Print Page Options
Previous Prev Day Next DayNext

Chronological

Read the Bible in the chronological order in which its stories and events occurred.
Duration: 365 days
Reina Valera Actualizada (RVA-2015)
Version
Hechos 27-28

Pablo se embarca para Roma

27 Cuando se determinó que habíamos de navegar a Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos a un centurión llamado Julio, de la compañía Augusta. Así que nos embarcamos en una nave adramiteña que salía para los puertos de Asia, y zarpamos. Estaba con nosotros Aristarco, un macedonio de Tesalónica.

Al otro día, atracamos en Sidón; y Julio, tratando a Pablo con amabilidad, le permitió ir a sus amigos y ser atendido por ellos. Y habiendo zarpado de allí, navegamos a sotavento de Chipre, porque los vientos nos eran contrarios. Después de cruzar por alta mar frente a Cilicia y a Panfilia, arribamos a Mira, ciudad de Licia. El centurión encontró allí una nave alejandrina que navegaba a Italia, y nos embarcó en ella.

Navegando muchos días despacio, y habiendo llegado a duras penas frente a Gnido, porque el viento nos impedía, navegamos a sotavento de Creta frente a Salmón. Y costeándola con dificultad, llegamos a un lugar llamado Buenos Puertos, cerca del cual estaba la ciudad de Lasea.

La tempestad en el mar

Puesto que había transcurrido mucho tiempo y se hacía peligrosa la navegación, porque también el Ayuno[a] ya había pasado, Pablo les amonestaba 10 diciendo:

—Hombres, veo que la navegación ha de realizarse con daño y mucha pérdida, no solo de la carga y de la nave, sino también de nuestras vidas.

11 Pero el centurión fue persuadido más por el piloto y el capitán del barco, y no por lo que Pablo decía. 12 Ya que el puerto era incómodo para pasar el invierno, la mayoría acordó zarpar de allí, por si de alguna manera pudieran arribar a Fenice, un puerto de Creta que mira al suroeste y al noroeste, para invernar allí.

13 Como sopló una brisa del sur y les pareció que ya habían logrado lo que deseaban, izaron velas e iban costeando a Creta muy de cerca. 14 Pero no mucho después dio contra la nave un viento huracanado que se llama Euraquilón. 15 Como la nave era arrebatada y no podía poner proa al viento, nos abandonamos a él y éramos llevados a la deriva. 16 Navegamos a sotavento de una pequeña isla que se llama Cauda, y apenas pudimos retener el esquife. 17 Y después de subirlo a bordo, se valían de refuerzos para ceñir la nave. Pero temiendo encallar en la Sirte, bajaron velas y se dejaban llevar así. 18 Al día siguiente, mientras éramos sacudidos por una furiosa tempestad, comenzaron a aligerar la carga; 19 y al tercer día, con sus propias manos arrojaron los aparejos del barco. 20 Como no aparecían ni el sol ni las estrellas por muchos días y nos sobrevenía una tempestad no pequeña, íbamos perdiendo ya toda esperanza de salvarnos.

21 Entonces, como hacía mucho que no comíamos, Pablo se puso de pie en medio de ellos y dijo:

—Oh señores, debían haberme escuchado y no haber partido de Creta, para evitar este daño y pérdida. 22 Pero ahora les insto a tener buen ánimo, pues no se perderá la vida de ninguno de ustedes, sino solamente la nave. 23 Porque esta noche estuvo conmigo un ángel del Dios de quien soy y a quien sirvo, 24 y me dijo: “No temas, Pablo. Es necesario que comparezcas ante el César, y he aquí Dios te ha concedido todos los que navegan contigo”. 25 Por tanto, señores, tengan buen ánimo, porque yo confío en Dios que será así como me ha dicho. 26 Pero es necesario que demos en alguna isla.

27 Cuando llegó la decimocuarta noche, y siendo nosotros llevados a la deriva a través del mar Adriático, a la medianoche los marineros sospecharon que se acercaban a alguna tierra. 28 Echaron la sonda y hallaron cuarenta metros. Pasando un poco más adelante, volvieron a echar la sonda y hallaron treinta metros. 29 Temiendo dar en escollos, echaron las cuatro anclas de la popa y ansiaban el amanecer.

30 Como los marineros procuraban huir de la nave, y echaron el esquife al mar simulando que iban a largar las anclas de la proa, 31 Pablo dijo al centurión y a los soldados:

—Si estos no quedan en la nave, ustedes no podrán salvarse.

32 Entonces los soldados cortaron las amarras del esquife y dejaron que se perdiera.

33 Cuando comenzó a amanecer, Pablo animaba a todos a comer algo, diciendo:

—Este es el decimocuarto día que velan y siguen en ayunas sin comer nada. 34 Por tanto, les ruego que coman algo, pues esto es para su salud; porque no perecerá ni un cabello de la cabeza de ninguno de ustedes.

35 Habiendo dicho esto, tomó pan, dio gracias a Dios en presencia de todos y partiéndolo comenzó a comer. 36 Y cuando todos recobraron mejor ánimo, comieron ellos también. 37 Éramos en total doscientas setenta y seis personas en la nave. 38 Luego, satisfechos de la comida, aligeraban la nave echando el trigo al mar.

El naufragio en la isla de Malta

39 Cuando se hizo de día, no reconocían la tierra; pero distinguían una bahía que tenía playa, en la cual, de ser posible, se proponían varar la nave. 40 Cortaron las anclas y las dejaron en el mar. A la vez, soltaron las amarras del timón, izaron al viento la vela de proa e iban rumbo a la playa. 41 Pero al dar en un banco de arena entre dos corrientes, hicieron encallar la nave. Al enclavarse la proa, quedó inmóvil, mientras la popa se abría por la violencia de las olas.

42 Entonces los soldados acordaron matar a los presos, para que ninguno se escapara nadando; 43 pero el centurión, queriendo librar a Pablo, frustró su intento. Mandó a los que podían nadar que fueran los primeros en echarse para salir a tierra; 44 y a los demás, unos en tablas, y otros en objetos de la nave. Así sucedió que todos llegaron salvos a tierra.

Experiencias de Pablo en Malta

28 Una vez a salvo, supimos luego que la isla se llamaba Malta. Los nativos nos trataron con no poca amabilidad, pues nos recibieron a todos y encendieron un fuego a causa de la lluvia que caía y del frío.

Entonces, al recoger Pablo una cantidad de ramas secas y echarlas al fuego, se le prendió en la mano una víbora que huía del calor. Cuando los nativos vieron la serpiente colgada de su mano, se decían unos a otros: “¡Seguramente este hombre es homicida, a quien, aunque se haya salvado del mar, la justicia no le deja vivir!”. Entonces él sacudió la serpiente en el fuego, pero no padeció ningún mal. Mientras tanto, ellos esperaban que comenzara a hincharse o que cayera muerto de repente. Pero al pasar mucho tiempo esperando y al ver que no le pasaba nada malo, cambiaron de parecer y decían que era un dios.

En aquellos lugares estaban las propiedades del hombre principal de la isla, que se llamaba Publio. Este nos recibió y nos hospedó de manera amistosa por tres días. Aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y disentería. Pablo entró a donde él estaba, y después de orar, le impuso las manos y le sanó.

Después que sucedió esto, los demás de la isla que tenían enfermedades también venían a él y eran sanados. 10 También ellos nos honraron con muchos obsequios, y antes que zarpáramos, nos abastecieron de las cosas necesarias.

Pablo llega a Roma

11 Así que, después de tres meses, zarpamos en una nave alejandrina que había invernado en la isla y que tenía por insignia a los dioses Dióscuros[b]. 12 Habiendo arribado a Siracusa, estuvimos allí tres días. 13 De allí, costeando alrededor, fuimos a Regio; y un día después se levantó el viento del sur, y llegamos al segundo día a Puteoli. 14 Allí hallamos hermanos y fuimos invitados a quedarnos con ellos siete días. Y de esta manera llegamos a Roma.

15 Al oír de nosotros, los hermanos vinieron hasta la plaza de Apio y las Tres Tabernas para recibirnos. Pablo, al verlos, dio gracias a Dios y cobró ánimo. 16 Cuando llegamos a Roma[c], a Pablo le fue permitido vivir aparte, con un soldado que le custodiaba.

Pablo y su mensaje en Roma

17 Aconteció que, tres días después, Pablo convocó a los que eran los principales de los judíos, y una vez reunidos les dijo:

—Hermanos, sin que yo haya hecho ninguna cosa contra el pueblo ni contra las costumbres de los padres, desde Jerusalén he sido entregado preso en manos de los romanos. 18 Habiéndome examinado, ellos me querían soltar porque no había en mí ninguna causa digna de muerte. 19 Pero como los judíos se oponían, yo me vi forzado a apelar al César, no porque tenga de qué acusar a mi nación. 20 Así que, por esta causa les he llamado para verles y hablarles, porque por la esperanza de Israel estoy ceñido con esta cadena.

21 Entonces ellos dijeron:

—Nosotros no hemos recibido cartas de Judea tocante a ti, y ninguno de los hermanos que ha venido ha denunciado o hablado algún mal acerca de ti. 22 Pero queremos oír de ti lo que piensas, porque nos es conocido acerca de esta secta, que en todas partes se habla en contra de ella.

23 Habiéndole fijado un día, en gran número vinieron a él a donde se alojaba. Desde la mañana hasta el atardecer, les exponía y les daba testimonio del reino de Dios, persuadiéndoles acerca de Jesús, partiendo de la Ley de Moisés y de los Profetas. 24 Algunos quedaban convencidos por lo que decía, pero otros no creían. 25 Como ellos no estaban de acuerdo entre sí, se iban cuando Pablo les dijo una última palabra:

—Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a sus padres, diciendo:

26 Ve a este pueblo y diles:

“De oído oirán y jamás entenderán;

y viendo verán y nunca percibirán”.

27 Porque el corazón de este pueblo

se ha vuelto insensible,

y con los oídos oyeron torpemente. Han cerrado sus ojos

de manera que no vean con los ojos,

ni oigan con los oídos,

ni entiendan con el corazón,

ni se conviertan.

Y yo los sanaré[d].

28 Sepan, pues, que a los gentiles es anunciada esta salvación de Dios, y ellos oirán.

29 [e], 30 Pablo permaneció dos años enteros en una casa que alquilaba. A todos los que venían a él, les recibía allí, 31 predicando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, con toda libertad y sin impedimento.

Reina Valera Actualizada (RVA-2015)

Version Reina Valera Actualizada, Copyright © 2015 by Editorial Mundo Hispano