Read the Gospels in 40 Days
19 Entonces Pilato tomó a Jesús y lo azotó. 2 Los soldados entretejieron una corona de espinas y se la pusieron sobre la cabeza. Lo vistieron con un manto de púrpura, 3 y venían hacia él y le decían:
—¡Viva el rey de los judíos!
Y le daban bofetadas. 4 Pilato salió otra vez y les dijo:
—He aquí, se lo traigo fuera para que sepan que no hallo ningún delito en él.
5 Entonces Jesús salió llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Y Pilato les dijo:
—¡He aquí el hombre!
6 Cuando lo vieron los principales sacerdotes y los guardias, gritaron diciendo:
—¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!
Les dijo Pilato:
—Tómenlo ustedes y crucifíquenlo porque yo no hallo ningún delito en él.
7 Los judíos le respondieron:
—Nosotros tenemos una ley y, según nuestra ley, él debe morir porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios.
8 Cuando Pilato oyó esta palabra, tuvo aún más miedo. 9 Entró en el Pretorio otra vez y le dijo a Jesús:
—¿De dónde eres tú?
Pero Jesús no le dio respuesta. 10 Entonces le dijo Pilato:
—¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para soltarte y tengo autoridad para crucificarte?
11 Respondió Jesús:
—No tendrías ninguna autoridad contra mí si no te fuera dada de arriba. Por esto, el que me entregó a ti tiene mayor pecado.
12 Desde entonces Pilato procuraba soltarle. Pero los judíos gritaron diciendo:
—Si sueltas a este, no eres amigo del César. Todo aquel que se hace rey se opone al César.
13 Cuando Pilato oyó estas palabras, llevó a Jesús afuera y se sentó en el tribunal, en el lugar llamado El Enlosado, y en hebreo Gabata. 14 Era el día de la Preparación de la Pascua, y como el mediodía[a]. Entonces dijo a los judíos:
—He aquí su rey.
15 Pero ellos gritaron diciendo:
—¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícalo!
Pilato les dijo:
—¿He de crucificar a su rey?
Respondieron los principales sacerdotes:
—¡No tenemos más rey que el César!
16 Y con esto, entonces, lo entregó a ellos para que fuera crucificado.
La crucifixión de Jesús
Tomaron, pues, a Jesús, 17 y él salió llevando su cruz hacia el lugar que se llama de la Calavera, y en hebreo Gólgota. 18 Allí lo crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús estaba en medio. 19 Pilato escribió y puso sobre la cruz un letrero en el cual fue escrito: JESÚS DE NAZARET, REY DE LOS JUDÍOS. 20 Entonces muchos de los judíos leyeron este letrero, porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad y el letrero estaba escrito en hebreo, en latín y en griego. 21 Los principales sacerdotes de los judíos le decían a Pilato:
—No escribas: “Rey de los judíos” sino: “Este dijo: ‘Soy rey de los judíos’ ”.
22 Pilato respondió:
—Lo que he escrito, he escrito.
23 Cuando los soldados crucificaron a Jesús tomaron los vestidos de él e hicieron cuatro partes, una para cada soldado. Además, tomaron la túnica pero la túnica no tenía costura; era tejida entera de arriba abajo. 24 Por esto se dijeron uno al otro:
—No la partamos; más bien echemos suertes sobre ella para ver de quién será.
Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice:
Repartieron entre sí mis vestidos y sobre mi vestidura echaron suertes[b].
Y así lo hicieron los soldados.
25 Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María esposa de Cleofas y María Magdalena. 26 Cuando Jesús vio a su madre, y al discípulo a quien amaba de pie junto a ella, dijo a su madre:
—Mujer, he ahí tu hijo.
27 Después dijo al discípulo:
—He ahí tu madre.
Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.
La muerte de Jesús
28 Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo se había consumado, para que se cumpliera la Escritura dijo:
—Tengo sed[c].
29 Había allí una vasija llena de vinagre. Entonces pusieron en un hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. 30 Cuando Jesús recibió el vinagre, dijo:
—¡Consumado es!
Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.
31 Entonces los judíos, por cuanto era el día de la Preparación y para que los cuerpos no quedaran en la cruz en el sábado (pues era el Gran Sábado), rogaron a Pilato que se les quebraran las piernas y fueran quitados. 32 Luego los soldados fueron y quebraron las piernas al primero, y después al otro que había sido crucificado con él. 33 Pero cuando llegaron a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas; 34 pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza y salió al instante sangre y agua.
35 El que lo ha visto ha dado testimonio, y su testimonio es verdadero. Él sabe que dice la verdad para que ustedes también crean. 36 Porque estas cosas sucedieron así para que se cumpliera la Escritura que dice: Ninguno de sus huesos será quebrado[d]. 37 También otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron[e].
Jesús es sepultado
38 Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato que le permitiera quitar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo permitió. Por tanto, él fue y llevó su cuerpo[f]. 39 También Nicodemo, que al principio había venido a Jesús de noche, fue llevando un compuesto de mirra y áloes como de treinta y cuatro kilos. 40 Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en lienzos con las especias, de acuerdo con la costumbre judía de sepultar.
41 En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto había un sepulcro nuevo en el cual todavía no se había puesto a nadie. 42 Allí, pues, por causa del día de la Preparación de los judíos y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.
La resurrección de Jesús
20 El primer día de la semana, muy de madrugada, siendo aún oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido quitada del sepulcro. 2 Entonces corrió y fue a Simón Pedro y al otro discípulo a quien amaba Jesús, y les dijo:
—Han sacado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto.
3 Salieron, pues, Pedro y el otro discípulo e iban al sepulcro. 4 Y los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó primero al sepulcro. 5 Y cuando se inclinó, vio que los lienzos habían quedado allí; sin embargo, no entró.
6 Entonces llegó Simón Pedro siguiéndolo y entró en el sepulcro. Y vio los lienzos que habían quedado, 7 y el sudario que había estado sobre su cabeza no puesto con los lienzos sino doblado en un lugar aparte. 8 Entonces entró también el otro discípulo que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó. 9 Pues aún no entendían la Escritura, que le era necesario resucitar de entre los muertos. 10 Entonces los discípulos volvieron a los suyos.
Jesús aparece a María Magdalena
11 Pero María Magdalena estaba llorando fuera del sepulcro. Mientras lloraba, se inclinó hacia dentro del sepulcro 12 y vio a dos ángeles con vestiduras blancas que estaban sentados, el uno a la cabecera y el otro a los pies donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. 13 Y ellos le dijeron:
—Mujer, ¿por qué lloras?
Les dijo:
—Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.
14 Habiendo dicho esto, se volvió hacia atrás y vio a Jesús de pie; pero no se daba cuenta de que era Jesús.
15 Jesús le dijo:
—Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?
Ella, pensando que él era el jardinero, le dijo:
—Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo lo llevaré.
16 Jesús le dijo:
—María…
Volviéndose ella, le dijo en hebreo:
—¡Raboni! (que quiere decir Maestro).
17 Jesús le dijo:
—Suéltame porque aún no he subido al Padre. Pero ve a mis hermanos y diles: “Yo subo a mi Padre y Padre de ustedes, a mi Dios y Dios de ustedes”.
18 María Magdalena fue a dar las noticias a los discípulos:
—¡He visto al Señor!
También les contó que él le había dicho estas cosas.
Jesús aparece a sus discípulos
19 Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, y estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos se reunían por miedo a los judíos, Jesús entró, se puso en medio de ellos y les dijo: “¡Paz a ustedes!”. 20 Habiendo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se regocijaron cuando vieron al Señor. 21 Entonces Jesús les dijo otra vez: “¡Paz a ustedes! Como me ha enviado el Padre, así también yo los envío a ustedes”.
22 Habiendo dicho esto, sopló y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. 23 A los que remitan los pecados, les han sido remitidos; y a quienes se los retengan, les han sido retenidos”.
Jesús convence a Tomás
24 Pero Tomás, llamado Dídimo, uno de los doce, no estaba con ellos cuando vino Jesús. 25 Entonces los otros discípulos le decían:
—¡Hemos visto al Señor!
Pero él les dijo:
—Si yo no veo en sus manos la marca de los clavos, y si no meto mi dedo en la marca de los clavos y si no meto mi mano en su costado, no creeré jamás.
26 Ocho días después, sus discípulos estaban adentro otra vez y Tomás estaba con ellos. Y aunque las puertas estaban cerradas, Jesús entró, se puso en medio y dijo:
—¡Paz a ustedes!
27 Luego dijo a Tomás:
—Pon tu dedo aquí y mira mis manos, pon acá tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente.
28 Entonces Tomás respondió y le dijo:
—¡Señor mío y Dios mío!
29 Jesús le dijo:
—¿Porque me has visto, has creído?[g]. ¡Bienaventurados los que no ven y creen!
El propósito de este libro
30 Por cierto, Jesús hizo muchas otras señales en presencia de sus discípulos las cuales no están escritas en este libro. 31 Pero estas cosas han sido escritas para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengan vida en su nombre.
Version Reina Valera Actualizada, Copyright © 2015 by Editorial Mundo Hispano