Bible in 90 Days
13 Los hombres de Judá dijeron:
—Nosotros sólo te vamos a amarrar y te entregaremos a los filisteos. No te vamos a matar.
Entonces los hombres amarraron a Sansón con dos cuerdas nuevas y lo sacaron de la cueva.
14 Sansón llegó a la ciudad de Lehí y los filisteos salieron a recibirlo gritando de alegría. Luego el Espíritu del SEÑOR vino sobre Sansón con mucho poder, así que pudo romper las ataduras como si fueran simples cuerdas deshilachadas. Las cuerdas cayeron de sus brazos como si se hubieran derretido. 15 Sansón encontró el hueso de la quijada de un burro, lo usó como arma y así mató a más de 1000 filisteos. 16 Sansón dijo:
«Con la quijada de un burro,
maté a los mil hombres;
con la quijada de un burro,
los amontoné[a]».
17 Sansón terminó de hablar, soltó la quijada y llamó a ese sitio Ramat Lehí[b].
18 Sansón tenía mucha sed y le dijo al SEÑOR: «Soy tu siervo, tú me has hecho ganar esta gran victoria. Te ruego que no me dejes morir de sed ahora, no dejes que me atrapen hombres que no han sido circuncidados».
19 Había un hoyo en Lehí y Dios hizo que del hoyo brotara agua. Sansón bebió y recuperó su fuerza. Ese lugar se llamó «Manantial del que pidió ayuda»[c] y todavía existe en Lehí.
20 Así que Sansón fue jefe de Israel durante 20 años, en el tiempo en que los filisteos gobernaban.
Sansón va a la ciudad de Gaza
16 Un día, Sansón fue a la ciudad de Gaza, donde encontró a una prostituta y se acostó con ella. 2 La gente de Gaza se enteró de que Sansón estaba en la ciudad. Todos querían matar a Sansón y por eso lo rodearon, y vigilaron las puertas de la ciudad y se mantuvieron en silencio toda la noche. Decían: «Al amanecer vamos a matar a Sansón».
3 Sansón se quedó con la prostituta sólo hasta la medianoche. A esa hora Sansón salió y arrancó las puertas, la tranca y los pilares que estaban en la entrada de la ciudad. Luego se echó todo al hombro y lo cargó hasta la cima de la colina que está cerca de Hebrón.
Sansón y Dalila
4 Después de un tiempo, Sansón se enamoró de una mujer llamada Dalila que vivía en la ciudad de Sorec. 5 Los dirigentes de los filisteos le dijeron a la mujer:
—Engaña a ese hombre para que te cuente el secreto de su gran fuerza. Averigua cómo podemos vencerlo para amarrarlo y someterlo. Si nos ayudas, cada uno de nosotros te dará 1100 monedas[d] de plata.
6 Dalila le dijo a Sansón:
—Por favor cuéntame cuál es el secreto de tu gran fuerza, dime cómo alguien puede derrotarte, amarrarte y torturarte.
7 Sansón respondió:
—Si alguien me amarra con siete cuerdas de arco que todavía no estén secas perderé mi fuerza y seré como un hombre común y corriente.
8 Entonces los dirigentes de los filisteos le dieron a Dalila las siete cuerdas de arco que no estaban secas. Dalila amarró a Sansón con las cuerdas 9 mientras unos hombres estaban escondidos en la habitación de al lado. Dalila le dijo:
—¡Sansón, te atacan los filisteos!
Entonces Sansón rompió las cuerdas como si se hubieran derretido por el fuego. Los filisteos no supieron el secreto de la fuerza de Sansón.
10 Entonces Dalila le dijo a Sansón:
—¡Me mentiste! Te burlaste de mí. Ahora dime la verdad, ¿cómo puede alguien amarrarte y derrotarte?
11 Sansón respondió:
—Si me amarraran con cuerdas nuevas que no se hayan usado antes perderé mi fuerza y seré como un hombre común y corriente.
12 Dalila trajo cuerdas nuevas y amarró a Sansón. Mientras unos hombres esperaban escondidos en la habitación de al lado, Dalila dijo:
—¡Sansón, te atacan los filisteos!
Pero Sansón rompió las cuerdas como si fueran simples hilos.
13 Entonces Dalila dijo:
—¿Cuántas veces más te vas a burlar de mí? Ya no me digas más mentiras y cuéntame cómo te pueden amarrar y derrotar.
Sansón dijo:
—Si haces siete trenzas en mi cabello, las entrelazas con tela de tejer y las amarras a una estaca, seré igual que cualquier hombre.
14 Cuando Sansón dormía, Dalila trenzó el cabello con la tela de tejer y lo amarró bien.[e] Luego Dalila dijo:
—¡Sansón, te atacan los filisteos!
Pero Sansón se levantó y arrancó del suelo la estaca del telar.
15 Dalila dijo:
—¿Cómo es posible que digas que me amas si no confías en mí? Esta es la tercera vez que me mientes y no me dices el secreto de tu gran fuerza.
16 Ella siguió molestando a Sansón todos los días y Sansón estaba ya tan desesperado que tenía ganas de morirse. 17 Así que un día le reveló el secreto de su fuerza. Sansón dijo:
—Nadie me ha cortado el cabello jamás porque estoy dedicado a Dios desde antes de nacer. Si alguien me corta el cabello perderé mi fuerza y seré como un hombre común y corriente.
18 Dalila supo que esta vez Sansón sí le había revelado el secreto de su fuerza. Entonces mandó un mensaje a los dirigentes filisteos, que decía:
—Regresen, que Sansón me ha contado todo.
Los filisteos volvieron y llevaron el dinero que le habían prometido.
19 Sansón se quedó dormido con la cabeza en las piernas de Dalila y ella llamó a un filisteo para cortar el cabello de Sansón. El hombre cortó las siete trenzas y Sansón perdió toda su fuerza. 20 Entonces Dalila dijo:
—¡Sansón, te atacan los filisteos!
Sansón se despertó y creyó que podía escapar como las veces anteriores, pero esta vez Sansón no sabía que el SEÑOR lo había abandonado.
21 Entonces los filisteos atraparon a Sansón, le sacaron los ojos y lo llevaron a Gaza. Allí lo amarraron con cadenas de bronce y lo pusieron a trabajar en el molino de la cárcel. 22 Pero el cabello de Sansón volvió a crecer.
23 Los dirigentes de los filisteos se reunieron para celebrar. Querían ofrecer un gran sacrificio a su dios Dagón y decían: «Nuestro dios nos ayudó a derrotar a nuestro enemigo Sansón».
24 Cuando los filisteos vieron a Sansón, todos adoraron a su dios diciendo:
«¡Este hombre destruyó nuestros cultivos!
¡Este hombre mató a muchos de los nuestros!
Pero nuestro dios nos ayudó a capturar
a nuestro enemigo».
25 Todos estaban muy contentos en la celebración y gritaban: «Saquen a Sansón para que nos divierta». Así que trajeron a Sansón, lo obligaron a pararse en medio de las dos columnas del templo de Dagón y todos se rieron de él. 26 Un sirviente llevaba a Sansón de la mano. Sansón le dijo: «Ponme donde yo pueda tocar las dos columnas que sostienen el templo, quiero recostarme en ellas».
27 El lugar estaba lleno de gente, todos los dirigentes estaban allí. En el techo había más de 3000 personas viendo el espectáculo. 28 Sansón oró al SEÑOR así: «Señor DIOS, acuérdate de mí. Te ruego, oh Dios, que me des fuerza una vez más. Déjame hacer algo para castigar a estos filisteos por haberme sacado los ojos». 29 Entonces Sansón tocó con las manos las dos columnas que sostenían el templo. 30 Apoyándose fuerte contra las columnas dijo: «¡Que muera yo con estos filisteos!» Y Sansón empujó tan fuerte como pudo y todo el templo se derrumbó sobre los dirigentes y la gente que estaba allí. De esta forma, Sansón mató más filisteos cuando murió que cuando estaba vivo.
31 Sus hermanos y toda su familia vinieron a llevarse su cuerpo y lo enterraron en la tumba de su papá Manoa, entre las ciudades de Zora y Estaol. Sansón fue jefe de Israel durante 20 años.
Los ídolos de Micaías
17 En el territorio de Efraín había un hombre llamado Micaías, 2 quien le dijo a su mamá:
—¿Te acuerdas que alguien te robó las 1100 monedas de plata que tenías? Una vez te escuché diciendo una maldición por ese robo, ahora te confieso que yo fui el que las robó, yo tengo las monedas.
La mujer dijo:
—¡Que el SEÑOR te bendiga, hijo mío!
3 Micaías le devolvió las monedas a su mamá y ella dijo:
—Estas monedas de plata serán para una ofrenda al SEÑOR. Voy a entregarle las monedas a mi hijo para que él construya una estatua y la cubra con plata. Así que, hijo mío, te regreso las monedas.
4 Pero Micaías le devolvió las monedas de plata a su mamá y ella tomó 200 monedas y se las llevó al fundidor para que hiciera una estatua tallada y cubierta de plata. Cuando la estatua estuvo lista, la llevaron a la casa de Micaías, 5 quien tenía un sitio sagrado en su casa para adorar ídolos. Micaías hizo un efod y algunos dioses para su casa, y nombró sacerdote a uno de sus hijos. 6 Micaías hizo estas cosas porque en ese tiempo el pueblo de Israel no tenía rey, por lo que cada uno hacía lo que mejor le parecía.
7 Había un joven levita que era de la ciudad de Belén de Judá y había estado viviendo entre la tribu de Judá. 8 Este joven salió de Belén de Judá buscando un sitio donde vivir. Cuando estaba viajando, subió al monte de Efraín y llegó hasta la casa de Micaías. 9 Micaías le preguntó:
—¿De dónde vienes?
El joven respondió:
—Vengo de Belén de Judá, soy levita y estoy buscando un sitio donde vivir.
10 Entonces Micaías dijo:
—Puedes quedarte conmigo y ser mi padre y mi sacerdote. Te pagaré diez monedas de plata cada año y además te daré ropa y comida.
El levita se quedó allí. 11 El joven aceptó la propuesta de Micaías y llegó a ser como uno más de sus hijos. 12 Micaías lo eligió como sacerdote y él se quedó viviendo allí. 13 Micaías dijo: «Ahora sé que el SEÑOR me va a bendecir porque tengo a un levita como sacerdote».
Dan invade la ciudad de Lais
18 En ese tiempo, Israel no tenía rey. La tribu de Dan estaba buscando un territorio dónde habitar. Todas las otras tribus ya tenían su tierra, pero la de Dan todavía no había conseguido territorio. 2 Entonces enviaron desde Zora y Estaol a cinco hombres valientes en busca de un territorio. Los hombres debían explorar la región y encontrar un sitio bueno para vivir.
Los cinco hombres fueron a la región montañosa de Efraín, llegaron hasta la casa de Micaías y allí pasaron la noche. 3 Cuando los hombres estaban en casa de Micaías, reconocieron la voz del joven levita. Entonces se acercaron al muchacho y le preguntaron:
—¿Quién te trajo hasta acá? ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Qué es lo que buscas?
4 El joven les contó lo que Micaías había hecho por él y les dijo:
—Micaías me contrató y me convertí en su sacerdote.
5 Los hombres le dijeron:
—Te rogamos que le preguntes a Dios si nuestro viaje va a ser exitoso.
6 El sacerdote dijo:
—Sí, vayan en paz, el SEÑOR los acompañará en este viaje.
7 Los hombres siguieron su viaje y llegaron hasta Lais. Allí vieron que la gente vivía tranquilamente. El pueblo estaba gobernado por los de Sidón. Todo estaba calmado y en paz. No tenían enemigos que los molestaran y no les faltaba nada. Vivían lejos de los sidonios y no tenían trato con nadie.
8 Los cinco hombres regresaron a las ciudades de Zora y Estaol. Sus hermanos les preguntaron:
—¿Qué encontraron?
9 Ellos respondieron:
—Hemos encontrado una tierra muy buena, pero muévanse, no se queden ahí sin hacer nada. Tenemos que ir a atacar y a apoderarnos de la tierra. 10 Al llegar allí verán que el territorio es muy grande. Allí no hace falta nada, la gente es pacífica y no está preparada para un ataque. Con seguridad que Dios nos dará esa tierra.
11 Entonces 600 hombres de la tribu de Dan salieron de las ciudades de Zora y Estaol, armados y listos para el ataque. 12 Camino a la ciudad de Lais, los soldados acamparon en un lugar al occidente de Quiriat Yearín. Ese sitio donde acamparon se llama Campamento de Dan[f] hasta el día de hoy. 13 Luego siguieron su camino hacia la región montañosa de Efraín y llegaron hasta la casa de Micaías.
14 Allí, los cinco hombres que habían estado explorando antes dijeron a los demás:
—En una de estas casas hay un efod, algunos dioses caseros, una estatua tallada y una estatua cubierta de plata. Ya saben lo que hay que hacer, vayan por todo eso.
15 Entonces fueron hasta la casa de Micaías. Allí estaba el joven levita y lo saludaron. 16 Los 600 soldados de Dan se quedaron en la entrada. Todos los hombres estaban armados y listos para atacar. 17 El sacerdote se quedó en la entrada con los 600 soldados. 18 Los otros cinco hombres entraron en la casa y sacaron el efod, los dioses, la estatua tallada y la cubierta de plata. Cuando el sacerdote los vio, gritó:
—¿Qué están haciendo?
19 Los cinco hombres dijeron:
—¡Cállate! No digas una sola palabra y ven con nosotros, queremos que seas nuestro padre y nuestro sacerdote. ¿No te parece mejor ser el sacerdote de toda una tribu de Israel que de la familia de un solo hombre?
20 El sacerdote se alegró, tomó el efod, los dioses y las estatuas, y se fue con los soldados de Dan. 21 Todos salieron de la casa de Micaías llevando en primera fila a los niños, los animales y las pertenencias.
22 Los hombres de Dan ya estaban lejos de la casa de Micaías, pero él y sus vecinos se reunieron y salieron a buscar a los hombres de Dan y los alcanzaron. 23 Micaías empezó a gritar y los hombres de Dan se voltearon y dijeron:
—¿Qué pasa, por qué gritas tanto?
24 Micaías dijo:
—Ustedes se robaron las estatuas que yo mismo había hecho y se llevaron también a mi sacerdote. ¿Y ahora qué me queda? ¡Es el colmo que me pregunten qué pasa!
25 Los hombres de Dan respondieron:
—Es mejor que no discutas con nosotros, muchos de los soldados tienen mal carácter y si se enojan te pueden atacar. No te expongas a que te maten o que maten a tu familia.
26 Micaías vio que esos hombres eran muy fuertes y que no podía luchar contra ellos. Así que dio la vuelta y regresó a su casa. Los hombres de Dan siguieron su camino.
27 Los hombres de Dan siguieron andando con el sacerdote y las estatuas que Micaías había hecho. Llegaron a Lais y atacaron a sus habitantes, que eran muy pacíficos y no estaban preparados para el ataque. Los hombres de Dan mataron a todos los de Lais a filo de espada y quemaron la ciudad. 28 La gente de Lais estaba muy lejos de los sidonios y no tenía trato con nadie, por eso no hubo nadie que ayudara a los de Lais. La ciudad de Lais estaba en un valle del pueblo de Bet Rejob. Después los hombres de Dan volvieron a construir la ciudad y se quedaron a vivir allí. 29 La ciudad se llamaba Lais pero los hombres de Dan le cambiaron el nombre por Dan en honor a su antepasado Dan, que era hijo de Israel.
30 En la nueva ciudad de Dan colocaron la estatua tallada. El sacerdote era Jonatán, hijo de Gersón, hijo de Moisés[g]. Jonatán y sus hijos fueron sacerdotes de Dan hasta el exilio del pueblo de Israel. 31 La gente de Dan adoraba la estatua que Micaías había hecho y la siguieron adorando mientras la casa de Dios estuvo en Siló.
El levita y su concubina
19 En ese tiempo en que Israel no tenía rey, hubo un levita que vivía en las montañas de Efraín. Ese hombre tenía una concubina que era de la ciudad de Belén en el territorio de Judá, 2 pero un día la concubina se enojó con el levita y regresó a la casa de su papá en Belén de Judá. La mujer se quedó con el papá durante cuatro meses. 3 Después de un tiempo, el levita fue a buscar a la mujer, quería hablar con ella para que regresara de nuevo con él. El levita llevó a su sirviente y sus burros hasta la casa del papá de la mujer. Al llegar al lugar, el papá de la mujer salió muy contento a saludar al levita 4 y lo invitó a quedarse allí. El levita se quedó en la casa de su suegro durante tres días. Allí bebió, comió y durmió.
5 Al cuarto día, el levita se levantó temprano y empezó a preparar el viaje, pero el papá de la mujer le dijo:
—Come algo antes de viajar, luego podrás irte tranquilo.
6 Entonces se sentaron los dos y comieron y bebieron juntos, y el papá de la mujer le dijo al levita:
—Quédate esta noche con nosotros y pásala bien.
7 El levita se levantó para irse pero el suegro le insistió tanto que se quedó una noche más.
8 Al quinto día, el levita se levantó temprano y empezó a preparar el viaje, pero el suegro le dijo:
—Come algo, quédate hasta la tarde.
Y otra vez comieron y bebieron juntos.
9 El levita, la mujer y el sirviente se levantaron para irse, pero el suegro dijo:
—Ya es tarde, es mejor que se queden esta noche, pues está muy oscuro para viajar. Quédense esta noche y pásenla bien. Mañana pueden salir temprano para su casa.
10 Pero el levita no quería quedarse, así que se fue con la mujer y sus dos burros ensillados. Esa noche llegaron hasta la ciudad de Jebús, que es otro nombre de Jerusalén.
11 Ya era muy tarde y el sirviente le dijo al levita:
—Señor, entremos a este pueblo y pasemos aquí la noche.
12 El levita respondió:
—¡No! No podemos entrar a un pueblo que no es de Israel. Tenemos que ir hasta la ciudad de Guibeá[h]. 13 Sigamos andando hasta llegar a Guibeá o Ramá y allí pasaremos la noche.
14 Así que siguieron andando y el sol se ocultó cuando llegaron a Guibeá en el territorio de Benjamín. 15 Entonces entraron a Guibeá para pasar la noche allí. Llegaron hasta la plaza y se sentaron, pero nadie se acercó para invitarlos a pasar la noche en una casa. 16 Un anciano que venía de trabajar en el campo llegó a la plaza del pueblo. El anciano era de la región montañosa de Efraín, pero estaba viviendo como forastero en Guibeá. La gente de Guibeá era de la tribu de Benjamín. 17 El anciano vio al levita en la plaza y le dijo:
—¿A dónde vas y de dónde vienes?
18 El levita le respondió:
—Venimos desde Belén de Judá y vamos para la parte más lejana de la región montañosa de Efraín. Yo soy de Efraín, hace días viajé a Belén de Judá y ahora voy para mi casa[i] pero nadie nos ha ofrecido alojamiento. 19 Tenemos paja y granos para los burros y hay suficiente pan y vino para los tres que viajamos. No necesitamos nada.
20 El anciano dijo:
—No puedes pasar la noche en la plaza. Eres bienvenido en mi casa, yo me haré cargo de todo lo que necesites.
21 Entonces el anciano llevó a los tres viajeros a su casa, les dio comida a los burros y luego se lavaron los pies, comieron y bebieron.
22 Cuando todos estaban muy contentos, unos degenerados rodearon la casa y dando golpes en la puerta dijeron:
—Saca al hombre que tienes en tu casa, queremos tener relaciones sexuales con él.
23 El dueño de la casa salió y dijo:
—No hagan esa maldad. Este hombre es un invitado en mi casa. No cometan ese terrible pecado.[j] 24 Miren, aquí está mi hija que nunca ha tenido relaciones sexuales, y también está la concubina de este hombre. Pueden hacer lo que quieran con ellas, pero no cometan ese terrible pecado contra este hombre.
25 Pero los hombres no le hicieron caso. El levita fue a buscar a su mujer y la obligó a salir. Los degenerados la obligaron a tener relaciones sexuales y la torturaron toda la noche. A la madrugada la dejaron y le dijeron que se fuera. 26 La mujer fue a la casa del anciano y cayó rendida a la entrada. Ella estuvo ahí tirada hasta que salió el sol. 27 En ese momento, el levita abrió la puerta para salir y vio a la mujer ahí tendida en el suelo. 28 El levita le dijo a la mujer:
—Levántate y vámonos.
Pero la mujer no respondió, pues estaba muerta.
Entonces el levita levantó a la mujer y la puso sobre el lomo del burro para continuar el viaje. 29 Cuando llegaron a la casa, el levita tomó un cuchillo y cortó a la mujer en doce pedazos. Luego tomó los pedazos y envió cada uno por todo el territorio donde vivía el pueblo de Israel. 30 Todos los que veían eso decían: «Nunca antes había pasado algo así en Israel. Nunca habíamos visto algo semejante desde que llegamos de Egipto. Tenemos que pensar en esto y decidir qué vamos a hacer».
Guerra entre Israel y Benjamín
20 Todos los israelitas salieron como un solo hombre, desde Dan, Berseba y Galaad, se reunió la congregación ante el SEÑOR en Mizpa. 2 Todos los líderes de todas las tribus de Israel llegaron a la reunión. Cada uno tenía su lugar en la reunión del pueblo de Dios. En total había 400 000 soldados con espadas. 3 Los de la tribu de Benjamín se enteraron de la reunión de los israelitas en Mizpa. En la reunión, los israelitas dijeron al levita:
—Cuéntanos cómo sucedió eso tan terrible.
4 El levita respondió:
—Yo llegué con mi concubina a la ciudad de Guibeá, en el territorio de Benjamín. Allí pasamos la noche. 5 Pero durante la noche los hombres de la ciudad llegaron a la casa donde yo estaba. Rodearon la casa porque querían matarme, abusaron de mi mujer y luego ella murió. 6 Después yo traje a mi mujer y la corté en pedazos y mandé un pedazo a cada una de las tribus de Israel para que todos se enteraran de esta atrocidad que cometieron los de Benjamín contra nosotros. 7 Ahora, les pido a ustedes israelitas que decidan lo que debemos hacer.
8 Entonces todos los que estaban allí se levantaron al mismo tiempo y dijeron:
—Ninguno de nosotros volverá a su tienda o a su casa. 9 Lo que tenemos que hacer es echar a la suerte quiénes deberán atacar a Guibeá. 10 Vamos a tomar de entre todas las tribus de Israel diez hombres de cada 100, 100 hombres de cada 1000 y 1000 hombres de cada 10 000 para que consigan alimentos para el ejército. Luego el ejército ira a Guibeá, en el territorio de Benjamín para castigar a esa gente por esta ofensa que cometieron contra Israel.
11 Todos los hombres de Israel se reunieron en la ciudad de Guibeá y estuvieron de acuerdo con lo que tenían que hacer. 12 Las tribus de Israel enviaron hombres a la tribu de Benjamín con un mensaje. El mensaje decía: «¿Qué crimen es este que han cometido algunos de ustedes? 13 Entréguennos a esos perversos de Guibeá para matarlos. Tenemos que quitar el mal de Israel».
Pero los de Benjamín no prestaron atención al mensaje de sus hermanos de Israel. 14 Los hombres de la tribu de Benjamín salieron de sus casas para reunirse en Guibeá. Todos fueron a Guibeá para pelear contra los hombres de Israel. 15 En total había 26 000 soldados con espadas entre los hombres de Benjamín. Además en Guibeá había 700 hombres entrenados para la guerra 16 y 700 hombres especializados en combatir con la mano izquierda. Cada uno de ellos podía utilizar la honda con tal precisión que podía lanzar una piedra y acertar a un cabello sin fallar.
17 Por su parte, los israelitas tenían 400 000 guerreros listos para combatir. 18 Todos se prepararon y se fueron a Betel. Allí le pidieron a Dios que les mostrara cuál tribu de Israel debería atacar primero a la tribu de Benjamín. El SEÑOR les dijo que los de Judá serían los primeros.
19 Muy temprano en la mañana, los israelitas levantaron su campamento cerca de la ciudad de Guibeá. 20 Los hombres de Israel se alistaron para pelear y salieron a combatir al ejército de Benjamín en Guibeá. 21 También los hombres de Benjamín salieron a combatir y ese día mataron a 22 000 hombres de Israel en la batalla.
22 Los hombres de Israel fueron a lamentarse ante el SEÑOR hasta el anochecer. Pidieron al SEÑOR que les dijera si debían pelear otra vez contra sus hermanos del ejército de Benjamín. 23 El SEÑOR les respondió que debían pelear de nuevo. Entonces los hombres de Israel se animaron y fueron a pelear como lo habían hecho la primera vez.
24 El segundo día, los israelitas salieron otra vez a pelear contra los de Benjamín. 25 También el segundo día el ejército de Benjamín salió desde la ciudad de Guibeá para pelear contra el ejército de Israel. En esa batalla el ejército de Benjamín mató a 18 000 soldados de Israel. 26 Entonces todo el ejército de Israel fue a Betel a llorar y a lamentarse ante el SEÑOR. Ese día la pasaron sin comer nada hasta la noche. Luego hicieron ofrendas y sacrificios para festejar al SEÑOR. 27 Luego consultaron al SEÑOR, ya que en ese tiempo el cofre del pacto de Dios estaba en Betel. 28 Finés, hijo de Eleazar y nieto de Aarón, servía como sacerdote ante el cofre.
Los soldados de Israel le preguntaron:
—¿Debemos pelear otra vez contra nuestros hermanos de Benjamín? ¿Será mejor que no peleemos más?
El SEÑOR les respondió:
—Sí, deben pelear otra vez. Mañana yo les ayudaré a ganar contra el ejército de Benjamín.
29 Entonces el ejército de Israel mandó a algunos para que se escondieran alrededor de la ciudad de Guibeá. 30 Y al tercer día los soldados de Israel subieron a pelear contra los de Benjamín, como lo habían hecho antes. 31 Una vez más, los hombres de Benjamín salieron de Guibeá para pelear contra Israel. Los israelitas dejaron que los de Benjamín los persiguieran y salieran de la ciudad. Igual que las veces anteriores, los soldados de Benjamín empezaron a matar a algunos soldados de Israel. Mataron a 30 hombres en el campo y por los caminos hacia Betel y hacia Guibeá. 32 Los hombres de Benjamín creyeron que estaban ganando igual que antes, pero no era así. Los hombres de Israel salieron huyendo para que los enemigos creyeran que estaban ganando, pero en realidad los israelitas estaban haciéndolos salir de la ciudad e ir hacia los caminos. 33 Los israelitas que estaban escondidos salieron de sus escondites y se alistaron para combatir en Baal Tamar. Los que estaban escondidos al occidente de Guibeá salieron y atacaron la ciudad. 34 Los mejores 10 000 soldados de Israel atacaron la ciudad de Guibeá. La batalla fue muy dura y los hombres de Benjamín no sabían que estaban a punto de perder.
35 El SEÑOR ayudó al ejército de Israel a derrotar a los hombres de Benjamín. Ese día, el ejército de Israel mató 25 100 soldados de Benjamín. 36 Ya muy tarde los hombres de Benjamín entendieron que habían sido derrotados. Algunos israelitas esperaban cerca de Guibeá en emboscada, mientras otros se retiraban para darles oportunidad de atacar a la ciudad. 37 Los hombres que estaban escondidos entraron en la ciudad de Guibeá, invadieron la ciudad y mataron a espada a todos los que estaban allí. 38 Los soldados de Israel tenían una señal para comunicarse con los que estaban escondidos. Los que estaban escondidos debían hacer una gran nube de humo para avisar a los demás cuando hubieran atacado la ciudad.
39 Cuando los hombres que estaban huyendo vieran la señal de humo, debían regresar y enfrentarse contra los de Benjamín. Los hombres de Benjamín lograron matar 30 soldados de Israel y por eso pensaron que estaban ganando como en las otras ocasiones, 40 pero los soldados de Israel vieron la gran nube de humo. También los hombres de Benjamín vieron el humo y que la ciudad entera estaba en llamas. 41 Entonces los israelitas se enfrentaron a los hombres de Benjamín, los cuales se llenaron de terror y entendieron que estaban derrotados.
42 Los hombres de Benjamín salieron huyendo hacia el desierto, pero no pudieron escapar de los israelitas, y los que estaban en la ciudad salieron y los mataron. 43 Los hombres de Israel rodearon a los hombres de Benjamín y los persiguieron sin descansar hasta que los derrotaron en el área al oriente de la ciudad de Guibeá. 44 Los israelitas mataron a 18 000 valientes soldados de Benjamín.
45 Cuando los otros soldados de Benjamín corrieron hacia el desierto, llegaron a un lugar llamado la roca de Rimón, pero el ejército de Israel mató por el camino a 5000 soldados de Benjamín. Los soldados de Israel siguieron persiguiendo a los de Benjamín hasta llegar a Guidón. Allí mataron a otros 2000 hombres de Benjamín.
46 Ese día el ejército de Israel mató a 25 000 guerreros armados de espada de Benjamín. 47 Pero 600 soldados de Benjamín se escondieron en el desierto. Esos hombres llegaron hasta la roca de Rimón y se quedaron allí durante cuatro meses. 48 Los hombres de Israel regresaron al territorio de Benjamín y mataron a todos los que encontraban a su paso. Destruyeron todo lo que encontraron, mataron a todos los animales y quemaron todas las ciudades por donde pasaron.
Los de Benjamín consiguen esposas
21 Los hombres de Israel habían hecho una promesa cuando se reunieron en Mizpa. Prometieron que no dejarían que ninguna de sus hijas se casara con un hombre de Benjamín.
2 Los israelitas fueron a Betel, clamaron y lloraron amargamente ante Dios hasta la noche. 3 Todos decían: «SEÑOR, el Dios de Israel, ¿por qué ha sucedido todo esto? ¿Por qué se quedó Israel sin una de sus tribus?»
4 Al día siguiente todos se levantaron muy temprano y construyeron un altar. Pusieron en el altar ofrendas que deben quemarse completamente y sacrificios como ofrendas para festejar. 5 Luego los israelitas dijeron: «¿Hay alguna tribu de Israel que no haya venido a reunirse con nosotros ante el SEÑOR?» Hicieron esta pregunta porque antes habían hecho una promesa muy importante. La promesa era que matarían al que no se reuniera con las demás tribus ante el SEÑOR en Mizpa.
6 Los hombres de Israel sintieron pesar por sus hermanos de Benjamín y dijeron: «Hoy se ha cortado de Israel una de sus tribus. 7 Nosotros prometimos por el SEÑOR que no dejaríamos que nuestras hijas se casaran con los hombres de Benjamín. Ahora, ¿qué podemos hacer por los que todavía quedan para que puedan tener familia otra vez?»
8 Entonces volvieron a preguntar: «¿Hay alguna tribu que no haya ido al encuentro que tuvimos con el SEÑOR en Mizpa? ¡Tiene que haber alguna que no haya estado!» Y se acordaron que ningún hombre de la ciudad de Jabés Galaad había estado en la reunión con las otras tribus de Israel. 9 Cuando pasaron lista, se dieron cuenta que no había nadie de allí. 10 Entonces enviaron 12 000 soldados a esa ciudad con esta orden: «Lleven sus espadas y maten a todos los habitantes de esa ciudad, incluyendo mujeres y niños. 11 Maten a todos los hombres y a todas las mujeres que no sean vírgenes, pero no le hagan daño a las vírgenes». Los soldados cumplieron esa orden,[k] 12 encontraron 400 mujeres vírgenes y las llevaron al campamento de Siló en Canaán.
13 Luego los hombres de Israel mandaron un mensaje a los hombres de Benjamín que estaban en un lugar llamado la roca de Rimón. En el mensaje a los hombres de Israel decían que querían hacer las paces. 14 Entonces los hombres de Benjamín regresaron a Israel y los israelitas les dieron a las mujeres que habían traído de Jabés Galaad. Pero no hubo suficientes mujeres para todos los hombres de Benjamín.
15 Los israelitas sentían lástima por los de Benjamín, porque el SEÑOR los había separado de las otras tribus de Israel. 16 Los ancianos líderes de Israel dijeron: «Han matado a las mujeres de la familia de Benjamín. Ahora ¿dónde podremos encontrar esposas para los hombres de Benjamín que todavía están vivos? 17 Los hombres de Benjamín deben tener hijos para que siga existiendo esa tribu y para que no se acabe ninguna tribu de Israel. 18 Pero nosotros no podemos darles nuestras hijas para que se casen, pues hicimos una promesa. Nosotros prometimos que le pasaría algo muy malo a quien diera una esposa a un hombre de Benjamín. 19 Pero tenemos una idea: Estamos en la época de la fiesta en honor al SEÑOR. Esta fiesta se celebra cada año en Siló. La ciudad de Siló queda al norte de la ciudad de Betel, al oriente del camino que comunica a Betel con Siquén, y al sur de la ciudad de Leboná».
20 Entonces, los ancianos líderes hablaron con los hombres de Benjamín sobre la idea y dijeron: «¡Escóndanse en los viñedos y estén atentos! 21 Esperen a que salgan al baile las mujeres de Siló y luego salgan ustedes. Cada uno puede tomar una mujer y llevarla al territorio de Benjamín para casarse con ella. 22 Los padres o los hermanos de esas mujeres vendrán a quejarse con nosotros pero les diremos: “¡Tengan piedad con los hombres de Benjamín, permítanles casarse con esas mujeres! Durante la guerra no pudimos conseguir esposas para cada uno de ellos y como ustedes no les entregaron voluntariamente las mujeres, ustedes no rompieron su promesa”».
23 Los hombres de Benjamín siguieron el consejo de los ancianos. Cada uno se casó con una de las bailarinas y se fueron. Ellos regresaron a su tierra, construyeron ciudades y vivieron en ellas. 24 Después, cada uno de los hombres de Israel regresó a su respectiva familia y a su respectivo hogar.
25 En ese tiempo Israel no tenía rey y cada uno hacía lo que mejor le parecía.
Hambre en Judá
1 1-2 Cuando los jefes gobernaban en Israel, hubo una época de hambre en Judá. Había un hombre llamado Elimélec, efrateo[l] que vivía en Belén[m], el cual tuvo que emigrar al país de Moab con su mujer y sus dos hijos. Su esposa se llamaba Noemí y sus dos hijos se llamaban Majlón y Quilión. Por causa del hambre, ellos se fueron a vivir al país de Moab y allí permanecieron.
3 Elimélec murió dejando sola a Noemí y a sus dos hijos. 4 Después, ellos se casaron con mujeres moabitas; una se llamaba Orfa y la otra Rut. Pasaron alrededor de diez años y 5 Majlón y Quilión también murieron. Así que Noemí quedó sola, pues no tenía esposo ni hijos.
Noemí vuelve a casa
6 Cuando Noemí se enteró de que el SEÑOR le había dado una buena cosecha a su pueblo, ella y sus dos nueras se prepararon para irse de Moab. 7 Así que Noemí se fue con sus dos nueras del lugar donde había vivido antes y juntas se dispusieron a recorrer el camino de vuelta a Judá.
8 Pero entonces Noemí les dijo a sus dos nueras:
—¿No quieren volver cada una a su casa con su mamá? Ustedes han sido muy buenas conmigo y con sus esposos. ¡Que así también el SEÑOR sea bueno y leal con ustedes! 9 ¡Que el SEÑOR permita que encuentren esposos y tengan un hogar feliz!
Luego Noemí las besó, pero ellas rompieron en llanto, 10 y le dijeron:
—No, nosotras queremos regresar contigo a tu pueblo.
11 Noemí les dijo:
—Por favor, váyanse, hijas mías. ¿Por qué tienen que irse conmigo? No me quedan más hijos que puedan casarse con ustedes. 12 ¡Váyanse! ¡Regresen a su tierra, hijas! Además, ya estoy demasiado vieja para quedar embarazada.[n] Y aunque tuviera esa esperanza y quedara embarazada esta misma noche, 13 tendrían ustedes que esperar hasta que mis hijos llegaran a ser hombres antes de casarse con ellos. No puedo obligarlas a que esperen tanto tiempo sin esposo porque la vida es más dura para mí que para ustedes, pues el SEÑOR está en contra mía.[o]
14 Entonces ellas empezaron a llorar. Orfa se despidió con un beso de su suegra y se fue, pero Rut se quedó junto a ella.
15 Noemí dijo:
—Mira, tu concuñada regresó con su gente y con sus dioses. Síguela.
16 Pero Rut le dijo:
—¡No me obligues a abandonarte y separarme de ti!
»A donde vayas tú, iré yo;
y donde vivas tú, viviré yo.
Tu pueblo será mi pueblo,
y tu Dios será mi Dios.
17 Donde mueras tú,
moriré yo y seré sepultada.
¡Que el SEÑOR me castigue con severidad
si no cumplo con esta promesa:
sólo la muerte nos separará![p]
18 Noemí se dio cuenta de que Rut estaba muy decidida a irse con ella, y dejó de discutir. 19 Así que las dos emprendieron el camino hasta que llegaron a Belén. Al llegar se formó un alboroto, todo el pueblo hablaba de ellas. Las mujeres decían:
—¿No es esa Noemí?
20 Pero ella les decía:
—No me llamen Noemí[q], llámenme Mara[r]
porque Dios Todopoderoso me ha dado tristeza.
21 Cuando me fui de aquí,
tenía en abundancia;
pero ahora regreso sin nada
porque así lo quiso el SEÑOR.
Por eso ustedes no deben llamarme Noemí,
porque el SEÑOR Todopoderoso ha sido muy duro conmigo.
22 Así fue como Noemí y Rut, su nuera moabita, regresaron de Moab. Llegaron a Belén cuando comenzaba la cosecha de cebada.
Rut conoce a Booz
2 Había un hombre rico e importante que vivía en Belén. Su nombre era Booz. Como era pariente[s] de Elimélec, era uno de los que tenían que cuidar de Noemí.
2 Un día, Rut, la moabita, le dijo a Noemí:
—Voy a buscar a alguien que sea bueno conmigo y me deje recoger las espigas de cebada que los trabajadores dejan en el campo.[t]
Entonces Noemí le respondió:
—Sí, ve y hazlo, hija mía.
3 Así que Rut salió de inmediato y empezó a recoger espigas detrás de los trabajadores, y resultó que justamente ese campo pertenecía a Booz, el familiar de Elimélec.
4 Al rato Booz llegó de Belén y saludó a los trabajadores, diciendo:
—¡Que el SEÑOR esté con ustedes! Y ellos respondieron:
—¡Que el SEÑOR lo bendiga!
5 Luego Booz le preguntó al encargado de los trabajadores:
—¿De qué familia es esta muchacha?
6 El capataz le contestó:
—Esa es la joven moabita, la que vino con Noemí. 7 Me pidió que la dejara ir detrás de los trabajadores para recoger espigas. Vino aquí temprano en la mañana y excepto a ratos a la sombra, ella no ha descansado nada.
8 Luego Booz le dijo a Rut:
—Escúchame, hija,[u] tú no tienes que irte de este campo. Quédate aquí, cerca de las otras mujeres que trabajan para mí. 9 Fíjate bien hacia dónde se dirigen a recoger la cosecha y síguelas a esos campos. Les he ordenado a mis trabajadores que no te molesten. Si te da sed, entonces ve a tomar del agua de las jarras que beben los trabajadores. Ellos mismos las van a llenar.
10 Rut se postró rostro en tierra y le dijo:
—Estoy sorprendida de que usted tan siquiera haya notado que estoy aquí. Soy una extranjera, ¿por qué es usted tan amable conmigo?
11 Booz le respondió:
—Me han contado una y otra vez todo el bien que le has hecho a tu suegra después de que murió su esposo. Dejaste a tus padres y a tu patria para venir con ella a estar entre gente que no conocías. 12 ¡Que el SEÑOR te lo pague! Que el SEÑOR Dios de Israel te bendiga ricamente porque has venido a refugiarte bajo sus alas.
13 Ella contestó:
—Usted ha sido muy amable conmigo, me ha hecho sentir bienvenida, y eso que ni siquiera soy una de sus siervas.
14 A la hora del almuerzo, Booz le dijo a Rut:
—Ven aquí y come con nosotros. Toma pan y úntale un poco de salsa de vinagre.
Entonces ella se sentó junto a los trabajadores. Luego él le dio un poco de grano tostado. Ella comió hasta que estuvo satisfecha e incluso le sobró algo. 15 Luego ella se levantó y siguió recogiendo espigas.
Booz les dijo a sus trabajadores:
—Dejen que ella recoja grano, también del que ha sido apilado, y no se lo impidan. 16 Háganle el trabajo fácil dejando caer manojos para que ella los recoja, y no la molesten.
17 Ella entonces se quedó en el campo recogiendo el grano hasta el atardecer. Luego desgranó las espigas que había recogido. Había recogido más de 20 kilos[v] de cebada. 18 Levantó su carga de grano y regresó al pueblo. Rut le mostró a su suegra lo que había recogido, y sacó lo que le había sobrado del almuerzo y se lo dio a Noemí.
19 Noemí le dijo a Rut:
—¿Dónde recogiste espigas hoy? ¿Dónde trabajaste? ¡Bendito sea el hombre que se fijó en ti!
Rut le dijo a su suegra lo que le había pasado con Booz.
Ella dijo:
—El hombre con el que trabajé hoy se llama Booz.
20 Noemí le dijo a su nuera:
—Que el SEÑOR lo bendiga. Él sigue siendo leal con los vivos como lo que fue cuando vivían los que han muerto.
Luego añadió:
—Booz es uno de nuestros parientes que podría cuidar de nosotras.[w] Él es uno de los que son responsables de protegernos.[x]
21 Rut la moabita dijo:
—Él me dijo que me quedara en su campo con sus trabajadores hasta que termine la cosecha.
22 Noemí le dijo a su nuera Rut:
—Hija, es bueno que te quedes con sus trabajadoras recogiendo espigas para que nadie te moleste en los otros campos. 23 Así que Rut se quedó con las mujeres recogiendo el grano hasta el final de la cosecha de cebada, e incluso hasta la cosecha de trigo. Mientras tanto, vivía con su suegra.
Rut y Booz en la era
3 En otra ocasión, Noemí, la suegra de Rut, le dijo:
—Hija, tengo que buscar un buen hogar para ti. 2 He estado pensando en Booz. Es pariente nuestro[y] y tú lo conoces porque has estado con sus trabajadoras. Esta noche él estará aventando la cebada en el lugar donde se trilla el trigo. 3 Ahora pues, báñate, arréglate, ponte tu mejor vestido y ve a ese lugar. Que Booz no te reconozca[z] hasta que termine de comer y beber. 4 Fíjate en el lugar donde se acuesta. Más tarde ve allí, levanta la cobija y acuéstate a sus pies. Después él te dirá lo que debes hacer.
5 Entonces Rut le respondió:
—Haré lo que tú digas.
6 Rut bajó al lugar donde se trilla el trigo e hizo todo lo que su suegra le había ordenado. 7 Booz comió, bebió y quedó satisfecho. Luego se acostó al borde del montón de grano. Rut llegó en silencio, le destapó los pies y se acostó.
8 En medio de la noche, Booz se despertó con miedo y se dio la vuelta para escaparse, ¡pero se dio cuenta que se trataba de una mujer que estaba acostada a su lado! 9 Booz dijo:
—¿Quién eres?
Ella dijo:
—Soy Rut, su sierva.[aa] Usted es un pariente que podría casarse conmigo. ¿Puedo refugiarme bajo sus alas[ab]?
10 Él dijo:
—Que el SEÑOR te bendiga, jovencita. Este acto de bondad es más noble que el que hiciste primero porque has venido a mí en vez de buscar un joven bien parecido, pobre o rico. 11 Ahora, jovencita, no tengas miedo, haré lo que me pides, porque todo el mundo sabe que eres una mujer respetable. 12 Aunque es cierto que soy uno de los parientes que debería protegerte y casarse contigo, hay un pariente que tiene más derecho que yo. 13 Tú pasa la noche aquí. Por la mañana, si el otro hombre se quiere hacer cargo de ti,[ac] está bien, él lo hará. Si no, te prometo ante el SEÑOR que yo me haré cargo de ti. Sólo quédate hasta la mañana.
14 Y así, ella se quedó ahí con él hasta la mañana, pero ella se levantó antes del amanecer para que nadie la viera. Booz pensó: «Nadie debe enterarse de que esta mujer ha estado en el lugar donde se trilla el trigo».
15 Sin embargo le dijo a Rut:
—Toma el manto que tienes puesto y mantenlo abierto.
Ella lo mantuvo abierto, y él tomó como 20 kilos de cebada, los echó en el manto y le ayudó a ella a echarse el manto al hombro. Luego él volvió al pueblo.
16 Cuando Rut volvió a la casa de su suegra, ella le preguntó:
—¿Cómo te fue, hija mía?
Entonces Rut le contó a Noemí todo lo que Booz había hecho por ella. 17 Le dijo:
—También me dio estos 20 kilos de cebada y me dijo que no debería ir a casa de mi suegra con las manos vacías.
18 Noemí dijo:
—Quédate aquí hasta ver qué pasa. Booz no descansará hoy hasta que no se haga cargo de todo.
Booz y el otro pariente
4 Booz fue a la plaza pública cerca de la entrada del pueblo y se sentó. Luego pasó por la casa del otro pariente[ad] que Booz había mencionado como responsable de cuidar por las dos viudas. Entonces Booz le dijo:
—Amigo, ven acá y siéntate.
Entonces él se acercó y se sentó. 2 Luego Booz convocó a diez de los ancianos líderes del pueblo y les dijo:
—Siéntense.
Entonces ellos se sentaron. 3 Booz le dijo al otro pariente:
—Noemí, la mujer que acaba de llegar de Moab, está vendiendo la tierra que perteneció a nuestro pariente Elimélec. 4 Decidí informarte de eso delante de estos líderes ancianos del pueblo para ver si deseas comprar esa tierra. Tú eres el pariente más cercano y tienes ese derecho. Si tú quieres redimirla, entonces redímela. Si no, dímelo, pues yo soy el siguiente pariente más cercano. Entonces el otro pariente, el más cercano, dijo:
—Yo la redimiré.
5 Entonces Booz le dijo:
—Cuando le compres la tierra a Noemí, comprarás también a Rut, la mujer moabita, para restaurar el nombre del difunto en su herencia.[ae]
6 Al oír esto, el pariente respondió:
—Yo no puedo redimirla, pues arruinaría mi propia herencia. Así que como yo no puedo redimirla puedes redimirla tú para ti mismo.
7 En aquellos días en Israel se acostumbraba quitarse un zapato y entregarlo a la otra persona a manera de factura por el intercambio de bienes o por redimir la tierra. 8 Entonces cuando el pariente le dijo a Booz: «Puedes redimirla tú para ti mismo», se quitó un zapato y se lo dio[af] a Booz.
9 Luego Booz les dijo a los ancianos y a todos los ciudadanos presentes en el lugar:
—Todos ustedes son testigos que yo le compro a Noemí todo lo que perteneció a Elimélec y a sus hijos Quilión y Majlón. 10 También tomo por esposa a la viuda de Majlón, Rut, la moabita. La tomo como esposa para restaurar el nombre del difunto en su herencia para que así su nombre no desaparezca de su gente y de su pueblo. Ustedes son testigos hoy.
11 Entonces los ancianos y todos los ciudadanos que estaban en la plaza dijeron:
—Sí, somos testigos. Que el SEÑOR haga que esta mujer que entra en tu casa sea como Raquel y Lea, de quienes desciende la casa de Israel.[ag] ¡Que te conviertas en una tribu poderosa en Efrata[ah]! ¡Que tu nombre sea famoso en Belén! 12 Tamar dio a luz a Fares[ai], el hijo de Judá. Que la familia formada con los hijos que el SEÑOR te dé de esta joven mujer, sea tan grande como la de Fares, el hijo de Tamar y Judá.
13 Así Booz tomó a Rut por esposa. Él se unió con ella y el SEÑOR permitió que ella quedara embarazada y diera a luz un niño. 14 Entonces las mujeres del pueblo le dijeron a Noemí:
—Bendito sea el SEÑOR que te ha dado un nieto[aj]. Que su nombre sea famoso en Israel. 15 Él te cuidará y se ocupará de ti cuando seas vieja. Porque fue tu nuera que te quería quien lo dio a luz. Ella es mejor para ti que siete hijos.
16 Entonces Noemí tomó al niño en sus brazos y se encargó de criarlo. 17 Las vecinas le pusieron el nombre, diciendo:
—Ahora Noemí tiene un hijo.
Lo llamaron Obed, quien fue el papá de Isaí y abuelo de David.
Rut y la familia de Booz
18 Este es el registro de la familia de Fares:
Fares fue el papá de Jezrón
19 y Jezrón el de Ram.
Ram fue el papá de Aminadab
20 y Aminadab el de Naasón.
Naasón fue el papá de Salmón
21 y Salmón el de Booz.
Booz fue el papá de Obed
22 y Obed el de Isaí.
Isaí fue el papá de David.
Ana pide un hijo
1 En la sierras de Efraín vivía un hombre zufita de Ramatayin. Su nombre era Elcaná, hijo de Jeroán, nieto de Eliú y bisnieto de Tohu. Tohu era hijo de Zuf, de la tribu de Efraín. 2 Elcaná tenía dos esposas. Una se llamaba Ana, y la otra Penina. Penina tenía hijos, pero Ana no.
3 Cada año Elcaná viajaba de su pueblo hasta Siló para adorar al SEÑOR Todopoderoso y ofrecerle sacrificios allí. Ofni y Finés, hijos de Elí, servían como sacerdotes del SEÑOR en Siló. 4 Cuando Elcaná ofrecía sacrificios, le daba una parte de los alimentos a su esposa Penina y a cada uno de sus hijos, 5 pero siempre le daba la misma cantidad[ak] a Ana porque era la esposa que él amaba, aunque el SEÑOR no le había dado hijos a Ana.
6 Penina siempre molestaba a Ana y la hacía sentir mal porque el SEÑOR no le permitía tener hijos. 7 Cada año sucedía lo mismo cuando la familia iba al santuario del SEÑOR en Siló. Un día Elcaná estaba ofreciendo sacrificios, pero Ana no comía nada en la fiesta porque estaba molesta, y lloraba. 8 Elcaná, su esposo, le dijo: «Ana, ¿por qué lloras? ¿Por qué no quieres comer? ¿Por qué estás triste? Me tienes a mí, yo soy tu esposo. Deberías pensar que yo soy mejor que diez hijos».
9 Después de comer, Ana se levantó calladamente y se fue a orar al santuario.[al] El sacerdote Elí estaba sentado en una silla cerca de la puerta del santuario del SEÑOR. 10 Ana estaba muy triste y lloraba mucho mientras oraba al SEÑOR. 11 Le hizo una promesa a Dios: «SEÑOR Todopoderoso, mira lo triste que estoy. ¡Acuérdate de mí! No me olvides. Si me concedes un hijo, te lo entregaré a ti. Será un nazareo: no beberá vino ni bebidas embriagantes,[am] y nunca se cortará el cabello».
12 Ana oró al SEÑOR durante largo rato. Elí observaba los labios de Ana mientras ella oraba. 13 Ella oraba de corazón. Aunque sus labios se movían, no pronunciaban las palabras en voz alta. Así que Elí pensó que Ana estaba borracha, 14 y le dijo:
—¡Has tomado demasiado! Es hora de guardar el vino.
15 Ana contestó:
—Señor, no he tomado vino ni cerveza. Estoy muy afligida y le estaba contando mis problemas al SEÑOR. 16 No piense que soy una mala mujer. He estado orando todo este tiempo porque estoy muy triste por tantos problemas.
17 Elí contestó:
—Ve en paz. Que el Dios de Israel te dé lo que pediste.
18 Ana dijo:
—Espero que usted tenga un buen concepto de mí.
Luego Ana se fue, comió algo y se sintió mejor. 19 Temprano, a la mañana siguiente, la familia de Elcaná se levantó, adoraron al SEÑOR y luego regresaron a su pueblo de Ramá.
Nacimiento de Samuel
Elcaná tuvo relaciones sexuales con su esposa Ana, y el SEÑOR se acordó de Ana. 20 Ella concibió y para esas fechas al año siguiente, dio a luz un hijo. Ana le puso por nombre Samuel[an], pues dijo: «Su nombre es Samuel porque se lo pedí al SEÑOR». 21 Ese año Elcaná fue a Siló con su familia para ofrecer sacrificios y cumplir las promesas que le había hecho al SEÑOR. 22 Pero Ana no lo acompañó, sino que le dijo:
—No iré a Siló hasta que el niño tenga la edad suficiente para comer alimento sólido. Entonces se lo entregaré al SEÑOR, será un nazareo[ao] y se quedará en Siló.
23 El esposo de Ana le dijo:
—Haz lo que te parezca mejor. Te puedes quedar en casa hasta que el niño tenga la edad suficiente para comer alimento sólido. Que el SEÑOR haga lo que has dicho.[ap]
Así que Ana se quedó en casa para criar a su hijo hasta que tuviera la edad suficiente para comer alimento sólido.
24 Cuando el niño tenía la edad suficiente para comer alimento sólido, Ana lo llevó al santuario del SEÑOR en Siló. También llevó un becerro de tres años, 20 kilos[aq] de harina y una botella de vino. 25 Se presentaron ante el Señor. Elcaná mató el becerro como sacrificio al Señor, como de costumbre.[ar] Luego Ana entregó el niño a Elí, 26 y le dijo:
—Perdón, señor, yo soy la misma mujer que usted vio orar al SEÑOR. Le aseguro que lo que digo es cierto. 27 Oré por este hijo, y el SEÑOR contestó mi oración, dándomelo. 28 Ahora se lo entrego al SEÑOR, y él servirá[as] al SEÑOR toda su vida. Entonces Ana dejó ahí al niño[at] y adoró al SEÑOR.
Agradecimiento de Ana
2 Ana oró:
«En el SEÑOR se alegra mi corazón;
me fortalezco en el SEÑOR.
Me río de mis enemigos,[au]
estoy muy feliz de mi victoria.
2 »No hay Dios santo como el SEÑOR,
no hay otro Dios, sólo tú.
No hay roca como nuestro Dios.
3 No sigan haciendo alarde
ni hablen con orgullo,
porque el SEÑOR Dios todo lo sabe.
Él guía y juzga a la gente.
4 »Se quiebra el arco de los soldados fuertes,
pero los débiles recobran las fuerzas.
5 Los que antes tenían comida en abundancia,
ahora tienen que trabajar para conseguir alimento.
En cambio, los que antes tenían hambre,
ahora engordan de tanto comer.
La mujer que no podía tener hijos,
ahora tiene siete.
En cambio, la mujer que tenía muchos hijos está triste
porque sus hijos se fueron.
6 »El SEÑOR da la vida y la muerte.
Él envía a la gente al sepulcro[av],
y la puede resucitar para que viva de nuevo.
7 »El SEÑOR a unos da pobreza,
y a otros riqueza;
a unos humilla,
pero a otros enaltece.
8 Él levanta del polvo a los pobres;
les quita su tristeza.[aw]
Les da importancia a los pobres,
sentándolos con príncipes
en el lugar de los invitados de honor.
»El SEÑOR hizo todo el mundo,
y todo el mundo le pertenece.[ax]
9 »Guía los pasos de los que te son fieles
para que no tropiecen,
pero la gente mala será destruida;
caerá en la oscuridad.
No triunfará por sus propias fuerzas.
10 »SEÑOR, quebrántalos
cuando desde el cielo envíes truenos contra tus enemigos.
El SEÑOR juzgará hasta lo último de la tierra.
Fortalecerá a su rey
y dará poder a su rey elegido».
11 Elcaná regresó a su casa de Ramá, pero el niño se quedó en Siló para servir al SEÑOR bajo la supervisión del sacerdote Elí.
Los perversos hijos de Elí
12 Los hijos de Elí eran perversos. No les importaba el SEÑOR 13 ni la manera en que se suponía que los sacerdotes deberían tratar al pueblo. Lo que los sacerdotes debían hacer para el pueblo era lo siguiente: Cada vez que alguien ofrecía un sacrificio, el sacerdote debía colocar la carne en una olla de agua hirviendo. Luego el ayudante del sacerdote debía tomar un tenedor grande de tres dientes 14 para sacar un poco de carne de la olla. El sacerdote tomaba sólo la carne que se sacaba con el tenedor. Eso es lo que debían hacer los sacerdotes con todos los israelitas que ofrecían sacrificios en Siló. 15 Antes de quemar la grasa en el altar, el ayudante hablaba con el que estaba por ofrecer el sacrificio y le decía: «Dale al sacerdote algo de carne para asar, pues no te aceptará carne cocida». 16 Si el hombre contestaba: «Primero quema la grasa,[ay] y luego puedes tomar lo que quieras», entonces el ayudante del sacerdote contestaba: «No, dame la carne ahora. ¡Si no me la das, te la quitaré a la fuerza!» 17 De esta manera, Ofni y Finés mostraban que no respetaban las ofrendas presentadas al SEÑOR. ¡Este era un pecado muy grave ante los ojos del SEÑOR!
18 Pero Samuel servía al SEÑOR como ayudante, vestido con un efod de lino. 19 Cada año su mamá le hacía una pequeña túnica y se la llevaba cuando iba a Siló con su esposo para ofrecer el sacrificio anual. 20 Elí bendecía a Elcaná y a su esposa, diciendo: «Que el SEÑOR te dé más hijos con Ana en pago del niño que Ana prestó y dedicó al SEÑOR».[az] Elcaná y Ana regresaron a casa, y 21 el SEÑOR fue bondadoso con Ana concediéndole tres hijos y dos hijas, mientras Samuel crecía sirviendo al SEÑOR.
22 Elí era muy anciano. Con frecuencia oía sobre las cosas que sus hijos les hacían a los israelitas en Siló y también que sus hijos se acostaban con las mujeres que servían en la entrada de la carpa de reunión. 23 Él les dijo a sus hijos: «El pueblo me cuenta todo el mal que ustedes hacen. ¿Por qué actúan así? 24 Déjense de eso. El pueblo del SEÑOR está hablando mal de ustedes. 25 Si alguien peca contra otro ser humano, tal vez Dios le ayude, pero si alguien peca contra el SEÑOR, entonces ¿quién va a poder ayudarle?» Pero como los hijos de Elí se negaron a escucharlo, el SEÑOR decidió matarlos. 26 Entre tanto, el joven Samuel seguía creciendo, agradando al SEÑOR y al pueblo.
27 Un hombre de Dios[ba] fue a Elí, diciéndole: «El SEÑOR dice: “Tus antepasados fueron esclavos de la familia del faraón, pero yo me manifesté ante ellos. 28 Elegí a tu tribu de entre todas las tribus de Israel para que fueran mis sacerdotes, ofrecieran sacrificios en mi altar, quemaran incienso y usaran el efod. También dejé que tu familia recibiera la carne de los sacrificios que me ofrece el pueblo de Israel. 29 Entonces ¿por qué miras con desprecio mis[bb] sacrificios y ofrendas? Honras a tus hijos más que a mí. Engordas con lo mejor de la carne siendo que el pueblo de Israel me ofrece esa carne a mí”.
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