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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Reina Valera Actualizada (RVA-2015)
Version
Génesis 20

Problemas de Abraham con Abimelec

20 Abraham partió de allí hacia la tierra del Néguev. Acampó entre Cades y Shur y residió en Gerar. Abraham dijo de Sara su mujer: “Ella es mi hermana”. Y Abimelec, rey de Gerar, mandó y tomó a Sara. Pero Dios vino a Abimelec en sueños de noche y le dijo:

—He aquí que vas a morir por causa de la mujer que has tomado, la cual es casada.

Abimelec, quien todavía no se había acercado a ella, dijo:

—SEÑOR, ¿acaso has de matar a la gente inocente? ¿Acaso no me dijo él: “Ella es mi hermana”, y ella también dijo: “Él es mi hermano”? Con integridad de mi corazón y con limpieza de mis manos he hecho esto.

Dios le dijo en sueños:

—Yo también sé que con integridad de tu corazón has hecho esto. Yo también te detuve de pecar contra mí, y no te permití que la tocaras. Ahora pues, devuelve la mujer a su marido, porque él es profeta y orará por ti, y tú vivirás. Y si no la devuelves, ten por cierto que morirás irremisiblemente, tú y todos los tuyos.

Entonces Abimelec se levantó muy de mañana, llamó a todos sus servidores y dijo todas estas palabras a oídos de ellos. Y los hombres temieron mucho. Después Abimelec llamó a Abraham y le preguntó:

—¿Qué nos has hecho? ¿En qué te he ofendido para que hayas traído sobre mí y sobre mi reino un pecado tan grande? Has hecho conmigo cosas que no debiste hacer. 10 —Dijo además Abimelec a Abraham—: ¿Qué has visto, para que hicieras esto?

11 Abraham respondió:

—Porque pensé: “Seguramente no hay temor de Dios en este lugar y me matarán por causa de mi mujer”. 12 Y a la verdad, también es mi hermana. Ella es hija de mi padre, pero no de mi madre; así que la tomé por mujer. 13 Cuando Dios me hizo salir errante de la casa de mi padre, yo le dije a ella: “Este es el favor que tú me harás: En todos los lugares a los que lleguemos dirás de mí: ‘Él es mi hermano’ ”.

14 Entonces Abimelec tomó ovejas y vacas, siervos y siervas; se los dio a Abraham y le devolvió a Sara su mujer. 15 Y le dijo Abimelec:

—He aquí mi tierra está delante de ti. Habita donde bien te parezca.

16 A Sara le dijo:

—He aquí que he dado once kilos de plata a tu hermano. He aquí que esto constituye para ti y para todos los que están contigo una venda a los ojos. Así eres totalmente vindicada.

17 Entonces Abraham oró a Dios, y Dios sanó a Abimelec y a su mujer y a sus siervas para que dieran a luz. 18 Porque el SEÑOR había cerrado por completo toda matriz en la casa de Abimelec a causa de Sara, mujer de Abraham.

Mateo 19

Una pregunta acerca del divorcio

19 Aconteció que, cuando Jesús acabó estas palabras, partió de Galilea y fue a las fronteras de Judea, al otro lado del Jordán. Grandes multitudes lo siguieron, y las sanó allí. Entonces los fariseos se acercaron a él para probarle, diciendo:

—¿Le es lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier razón?

Él respondió y dijo:

—¿No han leído que el que los creó en el principio, los hizo hombre y mujer?[a]. Y dijo: “Por esta causa el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer; y serán los dos una sola carne”[b]. Así que ya no son más dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre.

Le dijeron:

—¿Por qué, pues, mandó Moisés darle carta de divorcio y despedirla[c]?

Les dijo:

—Ante su dureza de corazón, Moisés les permitió divorciarse de sus mujeres; pero desde el principio no fue así. Y les digo que cualquiera que se divorcia de su mujer, a no ser por causa de inmoralidad sexual, y se casa con otra comete adulterio.

10 Le dijeron sus discípulos:

—Si así es el caso del hombre con su mujer, no conviene casarse.

11 Entonces él les dijo:

—No todos son capaces de aceptar esta palabra, sino aquellos a quienes les está concedido. 12 Porque hay eunucos que nacieron así desde el vientre de la madre, hay eunucos que fueron hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos. El que puede aceptar esto, que lo acepte.

Jesús bendice a los niños

13 Entonces le fueron presentados unos niños, para que pusiera las manos sobre ellos y orara. Pero los discípulos los reprendieron. 14 Entonces Jesús les dijo:

—Dejen a los niños y no les impidan venir a mí, porque de los tales es el reino de los cielos.

15 Y habiendo puesto las manos sobre ellos, partió de allí.

Jesús y el joven rico

16 He aquí vino uno a él y le dijo:

— Maestro, ¿qué cosa buena haré para tener la vida eterna?

17 Él le dijo:

—¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Hay uno solo que es bueno[d]. Pero si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.

18 Le dijo:

—¿Cuáles?

Jesús respondió:

—No cometerás homicidio, no cometerás adulterio, no robarás, no dirás falso testimonio, 19 honra a tu padre y a tu madre[e], y amarás a tu prójimo como a ti mismo[f].

20 El joven le dijo:

—Todo esto he guardado. ¿Qué más me falta?

21 Le dijo Jesús:

—Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes y dalo a los pobres; y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.

22 Pero cuando el joven oyó la palabra se fue triste porque tenía muchas posesiones.

El peligro de las riquezas

23 Entonces Jesús les dijo a sus discípulos:

—De cierto les digo que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos. 24 Otra vez les digo que le es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.

25 Cuando los discípulos lo oyeron, se asombraron en gran manera diciendo:

—Entonces, ¿quién podrá ser salvo?

26 Jesús los miró y les dijo:

—Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible.

27 Entonces respondió Pedro y le dijo:

—He aquí, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. ¿Qué hay, pues, para nosotros?

28 Jesús les dijo:

—De cierto les digo que en el tiempo de la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, ustedes que me han seguido se sentarán también sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel. 29 Y todo aquel que deje casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer[g], o hijos, o campos por causa de mi nombre, recibirá cien veces más y heredará la vida eterna. 30 Pero muchos primeros serán últimos, y muchos últimos serán primeros.

Nehemías 9

Esdras confiesa los pecados del pueblo

El día veinticuatro del mismo mesa se reunieron los hijos de Israel en ayuno, vestidos de cilicio y polvo sobre ellos. Los del linaje de Israel ya se habían apartado de todos los extranjeros; y estando de pie confesaban sus pecados y la iniquidad de sus padres. Puestos de pie en su lugar, leyeron en el libro de la Ley del SEÑOR su Dios durante una cuarta parte del día. Durante otra cuarta parte del día confesaron sus pecados y adoraron al SEÑOR su Dios.

Entonces, sobre la plataforma de los levitas se pusieron de pie Jesúa, Bani, Cadmiel, Sebanías, Buni, Serebías, Bani y Quenani e invocaron en voz alta al SEÑOR su Dios. Los levitas Jesúa, Cadmiel, Bani, Hasabnías, Serebías, Hodías, Sebanías y Petaías dijeron: “¡Levántense, bendigan al SEÑOR su Dios, desde la eternidad hasta la eternidad!”.

“Bendigan tu nombre glorioso, y sea exaltado más que toda bendición y alabanza”.

[a]“Solo tú eres el SEÑOR; tú hiciste los cielos, los cielos de los cielos y todo su ejército, la tierra y todo lo que hay en ella, los mares y todo lo que en ellos hay. Tú sostienes con vida a todos; los ejércitos de los cielos te adoran.

“Tú eres, oh SEÑOR, el Dios que escogiste a Abram. Lo sacaste de Ur de los caldeos y le pusiste por nombre Abraham. Hallaste fiel su corazón delante de ti, e hiciste un pacto con él para darle la tierra de los cananeos, de los heteos, de los amorreos, de los ferezeos, de los jebuseos y de los gergeseos, a fin de darla a su descendencia. Y cumpliste tu palabra porque tú eres justo.

“Miraste la aflicción de nuestros padres en Egipto y escuchaste su clamor junto al mar Rojo. 10 Hiciste señales y prodigios contra el faraón, contra todos sus servidores y contra todo el pueblo de su tierra. Porque sabías que contra ellos habían actuado con soberbia, y te hiciste un gran nombre, como en el día de hoy.

11 “Dividiste ante ellos el mar, de modo que pasaron en seco por medio de él. Pero a sus perseguidores echaste en las profundidades, como una piedra en las poderosas aguas. 12 Los guiaste de día con una columna de nube, y de noche con una columna de fuego, para alumbrarles el camino por donde habían de ir.

13 “Descendiste sobre el monte Sinaí y les hablaste desde el cielo. Les diste decretos rectos, instrucciones fieles, leyes y mandamientos buenos. 14 Les hiciste conocer tu santo sábado y les prescribiste mandamientos, leyes e instrucciones por medio de tu siervo Moisés.

15 “Cuando tuvieron hambre les diste pan del cielo; y cuando tuvieron sed les sacaste agua de la peña. Les prometiste que entrarían para tomar posesión de la tierra por la cual alzaste tu mano jurando que les darías. 16 Pero ellos y nuestros padres actuaron con soberbia; endurecieron su cerviz y no escucharon tus mandamientos. 17 No quisieron escuchar ni se acordaron de tus maravillas que habías hecho entre ellos. Más bien, endurecieron su cerviz y designaron un jefe para regresar a su esclavitud[b] en Egipto. Pero tú que eres un Dios perdonador, clemente y compasivo, tardo para la ira y grande en misericordia, no los abandonaste.

18 “Aun cuando se hicieron un becerro de fundición, cuando dijeron: ‘Este es tu dios que te hizo subir de Egipto’, y cometieron grandes abominaciones, 19 tú por tu gran misericordia no los abandonaste en el desierto. La columna de nube no se apartó de ellos de día para guiarlos por el camino; ni la columna de fuego de noche para alumbrarles el camino por el cual habían de ir. 20 Diste tu buen Espíritu para enseñarles. No retiraste de su boca tu maná y les diste agua para su sed. 21 Los sustentaste durante cuarenta años en el desierto; nada les faltó. Sus vestidos no se envejecieron ni se hincharon sus pies.

22 “Les entregaste reinos y pueblos, y se los distribuiste por regiones. Así llegaron a tomar posesión de la tierra de Sejón, es decir, la tierra del rey de Hesbón y de la tierra de Og, rey de Basán. 23 Multiplicaste sus hijos como las estrellas del cielo, y los llevaste a la tierra que habías prometido a sus padres que entrarían para tomarla en posesión. 24 Sus hijos entraron y tomaron posesión de la tierra. Delante de ellos sometiste a los cananeos, los habitantes de dicha tierra, y los entregaste en su mano, con sus reyes y los pueblos de la tierra para que hicieran con ellos según su voluntad. 25 Tomaron ciudades fortificadas y una tierra fértil. Heredaron casas llenas de todo bien, cisternas cavadas, viñas, olivares y muchísimos árboles de fruto comestible. Comieron y se saciaron; engordaron y se deleitaron en tu gran bondad.

26 “Pero fueron desobedientes y se rebelaron contra ti; echaron tu ley a sus espaldas. Mataron a tus profetas que testificaban contra ellos para hacerlos volver a ti, y cometieron grandes abominaciones. 27 Los entregaste en mano de sus enemigos, los cuales los afligieron. Pero clamaron a ti en el tiempo de su tribulación, y tú los escuchaste desde los cielos. Por tu gran misericordia les diste libertadores que los libraran de mano de sus enemigos. 28 Pero apenas tenían comodidad, volvían a hacer lo malo delante de ti, por lo cual los abandonabas en mano de sus enemigos que se enseñoreaban de ellos. Pero volvieron a clamar a ti, y tú los escuchaste desde los cielos y los libraste muchas veces por tu misericordia. 29 Los amonestaste para hacerlos volver a tu ley, pero ellos actuaron con soberbia y no escucharon tus mandamientos. Pecaron contra tus decretos, los cuales, el hombre que los cumpla por ellos vivirá. Dieron las espaldas en rebeldía, endurecieron su cerviz y no escucharon.

30 “Por muchos años te mostraste paciente y los amonestaste con tu Espíritu por medio de tus profetas, pero no escucharon. Por eso los entregaste en mano de los pueblos de la tierra. 31 Pero por tu gran misericordia no los consumiste ni los abandonaste, porque tú eres un Dios clemente y misericordioso.

32 “Ahora pues, oh Dios nuestro, Dios grande, fuerte y temible, que guardas el pacto y la misericordia, no sea tenida como poca cosa delante de ti toda la angustia que nos ha alcanzado: a nuestros reyes, a nuestros gobernantes, a nuestros sacerdotes, a nuestros profetas, a nuestros padres y a todo tu pueblo, desde los días de los reyes de Asiria hasta el día de hoy. 33 Sin embargo, tú eres justo en todo lo que nos ha sobrevenido. Porque has actuado con verdad, pero nosotros hemos hecho lo malo. 34 Nuestros reyes, nuestros gobernantes, nuestros sacerdotes y nuestros padres no pusieron por obra tu ley. No atendieron a tus mandamientos ni a tus advertencias con que los advertiste. 35 Ellos, en su reino, en la abundancia que les diste y en la tierra extensa y fértil que entregaste ante ellos, no te sirvieron ni se volvieron de sus malas obras.

36 “He aquí que hoy nosotros somos esclavos. En cuanto a la tierra que diste a nuestros padres para que comieran de su fruto y de su bien, he aquí que en ella somos esclavos. 37 El fruto de ella se multiplica para los reyes que a causa de nuestros pecados nos has impuesto. Ellos se enseñorean de nuestros cuerpos y de nuestros ganados, conforme a su voluntad; y estamos en gran angustia”.

Compromiso para guardar la Ley

38 A causa de todo esto, nosotros hacemos un firme compromiso, y lo escribimos. Y fue firmado por nuestros gobernantes, por nuestros levitas y por nuestros sacerdotes.

Hechos 19

Pablo en Éfeso

19 Mientras Apolos estaba en Corinto, aconteció que Pablo, después de recorrer las regiones interiores, bajó a Éfeso y encontró a ciertos discípulos. Entonces les dijo:

—¿Recibieron el Espíritu Santo cuando creyeron?

Ellos le contestaron:

—Ni siquiera hemos oído que haya Espíritu Santo.

Entonces dijo:

—¿En qué, pues, fueron bautizados?

Ellos respondieron:

—En el bautismo de Juan.

Y dijo Pablo:

—Juan bautizó con el bautismo de arrepentimiento, diciendo al pueblo que creyeran en el que había de venir después de él, es decir, en Jesús.

Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. Y cuando Pablo les impuso las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo, y ellos hablaban en lenguas y profetizaban. Eran entre todos como doce hombres.

Durante unos tres meses, entrando en la sinagoga, Pablo predicaba con valentía discutiendo y persuadiendo acerca de las cosas del reino de Dios. Pero como algunos se endurecían y rehusaban creer, hablando mal del Camino delante de la multitud, se separó de ellos y tomó a los discípulos aparte, discutiendo cada día en la escuela de Tirano. 10 Esto continuó por dos años, de manera que todos los que habitaban en Asia, tanto judíos como griegos, oyeron la palabra del Señor[a].

11 Dios hacía milagros extraordinarios por medio de las manos de Pablo; 12 de tal manera que hasta llevaban pañuelos o delantales que habían tocado su cuerpo para ponerlos sobre los enfermos, y las enfermedades se iban de ellos, y los espíritus malos salían de ellos. 13 Pero también algunos de los judíos, exorcistas ambulantes, se pusieron a invocar el nombre del Señor Jesús sobre los que tenían espíritus malos, diciendo:

—¡Les conjuro por el Jesús que Pablo predica!

14 Eran siete hijos de un tal Esceva, un judío, principal de los sacerdotes, los que hacían esto. 15 Pero el espíritu malo respondió y les dijo:

—A Jesús conozco, y sé quién es Pablo; pero ustedes, ¿quiénes son?

16 Y el hombre en quien estaba el espíritu malo se lanzó sobre ellos, los dominó a todos y prevaleció contra ellos, de tal manera que huyeron desnudos y heridos de aquella casa. 17 Este acontecimiento fue conocido por todos los que habitaban en Éfeso, tanto judíos como griegos. Cayó temor sobre todos ellos, y el nombre del Señor Jesús era magnificado.

18 Muchos de los que habían creído venían confesando y reconociendo sus prácticas públicamente. 19 Asimismo, un buen número de los que habían practicado la magia trajeron sus libros y los quemaron delante de todos. Calcularon su valor y hallaron que era de cincuenta mil monedas de plata. 20 De esta manera crecía la palabra del Señor y prevalecía poderosamente.

21 Cuando estas cosas se cumplieron, Pablo propuso en su espíritu ir a Jerusalén después de recorrer Macedonia y Acaya, diciendo: “Después que haya estado en Jerusalén, me será preciso ver también a Roma”. 22 Y después de enviar a Macedonia a dos de los que le ayudaban, a Timoteo y a Erasto, él mismo se detuvo por algún tiempo en Asia.

Alboroto de los plateros en Éfeso

23 En aquel entonces se produjo un alboroto no pequeño acerca del Camino. 24 Porque cierto platero, llamado Demetrio, que elaboraba en plata templecillos de Artemisa[b], y daba no poca ganancia a los artesanos, 25 reunió a estos con los obreros de oficios semejantes y les dijo:

—Hombres, saben que nuestra prosperidad proviene de este oficio; 26 y ven y oyen que no solamente en Éfeso, sino también en casi toda Asia, este Pablo ha persuadido y apartado a mucha gente, diciendo que no son dioses los que se hacen con las manos. 27 No solamente hay el peligro de que este negocio nuestro caiga en descrédito, sino también que el templo de la gran diosa Artemisa sea estimado en nada, y que pronto sea despojada de su majestad aquella a quien adoran toda el Asia y el mundo.

28 Al oír estas palabras se llenaron de ira y gritaron diciendo:

—¡Grande es Artemisa de los efesios!

29 Y la ciudad se llenó de confusión. Se lanzaron unánimes al teatro, arrebatando a Gayo y a Aristarco, macedonios y compañeros de Pablo. 30 Aunque Pablo quería salir a la multitud, los discípulos no se lo permitieron. 31 También algunas de las autoridades de Asia, que eran sus amigos, enviaron a él y le rogaron que no se presentara en el teatro. 32 Unos gritaban una cosa, y otros otra cosa; porque la concurrencia estaba confusa, y la mayor parte ni sabía por qué se había reunido.

33 Entonces algunos de entre la multitud dieron instrucciones a Alejandro, a quien los judíos habían empujado hacia adelante. Y Alejandro, pidiendo silencio con la mano, quería hacer una defensa ante el pueblo. 34 Pero reconociendo que era judío, todos volvieron a gritar a una sola voz, por casi dos horas:

—¡Grande es Artemisa de los efesios!

35 Por fin, cuando el magistrado había apaciguado la multitud, dijo:

—Hombres de Éfeso, ¿qué hombre hay que no sepa que la ciudad de Éfeso es guardiana del templo de la majestuosa Artemisa y de su imagen caída del cielo?[c]. 36 Ya que esto no puede ser contradicho, conviene que se apacigüen y que no hagan nada precipitado. 37 Pues han traído a estos hombres que ni han cometido sacrilegio ni han blasfemado a nuestra diosa. 38 Por tanto, si Demetrio y los artesanos que están con él tienen pleito contra alguien, se conceden audiencias y hay procónsules. ¡Que se acusen los unos a los otros! 39 Y si buscan alguna otra cosa, será deliberado en legítima asamblea. 40 Pero hay peligro de que seamos acusados de sedición por esto de hoy, sin que tengamos ninguna causa por la cual podamos dar razón de este tumulto.

41 Y habiendo dicho esto, disolvió la concurrencia.

Reina Valera Actualizada (RVA-2015)

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