Historical
Salmo 26 (25)
Hazme justicia, Señor.
26 De David.
Hazme justicia, Señor, pues camino con rectitud.
En el Señor confío, jamás dudaré.
2 Señor, examíname, ponme a prueba,
sondea mi conciencia y mis pensamientos.
3 Ante mí tengo presente tu amor
y con tu verdad recorro mi camino.
4 No tomo asiento con los falsos
ni me alío con los hipócritas;
5 detesto la asamblea de los malvados
y no me siento con los perversos.
6 Lavo mis manos en señal de inocencia
y me acerco a tu altar, Señor,
7 para hacer resonar un clamor de gratitud
y proclamar todas tus maravillas.
8 Señor, yo amo la casa en que habitas,
el lugar que es morada de tu gloria.
9 No me reúnas con pecadores,
ni con gente sanguinaria,
10 que el mal está en sus manos
y el soborno colma su diestra.
11 Pero yo camino con rectitud,
sálvame y apiádate de mí.
12 Mis pies están firmes en el camino recto.
En medio de la asamblea bendeciré al Señor.
Salmo 27 (26)
El Señor me acoge
27 De David.
El Señor es mi luz, mi salvación,
¿de quién tendré miedo?
El Señor es mi refugio,
¿a quién temeré?
2 Cuando los malvados me atacan
para devorarme,
son ellos, enemigos y adversarios,
los que tropiezan y caen.
3 Si acampara contra mí un ejército,
no tendría miedo;
si se declarase contra mí una guerra,
me sentiría seguro.
4 Una sola cosa pido al Señor,
sólo esto quiero:
sentarme en la casa del Señor
todos los días de mi vida,
contemplar la gracia del Señor
y frecuentar su Templo.
5 Me resguardará en su cabaña
en el tiempo adverso,
me protegerá al abrigo de su Tienda,
me alzará sobre una roca.
6 Y entonces yo venceré
al enemigo que me asedia,
ofreceré en su tienda
sacrificios jubilosos;
cantaré y alabaré al Señor.
7 Escúchame, Señor, yo te llamo;
apiádate de mí, atiéndeme.
8 De ti el corazón me dice:
“¡Busca mi rostro!”.
Y yo, Señor, tu rostro estoy buscando.
9 No me ocultes tu rostro,
no rechaces con ira a tu siervo;
tú eres mi ayuda:
no me dejes, no me abandones,
Dios salvador mío.
10 Si mi padre y mi madre me abandonan,
el Señor me acogerá.
11 Muéstrame, Señor, tu camino,
llévame por la senda recta
porque tengo enemigos.
12 No me dejes a merced de mis rivales,
que se alzan contra mí testigos falsos
y se extiende la violencia.
13 Confío en ver la bondad del Señor
en la tierra de los vivos.
14 Espera en el Señor,
sé fuerte, ten firmeza;
pon tu esperanza en el Señor.
Salmo 28 (27)
Escucha mi grito de súplica
28 De David.
Señor, a ti te llamo;
no me ignores, fortaleza mía,
que si tú no me hablas
seré como los muertos.
2 Escucha mi grito de súplica
cuando te invoco,
cuando alzo mis manos
hacia tu santuario.
3 No me arrojes con los malvados
ni con los que hacen el mal:
hablan de paz con sus amigos,
pero en su corazón hay violencia.
4 Trátalos según sus acciones
y la maldad de sus actos;
trátalos de acuerdo a sus obras,
¡dales tú su merecido!
5 Pues no reconocen las acciones del Señor
ni tampoco la obra de sus manos,
¡que él los derribe
y no vuelva a levantarlos!
6 Bendito sea el Señor
que escucha mi grito de súplica.
7 El Señor es mi fortaleza y mi escudo,
en él mi corazón confía.
Me ha socorrido y estoy alegre,
con mis cantos le doy gracias.
8 El Señor es el baluarte de su pueblo,
la fortaleza que salva a su ungido.
9 Salva a tu pueblo, bendice a tu heredad,
sé su pastor y guíalos por siempre.
Salmo 29 (28)
La voz del Señor es potente
29 Salmo de David.
¡Hijos de Dios, aclamen al Señor,
aclamen su gloria y su poder!
2 ¡Aclamen el nombre glorioso del Señor!
¡Adoren al Señor en el esplendor del Templo!
3 La voz del Señor domina las aguas,
el Dios de la gloria ha tronado,
el Señor domina las aguas caudalosas.
4 La voz del Señor es poderosa,
la voz del Señor es espléndida.
5 La voz del Señor quiebra los cedros,
quiebra el Señor los cedros del Líbano;
6 hace brincar al Líbano como un ternero
y al Sarión cual cría de búfalo.
7 La voz del Señor produce llamas ardientes;
8 la voz del Señor hace temblar el desierto,
el Señor hace temblar el desierto de Cadés.
9 La voz del Señor estremece a las ciervas
y arranca los árboles del bosque.
En su Templo todo dice ¡gloria!
10 El Señor reina sobre el diluvio;
el Señor, rey eterno, está en su trono.
11 El Señor fortalece a su pueblo,
el Señor bendice a su pueblo con la paz.
Salmo 30 (29)
A ti clamé y me curaste
30 Salmo. Canto para la consagración del Templo. De David.
2 Señor, te alabaré porque me has salvado
y no has dejado que mis enemigos se burlen de mí.
3 Señor Dios mío, a ti clamé y me curaste.
4 Señor, me libraste de ir al reino de los muertos,
me devolviste la vida cuando agonizaba.
5 Canten al Señor los que le son fieles,
alaben su santo nombre,
6 pues es pasajera su ira y eterna su bondad:
quien de noche se retira llorando,
por la mañana es un clamor de alegría.
7 Yo, sosegado, decía: “Nunca más sucumbiré”.
8 Señor, tu ayuda me exaltó cual monte poderoso,
pero ocultaste tu rostro y sentí miedo.
9 A ti, Señor, clamo; a mi Señor suplico.
10 ¿Qué provecho hay en mi muerte,
en que yo baje a la tumba?
¿Podrá alabarte el polvo?
¿Anunciará él tu fidelidad?
11 ¡Escucha, Señor, ten compasión de mí;
Señor, ven en mi ayuda!
12 Convertiste mi llanto en danza,
me despojaste del luto, me vestiste de fiesta
13 para que te cante sin callar nunca;
Señor, Dios mío, te alabaré por siempre.
Salmo 31 (30)
Mi destino está en tus manos
31 Al maestro del coro. Salmo de David.
2 Señor, en ti confío,
que no quede jamás defraudado;
¡líbrame con tu fuerza salvadora!
3 Acerca hacia mí tu oído,
date prisa en socorrerme.
Sé para mí fortaleza protectora,
morada inaccesible que me salve,
4 pues tú eres mi bastión, mi baluarte;
honrando tu nombre, guíame y condúceme.
5 Libérame de la trampa que me tienden,
porque tú eres mi refugio.
6 A tus manos encomiendo mi vida;
tú, Señor, Dios fiel, me has rescatado.
7 Odio a quienes sirven a ídolos falsos,
en Dios pongo mi confianza.
8 Por tu amor me alegro y me regocijo,
porque tú has mirado mis pesares,
tú conoces mis angustias.
9 No me entregaste al enemigo,
me mantuviste en lugar seguro.
10 Apiádate de mí, Señor,
que soy presa de la angustia;
se consumen de pena mis ojos,
todo mi ser y mis entrañas.
11 Se agota mi vida en el dolor,
en gemidos mi existencia,
se debilita mi fuerza por mi maldad
y mis huesos se consumen.
12 Soy la burla de mis adversarios
y, aún más, la de mis vecinos,
el horror de los que me conocen;
quien me ve por la calle, huye de mí.
13 He sido olvidado como un muerto,
soy como un cacharro roto.
14 Puedo oír a muchos difamando,
hay terror por todas partes;
contra mí conspiran juntos,
traman arrebatarme la vida.
15 Pero yo, Señor, en ti confío,
yo he dicho: “Tú, Señor, eres mi Dios”.
16 Mi destino está en tus manos,
líbrame de mis rivales y de quienes me persiguen.
17 Muéstrate favorable con tu siervo,
por tu amor ponme a salvo.
18 Señor, a ti te invoco,
que no quede defraudado;
queden así los malvados,
que en el abismo sucumban.
19 Enmudezcan los labios mentirosos
que se insolentan contra el justo
llenos de orgullo y desprecio.
20 ¡Qué inmensa es la bondad
que reservas a quien te venera!
La ofreces a quienes en ti confían,
y todo el mundo es testigo.
21 Tu rostro los ampara y protege
de las conjuras humanas;
los resguardas en tu Tienda
de las lenguas pendencieras.
22 ¡Bendito sea el Señor
que me demostró su amor
en momentos de angustia!
23 Yo, azorado, llegué a pensar:
“Me has apartado de tu presencia”.
Pero tú oías mi voz suplicante
mientras a ti clamaba.
24 ¡Amen al Señor todos sus fieles!
El Señor cuida a quienes son leales
y a los arrogantes castiga con creces.
25 ¡Manténganse firmes, sigan con ánimo
cuantos en el Señor tienen esperanza!
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España