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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
Dios Habla Hoy (DHH)
Version
Job 42 - Salmos 24

Job reconoce la sabiduría de Dios

Job

42 Yo sé que tú lo puedes todo
y que no hay nada que no puedas realizar.
¿Quién soy yo para dudar de tu providencia,
mostrando así mi ignorancia?
Yo estaba hablando de cosas que no entiendo,
cosas tan maravillosas que no las puedo comprender.
Tú me dijiste: «Escucha, que quiero hablarte;
respóndeme a estas preguntas.»
Hasta ahora, sólo de oídas te conocía,
pero ahora te veo con mis propios ojos.
Por eso me retracto arrepentido,
sentado en el polvo y la ceniza.

Dios devuelve la prosperidad a Job

Después que el Señor dijo estas cosas a Job, dijo también a Elifaz: «Estoy muy enojado contigo y con tus dos amigos, porque no dijeron la verdad acerca de mí, como lo hizo mi siervo Job. Tomen ahora siete toros y siete carneros y vayan a ver a mi siervo Job, y ofrézcanlos como holocausto por ustedes. Mi siervo Job orará por ustedes, y yo aceptaré su oración y no les haré ningún daño, aunque se lo merecen por no haber dicho la verdad acerca de mí, como lo hizo mi siervo Job.»

Elifaz, Bildad y Sofar fueron e hicieron lo que el Señor les ordenó, y el Señor aceptó la oración de Job.

10 Después que Job oró por sus amigos, Dios le devolvió su prosperidad anterior, y aun le dio dos veces más de lo que antes tenía. 11 Entonces fueron a visitarlo todos sus hermanos, hermanas y amigos, y todos sus antiguos conocidos, y en su compañía celebraron un banquete en su casa. Le ofrecieron sus condolencias y lo consolaron por todas las calamidades que el Señor le había enviado, y cada uno de ellos le dio una cantidad de dinero y un anillo de oro.

12 Dios bendijo a Job en sus últimos años más abundantemente que en los anteriores. Llegó a tener catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas. 13 También tuvo catorce hijos y tres hijas. 14 A la mayor la llamó Jemimá, a la segunda, Quesiá y a la tercera, Queren-hapuc. 15 No había en todo el mundo mujeres tan bonitas como las hijas de Job. Su padre las hizo herederas de sus bienes, junto con sus hermanos.

16-17 Después de esto, Job vivió ciento cuarenta años, y murió a una edad muy avanzada, llegando a ver a sus hijos, nietos, bisnietos y tataranietos.

Felicidad verdadera

Feliz el hombre
que no sigue el consejo de los malvados,
ni va por el camino de los pecadores,
ni hace causa común con los que se burlan de Dios,
sino que pone su amor en la ley del Señor
y en ella medita noche y día.
Ese hombre es como un árbol
plantado a la orilla de un río,
que da su fruto a su tiempo
y jamás se marchitan sus hojas.
¡Todo lo que hace, le sale bien!

Con los malvados no pasa lo mismo,
pues son como paja que se lleva el viento.
Por eso los malvados caerán bajo el juicio de Dios
y no tendrán parte en la comunidad de los justos.
El Señor cuida el camino de los justos,
pero el camino de los malos lleva al desastre.

Tú eres mi hijo

¿Por qué se alborotan los pueblos paganos?
¿Por qué hacen planes sin sentido?
Los reyes y gobernantes de la tierra
se rebelan, y juntos conspiran
contra el Señor y su rey escogido.
Y gritan:
«¡Vamos a quitarnos sus cadenas!
¡Vamos a librarnos de sus ataduras!»

El Señor, el que reina en el cielo,
se ríe de ellos;
luego, enojado, los asusta;
lleno de furor les dice:
«Ya he consagrado a mi rey sobre Sión, mi monte santo.»

Voy a anunciar la decisión del Señor:
él me ha dicho: «Tú eres mi hijo;
yo te he engendrado hoy.
Pídeme que te dé las naciones como herencia
y hasta el último rincón del mundo en propiedad,
y yo te los daré.
Con cetro de hierro destrozarás a los reyes;
¡los harás pedazos como a ollas de barro!»

10 Reyes y gobernantes de la tierra, entiendan esto,
¡aprendan bien esta lección!
11-12 Adoren al Señor con alegría y reverencia;
inclínense ante él con temblor,
no sea que se enoje
y ustedes mueran en el camino,
pues su furor se enciende fácilmente.

¡Felices los que buscan protección en él!

Oración pidiendo la ayuda del Señor

(1) Salmo de David, cuando huía de su hijo Absalón.

(2) Señor,
muchos son mis enemigos,
muchos son los que se han puesto en contra mía,
(3) ¡muchos son los que dicen de mí:
«Dios no va a salvarlo»!
(4) Pero tú, Señor,
eres mi escudo protector,
eres mi gloria,
eres quien me reanima.

(5) A gritos pido ayuda al Señor
y él me contesta desde su monte santo.
(6) Me acuesto y duermo, y vuelvo a despertar,
porque el Señor me da su apoyo.
(7) No me asusta ese enorme ejército
que me rodea dispuesto a atacarme.

(8) ¡Levántate, Señor!
¡Sálvame, Dios mío!
Tú golpearás en la cara a mis enemigos;
¡les romperás los dientes a los malvados!
(9) Tú, Señor, eres quien salva;
¡bendice, pues, a tu pueblo!

Plena confianza en el Señor

(1) Del maestro de coro, con instrumentos de cuerda. Salmo de David.

(2) Dios y defensor mío,
¡contéstame cuando te llame!
Tú, que en mi angustia me diste alivio,
¡ten compasión de mí y escucha mi oración!

(3) Ustedes, que se creen grandes señores,
¿hasta cuándo ofenderán mi honor?,
¿hasta cuándo desearán y buscarán
lo que no tiene sentido,
lo que sólo es falsedad?
(4) Sepan que el Señor prefiere al hombre que le es fiel;
sepan que el Señor me escucha cuando lo llamo.
(5) ¡Tiemblen y no pequen más!
Ya acostados, y en silencio,
examinen su propia conciencia;
(6) ofrezcan sacrificios sinceros
y confíen en el Señor.

(7) Muchos dicen: «¿Quién nos mostrará la dicha?»
¡Señor, míranos con buenos ojos!
(8) Tú has puesto en mi corazón más alegría
que en quienes tienen trigo y vino en abundancia.

(9) Yo me acuesto tranquilo y me duermo en seguida,
pues tú, Señor, me haces vivir confiado.

Comenzando el día con Dios

(1) Del maestro de coro, para flautas. Salmo de David.

(2-3) Señor, Rey mío y Dios mío,
escucha mis palabras,
atiende a mis gemidos,
oye mis súplicas,
pues a ti elevo mi oración.

(4) De mañana escuchas mi voz;
muy temprano te expongo mi caso,
y quedo esperando tu respuesta.
(5) No eres tú un Dios que se complace en lo malo;
los malvados no pueden vivir a tu lado,
(6) ni en tu presencia hay lugar para los orgullosos.
Tú odias a los malhechores,
(7) destruyes a los mentirosos y rechazas a los traidores y asesinos.
(8) En cambio yo, por tu gran amor,
puedo entrar en tu templo;
¡puedo adorarte con toda reverencia
mirando hacia tu santo templo!

(9) Señor, por causa de mis enemigos
guíame en tu justicia,
llévame por el buen camino.
(10) Ellos nunca hablan con sinceridad;
¡están corrompidos por dentro!
Sepulcro abierto es su garganta;
¡su lengua es mentirosa!

10 (11) ¡Castígalos, Dios mío!
¡Haz que fracasen sus intrigas!
Recházalos por sus muchos pecados,
porque se han rebelado contra ti.
11 (12) Alégrense los que buscan tu protección;
canten siempre de alegría
porque tú los proteges.
Los que te aman, se alegran por causa tuya,
12 (13) pues tú, Señor, bendices al que es fiel;
tu bondad lo rodea como un escudo.

Oración en momentos de angustia

(1) Del maestro de coro, con instrumentos de ocho cuerdas. Salmo de David.

(2) Señor,
no me reprendas en tu enojo,
no me castigues en tu furor.
(3) Señor, ten compasión de mí,
pues me siento sin fuerzas.
Señor, devuélveme la salud,
pues todo el cuerpo me tiembla.
(4) ¡Estoy temblando de miedo!
Y tú, Señor, ¿cuándo vendrás?

(5) Ven, Señor, ¡salva mi vida!,
¡sálvame, por tu amor!
(6) Nadie que esté muerto puede acordarse de ti;
¿quién podrá alabarte en el sepulcro?
(7) Estoy cansado de llorar.
Noche tras noche lloro tanto
que inundo de lágrimas mi almohada.
(8) El dolor me nubla la vista;
¡se me nubla por culpa de mis enemigos!

(9) ¡Apártense de mí, malhechores,
que el Señor ha escuchado mis sollozos!
(10) El Señor ha escuchado mis ruegos,
¡el Señor ha aceptado mi oración!
10 (11) Mis enemigos, muertos de miedo,
quedarán en ridículo;
¡en un abrir y cerrar de ojos huirán avergonzados!

El Señor es un juez justo

(1) Lamentación de David, cuando cantó al Señor, a propósito de Cus, el benjaminita.

(2-3) Señor, mi Dios, en ti busco protección;
¡sálvame de todos los que me persiguen!
¡Líbrame, pues son como leones;
no sea que me despedacen
y no haya quien me salve!

(4) Señor, mi Dios,
¿en cuál de estas cosas he incurrido?
¿Acaso he cometido un crimen?
(5) ¿Acaso he pagado a mi amigo mal por bien?
¿Acaso he oprimido sin razón a mi enemigo?
(6) De ser así, que mi enemigo me persiga;
que me alcance y me arrastre por el suelo,
y que haga rodar por el suelo mi honor.

(7) ¡Levántate, Señor, con furor!
¡Haz frente a la furia de mis enemigos!
Tú, que has decretado hacer justicia,
¡ponte de mi parte!
(8) Rodéate del conjunto de las naciones
y pon tu trono en lo alto, por encima de ellas.

(9) Señor, tú juzgas a las naciones:
júzgame conforme a mi honradez;
júzgame conforme a mi inocencia.
(10) Dios justo,
que examinas los pensamientos
y los sentimientos más profundos,
¡pon fin a la maldad de los malvados,
pero al hombre honrado manténlo firme!

10 (11) Mi protección es el Dios altísimo,
que salva a los de corazón sincero.
11 (12) Dios es un juez justo
que condena la maldad en todo tiempo.
12 (13) Si el hombre no se vuelve a Dios,
Dios afilará su espada;
ya tiene su arco tenso,
13 (14) ya apunta sus flechas encendidas,
¡ya tiene listas sus armas mortales!
14 (15) Miren al malvado:
tiene dolores de parto,
está preñado de maldad
y dará a luz mentira.
15 (16) Ha hecho una fosa muy honda,
y en su propia fosa caerá.
16 (17) ¡Su maldad y su violencia
caerán sobre su propia cabeza!

17 (18) Alabaré al Señor porque él es justo;
cantaré himnos al nombre del Señor,
al nombre del Altísimo.

La gloria de Dios y la dignidad del hombre

(1) Del maestro de coro, con la cítara de Gat. Salmo de David.

(2) Señor, soberano nuestro,
¡tu nombre domina en toda la tierra!,
¡tu gloria se extiende más allá del cielo!
(3) Con la alabanza de los pequeños,
de los niñitos de pecho,
has construido una fortaleza
por causa de tus enemigos,
para acabar con rebeldes y adversarios.

(4) Cuando veo el cielo que tú mismo hiciste,
y la luna y las estrellas que pusiste en él,
(5) pienso:
¿Qué es el hombre?
¿Qué es el ser humano?
¿Por qué lo recuerdas y te preocupas por él?
(6) Pues lo hiciste casi como un dios,
lo rodeaste de honor y dignidad,
(7) le diste autoridad sobre tus obras,
lo pusiste por encima de todo:
(8) sobre las ovejas y los bueyes, sobre los animales salvajes,
(9) sobre las aves que vuelan por el cielo,
sobre los peces que viven en el mar,
¡sobre todo lo que hay en el mar!

(10) Señor, soberano nuestro,
¡tu nombre domina en toda la tierra!

Alabanzas a la justicia de Dios

(1) Del maestro de coro, para flautas y arpas. Salmo de David.

(2) Oh Señor,
quiero alabarte con todo el corazón
y contar tus muchas maravillas.
(3) Oh Altísimo,
por ti quiero gritar lleno de alegría;
¡quiero cantar himnos a tu nombre!

(4) Mis enemigos huyen delante de ti;
caen y mueren.
(5) Tú eres juez justo:
te has sentado en tu trono, para hacerme justicia.
(6) Has reprendido a los paganos,
has destruido a los malvados,
¡has borrado su recuerdo para siempre!
(7) El enemigo ha muerto,
y con él han muerto sus ciudades;
tú las destruiste,
y no quedó de ellas ni el recuerdo.

(8) Pero el Señor es Rey por siempre;
ha afirmado su trono para el juicio:
(9) juzgará al mundo con justicia,
dictará a los pueblos justa sentencia.
(10) El Señor protege a los oprimidos;
él los protege en tiempos de angustia.

10 (11) Señor,
los que te conocen, confían en ti,
pues nunca abandonas a quienes te buscan.
11 (12) Canten himnos al Señor, que reina en Sión;
anuncien a los pueblos lo que ha hecho.
12 (13) Dios se acuerda de los afligidos
y no olvida sus lamentos;
castiga a quienes les hacen violencia.

13 (14) Señor, ten compasión de mí,
mira cómo me afligen los que me odian,
¡sácame de las puertas de la muerte!
14 (15) Y así, a las puertas de Jerusalén,
diré a todo el mundo que tú eres digno de alabanza,
y que yo soy feliz porque me has salvado.

15 (16) Los paganos caen en su propia trampa;
sus pies quedan atrapados
en la red que ellos mismos escondieron.
16 (17) El Señor se ha dado a conocer:
¡ha hecho justicia!
El malvado queda preso
en la trampa tendida por él mismo.
17 (18) Los malvados y paganos,
los que se olvidan de Dios,
acabarán en el reino de la muerte;
18 (19) pues no siempre serán olvidados los pobres,
ni para siempre se perderá su esperanza.

19 (20) Levántate, Señor;
no consientas la altanería del hombre;
¡juzga a los paganos en tu presencia!
20 (21) Hazles sentir temor, Señor;
¡hazles saber que no son más que hombres!

Oración pidiendo la ayuda de Dios

10 Señor, ¿por qué te quedas tan lejos?,
¿por qué te escondes en tiempos de angustia?
Con altanería, el malvado
persigue rabiosamente al humilde;
pero ha de quedar atrapado
en las trampas que él mismo ha puesto.
El malvado se jacta de sus propios deseos;
el ambicioso maldice y desprecia al Señor.
Levanta insolente la nariz, y dice:
«No hay Dios. No hay quien me pida cuentas.»
Eso es todo lo que piensa.
Siempre tiene éxito en lo que hace.
Para él, tus juicios están lejos,
muy lejos de su vista.
Se burla de sus enemigos,
y piensa que nadie lo hará caer,
que jamás tendrá problemas.
Su boca está llena de maldiciones,
de mentiras y de ofensas;
sus palabras ocultan opresión y maldad.
Se pone al acecho, por las aldeas,
y a escondidas mata al inocente.
No pierde de vista al indefenso:
como si fuera un león en su cueva,
espía al pobre desde su escondite,
esperando el momento de caer sobre él,
y cuando lo atrapa, lo arrastra en su red.
10 Se agacha, se encoge,
y caen en sus garras los indefensos.

11 El malvado cree que Dios se olvida,
que se tapa la cara y que nunca ve nada.
12 ¡Levántate, Señor, levanta tu brazo!
¡No olvides a los afligidos!
13 ¿Por qué, Dios mío, han de burlarse los malos,
pensando que no habrás de pedirles cuentas?
14 Tú mismo has visto su irritante maldad;
¡la has visto, y les darás su merecido!
A ti se acogen los indefensos;
tú eres la ayuda de los huérfanos.
15 ¡Rómpeles el brazo a los malvados!
¡Pídeles cuentas de su maldad
hasta que no quede nada pendiente!

16 El Señor es el Rey eterno;
¡los paganos serán echados de su país!
17 Señor, tú escuchas la oración de los humildes,
tú los animas y los atiendes.
18 Haz justicia al huérfano y al oprimido:
¡que el hombre, hecho de tierra,
no vuelva a sembrar el terror!

Plena confianza en el Señor

(1a) Del maestro de coro. De David.

11 (1b) Yo busco mi refugio en el Señor.
Es por demás que me digan:
«Huye a los montes, como las aves.
Fíjate en los malvados:
ponen la flecha en la cuerda,
tensan el arco
y, desde un lugar escondido,
disparan contra los hombres honrados.
Y cuando las bases mismas se vienen abajo,
¿qué puede hacer el hombre honrado?»

El Señor está en su santo templo.
El Señor tiene su trono en el cielo,
y con ojos bien abiertos
vigila atentamente a los hombres.
El Señor vigila a justos y a malvados,
y odia con toda su alma
a los que aman la violencia.
El Señor hará llover sobre los malos
brasas, fuego y azufre,
y traerá un viento que todo lo quemará.
¡El Señor les dará su merecido!
El Señor es justo
y ama lo que es justo;
¡por eso lo verán cara a cara los sinceros!

Oración pidiendo la ayuda de Dios

(1) Del maestro de coro, con instrumentos de ocho cuerdas. Salmo de David.

12 (2) Sálvanos, Señor, pues ya no hay creyentes fieles;
ya no hay hombres sinceros.
(3) Unos a otros se mienten;
hablan con hipocresía y doble sentido.

(4) Arranca, Señor, de raíz
a los hipócritas y fanfarrones,
(5) a los que dicen:
«Con tener boca nos basta;
nuestra lengua nos defiende.
¿Quién se atreve a darnos órdenes?»

(6) Esto ha dicho el Señor:
«A los pobres y débiles
se les oprime y se les hace sufrir.
Por eso voy ahora a levantarme,
y les daré la ayuda que tanto anhelan.»

(7) Las promesas del Señor son puras;
¡son como la plata más pura,
refinada en el horno siete veces!
(8) Tú, Señor, nos cuidarás;
¡siempre nos protegerás de tales gentes!
(9) Los malvados rondan por todos lados
y todo el mundo alaba la maldad.

Oración pidiendo ayuda

(1) Del maestro de coro. Salmo de David.

13 (2) Señor,
¿hasta cuándo me olvidarás?
¿Me olvidarás para siempre?
¿Hasta cuándo te esconderás de mí?
(3) ¿Hasta cuándo mi alma y mi corazón
habrán de sufrir y estar tristes todo el día?
¿Hasta cuándo habré de estar sometido al enemigo?
(4) Señor, Dios mío,
¡mírame, respóndeme, llena mis ojos de luz!
¡Que no caiga yo en el sueño de la muerte!
(5) ¡Que no diga mi enemigo: «Lo he vencido»!
¡Que no se alegre si yo fracaso!

(6a) Yo confío en tu amor;
mi corazón se alegra porque tú me salvas.
(6b) ¡Cantaré al Señor por el bien que me ha hecho!

Perversión del hombre(A)

(1a) Del maestro de coro. De David.

14 (1b) Los necios piensan que no hay Dios:
todos se han pervertido;
han hecho cosas horribles;
¡no hay nadie que haga lo bueno!
Desde el cielo mira el Señor a los hombres
para ver si hay alguien con entendimiento,
alguien que busque a Dios.
Pero todos se han ido por mal camino;
todos por igual se han pervertido.
¡Ya no hay quien haga lo bueno!
¡No hay ni siquiera uno!

No tienen entendimiento los malhechores,
los que se comen a mi pueblo como quien come pan,
los que no invocan el nombre del Señor.
Temblarán llenos de miedo,
pues Dios está con los que lo obedecen.
Se burlan de los anhelos del humilde,
pero el Señor lo protege.

¡Ojalá que del monte Sión
venga la salvación de Israel!
Cuando el Señor haga cambiar la suerte de su pueblo,
se alegrarán los descendientes de Jacob,
todo el pueblo de Israel.

Lo que Dios espera del hombre

(1a) Salmo de David.

15 (1b) Señor,
¿quién puede residir en tu santuario?,
¿quién puede habitar en tu santo monte?
Sólo el que vive sin tacha y practica la justicia;
el que dice la verdad de todo corazón;
el que no habla mal de nadie;
el que no hace daño a su amigo
ni ofende a su vecino;
el que mira con desprecio a quien desprecio merece,
pero honra a quien honra al Señor;
el que cumple sus promesas aunque le vaya mal;
el que presta su dinero sin exigir intereses;
el que no acepta soborno en contra del inocente.
El que así vive, jamás caerá.

No hay mejor herencia

(1a) Poema de David.

16 (1b) ¡Cuida, oh Dios, de mí, pues en ti busco protección!
Yo te he dicho:
«Tú eres mi Señor, mi bien;
nada es comparable a ti.»

Los dioses del país son poderosos,
según dicen los que en ellos se complacen,
los que aumentan el número de sus ídolos
y los siguen con gran devoción.
¡Jamás tomaré parte en sus sangrientos sacrificios!
¡Jamás pronunciaré sus nombres con mis labios!

Tú, Señor, eres mi todo;
tú me colmas de bendiciones;
mi vida está en tus manos.
Primoroso lugar me ha tocado en suerte;
¡hermosa es la herencia que me ha correspondido!

Bendeciré al Señor, porque él me guía,
y en lo íntimo de mi ser me corrige por las noches.
Siempre tengo presente al Señor;
con él a mi derecha, nada me hará caer.
Por eso, dentro de mí,
mi corazón está lleno de alegría.

Todo mi ser vivirá confiadamente,
10 pues no me dejarás en el sepulcro,
¡no abandonarás en la fosa a tu amigo fiel!
11 Me mostrarás el camino de la vida.
Hay gran alegría en tu presencia;
hay dicha eterna junto a ti.

Oración pidiendo justicia

(1a) Oración de David.

17 (1b) Señor, escucha mi causa justa,
atiende a mi clamor,
presta oído a mi oración,
pues no sale de labios mentirosos.

¡Que venga de ti mi sentencia,
pues tú sabes lo que es justo!
Tú has penetrado mis pensamientos;
de noche has venido a vigilarme;
me has sometido a pruebas de fuego,
y no has encontrado maldad en mí.
No he dicho cosas indebidas,
como hacen los demás;
me he alejado de caminos de violencia,
de acuerdo con tus mandatos.
He seguido firme en tus caminos;
jamás me he apartado de ellos.

Oh Dios, a ti mi voz elevo,
porque tú me contestas;
préstame atención, escucha mis palabras.
Dame una clara muestra de tu amor,
tú, que salvas de sus enemigos
a los que buscan protección en tu poder.
Cuídame como a la niña de tus ojos;
protégeme bajo la sombra de tus alas
de los malvados que me atacan,
¡de los enemigos mortales que me rodean!
10 Son engreídos, hablan con altanería;
11 han seguido de cerca mis pasos
esperando el momento de echarme por tierra.
12 Parecen leones, feroces leones
que agazapados en su escondite
esperan con ansias dar el zarpazo.

13 Levántate, Señor, ¡enfréntate con ellos!
¡Hazles doblar las rodillas!
Con tu espada, ponme a salvo del malvado;
14 con tu poder, Señor, líbrame de ellos;
¡arrójalos de este mundo,
que es su herencia en esta vida!
Deja que ellos se llenen de riquezas,
que sus hijos coman hasta que revienten,
y que aún sobre para sus nietos.
15 Pero yo, en verdad, quedaré satisfecho
con mirarte cara a cara,
¡con verme ante ti cuando despierte!

Un canto de victoria(B)

(1) Del maestro de coro. De David, el servidor del Señor, que entonó este canto cuando el Señor lo libró de caer en manos de Saúl y de todos sus enemigos. (2a) Él dijo:

18 (2b) Tú, Señor, eres mi fuerza;
¡yo te amo!
(3) Tú eres mi protector,
mi lugar de refugio,
mi libertador,
mi Dios,
la roca que me protege,
mi escudo,
el poder que me salva,
mi más alto escondite.
(4) Tú, Señor, eres digno de alabanza:
cuando te llamo, me salvas de mis enemigos.

(5) La muerte me enredó en sus lazos;
sentí miedo ante el torrente destructor.
(6) La muerte me envolvió en sus lazos;
¡me encontré en trampas mortales!
(7) En mi angustia llamé al Señor,
pedí ayuda a mi Dios,
y él me escuchó desde su templo;
¡mis gritos llegaron a sus oídos!

(8) Hubo entonces un fuerte temblor de tierra:
los montes se estremecieron hasta sus bases;
fueron sacudidos por la furia del Señor.
(9) De su nariz brotaba humo,
y de su boca un fuego destructor;
¡por la boca lanzaba carbones encendidos!
(10) Descorrió la cortina del cielo, y descendió.
¡Debajo de sus pies había grandes nubarrones!
10 (11) Montó en un ser alado, y voló
deslizándose sobre las alas del viento.
11 (12) Tomó como escondite,
como tienda de campaña,
la densa oscuridad que lo rodeaba
y los nubarrones cargados de agua.
12 (13) Un fulgor relampagueante salió de su presencia;
brotaron de las nubes granizos y carbones encendidos.

13 (14) El Señor, el Altísimo,
hizo oír su voz de trueno desde el cielo;
granizos y carbones encendidos.
14 (15) Lanzó sus rayos como flechas,
y a mis enemigos hizo huir en desorden.
15 (16) El fondo del mar quedó al descubierto;
las bases del mundo quedaron a la vista
por la voz amenazante del Señor,
por el fuerte soplo que lanzó.

16 (17) Dios me tendió la mano desde lo alto,
y con su mano me sacó del mar inmenso.
17 (18) Me salvó de enemigos poderosos
que me odiaban y eran más fuertes que yo.
18 (19) Me atacaron cuando yo estaba en desgracia,
pero el Señor me dio su apoyo:
19 (20) me sacó a la libertad;
¡me salvó porque me amaba!
20 (21) El Señor me ha dado la recompensa
que merecía mi limpia conducta,
21 (22) pues yo he seguido el camino del Señor;
¡jamás he renegado de mi Dios!
22 (23) Yo tengo presentes todos sus decretos;
¡jamás he rechazado sus leyes!
23 (24) Me he conducido ante él sin tacha alguna;
me he alejado de la maldad.
24 (25) El Señor me ha recompensado
por mi limpia conducta en su presencia.

25 (26) Tú, Señor, eres fiel con el que es fiel,
irreprochable con el que es irreprochable,
26 (27) sincero con el que es sincero,
pero sagaz con el que es astuto.
27 (28) Tú salvas a los humildes,
pero humillas a los orgullosos.
28 (29) Tú, Señor, me das luz;
tú, Dios mío, alumbras mi oscuridad.
29 (30) Con tu ayuda atacaré al enemigo,
y sobre el muro de sus ciudades pasaré.

30 (31) El camino de Dios es perfecto;
la promesa del Señor es digna de confianza;
¡Dios protege a cuantos en él confían!
31 (32) ¿Quién es Dios, fuera del Señor?
¿Qué otro dios hay que pueda protegernos?
32 (33) Dios es quien me da fuerzas,
quien hace intachable mi conducta,
33 (34) quien me da pies ligeros, como de ciervo,
quien me hace estar firme en las alturas,
34 (35) quien me entrena para la batalla,
quien me da fuerzas para tensar arcos de bronce.

35 (36) Tú me proteges y me salvas,
me sostienes con tu mano derecha;
tu bondad me ha hecho prosperar.
36 (37) Has hecho fácil mi camino,
y mis pies no han resbalado.

37 (38) Perseguí a mis enemigos y los alcancé,
y sólo volví después de destruirlos.
38 (39) Los hice pedazos. Ya no se levantaron.
¡Cayeron debajo de mis pies!
39 (40) Tú me diste fuerza en la batalla;
hiciste que los rebeldes se inclinaran ante mí,
40 (41) y que delante de mí huyeran mis enemigos.
Así pude destruir a los que me odiaban.
41 (42) Pedían ayuda, y nadie los ayudó;
llamaban al Señor, y no les contestó.
42 (43) ¡Los deshice como a polvo que se lleva el viento!
¡Los pisoteé como a barro de las calles!
43 (44) Me libraste de un pueblo rebelde,
me hiciste jefe de naciones
y me sirve gente que yo no conocía.
44 (45) En cuanto me oyen, me obedecen;
gente extranjera me halaga,
45 (46) gente extranjera se acobarda
y sale temblando de sus refugios.

46 (47) ¡Viva el Señor! ¡Bendito sea mi protector!
¡Sea enaltecido Dios mi salvador!
47 (48) Él es el Dios que me ha vengado
y que me ha sometido los pueblos.
48 (49) Él me salva de la furia de mis enemigos,
de los rebeldes que se alzaron contra mí.
¡Tú, Señor, me salvas de los hombres violentos!
49 (50) Por eso te alabo entre las naciones
y canto himnos a tu nombre.
50 (51) Concedes grandes victorias al rey que has escogido;
siempre tratas con amor a David y a su descendencia.

La gloria de Dios en la creación

(1) Del maestro de coro. Salmo de David.

19 (2) El cielo proclama la gloria de Dios;
de su creación nos habla la bóveda celeste.
(3) Los días se lo cuentan entre sí;
las noches hacen correr la voz.
(4) Aunque no se escuchan palabras
ni se oye voz alguna,
(5) su mensaje llega a toda la tierra,
hasta el último rincón del mundo.
Allí Dios puso un lugar para el sol,
(6) y éste sale como un novio de la habitación nupcial,
y se alegra como un atleta al emprender su camino.
(7) Sale el sol por un lado del cielo
y da la vuelta hasta llegar al otro,
sin que nada pueda huir de su calor.

(8) La enseñanza del Señor es perfecta,
porque da nueva vida.
El mandato del Señor es fiel,
porque hace sabio al hombre sencillo.
(9) Los preceptos del Señor son justos,
porque traen alegría al corazón.
El mandamiento del Señor es puro
y llena los ojos de luz.
(10) El temor del Señor es limpio
y permanece para siempre.
Los decretos del Señor son verdaderos,
todos ellos son justos,
10 (11) ¡son de más valor que el oro fino!,
¡son más dulces que la miel del panal!
11 (12) Son también advertencias a este siervo tuyo,
y le es provechoso obedecerlas.

12 (13) ¿Quién se da cuenta de sus propios errores?
¡Perdona, Señor, mis faltas ocultas!
13 (14) Quítale el orgullo a tu siervo;
no permitas que el orgullo me domine.
Así seré un hombre sin tacha;
estaré libre de gran pecado.

14 (15) Sean aceptables a tus ojos
mis palabras y mis pensamientos,
oh Señor, refugio y libertador mío.

Oración por la victoria

(1) Del maestro de coro. Salmo de David.

20 (2) Que el Señor te escuche cuando estés angustiado;
que el Dios mismo de Jacob te defienda.
(3) Que te envíe auxilio y ayuda
desde el santuario de Sión.
(4) Que se acuerde de todas tus ofrendas
y acepte con agrado tus holocaustos.
(5) Que cumpla todos tus deseos
y lleve a cabo todos tus planes.
(6) Celebraremos así tu victoria,
y levantaremos banderas
en el nombre del Dios nuestro.
¡Que el Señor cumpla todas tus peticiones!

(7) Estoy convencido de que el Señor
dará la victoria al rey que ha escogido;
de que le contestará desde su santo cielo,
dándole grandes victorias con su poder.
(8) Unos cuentan con sus carros de guerra
y otros cuentan con sus caballos;
pero nosotros contamos con el Señor nuestro Dios.
(9) A ellos se les doblan las rodillas, y caen,
pero nosotros seguimos firmes y en pie.

(10) Señor, ¡dale la victoria al rey!
¡Respóndenos cuando te llamemos!

Un canto de victoria

(1) Del maestro de coro. Salmo de David.

21 (2) Señor,
el rey está alegre porque le has dado fuerzas;
¡está muy alegre porque le has dado la victoria!
(3) Has cumplido sus deseos;
no le has negado sus peticiones.
(4) Lo recibiste con grandes bendiciones
y le pusiste una corona de oro.
(5) Te pidió vida, y se la diste:
vida larga y duradera.
(6) Gracias a tu ayuda, es grande su poder;
le has dado honor y dignidad.
(7) Lo has bendecido para siempre;
con tu presencia lo llenas de alegría.

(8) Tú, oh rey, jamás caerás, pues confías en el Señor;
¡confías en el amor del Altísimo!
(9) Tu poder alcanzará a todos tus enemigos;
tu derecha alcanzará a los que te odian;
(10) los pondrás en un horno encendido
cuando aparezcas para juzgar.
El Señor, en su furor,
los consumirá con un fuego destructor.
10 (11) Borrarás del mundo y de entre los hombres
a sus hijos y sus descendientes.
11 (12) Aunque quieran hacerte daño
y hagan planes contra ti,
no se saldrán con la suya,
12 (13) pues tú los pondrás en fuga;
con tu arco apuntarás contra ellos.

13 (14) ¡Levántate con tu poder, Señor!
¡Celebraremos con himnos tus victorias!

Grito de angustia y canto de alabanza

(1) Del maestro de coro, según la melodía de «La cierva de la aurora». Salmo de David.

22 (2) Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?,
¿por qué no vienes a salvarme?,
¿por qué no atiendes a mis lamentos?
(3) Dios mío,
día y noche te llamo, y no respondes;
¡no hay descanso para mí!

(4) Pero tú eres santo;
tú reinas, alabado por Israel.
(5) Nuestros padres confiaron en ti;
confiaron, y tú los libertaste;
(6) te pidieron ayuda, y les diste libertad;
confiaron en ti, y no los defraudaste.

(7) Pero yo no soy un hombre, sino un gusano;
¡soy el hazmerreír de la gente!
(8) Los que me ven, se burlan de mí;
me hacen muecas, mueven la cabeza
(9) y dicen:
«Éste confiaba en el Señor;
pues que el Señor lo libre.
Ya que tanto lo quiere, que lo salve.»

(10) Y así es:
tú me hiciste nacer del vientre de mi madre;
en su pecho me hiciste descansar.
10 (11) Desde antes que yo naciera,
fui puesto bajo tu cuidado;
desde el vientre de mi madre,
mi Dios eres tú.
11 (12) No te alejes de mí,
pues estoy al borde de la angustia
y no tengo quien me ayude.

12 (13) Mis enemigos me han rodeado como toros,
como bravos toros de Basán;
13 (14) rugen como leones feroces,
abren la boca y se lanzan contra mí.
14 (15) Soy como agua que se derrama;
mis huesos están dislocados.
Mi corazón es como cera
que se derrite dentro de mí.
15 (16) Tengo la boca seca como una teja;
tengo la lengua pegada al paladar.
¡Me has hundido hasta el polvo de la muerte!
16 (17) Como perros, una banda de malvados
me ha rodeado por completo;
me han desgarrado las manos y los pies.
17 (18) ¡Puedo contarme los huesos!
Mis enemigos no me quitan la vista de encima;
18 (19) se han repartido mi ropa entre sí,
y sobre ella echan suertes.

19 (20) Pero tú, Señor, que eres mi fuerza,
¡no te alejes!, ¡ven pronto en mi ayuda!
20 (21) Líbrame de morir a filo de espada,
no dejes que me maten esos perros,
21 (22) sálvame de la boca de esos leones,
¡defiéndeme de los cuernos de esos toros!

22 (23) Yo hablaré de ti a mis hermanos,
te alabaré en sus reuniones.
23 (24) Ustedes, los que honran al Señor, ¡alábenlo!
¡Glorifíquenlo todos los descendientes de Jacob!
¡Adórenlo todos los descendientes de Israel!
24 (25) Pues él no desprecia ni pasa por alto
el sufrimiento de los pobres,
ni se esconde de ellos.
¡Él los oye cuando le piden ayuda!
25 (26) En presencia de tu pueblo numeroso
alabaré tu fidelidad;
delante de los que te honran
te cumpliré mis promesas.

26 (27) Coman, ustedes los oprimidos,
hasta que estén satisfechos;
alaben al Señor, ustedes que lo buscan,
y vivan muchos años.
27 (28) Razas y naciones todas,
gente de todos los rincones de la tierra:
acuérdense del Señor, y vengan a él;
¡arrodíllense delante de él!
28 (29) Porque el Señor es el Rey,
y él gobierna las naciones.
29 (30) Inclínense y adórenlo sólo a él
todos los que viven en abundancia,
todos los que han de volver al polvo,
pues en sí mismos no tienen vida.

30 (31) Mis descendientes adorarán al Señor
y hablarán de él toda la vida;
31 (32) a los que nazcan después, les contarán
de su justicia y de sus obras.

El Señor es mi pastor

(1a) Salmo de David.

23 (1b) El Señor es mi pastor;
nada me falta.
En verdes praderas me hace descansar,
a las aguas tranquilas me conduce,
me da nuevas fuerzas
y me lleva por caminos rectos,
haciendo honor a su nombre.

Aunque pase por el más oscuro de los valles,
no temeré peligro alguno,
porque tú, Señor, estás conmigo;
tu vara y tu bastón me inspiran confianza.

Me has preparado un banquete
ante los ojos de mis enemigos;
has vertido perfume en mi cabeza,
y has llenado mi copa a rebosar.
Tu bondad y tu amor me acompañan
a lo largo de mis días,
y en tu casa, oh Señor, por siempre viviré.

El Rey de la gloria

(1a) Salmo de David.

24 (1b) Del Señor es el mundo entero,
con todo lo que en él hay,
con todo lo que en él vive.
Porque el Señor puso las bases de la tierra
y la afirmó sobre los mares y los ríos.

¿Quién puede subir al monte del Señor?
¿Quién puede permanecer en su santo templo?
El que tiene las manos y la mente
limpias de todo pecado;
el que no adora ídolos
ni hace juramentos falsos.
El Señor, su Dios y Salvador,
lo bendecirá y le hará justicia.
Así deben ser los que buscan al Señor,
los que buscan la presencia del Dios de Jacob.

    ¡Ábranse, puertas eternas!
    ¡Quédense abiertas de par en par,
    y entrará el Rey de la gloria!

¿Quién es este Rey de la gloria?
¡Es el Señor, el fuerte y valiente!
¡Es el Señor, valiente en la batalla!

    ¡Ábranse, puertas eternas!
    ¡Quédense abiertas de par en par,
    y entrará el Rey de la gloria!

10 ¿Quién es este Rey de la gloria?
¡Es el Señor todopoderoso!
¡Él es el Rey de la gloria!

Dios Habla Hoy (DHH)

Dios habla hoy ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1966, 1970, 1979, 1983, 1996.