Read the Gospels in 40 Days
Las tradiciones de los fariseos
7 Los fariseos y algunos de los escribas venidos de Jerusalén, se reúnen junto a Jesús;
2 y al ver que algunos de sus discípulos comían el pan con manos impuras, es decir, sin lavar,
3 (porque los fariseos y todos los judíos no comen a menos que se laven las manos cuidadosamente, aferrados a la tradición de los ancianos;
4 y de lo que viene del mercado no comen a menos que lo laven; y hay muchas otras cosas que han recibido para observarlas obligatoriamente, como lavamientos de copas, jarros, vajilla de cobre) [y divanes para comer][a],
5 le preguntan los fariseos y los escribas: ¿Por qué no andan tus discípulos conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen el pan con manos impuras?
6 Él les dijo: Bien profetizó Isaías acerca de vosotros, los hipócritas, como está escrito:
Este pueblo me honra con los labios,
Pero su corazón está lejos de mí;
7 En vano me rinden culto,
Enseñando doctrinas que son preceptos de hombres.
8 Dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: como los lavamientos de jarros y vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes.
9 Les decía también: ¡Qué bien dejáis a un lado el mandamiento de Dios, para conservar vuestra tradición!
10 Pues Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y: El que hable mal de padre o madre, que muera sin remisión;
11 pero vosotros decís: Si alguien dice al padre o a la madre: Cualquier cosa con que pudieses beneficiarte de mí, es corbán, es decir, ofrenda a Dios;
12 ya no le permitís hacer nada en favor del padre o de la madre,
13 anulando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido; y hacéis muchas cosas semejantes a éstas.
14 Y llamando de nuevo a la multitud, les decía: Escuchadme todos y entended:
15 No hay nada fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino que lo que sale del hombre es lo que contamina al hombre.
16 [Si alguien tiene oídos para oír, que oiga.][b]
17 Y cuando entró en casa, después de dejar a la multitud, le preguntaban sus discípulos acerca de la parábola.
18 Y les dice él: ¿También vosotros estáis tan faltos de entendimiento? ¿No os dais cuenta de que todo lo que de fuera entra en el hombre, no puede contaminarle,
19 porque no entra en su corazón, sino en su vientre, y sale a la cloaca, purificando todos los alimentos?
20 Y decía: Lo que sale del hombre, eso contamina al hombre.
21 Porque de adentro, del corazón de los hombres salen las maquinaciones perversas, las fornicaciones, hurtos, asesinatos,
22 adulterios, avaricias, maldades, el engaño, la desvergüenza, envidia, maledicencia, arrogancia, estupidez;
23 todas estas maldades salen de adentro y contaminan al hombre.
La fe de la mujer sirofenicia
24 Se levantó de allí y marchó a las cercanías de Tiro. Entró en una casa, y deseaba que nadie lo supiese, pero no pudo quedar oculto,
25 sino que, en seguida, una mujer que había oído hablar de él, y cuya hijita estaba poseída de un espíritu inmundo, vino y se postró a sus pies.
26 Y la mujer era griega, de raza sirofenicia. Y le rogaba que arrojase de su hija al demonio.
27 Pero él le decía: Deja primero que se sacien los hijos; pues no está bien tomar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos.
28 Ella le respondió y le dijo: Cierto, Señor; pero también los perrillos debajo de la mesa comen las migajas de los hijos.
29 Él, entonces, le dijo: Por lo que has dicho, vete; el demonio ha salido de tu hija.
30 Ella se marchó a su casa y encontró a la niña echada en la cama, y que el demonio había salido.
Jesús sana a un sordomudo
31 Volvió a salir de los términos de Tiro y se dirigió a través de Sidón al mar de Galilea, por en medio de la región de la Decápolis.
32 Y le traen un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le suplican que ponga la mano sobre él.
33 Él lo tomó a solas, apartado de la multitud, metió sus dedos en los oídos de él, y escupiendo le tocó la lengua.
34 Luego alzó los ojos al cielo, lanzó un hondo suspiro y le dijo: Efatá, es decir, ábrete.
35 Y se abrieron sus oídos, se le soltó la atadura de la lengua, y comenzó a hablar correctamente.
36 Y les ordenó que no lo dijesen a nadie; pero cuanto más se lo ordenaba, tanto más ampliamente lo proclamaban ellos.
37 Estaban sumamente atónitos y decían: Todo lo ha hecho bien; lo mismo hace oír a los sordos que hablar a los mudos.
Alimentación de los cuatro mil
8 Por aquellos días, habiendo de nuevo mucha gente y no teniendo qué comer, llamó a sus discípulos y les dijo:
2 Se me enternecen las entrañas de compasión sobre la multitud, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer;
3 y si los despido en ayunas a sus casas, desfallecerán en el camino, y algunos de ellos son de muy lejos.
4 Le respondieron sus discípulos: ¿De dónde podrá alguien, en este despoblado, sacar suficiente pan para satisfacer a éstos?
5 Él les preguntaba: ¿Cuántos panes tenéis? Ellos dijeron: Siete.
6 Entonces manda a la multitud recostarse en el suelo; y tomando los siete panes, dio gracias, los partió, y comenzó a darlos a sus discípulos para que los pusiesen delante de la gente; y ellos los sirvieron a la multitud.
7 Tenían también unos pocos pececillos; y después de haberlos bendecido, dijo que fueran servidos también.
8 Comieron y quedaron satisfechos, y recogieron de las sobras de los pedazos siete canastas.
9 Eran unos cuatro mil; y los despidió.
10 Subió a continuación a la barca con sus discípulos y se fue a la región de Dalmanuta.
Los fariseos piden una señal
11 Entonces salieron los fariseos y comenzaron a discutir con él, reclamando de él una señal del cielo, para ponerle a prueba.
12 Él, habiendo gemido en su espíritu, dijo: ¿Por qué pide esta generación una señal? En verdad os digo que no se dará señal a esta generación.
13 Y dejándolos, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.
La levadura de los fariseos
14 Se habían olvidado de proveerse de panes, y no tenían consigo en la barca sino un solo pan.
15 Y él les encargaba diciendo: Mirad bien que os guardéis de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes.
16 Ellos razonaban entre sí: Es que no tenemos panes.
17 Percatado de ello, les dice Jesús: ¿Por qué razonáis de que no tenéis panes? ¿Aún no entendéis ni os dais cuenta? ¿Tenéis embotada vuestra inteligencia?
18 Teniendo ojos ¿no veis? Y teniendo oídos ¿no oís? Y no recordáis,
19 cuando partí los cinco panes para los cinco mil, ¿cuántas cestas llenas de pedazos recogisteis? Le dicen: Doce.
20 Y cuando los siete para los cuatro mil, ¿cuántas canastas llenas de pedazos recogisteis? Y le dicen: Siete.
21 Y continuaba: ¿Todavía no os dais cuenta?
Curación del ciego de Betsaida
22 Llegan a Betsaida. Y le traen un ciego, suplicándole que lo toque.
23 Tomando de la mano al ciego, lo sacó fuera de la aldea; y después de escupirle en los ojos y de poner las manos sobre él, le preguntaba: ¿Ves algo?
24 Él alzó los ojos y dijo: Veo a los hombres, pues los veo como árboles, pero que están andando.
25 Entonces le puso otra vez las manos sobre los ojos; él miró fijamente y quedó restablecido, y comenzó a ver todas las cosas con claridad.
26 Y le envió a su casa, diciendo: Ni siquiera entres en la aldea, [ni se lo digas a nadie en el pueblo][c].
La confesión de Pedro
27 Salió Jesús con sus discípulos hacia las aldeas de Cesarea de Filipo; y en el camino preguntaba a sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy yo?
28 Ellos le respondieron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, que uno de los profetas.
29 Él continuó preguntándoles: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Pedro, le dice: Tú eres el Cristo.
30 Y él les amonestó seriamente que a nadie dijesen esto de él.
Jesucristo anuncia su muerte y su resurrección
31 Y comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debía padecer mucho, y ser rechazado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, ser condenado a muerte y resucitar a los tres días.
32 Y les hablaba esto con toda franqueza. Entonces Pedro le tomó aparte y comenzó a reprenderle.
33 Pero él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole: ¡Quítate de mi vista, Satanás!, porque no tienes en mente las cosas de Dios, sino las de los hombres.
34 Y llamando a la multitud, así como a sus discípulos, les dijo: Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz, y sígame.
35 Pues cualquiera que desee salvar su vida, la perderá; pero cualquiera que haya de perder su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará.
36 Porque ¿qué provecho hay en que una persona gane el mundo entero y que pierda su alma?
37 Pues ¿qué puede dar el hombre a cambio de su alma?
38 Porque quienquiera que se avergüence de mí y de mis palabras, en medio de esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre también se avergonzará de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.
9 También les decía: En verdad os digo que hay algunos de los que están aquí que no probarán la muerte hasta que vean el reino de Dios cuando haya venido con poder.
La transfiguración
2 Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y se los lleva a ellos solos aparte a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos;
3 y sus vestiduras se volvieron resplandecientes, sumamente blancas, cuales ningún lavador de este mundo puede emblanquecerlas así.
4 Y se les apareció Elías junto con Moisés, que estaban conversando con Jesús.
5 Entonces Pedro, tomando la palabra, le dice a Jesús: Rabí, es bueno que nos quedemos aquí; hagamos tres tiendas; una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías.
6 Pues no sabía qué decir, ya que les había entrado gran espanto.
7 Entonces se formó una nube que les hizo sombra, y de la nube salió una voz: Éste es mi hijo, el Amado, escuchadle.
8 Y de pronto, mirando en torno suyo, ya no vieron a nadie, excepto a Jesús solo con ellos.
9 Cuando iban bajando del monte, les ordenó que a nadie contaran lo que habían visto, excepto cuando el Hijo del Hombre se levantara de los muertos.
10 Y retuvieron este dicho, debatiendo entre ellos qué era eso de levantarse de los muertos.
11 Y comenzaron a preguntarle, diciendo: ¿Por qué dicen los escribas que Elías debe venir primero?
12 Él les contestó: Es cierto que Elías viene primero a restaurar todas las cosas; como está escrito del Hijo del Hombre que tiene que sufrir mucho y ser tenido en nada.
13 Pero os digo que Elías ha venido ya, e hicieron con él cuanto quisieron, tal como está escrito de él.
Jesucristo sana a un muchacho endemoniado
14 Cuando llegaron adonde los discípulos, vieron una gran multitud en torno a ellos, y a unos escribas que debatían con ellos.
15 Tan pronto como toda la multitud le vio, quedaron llenos de sorpresa y corrían a saludarle.
16 Y él les preguntó: ¿De qué estáis discutiendo con ellos?
17 Y uno de entre la muchedumbre le respondió: Maestro, te he traído a mi hijo, poseído por un espíritu que le enmudece;
18 y dondequiera que se apodera de él, lo desgarra, y él echa espumarajos y cruje los dientes, y se pone rígido. Les dije a tus discípulos que lo expulsaran, pero no fueron capaces.
19 Jesús les respondió, diciendo: ¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo he de soportaros? ¡Traédmelo!
20 Se lo trajeron. Y cuando el espíritu vio a Jesús, al instante sacudió con violencia al muchacho y, cayendo en tierra, se revolcaba echando espumarajos.
21 Entonces Jesús preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que le viene sucediendo esto? Él dijo: Desde la niñez.
22 Y muchas veces le arroja, tanto al fuego como a las aguas, para destruirlo. Pero si tú puedes hacer algo, muévete a compasión sobre nosotros y ayúdanos.
23 Jesús le dijo: Si puedes creer, todo es posible para el que cree.
24 Al instante, el padre del muchacho dijo a gritos: Creo; ven en auxilio de mi poca fe.
25 Viendo Jesús que se agolpaba rápidamente una multitud, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te ordeno, sal de él y no entres más en él.
26 Entonces salió gritando y agitándole con muchas convulsiones; y el muchacho quedó como muerto, hasta el punto de que muchos decían: Ha muerto.
27 Pero Jesús le tomó de la mano y le levantó, y él se puso en pie.
28 Cuando Jesús entró en casa, le preguntaban sus discípulos en privado: ¿Por qué no pudimos expulsarlo nosotros?
29 Él les dijo: Esta clase no puede salir con nada sino con oración [y ayuno][d].
Jesucristo anuncia otra vez su muerte
30 Y saliendo de allí, iban pasando a través de Galilea, y él no quería que nadie se enterase;
31 pues él estaba enseñándoles a sus discípulos, y les decía: El Hijo del Hombre es entregado a traición en manos de hombres, y le matarán; y después de tres días, resucitará.
32 Pero ellos no entendían este dicho, y tenían miedo de preguntarle.
Contra la ambición
33 Llegaron a Capernaúm. Y estando ya en la casa, les preguntaba: ¿Qué discutíais por el camino?
34 Pero ellos se callaban; porque en el camino habían discutido entre sí quién era mayor.
35 Entonces se sentó, llamó a voces a los doce, y les dijo: Si alguien desea ser primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.
36 Y tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo tomó en sus brazos, y les dijo:
37 Cualquiera que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe a mí, no me recibe a mí, sino al que me envió.
Contra la rivalidad
38 Juan le dijo: Maestro, vimos a uno que estaba expulsando demonios en tu nombre, pero él no nos sigue, y tratábamos de impedírselo, porque no nos seguía.
39 Pero Jesús dijo: No se lo impidáis, porque no hay nadie que haga un milagro en mi nombre, y que pueda a continuación hablar mal de mí.
40 Pues el que no está en contra de nosotros, está a favor de nosotros.
41 Porque cualquiera que os dé a beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, en verdad os digo que de ninguna manera perderá su recompensa.
Ocasiones de caer
42 Y cualquiera que sirva de piedra de tropiezo a uno solo de estos pequeños que creen [en mí][e], mejor le sería que le ataran al cuello una piedra de molino, y que le echaran al mar.
43 Y si tu mano te sirve de tropiezo, córtatela; mejor es que entres en la vida manco, que teniendo las dos manos, ir al infierno, al fuego inextinguible,
44 [donde su gusano no se muere, y el fuego no se apaga][f].
45 Y si tu pie te sirve de tropiezo, córtatelo; mejor es que entres en la vida cojo, que teniendo los dos pies, ser arrojado al infierno,
46 [donde su gusano no se muere, y el fuego no se apaga][g].
47 Y si tu ojo te sirve de tropiezo, sácatelo; mejor es que entres en el reino de Dios tuerto, que teniendo dos ojos, ser arrojado al infierno,
48 donde su gusano no se muere, y el fuego no se apaga.
49 Porque todos serán salados con fuego, [y todo sacrificio será salado con sal][h].
50 Buena es la sal; pero si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos, y estad en paz los unos con los otros.
Texto bíblico tomado de La Santa Biblia, Reina Valera Revisada® RVR® Copyright © 2017 por HarperCollins Christian Publishing® Usado con permiso. Reservados todos los derechos en todo el mundo.