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Chronological

Read the Bible in the chronological order in which its stories and events occurred.
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Nueva Biblia Viva (NBV)
Version
2 Reyes 22-23

Josías, rey de Judá

22 Josías tenía ocho años cuando comenzó a reinar en Judá, y reinó treinta y un años en Jerusalén. Su madre era Jedidá, hija de Adaías, de Boscat. Josías hizo lo que agrada al Señor, pues en todo siguió el ejemplo de su antepasado David, sin desviarse en nada.

3-4 En el año dieciocho de su reinado, el rey Josías envió a su secretario Safán hijo de Asalías y nieto de Mesulán, al templo del Señor a visitar al sumo sacerdote Jilquías, y le dijera: «Toma el dinero que reciben los sacerdotes en la puerta de la casa, cuando el pueblo viene a adorar, 5-6 y entrégalo a los administradores de la construcción, para que puedan contratar carpinteros y albañiles para reparar el templo del Señor, y compren madera y piedras para las reparaciones. Los administradores de la construcción no tienen que dar cuenta del dinero, porque son hombres honrados».

Un día, el sumo sacerdote Jilquías fue a ver al secretario Safán, y le dijo: «¡He encontrado, en el templo del Señor, un rollo que contiene la ley del Señor!». Y le entregó el rollo a Safán para que lo leyera. 9-10 Cuando Safán informó al rey del progreso de las reparaciones del templo del Señor, también le contó del rollo que Jilquías había encontrado. Entonces Safán se lo leyó al rey. 11 Cuando el rey se enteró de lo que estaba escrito en él, se rasgó la ropa, lleno de temor, 12-13 y ordenó al sumo sacerdote Jilquías, al secretario Safán, a Ajicán hijo de Safán, a Acbor hijo de Micaías, al secretario Safán, y a su ministro Asaías: «Vayan a consultar al Señor, para que sepamos qué tenemos que hacer, tanto yo como todo el pueblo, en cuanto a lo que está en este libro. Pues, según con lo que allí está escrito, nuestros antepasados no obedecieron la ley del Señor, ni vivieron de acuerdo con su voluntad. ¡El Señor debe estar muy enojado con nosotros por eso!».

14 Así que el sumo sacerdote Jilquías, Ajicán, Acbor, Safán y Asaías fueron a consultar a la profetisa Huldá, que vivía en el sector nuevo de Jerusalén. Huldá era esposa de Salún hijo de Ticvá y nieto de Jarjás, encargado del vestuario del palacio. 15-16 Ella les respondió: «Díganle al hombre que los envió que así dice el Señor, Dios de Israel: “Voy a destruir esta ciudad y sus habitantes, tal como lo he dicho en ese libro que has leído. 17 Porque el pueblo de Judá me ha abandonado y ha adorado a otros dioses, y ha hecho que mi ira arda contra este lugar, sin que se pueda apagar. 18-19 Pero, por cuanto estás triste y preocupado, y te has humillado delante de mí, al leer el libro y sus advertencias de que esta tierra sería maldita y destruida, y por cuanto has rasgado tu ropa y has llorado delante de mí con verdadero pesar, he escuchado tu petición. 20 La desgracia de este pueblo no ocurrirá sino hasta después de tu muerte, de modo que tú no verás el mal que traeré sobre este lugar”».

Y ellos llevaron el mensaje al rey.

Renovación del pacto

23 Entonces el rey pidió que los ancianos y los jefes de Judá y de Jerusalén se reunieran con él. Luego, el rey fue al templo del Señor, acompañado de todos los sacerdotes, de los profetas y de todo el pueblo, pequeños y grandes, de Jerusalén y de otras ciudades de Judá. Y, en presencia de todos, el rey leyó el libro de la ley del Señor, que había sido descubierto en el templo del Señor. Parándose junto a la columna, frente al pueblo, el rey prometió delante del Señor que iba a obedecer todos los mandamientos y leyes que estaban escritos en el libro. Se comprometió a obedecer el pacto con todo su corazón y con toda su alma. Y todo el pueblo, siguiendo el ejemplo del rey, se comprometió a obedecer el pacto del Señor.

Entonces el rey ordenó al sumo sacerdote Jilquías y a los demás sacerdotes y guardas del templo que destruyeran todos los instrumentos usados en la adoración a Baal, a Aserá, al sol, la luna y las estrellas. El rey hizo que todo fuera quemado en los campos del valle de Cedrón, en las afueras de Jerusalén, y llevó las cenizas a Betel. Mató a los sacerdotes paganos, que los anteriores reyes de Judá habían instituido para quemar incienso en los santuarios de las colinas, a través de todo Judá y aun en Jerusalén. También a los que ofrecían incienso a Baal, al sol, a la luna, a las estrellas y a los astros. Hizo quitar el abominable ídolo de Aserá del templo del Señor, y lo llevó a las afueras de Jerusalén, al arroyo de Cedrón. Allí lo quemó y lo redujo a polvo, y arrojó el polvo sobre la fosa común. Además, destruyó las habitaciones de los que se dedicaban a la prostitución sagrada en el templo del Señor, y en las que las mujeres tejían túnicas para el ídolo de la diosa Aserá.

Hizo regresar a Jerusalén a los sacerdotes del Señor que estaban viviendo en otras ciudades de Judá, e hizo derribar todos los santuarios de las colinas donde ellos habían quemado incienso, aun aquellos que estaban tan distantes como Gueba y Berseba. Además, destruyó los santuarios que estaban a la entrada del palacio de Josué, el gobernador de Jerusalén, y que estaba a la izquierda de una de las puertas de la ciudad. Conviene señalar que los sacerdotes de los santuarios de las colinas no servían en el altar del Señor en Jerusalén, pero sí comían con los otros sacerdotes.

10 Asimismo el rey destruyó el altar de Tofet, que estaba en el valle de Ben Hinón, para que nadie pudiera usarlo nuevamente con el propósito de sacrificar a sus hijos o hijas quemándolos en honor a Moloc. 11 También derribó las estatuas de caballos y carros que había cerca de la entrada del templo del Señor, junto a las habitaciones de Natán Mélec, el eunuco, las cuales habían sido dedicadas por los reyes de Judá al dios sol.

12 A continuación derribó los altares que los reyes de Judá habían edificado en la azotea del palacio, sobre la sala de Acaz. Además destruyó los altares que Manasés había edificado en los dos atrios del templo del Señor. Los molió, y esparció el polvo por el valle de Cedrón. 13 Luego hizo quitar los santuarios de las colinas que estaban al oriente de Jerusalén, al sur del Monte de la Destrucción (Salomón había edificado estos altares a Astarté, la detestable diosa de los sidonios, a Quemós el horrible dios de Moab, y a Moloc, el detestable dios de los amonitas).

14 Destrozó asimismo los ídolos de piedra y las abominables imágenes de Aserá. Luego llenó de osamentas humanas estos lugares. 15 En cuanto al altar y el santuario que Jeroboán hijo de Nabat había edificado en Betel, y con el cual había hecho pecar a Israel, derribó las piedras y las redujo a polvo, y quemó las imágenes abominables de la diosa Aserá.

16 Mientras Josías inspeccionaba los lugares, vio varias tumbas en la falda de la montaña. Ordenó a sus hombres que sacaran los huesos que había en ellas y los quemaran en el altar de Betel, para profanarlo, cumpliéndose así lo que el profeta del Señor había dicho que ocurriría sobre el altar de Jeroboán.

17 ―¿Qué monumento es ese que hay allí? —preguntó el rey.

Y los hombres de la ciudad le respondieron:

―Es la tumba del profeta que vino de Judá y declaró lo que ocurriría sobre el altar de Betel.

18 Entonces Josías respondió:

―No hagan nada con él. No molesten sus huesos.

Entonces respetaron sus huesos junto con los del profeta de Samaria.

19 Josías demolió los santuarios de las colinas en toda Samaria. Habían sido edificados por los diversos reyes de Israel que habían hecho enojar al Señor. Josías los redujo a polvo, de la manera que había hecho en Betel, 20 y ejecutó a los sacerdotes de los santuarios paganos sobre sus propios altares, y quemó huesos humanos sobre los altares, para profanarlos. Después de esto regresó a Jerusalén.

21 Después, el rey ordenó a todo el pueblo: «Celebren la fiesta de la Pascua del Señor, de acuerdo con las instrucciones que aparecen en el Libro del Pacto». 22 Desde la época de los Jueces no había habido una celebración de la Pascua como aquella, y jamás hubo otra semejante en todos los años de los reyes de Israel y Judá. 23 Esta Pascua se celebró en el año dieciocho del rey Josías en Jerusalén.

24 Josías también acabó con los brujos y adivinos, y con todo tipo de adoración de ídolos, tanto en Jerusalén como en toda Judá. Porque Josías quería seguir todas las leyes que estaban escritas en el libro que el sumo sacerdote Jilquías había hallado en el templo del Señor. 25 No hubo otro rey que, en forma tan completa, se volviera al Señor, y siguiera todas las leyes de Moisés; y ningún rey desde el tiempo de Josías ha sido tan obediente al Señor.

26 Pero, a pesar de todo esto, el Señor no desistió de castigar a Judá, pues nada pudo apagar su ira, causada por la maldad del rey Manasés. 27 Porque el Señor había dicho: «Yo destruiré a Judá, de la manera que destruí a Israel, y desecharé a Jerusalén como ciudad escogida, y al templo del Señor de la cual dije que sería el lugar donde yo habitaría».

28 El resto de la biografía de Josías está escrito en el libro de los reyes de Judá. 29 En aquellos días, el faraón Necao, rey de Egipto, atacó al rey de Asiria, en el Éufrates. Entonces el rey Josías salió con el propósito de cerrarle el paso a Necao, pero este lo mató en Meguido. 30 Sus oficiales llevaron su cuerpo en un carro desde Meguido hasta Jerusalén, y lo sepultaron allí en la tumba que él había designado. Entonces el pueblo tomó a su hijo Joacaz y lo proclamó como rey de Judá, en lugar de su padre Josías.

Joacaz, rey de Judá

31 Joacaz tenía veintitrés años cuando comenzó a reinar sobre Judá, y reinó sólo tres meses en Jerusalén. Su madre fue Jamutal, hija de Jeremías, de Libná. 32 Siguiendo el ejemplo de sus antepasados, Joacaz hizo lo que ofende al Señor. 33 El faraón Necao lo encarceló en Riblá, que queda en la región de Jamat, para evitar que reinara en Jerusalén, e impuso un tributo contra Judá de tres mil trescientos kilos de plata y treinta y tres kilos de oro. 34 Luego tomó a Eliaquín hijo de Josías, y lo puso como rey de Judá, en lugar de su padre. Necao le cambió el nombre por el de Joacim. En cuanto al rey Joacaz, se lo llevó a Egipto, donde murió.

35 Joacim impuso tributo al pueblo, para poder cumplir con el impuesto de plata y oro que le había exigido el faraón Necao.

Joacim, rey de Judá

36 Joacim tenía veinticinco años cuando comenzó a reinar en Judá, y reinó once años en Jerusalén. Su madre fue Zebudá, hija de Pedaías, de Rumá. 37 Siguiendo el ejemplo de sus antepasados, Joacim hizo lo que ofende al Señor.

2 Crónicas 34-35

Josías, rey de Judá

34 Josías tenía solo ocho años cuando comenzó a reinar. Reinó treinta y un años en Jerusalén. Su reinado fue bueno, ya que hizo lo que le agrada al Señor, siguiendo, así, el buen ejemplo de su antepasado David.

Cuando tenía dieciséis años, en el año octavo de su reinado, comenzó a buscar al Dios de su antepasado David. Cuatro años más tarde comenzó a limpiar a Judá y a Jerusalén de los altares paganos y de las imágenes de la diosa Aserá, y de todos los ídolos que había en el país. Salió personalmente a supervisar la destrucción de los altares de Baal, de los ídolos y de las imágenes de la diosa Aserá, todo lo cual redujo a polvo, el cual derramó sobre las tumbas de los que les habían ofrecido sacrificios. Quemó los huesos de los sacerdotes paganos sobre sus propios altares, con la intención de limpiar al pueblo de Judá y de Jerusalén de la culpa de su pecado de idolatría.

Luego fue a las ciudades de Manasés, Efraín y Simeón, y aun a la distante Neftalí e hizo lo mismo. Derribó los altares paganos, redujo a polvo los ídolos de la diosa Aserá, destruyó las imágenes y derribó los altares en que se quemaba incienso. Hizo esto en todo el territorio de Israel antes de regresar a Jerusalén.

Durante el año dieciocho de su reinado, después de haber purificado la tierra y de haber limpiado el templo, designó a Safán hijo de Asalías, a Maseías, gobernador de Jerusalén, y a Joa hijo de Joacaz, tesorero de la ciudad, para que repararan el templo del Señor su Dios. Ellos establecieron un sistema para recibir las donaciones para el templo. Los levitas que estaban de turno recibían el dinero a las puertas del templo. Estas donaciones las traía el pueblo que venía de Manasés, de Efraín y de otras partes del resto de Israel, Judá y Benjamín, y de los que vivían en Jerusalén. El dinero se lo entregaban al sumo sacerdote Jilquías, para que dispusiera de él. 10-11 Con el dinero los levitas pagaban a los carpinteros y a los albañiles, y compraban los materiales para la construcción: piedras, madera, tablas y vigas. Así reedificó lo que los reyes anteriores de Judá habían derribado.

12 Los obreros trabajaban con fidelidad bajo la dirección de Yajat y Abdías, levitas descendientes de Merari, de Zacarías y Mesulán, descendientes de Coat, y de los levitas que tenían habilidad para tocar instrumentos de música. 13 Otros levitas supervisaban a los jornaleros que llevaban los materiales para los obreros especializados. Otros ayudaban en las cuentas, como capataces y como porteros.

Hallazgo del libro de la ley

14 Un día en que Jilquías, el sumo sacerdote, estaba en el templo anotando el dinero reunido en las puertas, descubrió un viejo rollo que resultó ser de las leyes que Dios le había dado a Moisés. 15-16 Entonces Jilquías le dijo al secretario Safán: «¡Mira! Encontré el libro de la ley en el templo». Y Jilquías le entregó el libro a Safán, quien se lo llevó al rey, cuando fue a entregar el informe de lo que se había hecho en la reconstrucción del templo. Le dijo:

17 ―Hemos abierto las cajas, hemos contado el dinero y luego se lo hemos entregado a los capataces y obreros.

18 Entonces mencionó el descubrimiento del rollo y la forma en que Jilquías lo había encontrado. Y se lo leyó al rey. 19 Cuando el rey oyó lo que estas leyes exigían del pueblo de Dios, rasgó sus vestiduras, 20 y llamó a Jilquías, a Ajicán hijo de Safán, a Abdón hijo de Micaías, al secretario Safán y a Asaías, su asistente personal.

21 ―Vayan y consulten al Señor —les dijo el rey—. Oren por todo el remanente de Israel y por Judá. Porque según este rollo, es muy probable que el Señor haya desatado su ira sobre nosotros, porque nuestros antepasados no obedecieron las leyes que están escritas aquí.

22 Jilquías y los demás fueron a consultar a la profetisa Huldá, esposa de Salún hijo de Ticvá, y nieto de Jarjás (Salún era el encargado de cuidar los vestidos del rey, y vivía en el segundo barrio). Cuando le contaron la inquietud del rey, 23 ella respondió: «El Señor, Dios de Israel, dice: “Díganle al hombre que los envió 24 que el Señor sí destruirá esta ciudad y a su pueblo; que todas las maldiciones escritas en el libro se cumplirán, 25 porque el pueblo lo ha abandonado para ir a adorar a dioses paganos. Esto ha hecho que su ira se desate contra este lugar, y nada hará que cambie de parecer. 26-27 Sin embargo, díganle al rey de Judá, que los envió a consultarme, que el Señor ha escuchado su oración, por cuanto él, al oír lo que está decretado contra este pueblo, estuvo dispuesto a humillarse, llorar y arrepentirse. 28 Por eso, el Señor no enviará esta desgracia sobre el pueblo durante la vida del rey, sino que lo hará después. De modo que el rey morirá en paz, sin ver todo el mal que vendrá sobre este lugar y su gente”».

Ellos le llevaron este mensaje del Señor al rey.

Renovación del pacto

29 El rey convocó a todos los ancianos de Judá y de Jerusalén, 30 y a los sacerdotes y levitas y a todo el pueblo, grandes y pequeños, para que lo acompañaran al templo. Allí el rey les leyó el rollo, es decir, el pacto de Dios que fue encontrado en el templo. 31 Y allí, de pie delante de ellos, hizo promesa ante el Señor de seguir sus mandamientos con todo su corazón y su alma, y hacer todo lo que estaba escrito en el rollo. 32 Y les exigió a todos en Jerusalén y en Benjamín que aceptaran este pacto con Dios, y todos lo hicieron.

33 Entonces Josías quitó todos los ídolos de las zonas ocupadas por lo judíos, y exigió que adoraran al Señor su Dios. Y mientras Josías vivió, el pueblo no volvió a abandonar al Señor, Dios de sus antepasados.

Celebración de la Pascua

35 Josías anunció que el día catorce del mes primero se celebraría la Pascua en Jerusalén. También restauró a los sacerdotes en sus cargos, y les pidió que comenzaran su labor en el templo. Y envió esta orden a los levitas consagrados que enseñaban por todo Israel: «Puesto que el cofre está ahora en el templo que edificó Salomón, y ustedes no necesitan transportarlo sobre sus hombros, dediquen el tiempo a servir al Señor y a su pueblo. 4-5 Organicen los turnos de servicios tradicionales que tenían sus antepasados, conforme a lo que dispusieron el rey David y su hijo Salomón. Cada grupo ayudará a un determinado clan que venga a presentar sus ofrendas. Celebren la Pascua, purifíquense ritualmente y prepárense para ayudar al pueblo que vendrá. Sigan las instrucciones que el Señor dio por medio de Moisés».

El rey dio al pueblo unos treinta mil corderos y cabritos, y tres mil becerros, para que celebraran la fiesta de la Pascua. Los funcionarios del rey hicieron contribuciones voluntarias a los sacerdotes y levitas. Jilquías, Zacarías y Jehiel, los supervisores del templo, entregaron a los sacerdotes dos mil seiscientas ovejas y cabritos, y trescientos toros, para la celebración de la Pascua. Los jefes levitas, Conanías y sus hermanos, Semaías y Natanael, así como Jasabías, Jeyel y Josabad dieron cinco mil ovejas y cabritos y quinientos toros a los levitas, para la celebración de la Pascua.

10 Cuando todo estuvo organizado, los sacerdotes tomaron sus lugares, y los levitas se organizaron por turnos, en la forma ordenada por el rey. 11 Los levitas mataron los corderos para la Pascua, y entregaron la sangre a los sacerdotes, los que la derramaron sobre el altar, mientras los levitas desollaban los animales. 12 Apartaron, luego, los holocaustos para cada familia, para que presentaran sus propios holocaustos al Señor, tal como estaba escrito en la ley de Moisés. También hicieron lo mismo con los toros. 13 Entonces, siguiendo las instrucciones de la ley de Moisés, asaron los corderos de la Pascua y cocieron las ofrendas santas en ollas, calderos y sartenes, y los repartieron apresuradamente al pueblo.

14 Después, los levitas hicieron preparativos para sí mismos y para los sacerdotes, porque estos habían estado ocupados, desde la mañana hasta la noche, ofreciendo la grasa de los holocaustos. 15 Los cantores, hijos de Asaf, estaban en sus lugares, siguiendo las instrucciones dadas siglos antes por el rey David, y por Asaf, Hemán y Jedutún, profetas del rey. Los porteros cuidaban las puertas y no tuvieron necesidad de dejar el cumplimiento de su deber, porque sus hermanos levitas les hicieron lo que les correspondía.

16 Toda la ceremonia de la Pascua fue realizada en aquel día. Todos los holocaustos fueron sacrificados sobre el altar del Señor, de la manera ordenada por Josías. 17 Los que estaban presentes en Jerusalén celebraron la Pascua y la fiesta de los Panes sin levadura durante siete días. 18 Nunca antes, desde el tiempo del profeta Samuel, había habido tal celebración de la Pascua, ni ninguno de los reyes de Israel la celebró como el rey Josías, los sacerdotes, los levitas y los habitantes de Jerusalén y de todas partes de Judá, y los de Israel que se hallaban presentes. 19 Todo esto ocurrió en el año dieciocho del reinado de Josías.

Muerte de Josías

20 Después de esto, el rey Necao, de Egipto, condujo su ejército contra los asirios hasta Carquemis, junto al río Éufrates, pero el rey Josías quiso impedirle el paso. 21 El rey Necao le envió embajadores con este mensaje: «No quiero pelear contra ti, rey de Judá. Yo he salido solamente a hacer guerra contra el rey de Asiria. No me molestes, pues Dios me ha dicho que me apresure. No te interpongas delante de Dios, o él te destruirá, porque él está conmigo».

22 Pero Josías se negó a retirarse. En vez de hacerlo, les ofreció batalla en el valle de Meguido (dejó a un lado sus vestiduras reales a fin de que el enemigo no pudiera reconocerlo). Josías no quiso creer que el mensaje de Necao venía de Dios. 23 Los arqueros enemigos hicieron blanco en el rey Josías con sus flechas y lo hirieron de muerte. Entonces Josías les dijo a sus ayudantes: «Sáquenme del campo de batalla, pues estoy muy mal herido». 24-25 Lo sacaron de su carro de combate y lo pusieron en otro carro, y lo llevaron a Jerusalén, donde murió. Fue sepultado allí, en el cementerio real. Y toda la gente de Judá y de Jerusalén lo lloró. Hasta el profeta Jeremías le compuso un canto fúnebre. Aún hoy día se cantan tristes canciones en las que se menciona la muerte del rey Josías. Esas canciones forman parte del Libro de los Lamentos.

26 Los demás hechos de Josías, sus buenas acciones y cómo siguió las leyes del Señor, 27 están escritos en el libro de los reyes de Judá e Israel.

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