Bible in 90 Days
22 No digas: Yo me vengaré;
Espera en Jehová, y él te salvará.
23 Abominación son a Jehová las pesas falsas,
Y la balanza falsa no es buena.
24 De Jehová son los pasos del hombre;
¿Cómo, pues, entenderá el hombre su camino?
25 Lazo es al hombre hacer un voto a la ligera,
Y después de haberlo hecho, reflexionar.
26 El rey sabio avienta a los impíos,
Y hace tornar sobre ellos la maldad.
27 Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre,
La cual escudriña lo más profundo del corazón.
28 Misericordia y verdad guardan al rey,
Y con clemencia se sustenta su trono.
29 La gloria de los jóvenes es su fuerza,
Y la hermosura de los ancianos es su vejez.
30 Las marcas de los azotes son medicina para el malo,
Porque los golpes purifican el corazón.
21 Como los repartimientos de las aguas,
Así está el corazón del rey en la mano de Jehová;
Adonde quiere lo inclina.
2 Todo camino del hombre es recto en su propia opinión;
Pero Jehová pesa los corazones.
3 Practicar el derecho y la justicia
Es a Jehová más agradable que los sacrificios.
4 Altivez de ojos, y orgullo de corazón,
Y pensamiento de impíos, son pecado.
5 Los pensamientos del diligente ciertamente producen ganancia;
Mas todo el que se apresura alocadamente, de cierto va a la pobreza.
6 Amontonar tesoros con lengua mentirosa
Es vanidad pasajera de hombres que buscan la muerte.
7 La rapiña de los impíos los destruirá,
Por cuanto rehúsan practicar la equidad.
8 El camino del hombre perverso es tortuoso y extraño;
Mas los hechos del limpio son rectos.
9 Mejor es vivir en un rincón del terrado
Que con mujer rencillosa en casa espaciosa.
10 El alma del impío desea el mal;
Su prójimo no halla favor en sus ojos.
11 Cuando el escarnecedor es castigado, el simple se hace sabio;
Y cuando se le amonesta al sabio, aprende ciencia.
12 El justo observa la casa del impío,
Y cómo los impíos se precipitan en la ruina.
13 El que cierra su oído al clamor del pobre,
También él clamará, y no será oído.
14 La dádiva en secreto calma el furor.
Y el don de debajo del manto, la fuerte ira.
15 Es un placer para el justo el practicar la justicia;
Mas el espanto es para los que hacen iniquidad.
16 El hombre que se aparta del camino de la sabiduría
Vendrá a parar en la compañía de los muertos.
17 Hombre menesteroso vendrá a ser el que ama el deleite,
Y el que ama el vino y los perfumes no se enriquecerá.
18 Rescate del justo es el impío,
Y por los rectos, el prevaricador.
19 Mejor es morar en tierra desierta
Que con la mujer rencillosa e iracunda.
20 Tesoro precioso y aceite hay en la casa del sabio;
Mas el hombre insensato todo lo disipa.
21 El que sigue la justicia y la misericordia
Hallará la vida, la prosperidad y la gloria.
22 Toma por asalto el sabio la ciudad de los fuertes,
Y derriba la fortaleza en que ella confiaba.
23 El que guarda su boca y su lengua,
Su alma guarda de angustias.
24 Escarnecedor es el nombre del soberbio y presuntuoso
Que obra en la insolencia de su presunción.
25 El deseo del perezoso le mata,
Porque sus manos no quieren trabajar.
26 Hay quien todo el día codicia;
Pero el justo da sin escatimar.
27 El sacrificio de los impíos es abominación;
¡Cuánto más ofreciéndolo con mala intención!
28 El testigo mentiroso perecerá;
Mas el hombre que escucha, tendrá la última palabra.
29 El hombre impío endurece su rostro;
Mas el recto ordena sus caminos.
30 No hay sabiduría, ni inteligencia,
Ni consejo, contra Jehová.
31 El caballo se apareja para el día de la batalla;
Mas Jehová es el que da la victoria.
22 De más estima es el buen nombre que las muchas riquezas,
Y la buena gracia más que la plata y el oro.
2 El rico y el pobre se encuentran;
A ambos los hizo Jehová.
3 El avisado ve el mal y se esconde;
Mas los simples pasan adelante y reciben el daño.
4 Riquezas, honor y vida
Son la remuneración de la humildad y del temor de Jehová.
5 Espinos y lazos hay en el camino del perverso;
El que guarda su alma, se alejará de ellos.
6 Instruye al niño en el buen camino,
Y aun cuando envejezca no se apartará de él.
7 El rico se enseñorea de los pobres,
Y el que toma prestado es siervo del que presta.
8 El que siembra iniquidad, iniquidad segará,
Y la vara de su insolencia se consumirá.
9 El ojo misericordioso será bendecido,
Porque da de su pan al indigente.
10 Echa fuera al escarnecedor, y se irá la contienda,
Y cesarán las riñas y los insultos.
11 El que ama la limpieza de corazón,
Por la gracia de sus labios tendrá la amistad del rey.
12 Los ojos de Jehová velan por la ciencia;
Mas él confunde las palabras de los prevaricadores.
13 Dice el perezoso: Hay un león afuera;
Seré muerto en plena calle.
14 Fosa profunda es la boca de la mujer extraña;
Aquel contra el cual Jehová esté airado caerá en ella.
15 La necedad está ligada en el corazón del muchacho;
Mas la vara de la corrección la alejará de él.
16 El que oprime al pobre para aumentar sus ganancias,
O que da al rico, ciertamente se empobrecerá.
Preceptos y amonestaciones
17 Inclina tu oído y oye las palabras de los sabios,
Y aplica tu corazón a mi sabiduría;
18 Porque es cosa deliciosa, si las guardas dentro de ti;
Y las tienes todas a punto sobre tus labios.
19 Para que pongas tu confianza en Jehová,
Te las he hecho saber hoy a ti también.
20 ¿No te he escrito tres veces
En consejos y en ciencia,
21 Para hacerte saber la certidumbre de las palabras de verdad,
A fin de que vuelvas a informar fielmente a los que te enviaron?
22 No robes al pobre, porque es pobre,
Ni quebrantes en la puerta al afligido;
23 Porque Jehová defenderá la causa de ellos,
Y despojará el alma de aquellos que los despojaren.
24 No te juntes con el iracundo,
Ni te acompañes con el hombre violento,
25 No sea que aprendas sus maneras,
Y pongas trampa para tu alma.
26 No seas de aquellos que hacen tratos a la ligera,
Ni de los que salen por fiadores de deudas.
27 Si no tienes para pagar,
¿Por qué han de quitar tu cama de debajo de ti?
28 No desplaces los linderos antiguos
Que pusieron tus padres.
29 ¿Has visto un hombre solícito en su trabajo?
Delante de los reyes estará;
No estará delante de los de baja condición.
23 Cuando te sientes a comer con algún señor,
Considera bien lo que está delante de ti,
2 Y pon cuchillo a tu garganta,
Si eres dado a la gula.
3 No codicies sus manjares delicados,
Porque es pan engañoso.
4 No te afanes por hacerte rico;
Sé prudente y deja de pensar en ello.
5 ¿Has de poner tus ojos en las riquezas, siendo tan fugaces?
Porque se harán alas
Como alas de águila, que se remonta al cielo.
6 No comas pan con el avaro,
Ni codicies sus manjares;
7 Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él.
Come y bebe, te dirá;
Mas su corazón no está contigo.
8 Vomitarás la parte que comiste,
Y perderás tus suaves palabras.
9 No hables a oídos del necio,
Porque menospreciará la prudencia de tus razones.
10 No desplaces el lindero antiguo,
Ni entres en la heredad de los huérfanos;
11 Porque el defensor de ellos es el Fuerte,
El cual defenderá la causa de ellos contra ti.
12 Aplica tu corazón a la instrucción,
Y tus oídos a las palabras de sabiduría.
13 No rehúses corregir al muchacho;
Porque si lo castigas con vara, no morirá.
14 Lo castigarás con vara,
Y preservarás su alma del Seol.
15 Hijo mío, si tu corazón es sabio,
También a mí se me alegrará el corazón;
16 Mis entrañas también se alegrarán
Cuando tus labios hablen cosas rectas.
17 No tenga tu corazón envidia de los pecadores,
Sino que permanezca en el temor de Jehová todo el tiempo;
18 Porque ciertamente existe un mañana,
Y tu esperanza no será cortada.
19 Escucha, hijo mío, y sé sabio,
Y endereza tu corazón al camino recto.
20 No estés con los bebedores de vino,
Ni con los engullidores de carne;
21 Porque el bebedor y el comilón empobrecerán,
Y la somnolencia hará vestir vestidos rotos.
22 Oye a tu padre, a aquel que te engendró;
Y cuando tu madre envejezca, no la menosprecies.
23 Compra la verdad, y no la vendas;
La sabiduría, la instrucción y la inteligencia.
24 Mucho se alegrará el padre del justo,
Y el que engendra al sabio se gozará con él.
25 Alégrense tu padre y tu madre,
Y gócese la que te dio a luz.
26 Dame, hijo mío, tu corazón,
Y miren tus ojos por mis caminos.
27 Porque abismo profundo es la ramera,
Y pozo angosto la extraña.
28 También ella, como robador, acecha,
Y multiplica entre los hombres los prevaricadores.
29 ¿Para quién será el ay? ¿Para quién el dolor?
¿Para quién las rencillas? ¿Para quién las quejas?
¿Para quién las heridas sin razón?
¿Para quién los ojos turbios?
30 Para los que se detienen mucho en el vino,
Para los que van buscando las mezclas alcohólicas.
31 No mires al vino cuando rojea,
Cuando resplandece su color en la copa.
Se entra suavemente;
32 Mas al fin como serpiente morderá,
Y como áspid dará dolor.
33 Tus ojos verán cosas extrañas,
Y tu corazón hablará perversidades.
34 Serás como el que yace en medio del mar,
O como el que está en la punta de un mástil.
35 Y dirás: Me hirieron, mas no me dolió;
Me azotaron, mas no lo sentí;
Cuando despierte, aún volveré a pedir más.
24 No tengas envidia de los hombres malos,
Ni desees estar con ellos;
2 Porque su corazón piensa en robar,
Y sus labios hablan iniquidad.
3 Con sabiduría se edifica una casa,
Y con prudencia se consolida;
4 Y con ciencia se llenan las estancias
De todo bien preciado y agradable.
5 El hombre sabio es fuerte,
Y de pujante vigor el hombre docto.
6 Porque con estrategia se gana la guerra,
Y en la multitud de consejeros está la victoria.
7 Inaccesible es para el insensato la sabiduría;
En la puerta no abrirá él su boca.
8 Al que maquina hacer el mal,
Le llamarán forjador de intrigas.
9 El pensamiento del necio es pecado,
Y abominación a los hombres el escarnecedor.
10 Si eres flojo en el día de trabajo,
Tu fuerza será reducida.
11 Libra a los que son llevados a la muerte;
Salva a los que están en peligro de muerte.
12 Porque si dices falsamente: No nos dimos cuenta,
¿Acaso no lo sabrá el que pesa los corazones?
El que vigila tu vida, él lo conocerá,
Y dará al hombre según sus obras.
13 Come, hijo mío, de la miel, porque es buena,
Y el panal es dulce a tu paladar.
14 Así será a tu alma el conocimiento de la sabiduría;
Si la hallas tendrás recompensa,
Y al fin tu esperanza no se verá defraudada.
15 Oh impío, no aceches la tienda del justo,
No saquees su morada;
16 Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse;
Mas los impíos se hundirán en la desgracia.
17 Cuando caiga tu enemigo, no te regocijes,
Y cuando tropiece, no se alegre tu corazón;
18 No sea que Jehová lo mire, y le desagrade,
Y aparte de sobre él su enojo.
19 No te exasperes por los malvados,
Ni tengas envidia de los impíos;
20 Porque para el malo no habrá buen fin,
Y la lámpara de los impíos será apagada.
21 Teme a Jehová, hijo mío, y al rey;
No provoques a ira a ninguno de los dos;
22 Porque su castigo vendrá de repente;
Y el furor de ambos, ¿quién lo podrá prever?
23 También éstos son dichos de los sabios:
Hacer acepción de personas en el juicio no es bueno.
24 El que dice al malo: Justo eres,
Los pueblos lo maldecirán, y le detestarán las naciones;
25 Mas los que lo reprenden tendrán felicidad,
Y sobre ellos vendrá gran bendición.
26 Besados serán los labios
Del que responde palabras rectas.
27 Termina tus labores fuera,
Y disponlas en tus campos,
Y después edificarás tu casa.
28 No seas sin motivo testigo contra tu prójimo,
Y no lisonjees con tus labios.
29 No digas: Como me hizo, así le haré;
Daré el pago al hombre según su obra.
30 Pasé junto al campo del hombre perezoso,
Y junto a la viña del hombre falto de entendimiento;
31 Y he aquí que por toda ella habían crecido los espinos,
Las ortigas habían ya cubierto su faz,
Y su cerca de piedras estaba ya destruida.
32 Miré, y reflexioné;
Lo vi, y aproveché la lección.
33 Un poco de sueño, cabeceando otro poco,
Poniendo mano sobre mano otro poco para dormir;
34 Así vendrá como vagabundo tu indigencia,
Y tu pobreza como hombre armado.
Comparaciones y lecciones morales
25 También éstos son proverbios de Salomón, los cuales copiaron los varones de Ezequías, rey de Judá:
2 Gloria de Dios es encubrir un asunto;
Pero honra del rey es escudriñarlo.
3 Para la altura de los cielos, y para la profundidad de la tierra,
Y para el corazón de los reyes, no hay investigación posible.
4 Quita las escorias de la plata,
Y saldrá una alhaja para el fundidor.
5 Aparta al impío de la presencia del rey,
Y su trono se afianzará en la justicia.
6 No te alabes delante del rey,
Ni te metas en el lugar de los grandes;
7 Porque mejor es que se te diga: Sube acá,
Y no que seas humillado delante del príncipe
A quien han visto tus ojos.
8 No entres apresuradamente en pleito,
No sea que no sepas qué hacer al fin,
Después que tu prójimo te haya avergonzado.
9 Arregla tu pleito con tu vecino,
Y no descubras el secreto a otro,
10 No sea que te deshonre el que lo oiga,
Y tu infamia no pueda repararse.
11 Manzana de oro en bandeja de plata
Es la palabra dicha como conviene.
12 Como zarcillo de oro y joyel de oro fino
Es el que reprende al sabio que tiene oído dócil.
13 Como refrigerio de nieve en tiempo de la siega,
Así es el mensajero fiel para los que lo envían,
Pues reconforta el alma de su señor.
14 Como nubes y vientos sin lluvia,
Así es el hombre que se jacta de falsa liberalidad.
15 Con larga paciencia se aplaca el príncipe,
Y la lengua blanda quebranta los huesos.
16 ¿Hallaste miel? Come lo que te basta,
No sea que hastiado de ella la vomites.
17 Detén tu pie de la casa de tu vecino,
No sea que hastiado de ti te aborrezca.
18 Martillo y cuchillo y saeta aguda
Es el hombre que habla contra su prójimo falso testimonio.
19 Como diente roto y pie descoyuntado
Es la confianza en el prevaricador en tiempo de angustia.
20 El que canta canciones al corazón afligido
Es como el que quita la ropa en tiempo de frío, o el que sobre el jabón echa vinagre.
21 Si el que te aborrece tiene hambre, dale de comer pan,
Y si tiene sed, dale de beber agua;
22 Porque amontonarás ascuas sobre su cabeza,
Y Jehová te lo pagará.
23 El viento del norte engendra la lluvia,
Y la lengua detractora el rostro airado.
24 Mejor es estar en un rincón del terrado,
Que con mujer rencillosa en casa espaciosa.
25 Como el agua fresca para el alma sedienta,
Así son las buenas nuevas de lejanas tierras.
26 Como fuente turbia y manantial corrompido,
Es el justo que titubea delante del impío.
27 Comer demasiada miel no es bueno,
Ni el buscar la propia gloria es gloria.
28 Como ciudad derribada y sin muro
Es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda.
26 Como no conviene la nieve en el verano, ni la lluvia en la siega,
Así no conviene al necio la honra.
2 Como el gorrión en su vagar, y como la golondrina en su vuelo,
Así la maldición sin motivo no llega a término.
3 El látigo para el caballo, el cabestro para el asno,
Y la vara para la espalda del necio.
4 Nunca respondas al necio de acuerdo con su necedad,
Para que no seas tú también como él.
5 Responde al necio como merece su necedad,
No sea que vaya a creerse que es un sabio.
6 Como el que se corta los pies y bebe su amargura,
Así es el que envía recado por mano de un necio.
7 Las piernas del cojo penden inútiles;
Así es el proverbio en la boca del necio.
8 Como quien ata la piedra en la honda,
Así hace el que da honra al necio.
9 Espinas hincadas en mano del embriagado,
Tal es el proverbio en la boca de los necios.
10 Como arquero que hiere a todos los transeúntes,
Es el que toma a sueldo insensatos y vagabundos.
11 Como perro que vuelve a su vómito,
Así es el necio que repite su necedad.
12 ¿Has visto hombre sabio en su propia opinión?
Más esperanza hay del necio que de él.
13 Dice el perezoso: Hay un león en el camino;
Hay un león en la calle.
14 Como la puerta gira sobre sus quicios,
Así el perezoso da vueltas en su cama.
15 Mete el perezoso su mano en el plato;
Y se cansa de llevársela a la boca.
16 En su propia opinión el perezoso es más sabio
Que siete que sepan aconsejar.
17 El que al pasar se entremete en disputa que no le incumbe,
Es como el que toma al perro por las orejas.
18 Como el que enloquece, y echa llamas
Y saetas y muerte,
19 Tal es el hombre que engaña a su amigo,
Y dice: Ciertamente lo hice por broma.
20 Sin leña se apaga el fuego,
Y donde no hay chismoso, cesa la contienda.
21 El carbón para brasas, y la leña para el fuego;
Y el hombre rencilloso para encender contienda.
22 Las palabras del chismoso son como golosinas,
Y penetran hasta las entrañas.
23 Como escoria de plata que barniza la loza,
Son los labios lisonjeros con un corazón malo.
24 El que odia disimula con sus labios;
Mas en su interior maquina engaño.
25 Aunque hable en tono amable, no le creas;
Porque siete abominaciones hay en su corazón.
26 Aunque su odio se cubra con disimulo,
Su maldad será descubierta en la congregación.
27 El que cava foso caerá en él;
Y al que hace rodar una piedra grande, se le vendrá encima.
28 La lengua falsa atormenta al que ya es su víctima,
Y la boca lisonjera empuja hacia el precipicio.
27 No te jactes del día de mañana;
Porque no sabes qué dará de sí el día.
2 Alábete el extraño, y no tu propia boca;
El ajeno, y no los labios tuyos.
3 Pesada es la piedra, y la arena pesa;
Mas la ira del necio es más pesada que ambas.
4 Cruel es la ira, e impetuoso el furor;
Mas ¿quién podrá sostenerse delante de la envidia?
5 Mejor es reprensión manifiesta
Que amor encubierto.
6 Fieles son las heridas del que ama;
Pero importunos los besos del que aborrece.
7 El hombre saciado desprecia el panal de miel;
Pero al hambriento todo lo amargo es dulce.
8 Cual ave que se va de su nido,
Tal es el hombre que se va de su lugar.
9 El ungüento y el perfume alegran el corazón,
Y el cordial consejo del amigo consuela al hombre.
10 No dejes a tu amigo, ni al amigo de tu padre;
Y no tendrás que ir a la casa de tu hermano en el día de tu aflicción.
Mejor es el vecino cerca que el hermano lejos.
11 Sé sabio, hijo mío, y alegra mi corazón,
Y tendré qué responder al que me agravie.
12 El avisado ve el peligro y se esconde;
Mas los simples siguen adelante y reciben el daño.
13 Quítale su ropa al que salió fiador por el extraño;
Y al que fía a una extranjera, tómale prenda.
14 El que bendice a su amigo en alta voz, en la mañana temprano,
Por maldición se le contará.
15 Gotera continua en tiempo de lluvia
Y la mujer rencillosa, son semejantes;
16 Pretender contenerla es como refrenar el viento,
O sujetar aceite con la mano derecha.
17 Hierro con hierro se aguza;
Y así el hombre aguza el rostro de su amigo.
18 Quien cuida la higuera comerá su fruto,
Y el que mira por los intereses de su señor, tendrá honra.
19 Como mirándose en el agua, el rostro responde al rostro,
Así el corazón del hombre responde al hombre.
20 El Seol y el Averno nunca se sacian;
Así los ojos del hombre nunca están satisfechos.
21 Como el crisol prueba la plata, y la hornaza el oro,
Así es para el hombre la boca del que lo alaba.
22 Aunque machaques al necio en un mortero entre granos de trigo majados con el pisón,
No se apartará de él su necedad.
23 Sé diligente en conocer el estado de tus ovejas,
Y mira con cuidado por tus rebaños;
24 Porque las riquezas no duran para siempre;
Ni las diademas para perpetuas generaciones.
25 Saldrá la grama, aparecerá la hierba,
Y se segarán las hierbas de los montes.
26 Los corderos son para tus vestidos,
Y los cabritos para el precio del campo;
27 Y abundancia de leche de las cabras para tu mantenimiento, para mantenimiento de tu casa,
Y para sustento de tus criadas.
El justo y el impío
28 Huye el impío sin que nadie lo persiga;
Mas el justo está confiado como un león.
2 Por la rebelión de la tierra se multiplican sus príncipes;
Mas por el hombre entendido y sabio permanece estable.
3 El hombre pobre y explotador de los pobres
Es como lluvia torrencial que deja sin pan.
4 Los que dejan la ley alaban a los impíos;
Mas los que la guardan contenderán con ellos.
5 Los hombres malos no entienden el derecho;
Mas los que buscan a Jehová entienden todas las cosas.
6 Mejor es el pobre que camina en su integridad,
Que el de perversos caminos y rico.
7 El que guarda la ley es hijo prudente;
Mas el que es compañero de libertinos avergüenza a su padre.
8 El que aumenta sus riquezas con usura y crecido interés,
Para otro que se compadecerá de los pobres las aumenta.
9 El que aparta su oído para no oír la ley,
Su oración también es abominable.
10 El que hace errar a los rectos por el mal camino,
Él caerá en su misma fosa;
Mas los intachables heredarán la dicha.
11 El hombre rico es sabio en su propia opinión;
Mas el pobre entendido lo escudriña.
12 Cuando los justos se alegran, grande es la gloria;
Mas cuando se levantan los impíos, tienen que esconderse los hombres.
13 El que encubre sus pecados no prosperará;
Mas el que los confiesa y se enmienda alcanzará misericordia.
14 Dichoso el hombre que siempre teme a Dios;
Mas el que endurece su corazón caerá en el mal.
15 León rugiente y oso hambriento
Es el príncipe impío sobre el pueblo pobre.
16 El príncipe falto de entendimiento multiplicará la extorsión;
Mas el que aborrece la avaricia prolongará sus días.
17 El hombre cargado con la sangre de alguno
Huirá hasta el sepulcro, y nadie le detendrá.
18 El que camina en integridad será salvo;
Mas el de perversos caminos caerá en alguno de ellos.
19 El que labra su tierra se saciará de pan;
Mas el que sigue a los ociosos se llenará de pobreza.
20 El hombre sincero tendrá muchas bendiciones;
Mas el que se apresura a enriquecerse no quedará impune.
21 Hacer acepción de personas no es bueno;
Hasta por un bocado de pan peca el hombre.
22 Se apresura a ser rico el avaro,
Y no sabe que le ha de sobrevenir la indigencia.
23 El que reprende al hombre, hallará después mayor estima
Que el que lisonjea con la lengua.
24 El que roba a su padre o a su madre, y dice que no es maldad,
Compañero es de los bandidos.
25 El altivo de ánimo suscita contiendas;
Mas el que confía en Jehová será prosperado.
26 El que confía en su propio corazón es necio;
Mas el que camina en sabiduría será librado.
27 El que da al pobre no tendrá pobreza;
Mas el que aparta sus ojos tendrá muchas maldiciones.
28 Cuando los impíos se alzan, se esconden los hombres;
Mas cuando perecen, los justos se multiplican.
29 El hombre que reprendido endurece la cerviz,
De repente será quebrantado, y no habrá para él medicina.
2 Cuando los justos dominan, el pueblo se alegra;
Mas cuando domina el impío, el pueblo gime.
3 El hombre que ama la sabiduría alegra a su padre;
Mas el que frecuenta las rameras perderá los bienes.
4 El rey afianza su país por medio de la justicia;
Mas el que lo carga de impuestos lo destruye.
5 El hombre que lisonjea a su prójimo,
Tiende un lazo delante de sus pasos.
6 En la transgresión del hombre malo, hay lazo;
Mas el justo cantará y se alegrará.
7 Conoce el justo la causa de los pobres;
Mas el impío no entiende sabiduría.
8 Los hombres escarnecedores ponen la ciudad en llamas;
Mas los sabios calman la ira.
9 Si el hombre sabio disputa con el necio,
Que se enoje o que se ría, no tendrá reposo.
10 Los hombres sanguinarios aborrecen al íntegro,
Mas los rectos van en busca de su persona.
11 El necio da rienda suelta a toda su ira,
Mas el sabio al fin la sosiega.
12 Si un gobernante hace caso de palabras mentirosas,
Todos sus servidores serán impíos.
13 El pobre y el opresor se encuentran;
Jehová alumbra los ojos de ambos.
14 El rey que juzga con verdad a los desvalidos,
Afianza su trono para siempre.
15 La vara y la corrección dan sabiduría;
Mas el muchacho consentido avergonzará a su madre.
16 Cuando los impíos son muchos, mucha es la transgresión;
Mas los justos verán la ruina de ellos.
17 Corrige a tu hijo, y te dará descanso,
Y dará alegría a tu alma.
18 Sin profecía el pueblo se desenfrena;
Mas el que guarda la ley es dichoso.
19 El siervo no se corrige con palabras;
Porque entiende, mas no hace caso.
20 ¿Has visto a un hombre ligero en sus palabras?
Más esperanza hay del necio que de él.
21 El siervo mimado desde la niñez por su amo,
A la postre será su heredero.
22 El hombre iracundo levanta contiendas,
Y el furioso peca muchas veces.
23 La soberbia del hombre le abate;
Pero el humilde de espíritu recibe honores.
24 El cómplice del ladrón aborrece su propia alma;
Pues oye la imprecación y no lo denuncia.
25 El que teme a los hombres caerá en el lazo;
Mas el que confía en Jehová será puesto en lugar seguro.
26 Muchos buscan el favor del príncipe;
Mas de Jehová viene el juicio de cada uno.
27 Abominación es a los justos el hombre inicuo;
Y abominación es al impío el de caminos rectos.
Las palabras de Agur
30 Palabras de Agur, hijo de Jaqué, el de Massá; la profecía que dijo el varón a Itiel, a Itiel y a Ucal.
2 Ciertamente más rudo soy yo que ninguno,
Ni tengo entendimiento de hombre.
3 Yo ni aprendí sabiduría,
Ni conozco la ciencia del Santo.
4 ¿Quién subió al cielo, y descendió?
¿Quién encerró los vientos en sus puños?
¿Quién ató las aguas en un paño?
¿Quién afirmó todos los términos de la tierra?
¿Cuál es su nombre, y el nombre de su hijo, si lo sabes?
5 Toda palabra de Dios es limpia;
Él es escudo a los que en él esperan.
6 No añadas nada a sus palabras, para que no te reprenda,
Y seas hallado mentiroso.
7 Dos cosas te pido;
No me las niegues antes que muera:
8 Aparta de mí falsedad y mentira;
No me des pobreza ni riquezas;
Concédeme mi diaria ración de pan;
9 No sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová?
O que siendo pobre, hurte,
Y profane el nombre de mi Dios.
10 No calumnies al siervo ante su señor,
No sea que te maldiga, y sufras el castigo.
11 Hay gente que maldice a su padre
Y a su madre no bendice.
12 Hay gente pura en su propia opinión,
Si bien no se ha limpiado de su inmundicia.
13 Hay gente cuyos ojos son altivos
Y cuyos párpados están levantados en alto.
14 Hay gente cuyos dientes son espadas, y sus muelas cuchillos,
Para devorar a los pobres de la tierra, y a los menesterosos de entre los hombres.
15 La sanguijuela tiene dos hijas que dicen: ¡Dame!, ¡dame!
Tres cosas hay que nunca se sacian;
Y una cuarta que nunca dice: ¡Basta!
16 El Seol, la matriz estéril,
La tierra que no se sacia de aguas,
Y el fuego que jamás dice: ¡Basta!
17 El ojo que escarnece a su padre
Y menosprecia la enseñanza de la madre,
Los cuervos de la cañada lo saquen,
Y lo devoren los hijos del águila.
18 Tres cosas me son ocultas;
Y una cuarta que no comprendo:
19 El rastro del águila en el aire;
El rastro de la culebra sobre la peña;
El rastro de la nave en medio del mar;
Y el rastro del hombre en la doncella.
20 El proceder de la mujer adúltera es así:
Come, y limpia su boca
Y dice: No he hecho nada malo.
21 Por tres cosas tiembla la tierra,
Y la cuarta no la puede soportar:
22 Por el siervo cuando reina;
Por el necio cuando se sacia de pan;
23 Por la mujer desdeñada cuando se casa;
Y por la sierva cuando suplanta a su señora.
24 Cuatro cosas son de las más pequeñas de la tierra,
Pero son más sabias que los sabios:
25 Las hormigas, multitud sin fuerza,
Y en el verano preparan su comida;
26 Los damanes, multitud sin poder,
Y ponen su casa en la piedra;
27 Las langostas, que no tienen rey,
Y salen todas por escuadrones;
28 La araña que se coge con sus patas,
Y está en palacios de rey.
29 Tres cosas hay de hermoso andar,
Y la cuarta pasea muy bien:
30 El león, fuerte entre todos los animales,
Que no retrocede ante nada;
31 El brioso caballo; asimismo el macho cabrío;
Y el rey, al frente de su ejército.
32 Si neciamente has procurado enaltecerte,
O si has pensado hacer mal,
Pon el dedo sobre tu boca.
33 Ciertamente el que bate la leche sacará mantequilla;
El que se suena fuerte las narices sacará sangre;
Y el que provoca la ira causará contienda.
Exhortación a un rey
31 Palabras de Lemuel rey de Massá; el oráculo con que le enseñó su madre.
2 ¿Qué, hijo mío?; ¿y qué, hijo de mi vientre?
¿Y qué, hijo de mis deseos?
3 No des a las mujeres tu fuerza,
Ni tus caminos a lo que destruye a los reyes.
4 No es para los reyes, oh Lemuel, no es para los reyes beber vino,
Ni para los príncipes los licores;
5 No sea que bebiendo olviden la ley,
Y perviertan el derecho de todos los afligidos.
6 Dad el licor fuerte al desfallecido,
Y el vino a los de amargado ánimo.
7 Beban, y olvídense de su necesidad,
Y de su miseria no se acuerden más.
8 Abre tu boca a favor del mudo
En el juicio de todos los desvalidos.
9 Abre tu boca, juzga con justicia,
Y defiende la causa del pobre y del menesteroso.
Elogio de la mujer hacendosa
10 Mujer virtuosa, ¿quién la hallará?
Porque su valía sobrepasa largamente a la de las piedras preciosas.
11 El corazón de su marido confía en ella,
Y no carecerá de ganancias.
12 Le aporta ella dicha y no desventura
Todos los días de su vida.
13 Busca lana y lino,
Y con ánimo alegre trabaja con sus manos.
14 Es como nave de mercader;
Trae de lejos sus provisiones.
15 Se levanta cuando todavía es de noche
Y da comida a su familia
Y labor a sus criadas.
16 Observa una finca, y la compra,
Y planta una viña del fruto de sus manos.
17 Ciñe con fuerza sus lomos,
Y esfuerza sus brazos.
18 Ve que van bien sus negocios;
Su lámpara no se apaga de noche.
19 Aplica su mano al huso,
Y sus palmas sostienen la rueca.
20 Alarga su palma al pobre,
Y extiende sus manos al menesteroso.
21 No tiene temor de la nieve por su familia,
Porque toda su familia está vestida de trajes forrados.
22 Ella se hace tapices;
De lino fino y púrpura es su vestido.
23 Su marido es conocido en las puertas,
Cuando se sienta con los ancianos de la tierra,
24 Hace telas, y las vende,
Y da ceñidores al mercader.
25 Fuerza y honor son su vestidura;
Y sonríe ante el porvenir.
26 Abre su boca con sabiduría,
Y la instrucción bondadosa está en su lengua.
27 Vigila los caminos de su familia,
Y no come el pan de balde.
28 Se levantan sus hijos y la llaman dichosa;
Y su marido también la alaba:
29 Muchas mujeres se mostraron virtuosas;
Mas tú las sobrepasas a todas.
30 Engañosa es la gracia, y vana la hermosura;
La mujer que teme a Jehová, ésa será alabada.
31 Dadle del fruto de sus manos,
Y alábenla en las puertas sus hechos.
Vanidad de la sabiduría humana
1 Palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén.
2 Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad.
3 ¿Qué provecho saca el hombre de toda su fatiga con que se afana debajo del sol?
4 Una generación se va, y otra generación viene; mas la tierra siempre permanece.
5 Sale el sol, se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta.
6 El viento tira hacia el sur, y gira hacia el norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo.
7 Todos los ríos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo.
8 Todas las cosas dan fastidio más de lo que el hombre puede expresar; nunca se sacia el ojo de ver, ni el oído de oír.
9 ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol.
10 ¿Hay algo de que se puede decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido.
11 No hay recuerdo de los antiguos, como tampoco lo habrá de los venideros en los que les sucederán.
La experiencia del Predicador
12 Yo, el Predicador, fui rey sobre Israel en Jerusalén.
13 Y me dediqué a inquirir y a buscar con sabiduría sobre todo lo que se hace debajo del cielo; este penoso trabajo dio Dios a los hijos de los hombres, para que se ocupen en él.
14 Examiné todas las obras que se hacen debajo del sol; y he aquí, todo ello es vanidad y esfuerzo inútil.
15 Lo torcido no se puede enderezar, y lo incompleto no puede contarse.
16 Hablé yo en mi corazón, diciendo: He aquí que yo he acumulado sabiduría más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; y mi corazón ha alcanzado mucha sabiduría y ciencia.
17 Y dediqué mi corazón a conocer la sabiduría, y también a entender las locuras y los desvaríos; conocí que aun esto era esfuerzo inútil.
18 Porque en la mucha sabiduría hay mucha pesadumbre; y quien añade ciencia, añade dolor.
2 Dije yo en mi corazón: Ven ahora, probarás la alegría, y gozarás de bienes. Mas he aquí, esto también era vanidad.
2 A la risa dije: Estás loca; y al placer: ¿De qué sirve esto?
3 Propuse en mi corazón agasajar mi carne con vino, y que anduviese mi corazón en sabiduría, mientras iba tras el desvarío, hasta ver cuál es la dicha de los hijos de los hombres, por la que se afanan debajo del cielo todos los días de su vida.
4 Engrandecí mis obras, edifiqué para mí casas, planté para mí viñas;
5 me hice huertos y jardines, y planté en ellos toda clase de árboles frutales.
6 Me hice estanques de aguas, para regar de ellos el parque donde crecían los árboles.
7 Compré siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en casa; también tuve posesión grande de vacas y de ovejas, más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén.
8 Acumulé también plata y oro, y tesoros preciados de reyes y de provincias; contraté cantores y cantoras, y gocé de los deleites de los hijos de los hombres: un harén de concubinas.
9 Y fui engrandecido y exaltado más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; además de esto, conservé conmigo mi sabiduría.
10 No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó del fruto de todo mi trabajo; y ésta fue la recompensa de toda mi faena.
11 Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y perseguir el viento, y sin sacar provecho debajo del sol.
12 Después volví yo a mirar para ver la sabiduría, los desvaríos y la necesidad; porque ¿qué podrá hacer el hombre que suceda al rey? Nada, sino lo que ya ha sido hecho.
13 Y he visto que la sabiduría sobrepasa a la necedad, como la luz a las tinieblas.
14 El sabio tiene sus ojos en la frente, mas el necio anda en tinieblas; pero también entendí yo que una misma suerte correrá el uno como el otro.
15 Entonces dije yo en mi corazón: Como sucederá al necio, me sucederá también a mí. ¿Para qué, pues, he trabajado hasta ahora por hacerme más sabio? Y dije en mi corazón, que también esto era vanidad.
16 Porque ni del sabio ni del necio habrá memoria para siempre; pues en los días venideros ya todo será olvidado, y también morirá el sabio como el necio.
17 Aborrecí, por tanto, la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me resultaba fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y caza de viento.
18 Asimismo aborrecí todo mi trabajo que había hecho debajo del sol, el cual tendré que dejar al hombre que me suceda.
19 Y ¿quién sabe si será sabio o necio el que se enseñoreará de todo mi trabajo en que yo me afané y en que ocupé debajo del sol mi sabiduría? Esto también es vanidad.
20 Volvió, por tanto, a desesperanzarse mi corazón acerca de todo el trabajo en que me afané, y en que había ocupado debajo del sol mi sabiduría.
21 ¡Que el hombre trabaje con sabiduría, y con ciencia y con rectitud, y que haya de dar su hacienda a hombre que nunca trabajó en ella! También es esto vanidad y mal grande.
22 Porque ¿qué le queda al hombre de todo su trabajo, y de la fatiga de su corazón, con que se afana debajo del sol?
23 Porque todos sus días no son sino dolores, y sus trabajos molestias; aun de noche su corazón no reposa. Esto también es vanidad.
24 No hay cosa mejor para el hombre sino que coma y beba, y que su alma se alegre en su trabajo. También he visto que esto es de la mano de Dios.
25 Porque ¿quién comerá, y quién se cuidará, mejor que yo?
26 Porque al hombre que le es grato, Dios le da sabiduría, ciencia y gozo; mas al pecador le da el trabajo de recoger y amontonar, para darlo al que agrada a Dios. También esto es vanidad y afán de viento.
Texto bíblico tomado de La Santa Biblia, Reina Valera Revisada® RVR® Copyright © 2017 por HarperCollins Christian Publishing® Usado con permiso. Reservados todos los derechos en todo el mundo.