Read the Gospels in 40 Days
El que no se arrepiente perecerá
13 Por ese mismo tiempo había unas personas que le contaron a Jesús que Pilato había mandado matar a unos hombres de Galilea mientras ofrecían sus sacrificios.
2 Jesús les respondió: «¿Piensan ustedes que esos hombres sufrieron así porque eran más pecadores que todos los demás? 3 ¡No! Y si ustedes no se arrepienten, todos ustedes también morirán. 4 ¿Y qué piensan de los dieciocho que murieron cuando les cayó encima la torre de Siloé? ¿Eran acaso más culpables que todos los demás habitantes de Jerusalén? 5 ¡No! ¡Y si ustedes no se arrepienten, todos ustedes también morirán!».
6 Entonces les contó esta parábola: «Un hombre tenía plantada una higuera en su viñedo. Cuando fue a buscar fruto en ella, no encontró nada, 7 así que le dijo al que cuidaba el viñedo: “Por tres años he venido a buscar fruto en esta higuera, y no he encontrado ninguno. Por tanto, córtala para que no siga ocupando terreno”. 8 El que cuidaba el viñedo le respondió: “Señor, déjela todavía un año más. Yo removeré la tierra a su alrededor y le echaré abono. 9 Tal vez así dé fruto. Y si no da, córtela”».
Jesús sana a una mujer encorvada
10 Un sábado, Jesús estaba enseñando en una sinagoga. 11 Allí estaba una mujer que llevaba dieciocho años enferma por causa de un demonio. Andaba encorvada y no podía enderezarse del todo. 12 Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo:
―Mujer, quedas libre de tu mal.
13 Le dijo eso mientras ponía las manos sobre la mujer, y ella al instante se enderezó y comenzó a alabar a Dios. 14 El jefe de la sinagoga se enojó, porque Jesús había sanado en sábado, y le dijo a la gente:
―Hay seis días en que se puede trabajar. Vengan esos días para ser sanados y no el sábado.
15 El Señor le contestó:
―¡Hipócritas! ¿No desatan ustedes su buey o su burro en sábado y lo llevan a tomar agua? 16 Y a esta mujer, que es descendiente de Abraham, y a quien Satanás tuvo enferma por dieciocho años, ¿no se le debía desatar esta cadena en sábado?
17 Cuando él habló de esta manera, sus enemigos quedaron en vergüenza ante la gente, pero esta estaba feliz por las maravillas que él hacía.
Parábola del grano de mostaza y de la levadura
18 Jesús también les dijo:
―¿A qué se parece el reino de Dios? ¿Con qué puedo compararlo? 19 El reino de Dios se parece a una semilla de mostaza que un hombre sembró en su huerto. Creció y se convirtió en un árbol grande, y en sus ramas las aves hicieron sus nidos.
20 Jesús volvió a decir:
―¿Con qué puedo comparar el reino de Dios? 21 Se puede comparar con la levadura que una mujer mezcló con una gran cantidad de harina, y la levadura hizo que fermentara toda la masa.
La puerta estrecha
22 Jesús continuó su viaje a Jerusalén y enseñaba en los pueblos y aldeas por donde pasaba. 23 Alguien le preguntó:
―Señor, ¿son pocos los que se van a salvar?
Él contestó:
24 ―Traten de entrar por la puerta angosta, porque muchos tratarán de entrar y no podrán. 25 Cuando el dueño de la casa se levante y cierre la puerta, ustedes se pondrán a golpearla, y gritarán: “Señor, ábrenos”. Pero él les contestará: “No sé quiénes son ustedes”. 26 Y ustedes dirán: “Comimos y bebimos contigo, y tú enseñaste en nuestras calles”. 27 Pero él les contestará: “Ya les dije que no sé quiénes son ustedes. ¡Apártense de mí, malhechores!”.
28 »Cuando a ustedes los echen fuera, allí habrá llanto y rechinar de dientes, porque verán en el reino de Dios a Abraham, Isaac, Jacob y a todos los demás profetas. 29 Y vendrá gente del oriente y del occidente, del norte y del sur, para sentarse a la cena en el reino de Dios. 30 Entonces verán que los que fueron últimos serán primeros, y los que fueron primeros serán últimos».
Lamento de Jesús sobre Jerusalén
31 En ese momento unos fariseos se acercaron a Jesús y le dijeron:
―Vete de aquí, porque Herodes te quiere matar.
32 Él les contestó:
―Vayan y díganle a esa zorra: “Yo voy a seguir echando fuera demonios y sanando a la gente hoy y mañana, y al tercer día terminaré lo que debo hacer”. 33 Tengo que seguir mi camino hoy, mañana y pasado mañana, porque no puede ser que un profeta muera fuera de Jerusalén.
34 »¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los mensajeros que se te envían! ¡Cuántas veces quise reunir a tus hijos, como reúne la gallina a sus pollitos debajo de sus alas!, pero no quisiste. 35 Por eso, la casa de ustedes va a quedar abandonada. Y les aseguro que no me volverán a ver hasta el día en que digan: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”».
Jesús en casa de un fariseo
14 Un sábado, Jesús fue a comer a casa de un jefe fariseo. Los fariseos lo vigilaban. 2 Allí, frente a él, también estaba un hombre enfermo de hidropesía.
3 Jesús les preguntó a los maestros de la ley y a los fariseos:
―¿Está permitido sanar a un enfermo en sábado?
4 Pero ellos se quedaron callados. Entonces tomó al enfermo, lo sanó y lo despidió.
5 Luego les preguntó a ellos:
―¿Si a uno de ustedes se le cae en un pozo su hijo o su buey, no lo saca en seguida, aunque sea sábado?
6 Y no pudieron contestarle nada.
7 Al ver que los invitados escogían los lugares de honor en la mesa, les contó esta parábola:
8 ―Cuando alguien te invite a una fiesta de bodas, no te sientes en el lugar de honor, porque si llega algún invitado más importante que tú, 9 el que invitó a los dos te dirá: “Dale tu asiento a este otro invitado”. Entonces, avergonzado, tendrás que sentarte en el último lugar. 10 Lo mejor será que, cuando te inviten, te sientes en el último lugar. Así, cuando venga el que te invitó, te dirá: “Amigo, ven acá, aquí hay un lugar mejor”. Así, recibirás honor delante de todos los demás invitados. 11 Todo el que se engrandece a sí mismo será humillado; y al que se humilla Dios lo ensalzará.
12 Luego, Jesús le dijo al que lo había invitado:
―Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos ni a tus hermanos ni a tus familiares ni a tus vecinos ricos, porque cuando ellos te devuelvan la invitación, habrás recibido tu recompensa. 13 Lo mejor es que cuando des un banquete, invites a los pobres, a los inválidos, a los cojos y a los ciegos. 14 Así serás dichoso, pues ellos no tienen con qué recompensarte, pero tú serás recompensado cuando resuciten los justos.
Parábola del gran banquete
15 Cuando uno de los que estaba sentado a la mesa con Jesús oyó esto, le dijo:
―¡Dichoso el que coma en el banquete del reino de Dios!
16 Jesús le respondió:
―Un hombre preparó una gran cena e invitó a muchas personas. 17 A la hora de la cena mandó a su sirviente a decirles a los invitados: “Vengan, porque ya todo está listo”. 18 Pero todos los invitados comenzaron a dar excusas. El primero dijo: “Te ruego que me disculpes, pues acabo de comprar un terreno y tengo que ir a verlo”. 19 Otro dijo: “Te ruego que me disculpes, pues acabo de comprar cinco yuntas de bueyes y tengo que probarlas”. 20 Y otro dijo: “Acabo de casarme y no puedo ir”.
21 »El sirviente regresó y le contó todo esto a su señor. Entonces el dueño de la casa se enojó y le dijo al sirviente: “Ve pronto por las calles y los callejones del pueblo, y trae acá a los pobres, a los inválidos, a los cojos y a los ciegos”. 22 Poco después, el siervo volvió a decirle: “Señor, ya hice lo que usted me mandó, pero todavía hay lugar”. 23 El señor le dijo: “Ve por los caminos y las veredas y obliga a la gente a entrar, para que se llene mi casa. 24 Les aseguro que ninguno de los primeros invitados disfrutará de mi cena”».
El precio del discipulado
25 Mucha gente seguía a Jesús, entonces él se volvió y les dijo:
26 «El que quiera seguirme tiene que amarme más que a su padre, a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso más que a su propia vida. De lo contrario, no podrá ser mi discípulo. 27 El que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo.
28 »Supongamos que alguno de ustedes quiere construir una torre. ¿Qué tendría que hacer primero? Tendría que sentarse a calcular el costo, para ver si tiene lo suficiente para terminarla, 29 porque si echa los cimientos y después no puede terminarla, todos los que la vean se burlarán de él. 30 Entonces dirán: “Este hombre comenzó a construir y no pudo terminar su torre”. 31 Supongamos también que un rey está a punto de ir a la guerra contra otro rey. ¿Qué tendría que hacer primero? Tendría que sentarse a calcular si con diez mil hombres puede enfrentarse al que lo va a atacar con veinte mil. 32 Si ve que no puede, enviará una delegación para pedir condiciones de paz mientras el enemigo está todavía lejos. 33 De igual manera, cualquiera de ustedes que quiera ser mi discípulo tendrá que dejar todo lo que tiene. 34 La sal es buena, pero si ya no tiene sabor, ¿cómo volverá a recuperarlo? 35 No sirve ni para la tierra ni para el abono; lo mejor es tirarla. El que tenga oídos para oír, que oiga».
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