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Chronological

Read the Bible in the chronological order in which its stories and events occurred.
Duration: 365 days
Nueva Versión Internacional (Castilian) (CST)
Version
1 Reyes 1-2

Adonías usurpa el trono

El rey David era ya tan anciano y tan entrado en años que, por más que lo abrigaban, no conseguía entrar en calor. Por eso sus servidores le dijeron: «Busquemos una joven soltera para que atienda a mi señor el rey y lo cuide, y se acueste a su lado para darle calor». Así que fueron por todo Israel en busca de una muchacha hermosa, y encontraron a una sunamita llamada Abisag y se la llevaron al rey. La muchacha era realmente muy hermosa, y se dedicó a cuidar y a servir al rey, aunque el rey nunca tuvo relaciones sexuales con ella.

Adonías, cuya madre fue Jaguit, se llenó de ambición y dijo: «¡Yo voy a ser rey!» Por lo tanto, consiguió carros de combate, caballos[a] y cincuenta guardias de escolta. Adonías era más joven que Absalón, y muy bien parecido. Como David, su padre, nunca lo había contrariado ni le había pedido cuentas de lo que hacía, Adonías se confabuló con Joab hijo de Sarvia y con el sacerdote Abiatar, y estos le dieron su apoyo. Quienes no lo apoyaron fueron el sacerdote Sadoc, Benaías hijo de Joyadá, el profeta Natán, Simí y Reguí, y la guardia personal de David.

Cerca de Enroguel, junto a la peña de Zojélet, Adonías ofreció un sacrificio de ovejas, bueyes y terneros engordados. Invitó a todos sus hermanos, los hijos del rey, y a todos los funcionarios reales de Judá, 10 pero no invitó al profeta Natán, ni a Benaías, ni a la guardia real ni a su hermano Salomón. 11 Por eso Natán le preguntó a Betsabé, la madre de Salomón: «¿Ya sabes que Adonías, el hijo de Jaguit, se ha proclamado rey a espaldas de nuestro señor David? 12 Pues, si quieres salvar tu vida y la de tu hijo Salomón, déjame darte un consejo: 13 Ve a presentarte ante el rey David, y dile: “¿Acaso no le habías jurado tú mi señor el rey a esta tu sierva que mi hijo Salomón te sucedería en el trono? ¿Cómo es que ahora el rey es Adonías?” 14 Mientras tú estés allí, hablando con el rey, yo entraré para confirmar tus palabras».

15 Betsabé se dirigió entonces a la habitación del rey. Como este ya era muy anciano, lo atendía Abisag la sunamita. 16 Al llegar Betsabé, se arrodilló ante el rey, y este le preguntó:

―¿Qué quieres?

17 ―Mi señor juró por el Señor su Dios a esta tu sierva —contestó Betsabé— que mi hijo Salomón sucedería en el trono a mi señor el rey. 18 Pero ahora resulta que Adonías se ha proclamado rey a espaldas de mi señor el rey. 19 Ha sacrificado una gran cantidad de toros, terneros engordados y ovejas, y ha invitado a todos los hijos del rey, al sacerdote Abiatar y a Joab, general del ejército; sin embargo, no invitó a Salomón, que es un fiel servidor de mi señor el rey. 20 Mi señor y rey, todo Israel está a la expectativa y quiere que mi señor el rey le diga quién le sucederá en el trono. 21 De lo contrario, tan pronto como mi señor el rey muera, mi hijo Salomón y yo seremos acusados de alta traición.

22 Mientras Betsabé hablaba con el rey, llegó el profeta Natán, 23 y el rey se enteró de su llegada. Entonces Natán se presentó ante el rey y, arrodillándose, 24 le dijo:

―Mi señor y rey, ¿acaso has decretado tú que Adonías te suceda en el trono? 25 Pregunto esto porque él ha ido hoy a sacrificar una gran cantidad de toros, terneros engordados y ovejas. Además, ha invitado a todos los hijos del rey, a los comandantes del ejército y al sacerdote Abiatar, y allí están todos ellos comiendo y bebiendo, y gritando en su presencia: “¡Viva el rey Adonías!” 26 Sin embargo, no me invitó a mí, que estoy a tu servicio, ni al sacerdote Sadoc, ni a Benaías hijo de Joyadá, ni a Salomón, que es tu fiel siervo. 27 ¿Será posible que mi señor y rey haya hecho esto sin dignarse comunicarles a sus siervos quién le sucederá en el trono?

David proclama rey a Salomón(A)

28 Al oír esto, el rey David ordenó:

―¡Llamad a Betsabé!

Ella entró y se quedó de pie ante el rey. 29 Entonces el rey le hizo este juramento:

―Tan cierto como que vive el Señor, que me ha librado de toda angustia, 30 te aseguro que hoy cumpliré lo que te juré por el Señor, el Dios de Israel. Yo te prometí que tu hijo Salomón me sucederá en el trono y reinará en mi lugar.

31 Betsabé se inclinó ante el rey y, postrándose rostro en tierra, exclamó:

―¡Que viva para siempre mi señor el rey David!

32 David ordenó:

―Llamad al sacerdote Sadoc, al profeta Natán y a Benaías hijo de Joyadá.

Cuando los tres se presentaron ante el rey, 33 este les dijo:

―Tomad con vosotros a los funcionarios de la corte, montad a mi hijo Salomón en mi propia mula, y llevadlo a Guijón 34 para que el sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo unjan como rey de Israel. Tocad luego la trompeta, y gritad: “¡Viva el rey Salomón!” 35 Después de eso, regresad con él para que ocupe el trono en mi lugar y me suceda como rey, pues he dispuesto que sea él quien gobierne a Israel y a Judá.

36 ―¡Que así sea! —le respondió Benaías hijo de Joyadá—. ¡Que así lo confirme el Señor, Dios de mi señor, el rey! 37 Que así como el Señor estuvo con mi señor, el rey, esté también con Salomón; ¡y que engrandezca su trono aún más que el trono de mi señor el rey David!

38 El sacerdote Sadoc, el profeta Natán y Benaías hijo de Joyadá, y los quereteos y los peleteos, montaron a Salomón en la mula del rey David y lo escoltaron mientras bajaban hasta Guijón. 39 Allí el sacerdote Sadoc tomó el cuerno de aceite que estaba en el santuario, y ungió a Salomón. Tocaron entonces la trompeta, y todo el pueblo gritó: «¡Viva el rey Salomón!» 40 Luego, todos subieron detrás de él, tocando flautas y lanzando gritos de alegría. Era tal el estruendo que la tierra temblaba.

41 Adonías y todos sus invitados estaban a punto de terminar de comer cuando sintieron el estruendo. Al oír el sonido de la trompeta, Joab preguntó:

―¿Por qué habrá tanta bulla en la ciudad?

42 Aún estaba hablando cuando llegó Jonatán, hijo del sacerdote Abiatar.

―¡Entra! —le dijo Adonías—. Un hombre respetable como tú debe traer buenas noticias.

43 ―¡No es así! —exclamó Jonatán—. Nuestro señor el rey David ha nombrado rey a Salomón. 44 También ha ordenado que el sacerdote Sadoc, el profeta Natán y Benaías hijo de Joyadá, con los quereteos y los peleteos, monten a Salomón en la mula del rey. 45 Sadoc y Natán lo han ungido como rey en Guijón. Desde allí han subido lanzando gritos de alegría, y la ciudad está alborotada. A eso se debe tanta bulla. 46 Además, Salomón se ha sentado en el trono real, 47 y los funcionarios de la corte han ido a felicitar a nuestro señor, el rey David. Hasta le desearon que su Dios hiciera el nombre de Salomón más famoso todavía que el de David, y que engrandeciera el trono de Salomón más que el suyo. Ante eso, el rey se inclinó en su cama 48 y dijo: “¡Alabado sea el Señor, Dios de Israel, que hoy me ha concedido ver a mi sucesor sentarse en mi trono!”

49 Al oír eso, todos los invitados de Adonías se levantaron llenos de miedo y se dispersaron. 50 Adonías, por temor a Salomón, se refugió en el santuario, en donde se agarró de los cuernos del altar. 51 No faltó quien fuera a decirle a Salomón:

―Adonías tiene miedo del rey Salomón y está agarrado de los cuernos del altar. Ha dicho: “¡Quiero que hoy mismo jure el rey Salomón que no condenará a muerte a este su siervo!”

52 Salomón respondió:

―Si demuestra que es un hombre de honor, no perderá ni un cabello de su cabeza; pero, si se le sorprende en alguna maldad, será condenado a muerte.

53 Acto seguido, el rey Salomón mandó que lo trajeran. Cuando Adonías llegó, se inclinó ante el rey Salomón, y este le ordenó que se fuera a su casa.

Últimas instrucciones de David(B)

David ya estaba próximo a morir, así que le dio estas instrucciones a su hijo Salomón:

«Según el destino que a todos nos espera, pronto partiré de este mundo. ¡Cobra ánimo y pórtate como un hombre! Cumple los mandatos del Señor tu Dios; sigue sus sendas y obedece sus decretos, mandamientos, leyes y preceptos, los cuales están escritos en la ley de Moisés. Así prosperarás en todo lo que hagas y por dondequiera que vayas, y el Señor cumplirá esta promesa que me hizo: “Si tus descendientes cuidan su conducta y me son fieles con toda el alma y de todo corazón, nunca faltará un sucesor tuyo en el trono de Israel”.

»Ahora bien, tú mismo sabes que Joab hijo de Sarvia derramó sangre en tiempo de paz como si estuviera en guerra, y mató a Abner hijo de Ner y a Amasá hijo de Jéter, los dos comandantes de los ejércitos israelitas, manchándose así de sangre las manos.[b] Por tanto, usa la cabeza y no lo dejes llegar a viejo y morir en paz.[c] En cambio, sé bondadoso con los hijos de Barzilay de Galaad y permíteles comer a tu mesa, pues ellos me ampararon cuando huía de tu hermano Absalón.

»También encárgate de Simí hijo de Guerá, ese benjaminita de Bajurín que me lanzó terribles maldiciones cuando me dirigía a Majanayin. Es cierto que, cuando fue al Jordán a recibirme, le juré por el Señor que no lo condenaría a muerte. Sin embargo, no tienes ya por qué perdonarle la vida. Tú eres inteligente, y sabrás qué hacer con él; aunque ya es viejo, hazle sufrir una muerte sangrienta».[d]

10 David murió y fue sepultado en la ciudad que lleva su nombre. 11 Había reinado siete años en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén, así que en total reinó en Israel cuarenta años. 12 Le sucedió en el trono su hijo Salomón, y así se consolidó firmemente su reino.

Salomón consolida el reino

13 Adonías hijo de Jaguit fue a ver a Betsabé, madre de Salomón, y Betsabé le preguntó:

―¿Vienes en son de paz?

―Sí —respondió él—; 14 tengo algo que comunicarte.

―Habla —contestó ella.

15 ―Como tú sabes —dijo Adonías—, el reino me pertenecía, y todos los israelitas esperaban que yo llegara a ser rey. Pero ahora el reino ha pasado a mi hermano, que lo ha recibido por voluntad del Señor. 16 Pues bien, tengo una petición que hacerte, y espero que me la concedas.

―Continúa —dijo ella.

17 ―Por favor, pídele al rey Salomón que me dé como esposa a Abisag la sunamita; a ti no te lo negará.

18 ―Muy bien —contestó Betsabé—; le hablaré al rey en tu favor.

19 Betsabé fue a ver al rey Salomón para interceder en favor de Adonías. El rey se puso de pie para recibirla y se inclinó ante ella; luego se sentó en su trono y mandó que pusieran otro trono para su madre; y ella se sentó a la derecha del rey.

20 ―Quiero pedirte un pequeño favor —dijo ella—. Te ruego que no me lo niegues.

―Dime de qué se trata, madre mía. A ti no puedo negarte nada.

21 Ella continuó:

―Concédele a tu hermano Adonías casarse con Abisag la sunamita.

22 ―Pero ¿cómo puedes pedirme semejante cosa? —respondió el rey a su madre—. Es mi hermano mayor, y cuenta con el apoyo del sacerdote Abiatar y de Joab hijo de Sarvia. ¡Realmente me estás pidiendo que le ceda el trono!

23 Dicho esto, el rey Salomón juró por el Señor: «¡Que Dios me castigue sin piedad si no hago que Adonías pague con su vida por esa petición! 24 El Señor me ha establecido firmemente en el trono de mi padre, y conforme a su promesa me ha dado una dinastía. Por tanto, tan cierto como que él vive, ¡juro que hoy mismo Adonías morirá!»

25 En seguida, el rey Salomón le dio a Benaías hijo de Joyadá la orden de matar a Adonías. 26 Al sacerdote Abiatar, el rey mismo le ordenó: «Regresa a tus tierras en Anatot. Mereces la muerte, pero por el momento no voy a quitarte la vida, pues compartiste con David mi padre todas sus penurias, y en su presencia llevaste el arca del Señor omnipotente». 27 Fue así como, al destituir Salomón a Abiatar del sacerdocio del Señor, se cumplió la palabra que el Señor había pronunciado en Siló contra la familia de Elí.

28 Joab había conspirado con Adonías, aunque no con Absalón, así que, al oír que Adonías había muerto, fue a refugiarse en el santuario del Señor, agarrándose de los cuernos del altar. 29 Cuando le dijeron a Salomón que Joab había huido al santuario, y que estaba junto al altar, el rey le ordenó a Benaías hijo de Joyadá que fuera a matarlo. 30 Benaías fue al santuario del Señor y le dijo a Joab:

―El rey te ordena que salgas.

―¡No! —respondió Joab—. ¡De aquí solo me sacarás muerto!

Benaías fue y le contó al rey lo que había dicho Joab.

31 ―¡Pues dale gusto! —ordenó el rey—. ¡Mátalo y entiérralo! De ese modo me absolverás a mí y a mi familia de la sangre inocente que derramó Joab. 32 El Señor hará recaer sobre su cabeza la sangre que derramó, porque a espaldas de mi padre atacó Joab a Abner hijo de Ner, que era comandante del ejército de Israel, y a Amasá hijo de Jéter, que era comandante del ejército de Judá. Así mató a filo de espada a dos hombres que eran mejores y más justos que él. 33 ¡Que la culpa de esas muertes recaiga para siempre sobre la cabeza de Joab y de sus descendientes! ¡Pero que la paz del Señor permanezca para siempre con David y sus descendientes, y con su linaje y su trono!

34 Benaías hijo de Joyadá fue y mató a Joab, e hizo que lo sepultaran en su hacienda de la estepa. 35 Entonces el rey puso a Benaías hijo de Joyadá sobre el ejército en lugar de Joab, y al sacerdote Sadoc lo puso en lugar de Abiatar. 36 Luego mandó llamar a Simí y le dijo:

―Constrúyete una casa en Jerusalén, y quédate allí. No salgas a ninguna parte, 37 porque el día que salgas y cruces el arroyo de Cedrón, podrás darte por muerto. Y la culpa será tuya.

38 ―De acuerdo —le respondió Simí al rey—. Yo estoy para servir a mi señor el rey, y acataré tus órdenes.

Simí permaneció en Jerusalén por un buen tiempo, 39 pero tres años más tarde dos de sus esclavos escaparon a Gat, donde reinaba Aquis hijo de Macá. Cuando le avisaron a Simí que sus esclavos estaban en Gat, 40 aparejó su asno y se fue allí a buscarlos y traerlos de vuelta. 41 Al oír Salomón que Simí había ido de Jerusalén a Gat y había regresado, 42 lo mandó llamar y le dijo:

―Yo te hice jurar por el Señor, y te advertí: “El día que salgas a cualquier lugar, podrás darte por muerto”. Y tú dijiste que estabas de acuerdo y que obedecerías. 43 ¿Por qué, pues, no cumpliste con tu juramento al Señor ni obedeciste la orden que te di?

44 El rey también le dijo a Simí:

―Tú bien sabes cuánto daño le hiciste a mi padre David; ahora el Señor se vengará de ti por tu maldad. 45 En cambio, yo seré bendecido, y el trono de David permanecerá firme para siempre en presencia del Señor.

46 Acto seguido, el rey le dio la orden a Benaías hijo de Joyadá, y este fue y mató a Simí. Así se consolidó el reino en manos de Salomón.

Salmos 37

Salmo de David.

Álef

37 No te irrites a causa de los impíos
    ni envidies a los que cometen injusticias;
porque pronto se marchitan, como la hierba;
    pronto se secan, como el verdor del pasto.

Bet

Confía en el Señor y haz el bien;
    establécete en la tierra y mantente fiel.
Deléitate en el Señor,
    y él te concederá los deseos de tu corazón.

Guímel

Encomienda al Señor tu camino;
    confía en él, y él actuará.
Hará que tu justicia resplandezca como el alba;
    tu justa causa, como el sol de mediodía.

Dálet

Guarda silencio ante el Señor,
    y espera en él con paciencia;
no te irrites ante el éxito de otros,
    de los que maquinan planes malvados.

He

Refrena tu enojo, abandona la ira;
    no te irrites, pues esto conduce al mal.
Porque los impíos serán exterminados,
    pero los que esperan en el Señor heredarán la tierra.

Vav

10 Dentro de poco los malvados dejarán de existir;
    por más que los busques, no los encontrarás.
11 Pero los desposeídos heredarán la tierra
    y disfrutarán de gran bienestar.

Zayin

12 Los malvados conspiran contra los justos
    y crujen los dientes contra ellos;
13 pero el Señor se ríe de los malvados,
    pues sabe que les llegará su hora.

Jet

14 Los malvados sacan la espada y tensan el arco
    para abatir al pobre y al necesitado,
    para matar a los que viven con rectitud.
15 Pero su propia espada les atravesará el corazón,
    y su arco quedará hecho pedazos.

Tet

16 Más vale lo poco de un justo
    que lo mucho de innumerables malvados;
17 porque el brazo de los impíos será quebrado,
    pero el Señor sostendrá a los justos.

Yod

18 El Señor protege la vida de los íntegros,
    y su herencia perdura por siempre.
19 En tiempos difíciles serán prosperados;
    en épocas de hambre tendrán abundancia.

Caf

20 Los malvados, los enemigos del Señor,
    acabarán por ser destruidos;
desaparecerán como las flores silvestres,
    se desvanecerán como el humo.

Lámed

21 Los malvados piden prestado y no pagan,
    pero los justos dan con generosidad.
22 Los benditos del Señor heredarán la tierra,
    pero los que él maldice serán destruidos.

Mem

23 El Señor afirma los pasos del hombre
    cuando le agrada su modo de vivir;
24 podrá tropezar, pero no caerá,
    porque el Señor lo sostiene de la mano.

Nun

25 He sido joven y ahora soy viejo,
    pero nunca he visto justos en la miseria,
    ni que sus hijos mendiguen pan.
26 Prestan siempre con generosidad;
    sus hijos son una bendición.

Sámej

27 Apártate del mal y haz el bien,
    y siempre tendrás dónde vivir.
28 Porque el Señor ama la justicia
    y no abandona a quienes le son fieles.

El Señor los protegerá para siempre,
    pero acabará con la descendencia de los malvados.

Ayin

29 Los justos heredarán la tierra,
    y por siempre vivirán en ella.

Pe

30 La boca del justo imparte sabiduría,
    y su lengua emite justicia.
31 La ley de Dios está en su corazón,
    y sus pies jamás resbalan.

Tsade

32 Los malvados acechan a los justos
    con la intención de matarlos,
33 pero el Señor no los dejará caer en sus manos
    ni permitirá que los condenen en el juicio.

Qof

34 Pero tú, espera en el Señor,
    y vive según su voluntad,
    que él te exaltará para que heredes la tierra.
Cuando los malvados sean destruidos,
    tú lo verás con tus propios ojos.

Resh

35 He visto al déspota y malvado
    extenderse como cedro frondoso.
36 Pero pasó al olvido y dejó de existir;
    lo busqué, y ya no pude encontrarlo.

Shin

37 Observa a los que son íntegros y rectos:
    hay porvenir para quien busca la paz.
38 Pero todos los pecadores serán destruidos;
    el porvenir de los malvados será el exterminio.

Tav

39 La salvación de los justos viene del Señor;
    él es su fortaleza en tiempos de angustia.
40 El Señor los ayuda y los libra;
    los libra de los malvados y los salva,
    porque en él ponen su confianza.

Salmos 71

71 (A)En ti, Señor, me he refugiado;
    jamás me dejes quedar en vergüenza.
Por tu justicia, rescátame y líbrame;
    dígnate escucharme, y sálvame.
Sé tú mi roca de refugio
    adonde pueda yo siempre acudir;
da la orden de salvarme,
    porque tú eres mi roca, mi fortaleza.
Líbrame, Dios mío, de manos de los impíos,
    del poder de los malvados y violentos.

Tú, Soberano Señor, has sido mi esperanza;
    en ti he confiado desde mi juventud.
De ti he dependido desde que nací;
    del vientre materno me hiciste nacer.
    ¡Por siempre te alabaré!
Para muchos, soy motivo de asombro,
    pero tú eres mi refugio inconmovible.
Mi boca rebosa de alabanzas a tu nombre,
    y todo el día proclama tu grandeza.

No me rechaces cuando llegue a viejo;
    no me abandones cuando me falten las fuerzas.
10 Porque mis enemigos murmuran contra mí;
    los que me acechan se confabulan.
11 Y dicen: «¡Dios lo ha abandonado!
    ¡Perseguidlo y agarradlo, que nadie lo rescatará!»
12 Dios mío, no te alejes de mí;
    Dios mío, ven pronto a ayudarme.
13 Que perezcan humillados mis acusadores;
    que se cubran de oprobio y de ignominia
    los que buscan mi ruina.

14 Pero yo siempre tendré esperanza,
    y más y más te alabaré.
15 Todo el día proclamará mi boca
    tu justicia y tu salvación,
    aunque es algo que no alcanzo a descifrar.
16 Soberano Señor, relataré tus obras poderosas,
    y haré memoria de tu justicia,
    de tu justicia solamente.
17 Tú, oh Dios, me enseñaste desde mi juventud,
    y aún hoy anuncio todos tus prodigios.
18 Aun cuando sea yo anciano y peine canas,
    no me abandones, oh Dios,
hasta que anuncie tu poder
    a la generación venidera,
y dé a conocer tus proezas
    a los que aún no han nacido.

19 Oh Dios, tú has hecho grandes cosas;
    tu justicia llega a las alturas.
    ¿Quién como tú, oh Dios?
20 Me has hecho pasar por muchos infortunios,
    pero volverás a darme vida;
de las profundidades de la tierra
    volverás a levantarme.
21 Acrecentarás mi honor
    y volverás a consolarme.

22 Por tu fidelidad, Dios mío,
    te alabaré con instrumentos de cuerda;
te cantaré, oh Santo de Israel,
    salmos con la lira.
23 Gritarán de júbilo mis labios
    cuando yo te cante salmos,
    pues me has salvado la vida.
24 Todo el día repetirá mi lengua
    la historia de tus justas acciones,
pues quienes buscaban mi mal
    han quedado confundidos y avergonzados.

Salmos 94

94 Señor, Dios de las venganzas;
    Dios de las venganzas, ¡manifiéstate![a]
Levántate, Juez de la tierra,
    y dales su merecido a los soberbios.
¿Hasta cuándo, Señor, hasta cuándo
    habrán de ufanarse los impíos?

Todos esos malhechores son unos fanfarrones;
    a borbotones escupen su arrogancia.
A tu pueblo, Señor, lo pisotean;
    ¡oprimen a tu herencia!
Matan a las viudas y a los extranjeros;
    a los huérfanos los asesinan.
Y hasta dicen: «El Señor no ve;
    el Dios de Jacob no se da cuenta».

Entended esto, gente necia;
    ¿cuándo, insensatos, lo vais a comprender?
¿Acaso no oirá el que nos puso las orejas,
    ni podrá ver el que nos formó los ojos?
10 ¿Y no habrá de castigar el que corrige a las naciones
    e instruye en el saber a todo el mundo?
11 El Señor conoce los pensamientos humanos,
    y sabe que son absurdos.

12 Dichoso aquel a quien tú, Señor, corriges;
    aquel a quien instruyes en tu ley,
13 para que enfrente tranquilo los días de aflicción
    mientras al impío se le cava una fosa.
14 El Señor no rechazará a su pueblo;
    no dejará a su herencia en el abandono.
15 El juicio volverá a basarse en la justicia,
    y todos los rectos de corazón lo seguirán.

16 ¿Quién se levantó a defenderme de los impíos?
    ¿Quién se puso de mi parte contra los malhechores?
17 Si el Señor no me hubiera brindado su ayuda,
    muy pronto me habría quedado en mortal silencio.
18 Apenas decía: «Mis pies resbalan»,
    cuando ya tu amor, Señor, venía en mi ayuda.
19 Cuando en mí la angustia iba en aumento,
    tu consuelo llenaba mi alma de alegría.

20 ¿Podrías ser amigo de reyes corruptos[b]
    que por decreto fraguan la maldad,
21 que conspiran contra la gente honrada
    y condenan a muerte al inocente?
22 Pero el Señor es mi protector,
    es mi Dios y la roca en que me refugio.
23 Él les hará pagar por sus pecados
    y los destruirá por su maldad;
    ¡el Señor nuestro Dios los destruirá!

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