M’Cheyne Bible Reading Plan
12 y envió mensajeros al rey de los amonitas, diciendo:
—¿Qué tienes tú conmigo, para venir a hacer guerra contra mi tierra?
13 El rey de los amonitas respondió a los mensajeros de Jefté:
—Por cuanto Israel, cuando subió de Egipto, tomó mi tierra, desde el Arnón hasta el Jaboc y el Jordán, devuélvela tú ahora en paz.
14 Jefté envió otros mensajeros al rey de los amonitas, 15 con el siguiente mensaje:
—Jefté ha dicho esto: “Israel no tomó tierra de Moab ni tierra de los hijos de Amón. 16 Porque cuando Israel subió de Egipto y anduvo por el desierto hasta el Mar Rojo, llegó a Cades. 17 Entonces Israel envió mensajeros al rey de Edom, diciendo: ‘Yo te ruego que me dejes pasar por tu tierra’, pero el rey de Edom no los escuchó. También envió mensajeros al rey de Moab, el cual tampoco quiso. Israel, por tanto, se quedó en Cades. 18 Después, yendo por el desierto, rodeó la tierra de Edom y la tierra de Moab y, viniendo por el lado oriental de la tierra de Moab, acampó al otro lado de Arnón, pero no entró en territorio de Moab, porque Arnón es territorio de Moab. 19 Asimismo envió Israel mensajeros a Sehón, rey de los amorreos, rey de Hesbón, diciéndole: ‘Te ruego que me dejes pasar por tu tierra hasta mi lugar’. 20 Pero Sehón no se fió de Israel para darle paso por su territorio, sino que reuniendo toda su gente acampó en Jahaza y peleó contra Israel. 21 Pero Jehová, Dios de Israel, entregó a Sehón y a todo su pueblo en manos de Israel, y los derrotó. De esta manera se apoderó Israel de toda la tierra de los amorreos que habitaban en aquel país. 22 También se apoderó de todo el territorio del amorreo desde el Arnón hasta el Jaboc, y desde el desierto hasta el Jordán. 23 Así que, ¿pretendes tú apoderarte de lo que Jehová, Dios de Israel, le quitó al amorreo en favor de su pueblo Israel? 24 Lo que te haga poseer Quemos, tu dios, ¿no lo poseerías tú? Así, todo lo que Jehová, nuestro Dios, nos ha dado, nosotros lo poseeremos. 25 ¿Eres tú ahora mejor en algo que Balac hijo de Zipor, rey de Moab? ¿Tuvo él alguna reclamación contra Israel o hizo guerra contra nosotros? 26 Ya hace trescientos años que Israel habita en Hesbón y sus aldeas, en Aroer y sus aldeas, y en todas las ciudades que están en el territorio del Arnón, ¿por qué no las habéis recobrado en todo ese tiempo? 27 Así que, yo en nada he pecado contra ti, pero tú haces mal peleando contra mí. Jehová, que es el juez, juzgue hoy entre los hijos de Israel y los hijos de Amón.”
28 Pero el rey de los hijos de Amón no atendió a estas razones que Jefté le había enviado.
29 Entonces el espíritu de Jehová vino sobre Jefté, y éste recorrió Galaad y Manasés. De allí pasó a Mizpa de Galaad, y de Mizpa de Galaad pasó a los hijos de Amón. 30 Entonces Jefté hizo voto a Jehová, diciendo:
«Si entregas a los amonitas en mis manos, 31 cualquiera que salga de las puertas de mi casa a recibirme cuando yo regrese victorioso de los amonitas, será de Jehová y lo ofreceré en holocausto.»
32 Jefté fue a pelear contra los hijos de Amón, y Jehová los entregó en sus manos. 33 Desde Aroer y hasta llegar a Minit conquistó veinte ciudades, y hasta la Vega de las viñas los derrotó con gran estrago. Así fueron sometidos los amonitas por los hijos de Israel.
34 Cuando volvió Jefté a Mizpa, a su casa, su hija salió a recibirlo con panderos y danzas. Ella era sola, su hija única; fuera de ella no tenía hijo ni hija. 35 Cuando él la vio, rasgó sus vestidos, diciendo:
—¡Ay, hija mía!, en verdad que me has afligido, y tú misma has venido a ser causa de mi dolor, porque le he dado mi palabra a Jehová y no podré retractarme.
36 Ella entonces le respondió:
—Padre mío, si le has dado tu palabra a Jehová, haz conmigo conforme a lo que prometiste, ya que Jehová te ha permitido vengarte de tus enemigos, los hijos de Amón.
37 Y añadió:
—Concédeme esto: déjame que por dos meses vaya y descienda por los montes a llorar mi virginidad junto con mis compañeras.
38 Jefté le respondió:
—Ve.
La dejó por dos meses. Fue con sus compañeras y lloró su virginidad por los montes. 39 Pasados los dos meses volvió a su padre, quien cumplió el voto que había hecho. La hija de Jefté nunca conoció varón. 40 Por eso es costumbre en Israel que todos los años vayan las doncellas de Israel a llorar a la hija de Jefté, el galaadita, durante cuatro días.
La asamblea en Jerusalén
15 Entonces algunos que venían de Judea enseñaban a los hermanos: «Si no os circuncidáis conforme al rito de Moisés no podéis ser salvos.» 2 Pablo y Bernabé tuvieron una discusión y contienda no pequeña con ellos. Por eso se dispuso que Pablo, Bernabé y algunos otros de ellos subieran a Jerusalén, a los apóstoles y a los ancianos, para tratar esta cuestión.
3 Ellos, pues, habiendo sido encaminados por la iglesia, pasaron por Fenicia y Samaria contando la conversión de los gentiles; y causaban gran gozo a todos los hermanos.
4 Al llegar a Jerusalén fueron recibidos por la iglesia, por los apóstoles y los ancianos, y refirieron todas las cosas que Dios había hecho con ellos. 5 Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían creído, se levantaron diciendo:
—Es necesario circuncidarlos y mandarles que guarden la Ley de Moisés.
6 Entonces se reunieron los apóstoles y los ancianos para conocer de este asunto. 7 Después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo:
—Hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo Dios escogió que los gentiles oyeran por mi boca la palabra del evangelio y creyeran. 8 Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; 9 y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones. 10 Ahora pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? 11 Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos, de igual modo que ellos.
12 Entonces toda la multitud calló, y oyeron a Bernabé y a Pablo, que contaban cuán grandes señales y maravillas había hecho Dios por medio de ellos entre los gentiles. 13 Cuando ellos callaron, Jacobo respondió diciendo:
—Hermanos, oídme. 14 Simón ha contado cómo Dios visitó por primera vez a los gentiles para tomar de ellos pueblo para su nombre. 15 Y con esto concuerdan las palabras de los profetas, como está escrito:
16 »“Después de esto volveré
y reedificaré el tabernáculo de David, que está caído;
y repararé sus ruinas,
y lo volveré a levantar,
17 para que el resto de los hombres busque al Señor,
y todos los gentiles, sobre los cuales es invocado mi nombre,
18 dice el Señor, que hace conocer todo esto desde tiempos antiguos.”
19 »Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios, 20 sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre, 21 porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada sábado.
22 Entonces pareció bien a los apóstoles y a los ancianos, con toda la iglesia, elegir a algunos varones y enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé: a Judas, que tenía por sobrenombre Barsabás, a Silas, hombres principales entre los hermanos, 23 y escribir por conducto de ellos:
«Los apóstoles, los ancianos y los hermanos, a los hermanos de entre los gentiles que están en Antioquía, Siria y Cilicia: Salud. 24 Por cuanto hemos oído que algunos que han salido de nosotros, a los cuales no dimos orden, os han inquietado con palabras, perturbando vuestras almas, mandando circuncidaros y guardar la Ley, 25 nos ha parecido bien, habiendo llegado a un acuerdo, elegir varones y enviarlos a vosotros con nuestros amados Bernabé y Pablo, 26 hombres que han expuesto su vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo. 27 Así que enviamos a Judas y a Silas, los cuales también de palabra os harán saber lo mismo, 28 pues ha parecido bien al Espíritu Santo y a nosotros no imponeros ninguna carga más que estas cosas necesarias: 29 que os abstengáis de lo sacrificado a ídolos, de sangre, de ahogado y de fornicación; si os guardáis de estas cosas, bien haréis. Pasadlo bien.»
30 Así pues, los que fueron enviados descendieron a Antioquía y, reuniendo a la congregación, entregaron la carta. 31 Habiéndola leído, se regocijaron por la consolación. 32 Judas y Silas, que también eran profetas, consolaron y animaron a los hermanos con abundancia de palabras. 33 Después de pasar algún tiempo allí, fueron despedidos en paz por los hermanos para volver a aquellos que los habían enviado. 34 Sin embargo, a Silas le pareció bien quedarse allí. 35 Pablo y Bernabé continuaron en Antioquía, enseñando la palabra del Señor y anunciando el evangelio con otros muchos.
36 Después de algunos días, Pablo dijo a Bernabé:
—Volvamos a visitar a los hermanos en todas las ciudades en que hemos anunciado la palabra del Señor, para ver cómo están.
37 Bernabé quería que llevaran consigo a Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos, 38 pero a Pablo no le parecía bien llevar consigo al que se había apartado de ellos desde Panfilia y no había ido con ellos a la obra. 39 Hubo tal desacuerdo entre ambos, que se separaron el uno del otro; Bernabé, tomando a Marcos, navegó a Chipre, 40 y Pablo, escogiendo a Silas, salió encomendado por los hermanos a la gracia del Señor, 41 y pasó por Siria y Cilicia, animando a las iglesias.
La señal de los higos buenos y malos
24 Después de haber transportado Nabucodonosor, rey de Babilonia, a Jeconías hijo de Joacim, rey de Judá, a los príncipes de Judá, y a los artesanos y herreros de Jerusalén, y haberlos llevado a Babilonia, me mostró Jehová dos cestas de higos puestas delante del templo de Jehová. 2 Una cesta tenía higos muy buenos, como brevas; y la otra cesta tenía higos muy malos, que de tan malos no se podían comer. 3 Y me dijo Jehová: «¿Qué ves tú, Jeremías?» Yo dije: «Higos; higos buenos, muy buenos; y malos, muy malos, que de tan malos no se pueden comer.»
4 Y vino a mí palabra de Jehová, diciendo: 5 «Así ha dicho Jehová, Dios de Israel: Como a estos higos buenos, así miraré a los deportados de Judá, a los cuales eché de este lugar a la tierra de los caldeos, para su bien. 6 Porque pondré mis ojos sobre ellos para bien, y los volveré a esta tierra. Los edificaré y no los destruiré; los plantaré y no los arrancaré. 7 Les daré un corazón para que me conozcan que yo soy Jehová; y ellos serán mi pueblo y yo seré su Dios, porque se volverán a mí de todo corazón.
8 »Y como a los higos malos, que de tan malos no se pueden comer, así ha dicho Jehová, pondré a Sedequías, rey de Judá, a sus príncipes y al resto de Jerusalén que quedó en esta tierra, y a los que habitan en la tierra de Egipto. 9 Y los daré por horror y por mal a todos los reinos de la tierra, y por infamia, por refrán, por burla y por maldición a todos los lugares donde yo los disperse. 10 Y enviaré sobre ellos espada, hambre y peste, hasta que sean exterminados de la tierra que les di a ellos y a sus padres.»
Jesús enseña sobre el divorcio(A)
10 Levantándose de allí, vino a la región de Judea y al otro lado del Jordán. Y volvió el pueblo a juntarse a él, y de nuevo les enseñaba como solía. 2 Se acercaron los fariseos y le preguntaron, para tentarlo, si era lícito al marido repudiar a su mujer. 3 Él, respondiendo, les dijo:
—¿Qué os mandó Moisés?
4 Ellos dijeron:
—Moisés permitió dar carta de divorcio y repudiarla.
5 Respondiendo Jesús, les dijo:
—Por la dureza de vuestro corazón os escribió este mandamiento; 6 pero al principio de la creación, hombre y mujer los hizo Dios. 7 Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, 8 y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno. 9 Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre.
10 En casa volvieron los discípulos a preguntarle sobre lo mismo, 11 y les dijo:
—Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra ella; 12 y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio.
Jesús bendice a los niños(B)
13 Le presentaban niños para que los tocara, pero los discípulos reprendían a los que los presentaban. 14 Viéndolo Jesús, se indignó y les dijo:
—Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis, porque de los tales es el reino de Dios. 15 De cierto os digo que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
16 Y tomándolos en los brazos, ponía las manos sobre ellos y los bendecía.
El joven rico(C)
17 Al salir él para seguir su camino, llegó uno corriendo y, arrodillándose delante de él, le preguntó:
—Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
18 Jesús le dijo:
—¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo uno, Dios. 19 Los mandamientos sabes: “No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre.” 20 Él entonces, respondiendo, le dijo:
—Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud. 21 Entonces Jesús, mirándolo, lo amó y le dijo:
—Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz.
22 Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.
23 Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:
—¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!
24 Los discípulos se asombraron de sus palabras; pero Jesús, respondiendo, volvió a decirles:
—Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios a los que confían en las riquezas! 25 Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.
26 Ellos se asombraban aun más, diciendo entre sí:
—¿Quién, pues, podrá ser salvo?
27 Entonces Jesús, mirándolos, dijo:
—Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque todas las cosas son posibles para Dios.
28 Entonces Pedro comenzó a decirle:
—Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.
29 Respondió Jesús y dijo:
—De cierto os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, 30 que no reciba cien veces más ahora en este tiempo: casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y tierras, aunque con persecuciones, y en el siglo venidero la vida eterna. 31 Pero muchos primeros serán los últimos, y los últimos, primeros.
Nuevamente Jesús anuncia su muerte(D)
32 Iban por el camino subiendo a Jerusalén. Jesús iba delante, y ellos, asombrados, lo seguían con miedo. Entonces, volviendo a tomar a los doce aparte, les comenzó a decir las cosas que le habían de acontecer:
33 —Ahora subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas. Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles. 34 Se burlarán de él, lo azotarán, lo escupirán y lo matarán; pero al tercer día resucitará.
Petición de Santiago y de Juan(E)
35 Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se le acercaron y le dijeron:
—Maestro, queremos que nos concedas lo que vamos a pedirte.
36 Él les preguntó:
—¿Qué queréis que os haga?
37 Ellos le contestaron:
—Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.
38 Entonces Jesús les dijo:
—No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?
39 Ellos respondieron:
—Podemos.
Jesús les dijo:
—A la verdad, del vaso que yo bebo beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado seréis bautizados; 40 pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado.
41 Cuando lo oyeron los diez, comenzaron a enojarse contra Jacobo y contra Juan. 42 Pero Jesús, llamándolos, les dijo:
—Sabéis que los que son tenidos por gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y sus grandes ejercen sobre ellas potestad. 43 Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros, será vuestro servidor; 44 y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos, 45 porque el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos.
El ciego Bartimeo recibe la vista(F)
46 Entonces vinieron a Jericó; y al salir de Jericó él, sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo, el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino, mendigando. 47 Al oír que era Jesús nazareno, comenzó a gritar:
—¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
48 Y muchos lo reprendían para que callara, pero él clamaba mucho más:
—¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
49 Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarlo; y llamaron al ciego, diciéndole:
—Ten confianza; levántate, te llama.
50 Él entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús. 51 Jesús le preguntó:
—¿Qué quieres que te haga?
El ciego le dijo:
—Maestro, que recobre la vista.
52 Jesús le dijo:
—Vete, tu fe te ha salvado.
Al instante recobró la vista, y seguía a Jesús por el camino.
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