malo hasta que no halles ninguna!
16 Jehová es Rey eternamente y para siempre;
de su tierra desaparecerán las naciones.

17 El deseo de los humildes oíste, Jehová;
tú los animas y les prestas atención.
18 Tú haces justicia al huérfano y al oprimido,
a fin de que no vuelva más a hacer violencia el hombre de la tierra.

Reina-Valera 1995 (RVR1995)

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