Bible in 90 Days
1 Éste es el mensaje que el Señor reveló al profeta Habacuc.
2 Señor, ¿hasta cuándo gritaré pidiendo ayuda
sin que tú me escuches?
¿Hasta cuándo clamaré a causa de la violencia
sin que vengas a librarnos?
3 ¿Por qué me haces ver
tanta angustia y maldad?
Estoy rodeado de violencia y destrucción;
por todas partes hay pleitos y luchas.
4 No se aplica la ley,
se pisotea el derecho,
el malo persigue al bueno
y se tuerce la justicia.
5 «Miren ustedes a las naciones que los rodean;
mírenlas y llénense de espanto.
Estoy a punto de hacer cosas tales
que ustedes no las creerían, si alguien se las contara.
6 Voy a poner en pie de guerra a los caldeos,
que son gente cruel, que siempre están dispuestos
a recorrer el mundo de lado a lado
para adueñarse de tierras que no les pertenecen.
7 Son espantosos y terribles,
y no reconocen más ley que la suya.
8 Sus caballos son más veloces que los leopardos,
más salvajes que los lobos del desierto.
Sus jinetes galopan en gran número
y se lanzan al ataque desde lejos,
como el águila se lanza sobre su presa.
9 Todo lo destruyen a su paso;
en su avance van sembrando el terror,
y son más los prisioneros que hacen
que las arenas que hay en el mar.
10 Se burlan de los reyes
y de la gente importante.
Se ríen de las fortalezas,
pues levantan rampas ante ellas
y las toman por asalto.
11 Pasan como un huracán;
no reconocen más dios que su propia fuerza.»
12 Señor, ¿acaso no existes tú eternamente,
mi Dios santo e inmortal?
Señor y protector mío,
tú has dado fuerza a los caldeos
para que ellos ejecuten tu justicia.
13 Tú eres demasiado puro para consentir el mal,
para contemplar con agrado la iniquidad;
¿cómo, pues, contemplas callado a los criminales,
y guardas silencio mientras el malvado
destruye a los que son mejores que él?
14 ¿Por qué tratas a los hombres
como a peces del mar,
como a animales sin gobierno?
15 Los caldeos se apoderan de otras naciones
como el pescador se apodera del pescado:
lo atrapa con anzuelos y con redes,
y luego, al verlo todo junto, se llena de alegría.
16 Por eso el pescador adora sus redes y anzuelos,
y ofrece sacrificios y quema incienso en su honor,
pues gracias a ellos tiene comida buena y abundante.
17 Así, ¿seguirán los caldeos pescándonos con sus redes?
¿Seguirán matando sin compasión a la gente?
2 Estaré atento y vigilante,
como lo está el centinela en su puesto,
para ver qué me dice el Señor
y qué respuesta da a mis quejas.
2 El Señor me contestó:
«Escribe en tablas de barro lo que te voy a mostrar,
de modo que pueda leerse de corrido.
3 Aún no ha llegado el momento
de que esta visión se cumpla;
pero no dejará de cumplirse.
Tú espera, aunque parezca tardar,
pues llegará en el momento preciso.
4 Escribe que los malvados son orgullosos,
pero los justos vivirán por su fidelidad a Dios.»
5 Los hombres orgullosos desean el poder;
lo buscan sin descanso y siempre quieren más,
aun cuando el poder es traicionero.
Abren su boca, como el sepulcro;
son insaciables, como la muerte,
y por eso se lanzan a conquistar
nación tras nación.
6 Pero todas las naciones conquistadas
se burlarán del que las conquistó, cantándole:
«¡Ay de ti, que te haces rico
con lo que no te pertenece!
¿Hasta cuándo seguirás amontonando
las riquezas que tomaste prestadas?»
7 Cuando menos lo esperes, llegarán tus acreedores,
despertarán los que te atormentan
y te dejarán desnudo.
8 Las naciones se unirán en contra tuya
y te saquearán como tú las saqueaste a ellas.
Te harán pagar todos tus crímenes,
las violencias que cometiste en el país
contra las ciudades y sus habitantes.
9 ¡Ay de ti, que has llenado tu casa
con el producto de tus robos,
para ponerte a salvo de todo peligro!
10 De ese modo has cubierto tu casa de vergüenza,
y has causado tu propia destrucción
al destruir a numerosas naciones.
11 Aun las piedras de los muros
y la madera de las vigas
gritarán en contra tuya.
12 ¡Ay de ti, que construyes tus ciudades
sobre la base del crimen y la injusticia!
13 El Señor todopoderoso
va a hacer inútil tu trabajo y tu fatiga,
pues todas tus obras serán destruidas por el fuego.
14 Y el conocimiento de la gloria del Señor
llenará entonces toda la tierra,
como las aguas llenan el mar.
15 ¡Ay de ti, que emborrachas a tus vecinos
dándoles vino mezclado con drogas,
para humillarlos contemplando su desnudez!
16 En lugar de honor, te cubrirás de vergüenza,
porque el Señor va a darte a beber una copa
que te hará mostrar tu incircuncisión
y convertirá en humillación tu gloria.
17 Las violencias que le hiciste al monte Líbano
se volverán en contra tuya,
y te espantarás por la matanza de sus animales.
Esto te vendrá a causa de tus crímenes
y de las violencias que cometiste en el país
contra las ciudades y sus habitantes.
18 ¿De qué sirve una escultura
en cuanto ha sido terminada?
¿De qué sirve una imagen
que sólo lleva a la mentira?
Los ídolos no pueden hablar;
¿cómo, pues, podrá confiar en ellos
el hombre que los fabrica?
19 ¡Ay de ti, que a un ídolo de madera
le dices que despierte,
y a una piedra muda, que se ponga de pie!
¿Podrán ellos comunicar mensaje alguno?
¡No, porque no tienen vida propia,
aunque estén recubiertos de oro y plata!
20 Pero el Señor está en su santo templo:
¡guarde silencio delante de él toda la tierra!
3 Ésta es una oración del profeta Habacuc.
2 Lo que oigo acerca de ti, Señor,
y de todo lo que has hecho,
me llena de profunda reverencia.
Realiza ahora, en nuestra vida,
tus grandes acciones de otros tiempos,
para que nosotros también las conozcamos.
Muéstranos así tu compasión
aun en medio de tu enojo.
3 Dios viene de la región de Temán;
del monte Parán viene el Dios Santo.
Su gloria se extiende por todo el cielo,
y el mundo entero se llena de su alabanza.
4 Viene envuelto en brillante resplandor,
y de sus manos brotan rayos de luz
que muestran el poder que en él se esconde.
5 Delante de él llegan plagas terribles,
y detrás la fiebre abrasadora.
6 La tierra tiembla cuando él se detiene;
se estremecen las naciones cuando las mira;
las viejas montañas se derrumban
y se deshacen los montes antiguos;
pero los caminos de Dios son eternos.
7 Yo he visto a la gente de Cusán
hundida en la desgracia,
a los habitantes de Madián
encogidos por el miedo.
8 ¿Te has enojado, Señor, contra los ríos?
¿Se ha encendido tu furor contra los mares?
¿Cabalgas por eso en tus caballos
y montas así en tu carro victorioso?
9 Tienes el arco preparado
y dispuestas todas tus flechas.
Con los ríos has abierto surcos en la tierra.
10 Las montañas tiemblan al verte;
cae del cielo la lluvia torrencial,
y el mar profundo da su rugido
mientras se alzan sus olas inmensas.
11 El sol y la luna no salen de su escondite
ante el vivo resplandor de tus flechas
y la luz relampagueante de tu lanza.
12 En tu enojo recorres toda la tierra;
en tu furor pisoteas las naciones.
13 Tú has salido en ayuda de tu pueblo
y del rey que tú mismo escogiste.
Has destruido el techo de la casa del malvado,
y has descubierto hasta la roca sus cimientos.
14 Mataste a su jefe con sus propias flechas,
cuando sus jinetes, como una tempestad,
se lanzaron arrogantes
a dispersar a los indefensos,
para destruirlos en secreto.
15 Con tus caballos recorres el mar,
la gran extensión de las aguas profundas.
16 Al oír todo esto tuve miedo.
Mis labios se pusieron a temblar,
mis piernas dejaron de sostenerme
y todo mi cuerpo perdió sus fuerzas.
Aun así, esperaré tranquilo
el día en que Dios ponga en angustia
al ejército de nuestros opresores.
17-18 Entonces me llenaré de alegría
a causa del Señor mi salvador.
Le alabaré aunque no florezcan las higueras
ni den fruto los viñedos y los olivares;
aunque los campos no den su cosecha;
aunque se acaben los rebaños de ovejas
y no haya reses en los establos.
19 Porque el Señor me da fuerzas;
da a mis piernas la ligereza del ciervo
y me lleva a alturas donde estaré a salvo.
1 Éste es el mensaje que el Señor dirigió a Sofonías en el tiempo en que Josías, hijo de Amón, era rey de Judá. Sofonías era hijo de Cusí, éste de Guedalías, éste de Amarías y éste de Ezequías.
2 Esto afirma el Señor:
«Voy a destruir completamente
todo lo que hay sobre la tierra.
3 Destruiré a los hombres y los animales, destruiré las aves y los peces,
pondré tropiezo a los malvados
y eliminaré de la tierra al hombre.»
Esto afirma el Señor:
4 «Extenderé mi mano contra el pueblo de Judá
y contra todos los que viven en Jerusalén.
Borraré de este lugar todo rastro
del falso dios Baal,
y hasta el nombre de sus sacerdotes.
5 Destruiré a los que suben a las azoteas
para adorar a los astros,
y a los que se arrodillan
jurando al mismo tiempo por mi nombre
y por el nombre del dios Milcom.
6 También destruiré a los que se apartan de mí,
a los que no me buscan ni acuden a consultarme.»
7 ¡Guarden silencio en presencia del Señor,
porque el día del Señor está cerca!
¡El Señor ha dispuesto un sacrificio
y ha consagrado a sus invitados!
8 «En el día del sacrificio
castigaré a los jefes —dice el Señor—,
a los hijos del rey
y a todos los que visten ropa extraña.
9 También castigaré en aquel día
a los que saltan sobre los umbrales,
y a los que llenan de violencia y engaños
la casa de sus amos.»
10 Esto afirma el Señor:
«En aquel día se oirán gritos de socorro
desde la Puerta de los Pescados.
Gritará la gente en el Segundo Barrio
y habrá gran ruido de derrumbes desde las colinas.
11 ¡Aúllen ustedes, habitantes del Barrio del Mortero,
porque todos los comerciantes van a morir,
todos los que trafican con dinero van a ser destruidos!
12 »En aquel tiempo tomaré una lámpara
y registraré Jerusalén.
Castigaré entonces a la gente
que se siente tranquila
como el vino reposado,
y que se dice a sí misma:
“¡El Señor no hará nada, ni bueno ni malo!”
13 Por eso, sus tesoros serán saqueados
y sus casas destruidas.
Construirán casas, pero no vivirán en ellas;
plantarán viñas, pero no beberán de su vino.»
14 ¡Ya está cerca el gran día del Señor!
¡Ya está cerca, viene de prisa!
El estruendo del día del Señor será amargo:
¡hasta los más valientes gritarán entonces!
15 Será un día de ira,
de angustia y aflicción,
de ruina y desolación,
de oscuridad y tinieblas,
de nublado y sombras profundas;
16 será un día de trompeta y de clamor
contra las ciudades fortificadas
y sus altas torres.
17 Dice el Señor:
«Pondré en apuros a la gente.
Caminarán como ciegos,
porque pecaron contra mí.
Su sangre será derramada como polvo,
y su carne amontonada como estiércol.»
18 En el día de la ira del Señor,
no salvará a la gente ni su plata ni su oro,
porque el fuego del enojo del Señor
consumirá todo el país.
¡Todos los habitantes de la tierra
quedarán destruidos en un solo instante!
2 Reúnanse, júntense ustedes,
gente falta de vergüenza,
2 antes de ser aventados
como paja, que en un día desaparece;
antes que caiga sobre ustedes
la ira ardiente del Señor;
antes que caiga sobre ustedes
el día de la ira del Señor.
3 Busquen al Señor todos ustedes,
los humildes de este mundo,
los que obedecen sus mandatos.
Actúen con rectitud y humildad,
y quizás así encontrarán refugio
en el día de la ira del Señor.
El castigo que recibirán las naciones
4 La ciudad de Gaza quedará desierta,
y Ascalón, desolada;
en pleno día serán expulsados
los que viven en Asdod,
y los de Ecrón serán arrancados de raíz.
5 ¡Ay de ustedes, gente de Creta,
que viven a orillas del mar!
Dios ha pronunciado esta sentencia contra ustedes:
«¡Canaán, país de los filisteos,
te voy a destruir y a dejar sin habitantes!
6 El país que está a orillas del mar
quedará convertido en pastizales
donde se junten los pastores,
y en corrales para los rebaños.»
7 Los sobrevivientes del pueblo de Judá
tomarán posesión de ese país
cuando el Señor su Dios venga en su ayuda
y cambie la suerte de ellos.
Allí cuidarán de sus rebaños,
y por las noches descansarán
en las casas de Ascalón.
8-9 Esto afirma el Señor todopoderoso, el Dios de Israel:
«He oído los insultos de los moabitas
y las ofensas de los amonitas.
Porque ellos han insultado a mi gente
y se han engrandecido a costa de su territorio.
Por eso, juro por mi vida
que a Moab le pasará como a Sodoma
y que los de Amón quedarán como Gomorra,
convertidos en campo de espinos,
en mina de sal,
en un lugar de permanente soledad.
Los sobrevivientes de mi pueblo los saquearán
y se quedarán con sus tierras.»
10 Éste es el pago que recibirán Moab y Amón
por haber insultado al pueblo del Señor,
por haberse engrandecido a costa
del pueblo del Señor todopoderoso.
11 El Señor será terrible con ellos.
Destruirá todos los dioses del país,
y él será adorado en todo lugar,
aun por la gente de las islas.
12 ¡También ustedes, los de Etiopía,
caerán heridos por la espada del Señor!
13 Extenderá él su mano contra el norte
para destruir Asiria,
y dejará desolada la ciudad de Nínive,
convirtiéndola en un seco desierto.
14 La madera de sus casas será arrancada,
y en ellas se echarán los rebaños de ovejas
y toda clase de animales salvajes.
El búho y el erizo
dormirán en lo alto de sus postes,
y los cuervos graznarán
en las ventanas y en los umbrales.
15 Ésa es la ciudad llena de orgullo
que vivía confiada,
de la que decían sus habitantes
que no tenía igual en el mundo.
¡Cómo ha quedado desolada
y convertida en guarida de fieras!
Cuantos pasen cerca de ella,
silbarán y harán gestos de desprecio.
Pecado y redención de Jerusalén
3 ¡Ay de Jerusalén, la ciudad rebelde,
manchada y opresora!
2 No escuchó la voz del Señor
ni aceptó ser corregida;
no confió en él;
no recurrió a su Dios.
3 Sus jefes son como leones que rugen;
sus jueces, como lobos del desierto
que no dejan ni un hueso para la mañana.
4 Sus profetas son insolentes, traidores;
sus sacerdotes profanan el santuario
y violan la ley del Señor.
5 Pero el Señor está en la ciudad;
él hace lo bueno, no lo malo.
Cada mañana, sin falta, establece su juicio.
En cambio, el malo
ni siquiera conoce la vergüenza.
6 Dice el Señor:
«He destruido naciones,
he arrasado las torres de sus murallas
y he dejado desiertas sus calles,
sin gente que pase por ellas.
¡En sus solitarias ciudades
no queda un solo habitante!
7 Pensé: “Así Jerusalén me temerá
y aceptará que la corrija;
así no quedará destruido su hogar
por haberla yo castigado.”
Pero ellos se apresuraron a cometer
toda clase de maldades.
8 Por eso, espérenme ustedes el día
en que me levante a hablar en su contra.
Yo, el Señor, lo afirmo:
He decidido reunir las naciones y los reinos
para descargar sobre ellos mi enojo,
mi ardiente ira.
¡Toda la tierra va a quedar destruida
por el fuego de mi furor!
9 »Cuando eso llegue, purificaré
el lenguaje de los pueblos,
para que todos me invoquen,
para que todos a una me sirvan.
10 Del otro lado de los ríos de Etiopía,
mi pueblo disperso vendrá suplicante
a traerme ofrendas.
11 En aquel tiempo, pueblo mío,
ya no te avergonzarás
de ninguna de las acciones
con que te rebelaste contra mí,
pues entonces quitaré de ti
a los altaneros y orgullosos,
y nunca volverás a mostrar orgullo
en mi santo monte.
12 Yo dejaré en ti gente humilde y sencilla,
que pondrá su confianza en mi nombre.
13 Los sobrevivientes del pueblo de Israel
no cometerán injusticias,
ni dirán mentiras,
ni llenarán de embustes su boca.
Podrán alimentarse
y descansar sin miedo alguno.»
Canto de alegría por Jerusalén
14 ¡Canta, ciudad de Sión!
¡Da voces de alegría, pueblo de Israel!
¡Alégrate, Jerusalén,
alégrate de todo corazón!
15 El Señor ha retirado la sentencia contra ti
y ha rechazado a tus enemigos.
El Señor, el Rey de Israel, está en medio de ti:
ya no tendrás que temer mal alguno.
16 En aquel tiempo se dirá a Jerusalén:
«¡No tengas miedo, Sión,
ni dejes que tus manos queden sin fuerzas!»
17 El Señor tu Dios está en medio de ti;
¡él es poderoso, y te salvará!
El Señor estará contento de ti.
Con su amor te dará nueva vida;
en su alegría cantará
18 como en día de fiesta.
El regreso de los desterrados
Dice el Señor:
«Yo te libraré entonces del mal que te amenace,
de la vergüenza que pese sobre ti.
19 En aquel tiempo actuaré
en contra de todos los que te oprimen.
Ayudaré a la oveja que cojea
y recogeré a la extraviada;
convertiré en honor y fama,
en toda la tierra,
los desprecios que les hicieron.
20 En aquel tiempo
los traeré a ustedes, los reuniré;
haré que cambie su suerte,
y les daré fama y honor
entre todos los pueblos de la tierra.
Yo, el Señor, lo he dicho.»
1 En el año segundo del gobierno del rey Darío, el día primero del sexto mes, el Señor, por medio del profeta Hageo, se dirigió al gobernador de Judá, Zorobabel, hijo de Salatiel, y al jefe de los sacerdotes, Josué, hijo de Josadac.
2-3 Y esto es lo que dijo el Señor todopoderoso por medio del profeta: «Esta gente dice que todavía no es tiempo de reconstruir mi templo. 4 ¿Y acaso para ustedes sí es tiempo de vivir en casas lujosas, mientras que mi templo está en ruinas? 5 Yo, el Señor todopoderoso, les digo que piensen bien en su conducta. 6 Ustedes siembran mucho, pero cosechan poco; comen, pero no se sienten satisfechos; beben, pero se quedan con sed; se abrigan, pero no entran en calor; y el que trabaja a jornal, echa su salario en saco roto. 7 Yo, el Señor todopoderoso, les digo que piensen bien en su conducta. 8 Vayan a las montañas, traigan madera y construyan de nuevo el templo. Yo estaré allí contento, y mostraré mi gloria. 9 Ustedes buscan mucho, pero encuentran poco; y lo que guardan en su casa, yo me lo llevo de un soplo. ¿Por qué? Pues porque mi casa está en ruinas, mientras que ustedes sólo se preocupan de sus propias casas. Yo, el Señor, lo afirmo. 10 Por eso no cae para ustedes la lluvia, ni la tierra les da sus productos. 11 Yo fui quien trajo la sequía sobre los campos y sobre los montes, sobre el trigo, los viñedos y los olivares, sobre las cosechas del campo, sobre los hombres y los animales, y sobre todas sus labores.»
12 Zorobabel, Josué y el resto de la gente sintieron miedo cuando oyeron lo que el Señor les decía por medio del profeta Hageo, esto es, lo que Dios el Señor le había encargado que dijera. 13 Entonces Hageo, el mensajero del Señor, les habló en nombre de Dios, diciéndoles: «El Señor dice: “Yo, el Señor, lo afirmo: Yo estoy con ustedes.”»
14-15 De esta manera animó el Señor a Zorobabel, gobernador de Judá, a Josué, jefe de los sacerdotes, y al resto de la gente, y el día veinticuatro del sexto mes del año segundo del reinado de Darío empezaron a reconstruir el templo de su Dios, el Señor todopoderoso.
2 El día veintiuno del séptimo mes, el Señor volvió a dirigirse al profeta Hageo, 2 y le ordenó que dijera a Zorobabel, a Josué y al resto de la gente: 3 «Los que vieron el otro templo en todo su esplendor, digan qué les parece éste que ahora tenemos. ¿No les parece que no vale nada comparado con aquel otro? 4 ¡Pero ánimo, Zorobabel! ¡Ánimo, Josué, jefe de los sacerdotes! Y anímense todos ustedes, gente del país. Trabajen, que yo estoy con ustedes. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo. 5 Tal como se lo prometí cuando salieron de Egipto, mi espíritu les acompaña. No tengan miedo. 6 Dentro de poco haré temblar el cielo y la tierra, el mar y la tierra firme. 7 Haré temblar a todas las naciones, y traerán sus riquezas, y mi templo se llenará de gloria.» El Señor todopoderoso lo afirma: 8 «Míos son la plata y el oro. 9 Este segundo templo será más hermoso que el primero. Entonces haré que haya paz en este lugar. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo.»
10 El día veinticuatro del noveno mes del mismo año del gobierno del rey Darío, el Señor se dirigió al profeta Hageo 11 y le ordenó que, en el nombre del Señor todopoderoso, hiciera a los sacerdotes las siguientes preguntas en relación con la ley: 12 «Supongamos que un hombre lleva carne consagrada envuelta en su capa, y que el borde de la capa toca pan, guiso, vino, aceite o cualquier otra comida: ¿quedará por eso consagrada la comida?» Los sacerdotes contestaron que no. 13 Entonces Hageo continuó: «Pero supongamos que alguien, que ha quedado impuro por haber tocado un cadáver, va y toca también cualquiera de estas cosas: ¿acaso ellas no quedarán impuras?» Los sacerdotes contestaron que sí.
14 Entonces dijo Hageo: «El Señor afirma: “Lo mismo pasa con esta gente: todo lo que hacen y todo lo que me ofrecen es impuro. 15 De ahora en adelante piensen ustedes en esto. Antes de empezar a construir el templo, 16 ¿qué les pasaba? Pues que cuando alguien iba a un montón de veinte medidas de grano, encontraba solamente diez; y cuando uno iba al lugar donde se hace el vino, a sacar cincuenta cántaros, encontraba solamente veinte. 17 Yo destruí con plagas y granizo el fruto de todos sus esfuerzos, pero ustedes no se volvieron a mí. Yo, el Señor, lo afirmo. 18 Hoy, día veinticuatro del noveno mes, han sido puestos los cimientos de mi templo. 19 Pues bien, fíjense ustedes en que a partir de hoy no faltará el grano en el granero. Aún no ha dado fruto la vid, ni la higuera, ni el granado, ni el olivo; pero a partir de hoy, yo los bendeciré.”»
20 Ese mismo día, el Señor volvió a dirigirse a Hageo, 21 y le ordenó que dijera a Zorobabel, el gobernador de Judá: «Yo haré temblar el cielo y la tierra; 22 destruiré el poder de los reinos del mundo y echaré abajo sus tronos; volcaré los carros de guerra y a los que montan en ellos, y morirán los caballos y sus jinetes; cada uno morirá atravesado por la espada de su hermano. 23 Y aquel día, Zorobabel, siervo mío, te cuidaré como a mi anillo de sellar, porque yo te he escogido. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo.»
Llamamiento del Señor a su pueblo
1 En el mes octavo del año segundo del gobierno del rey Darío, el Señor dirigió este mensaje al profeta Zacarías, hijo de Berequías y nieto de Idó. Le dijo:
2-3 «Yo, el Señor todopoderoso, me enojé mucho con los antepasados de ustedes. Por eso, dile ahora de mi parte al pueblo: “Vuélvanse a mí, y yo me volveré a ustedes. Yo, el Señor, lo afirmo. 4 No hagan como sus antepasados, a quienes los antiguos profetas les dijeron de parte mía que abandonaran su mala conducta y sus malas acciones, pero ellos no quisieron escucharme ni hacerme caso. Yo, el Señor, lo afirmo. 5 Pero ahora, ¿dónde están aquellos antepasados de ustedes? ¿Acaso vivirán siempre los profetas? 6 Sin embargo, mis palabras y mandatos, que yo había encomendado a mis siervos los profetas, llegaron a los antepasados de ustedes. Y ellos se volvieron a mí, reconociendo que yo, el Señor todopoderoso, los había tratado como su conducta y sus acciones merecían.”»
Visión de los jinetes
7 Éste es el mensaje que yo, el profeta Zacarías, hijo de Berequías y nieto de Idó, recibí del Señor el día veinticuatro del mes once (el llamado mes de Sebat) del año segundo del gobierno del rey Darío. 8 Una noche tuve esta visión: Vi un jinete montado en un caballo rojo. Estaba parado en un valle, entre unos arrayanes, y detrás de él había un grupo de caballos, unos rojos, otros castaños y otros blancos. 9 Yo pregunté: «Señor, ¿quiénes son esos jinetes?» Y el ángel que hablaba conmigo me contestó: «Yo te mostraré quiénes son.» 10 Entonces el que estaba entre los arrayanes dijo: «Éstos son los que el Señor ha enviado a recorrer toda la tierra.»
11 Los jinetes le dijeron entonces al ángel del Señor que estaba entre los arrayanes: «Hemos recorrido toda la tierra, y la hemos encontrado tranquila y en paz.» 12 El ángel del Señor dijo: «Señor todopoderoso, hace ya setenta años que estás enojado con Jerusalén y con las ciudades de Judá. ¿Cuánto tiempo habrá de pasar aún antes de que vuelvas a tenerles compasión?»
13 El Señor respondió con bondadosas palabras de consuelo al ángel que hablaba conmigo, 14 y luego el ángel me ordenó que anunciara: «Esto dice el Señor todopoderoso: “Yo amo profundamente a Jerusalén y al monte Sión. 15 Por eso mi furor se ha encendido contra esas naciones despreocupadas que, cuando yo estaba poco enojado, ayudaron a agravar la maldad. 16 Por lo tanto, yo, el Señor, digo: Ahora me he vuelto con compasión a Jerusalén, y voy a hacer que el templo y toda la ciudad sean reconstruidos.”»
17 El ángel me dijo además: «Anuncia también esto: “El Señor todopoderoso dice: Voy a hacer que mis ciudades prosperen mucho otra vez; voy a dar nuevo aliento a Sión, y voy a proclamar de nuevo a Jerusalén como mi ciudad elegida.”»
Visión de los cuernos y los herreros
18 (2.1) Tuve otra visión, en la cual vi aparecer cuatro cuernos. 19 (2.2) Le pregunté al ángel que estaba hablando conmigo qué significaban aquellos cuernos, y él me contestó: «Estos cuernos representan el poder de los que han dispersado por todas partes a los habitantes de Judá, Israel y Jerusalén.»
20 (2.3) Después el Señor me hizo ver a cuatro herreros. 21 (2.4) Yo pregunté: «¿A qué han venido estos herreros?» Y él me contestó: «Así como esos cuernos representan a los que dispersaron a Judá, de tal modo que nadie podía levantar cabeza, estos herreros han venido a hacer temblar de espanto y a cortarles los cuernos a las naciones que, dando cornadas a Judá, dispersaron a sus habitantes.»
Visión de la cinta de medir
2 (5) Aún tuve otra visión. Se me apareció un hombre que llevaba en la mano una cinta de medir. 2 (6) Le pregunté: «¿A dónde vas?» Y él me contestó: «Voy a medir la ciudad de Jerusalén, para saber su largo y su ancho.»
3 (7) Entonces vi que se iba el ángel que había hablado conmigo, y que otro ángel le salía al encuentro 4 (8) y le decía: «Corre a decirle al joven que lleva la cinta de medir: “Jerusalén va a ser de nuevo habitada, y serán tantos sus habitantes y ganados que no podrá tener murallas. 5 (9) Pero el Señor afirma: Yo seré como una muralla de fuego alrededor de Jerusalén, y en medio de la ciudad mostraré mi gloria.”»
El Señor salvará a su pueblo
6-7 (10-11) El Señor afirma: «Yo hice que ustedes fueran dispersados en todas direcciones. Pero ahora les digo: ¡Huyan pronto del país del norte! ¡Escapen de Babilonia, donde viven desterrados ustedes, los que vivían en Sión! Yo, el Señor, lo afirmo.»
8-9 (12-13) El Señor todopoderoso me ha enviado con este mensaje contra las naciones que los saquearon a ustedes: «Cualquiera que toca a mi pueblo, toca a la niña de mis ojos. Por eso, yo mismo lucharé contra esas naciones, y haré que sus propios esclavos las saqueen.» Así mostrará su gloria el Señor todopoderoso, y así comprenderán ustedes que él fue quien me envió.
10 (14) El Señor afirma: «¡Canten de alegría, habitantes de Jerusalén, porque yo vengo a vivir entre ustedes!» 11 (15) Cuando esto suceda, muchas naciones se unirán al Señor. Y él dirá: «También estas naciones serán pueblo mío. Y yo viviré entonces entre ustedes.» Así comprenderán ustedes que el Señor todopoderoso me ha enviado. 12 (16) El Señor tomará nuevamente a Judá como su posesión especial en la tierra santa, y proclamará de nuevo a Jerusalén como su ciudad elegida.
13 (17) ¡Que todo el mundo guarde silencio ante el Señor, pues él viene a nosotros desde el santo lugar donde habita!
Visión del cambio de ropas de Josué
3 Luego el Señor me mostró en una visión a Josué, el sumo sacerdote, que estaba de pie en presencia del ángel del Señor. Al lado derecho de Josué estaba el ángel acusador, que se disponía a acusarlo. 2 Entonces el ángel del Señor le dijo al ángel acusador: «¡Que el Señor te reprenda! ¡Que el Señor, que ama a Jerusalén, te reprenda! Pues este hombre es como un carbón encendido sacado de entre las brasas.» 3 Josué, vestido con ropas muy sucias, permanecía de pie en presencia del ángel del Señor. 4 Entonces el ángel ordenó a sus ayudantes que le quitaran a Josué aquellas ropas sucias. Luego le dijo: «Mira, esto significa que te he quitado tus pecados. ¡Ahora voy a hacer que te vistan de fiesta!» 5 En seguida ordenó a sus ayudantes que pusieran a Josué un turbante limpio en la cabeza. Ellos se lo pusieron, y después le vistieron con ropas de fiesta. Mientras tanto, el ángel permanecía de pie.
6 Luego el ángel del Señor le dijo a Josué: 7 «Esto dice el Señor todopoderoso: “Anda por mis caminos y cumple todos los deberes que te he encomendado. Si lo haces así, quedarás encargado de mi templo. Cuidarás de él y de sus atrios, y yo te daré un puesto entre estos ángeles que están a mi servicio. 8 Escucha bien, Josué, tú que eres el sumo sacerdote, y que escuchen también tus compañeros de la junta sacerdotal, pues todos ustedes son como una señal profética: Voy a traer a mi siervo, el Retoño. 9 Yo he puesto delante de Josué una piedra de siete lados, y yo mismo grabaré en ella una inscripción. Luego, en un solo día, quitaré el pecado de este país. 10 Cuando llegue ese día, podrán ustedes convidarse unos a otros a disfrutar de paz a la sombra de sus vides y sus higueras. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo.”»
Visión del candelabro y los olivos
4 Volvió entonces el ángel que hablaba conmigo, y me despertó como se despierta a uno que está dormido. Me preguntó: 2 «¿Qué ves?» Y yo le contesté: «Veo un candelabro de oro, con un depósito de aceite encima. En lo alto tiene siete lámparas, a las que llega el aceite por siete tubos. 3 Junto al candelabro hay dos olivos, uno a su derecha y otro a su izquierda.»
4 Pregunté al ángel que hablaba conmigo: «Mi señor, ¿qué significa esto?» 5 El ángel me contestó: «¿No sabes lo que significa?» Yo le dije: «No, señor.»
6 Y él continuó: «Éste es el mensaje del Señor para Zorobabel: “No depende del ejército, ni de la fuerza, sino de mi Espíritu, dice el Señor todopoderoso. 7 ¿Quién eres tú, gran montaña? ¡Quedarás convertida en llanura delante de Zorobabel! Él sacará la piedra principal, mientras grita la gente: ¡Qué hermosa es! ¡Qué hermosa!”»
8 Después me dio el Señor otro mensaje: 9 «Zorobabel ha puesto los cimientos de este templo, y él mismo será quien lo termine.» Así reconocerán ustedes que fue el Señor todopoderoso quien me envió. 10 «Aquellos que no tomaron en serio los pequeños comienzos, ahora se alegrarán viendo a Zorobabel terminar las obras.»
Después de esto, el ángel añadió: «Estas siete lámparas son los ojos del Señor, que están recorriendo toda la tierra.»
11 Yo le pregunté: «¿Qué son esos dos olivos, uno a cada lado del candelabro?» 12 También le pregunté: «¿Y qué significan esas dos ramas de olivo que están junto a los tubos de oro por donde llega el aceite a las lámparas?» 13 El ángel me respondió: «¿No sabes lo que significan?» Le dije: «No, señor.»
14 Y él me contestó: «Éstos son los dos que han sido consagrados para el servicio del Señor de toda la tierra.»
Visión del rollo escrito
5 Tuve otra visión. Vi un rollo escrito, que volaba. 2 El ángel me preguntó: «¿Qué ves?» Le contesté: «Veo un rollo escrito, que vuela; mide nueve metros de largo por cuatro metros y medio de ancho.»
3 Me dijo entonces: «Ahí está escrita la maldición que alcanza a todo el país. Según lo escrito por ambos lados, nadie que robe o que jure en falso puede quedar sin castigo. 4 El Señor todopoderoso afirma: “Yo envío esta maldición para que entre en casa del que roba y en casa del que jura en falso por mi nombre. Y la maldición permanecerá allí hasta que no queden ni vigas ni piedras.”»
Visión de la medida y la mujer
5 Luego salió el ángel que hablaba conmigo, y me dijo: «¡Fíjate en eso que aparece ahora!» 6 Le pregunté: «¿Qué es eso?» Él me contestó: «Es una medida. Es la medida del pecado de los que viven en el país.»
7 La medida estaba cubierta con una tapa de plomo. Y fue levantada la tapa, y había una mujer sentada dentro de la medida. 8 Me dijo el ángel: «Esa mujer es la maldad.» Y la empujó adentro de la medida, y la cerró con la tapa de plomo.
9 Miré otra vez, y vi aparecer dos mujeres. Tenían alas, y el viento las impulsaba. Eran alas como de cigüeña, y llevaban la medida por los aires.
10 Pregunté entonces al ángel que hablaba conmigo: «¿A dónde llevan esa medida?» 11 Y él me contestó: «Van a construirle un templo en Babilonia. Cuando ya esté terminado el templo, la instalarán allí, sobre un pedestal.»
Visión de los cuatro carros de guerra
6 Tuve otra visión. Vi aparecer cuatro carros de guerra por entre dos montañas de bronce. 2 El primer carro iba tirado por caballos rojos; el segundo, por caballos negros; 3 el tercero, por caballos blancos; y el cuarto, por caballos tordillos.
4 Pregunté al ángel que hablaba conmigo: «Mi señor, ¿qué significa esto?» 5 El ángel me contestó: «Éstos son los cuatro vientos, que salen de delante del Señor de toda la tierra. 6 El carro tirado por caballos negros va al país del norte; el tirado por caballos blancos, al país del poniente; y el tirado por caballos tordillos, al país del sur.»
7 Y salieron los caballos tordillos, ansiosos de recorrer toda la tierra. El ángel les dijo: «Recorran toda la tierra.» Y ellos lo hicieron así.
8 Después de esto, el ángel me gritó: «¡Mira, los que fueron al país del norte van a calmar el enojo del Señor en ese país!»
9 El Señor me dio este mensaje: 10 «Recoge una colecta entre los desterrados que ya han regresado de Babilonia: Heldai, Tobías y Jedaías. Luego, en el mismo día, vete a casa de Josías, hijo de Sofonías. 11 Con la plata y el oro que hayas recogido, haz coronas, y ponle una en la cabeza al sumo sacerdote Josué, hijo de Josadac. 12 Y dile: “El Señor todopoderoso afirma que el varón llamado Retoño brotará de sus propias raíces y reconstruirá el templo del Señor. 13 Reconstruirá el templo del Señor y recibirá los honores propios de un rey. Se sentará en su trono a gobernar, y al lado de su trono se sentará el sacerdote, y habrá paz entre los dos. 14 Y las coronas serán un recuerdo que quedará en el templo del Señor en honor de Heldai, Tobías, Jedaías y Josías, hijo de Sofonías.”»
15 Vendrá gente de lejos, para ayudar a reconstruir el templo del Señor; y entonces reconocerán ustedes que el Señor todopoderoso fue quien me envió. Esto sucederá cuando ustedes escuchen la voz del Señor su Dios y le obedezcan.
El falso ayuno
7 El día cuatro del mes noveno (llamado Quisleu), del cuarto año del gobierno del rey Darío, el Señor dirigió un mensaje al profeta Zacarías. 2 En aquel tiempo, el pueblo de Betel había enviado a Sarézer y a Réguem-mélec, con sus hombres, a pedir la ayuda del Señor 3 y a preguntar a los profetas y a los sacerdotes del templo del Señor todopoderoso: «¿Habremos de seguir guardando luto y ayuno el quinto mes de cada año, tal como lo hemos hecho hasta ahora?»
4 Entonces el Señor todopoderoso se dirigió a mí, y me dijo: 5 «Di a todo el pueblo del país, y a los sacerdotes: “Ustedes hacen ayuno y guardan luto el quinto y el séptimo mes desde hace setenta años. Pero no lo hacen para honrarme a mí, 6 sino que cuando ustedes comen y beben, lo hacen para su propio provecho.”» 7 ¿Acaso no son éstas las mismas palabras que el Señor pronunció por medio de los antiguos profetas, cuando Jerusalén estaba en paz y llena de gente, y lo estaban también las ciudades de alrededor, y las regiones del Négueb y la llanura?
La desobediencia, causa del destierro
8 El Señor se dirigió al profeta Zacarías, y le dijo: 9 «Esto es lo que yo ordeno: Sean ustedes rectos en sus juicios, y bondadosos y compasivos unos con otros. 10 No opriman a las viudas, ni a los huérfanos, ni a los extranjeros, ni a los pobres. No piensen en cómo hacerse daño unos a otros.» 11 Pero el pueblo se negó a obedecer. Todos volvieron la espalda y se hicieron los sordos. 12 Endurecieron su corazón como el diamante, para no escuchar la enseñanza y los mandatos que el Señor todopoderoso comunicó por su espíritu, por medio de los antiguos profetas.
Por eso el Señor se enojó mucho, 13 y dijo: «Así como ellos no quisieron escucharme cuando yo los llamaba, tampoco yo los escucharé cuando ellos me invoquen. 14 Por eso los dispersé como por un torbellino entre todas esas naciones que ellos no conocían, y tras ellos quedó el país convertido en un desierto donde nadie podía vivir. ¡Un país tan hermoso, y ellos lo convirtieron en desolación!»
Promesa del Señor
8 El Señor todopoderoso me dio este mensaje: 2 «Esto es lo que yo, el Señor todopoderoso, digo: Siento por Sión grandes celos, celos furiosos. 3 Y he de volver a Jerusalén, para vivir allí. Entonces Jerusalén será llamada Ciudad Fiel, y el monte del Señor todopoderoso será llamado Monte Santo. 4 Ancianos y ancianas se sentarán de nuevo en las plazas de Jerusalén, apoyado cada cual en su bastón a causa de su mucha edad. 5 Niños y niñas llenarán las plazas de la ciudad y jugarán en ellas. 6 En aquel tiempo todo esto parecerá imposible a los ojos de los que queden de mi pueblo; pero a mí no me lo parecerá. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo: 7 Yo libertaré a mi pueblo del poder del país de oriente y del país de occidente, 8 y lo traeré a Jerusalén para que viva allí. Ellos serán entonces mi pueblo, y yo seré su Dios, con fidelidad y justicia.»
9 Esto dice el Señor todopoderoso: «Esfuércense, ustedes que en estos días han oído las palabras dichas por los profetas, desde el día en que se pusieron los cimientos para la reconstrucción del templo del Señor todopoderoso. 10 Porque hasta estos días no había paga para los hombres ni para las bestias. Y a causa del enemigo, tampoco había paz para los habitantes; y yo había puesto a los unos en contra de los otros. 11 Pero ahora, para los que queden de este pueblo, ya no voy a ser como en los primeros días. Yo, el Señor todopoderoso, lo afirmo. 12 Porque la paz estará sembrada entre ellos. Los viñedos darán su fruto; la tierra, sus productos; y el cielo, su rocío. Y yo les daré todo eso en posesión a los que queden de este pueblo. 13 Y así como ustedes, los de Judá y los de Israel, fueron maldición entre las demás naciones, así yo ahora los salvaré y haré que sean bendición. ¡No tengan miedo! ¡Esfuércense!»
14 Esto dice el Señor todopoderoso: «Yo había decidido castigar a los antepasados de ustedes cuando me hicieron enojar, y mantuve mi decisión. 15 Ahora, en cambio, he decidido hacerles bien a Jerusalén y a Judá. Por lo tanto, no tengan miedo. 16 Esto es lo que siempre deben hacer ustedes: Díganse siempre la verdad unos a otros, juzguen con justicia y procuren la paz en los tribunales; 17 no se hagan daño unos a otros ni juren en falso. Porque yo odio todo eso. Yo, el Señor, lo afirmo.»
18 El Señor todopoderoso se dirigió a mí, y me dijo: 19 «Los ayunos de los meses cuarto, quinto, séptimo y décimo se convertirán en motivo de alegría, en fiestas felices para los descendientes de Judá. ¡Amen ustedes, pues, la verdad y la paz!»
20 Esto dice el Señor todopoderoso: «Todavía han de venir gentes y habitantes de muchas ciudades. 21 Entonces los de una ciudad se dirigirán a los de otra, y les dirán: “¡Vamos a buscar al Señor todopoderoso y a pedirle que nos bendiga!” Y los otros les contestarán: “¡Nosotros también iremos!” 22 Y vendrán a Jerusalén muchos pueblos y naciones numerosas, a buscar al Señor todopoderoso y a pedirle que los bendiga. 23 En aquel tiempo, diez extranjeros de las demás naciones agarrarán por la ropa a un judío, y le dirán: “¡Queremos ir con ustedes, porque hemos oído que Dios está con ustedes!”»
9 Éste es el mensaje que el Señor comunicó contra el país de Hadrac y la ciudad de Damasco: «Las ciudades de Siria pertenecen al Señor, lo mismo que todas las tribus de Israel. 2 También le pertenecen Hamat, vecina de aquellas ciudades, y Tiro y Sidón con toda su cultura. 3 Tiro construyó fortificaciones, y amontonó oro y plata como quien amontona barro. 4 Pero el Señor se lo quitará todo, y echará al mar su riqueza, y quemará por completo la ciudad.
5 »Cuando la ciudad de Ascalón vea esto, se llenará de espanto. Gaza también sufrirá mucho, y las esperanzas de Ecrón quedarán por los suelos. ¡Gaza quedará sin rey, y Ascalón quedará sin habitantes! 6 En Asdod vivirá una raza mezclada, y así humillaré el orgullo de los filisteos. 7 Les quitaré de la boca la carne con sangre que comen, y de entre los dientes, los alimentos prohibidos. Pero de esa gente habrá algunos que quedarán para mí; llegarán a ser parte de Judá, y Ecrón será como los jebuseos. 8 Y yo estaré atento para defender a los míos frente a cualquiera que pase por aquí. El opresor no volverá a oprimirlos, porque ahora yo vigilo con mis propios ojos.»
9 ¡Alégrate mucho, ciudad de Sión!
¡Canta de alegría, ciudad de Jerusalén!
Tu rey viene a ti, justo y victorioso,
pero humilde, montado en un burro,
en un burrito, cría de una burra.
10 Él destruirá los carros de Efraín,
los caballos de Jerusalén
y los arcos de guerra.
Anunciará paz a las naciones
y gobernará de mar a mar,
del Éufrates al último rincón del mundo.
11 Esto dice el Señor:
«Jerusalén, por la sangre de tu alianza,
yo sacaré del pozo sin agua
a tus presos que están en él.
12 ¡Ustedes, cautivos que mantienen la esperanza,
regresen a su fortaleza!
Les digo que voy a darles en bendición
el doble de cuanto tuvieron que sufrir.
13 Pues he tendido mi arco de guerra, que es Judá,
y le he puesto una flecha, que es Efraín.
De ti, Sión, haré una espada,
y levantaré a tus hijos contra los hijos de Grecia.»
14 El Señor se mostrará sobre su pueblo;
disparará sus flechas como rayos.
Dios, el Señor, tocará la trompeta
y avanzará entre las tempestades del sur.
15 El Señor todopoderoso protegerá a los suyos,
y ellos pisotearán las piedras de los honderos
y devorarán a sus enemigos;
beberán su sangre como vino,
se llenarán de ella como un tazón,
como los cuernos del altar.
16 En aquel día, el Señor su Dios
salvará a su pueblo como a un rebaño,
y brillarán los suyos en su propio país
como las piedras preciosas de una corona.
17 ¡Qué bueno, qué hermoso será el país!
Con la abundancia de su trigo y su vino,
nuestros muchachos y muchachas crecerán hermosos.
10 Pídanle al Señor lluvias de primavera,
y el Señor, que produce los relámpagos,
las enviará en abundancia,
y a todos les dará hierba en el campo.
2 La palabra de los ídolos es mentira,
y es falso lo que ven los adivinos.
Sus predicciones son sueños sin sentido,
y sus palabras de consuelo están vacías.
Por eso el pueblo vaga como un rebaño,
y sufre por falta de un pastor.
3 Por eso dice el Señor:
«Mi furor se ha encendido contra los pastores,
y castigaré a los guías de mi pueblo.»
El Señor todopoderoso, que cuida de su rebaño,
de los descendientes de Judá,
hará de ellos su fuerte caballo en la batalla.
4 De ellos saldrán la Piedra Angular,
la Estaca de Tienda y el Arco de Guerra.
De ellos saldrán todos los caudillos.
5 Serán como soldados
que en la batalla pisan el barro de las calles;
lucharán, porque el Señor está con ellos,
y pondrán en vergüenza a los jinetes.
6 Dice el Señor:
«Yo daré fuerzas a los descendientes de Judá
y salvaré a los descendientes de José.
Los guiaré de vuelta a su patria,
porque tengo compasión de ellos.
Volverán a ser como si yo nunca los hubiera rechazado,
pues yo soy el Señor su Dios,
que atiendo sus oraciones.
7 Efraín será como un soldado.
Su corazón se alegrará como con vino,
y al verlo se alegrarán también sus hijos.
¡Su corazón se alegrará a causa del Señor!
8 »Yo los llamaré y los reuniré,
porque los he salvado.
Volverán a ser tan numerosos
como lo fueron en otros tiempos.
9 Yo los dispersé entre las naciones
pero, aun estando lejos, se acordarán de mí,
y un día volverán con sus hijos.
10 Los haré regresar de Egipto,
los traeré de Asiria,
los llevaré a Galaad y al Líbano,
y serán tantos que faltará lugar para ellos.
11 Atravesarán el mar de Egipto,
cuyas olas heriré.
Secaré el Nilo hasta el fondo,
destruiré el orgullo de Asiria
y acabaré con el poder de Egipto.
12 Yo les daré fuerzas,
y avanzarán en mi nombre.
Yo, el Señor, doy mi palabra.»
Dios habla hoy ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1966, 1970, 1979, 1983, 1996.