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The Daily Audio Bible

This reading plan is provided by Brian Hardin from Daily Audio Bible.
Duration: 731 days

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Nueva Versión Internacional (NVI)
Version
2 Samuel 19:11-20:13

11 Entonces el rey David mandó este mensaje a los sacerdotes Sadoc y Abiatar: «Hablen con los jefes de Judá y díganles: “El rey se ha enterado de lo que se habla por todo Israel. ¿Serán ustedes los últimos en pedirme a mí, el rey, que regrese a mi palacio? 12 Ustedes son mis hermanos, ¡son de mi propia sangre! ¿Por qué han de ser los últimos en llamarme?”. 13 Díganle también a Amasá: “¿Acaso no eres de mi propia sangre? Tú serás de por vida el comandante de mi ejército, en lugar de Joab. ¡Que Dios me castigue sin piedad si no lo cumplo!”».

14 Así el rey se ganó el aprecio de todos los de Judá, quienes a una voz le pidieron que regresara con todas sus tropas, 15 de modo que el rey emprendió el viaje y llegó hasta el Jordán. Los de Judá se dirigieron entonces a Guilgal para encontrarse con el rey y acompañarlo a cruzar el río. 16 Pero el benjamita Simí, hijo de Guerá, oriundo de Bajurín, se apresuró a bajar con los de Judá para recibir al rey David. 17 Con él iban mil benjamitas, incluso Siba, que había sido administrador de la familia de Saúl, con sus quince hijos y veinte criados. Estos llegaron al Jordán antes que el rey 18 y vadearon el río para ponerse a las órdenes del rey y ayudar a la familia real a cruzar el Jordán. Cuando el rey estaba por cruzarlo, Simí, hijo de Guerá, se inclinó ante él 19 y dijo:

—Ruego a mi señor que no tome en cuenta mi delito ni recuerde el mal que hizo este servidor suyo el día en que mi señor el rey salió de Jerusalén. Le ruego al rey que olvide eso. 20 Reconozco que he pecado y por eso hoy, de toda la tribu de José, he sido el primero en salir a recibir a mi señor el rey.

21 Pero Abisay, hijo de Sarvia, exclamó:

—¡Simí maldijo al ungido del Señor y merece la muerte!

22 David respondió:

—Hijos de Sarvia, esto no es asunto de ustedes, sino mío. Están actuando como si fueran mis adversarios. ¿Cómo va a morir hoy alguien del pueblo, cuando precisamente en este día vuelvo a ser rey de Israel?

23 Y dirigiéndose a Simí, el rey juró:

—¡No morirás!

24 También Mefiboset, el nieto de Saúl, salió a recibir al rey. No se había lavado los pies ni la ropa, ni se había recortado el bigote, desde el día en que el rey tuvo que irse hasta que regresó sano y salvo. 25 Cuando llegó de Jerusalén para recibir al rey, este le preguntó:

—Mefiboset, ¿por qué no viniste conmigo?

26 —Mi señor y rey, como este servidor suyo es cojo, yo quería que me aparejaran un asno para montar y así poder acompañarlo. Pero mi criado Siba me traicionó, 27 y ahora me ha calumniado ante mi señor el rey. Sin embargo, mi señor el rey es como un ángel de Dios y puede hacer conmigo lo que mejor le parezca. 28 No hay nadie en mi familia paterna que no merezca la muerte en presencia de mi señor el rey. A pesar de eso, usted le concedió a este servidor suyo comer en la mesa real. ¿Qué derecho tengo de pedirle algo más a Su Majestad?

29 El rey dijo:

—No tienes que dar más explicaciones. Ya he decidido que tú y Siba se repartan las tierras.

30 —Él puede quedarse con todo —respondió Mefiboset—; a mí me basta con que mi señor el rey haya regresado a su palacio sano y salvo.

31 También Barzilay el galaadita bajó al Jordán. Había viajado desde Roguelín para escoltar al rey cuando cruzara el río. 32 Barzilay, que ya era un anciano de ochenta años, le había proporcionado al rey todo lo necesario durante su estadía en Majanayin, pues era muy rico. 33 El rey le dijo:

—Acompáñame. Quédate conmigo en Jerusalén y yo me encargaré de todo lo que necesites.

34 —Pero ¿cuántos años de vida me quedan? —respondió Barzilay—. ¿Para qué subir con el rey a Jerusalén? 35 Ya tengo ochenta años y apenas puedo distinguir lo bueno de lo malo, o saborear lo que como y bebo, o aun apreciar las voces de los cantores y las cantoras. ¿Por qué ha de ser este servidor una carga más para mi señor el rey? 36 ¿Y por qué quiere Su Majestad recompensarme de este modo, cuando tan solo voy a acompañarlo a cruzar el Jordán? 37 Déjeme usted regresar a mi propio pueblo, para que pueda morir allí y ser enterrado junto a la tumba de mi padre y mi madre. Pero aquí le dejo a Quimán para que sirva a mi señor el rey y lo acompañe a cruzar el río. Haga usted por él lo que haría por mí.

38 —Está bien —respondió el rey—, Quimán irá conmigo y haré por él lo que me pides. Y a ti te daré todo lo que quieras.

39 La gente y el rey cruzaron el Jordán. Luego el rey le dio un beso a Barzilay y lo bendijo, y Barzilay volvió a su pueblo.

40 El rey, acompañado de Quimán y escoltado por las tropas de Judá y la mitad de las tropas de Israel, siguió hasta Guilgal. 41 Por eso los israelitas fueron a ver al rey y le reclamaron:

—¿Cómo es que nuestros hermanos de Judá se han adueñado del rey al cruzar el Jordán y lo han escoltado a él, a su familia y a todas sus tropas?

42 Los de Judá respondieron:

—¿Y a qué viene ese enojo? ¡El rey es nuestro pariente cercano! ¿Acaso hemos vivido a costillas del rey? ¿Acaso nos hemos aprovechado de algo?

43 Pero los israelitas insistieron:

—¿Por qué nos tratan con tanto desprecio? ¡Nosotros tenemos diez veces más derecho que ustedes sobre el rey David! Además, ¿no fuimos nosotros los primeros en pedirle que volviera?

Entonces los de Judá les contestaron aun con más severidad.

Sabá se rebela contra David

20 Por allí se encontraba un malvado que se llamaba Sabá, hijo de Bicrí, que era benjamita. Dando un toque de trompeta, se puso a gritar:

«¡Pueblo de Israel, todos a sus casas,
    pues no tenemos parte con David
    ni herencia con el hijo de Isaí!».

Entonces todos los israelitas abandonaron a David y siguieron a Sabá, hijo de Bicrí. Los de Judá, por su parte, se mantuvieron fieles a su rey y lo acompañaron desde el Jordán hasta Jerusalén.

Cuando el rey David llegó a su palacio en Jerusalén, sacó a las diez concubinas[a] que había dejado a cargo del palacio y las puso bajo vigilancia. Siguió manteniéndolas, pero no volvió a acostarse con ellas. Hasta el día de su muerte, quedaron encerradas y viviendo como si fueran viudas.

Luego el rey ordenó a Amasá: «Moviliza a las tropas de Judá y preséntate aquí con ellas dentro de tres días». Amasá salió para movilizar a las tropas, pero no cumplió con el plazo. Por eso David dijo a Abisay: «Ahora Sabá hijo de Bicrí va a perjudicarnos más que Absalón. Así que hazte cargo de la guardia real y sal a perseguirlo, no sea que llegue a alguna ciudad fortificada y se nos escape». Entonces los soldados de Joab junto con los quereteos, los peleteos y todos los oficiales, bajo el mando de Abisay salieron de Jerusalén para perseguir a Sabá, hijo de Bicrí.

Al llegar a la gran roca que está en Gabaón, Amasá les salió al encuentro. Joab tenía su uniforme ajustado con un cinturón, y ceñida al muslo llevaba una daga envainada. Pero al caminar, la daga se le cayó.

Con la mano derecha, Joab tomó a Amasá por la barba para besarlo, mientras preguntaba: «¿Cómo estás, hermano?». 10 Amasá no se percató de que en la otra mano Joab llevaba la daga, entonces Joab se la clavó en el vientre y las entrañas de Amasá se derramaron por el suelo. Amasá murió de una sola puñalada. Luego Joab y su hermano Abisay persiguieron a Sabá, hijo de Bicrí.

11 Uno de los soldados de Joab, deteniéndose junto al cuerpo de Amasá, exclamó: «¡Todos los que estén a favor de Joab y que apoyen a David, sigan a Joab!». 12 Como el cuerpo de Amasá, bañado en sangre, había quedado en medio del camino, todas las tropas que pasaban se detenían para verlo. Cuando aquel soldado se dio cuenta de esto, retiró el cuerpo hacia el campo y lo cubrió con un manto. 13 Luego de que Amasá fue apartado del camino, todas las tropas fueron con Joab a perseguir a Sabá, hijo de Bicrí.

Juan 21

Jesús y la pesca milagrosa

21 Después de esto Jesús se apareció de nuevo a sus discípulos, junto al lago de Tiberíades.[a] Sucedió de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, al que apodaban el Gemelo,[b] Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos.

—Me voy a pescar —dijo Simón Pedro.

—Nos vamos contigo —contestaron ellos.

Salieron, pues, de allí y se embarcaron, pero esa noche no pescaron nada.

Al despuntar el alba, Jesús se hizo presente en la orilla, pero los discípulos no se dieron cuenta de que era él.

—Muchachos, ¿tienen algo de comer? —preguntó Jesús.

—No —respondieron ellos.

Entonces Jesús dijo:

—Tiren la red a la derecha de la barca y pescarán algo.

Así lo hicieron y era tal la cantidad de pescados que ya no podían sacar la red.

—¡Es el Señor! —dijo a Pedro el discípulo a quien Jesús amaba.

Tan pronto como Simón Pedro le oyó decir: «Es el Señor», se puso la ropa, pues estaba semidesnudo, y se tiró al agua. Los otros discípulos lo siguieron en la barca, arrastrando la red llena de pescados, pues estaban a escasos cien metros[c] de la playa. Al desembarcar, vieron unas brasas con un pescado encima y un pan.

10 —Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar —dijo Jesús.

11 Simón Pedro subió a bordo y arrastró hasta la playa la red, la cual estaba llena de pescados de buen tamaño. Eran ciento cincuenta y tres, pero a pesar de ser tantos la red no se rompió.

12 —Vengan a desayunar —dijo Jesús.

Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres tú?», porque sabían que era el Señor. 13 Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio a ellos e hizo lo mismo con el pescado. 14 Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de haber resucitado.

Jesús restituye a Pedro

15 Cuando terminaron de desayunar, Jesús preguntó a Simón Pedro:

—Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?

—Sí, Señor, tú sabes que te quiero —contestó Pedro.

—Apacienta mis corderos —dijo Jesús.

16 Y volvió a preguntarle:

—Simón, hijo de Juan, ¿me amas?

Pedro respondió:

—Sí, Señor, tú sabes que te quiero.

Y Jesús le dijo:

—Cuida de mis ovejas.

17 Por tercera vez Jesús preguntó:

—Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?

A Pedro le dolió que por tercera vez Jesús le hubiera preguntado: «¿Me quieres?». Así que dijo:

—Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.

—Apacienta mis ovejas —dijo Jesús—. 18 Cuando eras más joven te vestías tú mismo e ibas adonde querías. Pero te aseguro que cuando seas viejo, extenderás las manos y otro te vestirá y te llevará adonde no quieras ir.

19 Esto dijo Jesús para dar a entender la clase de muerte con que Pedro glorificaría a Dios. Después de eso, añadió:

—¡Sígueme!

20 Al volverse, Pedro vio que los seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había reclinado sobre Jesús y había dicho: «Señor, ¿quién es el que va a traicionarte?». 21 Al verlo, Pedro preguntó:

—Señor, ¿y este qué?

22 Jesús dijo:

—Si quiero que él permanezca vivo hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú solo sígueme.

23 Por este motivo corrió entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no dijo que no moriría, sino solamente: «Si quiero que él permanezca vivo hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?».

24 Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y las escribió. Y estamos convencidos de que su testimonio es verídico.

25 Jesús hizo también muchas otras cosas, tantas que, si se escribiera cada una de ellas, pienso que los libros escritos no cabrían en el mundo entero.

Salmos 120

Cántico de los peregrinos.

120 En mi angustia invoqué al Señor,
    y él me respondió.
Señor, líbrame
    de los labios mentirosos
    y de la lengua engañosa.

¡Ah, lengua engañosa!
    ¿Qué se te habrá de dar?
    ¿Qué se te habrá de añadir?
¡Puntiagudas flechas de guerrero,
    con ardientes brasas de retama!

¡Ay de mí, que soy extranjero en Mésec,
    que he acampado entre las tiendas de Cedar!
¡Mucho tiempo es el que he acampado
    entre los que aborrecen la paz!
Soy un hombre de paz,
    pero si hablo de paz, ellos hablan de guerra.

Proverbios 16:16-17

16 Más vale adquirir sabiduría que oro;
    más vale adquirir inteligencia que plata.

17 El camino del hombre recto evita el mal;
    el que quiere salvar su vida se fija por donde va.

Nueva Versión Internacional (NVI)

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