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Los israelitas confiesan sus pecados
9 El día veinticuatro de ese mes, los israelitas se reunieron para ayunar, se vistieron de luto y se echaron ceniza sobre la cabeza. 2 Habiéndose separado de los extranjeros, confesaron públicamente sus propios pecados y la maldad de sus antepasados, 3 y asumieron así su responsabilidad. Durante tres horas leyeron el libro de la ley del Señor su Dios, y en las tres horas siguientes[a] le confesaron sus pecados y lo adoraron. 4 Luego los levitas Jesúa, Baní, Cadmiel, Sebanías, Buní, Serebías, Baní y Quenaní subieron a la plataforma y en alta voz invocaron al Señor su Dios. 5 Y los levitas Jesúa, Cadmiel, Baní, Jasabnías, Serebías, Hodías, Sebanías y Petaías clamaron:
«¡Vamos, bendecid al Señor vuestro Dios
desde ahora y para siempre!
¡Bendito seas, Señor!
¡Sea exaltado tu glorioso nombre,
que está por encima de toda bendición y alabanza!
6 »¡Solo tú eres el Señor!
Tú has hecho los cielos,
y los cielos de los cielos
con todas sus estrellas.[b]
Tú le das vida a todo lo creado:
la tierra y el mar
con todo lo que hay en ellos.
¡Por eso te adoran los ejércitos del cielo!
7 »Tú, Señor y Dios,
fuiste quien escogió a Abram.
Tú lo sacaste de Ur de los caldeos
y le pusiste por nombre Abraham.
8 Descubriste en él un corazón fiel;
por eso hiciste con él un pacto.
Le prometiste que a sus descendientes
les darías la tierra de los cananeos,
de los hititas, amorreos y ferezeos,
de los jebuseos y gergeseos.
Y cumpliste tu palabra
porque eres justo.
9 »En Egipto viste la aflicción de nuestros padres;
junto al Mar Rojo escuchaste sus lamentos.
10 Lanzaste grandes señales y maravillas
contra el faraón, sus siervos y toda su gente,
porque viste la insolencia
con que habían tratado a tu pueblo.
Fue así como te ganaste
la buena fama que hoy tienes.
11 A la vista de ellos abriste el mar,
y lo cruzaron sobre terreno seco.
Pero arrojaste a sus perseguidores
en lo más profundo del mar,
como piedra en aguas caudalosas.
12 Con una columna de nube los guiaste de día,
con una columna de fuego los guiaste de noche:
les alumbraste el camino que debían seguir.
13 »Descendiste al monte Sinaí;
desde el cielo les hablaste.
Les diste juicios rectos y leyes verdaderas,
estatutos y mandamientos buenos.
14 Les diste a conocer tu sábado santo,
y por medio de tu servidor Moisés
les entregaste tus mandamientos,
estatutos y leyes.
15 »Saciaste su hambre con pan del cielo;
calmaste su sed con agua de la roca.
Les diste posesión de la tierra
que bajo juramento les habías prometido.
16 Pero ellos y nuestros padres fueron altivos;
no quisieron obedecer tus mandamientos.
17 Se negaron a escucharte;
no se acordaron de las maravillas
que hiciste por ellos.
Fue tanta su terquedad y rebeldía
que hasta se nombraron un jefe
para que los hiciera volver
a la esclavitud de Egipto.
Pero tú no los abandonaste
porque eres Dios perdonador,
clemente y compasivo,
lento para la ira y grande en amor.
18 »Y, a pesar de que se hicieron
un becerro de metal fundido
y dijeron: “Este es tu dios
que te hizo subir de Egipto”,
y aunque fueron terribles
las ofensas que cometieron,
19 tú no los abandonaste en el desierto
porque eres muy compasivo.
»Jamás se apartó de ellos la columna de nube
que los guiaba de día por el camino;
ni dejó de alumbrarlos la columna de fuego
que de noche les mostraba por dónde ir.
20 »Con tu buen Espíritu les diste entendimiento.
No les quitaste tu maná de la boca;
les diste agua para calmar su sed.
21 Cuarenta años los sustentaste en el desierto.
¡Nada les faltó!
No se desgastaron sus vestidos
ni se les hincharon los pies.
22 »Les entregaste reinos y pueblos,
y asignaste a cada cual su territorio.
Conquistaron las tierras de Og y de Sijón,
que eran reyes de Hesbón y de Basán.
23 Multiplicaste sus hijos
como las estrellas del cielo;
los hiciste entrar en la tierra
que bajo juramento les prometiste a sus padres.
24 Y sus hijos entraron en la tierra
y tomaron posesión de ella.
Ante ellos sometiste a los cananeos que la habitaban;
les entregaste reyes y pueblos de esa tierra,
para que hicieran con ellos lo que quisieran.
25 Conquistaron ciudades fortificadas
y una tierra fértil;
se adueñaron de casas repletas de bienes,
de cisternas, viñedos y olivares,
y de gran cantidad de árboles frutales.
Comieron y se hartaron y engordaron;
¡disfrutaron de tu gran bondad!
26 »Pero fueron desobedientes:
se rebelaron contra ti,
rechazaron tu ley,
mataron a tus profetas
que los convocaban a volverse a ti;
¡te ofendieron mucho!
27 Por eso los entregaste a sus enemigos,
y estos los oprimieron.
En tiempo de angustia clamaron a ti,
y desde el cielo los escuchaste;
por tu inmensa compasión les enviaste salvadores
para que los liberaran de sus enemigos.
28 Pero, en cuanto eran liberados,
volvían a hacer lo que te ofende;
tú los entregabas a sus enemigos,
y ellos los dominaban.
De nuevo clamaban a ti,
y desde el cielo los escuchabas.
¡Por tu inmensa compasión
muchas veces los libraste!
29 Les advertiste que volvieran a tu ley,
pero ellos actuaron con soberbia
y no obedecieron tus mandamientos.
Pecaron contra tus normas,
que dan vida a quien las obedece.
En su rebeldía, te rechazaron;
fueron tercos y no quisieron escuchar.
30 »Durante años tuviste paciencia con ellos;
con tu Espíritu los amonestaste
por medio de tus profetas,
pero ellos no quisieron escuchar.
Por eso los dejaste caer en manos
de los pueblos de esa tierra.
31 Sin embargo, es tal tu compasión
que no los destruiste ni abandonaste,
porque eres Dios clemente y compasivo.
32 »Y ahora, Dios nuestro,
Dios grande, temible y poderoso,
que cumples el pacto y eres fiel,
no tengas en poco los sufrimientos
que han padecido nuestros reyes,
gobernantes, sacerdotes y profetas,
nuestros padres y todo tu pueblo,
desde los reyes de Asiria hasta hoy.
33 Tú has sido justo en todo
lo que nos ha sucedido,
porque actúas con fidelidad.
Nosotros, en cambio, actuamos con maldad.
34 Nuestros reyes y gobernantes,
nuestros sacerdotes y antepasados
desobedecieron tu ley
y no acataron tus mandamientos
ni las advertencias con que los amonestabas.
35 Pero ellos, durante su reinado,
no quisieron servirte
ni abandonar sus malas obras,
a pesar de que les diste muchos bienes
y les regalaste una tierra extensa y fértil.
36 »Por eso ahora somos esclavos,
esclavos en la tierra
que les diste a nuestros padres
para que gozaran de sus frutos y sus bienes.
37 Sus abundantes cosechas son ahora de los reyes
que nos has impuesto por nuestro pecado.
Como tienen el poder, hacen lo que quieren
con nosotros y con nuestro ganado.
¡Grande es nuestra aflicción!
38 »Por todo esto, nosotros hacemos este pacto y lo ponemos por escrito, firmado por nuestros gobernantes, levitas y sacerdotes».
El pueblo se compromete a obedecer la ley
10 La siguiente es la lista de los que firmaron:
Nehemías hijo de Jacalías, que era el gobernador;
Sedequías, 2 Seraías, Azarías, Jeremías,
3 Pasur, Amarías, Malquías,
4 Jatús, Sebanías, Maluc,
5 Jarín, Meremot, Abdías,
6 Daniel, Guinetón, Baruc,
7 Mesulán, Abías, Mijamín,
8 Maazías, Bilgay y Semaías.
Estos eran los sacerdotes.
9 Los levitas:
Jesúa hijo de Azanías, Binuy, de los descendientes de Henadad, Cadmiel,
10 y sus hermanos Sebanías, Hodías, Quelitá, Pelaías, Janán,
11 Micaías, Rejob, Jasabías,
12 Zacur, Serebías, Sebanías,
13 Hodías, Baní y Beninu.
14 Los jefes del pueblo:
Parós, Pajat Moab, Elam, Zatú, Baní,
15 Buní, Azgad, Bebay,
16 Adonías, Bigvay, Adín,
17 Ater, Ezequías, Azur,
18 Hodías, Jasún, Bezay,
19 Jarif, Anatot, Nebay,
20 Magpías, Mesulán, Hezir,
21 Mesezabel, Sadoc, Jadúa,
22 Pelatías, Janán, Anaías,
23 Oseas, Jananías, Jasub,
24 Halojés, Piljá, Sobec,
25 Rejún, Jasabná, Maseías,
26 Ahías, Janán, Anán,
27 Maluc, Jarín y Baná.
28 Todos los demás —sacerdotes, levitas, porteros, cantores, servidores del templo, todos los que se habían separado de los pueblos de aquella tierra para cumplir con la ley de Dios, más sus mujeres, hijos e hijas, y todos los que tenían uso de razón— 29 se unieron a sus parientes que ocupaban cargos importantes y se comprometieron, bajo juramento, a vivir de acuerdo con la ley que Dios les había dado por medio de su servidor Moisés, y a obedecer todos los mandamientos, normas y estatutos de nuestro Señor. 30 Además, todos nos comprometimos a no casar a nuestras hijas con los habitantes del país ni aceptar a sus hijas como esposas para nuestros hijos. 31 También prometimos que, si la gente del país venía en sábado, o en cualquier otro día de fiesta, a vender sus mercancías o alguna otra clase de víveres, nosotros no les compraríamos nada. Prometimos así mismo que en el séptimo año no cultivaríamos la tierra, y que perdonaríamos toda deuda.
32 Además, nos impusimos la obligación de contribuir cada año con cuatro gramos de plata[c] para los gastos del templo de nuestro Dios: 33 el pan de la Presencia; las ofrendas y el holocausto diarios; los sacrificios de los sábados, de la luna nueva y de las fiestas solemnes; las ofrendas sagradas; los sacrificios de expiación por el pecado de Israel, y todo el servicio del templo de nuestro Dios.
34 En cuanto a la ofrenda de la leña, echamos suertes entre nosotros los sacerdotes, los levitas y el pueblo en general, según nuestras familias, para determinar a quiénes les tocaría llevar, en los tiempos fijados cada año, la leña para el templo del Señor nuestro Dios, para que ardiera en su altar, como está escrito en la ley. 35 Además nos comprometimos a llevar cada año al templo del Señor las primicias del campo y de todo árbol frutal, 36 como también a presentar nuestros primogénitos y las primeras crías de nuestro ganado, tanto vacuno como ovino, ante los sacerdotes que sirven en el templo de nuestro Dios, como está escrito en la ley.
37 Convinimos en llevar a los almacenes del templo de nuestro Dios las primicias de nuestra molienda, de nuestras ofrendas, del fruto de nuestros árboles, de nuestro vino nuevo y de nuestro aceite, para los sacerdotes que ministran en el templo de nuestro Dios. Convinimos también en dar la décima parte de nuestras cosechas a los levitas, pues son ellos quienes recolectan todo esto en los pueblos donde trabajamos. 38 Un sacerdote de la familia de Aarón acompañará a los levitas cuando estos vayan a recolectar los diezmos. Los levitas, por su parte, depositarán el diezmo de los diezmos en la tesorería del templo de nuestro Dios. 39 Los israelitas y los levitas llevarán las ofrendas de trigo, de vino y de aceite a los almacenes donde se guardan los utensilios sagrados y donde permanecen los sacerdotes, los porteros y los cantores, cuando están de servicio.
De este modo nos comprometimos a no descuidar el templo de nuestro Dios.
Los que se establecieron en Jerusalén
11 Los jefes del pueblo se establecieron en Jerusalén. Entre el resto del pueblo se hizo un sorteo para que uno de cada diez se quedara a vivir en Jerusalén, la ciudad santa, y los otros nueve se establecieran en las otras poblaciones. 2 El pueblo bendijo a todos los que se ofrecieron voluntariamente a vivir en Jerusalén.
3 Estos son los jefes de la provincia que se establecieron en Jerusalén y en las otras poblaciones de Judá. Los israelitas, los sacerdotes, los levitas, los servidores del templo y los descendientes de los servidores de Salomón se establecieron cada uno en su propia población y en su respectiva propiedad. 4 Estos fueron los judíos y benjaminitas que se establecieron en Jerusalén:
De los descendientes de Judá:
Ataías hijo de Uzías, hijo de Zacarías, hijo de Amarías, hijo de Sefatías, hijo de Malalel, de los descendientes de Fares; 5 y Maseías hijo de Baruc, hijo de Coljozé, hijo de Jazaías, hijo de Adaías, hijo de Joyarib, hijo de Zacarías, hijo de Siloní. 6 El total de los descendientes de Fares que se establecieron en Jerusalén fue de cuatrocientos sesenta y ocho guerreros valientes.
7 De los descendientes de Benjamín:
Salú hijo de Mesulán, hijo de Joed, hijo de Pedaías, hijo de Colaías, hijo de Maseías, hijo de Itiel, hijo de Isaías, 8 y sus hermanos[d] Gabay y Salay. En total eran novecientos veintiocho. 9 Su jefe era Joel hijo de Zicrí, y el segundo jefe de la ciudad era Judá hijo de Senuá.[e]
10 De los sacerdotes:
Jedaías hijo de Joyarib, Jaquín, 11 Seraías hijo de Jilquías, hijo de Mesulán, hijo de Sadoc, hijo de Merayot, hijo de Ajitob, que era el jefe del templo de Dios, 12 y sus parientes, que eran ochocientos veintidós y trabajaban en el templo; así mismo, Adaías hijo de Jeroán, hijo de Pelalías, hijo de Amsí, hijo de Zacarías, hijo de Pasur, hijo de Malquías, 13 y sus parientes, los cuales eran jefes de familia y sumaban doscientos cuarenta y dos; también Amasay hijo de Azarel, hijo de Ajsay, hijo de Mesilemot, hijo de Imer, 14 y sus parientes, los cuales eran ciento veintiocho valientes. Su jefe era Zabdiel hijo de Guedolín.
15 De los levitas:
Semaías hijo de Jasub, hijo de Azricán, hijo de Jasabías, hijo de Buní; 16 Sabetay y Jozabad, que eran jefes de los levitas y estaban encargados de la obra exterior del templo de Dios; 17 Matanías hijo de Micaías, hijo de Zabdí, hijo de Asaf, que dirigía el coro de los que entonaban las acciones de gracias en el momento de la oración; Bacbuquías, segundo entre sus hermanos, y Abdá hijo de Samúa, hijo de Galal, hijo de Jedutún. 18 Los levitas que se establecieron en la ciudad santa fueron doscientos ochenta y cuatro.
19 De los porteros:
Acub, Talmón y sus parientes, que vigilaban las puertas. En total eran ciento setenta y dos.
20 Los demás israelitas, de los sacerdotes y de los levitas vivían en todas las poblaciones de Judá, cada uno en su propiedad.
21 Los servidores del templo, que estaban bajo la dirección de Zijá y Guispa, se establecieron en Ofel.
22 El jefe de los levitas que estaban en Jerusalén era Uzi hijo de Baní, hijo de Jasabías, hijo de Matanías, hijo de Micaías, uno de los descendientes de Asaf. Estos tenían a su cargo el canto en el servicio del templo de Dios. 23 Una orden real y un reglamento establecían los deberes diarios de los cantores.
24 Para atender todos los asuntos del pueblo, el rey había nombrado como su representante a Petaías hijo de Mesezabel, que era uno de los descendientes de Zera hijo de Judá.
Otras ciudades habitadas
25 Algunos judíos se establecieron en las siguientes ciudades con sus poblaciones: Quiriat Arbá, Dibón, Yecabsel, 26 Jesúa, Moladá, Bet Pelet, 27 Jazar Súal, Berseba, 28 Siclag, Mecona, 29 Enrimón, Zora, Jarmut, 30 Zanoa, Adulán, Laquis y Azeca, es decir, desde Berseba hasta el valle de Hinón.
31 Los benjaminitas se establecieron en Gueba, Micmás, Aías, Betel y sus poblaciones, 32 Anatot, Nob, Ananías, 33 Jazor, Ramá, Guitayin, 34 Jadid, Seboyín, Nebalat, 35 Lod y Ono, y en el valle de los Artesanos.
36 Algunos levitas de Judá se unieron a los benjaminitas.
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