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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Reina Valera Actualizada (RVA-2015)
Version
Génesis 18

Nueva promesa del nacimiento de Isaac

18 El SEÑOR se apareció a Abraham en el encinar de Mamre, cuando él estaba sentado en la entrada de la tienda, en el pleno calor del día. Alzó sus ojos y miró, y he aquí tres hombres que estaban de pie frente a él. Y al verlos, corrió desde la entrada de la tienda para recibirlos, y se postró a tierra. Y dijo:

—Señor, si he hallado gracia ante tus ojos, por favor, no pases de largo a tu siervo. Que se traiga un poco de agua para que laven sus pies y se recuesten debajo del árbol. Yo traeré un pedazo de pan, y repondrán sus fuerzas y después proseguirán; porque para esto han pasado cerca de su siervo.

Ellos dijeron:

—Sí; haz así como dices.

Entonces Abraham fue de prisa a la tienda de Sara y le dijo:

—Toma rápidamente veinte kilos de harina fina, amásala y prepara unas tortas.

Luego corrió Abraham a donde estaban las vacas y tomó un ternero tierno y bueno, y se lo dio al mozo; y este se dio prisa para prepararlo. Después tomó mantequilla, leche y el ternero que había preparado, y lo puso delante de ellos. Y mientras comían, él se quedó de pie junto a ellos debajo del árbol. Ellos le preguntaron:

—¿Dónde está Sara tu mujer?

Él respondió:

—Adentro, en la tienda.

10 Entonces dijo:

—Ciertamente volveré a ti de aquí a un año, y he aquí que Sara tu mujer tendrá un hijo.

Sara escuchaba junto a la entrada de la tienda que estaba detrás de él. 11 Abraham y Sara eran ancianos, de edad avanzada. A Sara le había cesado ya la regla de las mujeres. 12 Y Sara se reía dentro de sí, diciendo: “Después que he envejecido, ¿tendré placer, siendo también anciano mi señor?”.

13 Entonces el SEÑOR dijo a Abraham:

—¿Por qué se ríe Sara, diciendo: “¿Realmente he de dar a luz siendo vieja?”. 14 ¿Acaso existe para el SEÑOR alguna cosa difícil? Al tiempo señalado volveré a ti, de aquí a un año, y Sara habrá tenido un hijo.

15 Entonces Sara, porque tuvo miedo, negó diciendo:

—No me he reído.

Pero él dijo:

—No, sino que sí te has reído.

Abraham pide por Sodoma y Gomorra

16 Los hombres se levantaron de allí y miraron hacia Sodoma. Abraham iba con ellos para despedirlos.

17 Entonces el SEÑOR dijo:

—¿He de encubrir a Abraham lo que voy a hacer, 18 habiendo de ser Abraham una nación grande y poderosa, y que en él han de ser benditas todas las naciones de la tierra? 19 Porque yo lo he escogido y sé que mandará a sus hijos y a su casa después de él que guarden el camino del SEÑOR, practicando la justicia y el derecho, para que el SEÑOR haga venir sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él. 20 —Además el SEÑOR dijo—: Ciertamente el clamor de Sodoma y de Gomorra es grande, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo. 21 Descenderé, pues, para ver si han consumado su maldad, según el clamor que ha llegado hasta mí; y si no, lo sabré.

22 Los hombres partieron de allí y se fueron a Sodoma. Pero Abraham quedó todavía delante del SEÑOR. 23 Entonces Abraham se acercó y dijo:

—¿Destruirás también al justo con el culpable? 24 Quizás haya cincuenta justos dentro de la ciudad; ¿la destruirás con todo y no perdonarás el lugar por causa de los cincuenta justos que estén dentro de ella? 25 Lejos esté de ti hacer tal cosa: hacer morir al justo con el culpable, y que el justo sea tratado como el culpable. ¡Lejos esté de ti! El Juez de toda la tierra, ¿no ha de hacer lo que es justo?

26 Entonces respondió el SEÑOR:

—Si hallo en Sodoma cincuenta justos dentro de la ciudad, perdonaré todo el lugar en consideración a ellos.

27 Intervino Abraham y dijo:

—He aquí, ya que he comenzado a hablar con mi Señor, a pesar de que soy polvo y ceniza, 28 quizás falten cinco para ser cincuenta justos. ¿Destruirás por aquellos cinco toda la ciudad?

Le respondió:

—No la destruiré, si encuentro allí cuarenta y cinco.

29 Volvió a hablarle diciendo:

—Quizás se encuentren allí cuarenta…

Y respondió:

—No lo haré en consideración a los cuarenta.

30 Abraham le dijo:

—Por favor, no se enoje mi Señor si hablo: Quizás se encuentren allí treinta…

Y respondió:

—No lo haré, si encuentro allí treinta.

31 Y dijo:

—He aquí, ya que he empezado a hablar a mi Señor, quizás se encuentren allí veinte…

Y respondió:

—No la destruiré en consideración a los veinte.

32 Volvió a decir:

—Por favor, no se enoje mi Señor, si hablo solo una vez más: Quizás se encuentren allí diez…

Y respondió:

—No la destruiré en consideración a los diez.

33 Y el SEÑOR se fue luego que acabó de hablar con Abraham. Y Abraham regresó a su lugar.

Mateo 17

La transfiguración

17 Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los hizo subir aparte a un monte alto. Y fue transfigurado delante de ellos. Su cara resplandeció como el sol, y sus vestiduras se hicieron blancas como la luz. Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías hablando con él.

Entonces intervino Pedro y le dijo a Jesús:

—Señor, bueno es que nosotros estemos aquí. Si quieres, yo levantaré aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

Mientras él aún hablaba, de pronto una nube brillante les hizo sombra, y he aquí salió una voz de la nube diciendo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia. A él oigan”.

Al oír esto, los discípulos se postraron sobre su rostro y temieron en gran manera. Entonces Jesús se acercó, los tocó y les dijo:

—Levántense y no teman.

Y cuando ellos alzaron los ojos no vieron a nadie sino a Jesús mismo, solo.

Mientras ellos descendían del monte, Jesús les mandó, diciendo:

—No mencionen la visión a nadie, hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos.

10 Entonces los discípulos le preguntaron diciendo:

—¿Por qué dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero?

11 Y respondiendo dijo:

—A la verdad, Elías viene y restaurará todas las cosas. 12 Pero yo les digo que Elías ya vino, y no lo reconocieron; más bien, hicieron con él todo lo que quisieron. Así también el Hijo del Hombre ha de padecer de ellos.

13 Entonces los discípulos entendieron que les hablaba de Juan el Bautista.

Jesús sana a un muchacho

14 Cuando llegaron a la multitud, vino a él un hombre y se arrodilló delante de él, 15 diciendo:

—¡Señor, ten misericordia de mi hijo, que es lunático y padece gravemente! Pues muchas veces cae en el fuego, y muchas veces en el agua. 16 Lo traje a tus discípulos, y no lo pudieron sanar.

17 Jesús respondió y dijo:

—¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo los soportaré? ¡Tráiganmelo acá!

18 Jesús le reprendió, y el demonio salió de él; y el niño fue sanado desde aquella hora. 19 Luego, los discípulos se acercaron en privado a Jesús y le dijeron:

—¿Por qué no pudimos nosotros echarlo fuera?

20 Jesús les dijo:

—Por causa de la poca fe de ustedes. Porque de cierto les digo que si tienen fe como un grano de mostaza, dirían a este monte: “Pásate de aquí, allá”; y se pasará. Nada les será imposible. 21 [a]

Jesús vuelve a anunciar su muerte

22 Estando ellos reunidos en Galilea, Jesús les dijo: “El Hijo del Hombre ha de ser entregado en manos de hombres, 23 y lo matarán. Pero al tercer día resucitará”. Y ellos se entristecieron en gran manera.

Jesús paga el impuesto del templo

24 Cuando ellos llegaron a Capernaúm, fueron a Pedro los que cobraban el impuesto del templo y le dijeron:

—¿Su maestro no paga el impuesto del templo?

25 Él dijo:

—Sí.

Al entrar en casa, Jesús le habló primero diciendo:

—¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quiénes cobran los tributos o los impuestos? ¿De sus hijos o de otros?

26 Pedro le dijo:

—De otros.

Jesús le dijo:

—Luego, los hijos están libres de obligación. 27 Pero, para que no los ofendamos, ve al mar, echa el anzuelo, y el primer pez que suba, tómalo. Cuando abras su boca, hallarás una moneda. Tómala y dásela a ellos por mí y por ti.

Nehemías 7

Sucedió que después de que la muralla fue reedificada, coloqué las puertas y fueron asignados porteros, cantores y levitas. Luego puse a cargo de Jerusalén a mi hermano Hanani y a Ananías, jefe de la fortaleza, por ser este un hombre de verdad y temeroso de Dios más que muchos. Les dije: “No sean abiertas las puertas de Jerusalén sino hasta que caliente el sol. Y mientras los porteros estén en sus puestos, cierren las puertas y atránquenlas. Coloquen los guardias de los habitantes de Jerusalén, unos en su puesto de guardia y otros frente a su casa”.

La ciudad era espaciosa y grande, pero había poca gente dentro de ella, y las casas no estaban reconstruidas.

Los que volvieron con Zorobabel

Entonces mi Dios puso en mi corazón que reuniera a los nobles, a los oficiales y al pueblo, para que fueran registrados según su linaje. Así hallé el libro del registro de los que habían subido la primera vez, y encontré escrito en él lo siguiente:

“Estos son los hombres de la provincia que regresaron de la cautividad, a quienes Nabucodonosor, rey de Babilonia, había llevado cautivos. Ellos volvieron a Jerusalén y a Judá, cada uno a su ciudad. Vinieron con Zorobabel, Jesúa, Nehemías, Azarías, Raamías, Najamani, Mardoqueo, Bilsán, Misperet, Bigvai, Nejum y Baaná.

“Lista de los hombres del pueblo de Israel: Los hijos de Paros eran dos mil ciento setenta y dos. Los hijos de Sefatías, trescientos setenta y dos. 10 Los hijos de Araj, seiscientos cincuenta y dos. 11 Los hijos de Pajat-moab, por el lado de los hijos de Jesúa y Joab, dos mil ochocientos dieciocho. 12 Los hijos de Elam, mil doscientos cincuenta y cuatro. 13 Los hijos de Zatu, ochocientos cuarenta y cinco. 14 Los hijos de Zacai, setecientos sesenta. 15 Los hijos de Binúi[a], seiscientos cuarenta y ocho. 16 Los hijos de Bebai, seiscientos veintiocho. 17 Los hijos de Azgad, dos mil trescientos veintidós. 18 Los hijos de Adonicam, seiscientos sesenta y siete. 19 Los hijos de Bigvai, dos mil sesenta y siete. 20 Los hijos de Adín, seiscientos cincuenta y cinco. 21 Los hijos de Ater, por el lado de Ezequías, noventa y ocho. 22 Los hijos de Hasum, trescientos veintiocho. 23 Los hijos de Bezai, trescientos veinticuatro. 24 Los hijos de Harif[b], ciento doce.

25 “Los hijos de Gabaón[c], noventa y cinco. 26 Los hombres de Belén y de Netofa, ciento ochenta y ocho. 27 Los hombres de Anatot, ciento veintiocho. 28 Los hombres de Bet-azmávet, cuarenta y dos. 29 Los hombres de Quiriat-jearim, de Cafira y de Beerot, setecientos cuarenta y tres. 30 Los hombres de Ramá y de Geba, seiscientos veintiuno. 31 Los hombres de Micmas, ciento veintidós. 32 Los hombres de Betel y de Hai, ciento veintitrés. 33 Los hombres del otro Nebo, cincuenta y dos. 34 Los hijos del otro Elam, mil doscientos cincuenta y cuatro. 35 Los hijos de Harim, trescientos veinte. 36 Los hijos de Jericó, trescientos cuarenta y cinco. 37 Los hijos de Lod, de Hadid y de Ono, setecientos veintiuno. 38 Los hijos de Senaa, tres mil novecientos treinta.

39 “Los sacerdotes: Los hijos de Jedaías, de la casa de Jesúa, novecientos setenta y tres. 40 Los hijos de Imer, mil cincuenta y dos. 41 Los hijos de Pasjur, mil doscientos cuarenta y siete. 42 Los hijos de Harim, mil diecisiete.

43 “Los levitas: Los hijos de Jesúa, por el lado de Cadmiel, de los hijos de Hodavías, setenta y cuatro. 44 Los cantores, hijos de Asaf, ciento cuarenta y ocho. 45 Los porteros: Los hijos de Salum, los hijos de Ater, los hijos de Talmón, los hijos de Acub, los hijos de Hatita y los hijos de Sobai, ciento treinta y ocho.

46 “Los servidores del templo: Los hijos de Zija, los hijos de Hasufa, los hijos de Tabaot, 47 los hijos de Queros, los hijos de Siaha, los hijos de Padón, 48 los hijos de Lebana, los hijos de Hagaba, los hijos de Salmai, 49 los hijos de Hanán, los hijos de Gidel, los hijos de Gajar, 50 los hijos de Reayías, los hijos de Rezín, los hijos de Necoda, 51 los hijos de Gazam, los hijos de Uza, los hijos de Paséaj, 52 los hijos de Besai, los hijos de Meunim, los hijos de Nefusim[d], 53 los hijos de Bacbuc, los hijos de Hacufa, los hijos de Harjur, 54 los hijos de Bazlit, los hijos de Mejida, los hijos de Harsa, 55 los hijos de Barcos, los hijos de Sísara, los hijos de Tema, 56 los hijos de Nezíaj, los hijos de Hatifa.

57 “Los hijos de los siervos de Salomón: Los hijos de Sotai, los hijos de Soféret, los hijos de Perida, 58 los hijos de Jaala, los hijos de Darcón, los hijos de Gidel, 59 los hijos de Sefatías, los hijos de Hatil, los hijos de Poquéret-hazebaim, los hijos de Amón[e].

60 “Todos los servidores del templo y los hijos de los siervos de Salomón eran trescientos noventa y dos.

61 “Estos son los que regresaron de Tel-mélaj, de Tel-jarsa, de Querub, de Adón y de Imer, los cuales no pudieron demostrar su casa paterna ni su linaje, si eran de Israel: 62 Los hijos de Delaías, los hijos de Tobías y los hijos de Necoda, seiscientos cuarenta y dos.

63 “De los sacerdotes: Los hijos de Habaías, los hijos de Cos y los hijos de Barzilai, quien había tomado por mujer a una de las hijas de Barzilai el galaadita, y fue llamado según el nombre de ellas. 64 Estos buscaron sus documentos genealógicos, pero no los hallaron; y fueron excluidos del sacerdocio. 65 El gobernador les dijo que no comieran de las cosas más sagradas hasta que hubiera sacerdote para usar el Urim y Tumim.

66 “Toda la congregación en conjunto era de cuarenta y dos mil trescientos sesenta, 67 sin contar sus siervos y sus siervas, que eran siete mil trescientos treinta y siete. Ellos tenían doscientos cuarenta y cinco cantores, hombres y mujeres. 68 [f] Sus caballos eran setecientos treinta y seis, sus mulos doscientos cuarenta y cinco, 69 sus camellos cuatrocientos treinta y cinco y sus asnos seis mil setecientos veinte.

Ofrenda para la obra

70 “Algunos de los jefes de las casas paternas dieron para la obra. El gobernador dio para el fondo ocho kilos de oro, cincuenta tazones y quinientas treinta vestiduras sacerdotales. 71 Los jefes de las casas paternas dieron para el fondo de la obra ciento sesenta kilos de oro y mil doscientos diez kilos de plata. 72 Lo que dio el resto del pueblo fue ciento sesenta kilos de oro, mil cien kilos de plata y sesenta túnicas sacerdotales.

73 “Los sacerdotes, los levitas, los porteros, los cantores, algunos del pueblo, los servidores del templo y todo Israel habitaron en sus ciudades”.

Esdras lee la Ley ante el pueblo

Cuando llegó el mes séptimo[g], los hijos de Israel ya estaban en sus ciudades.

Hechos 17

Pablo y Silas en Tesalónica

17 Atravesaron por Anfípolis y Apolonia y llegaron a Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos. Y de acuerdo con su costumbre, Pablo entró a reunirse con ellos, y por tres sábados discutió con ellos basándose en las Escrituras, explicando y demostrando que era necesario que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos. Él decía: “Este Jesús, a quien yo les anuncio, es el Cristo”. Y algunos de ellos se convencieron y se juntaron con Pablo y Silas: un gran número de los griegos piadosos y no pocas de las mujeres principales.

Entonces los judíos se pusieron celosos y tomaron de la calle a algunos hombres perversos, y formando una turba alborotaron la ciudad. Asaltando la casa de Jasón, procuraban sacarlos al pueblo. Como no los encontraron, arrastraron a Jasón y a algunos hermanos ante los gobernadores de la ciudad, gritando: “¡Estos que trastornan al mundo entero también han venido acá! Y Jasón les ha recibido. Todos estos actúan en contra de los decretos del César, diciendo que hay otro rey, Jesús”. El pueblo y los gobernadores se perturbaron al oír estas cosas; pero después de obtener fianza de Jasón y de los demás, los soltaron.

Pablo y Silas en Berea

10 Entonces, sin demora, los hermanos enviaron a Pablo y Silas de noche a Berea; y al llegar ellos allí, entraron a la sinagoga de los judíos. 11 Estos eran más nobles que los de Tesalónica, pues recibieron la palabra ávidamente, escudriñando cada día las Escrituras para verificar si estas cosas eran así. 12 En consecuencia, creyeron muchos de ellos; y también de las mujeres griegas distinguidas y de los hombres, no pocos. 13 Pero cuando supieron los judíos de Tesalónica que la palabra de Dios era anunciada por Pablo también en Berea, fueron allá para incitar y perturbar a las multitudes. 14 Entonces los hermanos hicieron salir inmediatamente a Pablo para que se fuera hasta el mar, mientras Silas y Timoteo se quedaron allí. 15 Los que conducían a Pablo le llevaron hasta Atenas; y después de recibir órdenes para Silas y Timoteo de que fueran a reunirse con él lo más pronto posible, partieron de regreso.

Discurso de Pablo en Atenas

16 Mientras Pablo los esperaba en Atenas, su espíritu se enardecía dentro de él al ver que la ciudad estaba entregada a la idolatría. 17 Por lo tanto, discutía en la sinagoga con los judíos y los piadosos, y todos los días en la plaza mayor, con los que concurrían allí.

18 Y algunos de los filósofos epicúreos y estoicos disputaban con él. Unos decían:

—¿Qué querrá decir este palabrero?

Otros decían:

—Parece ser predicador de divinidades extranjeras.

Pues les anunciaba el evangelio de Jesús y la resurrección.

19 Ellos le tomaron y le llevaron al Areópago diciendo:

—¿Podemos saber qué es esta nueva doctrina de la cual hablas? 20 Pues traes a nuestros oídos algunas cosas extrañas; por tanto, queremos saber qué significa esto.

21 Todos los atenienses y los forasteros que vivían allí no pasaban el tiempo en otra cosa que en decir o en oír la última novedad.

22 Entonces Pablo se puso de pie en medio del Areópago y dijo:

—Hombres de Atenas: Observo que son de lo más religiosos en todas las cosas. 23 Pues, mientras pasaba y miraba sus monumentos sagrados, hallé también un altar en el cual estaba esta inscripción: AL DIOS NO CONOCIDO. A aquel, pues, que ustedes honran sin conocerle, a este yo les anuncio. 24 Este es el Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él. Y como es Señor del cielo y de la tierra, él no habita en templos hechos de manos, 25 ni es servido por manos humanas como si necesitara algo, porque él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas. 26 De uno solo[a] ha hecho toda raza de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra. Él ha determinado de antemano el orden de los tiempos y los límites de su habitación, 27 para que busquen a Dios, si de alguna manera, aun a tientas, palparan y le hallaran. Aunque, a la verdad, él no está lejos de ninguno de nosotros; 28 porque “en él vivimos, nos movemos y somos”[b]. Como también han dicho algunos de sus poetas: “Porque también somos linaje de él”[c].

29 »Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte e imaginación de hombres. 30 Por eso, aunque antes Dios pasó por alto los tiempos de la ignorancia, en este tiempo manda a todos los hombres, en todos los lugares, que se arrepientan; 31 por cuanto ha establecido un día en el que ha de juzgar al mundo con justicia por medio del Hombre a quien ha designado, dando fe de ello a todos, al resucitarle de entre los muertos.

32 Cuando le oyeron mencionar la resurrección de los muertos, unos se burlaban, pero otros decían:

—Te oiremos acerca de esto en otra ocasión.

33 Así fue que Pablo salió de en medio de ellos, 34 pero algunos hombres se juntaron con él y creyeron. Entre ellos estaba Dionisio, quien era miembro del Areópago, y una mujer llamada Dámaris, y otros con ellos.

Reina Valera Actualizada (RVA-2015)

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