Read the Gospels in 40 Days
Parábola de las diez jóvenes
25 »En el reino de los cielos sucederá lo que les sucedió a las diez muchachas que tomaron sus lámparas y salieron a recibir al novio. 2-4 Cinco de ellas fueron sabias y llenaron bien las lámparas de aceite, mientras que las otras cinco, insensatas, no lo hicieron.
5 »Como el novio se demoraba, todas se quedaron dormidas. 6 Alrededor de la media noche un grito las despertó: “¡Allí viene el novio! ¡Salgan a recibirlo!”. 7 Las muchachas saltaron a arreglar las lámparas, 8 y las cinco que casi no tenían aceite suplicaron a las otras que compartieran con ellas el que tenían, porque se les estaban apagando las lámparas. 9 Las otras, las prudentes, respondieron: “No tenemos suficiente aceite para darles. Vayan a la tienda y compren”. 10 Así lo hicieron. Pero al regresar encontraron la puerta cerrada, pues el novio había llegado ya y había entrado a la boda con las muchachas que estaban listas con sus lámparas. 11 “Señor, ábrenos”, gritaron, tocando a la puerta, las que habían ido a comprar el aceite. 12 Pero el novio les respondió: “¡No sé quiénes son ustedes! ¡Váyanse!”.
13 »Por lo tanto, manténganse vigilantes, porque no saben cuándo ni a qué hora he de regresar.
Parábola de las monedas de oro
14 »Hubo una vez un hombre que juntó a sus siervos; antes de partir hacia otro país, y les prestó dinero para que lo invirtieran en su nombre durante su ausencia. 15 A uno le entregó cincuenta mil pesos, a otro veinte mil y a otro diez mil, de acuerdo con las capacidades que había observado en cada uno de ellos.
16 »El que recibió los cincuenta mil pesos los invirtió inmediatamente en negocios de compraventa y en poco tiempo obtuvo una ganancia de cincuenta mil pesos. 17 El que recibió los veinte mil pesos los invirtió también y ganó veinte mil pesos. 18 Pero el que recibió los diez mil, cavó en la tierra y escondió el dinero para que estuviera seguro.
19 »Después de una ausencia prolongada, el jefe regresó del viaje y los llamó para arreglar cuentas con ellos.
20 »El que había recibido los cincuenta mil pesos le entregó cien mil. 21 El jefe, satisfecho, le dijo: “¡Magnífico! Eres un siervo bueno y fiel. Y ya que fuiste fiel con el poco dinero que te di, te voy a confiar una cantidad mayor. Ven, entra, celebremos tu éxito”.
22 »El que había recibido los veinte mil presentó su informe: Señor, me diste veinte mil pesos y aquí tienes cuarenta mil. 23 “¡Estupendo!”, le respondió el jefe. “Eres un siervo bueno y fiel. Y ya que has sido fiel con lo poco que deposité en tus manos, te voy a confiar ahora una cantidad mayor. Ven, entra, celebremos tu éxito”.
24-25 »Cuando el que había recibido los diez mil pesos se presentó ante el jefe, le dijo: “Señor, como sabía que eres tan duro que te quedarías con cualquier utilidad que yo obtuviera, escondí el dinero. Aquí tienes hasta el último centavo que me diste”. 26 “¡Malvado! ¡Haragán! Si sabías que quería obtener utilidades, 27 por lo menos debías haber puesto el dinero en el banco para que ganara intereses. 28 Quítenle ese dinero y dénselo al que tiene los cien mil pesos, 29 porque el que sabe usar bien lo que recibe, recibirá más y tendrá abundancia; pero al que es infiel se le quitará aun lo poco que tiene. 30 Echen a este siervo inútil en las tinieblas de afuera. Allí será el llorar y el crujir de dientes”.
Las ovejas y las cabras
31 »Cuando yo, el Hijo del hombre, venga en todo mi esplendor junto con los ángeles, me sentaré en mi trono de gloria 32 y las naciones se reunirán delante de mí. Y las separaré como el pastor separa las ovejas de los cabritos. 33 A mis ovejas las pondré a la mano derecha; a los cabritos, a la izquierda.
34 »Entonces yo, el Rey, diré a los de mi derecha: “Vengan, benditos de mi Padre. Entren al reino que está preparado para ustedes desde la fundación del mundo, 35 porque tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; fui forastero y me alojaron en sus casas; 36 estuve desnudo y me vistieron; enfermo y en prisión, y me visitaron”.
37 »Y los justos me preguntarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o sediento y te dimos de beber? 38 ¿Cuándo te vimos forastero y te alojamos en casa, o desnudo y te vestimos? 39 ¿Y cuándo te vimos enfermo o en prisión y te visitamos?”.
40 »Yo, el Rey, les responderé: “Todo lo que hicieron a mis hermanos necesitados a mí me lo hicieron”.
41 »Entonces me volveré a los de la izquierda y les diré: “¡Apártense de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus demonios. 42 Porque tuve hambre y no me alimentaron; sed y no me dieron de beber; 43 cuando fui forastero, me negaron hospitalidad; estuve desnudo y no me vistieron; enfermo y en prisión, y no me visitaron”.
44 »Ellos responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo o en prisión y no te ayudamos?”.
45 »Y les responderé: “Cada vez que se negaron a ayudar a uno de mis hermanos necesitados, se estaban negando a ayudarme”.
46 »Irán, por tanto, al castigo eterno, mientras que los justos entrarán a la vida eterna».
La conspiración contra Jesús
26 Al terminar de decir estas cosas, dijo a sus discípulos:
2 «Como ya saben, dentro de dos días se celebra la Pascua, y me van a traicionar y a crucificar».
3-4 En aquel mismo instante, los principales sacerdotes y los funcionarios judíos se reunían en la residencia de Caifás, el sumo sacerdote, y discutían sobre la manera de capturar a Jesús a espaldas del pueblo y matarlo.
5 ―No debemos hacerlo durante la celebración de la Pascua —dijeron—, porque habrá revuelta.
Una mujer unge a Jesús en Betania
6 Jesús fue a Betania, donde visitó a Simón el leproso. 7 Durante la cena, una mujer se le acercó con un frasco de un perfume costosísimo y se lo echó en la cabeza. 8 Al ver esto, los discípulos se enojaron.
―¡Qué desperdicio! —dijeron—. 9 Se hubiera podido vender ese perfume a muy buen precio y habríamos dado el dinero a los pobres.
10 Jesús, que sabía lo que estaban pensando, les dijo:
―¿Por qué la critican? Lo que hizo está muy bien hecho. 11 Entre ustedes siempre habrá pobres, pero yo no estaré siempre con ustedes. 12 Ella me ha bañado en perfume para prepararme para la sepultura. 13 Lo que ha hecho se sabrá en todas partes del mundo en que se prediquen las buenas nuevas.
Judas hace tratos para traicionar a Jesús
14 Entonces Judas Iscariote, uno de los doce apóstoles, se presentó ante los principales sacerdotes 15 y les preguntó:
―¿Cuánto me pagan si les entrego a Jesús?
―Treinta piezas de plata.
16 Desde ese momento, Judas buscaba la ocasión propicia para traicionar a Jesús.
La Cena del Señor
17 El primer día de las ceremonias pascuales en que los judíos se abstenían de comer pan con levadura, los discípulos le preguntaron a Jesús:
―¿Dónde quieres que preparemos la cena de Pascua?
18 ―Vayan a la ciudad, a la casa de quien ya saben, y díganle que mi tiempo está cerca y que deseo celebrar la Pascua en su casa, con mis discípulos.
19 Los discípulos obedecieron y prepararon allá la cena.
20-21 Aquella noche, mientras comía con los doce, dijo:
―Uno de ustedes me va a traicionar.
22 Entristecidos, cada uno de los discípulos le fue preguntando:
―¿Seré yo, Señor?
23 Y él fue respondiendo a cada uno:
―Es el que va a comer conmigo en el mismo plato. 24 Es cierto, voy a morir como está profetizado, pero pobre del hombre que me traiciona. Habría sido mejor si no hubiera nacido.
25 Judas se le acercó también y le preguntó:
―¿Soy yo, Maestro?
―Sí. Tú lo has dicho.
26 Mientras comían, Jesús tomó un pedazo de pan, lo bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos.
―Tomen. Cómanlo; esto es mi cuerpo.
27 Tomó luego una copa de vino, la bendijo y también la dio a sus discípulos.
―Beban esto, 28 porque esto es mi sangre que sella el nuevo pacto. Mi sangre se derramará para perdonar con ella los pecados de infinidad de personas. 29 Recuerden: No volveré a beber de este vino hasta el día en que beba con ustedes del nuevo vino en el reino de mi Padre.
30 Después de estas palabras, cantaron un himno y se fueron al monte de los Olivos.
Jesús predice la negación de pedro
31 Allí Jesús les dijo:
―Esta noche ustedes se alejarán de mí desilusionados, porque las Escrituras dicen que Dios herirá al pastor y las ovejas del rebaño se dispersarán. 32 Pero después que resucite, iré a Galilea a encontrarme con ustedes.
33 ―Aunque los demás te abandonen, yo jamás te abandonaré —le dijo Pedro.
34 ―Pedro —le respondió Jesús—, te aseguro que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces.
35 ―¡Aunque me cueste la vida, no te negaré! —insistió Pedro.
Y los demás discípulos dijeron lo mismo.
Jesús en Getsemaní
36 Entonces se los llevó al huerto de Getsemaní, y les pidió que se sentaran y lo esperaran mientras entraba al huerto a orar. 37 Entró con Pedro y los dos hijos de Zebedeo (Jacobo y Juan). Ya a solas los cuatro, se fue llenando de indescriptible tristeza y de profunda angustia.
38 «Tengo el alma llena de tristeza y angustia mortal. Quédense aquí conmigo. No se duerman».
39 Se apartó un poco, se postró rostro en tierra y oró:
«Padre mío, si es posible, aparta de mí esta copa. Pero hágase lo que tú quieres y no lo que quiera yo».
40 Cuando fue adonde había dejado a los tres discípulos, los halló dormidos.
«Pedro —dijo—, ¿no pudieron quedarse despiertos conmigo ni siquiera una hora? 41 Manténganse despiertos y oren, para que la tentación no los venza. Porque es cierto que el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil».
42 Y se apartó de nuevo a orar:
«Padre mío, si no puedes apartar de mí esta copa, hágase tu voluntad».
43 Se volvió de nuevo a ellos y los halló dormidos por segunda vez. ¡Tan agotados estaban! 44 Entonces regresó a orar por tercera vez la misma oración. 45 Cuando volvió a los discípulos les dijo:
«Duerman, descansen…, pero no, ha llegado la hora. Me van a entregar en manos de los pecadores. 46 Levántense, vámonos. El traidor se acerca».
Arresto de Jesús
47 No había terminado de pronunciar estas palabras cuando Judas, uno de los doce, se acercó al frente de una turba armada con espadas y palos. Iban en nombre de los líderes judíos y 48 esperaban solamente que Judas identificara con un beso al Maestro. 49 Sin pérdida de tiempo, el traidor se acercó a Jesús.
―Hola, Maestro —le dijo, y lo besó.
50 ―Amigo, haz lo que viniste a hacer —le respondió Jesús.
En el instante en que prendían a Jesús, 51 uno de los que lo acompañaban sacó una espada y de un tajo le arrancó la oreja a un siervo del sumo sacerdote.
52 ―¡Guarda esa espada! —le ordenó Jesús—. El que mata a espada, a espada perecerá. 53 ¿No sabes que podría pedirle a mi Padre que me enviara doce mil ángeles y me los enviaría al instante? 54 Pero si lo hiciera, ¿cómo se cumplirían las Escrituras que describen lo que ahora mismo está aconteciendo?
55 Luego dijo a la turba:
―¿Soy acaso un asesino tan peligroso que tienen que venir con espadas y palos a arrestarme? Todos estos días he estado enseñando en el templo y no me detuvieron. 56 Pero esto sucede para que se cumplan las predicciones de los profetas en las Escrituras.
Los discípulos huyeron y lo dejaron solo.
Jesús ante el Consejo
57 Condujeron a Jesús a casa de Caifás, el sumo sacerdote, donde se encontraban reunidos los jefes judíos. 58 Pedro lo siguió de lejos, llegó hasta el patio del sumo sacerdote y se sentó entre los soldados a esperar el desarrollo de los acontecimientos.
59 Los principales sacerdotes y la corte suprema judía, reunidos allí, se pusieron a buscar falsos testigos que les permitieran formular cargos contra Jesús que merecieran pena de muerte. 60 Pero aunque muchos ofrecieron sus falsos testimonios, estos siempre resultaban contradictorios. Finalmente, dos individuos 61 declararon:
―Este hombre dijo que era capaz de destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días.
62 El sumo sacerdote, al oír aquello, se puso de pie y le dijo a Jesús:
―Muy bien, ¿qué respondes a esta acusación? ¿Dijiste eso o no lo dijiste? 63 Jesús no le respondió.
―Demando en el nombre del Dios viviente que nos digas si eres el Mesías, el Hijo de Dios —insistió el sumo sacerdote.
64 ―Sí —le respondió Jesús—. Soy el Mesías. Y un día me verás a mí, el Hijo del hombre, sentado a la derecha de Dios y regresando en las nubes del cielo.
65-66 ―¡Blasfemia! —gritó el sumo sacerdote, rasgándose la ropa—. ¿Qué más testigos necesitamos? ¡Él mismo lo ha confesado! ¿Cuál es el veredicto de ustedes?
―¡Que muera!, ¡que muera! —le respondieron.
67 Entonces le escupieron el rostro, lo golpearon y lo abofetearon.
68 ―A ver, Mesías, ¡profetiza! —se burlaban—. ¿Quién te acaba de golpear?
Pedro niega a Jesús
69 Mientras Pedro estaba en el patio, una muchacha se le acercó y le dijo:
―Tú también andabas con Jesús el galileo.
70 ―No sé de qué estás hablando —le respondió Pedro enojado.
71 Más tarde, a la salida, otra mujer lo vio y dijo a los que lo rodeaban:
―Ese hombre andaba con Jesús el nazareno.
72 Esta vez, Pedro juró que no lo conocía y que ni siquiera había oído hablar de él. 73 Pero al poco rato se le acercaron los que por allí andaban y le dijeron:
―No puedes negar que eres uno de los discípulos de ese hombre. ¡Hasta tu manera de hablar te delata!
74 Por respuesta, Pedro se puso a maldecir y a jurar que no lo conocía. Pero mientras hablaba, el gallo cantó 75 y le hizo recordar las palabras de Jesús: «Antes que el gallo cante, me negarás tres veces».
Y corrió afuera a llorar amargamente.
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