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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
Dios Habla Hoy (DHH)
Version
Amós 9:11 - Nahúm 3:19

Restauración futura de Israel

11 »El día viene en que levantaré la caída choza de David. Taparé sus brechas, levantaré sus ruinas y la reconstruiré tal como fue en los tiempos pasados, 12 para que lo que quede de Edom y de toda nación que me ha pertenecido vuelva a ser posesión de Israel.» El Señor ha dado su palabra, y la cumplirá.

13 «Vienen días en que todavía se estará cosechando el trigo cuando ya será tiempo de arar el campo, y en que aún no se habrá acabado de pisar las uvas cuando ya será tiempo de sembrar el trigo. Por montes y colinas correrá el vino como agua. 14 Entonces traeré del destierro a mi pueblo Israel. Reconstruirán las ciudades destruidas, y vivirán en ellas; plantarán viñedos, y beberán su vino; sembrarán huertos, y comerán sus frutos. 15 Pues los plantaré en su propia tierra, y nunca más volverán a ser arrancados de la tierra que les di.» Dios el Señor lo afirma.

La humillación de Edom

Profecía que Abdías recibió del Señor por revelación.

Hemos oído un mensaje del Señor;
un mensajero ha ido a las naciones, a decirles:
«¡En marcha! ¡Vamos a la guerra contra Edom!»

Dios el Señor le dice a Edom:

«Voy a hacerte pequeño entre las naciones
y a humillarte en gran manera.
Tu orgullo te ha engañado.
Vives en las grietas de las peñas
y habitas en las alturas,
y por eso has llegado a creer
que nadie puede derribarte.
Pero aunque te eleves como el águila
y pongas tu nido en las estrellas,
de allí te haré caer.»

El Señor afirma:

«Si los ladrones vinieran de noche a robarte,
no se lo llevarían todo;
si vinieran a ti los vendimiadores,
algunos racimos dejarían.
En cambio, tus enemigos
te han destrozado por completo.
¡Cómo te han saqueado, Esaú!
¡Han robado hasta el último de tus tesoros!
Todos tus aliados te engañaron;
te echaron de tu propia tierra.
Aun tus propios amigos
se han puesto en contra tuya,
y tus amigos de confianza te han tendido trampas.
¡Edom no tiene inteligencia!»

El Señor afirma:
«El día en que yo castigue a Edom,
destruiré a todos sus sabios
y quitaré la inteligencia
a los de la región montañosa de Esaú.
Los guerreros de Temán temblarán de miedo,
y en la región montañosa de Esaú
no quedará nadie con vida.

Las culpas de Edom

10 »Quedarás cubierto de vergüenza y destruido para siempre,
por haber maltratado y matado a tu hermano Jacob.
11 Cuando el enemigo saqueó las riquezas de la ciudad,
cuando los soldados extranjeros
rompieron las puertas de Jerusalén,
¡tú te hiciste a un lado!
Cuando se rifaron sus despojos
y se llevaron sus riquezas,
¡tú te portaste como uno de ellos!
12 No debiste alegrarte de ver a tu hermano
en el día de su desgracia,
ni debiste alegrarte de ver a Judá
en el día de su ruina,
ni debiste burlarte de ellos
en el día de su angustia.
13 No debiste entrar en mi ciudad
el día de su sufrimiento,
ni debiste alegrarte de su desgracia
el día de su infortunio,
ni debiste robar sus riquezas
el día de su calamidad.
14 No te debiste parar en las encrucijadas
para matar a los que escapaban,
ni debiste entregar a los que huían
en el día de la angustia.
15 Lo mismo que hiciste con otros, se hará contigo:
¡recibirás tu merecido!

La exaltación de Israel

»Ya está cerca el día del Señor
para todas las naciones.
16 Como fue de amarga la copa que ustedes
bebieron en mi santo monte,
así de amarga será la copa que las demás naciones
beberán sorbo a sorbo;
y desaparecerán por completo.
17 Pero el monte Sión será un lugar santo
adonde algunos lograrán escapar.
Los descendientes de Jacob
recobrarán sus tierras;
18 los descendientes de Jacob y de José
serán fuego y serán llama,
y los de Esaú serán estopa
que aquel fuego devorará completamente.
¡Ninguno de los de Esaú se salvará!
Yo, el Señor, lo he dicho.»

19-20 Los israelitas del Négueb tomarán posesión de la región montañosa de Esaú, y los de la llanura se apoderarán del territorio de los filisteos. También tomarán posesión de las tierras de Efraín y del territorio de Samaria, y los de Benjamín se apoderarán de Galaad. Esta multitud de israelitas desterrados tomará posesión del territorio de los cananeos hasta Sarepta, y los cautivos de Jerusalén que están en Sefarad tomarán posesión de las ciudades del Négueb. 21 Subirán victoriosos al monte Sión para dictar sentencia contra los de la región montañosa de Esaú, y el Señor será quien reine.

Jonás huye de Dios

El Señor se dirigió a Jonás, hijo de Amitai, y le dijo: «Anda, vete a la gran ciudad de Nínive y anuncia que voy a destruirla, porque hasta mí ha llegado la noticia de su maldad.»

Pero Jonás, en lugar de obedecer, trató de huir del Señor, y se fue al puerto de Jope, donde encontró un barco que estaba a punto de salir para Tarsis; entonces compró pasaje y se embarcó para ir allá. Pero el Señor hizo que soplara un viento muy fuerte, y se levantó en alta mar una tempestad tan violenta que parecía que el barco iba a hacerse pedazos. Los marineros estaban llenos de miedo, y cada uno invocaba a su dios. Por fin, para aligerar el barco, echaron toda la carga al mar. Jonás, mientras tanto, había bajado a la bodega del barco, y allí se había quedado profundamente dormido. Entonces el capitán fue a donde estaba Jonás, y le dijo:

—¿Qué haces tú ahí, dormilón? ¡Levántate y clama a tu Dios! Tal vez quiera ocuparse de nosotros y nos ponga a salvo.

Entre tanto, los marineros se decían unos a otros:

—Vamos a echar suertes, para ver quién tiene la culpa de esta desgracia.

Echaron, pues, suertes, y Jonás resultó ser el culpable. Entonces le dijeron:

—Dinos por qué nos ha venido esta desgracia. ¿Qué negocio te ha traído aquí? ¿De dónde vienes? ¿Cuál es tu país? ¿De qué raza eres?

Jonás les contestó:

—Soy hebreo, y rindo culto al Señor, el Dios del cielo, creador del mar y de la tierra.

10-11 Jonás contó a los marineros que él estaba huyendo del Señor, y ellos, al oírlo y al ver que el mar se agitaba más y más, sintieron mucho miedo y le preguntaron:

—¿Por qué has hecho esto? ¿Qué podemos hacer contigo para que el mar se calme?

12 —Pues échenme al mar, y el mar se calmará —contestó Jonás—. Yo sé bien que soy el culpable de que esta tremenda tempestad se les haya venido encima.

13 Los marineros se pusieron a remar con todas sus fuerzas para acercarse a tierra, pero no lo lograron, porque el mar se embravecía cada vez más. 14 Entonces clamaron al Señor y dijeron: «Señor, no nos dejes morir por culpa de este hombre. Y si es inocente, no nos hagas responsables de su muerte, porque tú, Señor, actúas según tu voluntad.»

15 Dicho esto, echaron a Jonás al mar, y el mar se calmó. 16 Al verlo, los marineros sintieron una profunda reverencia por el Señor, y le ofrecieron un sacrificio y le hicieron promesas.

17 (2.1) Entre tanto, el Señor había dispuesto un enorme pez para que se tragara a Jonás. Y Jonás pasó tres días y tres noches dentro del pez.

La oración de Jonás

(2) Entonces Jonás oró al Señor su Dios desde dentro del pez, (3) diciendo:

«En mi angustia clamé a ti, Señor,
y tú me respondiste.
Desde las profundidades de la muerte
clamé a ti, y tú me oíste.
(4) Me arrojaste a lo más hondo del mar,
y las corrientes me envolvieron.
Las grandes olas que tú mandas
pasaban sobre mí.
(5) Llegué a sentirme echado de tu presencia;
pensé que no volvería a ver tu santo templo.
(6) Las aguas me rodeaban por completo;
me cubría el mar profundo;
las algas se enredaban en mi cabeza.
(7) Me hundí hasta el fondo de la tierra;
¡ya me sentía su eterno prisionero!
Pero tú, Señor, mi Dios,
me salvaste de la muerte.
(8) Al sentir que la vida se me iba,
me acordé de ti, Señor;
mi oración llegó a ti en tu santo templo.
(9) Los que siguen a los ídolos
dejan de serte leales;
(10) pero yo, con voz de gratitud,
te ofreceré sacrificios;
cumpliré las promesas que te hice.
¡Sólo tú, Señor, puedes salvar!»

10 (2.1) Entonces el Señor dispuso que el pez vomitara a Jonás en tierra firme.

Nínive se arrepiente

El Señor se dirigió por segunda vez a Jonás, y le dijo: «Anda, vete a la gran ciudad de Nínive y anuncia lo que te voy a decir.»

3-4 Jonás se puso en marcha y fue a Nínive, como el Señor se lo había ordenado. Nínive era una ciudad tan grande que para recorrerla toda había que caminar tres días. Jonás entró en la ciudad y caminó todo un día, diciendo a grandes voces: «¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!»

Los habitantes de la ciudad, grandes y pequeños, creyeron en Dios, proclamaron ayuno y se pusieron ropas ásperas en señal de dolor. Cuando la noticia llegó al rey de Nínive, también él se levantó de su trono, se quitó sus vestiduras reales, se puso ropas ásperas y se sentó en el suelo. Luego, el rey y sus ministros dieron a conocer por toda la ciudad el siguiente decreto: «Que nadie tome ningún alimento. Que tampoco se dé de comer ni de beber al ganado y a los rebaños. Al contrario, vístanse todos con ropas ásperas en señal de dolor, y clamen a Dios con todas sus fuerzas. Deje cada uno su mala conducta y la violencia que ha estado cometiendo hasta ahora; tal vez Dios cambie de parecer y se calme su ira, y así no moriremos.»

10 Dios vio lo que hacía la gente de Nínive y cómo dejaba su mala conducta, y decidió no hacerles el daño que les había anunciado.

A Jonás le cayó muy mal lo que Dios había hecho, y se disgustó mucho. Así que oró al Señor, y le dijo:

—Mira, Señor, esto es lo que yo decía que iba a pasar cuando aún me encontraba en mi tierra. Por eso quise huir de prisa a Tarsis, pues yo sé que tú eres un Dios tierno y compasivo, que no te enojas fácilmente, y que es tanto tu amor que anuncias un castigo y luego te arrepientes. Por eso, Señor, te ruego que me quites la vida. Más me vale morir que seguir viviendo.

Pero el Señor le contestó:

—¿Te parece bien enojarte así?

Jonás salió de la ciudad y acampó al oriente de ella; allí hizo una enramada y se sentó a su sombra, esperando a ver lo que le iba a pasar a la ciudad. Dios el Señor dispuso entonces que una mata de ricino creciera por encima de Jonás, y que su sombra le cubriera la cabeza para que se sintiera mejor. Jonás estaba muy contento con aquella mata de ricino. Pero, al amanecer del día siguiente, Dios dispuso que un gusano picara el ricino, y éste se secó. Cuando el sol salió, Dios dispuso que soplara un viento caliente del este, y como el sol le daba a Jonás directamente en la cabeza, él sintió que se desmayaba, y quería morirse.

—Más me vale morir que seguir viviendo —decía.

Pero Dios le contestó:

—¿Te parece bien enojarte así porque se haya secado la mata de ricino?

—¡Claro que me parece bien! —respondió Jonás—. ¡Estoy que me muero de rabia!

10 Entonces el Señor le dijo:

—Tú no sembraste la mata de ricino, ni la hiciste crecer; en una noche nació, y a la otra se murió. Sin embargo le tienes compasión. 11 Pues con mayor razón debo yo tener compasión de Nínive, esa gran ciudad donde hay más de ciento veinte mil niños inocentes y muchos animales.

Juicio de Dios sobre Samaria

Éste es el mensaje que el Señor dirigió a Miqueas de Moréset y lo que por revelación le comunicó acerca de Samaria y Jerusalén, en el tiempo en que Jotam, Ahaz y Ezequías reinaban en Judá.

Pueblos todos, escuchen esto;
habitantes de todo el país, pongan atención:
El Señor, desde su santo templo,
va a ser testigo contra ustedes.
El Señor saldrá del lugar donde habita
y vendrá caminando sobre las cumbres de los montes.
Debajo de sus pies se fundirán los montes
como cera puesta al fuego,
y los valles se abrirán en dos
como cortados por las aguas de un torrente.
Todo esto por la rebeldía del pueblo de Jacob,
por los pecados del reino de Israel.
¿Dónde está la rebeldía de Jacob?
¡En el pueblo de Samaria!
¿Y dónde los santuarios paganos de Judá?
¡En la misma Jerusalén!

Por eso dice el Señor:
«Haré de la ciudad de Samaria un montón de ruinas,
un campo abierto donde plantar viñedos.
Esparciré por el valle las piedras de la ciudad
y pondré al descubierto sus cimientos.
Todos sus ídolos quedarán hechos pedazos,
y quemados todos sus troncos sagrados.
Puesto que fueron hechos con dinero de prostitutas,
en dinero de prostitutas los convertiré otra vez.»

Lamento de Miqueas

Por eso lloraré con profunda tristeza;
por eso andaré descalzo y desnudo,
aullando como un chacal
y gritando como un pollo de avestruz.
Porque la herida de Samaria es incurable:
ha alcanzado a Judá
y ha llegado hasta Jerusalén,
la ciudad donde vive mi pueblo.
10 No digan esto a los habitantes de Gat;
no se echen a llorar.
Revuélquense de dolor
entre el polvo de Bet-le-afrá.
11 ¡Habitantes de Safir, vayan al destierro,
desnudos y llenos de vergüenza!
¡No saldrán los que viven en Zaanán!
¡Hay llanto en Bet-ésel,
y ustedes van a quedar sin su apoyo!
12 Los que viven en Marot se retuercen de dolor ansiando sentirse bien,
porque el Señor ha hecho que el mal llegue
a las puertas mismas de Jerusalén.
13 Ustedes, habitantes de Laquis,
que fueron rebeldes como Israel,
que fueron la causa del pecado de Sión,
enganchen caballos a sus carros.
14 Despídanse para siempre de Moréset-gat.
La ciudad de Aczib servirá de trampa
a los reyes de Israel.

15 El Señor dice:
«Contra ustedes, los que viven en Maresá,
enviaré de nuevo un conquistador,
y lo más escogido de Israel
irá a meterse en la cueva de Adulam.
16 Y tú, ciudad de Sión,
rápate la cabeza en señal de dolor,
a causa de los hijos que tanto amas.
Rápate hasta quedar calva como un buitre,
porque tus hijos van a ser llevados al destierro.»

El poder de los opresores

¡Ay de aquellos que aun en sus sueños
siguen planeando maldades,
y que al llegar el día las llevan a cabo
porque tienen el poder en sus manos!
Codician terrenos, y se apoderan de ellos;
codician casas, y las roban.
Oprimen al hombre y a su familia,
al propietario y a su herencia.
Por eso dice el Señor:
«Yo también tengo planes contra ustedes.
Voy a enviarles una desgracia
de la que no podrán librar su cuello,
y ya no podrán caminar orgullosamente
porque serán tiempos de desastre.
En aquel día les cantarán a ustedes
canciones en son de lamento. Les dirán:
“Hemos sido completamente destruidos;
nuestro pueblo, propiedad del Señor,
ha cambiado de dueño sin que nadie lo impida;
nuestros campos han sido repartidos
entre nuestros conquistadores.”»
Por eso ustedes no tendrán parte
en el pueblo del Señor.

Los malos profetas

«¡Que no nos vengan con profecías! —dicen ellos.
¡La desgracia no podrá alcanzarnos!»
¿Acaso está maldito el pueblo de Jacob?
¿Es que Dios ha perdido la paciencia?
¿Es así como Dios actúa?
¿Acaso no beneficia su palabra
al que se porta rectamente?
Ustedes se han alzado en contra de mi pueblo.
Les arrebatan las ropas de valor
a los que vuelven de la guerra
pensando que ya están a salvo.
De sus amados hogares
arrojan a las mujeres,
y a sus niños los privan para siempre
del honor que les he dado.
10 ¡Levántense! ¡Caminen!
Éste no es lugar de descanso;
a causa de la corrupción que hay en él,
será destruido completamente.
11 Si alguien inventa mentiras, y dice:
«Yo anuncio vino y licor»,
ése es el profeta ideal para este pueblo.

Dios promete liberar a su pueblo

12 Voy a reunir a todo el pueblo de Jacob;
voy a recoger al pequeño resto de Israel.
Los juntaré como ovejas en el redil,
como rebaño en el pastizal,
y harán el ruido de una multitud.
13 Dios irá abriéndoles camino,
y ellos le seguirán
y saldrán por la puerta de la ciudad.
Su rey, el Señor,
marchará al frente de todos.

Mensaje contra los malos gobernantes

Escuchen ahora, gobernantes y jefes de Israel,
¿acaso no corresponde a ustedes
saber lo que es la justicia?
En cambio, odian el bien y aman el mal;
despellejan a mi pueblo
y le dejan los huesos pelados.
Se comen vivo a mi pueblo;
le arrancan la piel y le rompen los huesos;
lo tratan como si fuera carne para la olla.
Un día llamarán ustedes al Señor,
pero él no les contestará.
En aquel tiempo se esconderá de ustedes
por las maldades que han cometido.

Mensaje contra los profetas engañadores

Mi pueblo sigue caminos equivocados
por culpa de los profetas que lo engañan,
que anuncian paz a quienes les dan de comer
pero declaran la guerra
a quienes no les llenan la boca.
El Señor dice a esos profetas:
«No volverán ustedes a tener
visiones proféticas en la noche
ni a predecir el futuro en la oscuridad.»
El sol se pondrá para esos profetas,
y el día se les oscurecerá.
Esos videntes y adivinos
quedarán en completo ridículo.
Todos ellos se quedarán callados
al no recibir respuesta de Dios.
En cambio, a mí, el espíritu del Señor
me llena de fuerza, justicia y valor,
para echarle en cara a Israel su rebeldía y su pecado.

Ruina de Jerusalén

Escuchen esto ahora, gobernantes y jefes de Israel,
ustedes que odian la justicia
y tuercen todo lo que está derecho,
10 que construyen Jerusalén, la ciudad del monte Sión,
sobre la base del crimen y la injusticia.
11 Los jueces de la ciudad se dejan sobornar,
los sacerdotes enseñan sólo por dinero
y los profetas venden sus predicciones
alegando que el Señor los apoya, y diciendo:
«El Señor está con nosotros;
nada malo nos puede suceder.»
12 Por lo tanto, por culpa de ustedes,
Jerusalén, la ciudad del monte Sión,
va a quedar convertida en barbecho,
en un montón de ruinas,
y el monte del templo se cubrirá de maleza.

El reinado de paz del Señor(A)

En los últimos tiempos quedará afirmado
el monte donde se halla el templo del Señor.
Será el monte más alto;
más alto que cualquier otro monte.
Todas las naciones vendrán a él;
pueblos numerosos llegarán, diciendo:
«Vengan, subamos al monte del Señor,
al templo del Dios de Jacob,
para que él nos enseñe sus caminos
y podamos andar por sus senderos.»
Porque de Sión saldrá la enseñanza del Señor,
de Jerusalén vendrá su palabra.
El Señor juzgará entre las naciones
y decidirá los pleitos de pueblos numerosos,
aun de los más lejanos.
Ellos convertirán sus espadas en arados
y sus lanzas en hoces.
Ningún pueblo volverá a tomar las armas contra otro
ni a recibir instrucción para la guerra.
Todos vivirán entonces sin temor,
y cada cual podrá descansar
a la sombra de su vid y de su higuera.
¡Son las propias palabras del Señor todopoderoso!

Los otros pueblos obedecen a sus propios dioses,
pero nosotros siempre obedeceremos
al Señor nuestro Dios.

El Señor salvará a su pueblo

6-7 Esto afirma el Señor:

«En aquel día reuniré a mis ovejas,
a las que había castigado:
a las impedidas, cansadas y dispersas.
Con ellas, con las que hayan quedado,
haré una nación poderosa.
Yo, el Señor, gobernaré a mi pueblo
desde el monte Sión, ahora y siempre.
Y tú, Jerusalén, torre y fortaleza de Sión,
tú volverás a ser la capital del reino,
la gran señora que antes fuiste.»

Ahora pues, ¿por qué gritas así,
como una mujer con dolores de parto?
¿Acaso porque en ti no hay rey?
¿O porque han muerto tus consejeros?
10 Retuércete y grita, ciudad de Sión,
como una mujer con dolores de parto,
porque tu gente va a salir de ti y tendrá que vivir a campo abierto,
y aun llegará hasta Babilonia.
Pero allí librará el Señor a su pueblo;
lo salvará de sus enemigos.

11 Ahora muchas naciones
se han juntado en contra tuya,
diciendo: «¡Vamos a darnos el gusto
de ver a Jerusalén profanada!»
12 Pero esas naciones no conocen
los pensamientos y los planes de Dios;
no saben que él las va a juntar
como manojos de espigas en la era.

13 tate y trilla, ciudad de Sión!
Porque el Señor dice:
«Yo te daré la fuerza de un toro
de cuernos de hierro y pezuñas de bronce,
para que destroces a muchos pueblos.
Tú les quitarás sus riquezas mal habidas
y me las consagrarás a mí,
al Señor de toda la tierra.»

Restauración de la dinastía de David

(4.14) «Pero ahora, Jerusalén, prepara tu defensa,
porque has sido sitiada
y van a castigar duramente al jefe de Israel.
(1) En cuanto a ti, Belén Efrata,
pequeña entre los clanes de Judá,
de ti saldrá un gobernante de Israel
que desciende de una antigua familia.»
(2) Ahora el Señor deja a los suyos,
pero sólo hasta que dé a luz
la mujer que está esperando un hijo.
Entonces se reunirán con sus compatriotas
los israelitas que están en el destierro.
(3) El rey se levantará para pastorear a su pueblo
con el poder y la majestad del Señor su Dios,
y ellos podrán vivir en paz,
porque el Señor será engrandecido
hasta el último rincón de la tierra.
(4) Él traerá la paz.
Cuando los asirios invadan nuestro país
y entren en nuestros palacios,
enviaremos contra ellos
siete jefes y ocho hombres importantes.
(5) Ellos gobernarán Asiria,
el país de Nimrod, a filo de espada,
y nos librarán de los asirios
que hayan cruzado nuestras fronteras
e invadido nuestra tierra.

Destrucción de los enemigos

(6) Entonces, en medio de muchos pueblos,
los que queden del pueblo de Jacob
serán como el rocío que envía el Señor, como las lluvias que caen sobre la hierba,
que no dependen de la voluntad del hombre.
(7) Entonces, en medio de muchas naciones,
lo que quede del pueblo de Jacob
será como un león entre los animales salvajes,
como un león en un rebaño de ovejas,
que al pasar las desgarra y destroza,
y no deja que ninguna escape con vida.
(8) Así atacarás tú, Señor, y destruirás
a todos tus enemigos.

Fin de la guerra y la idolatría

10 (9) Esto afirma el Señor:

«En aquel día mataré tus caballos
y destruiré tus carros de guerra;
11 (10) convertiré en ruinas tus ciudades
y derribaré todas tus fortalezas;
12 (11) acabaré con tus hechicerías
y te dejaré sin adivinos;
13 (12) destruiré tus ídolos y piedras sagradas,
para que no vuelvas a adorar jamás
a los dioses que tú mismo hiciste.
14 (13) Arrancaré tus árboles sagrados
y destruiré por completo tus ciudades.
15 (14) En mi furor, tomaré venganza
de las naciones que no quisieron obedecerme.»

Pleito de Dios contra Israel

Oigan ustedes ahora lo que dice el Señor:
«¡Levántate y expón tu caso ante los montes,
y que los cerros oigan tu voz!»
Escuchen ustedes, montes
y firmes cimientos de la tierra:
el Señor va a entablar un juicio contra su pueblo,
va a entablar un pleito contra Israel.

Esto dice el Señor:

«Respóndeme, pueblo mío,
¿qué te he hecho o en qué te he molestado?
Yo te saqué de Egipto, librándote de la esclavitud;
yo envié a Moisés, Aarón y María,
para que te dirigieran.
Pueblo mío, recuerda ahora
los planes de Balac, rey de Moab,
y la respuesta que le dio Balaam, hijo de Beor.
Recuerda cuando pasaste de Sitim a Guilgal,
y reconoce las victorias del Señor.»

Lo que el Señor espera del hombre

¿Con qué me presentaré a adorar
al Señor, Dios de las alturas?
¿Me presentaré ante él con becerros de un año,
para ofrecérselos en holocausto?
¿Se alegrará el Señor, si le ofrezco mil carneros
o diez mil ríos de aceite?
¿O si le ofrezco a mi hijo mayor
en pago de mi rebelión y mi pecado?

El Señor ya te ha dicho, oh hombre,
en qué consiste lo bueno
y qué es lo que él espera de ti:
que hagas justicia, que seas fiel y leal
y que obedezcas humildemente a tu Dios.

Mensaje contra el fraude y la mentira

El Señor está llamando a la ciudad,
y es sabio oírle con reverencia:
«Escuchen, pueblo y consejeros de la ciudad:
10 En la casa del malvado hay riquezas mal habidas
y esas medidas falsas que aborrezco.
11 ¿Cómo podré perdonar al que emplea
balanzas alteradas y pesas falsas?
12 Los ricos de esta ciudad son todos opresores;
mentirosos y engañadores todos sus habitantes.
13 Por eso he comenzado a castigarte,
a destruirte por causa de tus pecados.
14 Comerás, pero no quedarás satisfecho,
sino que seguirás sufriendo hambre;
recogerás provisiones, pero no podrás salvar nada,
y aun si algo salvas, haré que la guerra lo destruya.
15 Sembrarás, pero no cosecharás;
molerás aceitunas, pero no aprovecharás el aceite;
pisarás uvas, pero no beberás el vino.
16 Porque has seguido los mandatos y las prácticas
de Omrí y de la familia de Ahab,
y te has portado como ellos lo hicieron.
Por eso yo haré de ti y de tus habitantes
un motivo de horror y de burla,
y la vergüenza de mi pueblo caerá sobre ti.»

La corrupción de Israel

¡Ay de mí! Soy como el que rebusca
después de la cosecha,
y ya no encuentra uvas ni higos,
esos frutos que querría comer.
Ya no quedan en el mundo
hombres rectos ni fieles a Dios;
todos esperan el momento
de actuar con violencia;
los unos a los otros se ponen trampas.
Son maestros en hacer lo malo;
los funcionarios exigen recompensas,
los jueces se dejan sobornar,
los poderosos hacen lo que se les antoja
y pervierten la ciudad.
El mejor de ellos es como un espino;
el más honrado, como una zarza.
Pero viene el día de ajustar las cuentas,
el día que te anunció el centinela.
Entonces reinará la confusión entre ellos.
No creas en la palabra de tu prójimo
ni confíes en ningún amigo;
cuídate aun de lo que hables con tu esposa.
Porque los hijos tratan con desprecio a los padres,
las hijas se rebelan contra las madres,
las nueras contra las suegras
y los enemigos de cada cual son sus propios parientes.
Pero yo esperaré en el Señor;
pondré mi esperanza en Dios mi salvador,
porque él me escuchará.

La victoria definitiva de Israel

Nación enemiga mía, no te alegres de mi desgracia,
pues, aunque caí, voy a levantarme;
aunque me rodee la oscuridad,
el Señor es mi luz.
He pecado contra el Señor,
y por eso soportaré su enojo;
mientras tanto, él juzgará mi causa
y me hará justicia.
El Señor me llevará a la luz,
me hará ver su victoria.
10 También la verá mi enemiga,
y eso la cubrirá de vergüenza.
Ella me decía: «¿Dónde está el Señor tu Dios?»,
pero ahora tendré el gusto de verla
pisoteada como el barro de las calles.

La restauración de Jerusalén

11 Jerusalén, ya viene el día
en que tus muros serán reconstruidos
y tus límites ensanchados.
12 Ya viene el día
en que acudirán a ti de todas partes:
desde Asiria hasta Egipto,
desde el río Nilo hasta el Éufrates,
de mar a mar y de monte a monte.
13 La tierra será convertida en desierto
por culpa de sus habitantes,
como resultado de su maldad.

Oración por la prosperidad del pueblo

14 ¡Cuida, Señor, de tu pueblo,
de las ovejas de tu propiedad,
que están solas en el bosque,
rodeadas de fértiles tierras!
Llévalas, como en tiempos pasados,
a los pastos de Basán y Galaad.
15 Hazles ver maravillas,
como en los días en que los sacaste de Egipto.
16 ¡Que las otras naciones también las vean,
y se cubran de vergüenza
a pesar de todo su poder!
¡Que se queden como mudas y sordas!
17 ¡Que muerdan el polvo como las serpientes
y como los otros reptiles!
¡Que salgan temblando de sus nidos,
y que llenas de miedo recurran
a ti, Señor nuestro Dios!

Dios perdona a su pueblo

18 No hay otro Dios como tú,
porque tú perdonas la maldad
y olvidas las rebeliones
de este pequeño resto de tu pueblo.
Tú nos muestras tu amor
y no mantienes tu enojo para siempre.
19 Ten otra vez compasión de nosotros
y sepulta nuestras maldades.
Arroja nuestros pecados
a las profundidades del mar.
20 ¡Mantén, Señor, la fidelidad y el amor
que en tiempos antiguos prometiste
a nuestros antepasados Abraham y Jacob!

Libro de la profecía que Nahúm de Elcós recibió por revelación. Éste es el mensaje dirigido a la ciudad de Nínive.

El Señor es Dios celoso y vengador:
se venga de los que se le oponen,
y se enoja con sus enemigos.
El Señor es paciente pero poderoso,
y no dejará de castigar al culpable.
El Señor camina sobre la tormenta,
y las nubes son el polvo de sus pies.
Amenaza al mar, y lo seca.
Hace que se sequen todos los ríos.
Los campos de Basán
y el monte Carmelo se marchitan,
y se marchitan también las flores del Líbano.
Ante él tiemblan las montañas;
los cerros se derriten en su presencia.
Toda la tierra se estremece al verlo;
todo el mundo y los que en él viven.
¿Quién podrá mantenerse de pie ante su ira?
¿Quién podrá resistir su enojo?
Su furia se derrama como fuego,
y ante él se parten en dos las peñas.
El Señor es bueno;
es un refugio en horas de angustia:
protege a los que en él confían.
Pero, como inundación que todo lo arrasa,
destruye a los que se le oponen;
la oscuridad alcanzará a sus enemigos.
¿Qué están tramando ustedes en contra del Señor?
¡Él los destruirá por completo!
¡Nadie puede oponérsele dos veces!
10 Pues como espinos enmarañados,
como paja seca, serán quemados por completo.
11 De ti, Nínive, salió el que trama
lo malo en contra del Señor:
un malvado consejero.

12 Por eso dice el Señor a su pueblo:
«Aunque los asirios sean fuertes y numerosos,
serán destruidos y pasarán.
Yo te he hecho sufrir,
pero no te haré sufrir más.
13 Haré pedazos el yugo que tienes encima
y romperé tus cadenas.»

14 El Señor ordenó respecto a ti, rey de Nínive:
«No tendrás descendientes que continúen tu nombre;
del templo de tu dios destruiré
los ídolos y las estatuas,
y allí te voy a enterrar porque eres despreciable.»

Anuncio de la caída de Nínive

15 (2.1) ¡Miren! ¡Ya viene sobre los montes
el mensajero que trae noticias de paz!
Celebra tus fiestas, Judá;
cumple tus promesas.
Nunca más te invadirán los malvados;
han sido destruidos por completo.

(2) Nínive, el destructor marcha contra ti.
¡Monta tu guardia en la fortaleza!
¡Vigila el camino!
¡Cíñete la espada!
¡Reúne tus fuerzas!
(3) Porque el Señor va a restaurar el orgullo de Jacob,
el orgullo de Israel,
como era antes de que lo saquearan
y lo dejaran como vid sin ramas.
(4) Rojo es el escudo de sus guerreros
y rojo el uniforme de su ejército.
¡Están listos para el ataque!
Sus carros parecen de fuego;
sus caballos se impacientan.
(5) Los carros corren con furia por las calles,
van de un lado a otro de las plazas,
son como antorchas encendidas,
pasan como relámpagos.
(6) Llama el rey a sus oficiales,
y ellos se atropellan
al correr a la muralla,
al parapeto ya preparado.
(7) Se abren las compuertas del río,
y el palacio se viene abajo.
(8) Al destierro llevan a la reina;
la acompañan sus criadas,
que gimen como palomas
y lloran golpeándose el pecho.
(9) Como el agua a través de un dique roto,
así huyen los habitantes de Nínive.
«¡Deténganse! ¡Vuelvan!» les gritan,
pero nadie vuelve.
(10) ¡Roben la plata! ¡Roben el oro!
¡Las riquezas de Nínive no tienen fin!

10 (11) Destruida, desierta, desolada,
así está Nínive.
Los corazones se deshacen de miedo,
tiemblan las rodillas,
a todos les faltan las fuerzas
y los rostros pierden el color.
11 (12) ¿Qué queda de la cueva de los leones,
de la guarida de los cachorros de león?
Allí los leones y sus cachorros
se sentían seguros;
no había nadie que los espantara.
12 (13) Mataba el león a su presa,
la repartía entre la leona y sus cachorros,
y llenaba de rapiña sus cuevas.

Destrucción total de Nínive

13 (14) El Señor todopoderoso afirma:
«Aquí estoy contra ti:
voy a quemar tus carros de guerra
y a convertirlos en humo;
voy a matar tus cachorros;
acabaré con el robo que hay en tu tierra,
y no se oirá más la voz de tus mensajeros.»

¡Ay de ti, ciudad sanguinaria,
llena de mentira y violencia;
tu rapiña no tiene fin!
¡Chasquido de látigo,
estruendo de ruedas!
¡Galopar de caballos,
carros que saltan!
¡Carga de caballería!
¡Brillo de espada,
resplandor de lanza!
¡Miles de heridos,
montones de muertos!
¡Cadáveres sin fin!
¡La gente tropieza con ellos!
Y todo por culpa de las prostituciones
de esa ramera llena de gracia y hermosura,
maestra en brujerías,
que con sus prostituciones y hechizos
embaucaba a pueblos y naciones.

El Señor todopoderoso afirma:
«Aquí estoy contra ti:
te voy a levantar el vestido hasta la cara,
para que las naciones te vean desnuda
y los reinos vean tu vergüenza.
Y echaré suciedad sobre ti;
te cubriré de deshonra y haré de ti un espectáculo.
Todos los que te vean
huirán de ti diciendo:
“¡Nínive está destruida!
¿Quién le tendrá compasión?
¿Dónde hallar quien la consuele?”
¿Acaso eres tú mejor que Tebas,
la ciudad junto al río Nilo,
rodeada de muchas aguas,
con el río por barrera y el agua por muralla?
Etiopía y Egipto eran su fortaleza sin límite;
los de Fut, los libios, eran sus aliados.
10 Sin embargo, Tebas fue llevada al destierro;
sus niños fueron estrellados
en las esquinas de las calles;
sobre sus nobles echaron suertes
y sus caudillos fueron encadenados.
11 También a ti te van a emborrachar;
aturdida, te esconderás
buscando refugio de tu enemigo.
12 Todas tus fortalezas son como higueras
cargadas de higos tiernos,
que caen, si la sacuden,
en la boca de quien los come.
13 Tu ejército parece formado de mujeres;
las puertas del país
están abiertas para el enemigo;
el fuego ha destruido tus cerrojos.
14 Prepara agua, para que puedas resistir el sitio;
refuerza tus defensas.
Métete en el lodo,
pisa el barro,
toma el molde de tus ladrillos.
15 Allí te consumirá el fuego,
y la espada, como langosta,
te exterminará por completo.
¡Multiplícate como las langostas!
¡Multiplícate como los saltamontes!
16 Tus comerciantes se hicieron
más numerosos que las estrellas del cielo.
(La langosta cambia de piel y vuela.)
17 Tus guardianes son como langostas;
y los encargados de reclutar tus tropas
son como nubes de insectos:
cuando hace frío, se posan en las paredes;
cuando sale el sol, se van; nadie sabe dónde.

18 »¡Cómo duermen tus pastores,
oh rey de Asiria!
Tus oficiales descansan,
tus tropas andan dispersas por los montes
y no hay quien las reúna.
19 ¡No hay remedio para tu herida;
tu llaga es incurable!
Todos los que oyen de tu desgracia
aplauden de alegría,
pues, ¿quién no sufrió tu maldad sin fin?»

Dios Habla Hoy (DHH)

Dios habla hoy ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1966, 1970, 1979, 1983, 1996.