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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Reina-Valera 1995 (RVR1995)
Version
Éxodo 2

Nacimiento de Moisés

Un hombre de la familia de Leví fue y tomó por mujer a una hija de Leví, la que concibió y dio a luz un hijo. Al ver que era hermoso, lo tuvo escondido durante tres meses. Pero no pudiendo ocultarlo más tiempo, tomó una canasta, la calafateó con asfalto y brea, colocó en ella al niño y la puso entre los juncos a la orilla del río. Y una hermana suya se puso a lo lejos para ver lo que le acontecería.

La hija del faraón descendió a lavarse al río y, mientras sus doncellas se paseaban por la ribera del río, vio ella la canasta entre los juncos y envió una criada suya para que la tomara. Cuando la abrió, vio al niño, que estaba llorando. Llena de compasión por él, exclamó:

—Éste es un niño de los hebreos.

Entonces la hermana del niño dijo a la hija del faraón:

—¿Quieres que te llame a una nodriza de las hebreas para que te críe a este niño?

—Ve —respondió la hija del faraón.

La joven fue y llamó a la madre del niño, a la cual dijo la hija del faraón:

—Llévate a este niño y críamelo; yo te lo pagaré.

La mujer tomó al niño y lo crió. 10 Y cuando el niño creció, se lo entregó a la hija del faraón, la cual lo crió como hijo suyo y le puso por nombre Moisés, diciendo: «Porque de las aguas lo saqué.»

Moisés huye de Egipto

11 En aquellos días sucedió que, crecido ya Moisés, salió a visitar a sus hermanos. Los vio en sus duras tareas, y observó a un egipcio que golpeaba a uno de sus hermanos hebreos. 12 Entonces miró a todas partes, y viendo que no había nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena. 13 Al día siguiente salió, vio a dos hebreos que reñían, y preguntó al que maltrataba al otro:

—¿Por qué golpeas a tu prójimo?

14 Él respondió:

—¿Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre nosotros? ¿Piensas matarme como mataste al egipcio?

Entonces Moisés tuvo miedo, y pensó: «Ciertamente esto ha sido descubierto.»

15 Cuando el faraón oyó acerca de este hecho, procuró matar a Moisés; pero Moisés huyó de la presencia del faraón y habitó en la tierra de Madián. Allí se sentó junto a un pozo.

16 El sacerdote de Madián tenía siete hijas, que fueron a sacar agua para llenar las pilas y dar de beber a las ovejas de su padre. 17 Pero llegaron los pastores y las echaron de allí; entonces Moisés se levantó, las defendió y dio de beber a sus ovejas. 18 Cuando ellas volvieron junto a su padre Reuel, éste les preguntó:

—¿Por qué habéis venido hoy tan pronto?

19 —Un varón egipcio nos libró de manos de los pastores; también nos sacó el agua y dio de beber a las ovejas —respondieron ellas.

20 Preguntó entonces Reuel a sus hijas:

—¿Dónde está? ¿Por qué habéis dejado marchar a ese hombre? Llamadlo para que coma.

21 Moisés aceptó vivir en casa de aquel hombre; y éste dio a su hija Séfora por mujer a Moisés.

22 Ella le dio a luz un hijo, y él le puso por nombre Gersón, pues dijo: «Forastero soy en tierra ajena.»

23 Aconteció que después de muchos días murió el rey de Egipto. Los hijos de Israel, que gemían a causa de la servidumbre, clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos desde lo profundo de su servidumbre. 24 Dios oyó el gemido de ellos y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob. 25 Y miró Dios a los hijos de Israel, y conoció su condición.

Lucas 5

La pesca milagrosa(A)

Aconteció que estando Jesús junto al Lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios. Vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; los pescadores habían descendido de ellas y lavaban sus redes. Entró en una de aquellas barcas, la cual era de Simón y le rogó que la apartara de tierra un poco. Luego, sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón:

—Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.

Respondiendo Simón, le dijo:

—Maestro, toda la noche hemos estado trabajando y nada hemos pescado; pero en tu palabra echaré la red.

Cuando lo hicieron, recogieron tal cantidad de peces que su red se rompía. Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca para que acudieran a ayudarlos. Ellos vinieron y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían. Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo:

—Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.

Por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él y de todos los que estaban con él, 10 y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Pero Jesús dijo a Simón:

—No temas; desde ahora serás pescador de hombres.

11 Trajeron a tierra las barcas y, dejándolo todo, lo siguieron.

Jesús sana a un leproso(B)

12 Sucedió que estando él en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra, el cual, viendo a Jesús, se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo:

—Señor, si quieres, puedes limpiarme.

13 Jesús entonces, extendiendo la mano, lo tocó, diciendo:

—Quiero, sé limpio.

Y al instante la lepra se fue de él. 14 Jesús le mandó que no lo dijera a nadie. Le dijo:

—Ve, muéstrate al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para testimonio a ellos.

15 Pero su fama se extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírlo y para que los sanara de sus enfermedades. 16 Pero él se apartaba a lugares desiertos para orar.

Jesús sana a un paralítico(C)

17 Aconteció un día que él estaba enseñando, y estaban sentados los fariseos y doctores de la Ley, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, de Judea y Jerusalén; y el poder del Señor estaba con él para sanar. 18 Sucedió que unos hombres que traían en una camilla a un hombre que estaba paralítico, procuraban entrar y ponerlo delante de él. 19 Pero no hallando cómo hacerlo a causa de la multitud, subieron encima de la casa y por el tejado lo bajaron con la camilla y lo pusieron en medio, delante de Jesús. 20 Al ver él la fe de ellos, le dijo:

—Hombre, tus pecados te son perdonados.

21 Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a pensar, diciendo: «¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?»

22 Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, les preguntó:

—¿Qué pensáis en vuestros corazones? 23 ¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados te son perdonados”, o decir: “Levántate y anda”? 24 Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados —dijo al paralítico—: A ti te digo: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.

25 Al instante se levantó en presencia de ellos, tomó la camilla en que estaba acostado y se fue a su casa glorificando a Dios. 26 Y todos, sobrecogidos de asombro, glorificaban a Dios. Llenos de temor, decían:

—Hoy hemos visto maravillas.

Llamamiento de Leví(D)

27 Después de estas cosas salió y vio a un publicano llamado Leví, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo:

—Sígueme.

28 Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.

29 Leví le hizo un gran banquete en su casa; y había mucha compañía de publicanos y de otros que estaban a la mesa con ellos. 30 Los escribas y los fariseos murmuraban contra los discípulos, diciendo:

—¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y pecadores?

31 Respondiendo Jesús, les dijo:

—Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. 32 No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.

La pregunta sobre el ayuno(E)

33 Entonces ellos le preguntaron:

—¿Por qué los discípulos de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, y asimismo los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben?

34 Él les dijo:

—¿Podéis acaso hacer que los que están de bodas ayunen entre tanto que el esposo está con ellos? 35 Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado; entonces, en aquellos días, ayunarán.

36 Les dijo también una parábola:

—Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo y lo pone en un vestido viejo, pues si lo hace, no solamente rompe el nuevo, sino que el remiendo sacado de él no armoniza con el viejo. 37 Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo romperá los odres y se derramará, y los odres se perderán. 38 Pero el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar, y lo uno y lo otro se conservan. 39 Y nadie que haya bebido del añejo querrá luego el nuevo, porque dice: “El añejo es mejor.”

Job 19

Job confía en que Dios lo justificará

19 Respondió entonces Job y dijo:

«¿Hasta cuándo angustiaréis mi alma
y me moleréis con palabras?
Ya me habéis insultado diez veces,
¿no os avergonzáis de injuriarme?
Aun siendo verdad que yo haya errado,
sobre mí recaería mi error.
Pero si vosotros os jactáis contra mí,
y contra mí alegáis mi oprobio,
sabed ahora que Dios me ha derribado,
y me ha atrapado en su red.
Yo grito: “¡Agravio!”, pero no se me oye;
doy voces, pero no se me hace justicia.
Dios ha cercado con valla mi camino y no puedo pasar;
y sobre mis veredas ha tendido tinieblas.
Me ha despojado de mi gloria
y ha quitado la corona de mi cabeza.
10 Por todos lados me ha arruinado, y perezco;
ha hecho que pase mi esperanza como un árbol arrancado.
11 Hace arder contra mí su furor
y me tiene por uno de sus enemigos.
12 A una vienen sus ejércitos, se atrincheran contra mí,
y acampan en derredor de mi morada.

13 »Hace que de mí se alejen mis hermanos,
y que mis conocidos, como extraños, se aparten de mí.
14 Mis parientes se detienen;
mis conocidos me olvidan.
15 Los moradores de mi casa y mis criadas me tienen por extraño;
forastero soy yo ante sus ojos.
16 Llamo a mi siervo y no responde,
aun cuando con mi propia boca le suplico.
17 Mi aliento ha venido a ser extraño a mi mujer,
aunque por los hijos de mis entrañas le rogaba.
18 Incluso los muchachos me desprecian,
y al levantarme hablan contra mí.
19 Todos mis íntimos amigos me aborrecen;
los que yo amo se vuelven contra mí.
20 Mi piel y mi carne se han pegado a mis huesos,
y he escapado con sólo la piel de mis dientes.
21 ¡Vosotros, mis amigos, tened compasión de mí!
¡Tened compasión de mí,
porque la mano de Dios me ha tocado!
22 ¿Por qué vosotros me perseguís, lo mismo que Dios,
y ni aun de mi carne os saciáis?

23 »¡Quién diera ahora que mis palabras fueran escritas!
¡Quién diera que se escribiesen en un libro,
24 o que con cincel de hierro y con plomo
fueran esculpidas en piedra para siempre!
25 Pero yo sé que mi Redentor vive,
y que al fin se levantará sobre el polvo,
26 y que después de deshecha esta mi piel,
en mi carne he de ver a Dios.
27 Lo veré por mí mismo;
mis ojos lo verán, no los de otro.
Pero ahora mi corazón se consume dentro de mí.

28 »Deberíais decir: “¿Por qué lo perseguimos,
si la raíz de su situación está en él mismo?”
29 ¡Temed vosotros delante de la espada,
porque sobreviene el furor de la espada a causa de las injusticias!
¡Sabed, pues, que hay un juicio!»

1 Corintios 6

Litigios delante de los incrédulos

¿Se atreve alguno de vosotros, cuando tiene algo contra otro, llevar el asunto ante los injustos y no delante de los santos? ¿No sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar asuntos tan pequeños? ¿No sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida? Si, pues, tenéis pleitos sobre asuntos de esta vida, ¿por qué ponéis, para juzgar, a los que son de menor estima en la iglesia? Para avergonzaros lo digo. Pues qué, ¿no hay entre vosotros ni uno solo que sea sabio para poder juzgar entre sus hermanos? Un hermano pleitea contra otro hermano, ¡y lo hace ante los incrédulos! Ciertamente, ya es una falta en vosotros que tengáis pleitos entre vosotros mismos. ¿Por qué no sufrís más bien el agravio? ¿Por qué no sufrís más bien el ser defraudados? Pero vosotros cometéis el agravio y defraudáis, ¡y esto a los hermanos!

¿No sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales, 10 ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. 11 Y esto erais algunos de vosotros, pero ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios.

Glorificad a Dios en vuestro cuerpo

12 Todas las cosas me son lícitas, pero no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, pero yo no me dejaré dominar por ninguna. 13 Los alimentos son para el vientre, y el vientre para los alimentos; pero tanto al uno como a los otros destruirá Dios. Pero el cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor y el Señor para el cuerpo. 14 Y Dios, que levantó al Señor, también a nosotros nos levantará con su poder.

15 ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo y los haré miembros de una ramera? ¡De ninguna manera! 16 ¿O no sabéis que el que se une con una ramera, es un cuerpo con ella?, porque ¿no dice la Escritura: «Los dos serán una sola carne»? 17 Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él.

18 Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; pero el que fornica, contra su propio cuerpo peca. 19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual habéis recibido de Dios, y que no sois vuestros?, 20 pues habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.

Reina-Valera 1995 (RVR1995)

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