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Chronological

Read the Bible in the chronological order in which its stories and events occurred.
Duration: 365 days
Palabra de Dios para Todos (PDT)
Version
Hechos 27-28

Pablo va a Roma

27 Cuando se decidió que íbamos a viajar a Italia, Pablo y los otros prisioneros fueron puestos bajo custodia de Julio, un capitán del ejército del emperador. Subimos a bordo de un barco con matrícula de Adramitio que iba a navegar por diferentes lugares de Asia. Nos acompañaba Aristarco, que era de la ciudad de Tesalónica en Macedonia.

Al día siguiente llegamos a Sidón. Julio trató muy bien a Pablo y lo dejó visitar a sus amigos para que lo atendieran. Nos fuimos de Sidón y navegamos cerca de la isla de Chipre porque el viento estaba soplando en contra. Cruzamos el mar por Cilicia y Panfilia y llegamos a la ciudad de Mira, que queda en Licia. Allí el oficial encontró un barco de Alejandría que también iba para Italia y nos embarcó en él. Navegamos despacio por muchos días. Fue difícil llegar a Gnido porque el viento soplaba en contra. Entonces navegamos por el sur de la isla de Creta cerca de Salmón. Continuamos navegando con dificultad a lo largo de la costa y llegamos a un lugar llamado Buenos Puertos, cerca de la ciudad de Lasea.

Se había perdido mucho tiempo y todavía era peligroso navegar, porque el día del ayuno[a] ya había pasado. Entonces Pablo les advirtió: 10 «Señores, corremos el riesgo de hundirnos en el mar. Habrá muchas pérdidas, no sólo la carga y el barco, sino también nuestra vida». 11 Pero el dueño y el capitán del barco no estaban de acuerdo con Pablo, y Julio, el oficial que tenía a cargo los soldados, no le hizo caso a Pablo, sino a ellos. 12 Como el puerto no era un sitio seguro para que el barco se quedara todo el invierno, entonces la mayoría decidió que debían irse y tratar de llegar a Fenice para pasar el invierno allá. Fenice es un puerto de Creta que da al suroccidente y noroccidente.

La tormenta

13 Cuando empezó a soplar un viento suave que venía del sur, ellos pensaron que habían conseguido el viento que querían. Entonces subieron el ancla y navegaron muy cerca de la costa de Creta. 14 Pero entonces llegó de la isla un viento huracanado llamado el Nororiental. 15 La tormenta empujó al barco y no lo dejaba navegar en contra del viento. Entonces dejamos que el viento nos llevara. 16 Fuimos al otro lado de una pequeña isla llamada Cauda y, con mucha dificultad, pudimos subir el bote salvavidas. 17 Después de asegurarlo, los hombres ataron cuerdas alrededor del barco para reforzarlo. Tenían miedo de que el barco golpeara los bancos de arena de la Sirte[b]. Entonces bajaron las velas y dejaron que el viento se llevara el barco. 18 Al día siguiente, el viento soplaba tan fuerte que comenzaron a arrojar la carga del barco al mar. 19 Un día después, con sus propias manos, tiraron el equipo del barco. 20 Al ver que no aparecían ni el sol ni las estrellas durante muchos días y la tormenta continuaba con más fuerza, perdimos toda esperanza de salvarnos.

21 Ninguno de nosotros había comido en muchos días. Entonces Pablo se puso de pie en medio de todos y dijo: «Señores, ustedes debieron haberme hecho caso de no navegar desde Creta, y así no hubieran tenido tantos problemas y pérdidas. 22 Pero ahora les digo que no se preocupen, que ninguno de ustedes perderá la vida, solamente se perderá el barco. Por tanto, ¡alégrense! 23 Anoche Dios, a quien pertenezco y sirvo, envió a un ángel 24 que me dijo: “Pablo, no tengas miedo, vas a presentarte ante el emperador. Dios salvará tu vida y la de todos los que navegan contigo”. 25 Así que tengan valor, porque yo tengo fe en Dios y sé que todo pasará tal como me lo dijo el ángel. 26 Pero encallaremos en alguna isla».

27 Dos semanas después, estábamos flotando en el mar Adriático, y los marineros pensaron que estábamos cerca de tierra. 28 Midieron la profundidad del agua y observaron que era de 37 metros[c]. Un poco más adelante volvieron a medir y la profundidad ahí era de 27 metros[d]. 29 Tuvieron miedo de estrellarse contra una roca, entonces arrojaron al agua cuatro anclas en la parte trasera del barco y se pusieron a rogar que llegara la luz del día. 30 Los marineros trataron de escapar del barco haciéndose los que iban a sacar un ancla de la parte delantera del barco. 31 Pero Pablo les dijo al oficial y a los soldados: «Si estos hombres no se quedan en el barco, ustedes perderán la vida». 32 Entonces los soldados cortaron las cuerdas que sostenían el bote salvavidas y lo dejaron caer al mar.

33 Antes de que amaneciera, Pablo empezó a convencerlos de que comieran algo, diciendo: «Llevan dos semanas esperando a ver qué pasa, sin comer nada. 34 Les ruego que coman algo porque lo necesitan para poder sobrevivir. Ninguno perderá ni un solo cabello de la cabeza». 35 Después de decir esto, tomó pan en sus manos y dio gracias a Dios ante todos. Después lo partió y empezó a comer. 36 Todos se sintieron mejor y ellos mismos se animaron a comer. 37 Éramos 276 personas en el barco. 38 Después de comer lo suficiente, tiraron al mar todo el trigo para que el barco estuviera más liviano.

El naufragio

39 Cuando amaneció, los marineros no reconocieron la tierra, pero vieron una bahía con playa y decidieron navegar hasta la orilla si era posible. 40 Entonces cortaron las cuerdas que sostenían las anclas. Al mismo tiempo soltaron el timón y alzaron la vela del frente del barco en la dirección del viento y navegaron hacia a playa. 41 Pero el barco dio contra un banco de arena y encalló de frente, y por detrás empezó a ser destruido por la fuerza de las olas.

42 Los soldados decidieron matar a los prisioneros para que ninguno escapara nadando. 43 Pero el oficial quería salvarle la vida a Pablo y no dejó que los soldados cumplieran sus intenciones, sino que más bien ordenó a los que sabían nadar que se echaran al agua primero para que alcanzaran la orilla. 44 Los demás usaron tablas de madera o partes del barco. De esta forma todos llegaron a la orilla sanos y salvos.

Pablo en la isla de Malta

28 Cuando estuvimos a salvo, supimos que la isla se llamaba Malta. Estaba lloviendo y hacía frío, pero la gente que vivía allí fue muy amable. Nos hicieron una fogata y nos recibieron a todos. Pablo recogió unos palos y los estaba poniendo en la fogata cuando una serpiente salió por el calor y lo mordió en la mano. Los de la isla vieron a la serpiente colgando de la mano de Pablo y dijeron: «Este hombre debe ser un asesino. No murió en el mar, pero la justicia divina[e] no lo deja vivir». Pero Pablo lanzó la serpiente al fuego y a él no le pasó nada. Ellos esperaban que se hinchara o cayera muerto, pero después de esperar mucho vieron que no le pasó nada. Así que cambiaron de opinión y empezaron a decir que Pablo era un dios.

Cerca de allí, había unos terrenos que pertenecían a Publio, el funcionario romano más importante de la isla. Él nos recibió en su casa, fue muy amable y nos quedamos allí tres días. El papá de Publio estaba muy enfermo de fiebre y disentería. Pablo fue a visitarlo, oró por él y después de imponerle las manos, quedó sano. Cuando esto ocurrió, vinieron todos los enfermos de la isla y Pablo también los sanó. 10 La gente de la isla nos atendió muy bien y nos dieron todo lo necesario para el viaje.

Pablo va a Roma

11 Tres meses después, abordamos un barco de la ciudad de Alejandría que había estado allí todo el invierno. El barco llevaba al frente la imagen de los dioses gemelos.[f] 12 Paramos en Siracusa y nos quedamos allí tres días. 13 De allí navegamos hasta Regio y al día siguiente llegó un viento del sur y pudimos salir. Un día más tarde llegamos a Puteoli. 14 Encontramos allí a algunos hermanos, quienes nos pidieron que nos quedáramos una semana, y finalmente llegamos a Roma. 15 Los hermanos de Roma supieron que estábamos allí y fueron a encontrarnos al Foro de Apio[g] y a las Tres Tabernas[h]. Cuando Pablo los vio, agradeció a Dios y se animó.

Pablo en Roma

16 Cuando llegamos a Roma, dejaron que Pablo viviera aparte, custodiado por un soldado. 17 Tres días después, Pablo mandó llamar a algunos de los líderes judíos de la localidad y les dijo:

—Hermanos, no he hecho nada en contra de nuestro pueblo ni en contra de las costumbres de nuestros antepasados. Sin embargo, fui detenido en Jerusalén y me entregaron a los romanos. 18 Los romanos me hicieron muchas preguntas, pero no pudieron encontrar ninguna razón para matarme, entonces querían dejarme en libertad. 19 Pero los judíos no querían que me soltaran, así que tuve que apelar al emperador, pero no porque tenga nada de qué acusar a mi pueblo. 20 Por eso quería verlos y hablar con ustedes. Estoy atado a estas cadenas porque creo en la esperanza de Israel.

21 Ellos le respondieron:

—No hemos recibido cartas de Judea que hablen de ti. Ninguno de nuestros hermanos judíos que viajaron desde Judea trajo noticias de ti ni nos dijo nada malo de ti. 22 Pero queremos escuchar tus ideas porque sabemos que en todas partes se habla en contra de esta secta.

23 Pablo y los judíos decidieron una fecha para la reunión y ese día fueron muchísimos más de ellos a donde se quedaba Pablo. Él les habló solemnemente, desde la mañana hasta la tarde, acerca del reino de Dios para convencerlos respecto a Jesús. Para esto Pablo utilizó la ley de Moisés y las Escrituras de los profetas. 24 Algunos creyeron lo que Pablo decía, pero otros no. 25 Discutieron entre sí y se preparaban para irse, pero Pablo les dijo algo más:

—Bien les decía el Espíritu Santo a sus antepasados a través de su profeta Isaías:

26 “Ve a este pueblo y dile:
Por más que oigan, no entiendan.
    Por más que miren, no captarán.
27 (A)Han cerrado su mente,
    se taparon los oídos
    y cerraron los ojos.
Si no fuera así, entenderían lo que ven
    y lo que oyen.
Se volverían a mí
    y yo los sanaría”.[i]

28 »Por lo tanto, quiero que ustedes sepan que Dios envió su salvación a los que no son judíos. ¡Ellos sí escucharán! 29 [j]

30 Pablo se quedó dos años completos en una casa alquilada, donde recibía a todos los que iban a visitarlo. 31 Él anunciaba el reino de Dios y enseñaba acerca del Señor Jesucristo. Lo hacía abiertamente y sin que nadie se lo impidiera.

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