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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Reina-Valera 1995 (RVR1995)
Version
2 Crónicas 25

Reinado de Amasías(A)

25 Veinticinco años tenía Amasías cuando comenzó a reinar, y veintinueve años reinó en Jerusalén; el nombre de su madre era Joadán, de Jerusalén. Hizo él lo recto ante los ojos de Jehová, aunque no de perfecto corazón.

Cuando fue confirmado en el reino, mató a los siervos que habían matado al rey, su padre. Pero no mató a los hijos de ellos, según lo que está escrito en la Ley, en el libro de Moisés, donde Jehová mandó diciendo: «No morirán los padres por los hijos, ni los hijos por los padres, sino cada uno morirá por su pecado.»

Reunió luego Amasías a Judá y, con arreglo a las familias, puso jefes de millares y de centenas sobre todo Judá y Benjamín. Después puso en lista a todos los de veinte años para arriba, y fueron hallados trescientos mil escogidos para salir a la guerra, que tenían lanza y escudo. Y de Israel tomó a sueldo por cien talentos de plata, a cien mil hombres valientes.

Pero un varón de Dios vino ante él y le dijo:

—Rey, que no vaya contigo el ejército de Israel, porque Jehová no está con Israel, ni con todos los hijos de Efraín. Pero si vas así, si eso haces y te esfuerzas en la pelea, Dios te hará caer delante de los enemigos; porque Dios tiene poder para ayudar, y para derribar.

Le preguntó Amasías al varón de Dios:

—¿Qué, pues, se hará con los cien talentos que he dado al ejército de Israel?

Respondió el varón de Dios:

—Jehová puede darte mucho más que esto.

10 Entonces Amasías apartó el ejército de la gente que había venido a unírsele de Efraín, para que se fueran a sus casas. Ellos se enojaron mucho contra Judá y volvieron a sus casas encolerizados.

11 Amasías se armó de valor, sacó a su pueblo, vino al valle de la Sal y mató a diez mil de los hijos de Seir. 12 Los hijos de Judá tomaron vivos a otros diez mil, los cuales llevaron a la cumbre de un peñasco, los despeñaron desde allí, y todos se hicieron pedazos.

13 Mientras tanto, los del ejército que Amasías había despedido, para que no fueran con él a la guerra, invadieron las ciudades de Judá, desde Samaria hasta Bet-horón, mataron a tres mil personas y recogieron mucho botín.

14 Al volver Amasías de la matanza de los edomitas, trajo también consigo los dioses de los hijos de Seir, los tomó por dioses suyos, los adoró y les quemó incienso. 15 Por esto se encendió la ira de Jehová contra Amasías, y le envió un profeta que le dijo:

—¿Por qué has buscado los dioses de una nación que no han podido librar a su pueblo de tus manos?

16 Mientras el profeta hablaba estas cosas, él lo interrumpió:

—¿Acaso te han nombrado consejero del rey? Déjate de eso. ¿O es que quieres que te maten?

El profeta concluyó diciendo:

—Yo sé que Dios ha determinado destruirte, porque has hecho esto y no obedeciste mi consejo.

17 Pero Amasías, rey de Judá, después de tomar consejo, envió a decir a Joás hijo de Joacaz hijo de Jehú, rey de Israel: «Ven y veámonos cara a cara.» 18 Entonces Joás, rey de Israel, envió a decir a Amasías, rey de Judá: «El cardo que estaba en el Líbano le mandó a decir al cedro que estaba en el Líbano: “Da tu hija a mi hijo por mujer.” Pero las fieras que estaban en el Líbano pasaron y pisotearon el cardo. 19 Tú dices: “He derrotado a Edom.” Por eso se enaltece y gloría tu corazón. Pero mejor quédate ahora en tu casa. ¿Para qué provocas un mal en que puedas caer tú y Judá contigo?»

20 Pero Amasías no quiso oír; pues era la voluntad de Dios entregarlos en manos de sus enemigos, por cuanto habían buscado a los dioses de Edom. 21 Subió, pues, Joás, rey de Israel, y se vieron cara a cara él y Amasías, rey de Judá, en la batalla de Bet-semes de Judá. 22 Y Judá cayó delante de Israel, y huyó cada uno a su casa. 23 Joás, rey de Israel, apresó en Bet-semes a Amasías, rey de Judá, hijo de Joás hijo de Joacaz, y lo llevó a Jerusalén, en cuyo muro hizo una brecha desde la puerta de Efraín hasta la puerta del Ángulo, un tramo de cuatrocientos codos. 24 Asimismo tomó todo el oro y la plata, y todos los utensilios que se hallaron en la casa de Dios en casa de Obed-edom, los tesoros de la casa del rey y los hijos de los nobles como rehenes; después volvió a Samaria.

25 Amasías hijo de Joás, rey de Judá, vivió aún quince años después de la muerte de Joás hijo de Joacaz, rey de Israel. 26 Los demás hechos de Amasías, los primeros y los últimos, ¿no están escritos en el libro de los reyes de Judá y de Israel? 27 Desde el tiempo en que Amasías se apartó de Jehová, empezaron a conspirar contra él en Jerusalén; y habiendo huido a Laquis, lo persiguieron hasta esa ciudad y allá lo mataron; 28 lo trajeron en caballos y lo sepultaron con sus padres en la ciudad de Judá.

Apocalipsis 12

La mujer y el dragón

12 Apareció en el cielo una gran señal: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies y sobre su cabeza una corona de doce estrellas. Estaba encinta y gritaba con dolores de parto, en la angustia del alumbramiento. Otra señal también apareció en el cielo: un gran dragón escarlata que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas tenía siete diademas. Su cola arrastró la tercera parte de las estrellas del cielo y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró frente a la mujer que estaba para dar a luz, a fin de devorar a su hijo tan pronto como naciera. Ella dio a luz un hijo varón, que va a regir a todas las naciones con vara de hierro; y su hijo fue arrebatado para Dios y para su trono. La mujer huyó al desierto, donde tenía un lugar preparado por Dios para ser sustentada allí por mil doscientos sesenta días.

Entonces hubo una guerra en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón. Luchaban el dragón y sus ángeles, pero no prevalecieron ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama Diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero. Fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él. 10 Entonces oí una gran voz en el cielo, que decía:

«Ahora ha venido la salvación,
el poder y el reino de nuestro Dios
y la autoridad de su Cristo,
porque ha sido expulsado el acusador
de nuestros hermanos,
el que los acusaba
delante de nuestro Dios día y noche.
11 Ellos lo han vencido
por medio de la sangre del Cordero
y de la palabra del testimonio de ellos,
que menospreciaron sus vidas
hasta la muerte.
12 Por lo cual alegraos, cielos,
y los que moráis en ellos.
¡Ay de los moradores de la tierra y del mar!,
porque el diablo
ha descendido a vosotros con gran ira,
sabiendo que tiene poco tiempo.»

13 Cuando el dragón vio que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón. 14 Pero se le dieron a la mujer las dos alas de la gran águila para que volara de delante de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo. 15 Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, para que fuera arrastrada por el río. 16 Pero la tierra ayudó a la mujer, pues la tierra abrió su boca y se tragó el río que el dragón había echado de su boca. 17 Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer y se fue a hacer la guerra contra el resto de la descendencia de ella, contra los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo.

Zacarías 8

Promesa de la restauración de Jerusalén

Recibí de Jehová de los ejércitos esta palabra:

«Así ha dicho Jehová de los ejércitos:
Celé a Sión con gran celo,
y con gran ira la celé.

»Así dice Jehová:

»Yo he restaurado a Sión
y habitaré en medio de Jerusalén.
Jerusalén se llamará ciudad de la Verdad,
y el monte de Jehová de los ejércitos, monte de Santidad.

»Así ha dicho Jehová de los ejércitos:

»Aún han de morar ancianos y ancianas
en las calles de Jerusalén,
cada cual con un bastón en la mano
por lo avanzado de su edad.
Y las calles de la ciudad estarán llenas
de muchachos y muchachas que jugarán en ellas.

»Así dice Jehová de los ejércitos:

»Si esto parece imposible
a los ojos del resto de este pueblo en aquellos días,
¿también será imposible para mí?,
dice Jehová de los ejércitos.

»Así ha dicho Jehová de los ejércitos:

»Yo salvo a mi pueblo de la tierra del oriente
y de la tierra donde se pone el sol;
los traeré y habitarán en medio de Jerusalén.
Ellos serán mi pueblo,
y yo seré su Dios en verdad y en justicia.

»Así ha dicho Jehová de los ejércitos:

»Cobrad ánimo, vosotros que oís en estos días
estas palabras de la boca de los profetas,
desde el día que se echó el cimiento a la casa de Jehová de los ejércitos,
para edificar el Templo.
10 Porque antes de estos días no ha habido paga de hombre ni paga de bestia,
ni hubo paz para el que salía ni para el que entraba, a causa del enemigo,
pues yo dejé que todos los hombres se enfrentaran unos con otros.
11 Mas ahora no haré con el resto de este pueblo
como en aquellos pasados días,
dice Jehová de los ejércitos.
12 Porque habrá simiente de paz:
la vid dará su fruto, la tierra, su producto, y los cielos, su rocío;
y haré que el resto de este pueblo posea todo esto.
13 Y así como fuisteis maldición entre las naciones,
casa de Judá y casa de Israel,
así os salvaré y seréis bendición.
¡No temáis! ¡Cobrad ánimo!

14 »Porque así ha dicho Jehová de los ejércitos: Como pensé haceros mal cuando vuestros padres me provocaron a ira, dice Jehová de los ejércitos, y no me arrepentí, 15 así en cambio he pensado hacer bien a Jerusalén y a la casa de Judá en estos días. No temáis. 16 Éstas son las cosas que habéis de hacer: Hablad verdad cada cual con su prójimo; juzgad según la verdad y lo conducente a la paz en vuestras puertas. 17 Ninguno de vosotros piense mal en su corazón contra su prójimo, ni améis el juramento falso, porque todas éstas son cosas que aborrezco, dice Jehová.»

18 Recibí esta palabra de Jehová de los ejércitos: 19 «Así ha dicho Jehová de los ejércitos: Los ayunos del cuarto, el quinto, el séptimo, y el décimo mes, se convertirán para la casa de Judá en gozo y alegría, y en fiestas solemnes. Amad, pues, la verdad y la paz.

20 »Así ha dicho Jehová de los ejércitos:

»Aún vendrán pueblos y habitantes de muchas ciudades.
21 Vendrán los habitantes de una ciudad a otra y dirán:
“¡Vamos a implorar el favor de Jehová
y a buscar a Jehová de los ejércitos!”
¡Yo también iré!
22 Y vendrán muchos pueblos y naciones poderosas
a buscar a Jehová de los ejércitos en Jerusalén
y a implorar el favor de Jehová.

23 »Así ha dicho Jehová de los ejércitos: En aquellos días acontecerá que diez hombres de las naciones de toda lengua tomarán del manto a un judío, y le dirán: “Iremos con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros.”»

Juan 11

Muerte de Lázaro

11 Estaba enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana. (María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume y le secó los pies con sus cabellos). Enviaron, pues, las hermanas a decir a Jesús:

—Señor, el que amas está enfermo.

Jesús, al oírlo, dijo:

—Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.

Y amaba Jesús a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Luego, después de esto, dijo a los discípulos:

—Vamos de nuevo a Judea.

Le dijeron los discípulos:

—Rabí, hace poco los judíos intentaban apedrearte, ¿y otra vez vas allá?

Respondió Jesús:

—¿No tiene el día doce horas? El que anda de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; 10 pero el que anda de noche, tropieza, porque no hay luz en él.

11 Dicho esto, agregó:

—Nuestro amigo Lázaro duerme, pero voy a despertarlo.

12 Dijeron entonces sus discípulos:

—Señor, si duerme, sanará.

13 Jesús decía esto de la muerte de Lázaro, pero ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño. 14 Entonces Jesús les dijo claramente:

—Lázaro ha muerto, 15 y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que creáis; pero vamos a él.

16 Dijo entonces Tomás, llamado Dídimo, a sus condiscípulos:

—Vamos también nosotros, para que muramos con él.

Jesús, la resurrección y la vida

17 Llegó, pues, Jesús y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro. 18 Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios, 19 y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María, para consolarlas por su hermano. 20 Entonces Marta, cuando oyó que Jesús llegaba, salió a encontrarlo, pero María se quedó en casa. 21 Marta dijo a Jesús:

—Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. 22 Pero también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará.

23 Jesús le dijo:

—Tu hermano resucitará.

24 Marta le dijo:

—Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día final.

25 Le dijo Jesús:

—Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. 26 Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?

27 Le dijo:

—Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.

Jesús llora ante la tumba de Lázaro

28 Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto:

—El Maestro está aquí, y te llama.

29 Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y fue a él. 30 Jesús todavía no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta lo había encontrado. 31 Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo:

—Va al sepulcro, a llorar allí.

32 María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verlo, se postró a sus pies, diciéndole:

—Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano.

33 Jesús entonces, al verla llorando y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió, 34 y preguntó:

—¿Dónde lo pusisteis?

Le dijeron:

—Señor, ven y ve.

35 Jesús lloró. 36 Dijeron entonces los judíos:

—¡Mirad cuánto lo amaba!

37 Y algunos de ellos dijeron:

—¿No podía éste, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera?

Resurrección de Lázaro

38 Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva y tenía una piedra puesta encima. 39 Dijo Jesús:

—Quitad la piedra.

Marta, la hermana del que había muerto, le dijo:

—Señor, hiede ya, porque lleva cuatro días.

40 Jesús le dijo:

—¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?

41 Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo:

—Padre, gracias te doy por haberme oído. 42 Yo sé que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado.

43 Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz:

—¡Lázaro, ven fuera!

44 Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo:

—Desatadlo y dejadlo ir.

El complot para matar a Jesús(A)

45 Entonces muchos de los judíos que habían ido para acompañar a María y vieron lo que había hecho Jesús, creyeron en él. 46 Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les dijeron lo que Jesús había hecho. 47 Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron el Concilio, y dijeron:

—¿Qué haremos?, pues este hombre hace muchas señales. 48 Si lo dejamos así, todos creerán en él, y vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación.

49 Entonces Caifás, uno de ellos, sumo sacerdote aquel año, les dijo:

—Vosotros no sabéis nada, 50 ni os dais cuenta de que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca.

51 Esto no lo dijo por sí mismo, sino que como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación; 52 y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos. 53 Así que desde aquel día acordaron matarlo.

54 Por eso, Jesús ya no andaba abiertamente entre los judíos, sino que se alejó de allí a la región contigua al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y se quedó allí con sus discípulos.

55 Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos subieron de aquella región a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. 56 Buscaban a Jesús y se preguntaban unos a otros en el Templo:

—¿Qué os parece? ¿No vendrá a la fiesta?

57 Los principales sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno se enteraba de dónde estaba, informara de ello, para prenderlo.

Reina-Valera 1995 (RVR1995)

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