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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Reina-Valera 1995 (RVR1995)
Version
Josué 24

Discurso de despedida de Josué

24 Reunió Josué a todas las tribus de Israel en Siquem, y llamó a los ancianos de Israel, a sus príncipes, sus jueces y sus oficiales. Todos se presentaron delante de Dios. Josué dijo a todo el pueblo:

—Así dice Jehová, el Dios de Israel: “Vuestros padres habitaron antiguamente al otro lado del río, esto es, Taré, padre de Abraham y de Nacor, y servían a dioses extraños. Yo tomé a vuestro padre Abraham del otro lado del río y lo traje por toda la tierra de Canaán, aumenté su descendencia y le di a Isaac. A Isaac le di a Jacob y a Esaú. A Esaú le di en posesión los montes de Seir, pero Jacob y sus hijos descendieron a Egipto. Entonces yo envié a Moisés y a Aarón, y castigué a Egipto con lo que hice en medio de él, y después os saqué. Saqué a vuestros padres de Egipto, y llegaron al mar; los egipcios siguieron a vuestros padres hasta el Mar Rojo con carros y caballería. Cuando ellos clamaron a Jehová, él interpuso una gran oscuridad entre vosotros y los egipcios, e hizo volver sobre ellos el mar, el cual los cubrió. Vuestros ojos vieron lo que hice en Egipto.

»”Después estuvisteis muchos días en el desierto. Yo os introduje en la tierra de los amorreos, que habitaban al otro lado del Jordán, los cuales pelearon contra vosotros, pero yo los entregué en vuestras manos; ocupasteis su tierra, porque yo los exterminé de delante de vosotros. Después se levantó Balac hijo de Zipor, rey de los moabitas, a pelear contra Israel, y mandó a llamar a Balaam hijo de Beor para que os maldijera. 10 Pero yo no quise escuchar a Balaam, por lo cual os bendijo repetidamente, y os libré de sus manos. 11 Pasasteis el Jordán y llegasteis a Jericó, pero los habitantes de Jericó pelearon contra vosotros: los amorreos, ferezeos, cananeos, heteos, gergeseos, heveos y jebuseos, y yo los entregué en vuestras manos. 12 Envié delante de vosotros tábanos, los cuales expulsaron a los dos reyes amorreos antes de llegar vosotros; no fue con tu espada ni con tu arco. 13 Os di la tierra por la cual no trabajasteis y las ciudades que no edificasteis, y en las que ahora habitáis; y coméis de las viñas y olivares que no plantasteis”.

14 »Ahora, pues, temed a Jehová y servidlo con integridad y verdad; quitad de en medio de vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres al otro lado del río y en Egipto, y servid a Jehová. 15 Si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová.

16 Entonces el pueblo respondió:

—Nunca tal acontezca, que dejemos a Jehová para servir a otros dioses, 17 porque Jehová, nuestro Dios, es el que nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre; el que ha hecho estas grandes señales, y nos ha guardado durante todo el camino por donde hemos andado, y en todos los pueblos por los cuales pasamos. 18 Además, Jehová expulsó de delante de nosotros a todos los pueblos, y al amorreo que habitaba en la tierra. Nosotros, pues, también serviremos a Jehová, porque él es nuestro Dios.

19 Entonces Josué dijo al pueblo:

—No podréis servir a Jehová, porque él es un Dios santo y un Dios celoso que no sufrirá vuestras rebeliones y vuestros pecados. 20 Si dejáis a Jehová y servís a dioses ajenos, él se volverá contra vosotros, os hará el mal y os destruirá, después que os ha hecho tanto bien.

21 El pueblo entonces dijo a Josué:

—No, sino que a Jehová serviremos.

22 Josué respondió al pueblo:

—Vosotros sois testigos contra vosotros mismos de que habéis elegido a Jehová para servirlo.

—Testigos somos —respondieron ellos.

23 —Quitad, pues, ahora los dioses ajenos que están entre vosotros, e inclinad vuestro corazón a Jehová, Dios de Israel.

24 El pueblo respondió a Josué:

—A Jehová, nuestro Dios, serviremos y a su voz obedeceremos.

25 Entonces Josué hizo un pacto con el pueblo aquel mismo día, y les dio estatutos y leyes en Siquem. 26 Josué escribió estas palabras en el libro de la ley de Dios, tomó una gran piedra y la plantó allí debajo de la encina que estaba junto al santuario de Jehová. 27 Y dijo Josué a todo el pueblo:

—Esta piedra nos servirá de testigo, porque ella ha oído todas las palabras que Jehová nos ha hablado; será, pues, testigo contra vosotros, para que no mintáis contra vuestro Dios.

28 Después despidió Josué al pueblo, y cada uno volvió a su posesión.

Muerte de Josué(A)

29 Después de estas cosas murió Josué hijo de Nun, siervo de Jehová, a la edad de ciento diez años. 30 Lo sepultaron en su heredad en Timnat-sera, que está en los montes de Efraín, al norte del monte Gaas. 31 Israel sirvió a Jehová durante toda la vida de Josué, y durante toda la vida de los ancianos que sobrevivieron a Josué y que sabían todo lo que Jehová había hecho por Israel.

Sepultura de los huesos de José en Siquem

32 Enterraron en Siquem los huesos de José que los hijos de Israel habían traído de Egipto, en la parte del campo que Jacob compró, por cien monedas, de los hijos de Hamor, padre de Siquem, y que pasó a ser posesión de los hijos de José.

Muerte de Eleazar

33 También murió Eleazar hijo de Aarón, y lo enterraron en el collado de Finees, su hijo, que le fue dado en los montes de Efraín.

Hechos 4

Pedro y Juan ante el Concilio

Mientras ellos hablaban al pueblo, vinieron sobre ellos los sacerdotes con el jefe de la guardia del Templo y los saduceos, resentidos de que enseñaran al pueblo y anunciaran en Jesús la resurrección de entre los muertos. Y les echaron mano y los pusieron en la cárcel hasta el día siguiente, porque era ya tarde. Pero muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los hombres era como cinco mil.

Aconteció al día siguiente, que se reunieron en Jerusalén los gobernantes, los ancianos y los escribas, y el sumo sacerdote Anás, y Caifás, Juan, Alejandro y todos los que eran de la familia de los sumos sacerdotes; y poniéndolos en medio, les preguntaron:

—¿Con qué potestad o en qué nombre habéis hecho vosotros esto?

Entonces Pedro, lleno del Espíritu Santo, les dijo:

—Gobernantes del pueblo y ancianos de Israel: Puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, de qué manera éste ha sido sanado, 10 sea notorio a todos vosotros y a todo el pueblo de Israel que en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de los muertos, por él este hombre está en vuestra presencia sano. 11 Este Jesús es la piedra rechazada por vosotros los edificadores, la cual ha venido a ser cabeza del ángulo. 12 Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.

13 Entonces viendo la valentía de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se admiraban; y les reconocían que habían estado con Jesús. 14 Y viendo al hombre que había sido sanado, que estaba en pie con ellos, no podían decir nada en contra. 15 Entonces les ordenaron que salieran del Concilio; y deliberaban entre sí, 16 diciendo:

—¿Qué haremos con estos hombres? Porque, de cierto, señal evidente ha sido hecha por ellos, notoria a todos los que viven en Jerusalén, y no lo podemos negar. 17 Sin embargo, para que no se divulgue más entre el pueblo, amenacémoslos para que no hablen de aquí en adelante a hombre alguno en este nombre.

18 Entonces los llamaron y les ordenaron que en ninguna manera hablaran ni enseñaran en el nombre de Jesús. 19 Pero Pedro y Juan respondieron diciéndoles:

—Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios, 20 porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.

21 Ellos entonces, después de amenazarlos, los soltaron, no hallando ningún modo de castigarlos, por causa del pueblo, porque todos glorificaban a Dios por lo que se había hecho, 22 ya que el hombre en quien se había hecho este milagro de sanidad tenía más de cuarenta años.

Los creyentes piden confianza y valentía

23 Al ser puestos en libertad, vinieron a los suyos y contaron todo lo que los principales sacerdotes y los ancianos les habían dicho. 24 Ellos, al oírlo, alzaron unánimes la voz a Dios y dijeron: «Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay; 25 que por boca de David tu siervo dijiste:

»“¿Por qué se amotinan las gentes
y los pueblos piensan cosas vanas?
26 Se reunieron los reyes de la tierra
y los príncipes se juntaron en uno
contra el Señor y contra su Cristo.”

27 »Y verdaderamente se unieron en esta ciudad Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, 28 para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes determinado que sucediera. 29 Y ahora, Señor, mira sus amenazas y concede a tus siervos que con toda valentía hablen tu palabra, 30 mientras extiendes tu mano para que se hagan sanidades, señales y prodigios mediante el nombre de tu santo Hijo Jesús.»

31 Cuando terminaron de orar, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban con valentía la palabra de Dios.

Todas las cosas en común

32 La multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma. Ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. 33 Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos. 34 Así que no había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el producto de lo vendido 35 y lo ponían a los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad. 36 Entonces José, a quien los apóstoles pusieron por sobrenombre Bernabé (que significa «Hijo de consolación»), levita, natural de Chipre, 37 vendió una heredad que tenía y trajo el producto de la venta y lo puso a los pies de los apóstoles.

Jeremías 13

La señal del cinto podrido

13 Así me dijo Jehová: «Ve y cómprate un cinto de lino. Cíñelo a tu cintura, pero no lo metas en agua.» Compré el cinto, conforme a la palabra de Jehová, y lo ceñí a mi cintura. Vino a mí por segunda vez palabra de Jehová, diciendo: «Toma el cinto que compraste, el cual ciñe tu cintura, levántate, ve al Éufrates y escóndelo allí, en la hendidura de una peña.» Fui, pues, al Éufrates y lo escondí, como Jehová me había mandado.

Después de muchos días me dijo Jehová: «Levántate, ve al Éufrates y toma el cinto que te mandé esconder allí.» Entonces fui al Éufrates, cavé y tomé el cinto del lugar donde lo había escondido, pero el cinto se había podrido y ya no servía para nada.

Y vino a mí palabra de Jehová, diciendo: «Así ha dicho Jehová: Así haré podrir la soberbia de Judá y la mucha soberbia de Jerusalén. 10 Este pueblo malo, que no quiere escuchar mis palabras, que anda en las imaginaciones de su corazón y que va en pos de dioses ajenos para servirlos y para postrarse ante ellos, vendrá a ser como este cinto, que ya no sirve para nada. 11 Porque como el cinto se ajusta a la cintura del hombre, así hice que se ajustara a mí toda la casa de Israel y toda la casa de Judá, dice Jehová, para que fueran mi pueblo, y para renombre, para alabanza y para honra; pero no escucharon.

La señal de las tinajas llenas

12 »Les dirás, pues, esta palabra: “Así ha dicho Jehová, Dios de Israel: Toda tinaja se llenará de vino.” Y ellos te dirán: “¿No sabemos que toda tinaja se llenará de vino?” 13 Entonces les dirás: Así ha dicho Jehová: “Yo lleno de embriaguez a todos los habitantes de esta tierra, a los reyes de la estirpe de David que se sientan sobre su trono, a los sacerdotes y profetas y a todos los habitantes de Jerusalén. 14 Y los quebrantaré, a los unos contra los otros, juntamente a los padres y a los hijos, dice Jehová. No perdonaré, ni tendré piedad ni misericordia, sino que los destruiré.”»

Judá será llevada en cautiverio

15 Oíd y prestad atención:
no os envanezcáis, pues Jehová ha hablado.
16 Dad gloria a Jehová, vuestro Dios,
antes que haga venir tinieblas,
antes que vuestros pies tropiecen en montes de oscuridad,
y que, esperando vosotros la luz,
él os la vuelva en sombra de muerte y tinieblas.
17 Mas si no escucháis esto,
en secreto llorará mi alma a causa de vuestra soberbia;
y llorando amargamente, se desharán mis ojos en lágrimas,
porque el rebaño de Jehová fue hecho cautivo.

18 «Di al rey y a la reina:
“Humillaos, sentaos en tierra,
porque la corona de vuestra gloria ha caído de vuestras cabezas.”
19 Las ciudades del Neguev fueron cerradas
y no hubo quien las abriera;
toda Judá fue deportada,
llevada en cautiverio fue toda ella.
20 Alzad vuestros ojos
y ved a los que vienen del norte.
¿Dónde está el rebaño que te fue dado,
tu hermosa grey?

21 »¿Qué dirás cuando él ponga como cabeza sobre ti
a aquellos a quienes tú enseñaste a ser tus amigos?
¿No te darán dolores
como los de una mujer que está de parto?
22 Quizá digas en tu corazón:
“¿Por qué me ha sobrevenido esto?”
¡Por la enormidad de tu maldad
fueron alzadas tus faldas,
fueron desnudados tus calcañares!
23 ¿Podrá cambiar el etíope su piel
y el leopardo sus manchas?
Así también,
¿podréis vosotros hacer el bien,
estando habituados a hacer lo malo?
24 Por tanto, yo los esparciré al viento del desierto,
como tamo que pasa.
25 Ésta es tu suerte,
la porción que yo he medido para ti,
dice Jehová,
porque te olvidaste de mí y confiaste en la mentira.
26 Yo, pues, te alzaré también las faldas hasta el rostro,
y se verá tu vergüenza:
27 tus adulterios, tus relinchos,
la maldad de tu fornicación sobre los collados.
En el campo he visto tus abominaciones.
¡Ay de ti, Jerusalén!
¿No serás al fin limpia?
¿Cuánto tardarás en purificarte?»

Mateo 27

Jesús ante Pilato(A)

27 Cuando llegó la mañana, todos los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo dispusieron contra Jesús un plan para entregarlo a muerte. Lo llevaron atado y lo entregaron a Poncio Pilato, el gobernador.

Muerte de Judas

Entonces Judas, el que lo había entregado, viendo que era condenado, devolvió arrepentido las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos, diciendo:

—Yo he pecado entregando sangre inocente.

Pero ellos dijeron:

—¿Qué nos importa a nosotros? ¡Allá tú!

Entonces, arrojando las piezas de plata en el Templo, salió, y fue y se ahorcó. Los principales sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron:

—No está permitido echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque es precio de sangre.

Y, después de consultar, compraron con ellas el campo del alfarero, para sepultura de los extranjeros. Por lo cual aquel campo se llama hasta el día de hoy: «Campo de sangre». Así se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo: «Tomaron las treinta piezas de plata, precio del apreciado, según precio puesto por los hijos de Israel, 10 y las dieron para el campo del alfarero, como me ordenó el Señor.»

Pilato interroga a Jesús(B)

11 Jesús, pues, estaba en pie delante del gobernador; y éste le preguntó, diciendo:

—¿Eres tú el Rey de los judíos?

Jesús le dijo:

—Tú lo dices.

12 Y siendo acusado por los principales sacerdotes y por los ancianos, nada respondió. 13 Pilato entonces le dijo:

—¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti?

14 Pero Jesús no le respondió ni una palabra, de tal manera que el gobernador estaba muy asombrado.

Jesús es sentenciado a muerte(C)

15 Ahora bien, en el día de la fiesta acostumbraba el gobernador soltar al pueblo un preso, el que quisieran. 16 Y tenían entonces un preso famoso llamado Barrabás. 17 Reunidos, pues, ellos, les preguntó Pilato:

—¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás o a Jesús, llamado el Cristo? 18 (Porque sabía que por envidia lo habían entregado.) 19 Y estando él sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:

—No tengas nada que ver con ese justo, porque hoy he sufrido mucho en sueños por causa de él.

20 Pero los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud que pidiera a Barrabás y que se diera muerte a Jesús. 21 Respondiendo el gobernador, les dijo:

—¿A cuál de los dos queréis que os suelte?

Y ellos dijeron:

—A Barrabás.

22 Pilato les preguntó:

—¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo?

Todos le dijeron:

—¡Sea crucificado!

23 El gobernador les dijo:

—Pues ¿qué mal ha hecho?

Pero ellos gritaban aún más, diciendo:

—¡Sea crucificado!

24 Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo:

—Inocente soy yo de la sangre de este justo. Allá vosotros.

25 Y respondiendo todo el pueblo, dijo:

—Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos.

26 Entonces les soltó a Barrabás, y habiendo azotado a Jesús, lo entregó para ser crucificado.

27 Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía. 28 Lo desnudaron y le echaron encima un manto escarlata; 29 pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, se burlaban, diciendo:

—¡Salve, rey de los judíos!

30 Le escupían, y tomando la caña lo golpeaban en la cabeza. 31 Después de haberse burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus vestidos y lo llevaron para crucificarle.

Crucifixión y muerte de Jesús(D)

32 Al salir hallaron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón; a éste obligaron a que llevara la cruz. 33 Cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, (que significa: «Lugar de la Calavera»), 34 le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; pero, después de haberlo probado, no quiso beberlo.

35 Cuando lo hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes, para que se cumpliera lo dicho por el profeta: «Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes.» 36 Y sentados lo custodiaban allí. 37 Pusieron sobre su cabeza su causa escrita: «Éste es Jesús, el rey de los judíos.»

38 Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda. 39 Los que pasaban lo insultaban meneando la cabeza 40 y diciendo: «Tú, el que derribas el Templo y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo. Si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz.»

41 De esta manera también los principales sacerdotes, junto con los escribas, los fariseos y los ancianos, se burlaban de él y decían: 42 «A otros salvó, pero a sí mismo no se puede salvar. Si es el Rey de Israel, que descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. 43 Confió en Dios; líbrelo ahora si le quiere, porque ha dicho: “Soy Hijo de Dios.”»

44 Del mismo modo lo insultaban los ladrones que habían sido crucificados con él.

Muerte de Jesús(E)

45 Desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena. 46 Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: «Elí, Elí, ¿lama sabactani?» (que significa: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?»).

47 Algunos de los que estaban allí decían al oírlo:

—A Elías llama éste.

48 Al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, la empapó de vinagre, la puso en una caña y le dio a beber.

49 Pero los otros decían:

—Deja, veamos si viene Elías a librarlo.

50 Pero Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.

51 Entonces el velo del Templo se rasgó en dos, de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se partieron, 52 los sepulcros se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; 53 y después que él resucitó, salieron de los sepulcros, entraron en la santa ciudad y aparecieron a muchos. 54 El centurión y los que estaban con él custodiando a Jesús, al ver el terremoto y las cosas que habían sido hechas, llenos de miedo dijeron: «Verdaderamente éste era Hijo de Dios.»

55 Estaban allí muchas mujeres mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndolo. 56 Entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.

Jesús es sepultado(F)

57 Cuando cayó la noche, llegó un hombre rico, de Arimatea, llamado José, que también había sido discípulo de Jesús. 58 Éste fue a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que se le diera el cuerpo. 59 Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia 60 y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña; y después de hacer rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, se fue. 61 Estaban allí María Magdalena y la otra María, sentadas delante del sepulcro.

La guardia ante la tumba

62 Al día siguiente, que es después de la preparación, se reunieron los principales sacerdotes y los fariseos ante Pilato 63 y le dijeron:

—Señor, nos acordamos que aquel mentiroso, estando en vida, dijo: “Después de tres días resucitaré.” 64 Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos de noche, lo hurten y digan al pueblo: “Resucitó de entre los muertos.” Y será el último engaño peor que el primero.

65 Pilato les dijo:

—Ahí tenéis una guardia; id, aseguradlo como sabéis.

66 Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia.

Reina-Valera 1995 (RVR1995)

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