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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Reina Valera Actualizada (RVA-2015)
Version
Génesis 28

28 Entonces Isaac llamó a Jacob, lo bendijo y le mandó diciendo:

—No tomes esposa de entre las mujeres de Canaán. Levántate, ve a Padan-aram, a la casa de Betuel, padre de tu madre, y toma allí mujer de las hijas de Labán, hermano de tu madre. Que el Dios Todopoderoso te bendiga, te haga fecundo y te multiplique hasta que llegues a ser multitud de pueblos. Que él te dé la bendición de Abraham, lo mismo que a tu descendencia, para que poseas la tierra en que habitas, la cual Dios ha dado a Abraham.

Así envió Isaac a Jacob, quien fue a Padan-aram, a Labán hijo de Betuel el arameo, hermano de Rebeca, madre de Jacob y de Esaú.

Esaú vio que Isaac había bendecido a Jacob y que lo había enviado a Padan-aram para tomar allí mujer para sí. Vio también que cuando lo bendijo, le mandó diciendo: “No tomes esposa de entre las mujeres de Canaán”. Jacob había obedecido a su padre y a su madre, y se había ido a Padan-aram. Asimismo, vio Esaú que las mujeres de Canaán le parecían mal a Isaac su padre. Entonces él también se fue a Ismael y tomó para sí por mujer a Majalat hija de Ismael, hijo de Abraham, hermana de Nebayot, además de las otras mujeres que tenía.

El SEÑOR confirma su pacto a Jacob

10 Jacob partió de Beerseba y se fue hacia Harán. 11 Y llegó a cierto lugar y pasó allí la noche, porque el sol ya se había puesto. Tomó una de las piedras de aquel lugar, la puso como cabecera y se acostó en aquel lugar. 12 Entonces soñó, y he aquí una escalera puesta en la tierra, cuya parte superior alcanzaba el cielo. He aquí que los ángeles de Dios subían y descendían por ella. 13 Y he aquí que el SEÑOR estaba en lo alto de ella y dijo:

—Yo soy el SEÑOR, el Dios de tu padre Abraham y el Dios de Isaac. La tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu descendencia. 14 Tus descendientes serán como el polvo de la tierra. Te extenderás al occidente, al oriente, al norte y al sur, y en ti y en tu descendencia serán benditas todas las familias de la tierra. 15 He aquí que yo estoy contigo; yo te guardaré por dondequiera que vayas y te haré volver a esta tierra. No te abandonaré hasta que haya hecho lo que te he dicho.

16 Jacob despertó de su sueño y dijo:

—¡Ciertamente el SEÑOR está presente en este lugar, y yo no lo sabía!

17 Él tuvo miedo y dijo:

—¡Cuán temible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios y puerta del cielo.

18 Jacob se levantó muy de mañana, tomó la piedra que había puesto como cabecera, la puso como señal y derramó aceite sobre ella. 19 Y llamó el nombre de aquel lugar Betel[a], aunque el nombre antiguo de la ciudad era Luz.

20 Jacob también hizo un voto diciendo:

—Si Dios está conmigo y me guarda en este viaje que realizo, si me da pan para comer y vestido para vestir, 21 y yo vuelvo en paz a la casa de mi padre, el SEÑOR será mi Dios. 22 Esta piedra que he puesto como señal será una casa de Dios, y de todo lo que me des, sin falta apartaré el diezmo para ti.

Mateo 27

Jesús es llevado ante Pilato

27 Al amanecer, todos los principales sacerdotes y los ancianos del pueblo tomaron consejo contra Jesús para entregarle a muerte. Y después de atarlo, lo llevaron y lo entregaron al procurador Pilato.

La muerte de Judas

Entonces Judas, el que le había entregado, al ver que era condenado, sintió remordimiento y devolvió las treinta piezas de plata a los principales sacerdotes y a los ancianos, diciendo:

—Yo he pecado entregando sangre inocente.

Pero ellos dijeron:

—¿Qué nos importa a nosotros? ¡Es asunto tuyo!

Entonces él, arrojando las piezas de plata dentro del santuario, se apartó, se fue y se ahorcó. Los principales sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron:

—No es lícito ponerlas en el tesoro de las ofrendas, porque es precio de sangre.

Y habiendo tomado acuerdo, compraron con ellas el campo del Alfarero, para sepultura de los extranjeros. Por eso aquel campo se llama Campo de Sangre hasta el día de hoy. Entonces se cumplió lo que fue dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo: Y tomaron las treinta piezas de plata, precio del apreciado, según el precio fijado por los hijos de Israel; 10 y las dieron para el campo del Alfarero, como me ordenó el Señor[a].

Pilato interroga a Jesús

11 Jesús estuvo de pie en presencia del procurador, y el procurador le preguntó diciendo:

—¿Eres tú el rey de los judíos?

Jesús le dijo:

—Tú lo dices.

12 Y siendo acusado por los principales sacerdotes y por los ancianos, no respondió nada. 13 Entonces Pilato le dijo:

—¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti?

14 Él no le respondió ni una palabra, de manera que el procurador se maravillaba mucho.

15 En la fiesta, el procurador acostumbraba soltar al pueblo un preso, el que quisieran. 16 Tenían en aquel entonces un preso famoso que se llamaba Barrabás. 17 Estando ellos reunidos, Pilato les dijo:

—¿A cuál quieren que les suelte? ¿A Barrabás o a Jesús, llamado el Cristo?

18 Porque sabía que por envidia lo habían entregado. 19 Mientras él estaba sentado en el tribunal, su esposa le mandó a decir: “No tengas nada que ver con ese justo, porque hoy he sufrido muchas cosas en sueños por causa de él”.

20 Entonces los principales sacerdotes y los ancianos persuadieron a las multitudes que pidieran a Barrabás y que dieran muerte a Jesús. 21 Y respondiendo el procurador les dijo:

—¿A cuál de los dos quieren que les suelte?

Ellos dijeron:

—¡A Barrabás!

22 Pilato les dijo:

—¿Qué, pues, haré con Jesús, llamado el Cristo?

Todos dijeron:

—¡Sea crucificado!

23 Y el procurador les dijo:

—Pues, ¿qué mal ha hecho?

Pero ellos gritaban aún más fuerte diciendo:

—¡Sea crucificado!

24 Y cuando Pilato se dio cuenta de que no se lograba nada sino que solo se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante de la multitud diciendo:

—¡Yo soy inocente de la sangre de este! ¡Será asunto de ustedes!

25 Respondió todo el pueblo y dijo:

—¡Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos!

26 Entonces les soltó a Barrabás y, después de haber azotado a Jesús, lo entregó para que fuera crucificado.

Los soldados se burlan de Jesús

27 Entonces los soldados del procurador llevaron a Jesús al Pretorio y reunieron a toda la compañía alrededor de él. 28 Después de desnudarle, le echaron encima un manto de escarlata. 29 Habiendo entretejido una corona de espinas, se la pusieron sobre su cabeza, y en su mano derecha pusieron una caña. Se arrodillaron delante de él y se burlaron de él, diciendo:

—¡Viva, rey de los judíos!

30 Y escupiendo en él, tomaron la caña y le golpeaban la cabeza.

La crucifixión de Jesús

31 Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron el manto, le pusieron sus propios vestidos y lo llevaron para crucificarle. 32 Mientras salían, hallaron a un hombre de Cirene llamado Simón. A este lo obligaron a cargar la cruz de Jesús. 33 Cuando llegaron al lugar que se llama Gólgota, que significa lugar de la Calavera, 34 le dieron a beber vino mezclado con ajenjo; pero cuando lo probó, no lo quiso beber. 35 Después de crucificarlo, repartieron sus vestidos, echando suertes. 36 Y sentados, le guardaban allí.

37 Pusieron sobre su cabeza su acusación escrita: ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS. 38 Entonces crucificaron con él a dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda. 39 Los que pasaban lo insultaban, meneando sus cabezas 40 y diciendo:

—Tú que derribas el templo y en tres días lo edificas, ¡sálvate a ti mismo, si eres Hijo de Dios, y desciende de la cruz!

41 De igual manera, aun los principales sacerdotes junto con los escribas y los ancianos se burlaban de él, y decían:

42 —A otros salvó; a sí mismo no se puede salvar. ¿Es rey de Israel? ¡Que descienda ahora de la cruz, y creeremos en él! 43 Ha confiado en Dios. Que lo libre ahora si lo quiere, porque dijo: “Soy Hijo de Dios”.

44 También los ladrones que estaban crucificados con él lo injuriaban de la misma manera.

La muerte de Jesús

45 Desde el medio día descendió oscuridad sobre toda la tierra hasta las tres de la tarde. 46 Como a las tres de la tarde Jesús exclamó a gran voz diciendo:

—¡Elí, Elí! ¿Lama sabactani?, (esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?)[b].

47 Cuando algunos de los que estaban allí le oyeron, decían:

—Este hombre llama a Elías.

48 Y de inmediato uno de ellos corrió, tomó una esponja, la llenó de vinagre y, poniéndola en una caña, le daba de beber. 49 Pero otros decían:

—Deja, veamos si viene Elías a salvarlo.

50 Pero Jesús clamó otra vez a gran voz y entregó el espíritu.

51 Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. La tierra tembló y las rocas se partieron. 52 Se abrieron los sepulcros y muchos cuerpos de hombres santos que habían muerto se levantaron; 53 y salidos de los sepulcros después de la resurrección de él, fueron a la santa ciudad y aparecieron a muchos.

54 Y cuando el centurión y los que con él guardaban a Jesús vieron el terremoto y las cosas que habían sucedido, temieron en gran manera y dijeron:

—¡Verdaderamente este era Hijo de Dios!

55 Estaban allí muchas mujeres mirando desde lejos. Ellas habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole. 56 Entre ellas se encontraban: María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.

Jesús es sepultado

57 Al atardecer, vino un hombre rico de Arimatea llamado José, quien también había sido discípulo de Jesús. 58 Este se presentó a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que se le diera. 59 José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia 60 y lo puso en su sepulcro nuevo que había labrado en la peña. Luego hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro y se fue. 61 Estaban allí María Magdalena y la otra María, sentadas delante del sepulcro.

La guardia puesta ante el sepulcro

62 Al día siguiente, esto es, después de la Preparación, los principales sacerdotes y los fariseos se reunieron ante Pilato 63 diciendo:

—Señor, nos acordamos de que mientras aún vivía, aquel engañador dijo: “Después de tres días resucitaré”. 64 Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que sus discípulos vengan y roben el cadáver, y digan al pueblo: “Ha resucitado de los muertos”. Y el último fraude será peor que el primero.

65 Pilato les dijo:

—Tienen tropas de guardia. Vayan y asegúrenlo como saben hacerlo.

66 Ellos fueron y, habiendo sellado la piedra, aseguraron el sepulcro con la guardia.

Ester 4

Ester se entera del decreto de Amán

Mardoqueo supo todo lo que se había hecho. Entonces Mardoqueo rasgó sus vestiduras, se vistió de cilicio y de ceniza, y se fue por la ciudad gritando con fuerza y amargura. Así llegó hasta la puerta real, pues no estaba permitido pasar por la puerta real vestido de cilicio. Y en cada provincia y lugar a donde llegaba la orden del rey y su decreto, los judíos tenían gran duelo, ayuno, llanto y lamentación; cilicio y ceniza eran la cama de muchos.

Las jóvenes de Ester y sus eunucos fueron y se lo contaron, y la reina se estremeció muchísimo. Ella envió ropa para vestir a Mardoqueo y quitarle de encima el cilicio; pero él no la aceptó. Entonces Ester llamó a Hatac, uno de los eunucos que el rey había puesto al servicio de ella, y lo envió a Mardoqueo para saber qué sucedía y por qué.

Hatac salió y fue a Mardoqueo, a la plaza de la ciudad que estaba frente a la puerta real. Y Mardoqueo le reveló todo lo que le había acontecido, y la cantidad exacta de plata que Amán había dicho que pesaría para los tesoros del rey a costa de los judíos, con tal de destruirlos. También le dio una copia del documento del decreto que había sido promulgado en Susa para que los judíos fueran exterminados, a fin de que se la mostrara a Ester, le informara y le encargara que fuera al rey para suplicarle e interceder ante él por su pueblo.

Hatac regresó e informó a Ester de las palabras de Mardoqueo. 10 Entonces Ester habló a Hatac y lo mandó que dijera a Mardoqueo: 11 “Todos los del rey y el pueblo de las provincias del reino saben que para cualquier hombre o mujer que vaya al rey en el patio interior, sin ser llamado, hay una sola sentencia: Ha de morir, excepto aquel a quien el rey le extienda el cetro de oro para que viva. Y yo no he sido llamada para ir a la presencia del rey en estos treinta días”.

12 Cuando dijeron a Mardoqueo las palabras de Ester, 13 Mardoqueo mandó que respondieran a Ester: “No te hagas la ilusión de que porque estás en el palacio del rey serás la única de todos los judíos que ha de escapar. 14 Si te quedas callada en este tiempo, el alivio y la liberación de los judíos surgirán de otro lugar; pero tú y la casa de tu padre perecerán. ¡Y quién sabe si para un tiempo como este has llegado al reino!”.

15 Ester dijo que respondieran a Mardoqueo: 16 “Ve, reúne a todos los judíos que se hallan en Susa y ayunen por mí. No coman ni beban en tres días ni de noche ni de día. Yo también ayunaré con mis damas e iré así al rey, aunque no sea conforme a la ley; y si perezco, que perezca”.

17 Entonces Mardoqueo se fue e hizo conforme a todo lo que Ester le mandó.

Hechos 27

Pablo se embarca para Roma

27 Cuando se determinó que habíamos de navegar a Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos a un centurión llamado Julio, de la compañía Augusta. Así que nos embarcamos en una nave adramiteña que salía para los puertos de Asia, y zarpamos. Estaba con nosotros Aristarco, un macedonio de Tesalónica.

Al otro día, atracamos en Sidón; y Julio, tratando a Pablo con amabilidad, le permitió ir a sus amigos y ser atendido por ellos. Y habiendo zarpado de allí, navegamos a sotavento de Chipre, porque los vientos nos eran contrarios. Después de cruzar por alta mar frente a Cilicia y a Panfilia, arribamos a Mira, ciudad de Licia. El centurión encontró allí una nave alejandrina que navegaba a Italia, y nos embarcó en ella.

Navegando muchos días despacio, y habiendo llegado a duras penas frente a Gnido, porque el viento nos impedía, navegamos a sotavento de Creta frente a Salmón. Y costeándola con dificultad, llegamos a un lugar llamado Buenos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea.

La tempestad en el mar

Puesto que había transcurrido mucho tiempo y se hacía peligrosa la navegación, porque también el Ayuno[a] ya había pasado, Pablo les amonestaba 10 diciendo:

—Hombres, veo que la navegación ha de realizarse con daño y mucha pérdida, no solo de la carga y de la nave, sino también de nuestras vidas.

11 Pero el centurión fue persuadido más por el piloto y el capitán del barco, y no por lo que Pablo decía. 12 Ya que el puerto era incómodo para pasar el invierno, la mayoría acordó zarpar de allí, por si de alguna manera pudieran arribar a Fenice, un puerto de Creta que mira al suroeste y al noroeste, para invernar allí.

13 Como sopló una brisa del sur y les pareció que ya habían logrado lo que deseaban, izaron velas e iban costeando a Creta muy de cerca. 14 Pero no mucho después dio contra la nave un viento huracanado que se llama Euraquilón. 15 Como la nave era arrebatada y no podía poner proa al viento, nos abandonamos a él y éramos llevados a la deriva. 16 Navegamos a sotavento de una pequeña isla que se llama Cauda, y apenas pudimos retener el esquife. 17 Y después de subirlo a bordo, se valían de refuerzos para ceñir la nave. Pero temiendo encallar en la Sirte, bajaron velas y se dejaban llevar así. 18 Al día siguiente, mientras éramos sacudidos por una furiosa tempestad, comenzaron a aligerar la carga; 19 y al tercer día, con sus propias manos arrojaron los aparejos del barco. 20 Como no aparecían ni el sol ni las estrellas por muchos días y nos sobrevenía una tempestad no pequeña, íbamos perdiendo ya toda esperanza de salvarnos.

21 Entonces, como hacía mucho que no comíamos, Pablo se puso de pie en medio de ellos y dijo:

—Oh señores, debían haberme escuchado y no haber partido de Creta, para evitar este daño y pérdida. 22 Pero ahora les insto a tener buen ánimo, pues no se perderá la vida de ninguno de ustedes, sino solamente la nave. 23 Porque esta noche estuvo conmigo un ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, 24 y me dijo: “No temas, Pablo. Es necesario que comparezcas ante el César, y he aquí Dios te ha concedido todos los que navegan contigo”. 25 Por tanto, señores, tengan buen ánimo, porque yo confío en Dios que será así como me ha dicho. 26 Pero es necesario que demos en alguna isla.

27 Cuando llegó la decimocuarta noche, y siendo nosotros llevados a la deriva a través del mar Adriático, a la medianoche los marineros sospecharon que se acercaban a alguna tierra. 28 Echaron la sonda y hallaron cuarenta metros. Pasando un poco más adelante, volvieron a echar la sonda y hallaron treinta metros. 29 Temiendo dar en escollos, echaron las cuatro anclas de la popa y ansiaban el amanecer.

30 Como los marineros procuraban huir de la nave, y echaron el esquife al mar simulando que iban a largar las anclas de la proa, 31 Pablo dijo al centurión y a los soldados:

—Si estos no quedan en la nave, ustedes no podrán salvarse.

32 Entonces los soldados cortaron las amarras del esquife y dejaron que se perdiera.

33 Cuando comenzó a amanecer, Pablo animaba a todos a comer algo, diciendo:

—Este es el decimocuarto día que velan y siguen en ayunas sin comer nada. 34 Por tanto, les ruego que coman algo, pues esto es para su salud; porque no perecerá ni un cabello de la cabeza de ninguno de ustedes.

35 Habiendo dicho esto, tomó pan, dio gracias a Dios en presencia de todos y partiéndolo comenzó a comer. 36 Y cuando todos recobraron mejor ánimo, comieron ellos también. 37 Éramos en total doscientas setenta y seis personas en la nave. 38 Luego, satisfechos de la comida, aligeraban la nave echando el trigo al mar.

El naufragio en la isla de Malta

39 Cuando se hizo de día, no reconocían la tierra; pero distinguían una bahía que tenía playa, en la cual, de ser posible, se proponían varar la nave. 40 Cortaron las anclas y las dejaron en el mar. A la vez, soltaron las amarras del timón, izaron al viento la vela de proa e iban rumbo a la playa. 41 Pero al dar en un banco de arena entre dos corrientes, hicieron encallar la nave. Al enclavarse la proa, quedó inmóvil, mientras la popa se abría por la violencia de las olas.

42 Entonces los soldados acordaron matar a los presos, para que ninguno se escapara nadando; 43 pero el centurión, queriendo librar a Pablo, frustró su intento. Mandó a los que podían nadar que fueran los primeros en echarse para salir a tierra; 44 y a los demás, unos en tablas, y otros en objetos de la nave. Así sucedió que todos llegaron salvos a tierra.

Reina Valera Actualizada (RVA-2015)

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