Historical
Jesús denuncia la hipocresía (Mc 12,38-40, Lc 11,43; 20,46)
23 Jesús se dirigió entonces a la gente y a sus propios discípulos 2 y les dijo:
— Los maestros de la ley y los fariseos han sido los encargados de interpretar la ley de Moisés. 3 Obedézcanlos, pues, y cumplan cuanto les digan; pero no imiten su conducta, porque ellos mismos no hacen lo que enseñan: 4 echan cargas pesadas e insoportables sobre los hombros de los demás, pero ellos no están dispuestos a mover ni siquiera un dedo para llevarlas. 5 Todo lo hacen para que la gente los vea. Usan filacterias más anchas y flecos más largos que ningún otro; 6 les gusta ocupar los primeros puestos en los banquetes, sentarse en los lugares preferentes en las sinagogas, 7 ser saludados en público y que la gente los llame “maestros”. 8 Ustedes, en cambio, no se hagan llamar “maestro”; el único maestro de ustedes es Cristo y todos ustedes son hermanos unos de otros. 9 Ni tampoco llamen a nadie “padre nuestro” en este mundo, porque el único Padre de ustedes es el del cielo. 10 Ni tampoco se hagan llamar “maestros”, porque el único maestro de ustedes es Cristo. 11 El más grande entre ustedes será el que se ponga al servicio de los demás. 12 Al que se ensalce a sí mismo, Dios lo humillará; pero al que se humille a sí mismo, Dios lo ensalzará.
13 ¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos hipócritas, que cierran a la gente la entrada en el reino de los cielos! Ni entran ustedes ni dejan entrar a los que quieren entrar.
14 [¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos hipócritas, que devoran las haciendas de las viudas y que, para disimular, pronuncian largas oraciones! Por eso ustedes recibirán mayor castigo].
15 ¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos hipócritas, que recorren tierra y mar en busca de un prosélito y, cuando lo han conseguido, hacen de él un modelo de maldad dos veces peor que ustedes mismos!
16 ¡Ay de ustede, guías de ciegos, que dicen: “Jurar por el Templo no compromete a nada. Lo que compromete es jurar por el oro del Templo”! 17 ¡Estúpidos y ciegos! ¿Qué es más importante, el oro o el Templo por el que el oro queda consagrado? 18 Y dicen también: “Jurar por el altar no compromete a nada. Lo que compromete es jurar por la ofrenda que está sobre el altar”. 19 ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda o el altar por el que la ofrenda queda consagrada? 20 El que jura por el altar, jura también por todo lo que hay sobre él; 21 el que jura por el Templo, jura también por aquel que vive dentro de él. 22 Y el que jura por el cielo, jura también por el trono de Dios y por Dios mismo, que se sienta en ese trono.
23 ¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos hipócritas, que ofrecen a Dios el diezmo de la menta, del anís y del comino, pero no se preocupan de lo más importante de la ley, que es la justicia, la misericordia y la fe! Esto último es lo que deberían hacer, aunque sin dejar de cumplir también lo otro. 24 ¡Guías ciegos, que cuelan el mosquito y se tragan el camello!
25 ¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras por dentro siguen sucios con el producto de su propia rapacidad y codicia! 26 ¡Fariseo ciego, limpia primero la copa por dentro, y así quedará limpia también por fuera!
27 ¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos hipócritas, que son como sepulcros blanqueados, hermosos por fuera, pero llenos por dentro de huesos de muerto y podredumbre! 28 Así también ustedes: se hacen pasar por justos delante de la gente, pero tienen el interior lleno de hipocresía y maldad.
29 ¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos hipócritas, que construyen los sepulcros de los profetas y adornan los monumentos funerarios de los justos 30 diciendo: “Si nosotros hubiéramos vivido en los tiempos de nuestros antepasados, no nos habríamos unido a ellos para derramar la sangre de los profetas”! 31 Pero con ello están demostrando, contra ustedes mismos, que son descendientes de los que asesinaron a los profetas. 32 ¡Completen, pues, ustedes la obra que comenzaron sus antepasados!
33 ¡Serpientes! ¡Hijos de víbora! ¿Cómo podrán escapar al castigo de la gehena? 34 Porque miren: yo voy a enviarles mensajeros, sabios y maestros de la ley; a unos ustedes los matarán y crucificarán, a otros los azotarán en sus sinagogas y perseguirán de ciudad en ciudad. 35 De ese modo se harán culpables de toda la sangre inocente derramada en este mundo, desde la sangre del justo Abel hasta la de Zacarías, el hijo de Baraquías, a quien ustedes asesinaron entre el santuario y el altar. 36 ¡Les aseguro que todo esto le ocurrirá a la presente generación!
Lamento de Jesús por Jerusalén (Lc 13,34-35)
37 ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los mensajeros que Dios te envía! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina reúne a sus pollitos bajo las alas, y ustedes se negaron! 38 Pues miren: la ciudad va a quedar desierta. 39 Porque les digo que no volverán a verme hasta el momento en que digan: “ Bendito el que viene en nombre del Señor”.
Jesús predice la destrucción del Templo (Mc 13,1-2; Lc 21,5-6)
24 Jesús salió del Templo, y cuando ya se iba, sus discípulos se acercaron a él para hacerle admirar las construcciones del Templo. 2 Pero él les dijo:
— ¿Ven todo esto? Pues les aseguro que aquí no va a quedar piedra sobre piedra. ¡Todo será destruido!
Los signos del fin del mundo (Mc 13,3-13; Lc 21,7-17)
3 Estaba Jesús sentado en la ladera del monte de los Olivos cuando se le acercaron aparte los discípulos para preguntarle:
— Dinos, ¿cuándo sucederá todo esto? ¿Cómo sabremos que tu venida está cerca y que el fin del mundo se aproxima?
4 Jesús les contestó:
— Tengan cuidado de que nadie los engañe. 5 Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: “Yo soy el Mesías”, y engañarán a mucha gente. 6 Llegarán a oídos de ustedes noticias de guerras y rumores de conflictos bélicos. No se alarmen, pues, aunque todo esto tenga que suceder, todavía no será el fin. 7 Se levantarán unas naciones contra otras, y unos reinos contra otros, y por todas partes habrá hambres y terremotos. 8 Pero todas estas calamidades serán sólo el principio de los males que han de sobrevenir.
9 En aquellos días a ustedes los maltratarán y matarán. Todo el mundo los odiará por causa de mí. 10 Serán días en que la fe de muchos correrá peligro, mientras otros se traicionarán y se odiarán mutuamente. 11 Aparecerán por todas partes falsos profetas, que engañarán a muchos. 12 La maldad reinante será tanta que el amor de mucha gente se enfriará. 13 Pero el que se mantenga firme hasta el fin, ese se salvará. 14 Y esta buena noticia del reino se anunciará por todo el mundo, para que todas las naciones la conozcan. Entonces llegará el fin.
La gran tribulación (Mc 13,14-23; Lc 21,20-24)
15 Cuando vean ustedes que en el lugar santo se instala el ídolo abominable de la destrucción anunciado por el profeta Daniel (medite en esto el que lo lea), 16 entonces los que estén en Judea huyan a las montañas; 17 el que esté en la azotea no baje a la casa a recoger ninguna de sus cosas, 18 y el que esté en el campo no regrese ni siquiera a recoger su manto. 19 ¡Ay de las mujeres embarazadas y de las que en esos días estén criando! 20 Oren para que cuando tengan que huir no sea ni invierno ni sábado, 21 porque habrá entonces tanto sufrimiento como no lo ha habido desde que el mundo existe ni volverá a haberlo jamás. 22 Si Dios no acortara ese tiempo, nadie podría salvarse. Pero él lo abreviará por causa de los elegidos.
23 Si alguien les dice entonces: “Miren, aquí está el Mesías”, o bien: “Miren, está allí”, no lo crean. 24 Porque aparecerán falsos mesías y falsos profetas, que harán grandes señales milagrosas y prodigios con objeto de engañar, si fuera posible, incluso a los que Dios ha elegido. 25 Miren que se lo advierto de antemano. 26 Así que si alguien les dice: “El Mesías está en el desierto”, no vayan allí; y si les dice: “Está escondido en lo más secreto de la casa”, no lo crean. 27 Pues como un relámpago brilla en oriente y su resplandor se deja ver hasta occidente, así será la venida del Hijo del hombre. 28 ¡Donde esté el cadáver, allí se juntarán los buitres!
La venida del Hijo del hombre (Mc 13,24-27; Lc 21,25-28)
29 En cuanto hayan pasado los sufrimientos de aquellos días, el sol se oscurecerá y la luna perderá su brillo; las estrellas caerán del cielo y las fuerzas celestes se estremecerán. 30 Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre, y todos los pueblos del mundo llorarán al ver que viene el Hijo del hombre sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria. 31 Y él enviará a sus ángeles para que a toque de trompeta convoquen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del cielo.
El ejemplo de la higuera (Mc 13,28-31; Lc 21,29-33)
32 Fíjense en el ejemplo de la higuera: cuando ustedes ven que sus ramas se ponen tiernas y comienzan a brotarles las hojas, conocen que el verano se acerca. 33 Pues de la misma manera, cuando vean todo esto que les anuncio, sepan que el fin está cerca, a las puertas. 34 Les aseguro que no pasará la actual generación sin que todo esto acontezca. 35 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
Invitación a la vigilancia (Mc 13,32-37; Lc 17,26-30.34-36)
36 En cuanto al día y la hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo ni el Hijo; solamente el Padre lo sabe.
37 La venida del Hijo del hombre puede compararse a lo que sucedió en tiempos de Noé. 38 Porque en los días anteriores al diluvio y hasta el momento en que Noé entró en el arca, la gente no dejó de comer, beber y de casarse. 39 Nadie llegó a sospechar nada hasta que el diluvio los barrió a todos. Lo mismo será cuando venga el Hijo del hombre. 40 Dos hombres estarán entonces trabajando en el campo; a uno se lo llevarán y dejarán al otro. 41 Dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y dejarán a la otra. 42 Esten, pues, vigilantes ya que no saben en qué día vendrá el Señor. 43 Piensen que si el amo de la casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, vigilaría para impedir que le perforen la casa. 44 Así pues, estén también ustedes preparados, porque cuando menos lo piensen, vendrá el Hijo del hombre.
Fidelidad en el servicio (Lc 12,41-48)
45 Pórtense como el criado fiel e inteligente a quien su amo pone al frente de la servidumbre para que les tenga la comida dispuesta a su hora. 46 ¡Feliz aquel criado a quien su amo, al llegar, encuentre cumpliendo con su deber! 47 Les aseguro que le confiará el cuidado de toda su hacienda. 48 Pero si otro mal criado piensa en su interior: “Mi señor se retrasa” 49 y comienza a maltratar a sus compañeros y se junta a comer y beber con borrachos, 50 un día, cuando menos lo espere, llegará de improviso su señor. 51 Entonces lo castigará severamente dándole un lugar entre los hipócritas. Allí llorará y le rechinarán los dientes.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España