Read the Gospels in 40 Days
La ofrenda de la viuda pobre
21 Alzando la mirada, Jesús vio a los ricos que echaban sus ofrendas en el arca del tesoro. 2 Vio también a una viuda pobre que echaba allí dos monedas pequeñas de poco valor. 3 Entonces dijo:
—De cierto les digo que esta viuda pobre echó más que todos. 4 Porque todos estos, de su abundancia echaron a las ofrendas[a]; pero esta, de su pobreza echó todo el sustento que tenía.
La inminente destrucción del templo
5 Mientras algunos estaban hablando acerca del templo, de cómo estaba adornado con hermosas piedras y con ofrendas votivas, él dijo:
6 —En cuanto a estas cosas que ven, vendrán días cuando no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada.
Señales que anticipan el fin
7 Entonces le preguntaron diciendo:
—Maestro, ¿cuándo será esto? ¿Qué señal habrá cuando estas cosas estén por suceder?
8 Entonces él dijo:
—Miren que no sean engañados, porque vendrán muchos en mi nombre diciendo: “Yo soy”, y “El tiempo está cerca”[b]. No vayan en pos de ellos. 9 Y cuando oigan de guerras y de revoluciones no se atemoricen. Porque es necesario que estas cosas acontezcan primero, pero el fin no será de inmediato.
10 Entonces dijo:
—Se levantará nación contra nación y reino contra reino. 11 Habrá grandes terremotos, hambres y pestilencias en varios lugares. Habrá terror y grandes señales del cielo. 12 Pero antes de estas cosas les echarán mano y les perseguirán. Les entregarán a las sinagogas y les meterán en las cárceles, y serán llevados delante de los reyes y gobernantes por causa de mi nombre. 13 Esto les servirá para dar testimonio. 14 Decidan, pues, en su corazón, no pensar de antemano cómo han de responder. 15 Porque yo les daré boca y sabiduría, a la cual no podrán resistir ni contradecir todos los que se les opongan. 16 Y serán entregados aun por sus padres, hermanos, parientes y amigos; y harán morir a algunos de ustedes. 17 Serán aborrecidos por todos a causa de mi nombre, 18 pero ni un solo cabello de su cabeza perecerá. 19 Por su perseverancia salvarán sus vidas.
La destrucción de Jerusalén
20 »Cuando vean a Jerusalén sitiada por ejércitos, sepan entonces que ha llegado su destrucción. 21 Entonces, los que estén en Judea huyan a los montes; los que estén en medio de la ciudad salgan; y los que estén en los campos no entren en ella. 22 Porque estos son días de venganza, para que se cumplan todas las cosas que están escritas.
23 »¡Ay de las que estén embarazadas y de las que críen en aquellos días! Porque habrá grande calamidad sobre la tierra e ira sobre este pueblo. 24 Caerán a filo de espada y serán llevados cautivos a todas las naciones. Jerusalén será pisoteada por los gentiles hasta que se cumplan los tiempos de los gentiles.
La venida del Hijo del Hombre
25 »Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas. Y en la tierra habrá angustia de las naciones por la confusión ante el rugido del mar y del oleaje. 26 Los hombres se desmayarán a causa del terror y de la expectativa de las cosas que sobrevendrán al mundo habitado, porque los poderes de los cielos serán sacudidos.
27 »Entonces verán al Hijo del Hombre viniendo en una nube[c] con poder y gran gloria. 28 Cuando estas cosas comiencen a suceder, miren y levanten su cabeza porque su redención está cerca.
Parábola de la higuera
29 Y les dijo una parábola:
—Miren la higuera y todos los árboles. 30 Cuando ven que ya brotan, ustedes entienden que el verano ya está cerca. 31 Así también ustedes, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que el reino de Dios está cerca. 32 De cierto les digo que no pasará esta generación hasta que todo suceda. 33 El cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán.
34 »Miren por ustedes, que sus corazones no estén cargados de glotonería, de embriaguez y de las preocupaciones de esta vida, y que aquel día venga sobre ustedes de repente como una trampa; 35 porque vendrá sobre todos los que habitan sobre la superficie de toda la tierra. 36 Velen, pues, en todo tiempo, orando para que tengan fuerzas[d] para escapar de todas estas cosas que han de suceder, y puedan estar en pie delante del Hijo del Hombre.
37 Pasaba los días enseñando en el templo y saliendo al anochecer permanecía en el monte que se llama de los Olivos. 38 Y todo el pueblo venía a él desde temprano para oírlo en el templo.
Acuerdo para matar a Jesús
22 Estaba próximo el día de la fiesta de los Panes sin levadura que se llama la Pascua.
2 Los principales sacerdotes y los escribas estaban buscando cómo eliminarle, pues temían al pueblo. 3 Entonces Satanás entró en Judas, llamado Iscariote, el cual era uno del número de los doce. 4 Él fue y habló con los principales sacerdotes y con los magistrados acerca de cómo entregarle. 5 Estos se alegraron y acordaron darle dinero. 6 Él estuvo de acuerdo y buscaba la oportunidad para entregarlo sin que la gente lo advirtiera.
Preparativos para la Pascua
7 Llegó el día de los Panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar la víctima pascual. 8 Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo:
—Vayan, prepárennos la Pascua para que comamos.
9 Ellos le preguntaron:
—¿Dónde quieres que la preparemos?
10 Él les dijo:
—He aquí, cuando entren en la ciudad, les saldrá al encuentro un hombre llevando un cántaro de agua. Síganlo hasta la casa a donde entre. 11 Díganle al dueño de la casa: “El Maestro te dice: ‘¿Dónde está la habitación en la que he de comer la Pascua con mis discípulos?’”. 12 Y él les mostrará un gran aposento alto ya dispuesto. Preparen allí.
13 Fueron, pues, y hallaron como les había dicho; y prepararon la Pascua.
La Cena del Señor
14 Cuando llegó la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles. 15 Y les dijo:
—¡Cuánto he deseado comer con ustedes esta Pascua antes de padecer! 16 Porque les digo que no comeré más de ella hasta que se cumpla en el reino de Dios.
17 Luego tomó una copa y, habiendo dado gracias, dijo:
—Tomen esto y repártanlo entre ustedes 18 porque les digo que desde ahora[e] no beberé más del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios.
19 Entonces tomó pan y, habiendo dado gracias, lo partió y les dio diciendo:
—Esto es mi cuerpo[f] que por ustedes es dado. Hagan esto en memoria de mí.
20 Asimismo, después de haber cenado, tomó también la copa y dijo:
—Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre que por ustedes se derrama.
Jesús anuncia la traición de Judas
21 »No obstante, he aquí la mano del que me entrega está conmigo en la mesa. 22 A la verdad, el Hijo del Hombre va según lo que está determinado, pero ¡ay de aquel hombre por quien es entregado!
23 Entonces ellos comenzaron a preguntarse entre sí cuál de ellos sería el que habría de hacer esto.
Sobre la primacía y el servicio
24 Hubo entre ellos una disputa acerca de quién de ellos parecía ser el más importante. 25 Entonces él les dijo:
—Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que tienen autoridad sobre ellas son llamados bienhechores. 26 Pero entre ustedes no será así. Más bien, el que entre ustedes sea el importante, sea como el más nuevo; y el que es dirigente, como el que sirve. 27 Porque, ¿cuál es el más importante: el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Sin embargo, yo estoy en medio de ustedes como el que sirve.
28 »Y ustedes son los que han permanecido conmigo en mis pruebas. 29 Yo, pues, dispongo para ustedes un reino, como mi Padre lo dispuso para mí, 30 para que coman y beban en mi mesa en mi reino, y se sienten sobre tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.
Jesús predice la negación de Pedro
31 »Simón, Simón, he aquí Satanás me ha pedido para zarandearte como a trigo. 32 Pero yo he rogado por ti, que tu fe no falle. Y tú, cuando hayas vuelto, confirma a tus hermanos.
33 Él le dijo:
—Señor, estoy listo para ir contigo aun a la cárcel y a la muerte.
34 Pero él dijo:
—Pedro, te digo que el gallo no cantará hoy antes de que tú hayas negado tres veces que me conoces.
La hora del conflicto espiritual
35 Y les dijo a ellos:
—Cuando los envié sin bolsa, sin alforja y sin calzado, ¿les faltó algo?
Ellos dijeron:
—Nada.
36 Entonces les dijo:
—Pues ahora, el que tiene bolsa, tómela; y también la alforja. Y el que no tiene espada, venda su manto y compre una.
37 Porque les digo que es necesario que se cumpla en mí aquello que está escrito: Y fue contado con los malhechores[g]. Porque lo que está escrito de mí tiene cumplimiento.
38 Entonces ellos dijeron:
—Señor, he aquí dos espadas.
Y él dijo:
—Basta.
Angustia de Jesús en Getsemaní
39 Después de salir, se fue, como solía, al monte de los Olivos; y sus discípulos también lo siguieron. 40 Cuando llegó al lugar, les dijo:
—Oren que no entren en tentación.
41 Y él se apartó de ellos a una distancia considerable[h] y, puesto de rodillas, oraba 42 diciendo:
—Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad sino la tuya.
43 [Entonces le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. 44 Y angustiado, oraba con mayor intensidad, de modo que su sudor era como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra][i].
45 Cuando se levantó de orar y volvió a sus discípulos, los halló dormidos por causa de la tristeza. 46 Y les dijo:
—¿Por qué duermen? Levántense y oren para que no entren en tentación.
Jesús es arrestado
47 Mientras él aún hablaba, he aquí vino una multitud. El que se llamaba Judas, uno de los doce, venía delante de ellos y se acercó a Jesús para besarle. 48 Entonces Jesús le dijo:
—Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?
49 Al ver los que estaban con él lo que había de ocurrir, le dijeron:
—Señor, ¿heriremos a espada?
50 Y uno de ellos hirió a un siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. 51 Entonces respondiendo Jesús, dijo:
—¡Basta de esto!
Y tocando su oreja, lo sanó. 52 Entonces Jesús dijo a los principales sacerdotes, a los magistrados del templo y a los ancianos que habían venido contra él:
—¿Como contra un asaltante han salido con espadas y palos? 53 Habiendo estado con ustedes cada día en el templo, no extendieron la mano contra mí. Pero esta es la hora de ustedes y la del poder de las tinieblas.
Pedro niega a Jesús
54 Lo prendieron, lo llevaron y le hicieron entrar en la casa del sumo sacerdote. Y Pedro lo seguía de lejos. 55 Cuando encendieron fuego en medio del patio y se sentaron alrededor, Pedro también se sentó entre ellos. 56 Entonces una criada, al verlo sentado junto a la lumbre, lo miró fijamente y dijo:
—¡Este estaba con él!
57 Pero él negó diciendo:
—Mujer, no lo conozco.
58 Un poco después, al verlo otro, le dijo:
—¡Tú también eres de ellos!
Y Pedro dijo:
—Hombre, no lo soy.
59 Como una hora después, otro insistía diciendo:
—Verdaderamente, también este estaba con él porque es galileo.
60 Y Pedro dijo:
—¡Hombre, no sé lo que dices!
Y de inmediato, estando él aún hablando, el gallo cantó. 61 Entonces el Señor se volvió y miró a Pedro, y Pedro se acordó de la palabra del Señor como le había dicho: “Antes que el gallo cante hoy, me negarás tres veces”. 62 Y saliendo fuera, Pedro lloró amargamente.
Jesús ante el Sanedrín
63 Los hombres que tenían bajo custodia a Jesús se burlaban de él y lo golpeaban. 64 Y cubriéndole[j] le preguntaban diciendo:
—¡Profetiza! ¿Quién es el que te golpeó?
65 Y le decían otras muchas cosas injuriándole.
66 Cuando amaneció, se juntaron los ancianos del pueblo, los principales sacerdotes y los escribas, y lo llevaron al Sanedrín de ellos. 67 Y le dijeron:
—Si tú eres el Cristo, ¡dínoslo!
Pero él les dijo:
—Si se lo dijera, no lo creerían. 68 Además, si yo les preguntara, no me responderían. 69 Pero, de ahora en adelante, el Hijo del Hombre estará sentado a la diestra del poder de Dios[k].
70 Le dijeron todos:
—Entonces, ¿eres tú Hijo de Dios?
Y él les dijo:
—Ustedes dicen que Yo Soy.
71 Entonces ellos dijeron:
—¿Qué más necesidad tenemos de testimonio? Porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca.
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