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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
Palabra de Dios para Todos (PDT)
Version
Jueces 3:28-15:12

28 Aod les dijo: «¡Síganme! El SEÑOR nos ha ayudado a derrotar a nuestros enemigos los moabitas».

Entonces los israelitas siguieron a Aod y fueron con él a controlar los lugares donde la gente podía cruzar con facilidad el río Jordán para llegar a la tierra de Moab. No permitieron a nadie cruzar el río Jordán. 29 Los israelitas mataron a más de 10 000 moabitas fuertes y valientes; ninguno escapó. 30 Así que desde ese día el pueblo de Israel gobernó a los de Moab, y hubo paz en esa tierra durante 80 años.

El jefe Samgar

31 Después de que Aod liberó a los israelitas, otro hombre vino a salvar a Israel. Ese hombre se llamaba Samgar hijo de Anat[a]. Samgar mató a 600 filisteos con una vara para arrear bueyes.[b]

La jefe Débora

Después de la muerte de Aod, los israelitas volvieron a hacer lo que no le agradaba al SEÑOR. Así que el SEÑOR dejó que Jabín, un rey de Canaán, derrotara a Israel. Jabín gobernaba en una ciudad llamada Jazor. Sísara, comandante del ejército del rey, vivía en un pueblo llamado Jaroset Goyim. Sísara tenía 900 carros de hierro y había sido muy cruel con los israelitas durante 20 años. Así que los israelitas pidieron ayuda al SEÑOR.

Débora era la líder de Israel. Era profetisa y esposa de Lapidot. Débora acostumbraba sentarse bajo una palmera, conocida como la palmera de Débora, y los israelitas acudían a ella para que les resolviera sus problemas. La palmera de Débora queda entre Ramá y Betel, en la región montañosa de Efraín. Débora mandó llamar a un hombre llamado Barac hijo de Abinoán, que vivía en la ciudad de Cedes, territorio de Neftalí. Débora le dijo a Barac:

—El SEÑOR Dios de Israel te ordena lo siguiente: “Reúne a 10 000 hombres de las tribus de Neftalí y Zabulón, y dirígelos al monte Tabor. Yo haré que Sísara, el comandante del ejército de Jabín, llegue hasta ustedes. Haré que Sísara vaya con su ejército y sus carros hasta el río de Quisón[c] y te ayudaré a derrotarlo”.

Barac le dijo a Débora:

—Si tú vas conmigo, iré; pero si tú no vas, yo tampoco iré.

—Claro que iré contigo—respondió Débora—, pero en esta campaña, no tendrás el honor de derrotar a Sísara. El SEÑOR hará que una mujer derrote a Sísara.

Así que Débora se fue con Barac para la ciudad de Cedes. 10 Ya estando en Cedes, Barac reunió a las tribus de Zabulón y Neftalí. En total se reunieron 10 000 hombres que lo acompañaron y Débora también iba con ellos.

11 Héber el quenita se había apartado de los otros quenitas, que eran como él descendientes de Hobab, el suegro[d] de Moisés, y había armado su campamento en Zanayin, cerca de Cedes.

12 Ellos le informaron a Sísara que Barac hijo de Abinoán había subido al monte Tabor con su ejército. 13 Así que Sísara mandó reunir sus 900 carros de hierro y a todo su ejército. Todos marcharon desde Jaroset Goyim hasta el río Quisón.

14 Luego Débora le dijo a Barac:

—Levántate. Hoy es el día en que el SEÑOR te va a ayudar a derrotar a Sísara. El SEÑOR irá delante de ti.

Entonces Barac bajó del monte Tabor con sus 10 000 hombres 15 y atacaron a Sísara. Durante la batalla, el SEÑOR hizo que Sísara y su ejército se asustaran y no supieran qué hacer. Barac y sus hombres ganaron la batalla y Sísara se bajó de su carro y huyó a pie. 16 Pero los hombres de Barac siguieron peleando contra el ejército de Sísara y persiguieron a Sísara, a su ejército y a sus carros hasta Jaroset Goyim. Los hombres de Barac mataron a filo de espada a todo el ejército de Sísara. No dejaron ni a un hombre con vida.

17 Pero Sísara escapó a pie y fue al lugar donde vivía una mujer llamada Jael, esposa de Héber, que pertenecía al grupo de los quenitas. La familia de Héber estaba en paz con Jabín, rey de Jazor. 18 Jael salió a recibirlo y le dijo:

—Señor, entre a mi tienda y no tenga miedo.

Entonces Sísara entró, y Jael lo cubrió con un tapete.

19 Sísara le dijo a Jael:

—Tengo sed, por favor dame agua para beber.

Jael le dio un poco de leche que tenía en una jarra de cuero y luego lo cubrió. 20 Sísara le dijo a Jael:

—Ahora ve a la entrada y quédate allí. Si viene alguien y te pregunta: “¿Hay alguien adentro?”, contesta que no.

21 Sísara estaba tan cansado que se quedó dormido. Mientras tanto, Jael fue a conseguir una estaca y un martillo, entró sin hacer ruido y clavó la estaca en la sien de Sísara. La estaca le atravesó la cabeza y se enterró en la tierra. Así fue como murió Sísara.

22 Al poco tiempo llegó Barac buscando a Sísara. Jael salió a recibirlo y le dijo:

—Entra y te mostraré al hombre que estás buscando.

Entonces Barac entró y vio a Sísara muerto en el suelo, con la estaca atravesada en la sien.

23 Ese día Dios derrotó a Jabín, rey de Canaán e hizo ganar al pueblo de Israel. 24 Desde ese momento, el pueblo de Israel trató a Jabín con más y más dureza hasta que lo destruyó.

Canción de Débora

[e] Esta es la canción que Débora y Barac hijo se Abinoán cantaron ese día:

«Alabado sea el SEÑOR
    porque los jefes de Israel declararon la guerra[f]
    y el pueblo estaba dispuesto a pelear.

»Que escuchen todos los reyes,
    que pongan atención todos los gobernantes.
Yo mismo cantaré al SEÑOR,
    voy a componer música para el SEÑOR, el Dios de Israel.

»SEÑOR, en el pasado viniste desde los montes de Seír[g],
    marchaste desde la tierra de Edom.
Cuando marchaste la tierra tembló,
    el cielo se alborotó y las nubes derramaron toda su lluvia.
Los montes temblaron ante el SEÑOR,
    el Dios del monte Sinaí;
    ante el SEÑOR, el Dios de Israel.

»En los tiempos de Samgar hijo de Anat[h],
    y en los tiempos de Jael,
los caminos principales no se usaban.
    Caravanas y viajeros tenían que dar la vuelta por caminos escondidos.
No había soldados hasta que tú llegaste, Débora.
    Hasta que llegaste como una madre para Israel.[i]
Dios nombró nuevos líderes
    para pelear en las entradas de los pueblos.[j]
De los 40 000 soldados de Israel,
    ninguno pudo encontrar ni un escudo ni una espada.
Mi corazón está con los jefes de Israel
    y con la gente que quiso ir a la guerra.
¡Alabado sea el SEÑOR!

10 »Pongan atención todos los que andan en burros blancos,
    los que andan en tapetes[k],
    los que andan a pie por los caminos.
11 Se hacen comentarios en los aljibes;
    se escucha música de timbales.
La gente canta las victorias del SEÑOR.
    Las que los pobres ganaron por Israel.
El pueblo del SEÑOR se hizo presente
    en las entradas de las ciudades.

12 »¡Despierta, Débora, despierta!
    ¡Despierta, despierta y canta la canción!
¡Levántate, Barac hijo de Abinoán!
    Anda y conquista a tus enemigos, hijo de Abinoán.

13 »Entonces los israelitas bajaron
    a luchar contra los poderosos.
La gente del SEÑOR bajó por mí
    a luchar contra los guerreros.
14 Los hombres de Efraín vinieron
    desde las montañas de Amalec[l].
    Ellos venían siguiendo a Benjamín y a su grupo.
Vinieron también comandantes de la familia de Maquir[m].
    Los líderes de la tribu de Zabulón vinieron con sus bastones de bronce.
15 Los líderes de Isacar apoyaban a Débora;
    la tribu de Isacar era fiel a Barac.
    Todos marcharon a pie por el valle.
¡Sí! En las tropas de Rubén
    hay muchos hombres valientes.
16 Entonces, ¿por qué se quedaron sentados en las trincheras,
    oyendo a los pastores llamar a sus ovejas?
Los hombres valientes de Rubén pensaban mucho en la guerra,
    pero se quedaron en casa escuchando música.
17 La gente de Galaad se quedó en sus campos,
    al otro lado del río Jordán.
Y ustedes, la gente de Dan,
    ¿por qué se quedaron en sus barcos?
La gente de Aser se quedó en la costa
    acampando en los puertos.
18 En cambio, los hombres de Zabulón y Neftalí
    arriesgaron su vida combatiendo en esas montañas.

19 »Los reyes de Canaán vinieron a pelear
    pero no se llevaron ningún tesoro a casa.
Ellos combatieron en la ciudad de Tanac,
    cerca del río Meguido.
20 Las estrellas combatieron desde el cielo,
    desde sus recorridos a lo largo del cielo,
    combatieron contra Sísara.
21 El río Quisón, ese río antiguo,
    acabó con el ejército de Sísara.
    ¡Alma mía, marcha con resistencia![n]
22 Sus caballos se hundieron
    y los caballos bravos de Sísara no podían salir del barro.
23 El ángel del SEÑOR dijo: “¡Que caiga una fuerte maldición
    sobre Meroz y sobre sus habitantes
por no venir a ayudar al SEÑOR,
    a ayudar al SEÑOR con los soldados!”

24 »Que Jael la esposa de Héber, el quenita,
    sea bendita más que todas las mujeres.
25 Sísara pidió agua; Jael le trajo leche.
    Le dio leche en un tazón digno de reyes.
26 Con la mano izquierda Jael trajo la estaca
    y con la derecha el martillo.
Golpeó a Sísara en la cabeza
    y con la estaca le atravesó las sienes.
27 Sísara se derrumbó a los pies de Jael,
    y cayó.
Allí donde cayó, a los pies de Jael,
    allí quedó muerto.

28 »La mamá de Sísara mira por la ventana,
    mira llorando a través de la cortina.
“¿Por qué demora tanto el carro de Sísara?
    ¿Por qué no escucho sus carros?”

29 »Sus siervas más sabias le respondieron
    y también ella piensa:
30 “Seguro ganaron la guerra
    y están tomando el botín.
¡Deben estar repartiendo lo que ganaron!
    Cada soldado estará tomando una o dos muchachas.
Tal vez Sísara encontró una tela de colores, o tal vez dos.
    Telas bordadas para el cuello del vencedor”.

31 »¡Que todos sus enemigos mueran así, SEÑOR!
    ¡Y que toda la gente que te ama sea tan fuerte como el sol del amanecer!»

Y hubo paz en esa tierra durante 40 años.

Los madianitas pelean contra Israel

Una vez más los israelitas hicieron lo que no le agradaba al SEÑOR. Así que durante siete años el SEÑOR permitió que los madianitas oprimieran a los israelitas.

Los madianitas trataban con crueldad a los israelitas, por lo que los israelitas tuvieron que construir escondites en las montañas. Escondían en cuevas y en lugares difíciles de encontrar. Tenían que hacerlo porque los madianitas, los amalecitas y otra gente del oriente venían y destruían sus cultivos. Esa gente acampaba en la tierra de los israelitas y destruían todas las cosechas de la región hasta llegar a Gaza, y no dejaban comida para los israelitas. Tampoco les dejaban ni una oveja, ni un buey, ni un burro ni nada. Los madianitas venían a acampar con todas sus familias y animales. Eran tantos que parecían una plaga de langostas y lo destruían todo. No se podía contar cuánta gente ni cuántos camellos había. El pueblo de Israel se empobreció por culpa de los madianitas, y desesperados pidieron llorando al SEÑOR que les ayudara.

Los madianitas hicieron muchas maldades, y los israelitas pidieron ayuda al SEÑOR. Entonces el SEÑOR les mandó un profeta que les dijo a los israelitas: «Esto dice el SEÑOR: “Ustedes eran esclavos de Egipto, pero yo los liberé y los saqué de esa tierra. Yo los salvé nuevamente del poder de sus opresores e hice que esa gente saliera de su tierra y se la entregué a ustedes. 10 Y luego les dije: Yo soy el SEÑOR su Dios. Ustedes van a vivir en la tierra de los amorreos; pero no deben adorar a sus dioses. Sin embargo, no me obedecieron”».

El ángel del Señor visita a Gedeón

11 Después, el ángel del SEÑOR fue a donde estaba un hombre llamado Gedeón. El ángel se sentó bajo el roble que estaba en Ofra. Ese árbol era de Joás, el papá de Gedeón, de la familia de Abiezer. Gedeón estaba limpiando el trigo a escondidas en el lugar donde se pisaba la uva para hacer el vino. Gedeón estaba ahí para poder esconder el trigo rápidamente de los madianitas. 12 El ángel del SEÑOR se apareció ante Gedeón y le dijo:

—Que el SEÑOR esté contigo, buen guerrero.

13 Gedeón dijo:

—Perdón, señor, pero si el SEÑOR está con nosotros, entonces ¿por qué tenemos tantos problemas? Sabemos que él hizo milagros en favor de nuestros antepasados. Ellos contaron que el SEÑOR los sacó de Egipto, pero el SEÑOR nos ha abandonado y ha permitido que los madianitas nos opriman.

14 El SEÑOR miró a Gedeón y le dijo:

—Usa tu fuerza y libera al pueblo de Israel del poder de los madianitas ¡Yo te envío a que los salves!

15 Y Gedeón respondió:

—Perdón, señor, pero ¿cómo puedo salvar a Israel? Mi familia es la más débil de todas las familias de Manasés, y yo soy el más joven de todos.

16 El SEÑOR le dijo:

—Pero yo estaré contigo. Podrás derrotar a los madianitas como si estuvieras peleando contra un solo hombre.

17 Respondió Gedeón:

—Si en realidad estás a mi favor, entonces muéstrame una señal para saber que en verdad tú eres quien ha hablado conmigo. 18 Te ruego que me esperes aquí y que no te muevas hasta que yo regrese. Voy a traer mi ofrenda para ponerla frente a ti.

El Señor le respondió:

—Esperaré aquí hasta que regreses.

19 Entonces Gedeón entró a la casa y preparó un cordero en agua hirviendo. También preparó pan sin levadura con 20 kilos[o] de harina. Luego, puso la carne en una canasta y echó el caldo en una olla. Gedeón sacó toda esa comida y se la presentó bajo el roble.

20 El ángel de Dios le dijo:

—Pon la carne y el pan sin levadura encima de esa roca y derrama el caldo.

Gedeón hizo lo que se le ordenó.

21 El ángel del SEÑOR tenía un bastón y tocó la carne y el pan con su punta. Enseguida salió fuego de la roca, la carne y el pan se quemaron por completo y el ángel del SEÑOR desapareció.

22 Entonces Gedeón entendió que había estado hablando con el ángel del SEÑOR, y gritó muy fuerte:

—¡Señor DIOS! ¡He visto al ángel del SEÑOR cara a cara!

23 Y el SEÑOR le dijo:

—Cálmate[p], no tengas miedo, no vas a morir.[q]

24 Entonces Gedeón construyó un altar para el SEÑOR en ese preciso lugar. Gedeón llamó al altar «el SEÑOR es la paz». Ese altar todavía se encuentra en la ciudad de Ofra, que es donde vive la familia de Abiezer.

Gedeón destruye el altar de Baal

25 Esa misma noche el SEÑOR le habló a Gedeón y le dijo:

—Toma el toro más grande y fuerte que tenga tu papá, que ese toro sea de siete años de edad. Lleva el toro hasta el altar que tu papá tiene para Baal y derrúmbalo con él. Derrumba también el poste que está junto al altar porque ese poste es de la diosa Aserá. 26 Luego construye allí un altar apropiado para el SEÑOR tu Dios. Mata al toro y haz una hoguera con la madera del poste que derrumbaste. Quema allí al toro y ofrécelo como sacrificio para el SEÑOR.

27 Gedeón llamó a diez de sus hombres para que le ayudaran a hacer lo que el SEÑOR le había mandado. Sin embargo, Gedeón tenía miedo de que lo viera su familia o la gente del pueblo, así que lo hizo durante la noche en lugar de durante el día.

28 A la mañana siguiente, la gente se sorprendió mucho cuando vio que el altar de Baal y el poste de Aserá que estaba al lado habían sido destruidos. Todos vieron, además, el toro que había sido ofrecido sobre el nuevo altar edificado.

29 Todos se preguntaban entre sí: «¿Quién pudo haber hecho esto?» Luego de mucho buscar y preguntar, alguien dijo que Gedeón, el hijo de Joás, lo había hecho.

30 Entonces algunos hombres del pueblo se acercaron a Joás y le dijeron:

—Tu hijo destruyó el altar de Baal y el poste de Aserá que estaba al lado. Trae a tu hijo porque tiene que morir.

31 Entonces Joás les dijo a todos los que estaban allí:

—¿Van a defender a Baal y a pelear a favor de él? ¿Van a rescatarlo? Si alguien está a favor de Baal, que muera antes del amanecer. Si Baal es un Dios de verdad, que él mismo se defienda porque alguien ha destruido su altar.

32 Joás dijo: «Si Gedeón destruyó el altar de Baal, entonces que Baal se enfrente con él». Y ese mismo día Joás le dio otro nombre a su hijo. Lo llamó Yerubaal[r].

Gedeón derrota a los madianitas

33 Los madianitas, los amalecitas y la gente del oriente se reunieron, cruzaron el río Jordán y acamparon en el valle de Jezrel. 34 Pero el Espíritu del SEÑOR entró en Gedeón y le dio mucho poder. Gedeón tocó una trompeta para llamar a los del grupo de Abiezer. 35 También envió mensajeros por todas partes para que llamaran a las tribus de Manasés, Aser, Zabulón y Neftalí. A todos los mandó llamar para que se reunieran con él y pelearan juntos.

36 Luego Gedeón le dijo a Dios: «Tú dijiste que me ayudarías a salvar al pueblo de Israel. ¡Dame una prueba! 37 Voy a poner la piel de una oveja en el piso donde se trilla el trigo. Si por la mañana la piel de oveja está mojada pero el suelo está seco, sabré que me usarás para salvar al pueblo de Israel tal como habías dicho».

38 Y eso fue exactamente lo que sucedió. Gedeón se levantó temprano al día siguiente y escurrió la piel de la oveja. Con lo que escurrió de la piel, llenó una taza de agua.

39 Entonces Gedeón le dijo a Dios: «No te enojes conmigo. Déjame pedirte sólo una cosa más. Déjame hacer otra prueba con la piel de oveja. Esta vez que la piel de oveja quede seca y que el suelo amanezca mojado de rocío».

40 Esa noche Dios así lo hizo. La piel amaneció seca, pero el suelo amaneció mojado por el rocío.

Muy temprano, Yerubaal, o sea Gedeón, y sus hombres armaron su campamento a orillas del río Jarod. El campamento de los madianitas estaba al norte de ellos, en el valle al pie del monte de Moré. El SEÑOR le dijo a Gedeón: «Te voy a ayudar a derrotar a los madianitas. Pero tienes muchos hombres en tu ejército, y no quiero que los israelitas me olviden y crean que ellos solos se han salvado. Así que llama a tus hombres y diles: “El que tenga miedo puede irse de aquí y regresar a su casa”». Se fueron 22 000 hombres pero todavía quedaron 10 000.

Y el SEÑOR le dijo a Gedeón: «Todavía son muchos hombres. Llévalos a tomar agua y allí les haré una prueba. Si yo digo: “Este hombre irá contigo”, entonces ese hombre irá, pero si digo: “Este hombre no irá contigo”, entonces ese hombre no irá».

Entonces Gedeón llevó a sus hombres a tomar agua. Allí el SEÑOR dijo: «Separa a tus hombres en dos grupos así: Arma un grupo con los que beban el agua en sus manos lamiendo como un perro y arma el otro grupo con los que se arrodillen para beber».

Solo 300 hombres bebieron el agua con las manos, todos los demás se arrodillaron para beber. Entonces el SEÑOR le dijo a Gedeón: «Con los 300 hombres que bebieron con las manos es suficiente para salvarte, haré que derrotes a los madianitas. Todos los demás pueden irse a su casa».

Gedeón envió a los otros hombres a su casa y se quedó sólo con los 300 hombres, además del armamento y las trompetas de los que se fueron. Los madianitas estaban acampando en el valle, más abajo del campamento de Gedeón. Esa noche el SEÑOR le dijo a Gedeón: «¡Levántate! Haré que derrotes el ejército de los madianitas, baja ya y atácalos. 10 Si tienes miedo de bajar solo, entonces lleva a tu siervo Furá. Baja al campamento de los madianitas 11 y escucha lo que dicen, después ya no tendrás temor de atacarlos».

Entonces Gedeón y su sirviente Furá bajaron hasta el límite donde estaban los soldados del campamento enemigo. 12 Los madianitas, los amalecitas y los del oriente estaban acampando en ese valle. Eran tantos hombres que parecían una plaga de langostas y parecía que había tantos camellos como los granos de arena en la playa.

13 Cuando Gedeón llegó al campamento, escuchó que un soldado le contaba un sueño al otro. El soldado decía:

—Soñé que un pan de cebada venía rodando hacia el campamento de los madianitas y golpeó la tienda tan fuerte que la tienda se derrumbó y quedó al revés.

14 El otro soldado sabía el significado del sueño y dijo:

—Tu sueño se trata de Gedeón, el hijo de Joás, significa que Dios hará que Gedeón destruya a todo el ejército madianita.

15 Después de escuchar el sueño y su significado, Gedeón adoró a Dios, luego regresó al campamento de Israel y dijo:

—¡Levántense todos! El SEÑOR nos ayudará a derrotar a los madianitas.

16 Gedeón dividió a los 300 hombres en tres grupos. A cada hombre le dio una trompeta y una vasija de barro con una antorcha adentro. 17 Gedeón les dijo a sus hombres:

—Cuando lleguen al campamento enemigo, fíjense en mí y hagan lo que yo hago. 18 Todos rodeen el campamento. El grupo que va conmigo y yo tocaremos las trompetas. Después ustedes toquen también sus trompetas y griten: “¡Por el SEÑOR y por Gedeón!”

19 Gedeón y los 100 hombres que estaban con él llegaron al borde del campamento enemigo. Llegaron a media noche, justo cuando estaban cambiando la guardia. Gedeón y sus hombres tocaron sus trompetas y rompieron las vasijas de barro.

20 Entonces los tres grupos tocaron sus trompetas y rompieron las vasijas de barro. En la mano izquierda tenían las antorchas y en la mano derecha tenían trompetas. Todos gritaban: «¡Una espada por el SEÑOR y por Gedeón!»

21 Cada uno de los hombres de Gedeón se quedó en su puesto rodeando el campamento enemigo. Los hombres del ejército madianita gritaban y corrían. 22 Cuando los 300 hombres de Gedeón tocaron sus trompetas, el SEÑOR hizo que los madianitas se mataran unos a otros con sus espadas. El ejército enemigo huyó hacia la ciudad de Bet Sitá que queda cerca de la ciudad de Zererá, corrieron hasta la ciudad de Abel Mejolá, que queda junto a Tabat.

23 Entonces se les avisó a los soldados de las tribus de Neftalí, Aser y Manasés que persiguieran a los madianitas. 24 Gedeón envió mensajeros por todas las montañas de Efraín.

Los mensajeros gritaban: «¡Salgan antes de que los madianitas lleguen!» Los hombres de Efraín salieron y tomaron control de los ríos hasta Bet Bará. 25 Ellos también capturaron a Oreb y Zeb, los dos comandantes madianitas. A Oreb lo mataron en un lugar conocido como la roca de Oreb. Y a Zeb lo mataron en un lugar de su mismo nombre donde se pisaban las uvas para hacer vino. Los hombres de Efraín siguieron persiguiendo a los madianitas, pero primero llevaron las cabezas de Oreb y Zeb a donde estaba Gedeón, en el lugar donde se cruza el río Jordán.

Los hombres de Efraín estaban enojados con Gedeón y cuando lo encontraron le dijeron:

—¿Por qué nos trataste así? ¿Por qué no nos llamaste para pelear contra los madianitas?

Gedeón respondió:

—Yo no he hecho nada importante comparado con lo que ustedes han hecho. Ustedes, los hombres de Efraín, han conseguido una cosecha mucho mejor que la de mi familia, los de Abiezer. Dios les permitió atrapar a Oreb y Zeb, los comandantes madianitas. ¿Cómo podría comparar lo que yo hice con lo que ustedes hicieron?

Después de oír estas palabras, a los hombres de Efraín se les pasó el enojo con Gedeón.

Gedeón atrapa a dos reyes madianitas

Gedeón y sus 300 hombres llegaron al río Jordán y cruzaron a la otra orilla, pero estaban muy cansados y tenían hambre.[s] Gedeón les dijo a los habitantes de Sucot:

—Por favor denles algo de comer a mis hombres, que vienen muy cansados. Venimos persiguiendo a los reyes madianitas Zeba y Zalmuna.

Pero los habitantes de Sucot respondieron:

—¿Por qué tenemos que dar de comer a tus hombres? ¿Acaso ya atraparon a Zeba y Zalmuna?

Gedeón dijo:

—No me darán comida, pero el SEÑOR me ayudará a atrapar a Zeba y Zalmuna, y luego volveré. Les golpearé todo el cuerpo con espinas y zarzas del desierto.

Gedeón y sus hombres salieron de ese lugar hacia Peniel. Allí, Gedeón pidió el mismo favor a los habitantes de Peniel, pero ellos le respondieron igual que los de Sucot. Gedeón dijo a los habitantes de Peniel:

—Después de lograr la victoria regresaré y destruiré esta torre.

10 Zeba y Zalmuna estaban en la ciudad de Carcor con su ejército de 15 000 hombres. Era todo lo que quedaba del ejército de la gente del oriente, pues ya habían muerto en batalla 120 000 hombres. 11 Gedeón y sus hombres siguieron por el camino que limita con el desierto, al oriente de las ciudades de Noba y Yogbea. Gedeón llegó hasta la ciudad de Carcor y atacó a sus enemigos, quienes no estaban preparados para el ataque. 12 Zeba y Zalmuna, los dos reyes madianitas, salieron huyendo, pero Gedeón los persiguió y los atrapó. Gedeón y sus hombres derrotaron al ejército enemigo.

13 Gedeón hijo de Joás y sus hombres regresaron de la batalla por un camino llamado paso de Jeres. 14 Gedeón capturó a un joven de la ciudad de Sucot y le hizo algunas preguntas. El joven escribió los nombres de los líderes y ancianos de la ciudad de Sucot. En total escribió 77 nombres.

15 Entonces Gedeón regresó a la ciudad de Sucot y dijo:

—Ustedes se burlaron de mí, diciendo: “¿Por qué tenemos que darles de comer a tus hombres? ¿Acaso ya atraparon a Zeba y Zalmuna?” Pues bien, aquí están Zeba y Zalmuna. 16 Gedeón tomó espinas y zarzas del desierto y empezó a golpear a los ancianos líderes de Sucot. 17 Luego destruyó la torre de la ciudad de Peniel y mató a todos los hombres que vivían allí.

18 Gedeón preguntó a Zeba y Zalmuna:

—¿Cómo eran los hombres que ustedes mataron en el monte Tabor?

Zeba y Zalmuna respondieron:

—Ellos eran como tú, cada uno parecía un príncipe.

19 Gedeón dijo:

—Ellos eran mis hermanos, hijos de mi mamá. Tan cierto como que el SEÑOR vive, les aseguro que si ustedes no los hubieran matado, yo tampoco los mataría a ustedes ahora.

20 Entonces, Gedeón le dijo a Jéter, su hijo mayor:

—¡Levántate y mátalos!

Pero Jéter era todavía muy joven y no se atrevió a sacar su espada.

21 Zeba y Zalmuna le dijeron a Gedeón:

—Ven tú mismo y mátanos, pues eres hombre maduro y suficientemente fuerte para hacerlo.

Gedeón se levantó y mató a Zeba y Zalmuna. Luego arrancó los adornos reales en forma de luna que tenían colgados los camellos de Zeba y Zalmuna.

Gedeón hace un efod

22 Los israelitas le dijeron a Gedeón:

—Tú nos salvaste de los madianitas. Ahora queremos que seas nuestro gobernante. Queremos que tú, tu hijo y tu nieto sean nuestros gobernantes.

23 Pero Gedeón contestó:

—Ni mi hijo ni yo seremos sus gobernantes, el SEÑOR será su gobernante.

24 Y también les dijo:

—Quiero que hagan algo por mí, que cada uno me entregue un anillo de oro de los que obtuvieron en el botín.

Es que los ismaelitas acostumbraban usar anillos de oro. 25 Y ellos respondieron:

—Claro que te daremos lo que pides.

Extendieron un abrigo en el suelo y cada uno puso una joya. 26 El oro de las joyas que pusieron pesó en total 19 kilos[t], sin incluir otros regalos que el pueblo de Israel le entregó a Gedeón. Le regalaron adornos en forma de medialuna y en forma de lágrimas. Le regalaron también las capas púrpuras que eran de los reyes madianitas, y los collares de sus camellos.

27 Gedeón hizo un efod con el oro y lo llevó a Ofra, su ciudad natal. Todo Israel adoró el efod y no fue fiel al Señor[u]. Por eso el efod se convirtió en una trampa que hizo que Gedeón y su familia pecaran.

Muerte de Gedeón

28 Los madianitas quedaron sometidos a Israel y no volvieron a causar problemas. Hubo paz en esa región durante 40 años, hasta que Gedeón murió.

29 Yerubaal[v] hijo de Joás se fue a su casa. 30 Gedeón tuvo 70 hijos, pues tenía muchas esposas. 31 Tenía una concubina que vivía en la ciudad de Siquén. Esa mujer tuvo también un hijo de Gedeón, a quien llamó Abimélec.

32 Gedeón hijo de Joás murió muy viejo. Lo enterraron en la tumba de su papá, en Ofra, donde vive toda la familia de Abiezer. 33 Luego de la muerte de Gedeón, Israel se alejó de Dios y volvió a adorar a Baal Berit[w][x] como su dios. 34 Así, los israelitas se olvidaron del SEÑOR su Dios que los había liberado de los enemigos que tenían por todos lados. 35 Israel se olvidó muy pronto de la familia de Yerubaal, o sea Gedeón, a pesar de que él les había hecho mucho bien.

Abimélec se convierte en rey

Abimélec, hijo de Yerubaal, fue a Siquén, a casa de sus tíos maternos, y les dijo a ellos y a toda la familia de su mamá: «Pregúntenles a los líderes de la ciudad de Siquén si es mejor para ustedes que todos los 70 hijos de Gedeón sean sus gobernantes, o si es mejor que uno solo de los hijos sea el gobernante. Recuerden que yo soy parte de su familia».

Los tíos de Abimélec hablaron con los líderes de Siquén y les hicieron la pregunta. Los líderes decidieron apoyar a Abimélec y dijeron: «Después de todo, él es nuestro hermano». Así que los líderes de Siquén le dieron a Abimélec 70 trozos de plata que sacaron del templo de Baal Berit. Abimélec utilizó la plata para contratar a unos hombres detestables que lo seguían a todas partes. Abimélec fue a Ofra, a la casa de su papá, y mató al mismo tiempo[y] a todos sus hermanos, los 70 hijos de Yerubaal. Solamente Jotán, el hijo menor, pudo esconderse y salvarse.

Luego los líderes de Siquén y Bet Miló[z] se reunieron junto al gran roble y la piedra sagrada, y establecieron a Abimélec como su rey.

La historia de Jotán

Jotán se enteró de que los líderes de Siquén habían hecho rey a Abimélec. Entonces, subió al monte Guerizín[aa] y gritó para que todos lo escucharan:

«Escúchenme todos los líderes de Siquén,
    que luego Dios los escuchará.
Un día los árboles decidieron nombrar un rey para que los gobernara,
    así que le pidieron al olivo que fuera el gobernante.
Pero el olivo les dijo que no,
    porque para ser rey tendría que dejar de producir su aceite.
    Ese aceite es muy útil para honrar a Dios y a los hombres.

10 »Luego le dijeron a la higuera
    que fuera gobernante.
11 Pero la higuera respondió que no,
    porque para ser reina tendría que dejar de producir
    sus dulces y sabrosos frutos.

12 »Entonces los árboles le pidieron al viñedo
    que fuera el rey.
13 Pero el viñedo dijo que no,
    porque para ser rey tendría que dejar de producir vino.
    Y el vino hace felices a Dios y a los hombres.

14 »Finalmente los árboles le pidieron al árbol de espinas
    que fuera el rey.
15 Pero el árbol de espinas respondió:
“Si de verdad quieren que yo sea el rey,
    entonces vengan a buscar mi sombra.
Pero si no quieren, entonces que salga fuego del espino
    y que se quemen todos los cedros del Líbano”.

16 »Y ahora les pido que piensen si ustedes fueron totalmente honestos cuando hicieron rey a Abimélec. Piensen si han sido justos con Yerubaal y su familia, si se han portado bien con Yerubaal como él se portó con ustedes. 17 Mi papá luchó por ustedes, arriesgó su vida y los liberó del poder de los madianitas. 18 Pero ustedes se han rebelado en contra de mi papá y han matado a todos sus hijos, a todos uno por uno sobre la misma piedra. Han elegido a Abimélec para que sea el rey de Siquén. Él es el único hijo de la concubina de mi papá, pero lo convirtieron en rey porque es su familiar. 19 Si han sido totalmente honestos con Yerubaal y su familia, entonces espero que estén felices con Abimélec como rey y que él también esté feliz con ustedes. 20 Pero, líderes de Siquén y Bet Miló, si ustedes no han obrado bien, entonces que salga fuego de la boca de Abimélec y los queme a todos, y que salga fuego de la boca de ustedes para que se queme Abimélec».

21 Después de decir todo esto, Jotán salió huyendo y se fue a una ciudad llamada Ber y allí se quedó por miedo de su hermano Abimélec.

Abimélec pelea contra Siquén

22 Abimélec gobernó en Israel durante tres años, 23 pero Dios causó problemas entre Abimélec y los líderes de Siquén, quienes dejaron de ser leales a Abimélec. 24 Eso sucedió para que pagaran por lo que habían hecho, pues Abimélec había matado a sus propios hermanos, los 70 hijos de Yerubaal, y los líderes de Siquén habían ayudado a Abimélec en semejante asesinato. 25 Ellos enviaron hombres a las montañas para que asaltaran a los que pasaran por allí y Abimélec se enteró de lo que pasaba.

26 Un hombre llamado Gaal hijo de Ébed y sus hermanos se mudaron a la ciudad de Siquén. Los líderes de Siquén confiaron en Gaal y lo siguieron.

27 Un día todos salieron al campo a cosechar uvas. Llevaron las uvas y las pisaron para hacer vino y celebrar. Entraron al templo de su dios, comieron, bebieron y se burlaron de Abimélec.

28 Gaal hijo de Ébed dijo: «¿Quién es ese tal Abimélec? Es uno de los hijos de Yerubaal, y Zebul es su ayudante, ¿verdad? ¿Por qué tenemos que servirlo y obedecerlo? ¡Nosotros no debemos obedecer a Abimélec! Debemos obedecer a nuestro propio pueblo, los hijos de Jamor[ab]. 29 Si me dejan dirigir a esta gente, yo puedo derrotar a Abimélec. Le diré a Abimélec: “Alista tu ejército y ven a pelear”».

30 Zebul era el gobernador de la ciudad de Siquén. Zebul se enteró de lo que dijo Gaal, se enfureció 31 y mandó mensajeros a la ciudad de Arumá[ac], donde estaba Abimélec, con este mensaje:

«Gaal hijo de Ébed y sus hermanos llegaron a esta ciudad y están poniendo a la gente en tu contra. 32 Así que tú y tus hombres deben salir de allí esta noche y esconderse en el campo. 33 Mañana, apenas salga el sol, ataquen la ciudad. Gaal y sus hombres saldrán al ataque, y tú podrás hacerles lo que quieras».

34 Así que Abimélec y sus hombres salieron en la noche y se escondieron. Se repartieron en cuatro grupos y se escondieron cerca de la ciudad de Siquén. 35 Gaal hijo de Ébed salió a la entrada de la ciudad y los hombres de Abimélec salieron de sus escondites.

36 Gaal vio a los soldados y dijo a Zebul:

—¡Mira! Hay hombres acercándose desde la montaña.

Pero Zebul le respondió:

—¡No! Sólo son las sombras de las montañas, las estás confundiendo con sombras de hombres.

37 Pero Gaal volvió a decir:

—¡Mira! Hay hombres viniendo desde el Ombligo de la Tierra y hay otros que vienen desde el Cedro de los Adivinos.[ad]

38 Y Zebul respondió:

—¿Y por qué no presumes ahora? Tú mismo dijiste “¿Quién es Abimélec? ¿Por qué debemos obedecerlo?” Te burlaste de estos hombres; ahora ve y pelea contra ellos.

39 Entonces Gaal dirigió a los líderes de Siquén y salieron todos a pelear contra Abimélec. 40 Pero Abimélec y sus hombres persiguieron a Gaal y a los que estaban con él. Los hombres de Gaal huyeron hacia la entrada de la ciudad de Siquén, pero muchos murieron antes de llegar a la entrada. 41 Abimélec regresó a la ciudad de Arumá y Zebul obligó a Gaal y a sus hermanos a salir de Siquén.

42 Al día siguiente los hombres de Siquén salieron a trabajar al campo y Abimélec se enteró. 43 Entonces Abimélec aprovechó para atacar por sorpresa la ciudad. Abimélec dividió a sus hombres en tres grupos y les dijo que se escondieran en el campo. Cuando vio que los hombres de Siquén salían de la ciudad, Abimélec llegó y los atacó. 44 Abimélec y el grupo que estaba con él corrieron hacia la entrada de la ciudad; los otros grupos salieron hacia el campo y mataron a todos los que estaban allí. 45 Abimélec estuvo combatiendo todo el día, invadió la ciudad y mató a todos sus habitantes. Destruyó la ciudad completamente y derramó sal por todas partes.

46 Había algunos viviendo en la torre de Siquén[ae]. Cuando se enteraron de lo que había pasado en Siquén, se reunieron en el salón más seguro del templo del dios El Berit[af]. 47 Cuando Abimélec se enteró de que todos los líderes estaban reunidos allí, 48 él y sus hombres fueron hacia el monte Zalmón[ag]. Abimélec llevó unas hachas para cortar leña, tomó la leña que había cortado y la cargó en sus hombros. Abimélec les dijo a los hombres que estaban con él: «Hagan lo mismo que hice yo». 49 Todos cortaron leña y siguieron a Abimélec. Llegaron al templo de El Berit y allí amontonaron toda la leña en el salón más seguro[ah] del lugar. Luego prendieron fuego a toda la leña y quemaron a los que estaban dentro del salón, matando a más de 1000 personas que vivían cerca de la torre.

Muerte de Abimélec

50 Abimélec fue a Tebes, la atacó y la conquistó. 51 En la ciudad había una gran torre y todos los habitantes de Tebes se encerraron allí y subieron hasta el techo. 52 Abimélec se acercó a la torre para atacarla. Llegó hasta la puerta y estaba a punto de quemarla 53 cuando una mujer lanzó una piedra de moler desde la torre. La piedra cayó en la cabeza de Abimélec y le rompió el cráneo. 54 Inmediatamente, Abimélec llamó al ayudante que cargaba las armas y le dijo: «Trae tu espada y mátame para que nadie pueda decir que una mujer mató a Abimélec». El ayudante le clavó la espada y Abimélec murió. 55 Cuando los israelitas vieron que Abimélec estaba muerto, todos regresaron a su casa.

56 Así, Dios castigó a Abimélec, le devolvió todo el mal que le hizo a su papá cuando mató a sus 70 hermanos. 57 Dios también castigó a los líderes de Siquén por todas las cosas malas que hicieron. Y se cumplió todo lo que dijo Jotán, hijo menor de Yerubaal.

El jefe Tola

10 Después de la muerte de Abimélec, Dios envió a otro jefe para salvar al pueblo de Israel. Ese jefe se llamaba Tola, hijo de Fuvá y nieto de Dodó. Tola era de la tribu de Isacar y vivía en la ciudad de Samir que quedaba en la región montañosa de Efraín. Tola fue comandante del pueblo de Israel durante 23 años, luego murió y fue enterrado en la ciudad de Samir.

El jefe Yaír

Después de la muerte de Tola, Dios envió a otro jefe que se llamaba Yaír, que vivía en la ciudad de Galaad. Él fue comandante de Israel durante 22 años. Yaír tenía 30 hijos. Cada uno de ellos tenía su propio burro[ai] y gobernaba un pueblo del área de Galaad. Hasta hoy esos pueblos se conocen como «los pueblos de Yaír». Yaír murió y fue enterrado en la ciudad de Camón.

Los amonitas pelean contra Israel

Nuevamente los israelitas hicieron lo que no le agradaba al SEÑOR. Empezaron a adorar a los dioses Baal y Astarté. Además adoraron a los dioses de la gente de Siria, de Sidón, de Moab, de Amón y de los filisteos. El pueblo de Israel se alejó del SEÑOR y dejó de servirlo. Entonces el SEÑOR se enojó con los israelitas y permitió que los filisteos y los amonitas los derrotaran. En ese mismo año los filisteos y los amonitas derrotaron a los israelitas que vivían al oriente del río Jordán en el área de Galaad. Esa era la zona donde vivían los amorreos. Los israelitas sufrieron durante 18 años. Los amonitas atravesaron el río Jordán para pelear contra las tribus de Judá, Benjamín y Efraín. Ellos les causaron muchas dificultades a los israelitas.

10 Entonces los israelitas pidieron ayuda al SEÑOR y dijeron:

—Hemos pecado contra ti, hemos abandonado a nuestro Dios y hemos adorado al falso dios Baal.

11 Y el SEÑOR les respondió:

—Ustedes me pidieron ayuda cuando los egipcios, los amorreos, los amonitas y los filisteos les causaban dificultades. Yo los ayudé y los salvé de esa gente. 12 Ustedes me pidieron ayuda cuando los sidonios, los amalecitas y los madianitas[aj] les causaron dificultades. Yo también los salvé de esos pueblos. 13 Pero luego ustedes me abandonaron y empezaron a adorar a dioses extraños, por eso ahora ya no los quiero salvar otra vez. 14 Pídanles ayuda a esos dioses que han elegido. Que ellos los salven cuando estén en dificultades.

15 Los israelitas le dijeron al SEÑOR:

—Hemos pecado. Haz con nosotros lo que te parezca, pero por favor ¡sálvanos ahora!

16 Entonces los israelitas dejaron de adorar a otros dioses, volvieron a servir al SEÑOR, y él ya no pudo soportar más el sufrimiento de los israelitas.

Eligen a Jefté

17 Los amonitas se reunieron para ir a la guerra y levantaron su campamento en la región de Galaad. A su vez, los israelitas se reunieron y levantaron su campamento en Mizpa. 18 Los líderes que vivían en esa zona de Galaad dijeron: «El que nos dirija en el ataque contra los amonitas será el jefe de toda la gente de Galaad».

11 Jefté era un guerrero de Galaad, pero era hijo de una prostituta y de un hombre llamado Galaad. La esposa de Galaad tenía varios hijos y cuando crecieron no aceptaron a Jefté. Todos los hijos obligaron a Jefté a salir del pueblo y le dijeron: «Tú no vas a recibir ninguna de las posesiones de nuestro padre, eres hijo de otra mujer». Así que Jefté se alejó de sus hermanos y se fue a vivir a la región de Tob, donde reunió una banda de delincuentes que lo seguía.

Después de un tiempo, los amonitas pelearon contra Israel. A causa de la lucha entre amonitas e israelitas, los ancianos líderes de Galaad fueron a buscar a Jefté en la región de Tob. Le dijeron a Jefté:

—Queremos que seas el jefe y comandante de nuestro ejército para poder pelear contra los amonitas.

Jefté respondió:

—Ustedes me odiaban y me sacaron de la casa de mi padre. Entonces, ¿por qué me vienen a buscar ahora que están en problemas?

Los ancianos líderes dijeron:

—Precisamente por eso te buscamos, te rogamos que vengas con nosotros para pelear contra los amonitas. Tú serás el jefe y comandante de toda la gente de Galaad.

Jefté respondió:

—Si ustedes quieren que yo regrese a Galaad para pelear contra los amonitas, supongamos que el SEÑOR me ayuda a ganar, entonces ¿seré yo su nuevo jefe y comandante?

10 Los ancianos líderes le dijeron:

—El SEÑOR está escuchando todo lo que decimos, te prometemos que vamos a hacer todo lo que tú digas.

11 Entonces Jefté se fue con los ancianos líderes de Galaad. Jefté se convirtió en el jefe y comandante de Galaad. En Mizpa, Jefté repitió ante el SEÑOR todo lo que antes había dicho a los ancianos.

Mensaje de Jefté para el rey Amón

12 Jefté envió mensajeros al rey de Amón con este mensaje:

—¿Cuál es su problema con los israelitas? ¿Por qué han venido a pelear contra nosotros?

13 El rey de los amonitas respondió:

—Estamos peleando contra los israelitas. Pues, al salir de Egipto, ellos robaron nuestras tierras desde el río Arnón hasta los ríos Jaboc y Jordán. Si quieres, convence a los israelitas de que nos devuelvan nuestras tierras pacíficamente.

14 Los mensajeros regresaron a donde estaba Jefté y llevaron el mensaje.[ak] Y Jefté volvió a enviar a los mensajeros a hablar con el rey de los amonitas. 15 Este era el mensaje de Jefté:

«Los israelitas no robaron la tierra de los moabitas ni de los amonitas. 16 Cuando los israelitas salieron de Egipto, cruzaron por el desierto y atravesaron el mar Rojo hasta llegar a Cades. 17 Los israelitas mandaron mensajeros al rey de Edom para pedirle un favor. Ellos le dijeron al rey: “Por favor permite que nuestra gente cruce por tu territorio”, pero el rey de Edom no les dio permiso. Entonces los israelitas enviaron el mismo mensaje al rey de Moab, pero él tampoco los quiso ayudar y los israelitas tuvieron que quedarse en Cades.

18 »Después, los israelitas volvieron a andar por el desierto y anduvieron alrededor de los territorios de Moab y Edom. Llegaron a la tierra al oriente de Moab y levantaron el campamento en la otra orilla del río Arnón. Los israelitas no entraron al territorio de Moab porque el río Arnón es el límite de Moab.

19 »Luego, los israelitas mandaron mensajeros a donde estaba Sijón el rey de los amorreos. Sijón era el rey de Hesbón. El mensaje decía: “Te rogamos que nos dejes pasar por tu territorio para llegar a nuestra tierra”. 20 Pero Sijón, el rey de los amorreos, no confió en los israelitas y no los dejó cruzar por su territorio, sino que reunió a su ejército y levantó un campamento en Yahaza. Entonces el ejército de Sijón peleó contra los israelitas, 21 pero el SEÑOR, Dios de Israel, ayudó a los israelitas a derrotar al ejército de Sijón. Así, los israelitas ganaron la tierra de los amorreos. 22 Los israelitas ocuparon todo el territorio de los amorreos, desde el río Arnón hasta el río Jaboc y desde el desierto hasta el río Jordán.

23 »Entonces fue el SEÑOR quien obligó a los amorreos a salir de su territorio y quien dio esa tierra a los israelitas. ¿Crees que puedes obligar a los israelitas a salir de esa tierra? 24 Con seguridad que puedes vivir en la tierra que te ha dado tu dios Quemós. De igual forma, nosotros vamos a vivir en la tierra que el SEÑOR nuestro Dios nos ha dado. 25 ¿Acaso eres mejor que Balac, el hijo de Zipor[al]? Él era el rey de Moab y nunca fue a pelear ni a discutir con los israelitas. 26 Los israelitas han vivido en Hesbón y en los pueblos a orillas del río Arnón durante 300 años. ¿Por qué en todo ese tiempo no han tratado de recuperar las tierras? 27 Israel no te ha hecho ningún mal, pero tú te estás portando muy mal con los israelitas. Que el SEÑOR, que es el único juez de verdad, decida si los que tienen razón son los israelitas o los amonitas».

28 Pero el rey de los amonitas no hizo caso del mensaje de Jefté.

La promesa de Jefté

29 Jefté, lleno del Espíritu del SEÑOR, recorrió Galaad y Manasés. En Galaad pasó por la ciudad de Mizpa y de allí fue a la tierra de los amonitas.

30 Jefté hizo una promesa al SEÑOR, diciéndole: «Si me ayudas a vencer a los amonitas, entonces al regresar victorioso te haré una ofrenda. 31 La ofrenda será la primera persona que salga de mi casa a recibirme cuando yo regrese».

32 Jefté fue a pelear contra los amonitas y el SEÑOR le ayudó a ganar. 33 Jefté venció a 20 pueblos desde Aroer hasta Minit y hasta Abel Queramín. Así fue como los israelitas dominaron a los amonitas.

34 Jefté regresó a su casa en la ciudad de Mizpa. La primera persona que salió a recibirlo fue su única hija. No tenía más descendientes, ni hija ni hijo. Ella salió feliz tocando un tamborcillo y bailando. 35 Cuando Jefté vio a su hija que salía primero, se desgarró la ropa, y dijo:

—¡Hija mía, me has destrozado! ¡Me estás causando una gran tristeza! ¡Le hice una promesa al SEÑOR y no puedo romperla!

36 La niña dijo:

—Papá, si has hecho una promesa al SEÑOR, cumple lo que prometiste. Después de todo, el SEÑOR te ayudó a derrotar a tus enemigos, los amonitas.

37 Y luego la niña le dijo a su papá:

—Primero hazme un favor, déjame estar sola durante dos meses. Déjame ir a las montañas para poder llorar con mis amigas porque ya no me casaré ni tendré hijos.

38 Jefté respondió:

—Puedes ir.

Así que la mandó lejos durante dos meses. La niña y sus amigas fueron a las montañas y lloraron porque la niña nunca se casaría ni tendría hijos. 39 Después de dos meses la niña regresó donde estaba su papá y Jefté cumplió lo que había prometido. La hija de Jefté nunca tuvo relaciones sexuales con nadie. Y entre el pueblo de Israel se convirtió en una costumbre 40 que cada año las mujeres de Israel lloraban durante cuatro días para recordar a la hija de Jefté de Galaad.

Jefté y Efraín

12 Los hombres de la tribu de Efraín reunieron a todo su ejército. Luego cruzaron el río y fueron a la ciudad de Zafón y allí le dijeron a Jefté:

—¿Por qué peleaste contra los amonitas y no nos llamaste para ayudarte? Vamos a quemar tu casa contigo adentro.

Jefté respondió:

—Los amonitas nos han causado muchas dificultades, por eso mi pueblo y yo tuvimos que pelear contra ellos. Yo los llamé a ustedes pero ustedes no vinieron a ayudarnos. Cuando me di cuenta de que ustedes no venían a ayudarme, yo mismo arriesgué mi vida y fui a pelear contra los amonitas, pero el SEÑOR me ayudó en la lucha y gané la batalla. No entiendo por qué ahora vienen a pelear conmigo.

Luego Jefté reunió a todos los hombres de Galaad y peleó contra Efraín. Los hombres de Jefté pelearon contra Efraín porque ellos habían insultado a los hombres de Galaad diciendo: «Ustedes, los hombres de Galaad, no son más que fugitivos de Efraín. Ustedes solo son una mezcla de las tribus de Efraín y de Manasés: ustedes no pertenecen totalmente a Efraín como nosotros ni a Manasés». Pero Jefté y sus hombres derrotaron a Efraín. Los de Galaad tomaron control de los lugares por donde la gente cruza el río Jordán para ir al territorio de Efraín. Cada vez que alguno de los hombres de Efraín llegaba huyendo y pedía que lo dejaran cruzar, los hombres de Galaad le preguntaban: «¿Eres de la tribu de Efraín?» Si el hombre respondía que no, ellos le pedían que dijera la palabra «Shibolet». Si el hombre decía «Sibolet», ellos sabían que era de Efraín y lo mataban. Así mataron a 42 000 hombres de Efraín.

Jefté fue jefe de los israelitas durante seis años, luego murió y lo enterraron en su ciudad de Galaad.

El jefe Ibsán

Después de la muerte de Jefté, el siguiente jefe de los israelitas fue un hombre llamado Ibsán, que era de Belén. Ibsán tenía 30 hijos y 30 hijas. Él les dijo a sus hijas que se casaran con hombres que no fueran de su familia y consiguió 30 mujeres que no fueran de su familia para que se casaran con sus 30 hijos. Haciendo esto pudo tener aliados de otras familias para que lo ayudaran. Ibsán fue jefe del pueblo de Israel durante siete años. 10 Luego murió y fue enterrado en la ciudad de Belén.

El jefe Elón

11 Después de Ibsán el siguiente jefe del pueblo de Israel fue Elón, que era de la tribu de Zabulón. Fue jefe de Israel durante diez años. 12 Luego Elón, de la tribu de Zabulón, murió y fue enterrado en la ciudad de Ayalón, en el territorio de su familia.

El jefe Abdón

13 Después de la muerte de Elón, el siguiente jefe del pueblo de Israel fue Abdón hijo de Hilel. Era de la ciudad de Piratón. 14 Abdón tenía 40 hijos y 30 nietos. Ellos andaban en 70 burros.[am] Abdón fue jefe de Israel durante ocho años. 15 Abdón hijo de Hilel murió y fue enterrado en Piratón, que queda en la tierra de Efraín, en las montañas donde vivían los amalecitas.

Nacimiento de Sansón

13 Una vez más los israelitas hicieron lo malo ante el SEÑOR, así que permitió el SEÑOR que los filisteos los dominaran durante 40 años.

En la ciudad de Zora había un hombre que se llamaba Manoa, de la tribu de Dan. La esposa de Manoa no podía tener hijos. Pero el ángel del SEÑOR se le apareció a la esposa de Manoa y le dijo: «Hasta ahora tú no has podido tener hijos, pero vas a quedar embarazada y vas a tener un hijo. Sin embargo, debes ser cuidadosa, no tomes vino ni cerveza ni tampoco comas ningún alimento impuro. Pues vas a tener un hijo y nunca le debes cortar el cabello porque será consagrado a Dios como nazareo antes de nacer. Tu hijo va a liberar al pueblo de Israel del poder de los filisteos».

Entonces la mujer se acercó a su esposo y le dijo: «Vino un hombre de Dios[an]. Era muy impresionante, parecía como un ángel de Dios. Yo no le pregunté de dónde era y él tampoco me dijo su nombre. Lo único que me dijo fue que quedaría embarazada y que iba a tener un hijo. Me dijo que no debo tomar vino ni cerveza ni tampoco comer alimentos impuros porque mi hijo será un nazareo dedicado a Dios desde antes de nacer hasta el día en que muera».

Entonces Manoa hizo una oración al SEÑOR y dijo: «Te ruego Señor que traigas de nuevo a ese hombre de Dios. Haz que él nos enseñe lo que debemos hacer por ese niño que pronto va a nacer».

Dios escuchó la oración de Manoa. El ángel del SEÑOR volvió a aparecerse a la mujer cuando ella estaba sentada en el campo, pero Manoa no estaba con su esposa. 10 Entonces la mujer salió corriendo a avisar a su esposo y dijo:

—¡Mira! El hombre que vino la otra vez se ha vuelto a aparecer.

11 Manoa se levantó y siguió a su esposa hasta donde estaba el hombre y le dijo:

—¿Es usted quien le ha hablado a esta mujer?

Y el hombre respondió:

—Sí, soy yo.

12 Manoa dijo:

—Cuando sus palabras se hagan realidad, ¿cuál será el estilo de vida que deberá tener nuestro hijo? ¿Qué es lo que va a hacer?

13 El ángel respondió:

—Tu esposa debe hacer todo lo que le dije. 14 No debe comer nada que venga del viñedo. Tampoco debe tomar vino ni cerveza. No debe comer ningún alimento impuro. Así que ella debe cumplir cuidadosamente todo lo que le he ordenado.

15 Manoa le dijo al ángel del SEÑOR:

—Nos gustaría que se quedara un poco más, queremos prepararle un cabrito para que coma.

16 El ángel del SEÑOR respondió:

—Aunque me hagan demorar no voy a comer lo que me den, pero si quieren preparar algo, entonces ofrezcan al SEÑOR un sacrificio que debe quemarse completamente.

Es que Manoa no entendía que ese hombre era en realidad el ángel del SEÑOR. 17 Entonces Manoa le preguntó al ángel del SEÑOR:

—¿Cuál es su nombre? Queremos saberlo para agradecerle cuando suceda lo que usted nos ha dicho.

18 El ángel del SEÑOR respondió:

—¿Para qué me preguntan mi nombre? Eso es un secreto maravilloso.

19 Entonces Manoa mató un cabrito y lo ofreció junto con una ofrenda de cereal. Esa ofrenda la hizo para el SEÑOR. Entonces el ángel hizo un milagro delante de Manoa y su esposa. 20 Manoa y su esposa estaban pendientes de lo que pasaba. A medida que las llamas iban creciendo en el altar, el ángel del SEÑOR iba subiendo al cielo con el humo.

Cuando Manoa y su esposa vieron eso, se postraron tocando el suelo con la frente. 21 Finalmente, Manoa entendió que ese hombre era en realidad el ángel del SEÑOR, pero el ángel del SEÑOR nunca volvió a aparecérsele a Manoa. 22 Manoa le dijo a su esposa:

—¡Hemos visto a Dios! Seguramente vamos a morir por eso.

23 Pero la esposa dijo:

—Si el SEÑOR no quiere matarnos, no habría aceptado nuestra ofrenda del cabrito y la ofrenda de cereal, ni nos habría mostrado todo esto ni nos habría dicho nada.

24 Después, la mujer tuvo el niño y lo llamó Sansón, quien creció con todas las bendiciones del SEÑOR. 25 El Espíritu del SEÑOR empezó a manifestarse en Sansón cuando él estaba en un campamento de Dan. El campamento estaba entre las ciudades de Zora y Estaol.

Matrimonio de Sansón

14 Sansón fue a la ciudad de Timnat y vio allí a una mujer filistea. Cuando Sansón regresó a su casa, les dijo a sus padres:

—Vi a una mujer filistea en Timnat y quiero que me la traigan para que sea mi esposa.

Los padres de Sansón respondieron:

—Pero debe haber una mujer entre el pueblo de Israel con la que te puedas casar. ¿Por qué tienes que casarte con una mujer filistea? Los filisteos no están circuncidados.

Sansón dijo:

—Traigan a esa mujer, que es la que a mí me gusta.

Los padres de Sansón no sabían que el SEÑOR quería que eso sucediera así porque Dios estaba buscando una manera de hacer algo en contra de los filisteos. En esa época los filisteos dominaban en Israel.

Entonces Sansón fue de nuevo a Timnat con sus padres. Sansón estaba en los viñedos de Timnat y de pronto un león joven lo atacó rugiendo. De repente el Espíritu del SEÑOR vino sobre Sansón dándole gran poder. Sansón destrozó al león con sus propias manos, sin usar ningún arma. Para Sansón fue tan fácil matar al león que parecía como si hubiera matado más bien a un pequeño cabrito. Sansón no les contó nada de esto a sus padres.

Sansón llegó a la ciudad y habló con la mujer que le había gustado. Unos días después Sansón regresó para casarse con la mujer. Por el camino, Sansón se detuvo para ver al león muerto y ¡vaya sorpresa! Había un panal de abejas y miel en el cuerpo del león. Sansón sacó la miel con las manos y fue comiendo por el camino. Cuando llegó a su casa, compartió la miel con sus padres y ellos también comieron, pero Sansón no les contó que había sacado la miel del cuerpo del león muerto.

10 El papá de Sansón fue a la casa de la mujer filistea, y Sansón ofreció allí una fiesta porque eso era lo que acostumbraban hacer los novios jóvenes. 11 Cuando los filisteos vieron que Sansón estaba haciendo una fiesta, enviaron 30 hombres para que lo acompañaran.

12 Sansón les dijo a los 30 hombres:

—Esta fiesta va a durar siete días. Yo les voy a contar una adivinanza, si ustedes pueden resolverla durante el tiempo que dure la fiesta entonces les daré 30 capas de lino y 30 mudas de ropa. 13 Pero si no encuentran la respuesta, entonces ustedes me darán a mí 30 capas de lino y 30 mudas de ropa.

Los hombres le dijeron:

—Dinos de una vez la adivinanza, queremos escucharla.

14 Sansón dijo:

—Del que comía salió comida,
    y del que era fuerte salió dulzura.

Los 30 hombres trataron de encontrar la respuesta después de tres días, pero no lograran adivinar.

15 Al cuarto[ao] día, los hombres le dijeron a la esposa de Sansón:

—¿Acaso nos invitaste aquí para convertirnos en pobretones? Ayúdanos a engañar a tu esposo para que nos diga la respuesta de la adivinanza. Si no lo haces, prenderemos fuego a la casa de tu papá con todos adentro.

16 La mujer se acercó a su esposo y llorando le dijo:

—Tú no me quieres, me odias. Le dijiste una adivinanza a mi pueblo y no me has dicho la respuesta.

Sansón dijo:

—No les he dicho la respuesta ni a mi papá ni a mi mamá, entonces tampoco te la tengo que decir a ti.

17 La mujer lloró durante el resto de los días que duró la fiesta y siguió molestando a su esposo para que le diera la respuesta. Finalmente, al séptimo día Sansón le dio la respuesta. Ella se fue entonces a explicarle la respuesta a su pueblo.

18 De esa forma antes del atardecer en el séptimo día, los 30 hombres tenían la respuesta. Los hombres fueron a donde estaba Sansón y dijeron:

—¿Qué es más dulce que la miel?
    ¿Qué es más fuerte que un león?

Sansón dijo:

—Si no hubiera arado con mi vaca,
    no habrían encontrado la respuesta.

19 El Espíritu del SEÑOR vino con poder sobre Sansón, quien fue a Ascalón y mató a 30 hombres. Sansón tomó las ropas y las propiedades de los muertos y llevó las ropas a los 30 hombres que resolvieron la adivinanza, luego se fue a la casa de sus padres. 20 Sansón no se quedó con su esposa, sino que le fue dada a un amigo de Sansón.

Venganza de Sansón

15 Después de un tiempo, en la época de la cosecha de trigo, Sansón fue a visitar a su esposa y llevó un cabrito de regalo. Sansón dijo:

—Quiero entrar en la habitación de mi esposa.

Pero el papá de la mujer no lo dejó entrar, sino que le dijo:

—Pensé que la odiabas, por eso dejé que se casara con uno de tus amigos. La hermana menor es más hermosa que ella, cásate con la hermana menor en lugar de la mayor.

Sansón dijo:

—Ahora tengo una buena razón para hacerles daño a ustedes los filisteos, ahora nadie puede acusarme.

Sansón salió y atrapó 300 zorros. Los amarró por el rabo de dos en dos y puso una antorcha en medio de cada nudo. Sansón les prendió fuego a las antorchas y luego dejó que los zorros salieran corriendo por los cultivos de los filisteos. Así que se quemaron todas las plantas de los campos y todos los granos que habían cosechado. También se quemaron los viñedos y las matas de olivos.

Los filisteos preguntaron: «¿Quién hizo esto?» y les respondieron: «Fue Sansón, porque su suegro, el timnateo, le quitó la esposa y se la entregó a otro hombre, a un amigo de Sansón». Entonces los filisteos fueron y quemaron a la esposa de Sansón y al papá de ella. Luego Sansón les dijo: «Ustedes se han portado mal conmigo, tendrán que pagar por lo que han hecho. ¡No descansaré hasta vengarme de ustedes!»

Entonces Sansón atacó a los filisteos y a muchos hombres. Luego se fue a una cueva y allí se quedó. La cueva estaba en un lugar llamado la roca de Etam.

Los filisteos fueron a la tierra de Judá y se quedaron en un sitio llamado Lehí. Allí acamparon y empezaron a prepararse para la guerra. 10 Los hombres de Judá preguntaron:

—Filisteos, ¿por qué han venido a esta tierra para pelear contra nosotros?

Los filisteos respondieron:

—Hemos venido por Sansón, queremos llevarlo como nuestro prisionero y castigarlo por todo lo que le hizo a nuestra gente.

11 Entonces 3000 hombres fueron hasta la cueva en la roca de Etam para buscar a Sansón y le dijeron:

—¿Qué nos has hecho? ¿Acaso no te das cuenta que los filisteos nos tienen dominados?

Y Sansón respondió:

—Yo sólo los castigué por lo que me hicieron a mí.

12 Ellos dijeron:

—Hemos venido para amarrarte y entregarte a los filisteos.

Sansón dijo:

—Prométanme que ustedes no me harán daño.

Palabra de Dios para Todos (PDT)

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