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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
Reina Valera Actualizada (RVA-2015)
Version
Génesis 8

Restauración de la tierra

Dios se acordó de Noé y de todos los animales y todo el ganado que estaban con él en el arca, e hizo soplar un viento sobre la tierra, y las aguas disminuyeron. Fueron cerradas las fuentes del océano y las ventanas de los cielos, y se detuvo la lluvia de los cielos. Las aguas decrecían gradualmente sobre la tierra, y después de ciento cincuenta días las aguas habían menguado.

El día diecisiete del mes séptimo se asentó el arca sobre los montes de Ararat, y las aguas siguieron decreciendo hasta el mes décimo. El primer día del mes décimo se hicieron visibles las cumbres de las montañas. Y sucedió que cuarenta días después Noé abrió la ventana del arca que había hecho, y envió un cuervo que iba y venía hasta que las aguas se secaron sobre la tierra. También envió una paloma para ver si las aguas habían disminuido sobre la superficie de la tierra. La paloma no halló donde asentar la planta de su pie y volvió a él, al arca, porque las aguas todavía cubrían la superficie de toda la tierra. Entonces él extendió su mano, la tomó y la hizo entrar consigo en el arca.

10 Esperó aún otros siete días y volvió a enviar la paloma fuera del arca. 11 La paloma volvió a él al atardecer, y he aquí que traía una hoja verde de olivo en el pico. Así entendió Noé que las aguas habían disminuido sobre la tierra. 12 Esperó aún otros siete días y envió la paloma, la cual no volvió más a él.

13 Y sucedió que el primer día del mes primero del año seiscientos uno de Noé se secaron las aguas sobre la tierra. Noé quitó la cubierta del arca y miró, y he aquí que la superficie de la tierra estaba seca.

14 El día veintisiete del mes segundo quedó seca la tierra. 15 Entonces dijo Dios a Noé: 16 “Sal del arca tú, tu mujer, tus hijos y las mujeres de tus hijos contigo. 17 Saca todos los animales de toda clase que están contigo: las aves, el ganado y los reptiles que se desplazan sobre la tierra. Que se esparzan por la tierra, que sean fecundos y que se multipliquen sobre la tierra”.

18 Entonces salieron del arca Noé, sus hijos, su mujer y las mujeres de sus hijos con él, 19 y todos los animales, todos los reptiles, todas las aves y todo lo que se desplaza sobre la tierra, según sus familias.

Pacto de Dios con Noé

20 Entonces edificó Noé un altar al SEÑOR, y tomando de todo cuadrúpedo limpio y de toda ave limpia, ofreció holocaustos sobre el altar.

21 El SEÑOR percibió el grato olor, y dijo el SEÑOR en su corazón: “No volveré jamás a maldecir la tierra por causa del hombre, porque el instinto del corazón del hombre es malo desde su juventud. Tampoco volveré a destruir todo ser viviente, como he hecho. 22 Mientras exista la tierra, no cesarán la siembra y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, el día y la noche”.

Mateo 8

Jesús sana a un leproso

Cuando descendió del monte, lo siguió mucha gente. Y he aquí vino un leproso y se postró ante él diciendo:

—¡Señor, si quieres, puedes limpiarme!

Jesús extendió la mano y lo tocó diciendo:

—Quiero. ¡Sé limpio!

Y al instante quedó limpio de la lepra. Entonces Jesús le dijo:

—Mira, no lo digas a nadie; pero ve, muéstrate al sacerdote y ofrece la ofrenda que mandó Moisés, para testimonio a ellos.

Jesús sana al criado del centurión

Cuando Jesús entró en Capernaúm, vino a él un centurión y le rogó diciendo:

—Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, y sufre terribles dolores.

Y le dijo:

—Yo iré y lo sanaré.

Respondió el centurión y dijo:

—Señor, yo no soy digno de que entres bajo mi techo. Solamente di la palabra y mi criado será sanado. Porque yo también soy un hombre bajo autoridad y tengo soldados bajo mi mando. Si digo a este: “Ve”, él va; si digo al otro: “Ven”, él viene; y si digo a mi siervo: “Haz esto”, él lo hace.

10 Cuando Jesús oyó esto, se maravilló y dijo a los que lo seguían:

—De cierto les digo que no he hallado tanta fe en ninguno en Israel. 11 Y les digo que muchos vendrán del oriente y del occidente y se sentarán con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos, 12 pero los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera. Allí habrá llanto y crujir de dientes.

13 Entonces Jesús le dijo al centurión:

—Ve, y como creíste te sea hecho.

Y su criado fue sanado en aquella hora.

Jesús sana a la suegra de Pedro

14 Entró Jesús en la casa de Pedro, y vio que la suegra de este estaba postrada en cama con fiebre. 15 Él le tocó la mano, y la fiebre la dejó. Luego ella se levantó y comenzó a servirle.

16 Al atardecer, trajeron a él muchos endemoniados. Con su palabra echó fuera a los espíritus y sanó a todos los enfermos, 17 de modo que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías, quien dijo:

Él mismo tomó nuestras debilidades

y cargó con nuestras enfermedades[a].

Lo que cuesta seguir a Jesús

18 Cuando se vio rodeado de una multitud, Jesús mandó que pasaran a la otra orilla. 19 Entonces se le acercó un escriba y le dijo:

—Maestro, te seguiré a dondequiera que vayas.

20 Jesús le dijo:

—Las zorras tienen cuevas, y las aves del cielo tienen nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.

21 Otro de sus discípulos le dijo:

—Señor, permíteme que primero vaya y entierre a mi padre.

22 Pero Jesús le dijo:

—Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos.

Jesús calma la tempestad

23 Él entró en la barca, y sus discípulos lo siguieron. 24 Y de repente se levantó una tempestad tan grande en el mar que las olas cubrían la barca, pero él dormía. 25 Y acercándose, lo despertaron diciendo:

—¡Señor, sálvanos, que perecemos!

26 Y él les dijo:

—¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?

Entonces se levantó y reprendió a los vientos y al mar, y se hizo grande bonanza. 27 Los hombres se maravillaron y decían:

—¿Qué clase de hombre es este, que hasta los vientos y el mar le obedecen?

Jesús sana a dos endemoniados

28 Una vez llegado a la otra orilla, a la región de los gadarenos[b], le vinieron al encuentro dos endemoniados que habían salido de los sepulcros. Eran violentos en extremo, tanto que nadie podía pasar por aquel camino. 29 Y he aquí, ellos lanzaron gritos diciendo:

—¿Qué tienes con nosotros, Hijo de Dios[c]? ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?

30 Lejos de ellos estaba paciendo un gran hato de cerdos, 31 y los demonios le rogaron diciendo:

—Si nos echas fuera, envíanos a aquel hato de cerdos.

32 Él les dijo:

—¡Vayan!

Ellos salieron y se fueron a los cerdos, y he aquí todo el hato de cerdos se lanzó al mar por un despeñadero y murieron en el agua.

33 Los que apacentaban los cerdos huyeron, se fueron a la ciudad y lo contaron todo, aun lo que había pasado a los endemoniados. 34 Y he aquí, toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, cuando lo vieron, le rogaban que se fuera de sus territorios.

Esdras 8

Dirigentes que vinieron con Esdras

Estos son los jefes de las casas paternas y el registro de aquellos que vinieron conmigo de Babilonia, cuando reinaba el rey Artajerjes: De los hijos de Fineas, Gersón; de los hijos de Itamar, Daniel; de los hijos de David, Hatús de los hijos de Secanías; de los hijos de Paros, Zacarías, y con él fueron inscritos ciento cincuenta hombres. De los hijos de Pajat-moab, Elioenai hijo de Zeraías, y con él doscientos hombres. De los hijos de Zatuc, Secanías hijo de Jahaziel, y con él trescientos hombres. De los hijos de Adín, Ebed hijo de Jonatán, y con él cincuenta hombres. De los hijos de Elam, Jesaías hijo de Atalías, y con él setenta hombres. De los hijos de Sefatías, Zebadías hijo de Micael, y con él ochenta hombres. De los hijos de Joab, Obadías hijo de Yejiel, y con él doscientos dieciocho hombres. 10 De los hijos de Bania, Selomit hijo de Josifías, y con él ciento sesenta hombres. 11 De los hijos de Bebai, Zacarías hijo de Bebai, y con él veintiocho hombres. 12 De los hijos de Azgad, Johanán hijo de Hacatán, y con él ciento diez hombres. 13 De los hijos de Adonicam, los últimos, estos cuyos nombres son: Elifelet, Jeiel y Semaías, y con ellos sesenta hombres. 14 De los hijos de Bigvai, Utai y Zabud, y con ellos setenta hombres.

Preparativos para el viaje a Jerusalén

15 Los reuní junto al río que pasa por Ahava y acampamos allí tres días. Busqué entre el pueblo y entre los sacerdotes, pero no hallé allí a ninguno de los hijos de Leví. 16 Entonces mandé buscar a Eliezer, a Ariel, a Semaías, a Elnatán, a Jarib, a Elnatán, a Natán, a Zacarías y a Mesulam, hombres principales junto con Joyarib y Elnatán, que eran maestros. 17 Los envié a Ido, jefe en la localidad de Casifia, y puse en sus bocas las palabras que habían de hablar a Ido y a sus hermanos, los servidores del templo que estaban en la localidad de Casifia, para que nos trajeran ayudantes para la casa de nuestro Dios.

18 Puesto que la bondadosa mano de nuestro Dios estaba con nosotros, ellos nos trajeron un hombre entendido de los descendientes de Majli hijo de Leví, hijo de Israel, es decir, a Serebías, que con sus hijos y sus hermanos eran dieciocho personas. 19 También a Hasabías y con él a Jesaías, de los hijos de Merari, que con sus hermanos y sus hijos eran veinte personas. 20 De los servidores del templo, a quienes David y los magistrados habían puesto para el servicio de los levitas, consiguieron doscientos veinte servidores del templo, todos los cuales fueron designados por nombre.

21 Entonces proclamé un ayuno allí junto al río Ahava a fin de humillarnos en la presencia de nuestro Dios y pedirle un buen viaje para nosotros, para nuestros niños y para todas nuestras posesiones. 22 Pues tuve vergüenza de pedir al rey una tropa de soldados y jinetes que nos defendieran del enemigo en el camino, porque habíamos hablado al rey diciendo: “La mano de nuestro Dios es para bien sobre todos los que lo buscan, pero su poder y su furor están sobre todos los que lo abandonan”.

23 Ayunamos, pues, y pedimos a nuestro Dios acerca de esto; y él nos fue propicio. 24 Luego aparté a doce de los principales sacerdotes: Serebías, Hasabías y diez de sus hermanos con ellos. 25 Les pesé la plata, el oro y los utensilios, la ofrenda que para la casa de nuestro Dios habían ofrecido el rey, sus consejeros, sus magistrados y todos los que se encontraban de Israel. 26 Entregué en sus manos veintiún mil cuatrocientos cincuenta kilos de plata, tres mil trescientos kilos de plata en utensilios y tres mil trescientos kilos de oro. 27 Además, había veinte tazones de oro de ocho kilos, y dos vasos de bronce bruñido muy bueno, apreciados como de oro.

28 Entonces les dije: “Ustedes están consagrados al SEÑOR y los utensilios son sagrados. La plata y el oro son una ofrenda voluntaria para el SEÑOR, Dios de sus padres. 29 Velen y guárdenlos hasta que los pesen en Jerusalén, en las cámaras de la casa del SEÑOR, delante de los principales de los sacerdotes, de los levitas y de los jefes de las casas paternas de Israel”.

30 Así, pues, los sacerdotes y los levitas recibieron la plata, el oro y los utensilios que habían sido pesados, para llevarlos a Jerusalén, a la casa de nuestro Dios. 31 Y el doce del mes primero[a] partimos del río Ahava para ir a Jerusalén. Y la mano de nuestro Dios estaba sobre nosotros, y nos libró de mano del enemigo y de los asaltantes en el camino.

Los primeros días en Jerusalén

32 Llegamos a Jerusalén y descansamos allí tres días. 33 Al cuarto día fueron pesados, en la casa de nuestro Dios, la plata, el oro y los utensilios, y entregados a Meremot hijo del sacerdote Urías. Con él estaba Eleazar hijo de Fineas, y con ellos los levitas Josabad hijo de Jesúa y Noadías hijo de Binúi. 34 En aquella ocasión todo fue contado y pesado, y se registró el peso total.

35 Al llegar del cautiverio, los que habían estado cautivos ofrecieron holocaustos al Dios de Israel: doce toros por todo Israel, noventa y seis carneros, setenta y siete corderos, doce machos cabríos para sacrificio por el pecado; todo ello como holocausto al SEÑOR.

36 Luego entregaron los decretos del rey a los sátrapas del rey y a los gobernadores de Más Allá del Río, los cuales prestaron apoyo al pueblo y a la casa de Dios.

Hechos 8

Y Saulo consentía en su muerte.

Saulo persigue a la iglesia

En aquel día se desató una gran persecución contra la iglesia que estaba en Jerusalén, y todos fueron esparcidos por las regiones de Judea y de Samaria, con excepción de los apóstoles.

Unos hombres piadosos sepultaron a Esteban, e hicieron gran lamentación por él. Entonces Saulo asolaba a la iglesia. Entrando de casa en casa, arrastraba tanto a hombres como a mujeres y los entregaba en la cárcel.

Felipe en Samaria

Entonces, los que fueron esparcidos anduvieron anunciando la palabra. Y Felipe descendió a la ciudad de Samaria y les predicaba a Cristo. Cuando la gente oía y veía las señales que hacía, escuchaba atentamente y de común acuerdo lo que Felipe decía. Porque de muchas personas salían espíritus inmundos, dando grandes gritos, y muchos paralíticos y cojos eran sanados; de modo que había gran regocijo en aquella ciudad.

Pedro y Simón el mago

Hacía tiempo había en la ciudad cierto hombre llamado Simón, que practicaba la magia y engañaba a la gente de Samaria, diciendo ser alguien grande. 10 Todos estaban atentos a él, desde el más pequeño hasta el más grande, diciendo: “¡Este sí que es el Poder de Dios, llamado Grande!”. 11 Le prestaban atención, porque con sus artes mágicas les había asombrado por mucho tiempo. 12 Pero cuando creyeron a Felipe mientras anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres. 13 Aun Simón mismo creyó, y una vez bautizado él acompañaba a Felipe; y viendo las señales y grandes maravillas que se hacían, estaba atónito.

14 Los apóstoles que estaban en Jerusalén, al oír que Samaria había recibido la palabra de Dios, les enviaron a Pedro y a Juan, 15 los cuales descendieron y oraron por los samaritanos para que recibieran el Espíritu Santo. 16 Porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos el Espíritu Santo; solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. 17 Entonces les impusieron las manos y recibieron el Espíritu Santo.

18 Cuando Simón vio que por medio de la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, 19 diciendo:

—Denme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo imponga las manos reciba el Espíritu Santo.

20 Entonces Pedro le dijo:

—¡Tu dinero perezca contigo, porque has pensado obtener por dinero el don de Dios! 21 Tú no tienes parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. 22 Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; 23 porque veo que estás destinado a hiel de amargura y a cadenas de maldad.

24 Entonces respondiendo Simón dijo:

—Rueguen ustedes por mí ante el Señor, para que ninguna cosa de las que han dicho venga sobre mí.

25 Ellos, después de haber testificado y hablado la palabra de Dios, regresaron a Jerusalén y anunciaban el evangelio en muchos pueblos de los samaritanos.

Felipe evangeliza al etíope

26 Un ángel del Señor habló a Felipe diciendo: “Levántate y ve hacia el sur por el camino que desciende de Jerusalén a Gaza, el cual es desierto”. 27 Él se levantó y fue. Y he aquí un eunuco etíope, un alto funcionario de Candace, la reina de Etiopía, quien estaba a cargo de todos sus tesoros y que había venido a Jerusalén para adorar, 28 regresaba sentado en su carro leyendo el profeta Isaías. 29 El Espíritu dijo a Felipe: “Acércate y júntate a ese carro”. 30 Y Felipe corriendo le alcanzó y le oyó que leía el profeta Isaías. Entonces le dijo:

—¿Acaso entiendes lo que lees?

31 Y él le dijo:

—¿Pues cómo podré yo, a menos que alguien me guíe?

Y rogó a Felipe que subiera y se sentara junto a él. 32 La porción de las Escrituras que leía era esta:

Como oveja, al matadero fue llevado,

y como cordero mudo delante del que lo trasquila, así no abrió su boca.

33 En su humillación, se le negó justicia; pero su generación, ¿quién la contará? Porque su vida es quitada de la tierra[a].

34 Respondió el eunuco a Felipe y dijo:

—Te ruego, ¿de quién dice esto el profeta? ¿Lo dice de sí mismo o de algún otro?

35 Entonces Felipe abrió su boca, y comenzando desde esta Escritura, le anunció el evangelio de Jesús. 36 Mientras iban por el camino, llegaron a donde había agua, y el eunuco dijo:

—He aquí hay agua. ¿Qué impide que yo sea bautizado?

37 [b], 38 Y mandó parar el carro. Felipe y el eunuco descendieron ambos al agua, y él le bautizó. 39 Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe. Y el eunuco no le vio más, pues seguía su camino gozoso.

40 Pero Felipe se encontró en Azoto, y pasando por allí, anunciaba el evangelio en todas las ciudades, hasta que llegó a Cesarea.

Reina Valera Actualizada (RVA-2015)

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