Bible in 90 Days
7 Por lo tanto, voy a ser para ellos como un león,
como un leopardo que los aceche en el camino.
8 Voy a salir a su encuentro como una osa
que ha perdido sus cachorros,
y les despedazaré el corazón.
Como un león, los devoraré allí mismo;
como una fiera, los destrozaré.
9 Voy a destruirte, Israel,
y nadie podrá evitarlo.
10 Pues ¿dónde está ahora tu rey,
que te salve en todas tus ciudades?
¿Dónde están tus caudillos,
a quienes pediste rey y jefes?
11 Enojado contigo, te di reyes,
y enojado contigo, te los quité.
12 »La maldad de Efraín está anotada;
su pecado ha quedado registrado.
13 A Israel le ha llegado el momento de nacer,
pero es un hijo tan torpe
que ni siquiera es capaz de colocarse
en la debida posición para el parto.
14 ¿Y habré de librarlos del poder del sepulcro?
¿Habré de rescatarlos de la muerte?...
¿Dónde está, muerte, tu poder destructor?
¿Dónde están, sepulcro, tus males?
¡Ya no tendré compasión de esta gente!»
15 Aunque Israel florezca como la hierba,
vendrá el viento del este,
el fuerte viento que sopla del desierto,
y secará y agotará sus fuentes y manantiales.
El enemigo le arrebatará el tesoro de sus ricas joyas.
16 (14.1) El pueblo de Samaria llevará su castigo
por haberse rebelado contra su Dios.
Morirán a filo de espada,
sus niños serán estrellados contra el suelo
y las mujeres embarazadas serán abiertas en canal.
Oseas suplica a Israel que vuelva al Señor
14 (2) ¡Vuélvete, Israel, al Señor tu Dios,
tú que caíste a causa de tu pecado!
2 (3) Vuélvanse al Señor
llevando con ustedes esta oración:
«Perdona toda nuestra maldad
y recibe con benevolencia
las alabanzas que te ofrecemos.
3 (4) Asiria no puede salvarnos,
ni tampoco escaparemos a caballo.
Ya no llamaremos “Dios nuestro”
a nada fabricado por nosotros mismos,
porque solamente en ti, Señor,
el huérfano encuentra compasión.»
El Señor promete nueva vida a Israel
4 (5) Dice el Señor:
«Voy a curarlos de su rebeldía;
voy a amarlos aunque no lo merezcan,
pues ya se ha apartado de ellos mi ira.
5 (6) Voy a ser para Israel como el rocío,
y él dará flores, como los lirios.
Sus raíces serán tan firmes
como el monte Líbano;
6 (7) sus ramas se extenderán
hermosas como las ramas del olivo,
y será su aroma como el de los cedros del Líbano.
7 (8) Israel vivirá de nuevo bajo mi protección;
entonces crecerán como el trigo,
florecerán como la vid
y serán famosos como el vino del Líbano.
8 (9) Efraín dirá: “¿Qué me importan ya los ídolos?”
¡Yo soy quien atiendo y cuido a mi pueblo!
Yo soy como un pino siempre verde,
y en mí encontrará mi pueblo su fruto.»
9 (10) Que los sabios y prudentes
entiendan este mensaje:
Los caminos del Señor son rectos,
y los justos los siguen;
pero los malvados tropiezan en ellos.
Las langostas arruinan las cosechas
1 Éste es el mensaje que el Señor dirigió a Joel, hijo de Petuel.
2 Oigan bien esto, ancianos,
y todos ustedes, habitantes del país.
¿Han visto ustedes nunca cosa semejante?
¿Se vio nunca cosa igual en tiempos de sus padres?
3 Cuéntenlo a sus hijos,
y que ellos lo cuenten a los suyos,
y éstos a los que nazcan después.
4 Todo se lo comieron las langostas:
lo que unas dejaron, otras vinieron y lo devoraron.
5 ¡Ustedes, borrachos, despierten!
¡Échense a llorar, bebedores de vino,
porque aun el jugo de la uva les van a quitar!
6 Pues la langosta, como un ejército fuerte y numeroso,
de dientes de león y colmillos de leona,
ha invadido mi país.
7 Ha destruido nuestros viñedos,
ha destrozado nuestras higueras;
las ha pelado por completo,
hasta dejar blancas sus ramas.
8 Como novia que llora y se viste de luto
por la muerte de su prometido,
9 así lloran los sacerdotes
porque en el templo ya no hay cereales ni vino
para las ofrendas del Señor.
10 Los campos están desolados;
las tierras están de luto.
El trigo se ha perdido,
los viñedos se han secado
y los olivos están marchitos.
11 Ustedes, los que trabajan en campos y viñedos,
lloren entristecidos,
pues se echaron a perder las siembras
y las cosechas de trigo y de cebada.
12 Se han secado los viñedos
y se han perdido las higueras.
Secos quedaron también
los granados, las palmeras, los manzanos
y todos los árboles del campo.
¡Así se ha perdido la alegría de toda la gente!
13 Ustedes, sacerdotes, ministros del altar,
vístanse de ropas ásperas y lloren de dolor,
porque en el templo de su Dios
ya no hay cereales ni vino para las ofrendas.
14 Convoquen al pueblo y proclamen ayuno;
junten en el templo del Señor su Dios
a los ancianos y a todos los habitantes del país,
e invoquen al Señor.
15 ¡Ay, se acerca el día del Señor!
¡Día terrible, que nos trae destrucción
de parte del Todopoderoso!
16 Ante nuestros ojos nos quitaron la comida,
y se acabó la alegría en el templo de nuestro Dios.
17 La semilla murió en el surco,
el trigo se ha perdido
y los graneros están en ruinas.
18 ¡Cómo muge el ganado!
En vano buscan pasto las vacas;
los rebaños de ovejas se están muriendo.
19 ¡A ti clamo, Señor,
pues el fuego ha quemado
la hierba del desierto y los árboles del campo!
20 ¡Aun los animales salvajes claman a ti,
porque se han secado los arroyos
y el fuego quema los pastizales!
2 Toquen la trompeta en el monte Sión;
den el toque de alarma en el santo monte del Señor.
Tiemblen todos los que viven en Judá,
porque ya está cerca el día del Señor:
2 día de oscuridad y tinieblas,
día de nubes y sombras.
El ataque de las langostas
Un ejército fuerte y numeroso
se ha desplegado sobre los montes
como la luz del amanecer.
Nunca antes se vio, ni se verá jamás,
nada que se le parezca.
3 Son como el fuego, que todo lo devora;
que ya quema antes de pasar,
y aun después que ha pasado.
La tierra, que antes de su llegada era un paraíso,
cuando se van parece un desierto.
¡No hay nada que se les escape!
4 Su aspecto es como de caballos, corren como jinetes
5 y su estruendo al saltar sobre los montes
es como el estruendo de los carros de guerra,
como el crujir de las hojas secas que arden en el fuego.
Son como un ejército poderoso
en formación de batalla.
6 La gente tiembla al verlas,
y todas las caras palidecen.
7 Como valientes hombres de guerra,
corren, trepan por los muros
y avanzan de frente,
sin torcer ninguna su camino.
8 No se atropellan unas a otras;
cada una sigue su camino,
y se lanzan entre las flechas
sin romper la formación.
9 Asaltan la ciudad,
corren sobre los muros,
trepan por las casas
y como ladrones se cuelan por las ventanas.
10 La tierra tiembla ante ellas,
el cielo se estremece,
el sol y la luna se oscurecen
y las estrellas pierden su brillo.
11 El Señor, al frente de su ejército,
hace oír su voz de trueno.
Muy numeroso es su ejército;
incontables los que cumplen sus órdenes.
¡Qué grande y terrible es el día del Señor!
No hay quien pueda resistirlo.
La misericordia del Señor
12 «Pero ahora —lo afirma el Señor—,
vuélvanse a mí de todo corazón.
¡Ayunen, griten y lloren!»
13 ¡Vuélvanse ustedes al Señor su Dios,
y desgárrense el corazón
en vez de desgarrarse la ropa!
Porque el Señor es tierno y compasivo,
paciente y todo amor,
dispuesto siempre a levantar el castigo.
14 Tal vez decida no castigarlos a ustedes,
y les envíe bendición:
cereales y vino
para las ofrendas del Señor su Dios.
15 ¡Toquen la trompeta en el monte Sión!
Convoquen al pueblo y proclamen ayuno;
16 reúnan al pueblo de Dios, y purifíquenlo;
reúnan a los ancianos, a los niños
y aun a los niños de pecho.
¡Que hasta los recién casados
salgan de la habitación nupcial!
17 Lloren los sacerdotes, los ministros del Señor,
y digan entre el vestíbulo y el altar:
«Perdona, Señor, a tu pueblo;
no dejes que nadie se burle de los tuyos;
no dejes que otras naciones los dominen
y que los paganos digan:
“¿Dónde está su Dios?”»
18 Entonces el Señor mostró su amor por su país; compadecido de su pueblo, 19 dijo:
«Voy a enviarles trigo, vino y aceite,
hasta que queden satisfechos;
y no volveré a permitir
que los paganos se burlen de ustedes.
20 Alejaré de ustedes las langostas que vienen del norte,
y las echaré al desierto.
Ahogaré su vanguardia en el Mar Muerto
y su retaguardia en el Mediterráneo,
y sus cuerpos se pudrirán y apestarán.
¡Voy a hacer grandes cosas!»
21 Alégrate mucho, tierra, y no tengas miedo,
porque el Señor va a hacer grandes cosas.
22 No tengan miedo, animales salvajes,
pues los pastizales reverdecerán,
los árboles darán su fruto,
y habrá higos y uvas en abundancia.
23 ¡Alégrense ustedes, habitantes de Sión,
alégrense en el Señor su Dios!
Él les ha dado las lluvias en el momento oportuno,
las lluvias de invierno y de primavera,
tal como antes lo hacía.
24 Habrá una buena cosecha de trigo
y gran abundancia de vino y aceite.
25 «Yo les compensaré a ustedes
los años que perdieron
a causa de la plaga de langostas,
de ese ejército destructor
que envié contra ustedes.
26 Ustedes comerán hasta quedar satisfechos,
y alabarán al Señor su Dios,
pues yo hice por ustedes grandes maravillas.
Nunca más quedará mi pueblo cubierto de vergüenza,
27 y ustedes, israelitas, habrán de reconocer
que yo, el Señor, estoy con ustedes,
que yo soy su Dios, y nadie más.
¡Nunca más quedará mi pueblo cubierto de vergüenza!
Viene el espíritu de Dios
28 (3.1) »Después de estas cosas
derramaré mi espíritu sobre toda la humanidad:
los hijos e hijas de ustedes
profetizarán,
los viejos tendrán sueños
y los jóvenes visiones.
29 (3.2) También sobre siervos y siervas
derramaré mi espíritu en aquellos días;
30 (3.3) mostraré en el cielo grandes maravillas,
y sangre, fuego y nubes de humo en la tierra.
31 (3.4) El sol se volverá oscuridad,
y la luna como sangre,
antes que llegue el día del Señor,
día grande y terrible.»
32 (3.5) Pero todos los que invoquen el nombre del Señor
lograrán salvarse de la muerte,
pues en el monte Sión, en Jerusalén,
estará la salvación,
tal como el Señor lo ha prometido.
Los que él ha escogido quedarán con vida.
3 (4.1) «Cuando llegue ese momento —dice el Señor—,
haré que cambie la suerte de Judá y Jerusalén.
2 (4.2) Reuniré a todas las naciones,
las llevaré al valle de Josafat
y allí las juzgaré por lo que hicieron con mi pueblo Israel.
Pues dispersaron a los israelitas por todo el mundo,
y se repartieron mi país.
3 (4.3) Se repartieron mi pueblo echándolo a suertes,
vendieron a los niños y a las niñas,
y luego se gastaron el dinero
en vino y prostitutas.
Juicio del Señor contra las naciones
4 (4.4) »¿Qué quieren ustedes de mí, Tiro, Sidón y Filistea? ¿Quieren vengarse de mí? ¿Quieren cobrarse algo? ¡Pues muy pronto les daré su merecido! 5 (4.5) Ustedes robaron mi plata y mi oro, y se llevaron mis tesoros a sus templos. 6 (4.6) Se llevaron lejos a la gente de Judá, a los habitantes de Jerusalén, y los vendieron como esclavos a los griegos. 7 (4.7) Pero yo voy a sacarlos del lugar donde los vendieron, y voy a hacer que ustedes sufran la misma suerte. 8 (4.8) Venderé sus hijos e hijas a los judíos, para que ellos los vendan a los sabeos, gente de tierras lejanas. Yo, el Señor, lo he dicho.»
9 (4.9) Anuncien esto a las naciones:
¡Declaren la guerra santa!
¡Llamen a los valientes!
¡Que vengan y avancen los guerreros!
10 (4.10) Que hagan espadas de sus azadones
y lanzas de sus hoces,
y que el débil diga: «¡Yo soy fuerte!»
11 (4.11) Todas ustedes, naciones vecinas,
¡dense prisa, vengan a reunirse!
¡Que aun el pacífico se convierta en un guerrero!
12 (4.12) Prepárense las naciones
y acudan al valle de Josafat,
pues allí juzgará el Señor
a todas las naciones vecinas.
13 (4.13) Porque ellos son tan malvados,
córtenlos como a trigo maduro,
pues ya es el tiempo de la cosecha;
aplástenlos como a uvas,
pues ya está todo listo para hacer el vino.
14 (4.14) Hay grandes multitudes en el valle de la Decisión,
porque ya está cerca el día del Señor.
15 (4.15) El sol y la luna se oscurecen
y las estrellas pierden su brillo.
16 (4.16) Cuando el Señor hace oír su voz de trueno
desde el monte Sión, en Jerusalén,
el cielo y la tierra se ponen a temblar.
Pero el Señor es un refugio protector
para los israelitas, que son su pueblo.
Futuro glorioso de Judá
17 (4.17) «Ustedes reconocerán que yo, el Señor su Dios,
vivo en Sión, mi santo monte.
Jerusalén será una ciudad santa:
jamás volverán a conquistarla los extranjeros.
18 (4.18) En aquel día, el vino y la leche
correrán como agua por montes y colinas,
y los arroyos de Judá llevarán agua en abundancia.
De mi templo brotará un manantial
que regará el valle de Sitim.
19 (4.19) Egipto quedará en ruinas,
y Edom será convertido en un desierto,
porque atacaron a los habitantes de Judá
y en su país derramaron sangre inocente.
20-21 (4.20-21) Yo vengaré su muerte; no perdonaré al culpable.
Pero Judá y Jerusalén estarán siempre habitadas,
y yo, el Señor, viviré en el monte Sión.»
1 Éste es el mensaje que Amós, pastor de ovejas del poblado de Tecoa, recibió de parte de Dios acerca de Israel, dos años antes del terremoto, en tiempos de Ozías, rey de Judá, y de Jeroboam, hijo de Joás, rey de Israel.
2 Cuando el Señor hace oír su voz de trueno
desde el monte Sión, en Jerusalén,
las tierras de pastos se marchitan
y se reseca la cumbre del Carmelo.
Juicios sobre las naciones vecinas
3 Así dice el Señor:
«Los de Damasco han cometido tantas maldades
que no dejaré de castigarlos;
pues trillaron a los de Galaad con trillos de hierro.
4 Por eso pondré fuego a la casa real de Hazael,
y ese fuego destruirá los palacios de Ben-hadad.
5 Abriré a la fuerza las puertas de Damasco;
destruiré al que reina en Bicat-avén
y al que gobierna en Bet-edén,
y los sirios serán llevados cautivos a Quir.»
Lo dice el Señor.
6 Así dice el Señor:
«Los de Gaza han cometido tantas maldades
que no dejaré de castigarlos;
pues se llevaron cautivo a todo un pueblo
y lo vendieron en Edom como esclavo.
7 Por eso pondré fuego a los muros de Gaza,
y ese fuego destruirá sus palacios.
8 Destruiré al que reina en Asdod
y al que gobierna en Ascalón.
¡Con todo mi poder me lanzaré contra Ecrón,
y hasta el último filisteo morirá!»
Lo dice el Señor.
9 Así dice el Señor:
«Los de Tiro han cometido tantas maldades
que no dejaré de castigarlos;
pues entregaron cautivo al poder de Edom
a todo un pueblo con el que tenían una alianza de hermanos.
10 Por eso pondré fuego a los muros de Tiro,
y ese fuego destruirá sus palacios.»
11 Así dice el Señor:
«Los de Edom han cometido tantas maldades
que no dejaré de castigarlos;
pues, espada en mano y sin compasión,
persiguieron a sus hermanos israelitas.
Dieron rienda suelta a su enojo,
y su odio fue implacable.
12 Por eso pondré fuego a Temán,
y ese fuego destruirá los palacios de Bosrá.»
13 Así dice el Señor:
«Los de Amón han cometido tantas maldades
que no dejaré de castigarlos;
pues, en su afán de agrandar su territorio,
abrieron en canal a las mujeres embarazadas de la región de Galaad.
14 Por eso pondré fuego a los muros de Rabá,
y ese fuego destruirá sus palacios
entre clamores de batalla
y estruendo de día tempestuoso.
15 Y su rey marchará al destierro,
junto con todos sus hombres importantes.»
Lo dice el Señor.
2 Así dice el Señor:
«Los de Moab han cometido tantas maldades
que no dejaré de castigarlos;
pues quemaron los huesos del rey de Edom
hasta convertirlos en ceniza.
2 Por eso pondré fuego a la región de Moab,
y ese fuego destruirá los palacios de Queriot;
y entre clamores de batalla
y toques de trompeta,
los moabitas morirán.
3 ¡Quitaré al rey de en medio de su pueblo;
lo mataré, y con él a sus hombres importantes!»
Lo dice el Señor.
4 Así dice el Señor:
«Los de Judá han cometido tantas maldades
que no dejaré de castigarlos;
pues rechazaron las enseñanzas del Señor
y no obedecieron sus leyes,
sino que adoraron a los mismos ídolos
que sus padres habían adorado.
5 Por eso pondré fuego a Judá,
y ese fuego destruirá los palacios de Jerusalén.»
Juicio sobre Israel
6 Así dice el Señor:
«Los de Israel han cometido tantas maldades
que no dejaré de castigarlos;
pues venden al inocente por dinero
y al pobre por un par de sandalias.
7 Oprimen y humillan a los pobres,
y se niegan a hacer justicia a los humildes.
El padre y el hijo se acuestan con la misma mujer,
profanando así mi santo nombre.
8 Tendidos sobre ropas que recibieron en prenda,
participan en comidas en honor de los ídolos;
con dinero de multas injustas compran vino,
que beben en el templo de su dios.
9 Yo, sin embargo, para abrirles paso a ustedes,
destruí a los amorreos;
los destruí por completo,
aunque eran altos como cedros y fuertes como robles.
10 Pero a ustedes los saqué de Egipto,
y los conduje cuarenta años por el desierto
para darles la tierra de ellos.
11 Y no pueden negar, israelitas, que de entre ustedes
a algunos los hice profetas y a otros nazareos.»
El Señor lo afirma.
12 «Pero ustedes obligaron a los nazareos a beber vino,
y prohibieron a los profetas que hablaran en mi nombre.
13 Pues bien, yo haré crujir la tierra
bajo los pies de ustedes,
como cruje una carreta cargada de trigo.
14 Por mucho que corran, no escaparán;
al más fuerte le faltarán las fuerzas,
y no se salvará ni el más valiente.
15 El arquero no resistirá, y no se salvarán
ni el que corra con pies ligeros
ni el que huya a caballo.
16 Ese día, hasta el más valiente de los guerreros
se despojará de sus armas para poder huir.»
El Señor lo afirma.
La tarea del profeta
3 Israelitas, oigan lo que dice el Señor al pueblo que sacó de Egipto:
2 «Sólo a ustedes he escogido
de entre todos los pueblos de la tierra.
Por eso habré de pedirles cuentas
de todas las maldades que han cometido.»
3 Si dos caminan juntos, es porque están de acuerdo;
4 si el león ruge en la selva, es porque ha hecho una presa;
si el cachorro gruñe en la cueva, es porque ha capturado algo;
5 si un pájaro cae al suelo, es porque había una trampa;
si la trampa salta del suelo, es porque algo ha atrapado;
6 si la trompeta suena en la ciudad, la gente se alarma;
si algo malo pasa en la ciudad, es porque el Señor lo ha mandado.
7 Nunca hace nada el Señor
sin revelarlo a sus siervos los profetas.
8 ¿Quién no tiembla de miedo, si el león ruge?
¿Quién no habla en nombre del Señor, si él lo ordena?
Destrucción de Samaria
9 Proclamen ustedes en los palacios de Asdod
y en los palacios de Egipto:
«Vengan a los montes de Samaria;
vean los desórdenes que hay en ella
y la violencia que allí se sufre.»
10 El Señor afirma:
«Ellos no saben actuar con rectitud;
guardan en sus palacios lo que robaron con violencia.»
11 Por tanto, así dice Dios el Señor:
«Un enemigo rodeará el país,
derribará tu fortaleza
y saqueará tus palacios.»
12 Así dice el Señor:
«Como el pastor salva de la boca del león
dos patas o la punta de una oreja,
así escaparán los israelitas
que viven en Samaria,
esos que se recuestan en lujosos divanes de Damasco.»
13 El Señor, el Dios todopoderoso, afirma:
«Oigan ustedes y den testimonio contra el pueblo de Jacob,
14 pues el día en que yo pida cuentas a Israel por sus pecados,
destruiré los altares de Betel;
los cuernos del altar serán cortados
y caerán a tierra.
15 Destruiré las casas de invierno y de verano,
pondré fin a las casas de marfil
y arruinaré los grandes palacios.»
El Señor lo afirma.
4 Escuchen esto, vacas de Basán,
damas de Samaria,
que oprimen a los pobres
y maltratan a los necesitados,
que ordenan a sus maridos
traerles vino para beber.
2 Dios el Señor juró por su santidad:
«Vienen días en que a ustedes
se las llevarán con ganchos,
y sus hijos serán enganchados con anzuelos.
3 Tendrán que salir por las brechas, en fila,
y las echarán al monte Hermón.»
El Señor lo afirma.
Una exhortación irónica
4 «Vayan a Betel, y a Guilgal;
¡pequen, aumenten sus rebeliones!
Lleven sus sacrificios por la mañana
y sus diezmos cada tercer día.
5 Quemen panes sin levadura en ofrenda de gratitud,
y anuncien por todas partes sus ofrendas voluntarias,
ya que eso es lo que a ustedes les encanta.»
El Señor lo afirma.
A pesar del castigo, Israel no aprende
6 «Yo hice que ustedes pasaran hambre
en todas sus ciudades;
yo hice que les faltara comida
en todos sus poblados,
¡pero ustedes no se volvieron a mí!»
El Señor lo afirma.
7 «También hice que les faltara la lluvia
durante tres meses antes de la cosecha.
En una ciudad hice llover y en otra no;
en un campo llovió y otro se secó por falta de agua;
8 de ciudad en ciudad iba la gente en busca de agua,
y no encontraban bastante para calmar su sed,
¡pero ustedes no se volvieron a mí!»
El Señor lo afirma.
9 «Los azoté con vientos calurosos y con plagas,
hice que se marchitaran sus huertos y sus viñedos,
la langosta se comió sus higueras y sus olivos,
¡pero ustedes no se volvieron a mí!»
El Señor lo afirma.
10 «Les mandé una plaga como las que mandé sobre Egipto;
hice que sus jóvenes murieran en los campos de batalla
y dejé que el enemigo se adueñara de sus caballos;
les hice oler la peste de los muertos en los campamentos,
¡pero ustedes no se volvieron a mí!»
El Señor lo afirma.
11 «Los destruí con una catástrofe
como la que mandé sobre Sodoma y Gomorra;
parecían una brasa sacada del fuego,
¡pero ustedes no se volvieron a mí!»
El Señor lo afirma.
12 «Por eso, Israel, voy a hacer lo mismo contigo;
y porque voy a hacerlo,
¡prepárate para encontrarte con tu Dios!»
13 El Señor, el que forma las montañas y crea el viento,
el que da a conocer sus planes al hombre,
el que convierte la luz en oscuridad,
el que recorre las regiones más altas de la tierra,
el Señor, el Dios todopoderoso: ése es su nombre.
Llamado a volverse a Dios
5 Oigan mis palabras, israelitas;
escuchen el lamento que entono contra ustedes:
2 La bella y pura Israel ha caído;
cayó para no levantarse más.
Quedó tendida sobre su propio suelo,
y no hay quien la levante.
3 Así dice Dios el Señor a los israelitas:
«Si una ciudad manda mil hombres a la guerra,
sólo cien volverán con vida;
y si una ciudad manda cien,
sólo diez regresarán.»
4 Así dice el Señor a los israelitas:
«Acudan a mí, y vivirán.
5 No acudan a Betel,
no vayan a Guilgal
ni pasen por Beerseba,
porque Guilgal irá sin remedio al destierro
y Betel quedará convertida en ruinas.»
6 Acudan al Señor, y vivirán;
de otro modo él enviará fuego sobre el reino de Israel,
y no habrá en Betel quien lo apague.
7 ¡Ay de ustedes, que convierten la justicia en amargura
y arrojan por los suelos el derecho!
8-9 El Señor, que hizo las Pléyades y el Orión,
es quien convierte la noche en día
y el día en noche oscura;
quien llama a las aguas del mar
y las derrama sobre la tierra;
quien desencadena la ruina sobre la fortaleza
y la hace llegar sobre la fortificación.
El Señor, ése es su nombre.
10 ¡Ay de ustedes, que odian al defensor de la justicia
y detestan al testigo honrado!
11 Puesto que pisotean al pobre
y le cobran impuestos de trigo,
no podrán vivir en las casas de piedra que han construido,
ni beberán el vino de los viñedos que han plantado.
12 Yo conozco sus muchas maldades
y sus pecados sin fin:
oprimen al justo, reciben soborno
y en los tribunales hacen que el pobre pierda su causa.
13 Por eso el que es sabio se calla,
porque el tiempo es malo.
14 Busquen el bien y no el mal, y vivirán;
así será verdad lo que ustedes dicen:
que el Señor, el Dios todopoderoso, está con ustedes.
15 ¡Odien el mal! ¡Amen el bien!
Asegúrense de que en los tribunales se haga justicia;
quizá entonces el Señor, el Dios todopoderoso,
tendrá piedad de los sobrevivientes de Israel.
16 Así dice el Señor, el Dios todopoderoso:
«En todas las plazas habrá llanto,
en todas las calles habrá gritos de dolor.
Llamarán al duelo a los campesinos,
y a los llorones profesionales al llanto.
17 En todos los viñedos llorarán
cuando yo venga a castigarlos.»
Lo dice el Señor.
18 ¡Ay de los que ansían que llegue el día del Señor!
¿Saben cómo va a ser para ustedes ese día?
Será día de oscuridad, y no de luz.
19 Será como cuando uno huye de un león
y se topa con un oso,
o como cuando uno entra en su casa,
se apoya en la pared,
y lo muerde una culebra.
20 Sí, el día del Señor será de oscuridad, y no de luz;
de densa oscuridad, sin claridad ninguna.
21 «Odio y desprecio las fiestas religiosas que ustedes celebran;
me disgustan sus reuniones solemnes.
22 No quiero los holocaustos que ofrecen en mi honor,
ni sus ofrendas de cereales;
no aceptaré los gordos becerros
de sus sacrificios de reconciliación.
23 ¡Alejen de mí el ruido de sus cantos!
¡No quiero oír el sonido de sus arpas!
24 Pero que fluya como agua la justicia,
y la honradez como un manantial inagotable.
25 »Israelitas, ¿acaso en los cuarenta años del desierto me ofrecieron ustedes sacrificios y ofrendas? 26 Ahora, sin embargo, tendrán que cargar con su rey Sicut y su estrella Quiiún, imágenes de dioses que ustedes mismos se han hecho. 27 Los lanzaré a ustedes al destierro, más allá de Damasco.» Lo dice el Señor, el Dios todopoderoso. Ése es su nombre.
Destrucción de Israel
6 »¡Ay de los que llevan una vida fácil en Sión!
¡Ay de los que viven confiados en Samaria,
los jefes de la nación más importante,
a quienes recurren los israelitas!
2 Vayan a Calné, y vean;
de allí pasen a Hamat la grande,
y bajen a Gat de los filisteos.
¿Son acaso ustedes mejores que esos países?
¿Es el país de ustedes mejor que el de ellos?
3 Ustedes no quieren pensar en el día malo,
pero están atrayendo el imperio de la violencia.
4 Recostados en lujosos divanes de marfil,
se tienden a sus anchas en sus fiestas;
banquetean con corderitos y gordos becerros;
5 tocan la flauta sin ton ni son;
imitan a David, inventando instrumentos musicales;
6 beben vino en grandes copas,
usan los más finos perfumes,
¡y nada les importa la ruina del país!
7 Ustedes serán los primeros en ir al destierro,
y se acabará el alboroto de sus banquetes.»
8 El Señor ha jurado por sí mismo; el Señor, el Dios todopoderoso, lo afirma:
«Odio el orgullo del pueblo de Jacob;
aborrezco sus palacios;
entregaré la ciudad al enemigo,
junto con todo lo que hay en ella.»
9 Entonces, si quedan diez hombres en una casa, los diez morirán. 10 Tan grande será el terror que, cuando alguien levante el cadáver de un pariente para sacarlo de la casa, le dirá a otro pariente que ande adentro: «¿Hay alguien más contigo?» «No», responderá el otro. Y dirá el primero: «¡Cállate, no sea que pronuncies el nombre del Señor!» 11 Porque el Señor va a ordenar su castigo sobre las casas grandes y sobre las pequeñas, y todas quedarán completamente en ruinas.
12 ¿Pueden los caballos trepar por las peñas?
¿Acaso se puede arar en el mar?
¡Pues ustedes han convertido la justicia en veneno
y el fruto de la justicia en amargura!
13 Ustedes se alegran falsamente, y dicen:
«Con nuestra propia fuerza hemos adquirido poder.»
14 Pues fíjense bien, israelitas;
el Señor, el Dios todopoderoso, afirma:
«Yo levantaré contra ustedes una nación
que los oprimirá por completo,
desde el extremo norte hasta el extremo sur.»
Visión de las langostas
7 Esto me mostró el Señor: Cuando apenas comenzaba a brotar la siembra tardía, la que se hace después de la cosecha del rey, vi al Señor creando langostas. 2 Y cuando las langostas ya estaban comiéndose hasta la última hierba, dije:
—¡Señor, perdónanos! ¿Cómo va a resistir tu pueblo Jacob, si es tan pequeño?
3 Entonces el Señor desistió de su propósito, y dijo:
—¡Eso no va a suceder!
Visión del fuego
4 Esto me mostró el Señor: Le vi enviar como castigo un fuego abrasador, que secó por completo el gran mar profundo y que estaba acabando también con los campos. 5 Yo dije:
—¡Deténte, Señor, por favor! ¿Cómo va a resistir tu pueblo Jacob, si es tan pequeño?
6 Entonces el Señor desistió de su propósito, y dijo:
—¡Tampoco esto va a suceder!
Visión de la plomada
7 El Señor me mostró también esto: Estaba él junto a un muro, y tenía en la mano una plomada de albañil. 8 Y me preguntó:
—¿Qué ves, Amós?
—Una plomada de albañil —respondí.
Entonces me dijo:
—Pues con esta plomada de albañil voy a ver cómo es de recta la conducta de mi pueblo Israel. No le voy a perdonar ni una vez más. 9 Los santuarios de Isaac serán destruidos, y los templos de Israel quedarán en ruinas. ¡Alzaré la espada contra la familia de Jeroboam!
Amós se enfrenta a Amasías
10 Amasías, sacerdote de Betel, mandó decir a Jeroboam, rey de Israel: «Amós anda entre la gente de Israel, conspirando contra Su Majestad. El país ya no puede soportar que siga hablando. 11 Porque anda por ahí diciendo: “Jeroboam morirá a filo de espada, y todo el pueblo de Israel será llevado al destierro.”»
12 Luego, Amasías le ordenó a Amós:
—¡Largo de aquí, profeta! Si quieres ganarte la vida profetizando, vete a Judá; 13 pero no profetices más en Betel, porque es santuario del rey y templo principal del reino.
14 Pero Amós le contestó:
—Yo no soy profeta, ni pretendo serlo. Me gano la vida cuidando ovejas y recogiendo higos silvestres, 15 pero el Señor me quitó de andar cuidando ovejas, y me dijo: “Ve y habla en mi nombre a mi pueblo Israel.” 16 Por lo tanto, oye la palabra del Señor. Esto es lo que tú dices: “No hables nada en nombre de Dios contra Israel, ni digas nada contra los descendientes de Isaac.” 17 Pero esto es lo que dice el Señor: “Tu mujer se prostituirá en plena ciudad, y tus hijos e hijas morirán a filo de espada; tus tierras serán repartidas en sorteo; tú mismo morirás en tierra de paganos, y los israelitas serán llevados cautivos, lejos de su tierra.”
La cesta de fruta madura
8 Esto me mostró Dios el Señor: Había una cesta de fruta madura, 2 y él me preguntó:
—¿Qué ves, Amós?
—Una cesta de fruta madura —respondí.
Y me dijo el Señor:
—Ya Israel está maduro; no le voy a perdonar ni una vez más. 3 Ese día los cantos del palacio se volverán lamentos. Mucha gente morirá, y en silencio serán arrojados fuera sus cadáveres. El Señor lo afirma.
Se acerca el juicio de Israel
4 Oigan esto, ustedes que oprimen a los humildes y arruinan a los pobres del país; 5 ustedes que dicen: «¿Cuándo pasará la fiesta de la luna nueva, para que podamos vender el trigo? ¿Cuándo pasará el sábado, para que vendamos el grano a precios altos y usando medidas con trampa y pesas falsas? 6 ¡Arruinaremos a los pobres hasta que ellos mismos se nos vendan como esclavos para pagar sus deudas, aunque sólo deban un par de sandalias! ¡Venderemos hasta el desecho del trigo!» 7 El Señor ha jurado por la gloria de Jacob: «Nunca olvidaré lo que han hecho.»
8 ¿Y no habrá de temblar la tierra por todo esto?
¿No habrán de llorar todos sus habitantes?
¡La tierra subirá y bajará,
como suben y bajan las aguas del Nilo!
9 «Ese día —afirma el Señor—,
haré que se oculte el sol al mediodía,
y en pleno día cubriré de oscuridad la tierra.
10 Cambiaré las fiestas en llanto por los muertos,
y los cantos en lamentos fúnebres;
haré que ustedes se vistan de luto,
y que se rapen la cabeza en señal de dolor.
Llorarán como el que ha perdido a su único hijo,
y todo acabará en amargura.
11 Vienen días —afirma el Señor—
en los cuales mandaré hambre a la tierra;
no hambre de pan, ni sed de agua,
sino hambre de oír la palabra del Señor.
12 La gente andará errante,
buscando la palabra del Señor;
irán de un mar al otro mar,
y desde el norte y hasta el oriente,
pero no podrán encontrarla.
13 Hermosas muchachas y valientes muchachos
se desmayarán de sed ese día.
14 Los que juran por los ídolos de Samaria;
los que dicen: “Por vida de tu dios, oh Dan”,
“Por vida de los dioses de Beerseba”,
caerán para no levantarse más.»
Nadie escapa al juicio del Señor
9 Vi al Señor, que estaba junto al altar y me decía:
«Golpea los capiteles hasta que tiemblen los umbrales;
¡que caigan hechos pedazos sobre la gente!
A quienes queden vivos, los mataré a filo de espada:
aunque traten de huir, ni uno solo se salvará;
2 aunque se escondan en las profundidades de la tierra,
de allí los sacaré;
aunque suban a las alturas de los cielos,
de allí los haré bajar.
3 Si se esconden en la cumbre del monte Carmelo,
aun allá los iré a buscar;
si se esconden de mí en el fondo del mar,
mandaré al monstruo marino que vaya y los destroce;
4 y si van al destierro, llevados por sus enemigos,
mandaré a la espada que vaya y los mate.
¡Para mal, y no para bien,
los tendré siempre a la vista!»
5 El Señor, el Dios todopoderoso,
toca la tierra, y la tierra se derrite
y lloran todos sus habitantes.
La tierra sube y baja,
como suben y bajan las aguas del Nilo.
6 El Señor ha puesto su habitación en el cielo
y la bóveda celeste sobre la tierra;
él llama a las aguas del mar
y las derrama sobre la tierra.
El Señor, ése es su nombre.
7 Esto afirma el Señor:
«Israelitas, para mí no hay diferencia
entre ustedes y los etiopes.
Así como los traje a ustedes de Egipto,
así traje también de Creta a los filisteos
y de Quir a los arameos.»
8 El Señor mira este reino pecador, y dice:
«Lo voy a borrar de la tierra,
pero no destruiré por completo la casa de Jacob.
Yo, el Señor, lo afirmo.
9 Voy a ordenar que la casa de Israel sea zarandeada
como se zarandea el trigo en una criba,
sin que un solo grano caiga a tierra.
10 Todos los pecadores de mi pueblo
morirán a filo de espada;
todos los que dicen: “Nada de eso nos pasará;
el mal no va a alcanzarnos.”
Dios habla hoy ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1966, 1970, 1979, 1983, 1996.