Read the Gospels in 40 Days
Una pregunta acerca del divorcio
10 Y levantándose de allí, fue a las regiones de Judea y de más allá del Jordán. Las multitudes volvieron a acudir a él, y de nuevo les enseñaba como él acostumbraba. 2 Entonces se acercaron unos fariseos para probarle, y le preguntaron si era lícito al marido divorciarse de su mujer. 3 Pero él respondió y les dijo:
—¿Qué les mandó Moisés?
4 Ellos dijeron:
—Moisés permitió escribir carta de divorcio y despedirla[a].
5 Pero Jesús les dijo:
—Ante la dureza de corazón de ustedes les escribió este mandamiento. 6 Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo hombre y mujer[b]. 7 Por esta causa el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer; 8 y serán los dos una sola carne[c]. Así que, ya no son más dos sino una sola carne. 9 Por tanto, lo que Dios ha unido no lo separe el hombre.
10 En casa sus discípulos volvieron a preguntarle acerca de esto. 11 Él les dijo:
—Cualquiera que se divorcia de su mujer y se casa con otra comete adulterio contra ella. 12 Y si la mujer se divorcia de su marido y se casa con otro comete adulterio.
Jesús bendice a los niños
13 Y le presentaban niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. 14 Al verlo, Jesús se indignó y les dijo: “Dejen a los niños venir a mí, y no los impidan porque de los tales es el reino de Dios. 15 De cierto les digo que cualquiera que no reciba el reino de Dios como un niño jamás entrará en él”. 16 Entonces, tomándolos en los brazos, puso las manos sobre ellos y los bendijo.
Jesús y el joven rico
17 Cuando salía para continuar su camino, un hombre vino corriendo, se puso de rodillas delante de él y le preguntó:
—Maestro bueno, ¿qué haré para obtener la vida eterna?
18 Pero Jesús le dijo:
—¿Por qué me llamas “bueno”? Ninguno es bueno, sino solo uno, Dios. 19 Tú conoces los mandamientos: No cometas homicidio, no cometas adulterio, no robes, no des falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu madre[d].
20 Pero él le dijo:
—Maestro, todo esto he guardado desde mi juventud.
21 Entonces, al mirarlo Jesús, le amó y le dijo:
—Una cosa te falta: Anda, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres; y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.
22 Pero él, abatido por esta palabra, se fue triste porque tenía muchas posesiones.
El peligro de las riquezas
23 Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:
—¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!
24 Los discípulos se asombraron por sus palabras; pero Jesús, respondiendo de nuevo, les dijo:
—Hijitos, ¡cuán difícil es entrar en el reino de Dios![e]. 25 Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que a un rico entrar en el reino de Dios.
26 Pero ellos quedaron aun más atónitos diciendo entre sí:
—¿Y quién podrá ser salvo?
27 Entonces Jesús, mirándolos, les dijo:
—Para los hombres es imposible pero no para Dios. Porque para Dios todas las cosas son posibles.
28 Pedro comenzó a decirle:
—He aquí, nosotros hemos dejado todo y te hemos seguido.
29 Jesús le dijo:
—De cierto les digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o madre, o padre[f], o hijos, o campos, por causa de mí y del evangelio, 30 que no reciba cien veces más ahora en este tiempo: casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y campos, con persecuciones; y en la edad venidera, la vida eterna. 31 Pero muchos primeros serán los últimos, y los últimos, primeros.
Jesús anuncia su muerte y victoria
32 Iban por el camino subiendo a Jerusalén, y Jesús iba delante de ellos. Estaban asombrados, y los que lo seguían tenían miedo. Entonces, volviendo a tomar a los doce aparte, les comenzó a declarar las cosas que le estaban por acontecer:
33 —He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas. Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles. 34 Se burlarán de él, lo escupirán, lo azotarán y lo matarán; y después de tres días resucitará.
Petición de los hijos de Zebedeo
35 Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se acercaron a él y le dijeron:
—Maestro, queremos que nos concedas lo que pidamos.
36 Él les dijo:
—¿Qué quieren que haga por ustedes?
37 Ellos dijeron:
—Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.
38 Entonces Jesús les dijo:
—No saben lo que piden. ¿Pueden beber la copa que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?
39 Ellos dijeron:
—Podemos.
Y Jesús les dijo:
—Beberán la copa que yo bebo, y serán bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado. 40 Pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es mío concederlo, sino que es para quienes está preparado.
41 Cuando lo oyeron los diez, comenzaron a enojarse con Jacobo y Juan. 42 Pero Jesús los llamó y les dijo:
—Ustedes saben que los que son tenidos por príncipes de los gentiles se enseñorean de ellos, y sus grandes ejercen autoridad sobre ellos. 43 Pero no es así entre ustedes. Más bien, cualquiera que anhele hacerse grande entre ustedes será su servidor, 44 y cualquiera que anhele ser el primero entre ustedes será siervo de todos. 45 Porque el Hijo del Hombre tampoco vino para ser servido sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.
Jesús sana al ciego Bartimeo
46 Entonces llegaron a Jericó. Y cuando él iba saliendo de Jericó junto con sus discípulos y una gran multitud, el ciego Bartimeo, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando. 47 Y cuando oyó que era Jesús de Nazaret, comenzó a gritar diciendo:
—¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
48 Muchos lo regañaban para que se callara, pero él gritaba aun más fuerte:
—¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
49 Entonces Jesús se detuvo y mandó llamarle. Llamaron al ciego diciéndole:
—Ten confianza. Levántate. Él te llama.
50 Entonces él, tirando su manto, se levantó y fue a Jesús. 51 Y Jesús le respondió diciendo:
—¿Qué quieres que te haga?
El ciego le dijo:
—Rabí, que yo recobre la vista.
52 Jesús le dijo:
—Vete. Tu fe te ha salvado.
Al instante recobró la vista y seguía a Jesús en el camino.
La entrada triunfal en Jerusalén
11 Cuando llegaron cerca de Jerusalén, junto a Betfagé y Betania, frente al monte de los Olivos, Jesús envió a dos de sus discípulos 2 y les dijo:
—Vayan a la aldea que está frente a ustedes y, cuando hayan entrado allí, en seguida hallarán atado un borriquillo sobre el cual ningún hombre ha montado. Desátenlo y tráiganlo. 3 Y si alguien les dice: “¿Por qué hacen eso?”, díganle: “El Señor lo necesita, y luego lo enviará aquí otra vez”.
4 Ellos fueron y hallaron el borriquillo atado a la puerta, afuera, en la esquina de dos calles, y lo desataron. 5 Algunos de los que estaban allí les dijeron:
—¿Qué hacen desatando al borriquillo?
6 Ellos les dijeron tal como Jesús les había dicho, y los dejaron ir.
7 Trajeron el borriquillo a Jesús y echaron sobre él sus mantos, y se sentó sobre él. 8 Muchos tendieron sus mantos por el camino, y otros cortaban ramas de los árboles[g]. 9 Los que iban delante y los que lo seguían aclamaban:
—¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor![h]. 10 ¡Bendito el reino venidero de nuestro padre David! ¡Hosanna en las alturas!
11 Entró Jesús en Jerusalén, en el templo, y habiendo mirado todo en derredor, como la hora ya era tarde, salió para Betania con los doce.
Jesús y la higuera sin fruto
12 Al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre. 13 Y viendo desde lejos una higuera que tenía hojas, se acercó para ver si hallaba en ella algo. Cuando fue a ella, no encontró nada más que hojas porque no era tiempo de higos. 14 Entonces Jesús dijo a la higuera: “¡Nunca jamás coma nadie de tu fruto!”. Y lo oyeron sus discípulos.
Jesús purifica el templo
15 Llegaron a Jerusalén y Jesús entró en el templo. Y comenzó a echar fuera a los que vendían y a los que compraban en el templo. Volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas, 16 y no consentía que nadie cruzara por el templo llevando utensilio alguno. 17 Y enseñaba diciendo: “¿No está escrito que mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones?[i] Pero ustedes la han hecho cueva de ladrones”[j].
18 Lo oyeron los principales sacerdotes y los escribas, y buscaban cómo matarle; porque le tenían miedo pues todo el pueblo estaba maravillado de su doctrina. 19 Y al llegar la noche Jesús y los suyos salieron de la ciudad.
Lección de la higuera seca
20 Por la mañana, pasando por allí vieron que la higuera se había secado desde las raíces. 21 Entonces Pedro, acordándose, le dijo:
—Rabí, he aquí la higuera que maldijiste se ha secado.
22 Respondiendo Jesús les dijo:
—Tengan[k] fe en Dios. 23 De cierto les digo que cualquiera que diga a este monte: “Quítate y arrójate al mar”, y que no dude en su corazón sino que crea que será hecho lo que dice, le será hecho. 24 Por esta razón les digo que todo por lo cual oran y piden, crean que lo han recibido y les será hecho. 25 Y cuando se pongan de pie para orar, si tienen algo contra alguien, perdónenlo para que su Padre que está en los cielos también les perdone a ustedes sus ofensas. 26 [l].
La autoridad de Jesús
27 Volvieron a Jerusalén. Luego, mientras él andaba por el templo, vinieron a él los principales sacerdotes, los escribas y los ancianos, 28 y le decían:
—¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿O quién te dio la autoridad para hacer estas cosas?
29 Entonces Jesús les dijo:
—Yo les haré una pregunta. Respóndanme, y yo les diré con qué autoridad hago estas cosas: 30 El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres? Respóndanme.
31 Entonces ellos razonaban entre sí diciendo:
—Si decimos “del cielo”, dirá: “¿Por qué, pues, no le creyeron?”. 32 Pero si decimos “de los hombres…”.
Temían al pueblo, porque todos consideraban que verdaderamente Juan era profeta. 33 Entonces, respondiendo a Jesús, dijeron:
—No sabemos.
Y Jesús les dijo:
—Tampoco yo les digo con qué autoridad hago estas cosas.
Parábola de los labradores malvados
12 Entonces comenzó a hablarles en parábolas:
—Un hombre plantó una viña. La rodeó con una cerca, cavó un lagar, edificó una torre[m], la arrendó a unos labradores y se fue lejos. 2 A su debido tiempo envió un siervo a los labradores para recibir de los labradores una parte del fruto de la viña. 3 Pero ellos lo tomaron, lo hirieron y lo enviaron con las manos vacías. 4 Volvió a enviarles otro siervo, pero a ese lo hirieron en la cabeza y lo afrentaron. 5 Y envió otro, y a este lo mataron. Envió a muchos otros, pero ellos herían a unos y mataban a otros.
6 »Teniendo todavía un hijo suyo amado, por último, también lo envió a ellos diciendo: “Tendrán respeto a mi hijo”. 7 Pero aquellos labradores dijeron entre sí: “Este es el heredero. Vengan, matémosle, y la heredad será nuestra”. 8 Y lo prendieron, lo mataron y lo echaron fuera de la viña.
9 »¿Qué, pues, hará el señor de la viña? Vendrá, destruirá a los labradores y les dará la viña a otros. 10 ¿No han leído esta Escritura:
La piedra que desecharon los edificadores, esta fue hecha cabeza de ángulo.
11 De parte del Señor sucedió esto,
y es maravilloso en nuestros ojos?[n].
12 Ellos procuraban prenderle, pero temían a la multitud porque sabían que en aquella parábola se había referido a ellos. Y dejándole, se fueron.
Pregunta sobre el tributo al César
13 Entonces enviaron a él algunos de los fariseos y de los herodianos para que lo sorprendieran en alguna palabra. 14 Y viniendo le dijeron:
—Maestro, sabemos que eres hombre de verdad y que no te cuidas de nadie porque no miras la apariencia de los hombres, sino que con verdad enseñas el camino de Dios. ¿Es lícito dar tributo al César o no? ¿Daremos o no daremos?
15 Entonces él, como entendió la hipocresía de ellos, les dijo:
—¿Por qué me prueban? Tráiganme una moneda romana[o] para que la vea.
16 Se la trajeron, y él les dijo:
—¿De quién es esta imagen y esta inscripción?
Le dijeron:
—Del César.
17 Entonces Jesús les dijo:
—Den al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios.
Y se maravillaban de él.
Pregunta acerca de la resurrección
18 Entonces vinieron a él unos saduceos, quienes dicen que no hay resurrección, y le preguntaron diciendo:
19 —Maestro, Moisés nos escribió que si el hermano de alguno muere y deja mujer y no deja hijos, su hermano tome la mujer y levante descendencia a su hermano[p]. 20 Había siete hermanos. El primero tomó mujer, y murió sin dejar descendencia. 21 La tomó el segundo y murió sin dejar descendencia. El tercero, de la misma manera. 22 Así los siete no dejaron descendencia. Después de todos, murió también la mujer. 23 En la resurrección, cuando resuciten, puesto que los siete la tuvieron por mujer, ¿de cuál de ellos será mujer?
24 Entonces Jesús les dijo:
—¿No es por esto que están equivocados, porque no conocen las Escrituras ni tampoco el poder de Dios? 25 Porque cuando resuciten de entre los muertos no se casarán ni se darán en casamiento sino que son como los ángeles que están en los cielos. 26 Y con respecto a si resucitan los muertos, ¿no han leído en el libro de Moisés, cómo le habló Dios desde la zarza diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?[q]. 27 Dios no es Dios de muertos sino de vivos. Ustedes se equivocan mucho.
El gran mandamiento
28 Se le acercó uno de los escribas al oírlos discutir y, dándose cuenta de que Jesús había respondido bien, le preguntó:
—¿Cuál es el primer mandamiento de todos?
29 Jesús le respondió:
—El primero es: Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios, el Señor uno es. 30 Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas[r]. 31 El segundo es este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo[s]. No hay otro mandamiento mayor que estos dos.
32 Entonces el escriba le dijo:
—Bien, Maestro. Has dicho la verdad: Dios es uno, y no hay otro aparte de él[t], 33 y amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento[u] y con todas las fuerzas[v], y amar al prójimo como a uno mismo[w], vale más que todos los holocaustos y sacrificios.
34 Y viendo Jesús que había respondido sabiamente, le dijo:
—No estás lejos del reino de Dios.
Ya nadie se atrevía a hacerle más preguntas.
Jesús, hijo y Señor de David
35 Mientras estaba enseñando en el templo, Jesús respondiendo decía:
—¿Cómo es que dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? 36 David mismo dijo mediante el Espíritu Santo:
Dijo el Señor a mi Señor:
“Siéntate a mi diestra,
hasta que ponga a tus enemigos
debajo de tus pies”[x].
37 David mismo le llama “Señor”; ¿cómo es, pues, su hijo?
Y la gran multitud lo escuchaba con gusto.
Jesús denuncia a los escribas
38 Y en su enseñanza decía:
—Guárdense de los escribas, a quienes les gusta andar con ropas largas, que aman las salutaciones en las plazas, 39 las primeras sillas en las sinagogas y los primeros asientos en los banquetes. 40 Estos, que devoran las casas de las viudas y como pretexto hacen largas oraciones, recibirán mayor condenación.
La ofrenda de la viuda pobre
41 Estando Jesús sentado frente al arca del tesoro, observaba cómo el pueblo echaba dinero en el arca. Muchos ricos echaban mucho, 42 y una viuda pobre vino y echó dos monedas pequeñas de poco valor. 43 Él llamó a sus discípulos y les dijo:
—De cierto les digo que esta viuda pobre echó más que todos los que echaron en el arca. 44 Porque todos han echado de su abundancia; pero esta, de su pobreza, echó todo lo que tenía, todo su sustento.
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