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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
Palabra de Dios para Todos (PDT)
Version
Lucas 20:20 - Juan 5:47

El pago de impuestos

(Mt 22:15-22; Mr 12:13-17)

20 Observaban a Jesús todo el tiempo y enviaron a escucharlo a unos espías que fingían tener buenas intenciones. Querían usar en su contra algo que él dijera y así poder entregarlo al poder y autoridad del gobernador. 21 Entonces los espías le preguntaron a Jesús:

—Maestro, sabemos que tú hablas y enseñas sólo lo correcto, que para ti todos son iguales y que enseñas con sinceridad el camino de Dios. 22 Entonces, ¿está bien que paguemos impuestos al emperador o no?

23 Jesús sabía que le querían poner una trampa. Entonces les dijo:

24 —Muéstrenme una moneda de plata. ¿De quién es la imagen que está en la moneda y el nombre que está escrito en ella?

Ellos dijeron:

—Del emperador.

25 Así que Jesús les dijo.

—Entonces den al emperador lo que es del emperador y a Dios lo que es de Dios.

26 Los hombres se asombraron de su respuesta y se quedaron sin palabras. No pudieron usar en su contra nada de lo que dijo delante de la gente.

La pregunta sobre la resurrección

(Mt 22:23-33; Mr 12:18-27)

27 Después, unos saduceos, los que dicen que no hay resurrección, se acercaron a Jesús y le preguntaron:

28 —Maestro, Moisés nos escribió que si un hombre casado moría sin haber tenido hijos, su hermano debía casarse con la viuda. De esa manera los hijos que tuvieran serían considerados hijos del hermano fallecido.[a] 29 Una vez hubo siete hermanos. El primero se casó, pero más tarde murió sin dejar hijos. 30 Entonces el segundo hermano se casó con la viuda y también murió. 31 Luego el tercer hermano se casó con la viuda, pero también murió. Lo mismo pasó con todos los demás hermanos. Todos murieron sin haber tenido hijos. 32 Tiempo después, la mujer también murió. 33 Todos los siete hermanos se habían casado con ella. El día en que la gente resucite, ¿de quién será esposa la viuda?

34 Jesús les dijo:

—En esta vida la gente se casa y se da en matrimonio. 35 Algunos serán considerados dignos de ser resucitados de la muerte y participar en la vida venidera, pero entonces no se casarán ni serán dados en matrimonio. 36 En esa vida, la gente será como ángeles y no morirá. Ellos serán hijos de Dios porque habrán sido resucitados. 37 Pero que la gente es resucitada de la muerte lo demostró Moisés mismo en la historia sobre el arbusto[b] ardiente, pues ahí él llama al Señor “El Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob”.[c] 38 Él no es Dios de muertos, sino de vivos, porque para Dios todos están vivos.

39 Algunos de los maestros de la ley dijeron:

—Maestro, ¡qué buena respuesta!

40 Nadie más se atrevió a hacerle otra pregunta.

¿De quién es hijo el Mesías?

(Mt 22:41-46; Mr 12:35-37)

41 Entonces Jesús les preguntó:

—¿Por qué dicen que el Mesías es el Hijo de David? 42 En el libro de los Salmos, el mismo David dice:

“El Señor Dios le dijo a mi Señor:
    Siéntate a mi derecha,
43 (A)hasta que ponga a tus enemigos
    bajo tu poder[d]”.[e]

44 Entonces si David llama al Mesías “Señor”, ¿cómo puede él ser su hijo?

Advertencia a los maestros de la ley

(Mt 23:1-36; Mr 12:38-40; Lc 11:37-54)

45 Mientras toda la gente escuchaba a Jesús, él les dijo a sus seguidores: 46 «Tengan cuidado de los maestros de la ley. A ellos les gusta pasearse vistiendo ropa que muestre su autoridad y les encanta que la gente los salude con respeto en las plazas de mercado. También les gusta mucho sentarse en los lugares de honor de las sinagogas y tener los mejores lugares en los banquetes. 47 Ellos se roban los bienes de las viudas y para disimularlo hacen largas oraciones. Por eso Dios los castigará con más severidad».

Una viuda da todo lo que tiene

(Mr 12:41-44)

21 Jesús levantó la mirada y vio a los ricos poniendo sus ofrendas en la caja del dinero del templo. También vio a una viuda muy pobre que estaba dando dos pequeñas monedas de cobre como ofrenda. Entonces Jesús dijo:

—En verdad les digo que esta pobre viuda dio más que todos los demás. Porque todos ellos dieron de lo que les sobraba, pero ella, a pesar de su pobreza, entregó todo lo que tenía para vivir.

Jesús anuncia la destrucción del templo

(Mt 24:1-2; Mr 13:1-2)

Algunos de los seguidores estaban hablando de lo hermoso que era el templo. La construcción era de piedras de excelente calidad y estaba adornada con materiales donados por la gente. Pero Jesús dijo:

—Llegará la hora en que todo lo que ven aquí será destruido. No quedará piedra sobre piedra, todo se vendrá abajo.

Señales antes del fin

(Mt 24:3-28; Mr 13:3-23)

Los seguidores le preguntaron a Jesús:

—Maestro, ¿cuándo va a suceder esto? ¿Cuál será la señal para saber que está a punto de ocurrir?

Jesús dijo:

—¡Tengan cuidado! No permitan que nadie los engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre y dirán: “Yo soy el Mesías”[f] y “Ha llegado la hora”, pero no los sigan. No tengan miedo cuando oigan sobre guerras y rebeliones. Todo eso tiene que pasar primero, pero el fin no vendrá inmediatamente.

10 También les dijo: «Peleará nación contra nación y reino contra reino. 11 Habrá grandes terremotos, y en algunos lugares habrá épocas de hambre y epidemias. Pasarán cosas horribles y vendrán grandes señales del cielo.

12 »Pero antes de que pase todo eso, la gente los tomará a ustedes como prisioneros y los perseguirá. Los entregarán a las sinagogas para ser juzgados y los meterán a la cárcel. Serán obligados a presentarse ante reyes y gobernadores por estar de mi parte. 13 Pero esto les dará oportunidad de dar testimonio de mí. 14 Despreocúpense de antemano por lo que van a decir para defenderse, 15 porque yo les daré palabras de sabiduría a las que ninguno de sus enemigos podrá oponerse ni contradecir. 16 Hasta sus padres, hermanos, familiares y amigos estarán en su contra y matarán a algunos de ustedes. 17 A ustedes, todos los van a odiar por estar de mi parte, 18 pero no se perderá ni un solo cabello de su cabeza. 19 Manténganse firmes a pesar de todo eso y se salvarán.

La destrucción de Jerusalén

(Mt 24:15-21; Mr 13:14-19)

20 »Cuando ustedes vean ejércitos alrededor de Jerusalén, entonces sabrán que pronto será destruida. 21 En ese tiempo, los que estén en Judea que huyan hacia las montañas. Los que estén en Jerusalén salgan rápidamente y los que estén en el campo no entren a la ciudad. 22 Estos son los días en que Dios traerá castigo para cumplir todo lo que está escrito. 23 Ese tiempo será terrible para las mujeres que estén esperando bebé o que estén amamantando. Será un tiempo de desastres en la tierra. Dios mostrará su ira contra este pueblo. 24 Unos morirán a espada y a otros los harán prisioneros y se los llevarán a todas las naciones. Gente extranjera aplastará la ciudad de Jerusalén hasta que se cumpla su tiempo.

La venida del Hijo del hombre

(Mt 24:29-35; Mr 13:24-27)

25 »Pasarán cosas fuera de lo común con el sol, la luna y las estrellas, que servirán como señales. En la tierra la gente estará confusa y afligida por el fuerte rugido del mar. 26 La gente tendrá tanto miedo que se desmayará por lo que pasa en el mundo, pues aun los astros temblarán. 27 Entonces verán al Hijo del hombre que vendrá en una nube con poder y gran gloria. 28 Cuando todo esto comience a suceder, enderécense y levanten la cabeza, porque ya saben que está muy cerca la hora en que Dios los liberará».

El ejemplo de la higuera

(Mt 24:32-35; Mr 13:28-31)

29 Entonces les contó una historia: «Fíjense en la higuera y en todo árbol. 30 Cuando brotan las hojas, saben que se acerca el verano. 31 Así también, cuando vean suceder esto, sabrán que el reino de Dios está cerca.

32 »Les digo la verdad: todo esto sucederá antes de que muera esta generación. 33 El cielo y la tierra no durarán para siempre, pero mis palabras sí.

Estén siempre listos

34 »Tengan cuidado. No pasen el tiempo tomando y emborrachándose. No se dejen arrastrar por las preocupaciones de la vida, o no podrán pensar claramente. De repente llegará el fin y los agarrará por sorpresa. 35 Caerá como una trampa sobre todos los habitantes de la faz de la tierra. 36 Por eso, siempre deben estar alerta. Pidan fuerza para poder resistir cuando se enfrenten a todo esto que ocurrirá y así poder presentarse ante el Hijo del hombre aprobados».

37 Durante el día, Jesús enseñaba en el área del templo. Luego se iba de la ciudad y pasaba la noche en el monte de los Olivos. 38 Toda la gente se levantaba temprano e iba al área del templo a escucharlo.

Planean matar a Jesús

(Mt 26:1-5; Mr 14:1-2; Jn 11:45-53)

22 Se acercaba ya la fiesta de los Panes sin Levadura, conocida como la Pascua. Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley estaban buscando cómo matar a Jesús porque le tenían miedo al pueblo.

Judas traiciona a Jesús

(Mt 26:14-16; Mr 14:10-11)

Entonces Satanás entró en Judas Iscariote, uno de los doce apóstoles. Judas fue y habló con los jefes de los sacerdotes y los capitanes de la guardia del templo sobre cómo podía entregarles a Jesús. Ellos se alegraron y le prometieron dinero a cambio. Judas se comprometió y entonces empezó a buscar la oportunidad en que no hubiera gente cerca para poder entregarlo.

Preparación de la cena de la Pascua

(Mt 26:17-25; Mr 14:12-21; Jn 13:21-30)

Llegó el día de la fiesta de los Panes sin Levadura, cuando se sacrificaba al cordero para la Pascua. Jesús envió a Pedro y a Juan, diciéndoles:

—Vayan y preparen la cena de la Pascua para que podamos cenar.

Ellos le dijeron a Jesús:

—¿En dónde quieres que la preparemos?

10 Él les dijo:

—Cuando entren a la ciudad, encontrarán a un hombre llevando un cántaro de agua. Síganlo a la casa donde entre 11 y díganle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está el cuarto donde voy a comer la Pascua con mis seguidores?” 12 Entonces el dueño les mostrará un cuarto grande en el piso de arriba, ya arreglado. Preparen la cena allí.

13 Entonces Pedro y Juan se fueron para allá y encontraron todo tal como Jesús les había dicho y prepararon la cena de la Pascua.

La Cena del Señor

(Mt 26:26-30; Mr 14:22-26; 1 Co 11:23-25)

14 Cuando llegó la hora de la cena, Jesús y los apóstoles estaban a la mesa. 15 Jesús les dijo:

—Tenía muchas ganas de celebrar esta cena de Pascua con ustedes, antes de padecer. 16 Pues yo les digo que no volveré a celebrar otra cena de Pascua, hasta que se le dé el verdadero significado en el reino de Dios.

17 Entonces Jesús tomó una copa, dio gracias a Dios y dijo:

—Tomen esta copa y compártanla todos. 18 Les digo que no volveré a beber vino hasta que el reino de Dios esté aquí.

19 Entonces Jesús tomó pan, dio gracias a Dios, lo partió, se lo dio a los apóstoles y dijo:

—Este pan es mi cuerpo que doy por ustedes. Cómanlo como recordatorio.

20 De la misma manera, después de la cena tomó la copa y dijo:

—Esta copa es mi sangre que es derramada por ustedes y establece el nuevo pacto.[g] 21 Pero escuchen, uno de ustedes se volverá en contra mía. Su mano está al lado de la mía en la mesa. 22 Es cierto que el Hijo del hombre cumplirá lo que Dios planeó, pero ¡pobre de aquel que lo traiciona!

23 Entonces se empezaron a preguntar entre ellos: «¿Quién de nosotros haría eso?»

Sean como un siervo

24 Más tarde, los apóstoles empezaron a discutir acerca de quién era el más importante entre ellos. 25 Pero Jesús les dijo: «Los reyes de las naciones ejercen dominio sobre su pueblo y los hombres que tienen mucha autoridad sobre otros hacen que los llamen “grandes benefactores del pueblo”, 26 pero ustedes no sean como ellos. El mayor debe hacerse como el menor, y el que manda debe hacerse como el que sirve. 27 ¿Quién es más importante: el que está a la mesa comiendo o el que le está sirviendo? Ustedes piensan que el que está a la mesa es el más importante, pero yo soy como un siervo entre ustedes.

28 »Ustedes son los que han estado conmigo durante todos mis tiempos difíciles. 29 Mi padre me dio un reino y yo les doy también la autoridad para reinar conmigo, 30 para que ustedes coman y beban a la mesa en ese reino, y se sienten en tronos a juzgar a las doce tribus de Israel.

Se anuncia la negación de Pedro

(Mt 26:31-35; Mr 14:27-31; Jn 13:36-38)

31 »¡Simón[h], Simón! Mira que Satanás ha pedido sacudirlos a ustedes como un campesino sacude la paja de los granos de trigo. 32 Pero he orado para que no pierdas tu fe. Cuando vuelvas a mí, ayuda a tus hermanos a ser más fuertes».

33 Pero Simón dijo:

—Señor, estoy listo para ir contigo a la cárcel. ¡Hasta estoy dispuesto a morir por ti!

34 Pero Jesús dijo:

—Pedro, antes de que el gallo cante esta noche, me negarás tres veces.

Estén listos

35 Entonces Jesús les dijo a los seguidores:

—Cuando los envié sin dinero ni provisiones ni sandalias, ¿les hizo falta algo?

Ellos dijeron:

—No, nada.

36 Jesús les dijo:

—Pero ahora, si tienen provisiones o dinero, llévenlos con ustedes. Si no tienen espada, vendan su manto y compren una. 37 (B)Pues les digo que esta Escritura debe cumplirse en mí: “La gente lo consideraba un criminal”.[i] Esta Escritura debe cumplirse en mí. Fue escrita sobre mí y está sucediendo ahora.

38 Los seguidores dijeron:

—Mira Señor, aquí hay dos espadas.

Jesús les dijo:

—¡Basta ya!

Jesús ora solo

(Mt 26:36-46; Mr 14:32-42)

39 Como de costumbre, Jesús salió de la ciudad al monte de los Olivos, y sus seguidores fueron con él. 40 Al llegar ahí, les dijo:

—Oren para que no caigan en tentación.

41 Entonces Jesús se alejó un poco de ellos, se arrodilló y oró: 42 «Padre, líbrame de esta copa, pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya». 43 Entonces apareció un ángel del cielo que fue enviado para darle fuerzas. 44 Él estaba sufriendo mucho y oraba con fervor. El sudor era como gotas de sangre que caían al suelo.[j] 45 Cuando Jesús terminó de orar, fue a donde estaban sus seguidores. Se quedaron dormidos vencidos de tristeza. 46 Jesús les dijo:

—¿Por qué están durmiendo? ¡Levántense y oren para que no caigan en tentación!

Arresto de Jesús

(Mt 26:47-56; Mr 14:43-50; Jn 18:3-11)

47 Mientras Jesús estaba hablando, llegó allí mucha gente. Los guiaba uno de los doce apóstoles, llamado Judas. Él se acercó a Jesús para saludarlo con un beso.

48 Pero Jesús le dijo:

—Judas, ¿Con un beso traicionas al Hijo del hombre?

49 Cuando los seguidores vieron lo que estaba pasando, le dijeron a Jesús:

—Señor, ¿atacamos con espada?

50 Uno de ellos le pegó al siervo del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. 51 Pero Jesús dijo:

—¡Déjenlos!

Entonces Jesús le tocó la oreja al siervo y lo sanó. 52 Luego, Jesús les dijo a los jefes de los sacerdotes, a los jefes de la guardia del templo y a los ancianos líderes, que habían venido a arrestarlo:

—¿Es que yo soy un bandido para que ustedes vengan con espadas y garrotes? 53 Yo he estado con ustedes todos los días en el área del templo y no me arrestaron. Pero esta es su hora, la hora en que reina la oscuridad.

La negación de Pedro

(Mt 26:57-58, 69-75; Mr 14:53-54, 66-72; Jn 18:12-18, 25-27)

54 Arrestaron a Jesús y lo llevaron a casa del sumo sacerdote. Pedro los siguió a cierta distancia. 55 Encendieron un fuego en medio del patio y se sentaron alrededor. Pedro se sentó con ellos. 56 Una sierva vio a Pedro sentado allí. Lo pudo ver por la luz del fuego, lo miró muy de cerca y dijo:

—Este hombre también estaba con él.

57 Pero Pedro lo negó:

—Mujer, yo no lo conozco.

58 Un poco más tarde alguien vio a Pedro y dijo:

—Tú también eres de ellos.

Pero Pedro dijo:

—¡No, hombre, no lo soy!

59 Pasó casi una hora y otro insistió:

—Es verdad, este hombre estaba con él, es de Galilea.

60 Pero Pedro dijo:

—¡Hombre, no sé de qué estás hablando!

En ese momento, mientras Pedro todavía estaba hablando, cantó el gallo. 61 Entonces el Señor se dio vuelta y miró a Pedro a la cara. Pedro recordó lo que el Señor le había dicho: «Antes de que el gallo cante esta noche, me negarás tres veces». 62 Entonces Pedro salió de allí y lloró amargamente.

Se burlan de Jesús

(Mt 26:67-68; Mr 14:65)

63 Los hombres que estaban vigilando a Jesús se burlaban de él y lo azotaban. 64 Le vendaron los ojos, y le decían:

—¡Demuéstranos que eres profeta, dinos quién te pegó!

65 Y le gritaban muchos otros insultos.

Jesús ante el Consejo

(Mt 26:59-66; Mr 14:55-64; Jn 18:19-24)

66 Cuando amaneció, los ancianos líderes del pueblo, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley vinieron todos juntos. Llevaron a Jesús ante el Consejo, 67 y le preguntaron:

—Si eres el Mesías, dínoslo.

Jesús les dijo:

—Si les digo que soy el Mesías, ustedes no me creerán. 68 Y si les pregunto, no me responderán. 69 Pero desde este momento el Hijo del hombre se sentará a la derecha de Dios Todopoderoso.

70 Todos dijeron:

—¿Entonces tú eres el Hijo de Dios?

Jesús les dijo:

—Sí yo soy. No lo niego, ustedes mismos lo dicen.

71 Entonces dijeron:

—¿Para qué necesitamos más testigos? ¡Lo hemos escuchado de su propia boca!

Pilato interroga a Jesús

(Mt 27:1-2, 11-14; Mr 15:1-5; Jn 18:28-38)

23 Entonces todo el grupo se levantó y llevaron a Jesús ante Pilato. Empezaron a acusar a Jesús, diciendo:

—Arrestamos a este hombre porque está inquietando a nuestro pueblo. Él dice que no se deben pagar impuestos al emperador y que él es el Mesías, un rey.

Pilato le preguntó a Jesús:

—¿Eres el rey de los judíos?

Y él le respondió:

—Tú lo has dicho.

Entonces Pilato les dijo a los jefes de los sacerdotes y a la gente:

—No encuentro ningún delito en este hombre.

Pero ellos insistían:

—Alborota al pueblo con sus enseñanzas por toda Judea. Comenzó en Galilea y ha llegado hasta aquí.

Pilato envía a Jesús a ver a Herodes

Cuando Pilato escuchó esto, preguntó si era de Galilea. Al enterarse de que Jesús estaba bajo la autoridad de Herodes, se lo mandó a él, pues en esos días Herodes también estaba en Jerusalén.

Cuando Herodes vio a Jesús, se puso muy contento porque había oído mucho de él y quería conocerlo desde hacía mucho tiempo. Esperaba verlo hacer algún milagro. Herodes le hizo muchas preguntas, pero Jesús no le respondió ninguna. 10 Los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley estaban allí, acusándolo con insistencia. 11 Herodes y sus soldados lo trataban con desprecio. Burlándose de él, le pusieron ropa lujosa y lo enviaron de nuevo a Pilato. 12 Antes Herodes y Pilato habían sido enemigos, pero desde ese día se hicieron amigos.

Jesús condenado a muerte

(Mt 27:15-26; Mr 15:6-15; Jn 18:39-19:16)

13 Pilato llamó a los jefes de los sacerdotes, a los líderes y al pueblo, 14 y les dijo:

—Ustedes me trajeron a este hombre de quien dicen estaba inquietando al pueblo, pero lo juzgué delante de todos ustedes y no lo encontré culpable de ninguno de los delitos de que lo acusan. 15 Ni tampoco Herodes porque nos lo envió de vuelta. Miren, no ha hecho nada que merezca la muerte. 16 Entonces, después de azotarlo un poco, lo dejaré ir. 17 [k]

18 Pero todos ellos gritaron a una voz:

—¡Mátenlo! ¡Dejen libre a Barrabás!

19 Barrabás estaba en la cárcel por haber empezado una revuelta en la ciudad y por asesinato. 20 Pilato quería dejar en libertad a Jesús, así que les dijo otra vez que lo iba a dejar ir. 21 Pero ellos siguieron gritando:

—¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!

22 Por tercera vez Pilato le dijo a la gente:

—¿Por qué? ¿Qué ha hecho de malo este hombre? Él no es culpable. No encuentro ninguna razón para matarlo; por eso lo soltaré después de azotarlo.

23 Pero ellos seguían gritando. Todos exigían que lo crucificaran. Tanto gritaron que 24 Pilato decidió hacer lo que pedían. 25 Pilato dejó libre a Barrabás, el hombre que había sido puesto en la cárcel por rebelión y asesinato, y les entregó a Jesús para que hicieran con él lo que quisieran.

Crucifixión de Jesús

(Mt 27:32-44; Mr 15:21-32; Jn 19:17-27)

26 Cuando los soldados se llevaban a Jesús, agarraron a un tal Simón, de la ciudad de Cirene, que venía del campo, lo obligaron a cargar la cruz y a llevarla detrás de Jesús. 27 Mucha gente seguía a Jesús, incluso algunas mujeres, las cuales lloraban y se lamentaban por él. 28 Jesús se dio vuelta y les dijo:

—Mujeres de Jerusalén, no lloren por mí. Más bien lloren por ustedes y por sus hijos. 29 Está llegando la hora terrible en que la gente dirá: “Afortunadas las mujeres que no pueden tener hijos, que nunca los han tenido ni han amamantado”. 30 (C)Entonces dirán a las montañas: “¡Caigan sobre nosotros!”, y a los cerros les dirán: “¡Cúbrannos!”[l] 31 Si le hacen esto al árbol vivo, ¿qué no le harán al seco?[m]

32 También llevaron a dos criminales para que los ejecutaran junto con Jesús. 33 Llegaron al lugar llamado «La Calavera», donde los soldados crucificaron a Jesús y también a los criminales, uno a su derecha y otro a su izquierda.

34 Jesús decía: «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen».[n]

Los soldados rifaron entre ellos la ropa de Jesús. 35 La gente estaba allí mirando, y los líderes se burlaban de él, diciendo:

—Si él es el elegido de Dios, el Mesías, entonces que se salve a sí mismo. Salvó a otros, ¿no?

36 Los soldados vinieron y también se burlaron de él. Le ofrecieron vinagre 37 y dijeron:

—Si eres el rey de los judíos, ¡sálvate a ti mismo!

38 En la parte de arriba de la cruz estaba escrito: «Este es el Rey de los judíos». 39 Uno de los criminales también empezó a insultarlo:

—¿No eres el Mesías? ¡Entonces sálvate a ti mismo y a nosotros también!

40 Pero el otro criminal lo reprendió y le dijo:

—¿Es que no tienes temor de Dios? ¿Acaso no estás bajo la misma sentencia? 41 Tú y yo merecemos morir por lo que hicimos, pero este hombre no ha hecho nada malo.

42 Luego le dijo:

—Jesús, acuérdate de mí cuando comiences a reinar.

43 Entonces Jesús le dijo:

—Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso.

Muerte de Jesús

(Mt 27:45-56; Mr 15:33-41; Jn 19:28-30)

44 Era alrededor del mediodía, y toda la tierra quedó sumida en oscuridad hasta las tres de la tarde. 45 El sol dejó de brillar y la cortina del templo se rompió en dos. 46 (D)Y dando un fuerte grito Jesús dijo:

—¡Padre, te entrego mi espíritu![o]

Después de decir esto, murió. 47 Cuando el capitán vio lo que había pasado, alabó a Dios diciendo:

—Este hombre sí era inocente.

48 Mucha gente había salido de la ciudad para ver esto. Cuando vieron lo que había pasado, se fueron abrumados de dolor. 49 Los amigos de Jesús también estaban allí, incluso las mujeres que lo habían seguido desde Galilea. Todos ellos presenciaban de lejos lo que pasaba.

Jesús es sepultado

(Mt 27:57-61; Mr 15:42-47; Jn 19:38-42)

50 Estaba allí un hombre llamado José, miembro del Consejo. Era un hombre de buen corazón que obedecía a Dios 51 y no había estado de acuerdo con lo que habían decidido ni con las medidas que tomaron. Era del pueblo de Arimatea en Judea, y quería que viniera el reino de Dios. 52 Fue a Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. 53 Bajó el cuerpo de la cruz y lo envolvió en una sábana. Después lo llevó y lo puso en un sepulcro cavado en la roca, donde todavía no se había enterrado a nadie. 54 Era el día de la preparación para el sábado y el día de descanso estaba a punto de comenzar.

55 Las mujeres que habían venido con Jesús desde Galilea siguieron a José. Vieron el sepulcro y cómo pusieron el cuerpo adentro. 56 Después se regresaron para preparar especias aromáticas y aceites perfumados, y no hicieron ningún trabajo en el día de descanso, conforme al mandamiento.

La noticia de la resurrección

(Mt 28:1-10; Mr 16:1-8; Jn 20:1-10)

24 Muy temprano el domingo en la mañana, las mujeres fueron al sepulcro. Llevaban las especias aromáticas que habían preparado. Encontraron que había sido quitada la piedra que tapaba la entrada del sepulcro. Entraron, pero no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Las mujeres no entendían lo que estaba pasando, cuando de repente dos hombres vestidos con ropa muy brillante se aparecieron de pie, junto a ellas. Las mujeres tenían mucho miedo y se postraron rostro en tierra. Los hombres les dijeron:

—¿Por qué están buscando entre los muertos al que está vivo? Jesús no está aquí. Ha resucitado. ¿No recuerdan lo que les dijo en Galilea? Les dijo que el Hijo del hombre debía ser entregado en manos de pecadores, ser crucificado y resucitar al tercer día.

Entonces las mujeres recordaron las palabras de Jesús. Se fueron del sepulcro y les contaron todo a los once apóstoles y a los otros seguidores. 10 Estas mujeres eran María Magdalena, Juana, María la mamá de Santiago, y otras más. Cuando les contaron a los apóstoles lo que había pasado, 11 no les creyeron porque les pareció que era un disparate. 12 Sin embargo, Pedro se levantó y corrió hacia el sepulcro. Se agachó para ver adentro, pero sólo vio la tela con la que habían envuelto el cuerpo. Luego se fue preguntándose qué había pasado.[p]

En el camino hacia Emaús

(Mr 16:12-13)

13 Ese mismo día, dos de los seguidores de Jesús iban hacia un pueblo llamado Emaús que queda a unos once kilómetros[q] de Jerusalén. 14 Iban hablando de todo lo que había pasado. 15 Mientras discutían, Jesús mismo se acercó y empezó a caminar con ellos, 16 pero no les fue permitido reconocer a Jesús. 17 Entonces Jesús les dijo:

—¿De qué tanto hablan por el camino?

Los hombres se detuvieron muy tristes. 18 El que se llamaba Cleofás respondió:

—¿Eres tú el único peregrino en Jerusalén que no se ha enterado de lo que ha pasado en ella en estos días?

19 Jesús les dijo:

—¿Qué quieren decir?

Ellos le respondieron:

—Nos referimos a todo lo que sucedió con Jesús de Nazaret, quien por sus hechos y palabras demostró ante Dios y la gente que era un profeta poderoso. 20 Y cómo los jefes de los sacerdotes y nuestros líderes lo entregaron para que lo sentenciaran a muerte y lo crucificaran. 21 Teníamos la esperanza de que él fuera el que iba a liberar a Israel. Sin embargo, además de todo eso, este ya es el tercer día desde que sucedió todo esto, 22 y algunas mujeres de nuestro grupo nos contaron algo asombroso. Esta mañana muy temprano fueron al sepulcro, 23 pero no encontraron el cuerpo. Vinieron y nos dijeron que habían visto ángeles en una visión. Los ángeles les dijeron que Jesús estaba vivo. 24 Entonces algunos de los que estaban con nosotros fueron a ver el sepulcro y lo encontraron tal y como las mujeres habían dicho, pero no vieron a Jesús.

25 Entonces Jesús les dijo:

—¡No sean tan tontos! ¿Por qué les cuesta tanto creer todo lo que dijeron los profetas? 26 ¿Acaso no dijeron que el Mesías tendría que sufrir todo eso antes de dar comienzo a su período de gloria?

27 Entonces Jesús les explicó todo lo que había sido escrito sobre él en las Escrituras, empezando con los libros de Moisés y todos los profetas. 28 Al acercarse al pueblo al que iban, Jesús hizo como que iba a seguir de largo. 29 Pero ellos le rogaron con insistencia:

—Quédate con nosotros, porque ya está atardeciendo. Ya casi es de noche.

Entonces Jesús entró y se quedó con ellos. 30 Cuando estaba a la mesa con ellos, tomó el pan, dio gracias a Dios, lo partió y se lo dio a ellos. 31 En ese preciso instante les fue permitido reconocerlo, pero él desapareció. 32 Los dos hombres se dijeron entre sí:

—¡Con razón sentíamos que el corazón nos ardía de emoción cuando nos venía hablando y explicando las Escrituras en el camino!

33 Entonces se pusieron de pie de inmediato y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los once apóstoles y a los que estaban con ellos, 34 y dijeron:

—¡En verdad el Señor ha resucitado! Se le ha aparecido a Simón.

35 Entonces los dos hombres les contaron a los demás lo que había pasado en el camino y cómo habían reconocido a Jesús cuando estaba partiendo el pan.

Jesús se aparece a sus seguidores

(Mt 28:16-20; Mr 16:14-18; Jn 20:19-23; Hch 1:6-8)

36 Mientras los seguidores estaban hablando de todo esto, Jesús se les apareció, y les dijo:

—Que la paz esté con ustedes.

37 Entonces ellos se asustaron y aterrorizaron pensando que estaban viendo a un fantasma, 38 pero Jesús les dijo:

—¿Por qué están tan asustados? ¿Por qué dudan de lo que ven? 39 Miren mis pies y mis manos. ¡Soy yo! Tóquenme y vean que mi cuerpo está con vida. Los fantasmas no tienen cuerpo.

40 Diciendo esto, les mostró los huecos de sus manos y pies. 41 Los seguidores seguían tan asombrados y felices que no podían creerlo. Jesús les preguntó:

—¿Tienen comida aquí?

42 Le dieron un pedazo de pescado asado. 43 Jesús tomó el pescado y lo comió delante de ellos. 44 Luego les dijo:

—Esto es lo que les había anunciado cuando todavía estaba con ustedes: que todo lo que está escrito sobre mí en la ley de Moisés, los libros de los profetas y en los Salmos tiene que cumplirse.

45 Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras,[r] 46 y les dijo:

—Está escrito que el Mesías tenía que morir y resucitar al tercer día, 47 y que en su nombre se anunciará a todas las naciones que cambien y se vuelvan a Dios para el perdón de los pecados. Empiecen desde Jerusalén 48 pues ustedes son testigos de todo esto. 49 Ahora les enviaré lo que mi Padre les ha prometido, pero quédense en Jerusalén hasta que reciban poder del cielo.

Jesús vuelve a los cielos

(Mr 16:19-20; Hch 1:9-11)

50 Después Jesús llevó a sus seguidores fuera de Jerusalén, casi hasta Betania y, levantando las manos, los bendijo. 51 Mientras los estaba bendiciendo, se separó de ellos y fue llevado al cielo. 52 Entonces los seguidores lo adoraron y luego regresaron muy felices a Jerusalén; 53 y estaban en el área del templo alabando continuamente a Dios.

Cristo viene al mundo

En el principio, antes de la creación del mundo,
    ya existía la Palabra[s],
    la Palabra estaba con Dios y era Dios.
Estaba ahí con Dios en el comienzo.
Todo se hizo por aquel que es la Palabra;
    sin él, nada se habría hecho.
En él estaba la vida,
    y esa vida era la luz de los seres humanos.
La Luz[t] brilla en la oscuridad,
    y la oscuridad no ha podido contra ella.[u]

Hubo un hombre enviado por Dios que se llamaba Juan. Él vino a dar testimonio de la Luz para que todos los seres humanos pudieran creer. Juan no era la Luz; él sólo vino a dar testimonio de la Luz. La Luz verdadera que ilumina a todo ser humano entraba al mundo.

10 El que es la Palabra
    ya estaba en el mundo.
Él creó el mundo,
    pero el mundo no lo reconoció.
11 Vino al mundo que le pertenecía,
    pero su propia gente no lo aceptó.
12 Pero a los que lo aceptaron y creyeron en él,
    les dio el derecho[v] de ser hijos de Dios.
13 Son hijos de Dios,
    pero no por nacimiento físico;
no tiene que ver con ningún acto
    ni deseo humano.
Son hijos suyos
    porque Dios así lo quiere.

14 La Palabra se hizo hombre y vivió entre nosotros,
    lleno de generoso amor y verdad.
Vimos su esplendor,
    ese esplendor que pertenece al Hijo único del Padre.

15 Juan dio testimonio de él diciéndole abiertamente a la gente: «Este es el del que yo les hablaba. Era de él que les decía: “El que va a venir después de mí es más importante que yo, porque existía antes que yo”».

16 Todos hemos participado de su perfección
    y recibido generosamente bendición tras bendición.
17 Dios dio la ley por medio de Moisés,
    pero el generoso amor y la verdad llegaron
    por medio de Jesucristo.
18 Nadie ha visto jamás a Dios,
    pero el Hijo único,
quien él mismo es Dios,
    nos lo ha dado a conocer.
Él está lo más cercano al Padre.[w]

Juan da testimonio del Mesías

(Mt 3:1-12; Mr 1:2-8; Lc 3:15-17)

19 Este es el testimonio de Juan, dado cuando los judíos de Jerusalén enviaron unos sacerdotes y levitas a Juan y le preguntaron:

—¿Quién eres tú?

20 Juan respondió sin titubear y sin ocultar la verdad:

—Yo no soy el Mesías.

21 También le preguntaron:

—Entonces, ¿quién eres? ¿Eres Elías?

Juan respondió:

—No lo soy.

—¿Eres tú el Profeta[x]?

Él contestó:

—No.

22 Entonces le dijeron:

—¿Quién eres tú? Dínoslo y así podremos llevar alguna respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices sobre ti mismo?

23 (E)Él dijo:

—Yo soy el que grita en el desierto:
    “¡Enderecen el camino para el Señor!”[y],

como dijo el profeta Isaías.

24 Los fariseos habían mandado a esos hombres. 25 Ellos le preguntaron:

—Si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta, entonces, ¿por qué bautizas?

26 Juan les respondió:

—Yo bautizo con agua, pero entre ustedes hay alguien que no conocen y 27 él viene después de mí. Yo no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias.

28 Eso pasó en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando.

Jesús, el Cordero de Dios

29 Al día siguiente, Juan vio que Jesús venía hacia él y dijo: «Miren, él es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. 30 A él me refería cuando dije: “Hay un hombre que viene después de mí que es más importante que yo porque existía antes que yo”. 31 Yo mismo no lo conocía, pero vine a bautizar con agua para que así Israel pudiera darse cuenta de quién es él».

32 Entonces Juan dio este testimonio: «Yo vi al Espíritu que bajó del cielo en forma de paloma y se colocó sobre él. 33 Yo no lo conocía, pero Dios que me envió para que bautizara con agua, me dijo: “Tú verás al Espíritu bajar y colocarse sobre el que bautiza con el Espíritu Santo”. 34 Lo he visto y por eso doy testimonio de que este es el Hijo de Dios[z]».

Los primeros seguidores de Jesús

35 Al día siguiente, Juan estaba allí de nuevo con dos de sus seguidores. 36 Cuando vio pasar a Jesús, dijo:

—Miren, este es el Cordero de Dios.

37 Cuando los dos seguidores lo escucharon decir esto, siguieron a Jesús. 38 Jesús se dio la vuelta, vio que lo seguían y les preguntó:

—¿Qué quieren?

Ellos le dijeron:

Rabí, (que significa: Maestro) ¿dónde te estás quedando?

39 Jesús les contestó:

—Vengan a ver.

Entonces ellos fueron y vieron dónde se estaba quedando y pasaron ese día con él. Eso fue como a las cuatro de la tarde.

40 Andrés, hermano de Simón Pedro, fue uno de los dos que oyó a Juan y siguió a Jesús. 41 Primero buscó a su hermano Simón y le dijo:

—Encontramos al Mesías (que significa: el Rey Elegido por Dios[aa]).

42 Andrés llevó a Simón Pedro a donde estaba Jesús. Jesús lo vio y dijo:

—Tú eres Simón hijo de Juan, pero ahora te llamarás Cefas (que significa: Pedro[ab]).

43 Al día siguiente, Jesús decidió ir a Galilea. Encontró a Felipe, y le dijo:

—Sígueme.

44 Felipe era de Betsaida, el pueblo de Andrés y de Pedro. 45 Felipe buscó a Natanael, y le dijo:

—Hemos encontrado a aquel sobre el que escribió Moisés en la ley, y los profetas también escribieron acerca de él. Es Jesús de Nazaret, el hijo de José.

46 Natanael le dijo:

—¡De Nazaret! ¿Acaso de allí puede salir algo bueno?

Felipe dijo:

—Ven y lo verás.

47 Jesús vio que Natanael se acercaba, y dijo:

—Este es un verdadero israelita. No hay engaño en él.

48 Natanael le preguntó:

—¿Cómo es que me conoces?

Jesús le respondió:

—Yo te vi cuando estabas debajo de la higuera, antes de que Felipe te invitara a verme.

49 Natanael respondió:

—Maestro, ¡Tú eres el Hijo de Dios, el rey de Israel!

Jesús contestó:

50 —¿Crees eso porque dije que te había visto debajo de la higuera? Pues verás cosas más grandes que estas.

51 (F)Luego le dijo:

—Les digo la verdad: ustedes verán el cielo abierto y “los ángeles de Dios bajando y subiendo”[ac] sobre el Hijo del hombre.

La boda en Caná

Al tercer día hubo una boda en Caná de Galilea. La mamá de Jesús estaba allí. También habían invitado a Jesús y a sus seguidores a la boda. Cuando se acabó el vino, la mamá de Jesús le dijo:

—Ya no tienen vino.

Jesús le dijo:

—Mamá[ad], ¿yo qué tengo que ver con eso? Todavía no ha llegado mi hora.

Ella les dijo a los que estaban sirviendo:

—Hagan todo lo que él les diga.

En ese lugar había seis vasijas de piedra y cada una podía contener entre 80 y 120 litros[ae] de agua. Los judíos las usaban para lavarse en sus ceremonias.

Jesús les dijo a los que servían:

—Llenen las vasijas con agua.

Entonces las llenaron hasta el borde.

Luego Jesús les dijo:

—Ahora saquen un poco de agua y llévenla al encargado del banquete.

Entonces llevaron el agua al encargado. Este probó el agua que se había convertido en vino. Él no sabía de dónde lo habían sacado, pero los siervos sí. Después, el encargado del banquete llamó al novio y 10 le dijo:

—Todo el mundo sirve el mejor vino primero. Cuando los invitados se emborrachan, sirven el más barato, pero tú has guardado el mejor vino hasta ahora.

11 Esta fue la primera de las señales milagrosas que Jesús hizo. Sucedió en Caná de Galilea. Así mostró su grandeza y sus seguidores creyeron en él.

12 Después de esto, Jesús fue con su mamá, sus hermanos y sus seguidores a Capernaúm y se quedaron allí unos pocos días.

Jesús va al templo

(Mt 21:12-13; Mr 11:15-17; Lc 19:45-46)

13 Era casi la fecha de la Pascua judía, así que Jesús se fue a Jerusalén. 14 En el área del templo, Jesús encontró a la gente vendiendo terneros, ovejas y palomas y también a los que cambian dinero sentados en sus mesas. 15 Entonces Jesús hizo un látigo de cuerdas y echó a todos del área del templo junto con las ovejas y los terneros. Arrojó al suelo las monedas de los que cambian dinero y les volcó sus mesas. 16 A los que estaban vendiendo palomas les dijo:

—¡Sáquenlas de aquí! ¡No hagan de la casa de mi padre una plaza de mercado!

17 (G)Cuando esto sucedió, los seguidores recordaron que estaba escrito:

«La emoción que siento por tu casa acabará conmigo».[af]

18 Los judíos le respondieron:

—¿Qué señal milagrosa puedes mostrarnos para probar que tienes derecho de hacer esto?

19 Jesús les contestó:

—Destruyan este templo y lo volveré a construir en tres días.

20 Ellos le dijeron:

—Para construir este templo se demoraron 46 años, ¿y tú vas a construirlo en tres días?

21 Con la palabra templo, Jesús se refería a su propio cuerpo. 22 Después de que él fue resucitado de la muerte, sus seguidores recordaron lo que había dicho. Entonces creyeron en las Escrituras y en lo que Jesús dijo.

23 Mientras Jesús estaba en Jerusalén, durante la fiesta de la Pascua, mucha gente creyó en él porque vio las señales milagrosas que hizo. 24 Pero Jesús no confiaba en ellos porque sabía lo que estaban pensando. 25 Él no necesitaba que nadie le dijera cómo era la gente porque sabía de antemano lo que todos pensaban.

Jesús y Nicodemo

Había un hombre llamado Nicodemo, era de los fariseos y líder importante de los judíos. Este fue de noche a donde estaba Jesús y le dijo:

—Maestro, nosotros sabemos que Dios te envió a enseñarnos porque nadie sin la ayuda de Dios puede hacer las señales milagrosas que tú haces.

Jesús le respondió:

—Te digo la verdad: el que no nace de nuevo, no puede tener parte en el reino de Dios.

Nicodemo le dijo:

—Pero si uno ya es viejo, ¿cómo puede nacer de nuevo? ¿Acaso puede regresar al vientre de su mamá y nacer otra vez?

Jesús respondió:

—Te digo la verdad: el que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar al reino de Dios. El que nace de padres humanos tiene vida física, pero el que nace del Espíritu tiene vida espiritual. No te sorprendas si te digo: “Ustedes tienen que nacer de nuevo”. El viento sopla para donde quiere ir. Tú lo escuchas soplar pero no sabes de dónde viene ni para dónde va. Así es con todos los que nacen del Espíritu.

Nicodemo le respondió:

—¿Cómo puede ser posible?

10 Jesús le contestó:

—¿Eres tú un maestro importante del pueblo de Israel y sin embargo no lo entiendes? 11 Te digo la verdad: nosotros hablamos de lo que sabemos. Contamos lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan lo que decimos. 12 Les he hablado de cosas de la tierra y no creen ¿entonces cómo van a creer si les hablo de cosas del cielo? 13 El único que ha subido al cielo es el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.

14 »Así como Moisés levantó una serpiente de metal en el desierto,[ag] así tiene que ser levantado el Hijo del hombre 15 para que todo el que crea en él tenga vida eterna.

16 »Dios amó tanto al mundo[ah] que dio a su Hijo único para que todo el que crea en él no se pierda,[ai] sino que tenga vida eterna. 17 Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él. 18 El que crea en el Hijo de Dios no será condenado. Pero el que no cree ya ha sido condenado por no haber creído en el Hijo único de Dios. 19 La gente del mundo será juzgada porque con sus malas acciones no quiso la luz[aj] que vino al mundo, sino que prefirió la oscuridad. 20 Todo el que odia la luz no se acerca a ella porque la luz muestra todo lo malo que ha hecho. 21 Pero el que practica la verdad se acerca a la luz para que muestre que sus hechos se hicieron por obra de Dios.

Jesús y Juan el Bautista

22 Después de esto, Jesús se fue con sus seguidores a la región de Judea. Se quedó allí con ellos y bautizaba. 23 Juan también estaba bautizando en Enón cerca de Salim, porque allí había mucha agua. La gente se acercaba a Juan para ser bautizada. 24 En ese momento, todavía no habían metido a Juan en la cárcel.

25 Luego, algunos de los seguidores de Juan discutían con un judío sobre la tradición de lavarse en las ceremonias y 26 fueron a decirle a Juan:

—Maestro, fíjate que ahora el hombre de quien diste testimonio, que estaba contigo al otro lado del Jordán, está bautizando a la gente y todos lo siguen.

27 Juan les respondió:

—Nadie puede tener nada si Dios no se lo concede. 28 Ustedes mismos son testigos de que dije: “Yo no soy el Mesías”. Solamente soy el que Dios envió para prepararle el camino. 29 La novia únicamente es del novio, pero el amigo del novio espera y está atento para cuando él venga. El amigo se alegra cuando escucha la voz del novio. Esa es la misma alegría que siento ahora que él está aquí. 30 Ahora a él se le debe poner más atención y a mí menos.

El que viene de arriba

31 »El que viene de arriba es más importante que todo el mundo. El que es de la tierra pertenece a la tierra y habla de lo que pasa en la tierra, pero el que viene del cielo es el más importante de todos. 32 Da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie acepta su testimonio. 33 El que acepta el testimonio de Jesús demuestra que Dios es verdadero. 34 Dios envió a Jesús quien dice lo mismo que Dios dice porque Dios le da todo el poder de su Espíritu. 35 El Padre ama al Hijo y le ha dado poder sobre todo. 36 El que cree en el Hijo tiene vida eterna. En cambio, el que lo rechaza nunca tendrá esa vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él.

La mujer de Samaria

Jesús se enteró de que los fariseos habían oído decir que él ya tenía más seguidores que Juan, es decir que bautizaba más gente que Juan. Aunque realmente no era Jesús el que bautizaba, sino sus seguidores. Jesús se fue de Judea y regresó otra vez a Galilea. Ya que tenía que pasar por la región de Samaria, llegó, pues, a un pueblo samaritano llamado Sicar, cerca de la tierra que Jacob le había dado a su hijo José. Allí estaba el pozo de Jacob, donde Jesús se sentó porque estaba cansado de caminar. Era casi el mediodía. 7-8 Los seguidores se habían ido al pueblo a comprar comida. Mientras tanto, una mujer samaritana vino a sacar agua y Jesús le dijo:

—Dame un poco de agua.

La samaritana le dijo:

—¿Por qué me pides agua si tú eres judío y yo soy samaritana?

Le dijo eso porque los judíos no se tratan con los samaritanos.

10 Jesús le respondió:

—No sabes lo que Dios da gratuitamente ni sabes quién soy yo. Te estoy pidiendo un poco de agua y si tú supieras quién soy, me estarías pidiendo a mí. Yo te puedo dar agua viva.

11 La mujer le dijo:

—Señor, no tienes ni siquiera un balde, y el pozo es profundo. ¿De dónde me vas a dar agua viva? 12 Nuestro antepasado Jacob nos dio este pozo. Sus hijos y sus animales bebieron de él. ¿Acaso eres más que él?

13 Él le contestó:

—Todos los que tomen de esta agua volverán a tener sed. 14 Pero el que beba del agua que yo doy, nunca más tendrá sed. El agua que le daré brotará dentro de él como un manantial que da vida eterna.

15 La mujer le dijo:

—Señor dame de esa agua, para que ya jamás tenga sed. Ni siquiera tendré que venir aquí a sacar agua.

16 Él le dijo:

—Ve a llamar a tu esposo y vuelve.

17 Ella le contestó:

—No tengo esposo.

Jesús le dijo:

—Así es. Dices la verdad al decir que no tienes esposo. 18 Has tenido cinco maridos y el hombre con quien vives ahora tampoco es tu marido; en eso tienes razón.

La mujer contestó:

19 —Señor, me doy cuenta de que eres un profeta. 20 Nuestros antepasados adoraron a Dios en este monte, pero ustedes los judíos dicen que debe ser adorado en Jerusalén.

21 Jesús le dijo:

—Créeme, mujer, que llegará el momento en que ustedes no adorarán al Padre en este monte ni tampoco en Jerusalén. 22 Ustedes adoran algo que no entienden. Nosotros sabemos lo que adoramos porque la salvación viene de los judíos. 23 Pero llegará el momento, y en efecto ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. El Padre está buscando gente que lo adore así. 24 Dios es Espíritu, y los que le adoran deben adorarlo en espíritu y en verdad.

La mujer le dijo:

25 —Yo sé que el Mesías va a venir. Cuando venga hablará de todo esto. (El Mesías es el que se llama el Cristo).

26 Jesús le dijo:

—Ese soy yo, el que está hablando contigo.

27 En ese momento regresaron sus seguidores. Estaban muy sorprendidos de que él estuviera hablando con una mujer, pero ninguno le preguntó: «¿Tú qué quieres de ella?» o «¿Por qué estás hablando con ella?»

28 La mujer dejó su cántaro de agua, se fue al pueblo y le dijo a la gente:

29 —¡Vengan a ver a un hombre que me dijo todo lo que he hecho! ¿Podría ser este el Mesías?

30 La gente salió del pueblo y fue a donde estaba Jesús. 31 Mientras tanto, los seguidores le rogaban a Jesús:

—Maestro, come algo.

32 Pero él les dijo:

—Yo tengo una comida que ustedes no conocen.

33 Entonces sus seguidores comenzaron a preguntarse unos a otros:

—¿Será que alguien ya le trajo algo de comer?

34 Jesús les dijo:

—Mi comida es hacer lo que Dios quiere porque él es quien me envió. Estaré satisfecho cuando termine el trabajo que él me dio. 35 Ustedes dicen: “Hay que esperar cuatro meses más para la cosecha”. Pues miren, yo les digo, levanten los ojos y observen los campos porque ya están listos para la cosecha. 36 El que cosecha recibe su paga. Está reuniendo una cosecha para la vida eterna. Así que tanto el que siembra como el que cosecha sienten alegría. 37 Realmente es cierto el dicho: “Uno es el que siembra y otro el que cosecha”. 38 Los envié para que cosechen un campo que ustedes no trabajaron. Fueron otros los que lo trabajaron, y ahora ustedes disfrutan del trabajo de ellos.

39 Muchos samaritanos de ese pueblo creyeron en Jesús por el testimonio de la mujer: «Él me dijo todo lo que he hecho». 40 Entonces los samaritanos se le acercaron, le pidieron que se quedara con ellos y él se quedó allí dos días. 41 Fueron muchos más los que creyeron por lo que Jesús decía. 42 Le dijeron a la mujer:

—Ya no creemos sólo por lo que tú dices, creemos por lo que nosotros mismos hemos escuchado. Ahora sabemos que este hombre sí es el Salvador del mundo.

Jesús sana al hijo de un oficial

(Mt 8:5-13; Lc 7:1-10)

43 Dos días después, Jesús se fue de ahí para Galilea 44 porque como él mismo dijo, ningún profeta es respetado en su tierra. 45 Cuando llegó a Galilea, la gente le dio la bienvenida. Esa gente había ido a Jerusalén y había visto todo lo que él había hecho allí durante la fiesta de la Pascua.

46 Jesús se fue otra vez para Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. En Capernaúm, el hijo de un oficial del rey estaba enfermo. 47 Cuando el oficial se enteró de que Jesús había venido a Galilea desde Judea, fue a rogarle que fuera a Capernaúm y sanara a su hijo, que estaba a punto de morir. 48 Jesús le dijo:

—Ustedes no creerán si no ven señales milagrosas y maravillas.

49 El oficial del rey le dijo:

—Señor, venga rápido antes de que mi hijo muera.

50 Jesús le dijo:

—Vete a casa, tu hijo vivirá.

El hombre creyó lo que Jesús le dijo y se fue a casa. 51 Camino a casa se encontró con sus siervos, quienes le contaron que su hijo vivía. 52 Él les preguntó a qué hora se había mejorado, y ellos le dijeron:

—La fiebre le bajó ayer a la una de la tarde.[ak]

53 El papá se dio cuenta de que fue a la misma hora que Jesús le dijo: «Tu hijo vivirá». Él y todos los de su casa creyeron.

54 Esta fue la segunda señal milagrosa que hizo Jesús después de volver a Galilea desde Judea.

Jesús sana a un paralítico

Después de esto, había una fiesta judía y Jesús fue a Jerusalén. Allí había un estanque con cinco pabellones que quedaba cerca de la puerta de las ovejas. En arameo se llama Betzatá[al]. Debajo de estos pabellones había muchos enfermos acostados. Unos eran ciegos, algunos cojos y otros paralíticos.[am] [an] Entre ellos estaba un hombre que había estado enfermo durante 38 años. Cuando Jesús lo vio acostado ahí y supo que había estado enfermo tanto tiempo, le dijo:

—¿Te quieres sanar?

El enfermo respondió:

—Señor, no tengo a nadie que me meta al estanque cuando el agua se empieza a mover. Cuando estoy cerca del estanque, alguien se me adelanta y se mete antes que yo.

Jesús le dijo:

—Levántate, recoge tu camilla y camina.

El hombre quedó sano inmediatamente, tomó su camilla y empezó a caminar.

Esto fue en un día de descanso. 10 Por eso, algunos judíos empezaron a decirle al hombre que había sido sanado:

—Hoy es día de descanso, no se puede cargar una camilla.

11 Él les dijo:

—El que me sanó me dijo: “Recoge tu camilla y camina”.

12 Ellos le preguntaron:

—¿Quién fue el que te dijo: “Recoge tu camilla y camina”?

13 Pero el hombre que fue sanado no sabía quién era, porque Jesús había desaparecido entre la multitud.

14 Después, Jesús lo encontró en el área del templo y le dijo:

—Mira, estás sano. Así que no peques más o te pasará algo peor.

15 El hombre fue y les contó a esos judíos que Jesús lo había sanado.

16 Por eso ellos comenzaron a perseguir a Jesús, por hacer esto en día de descanso. 17 Pero Jesús les contestaba:

—Mi Padre nunca deja de trabajar, así que yo también trabajo.

18 Por esto, los judíos trataban con más ganas de matarlo. No les caía bien porque no cumplía con las reglas del día de descanso. Mucho menos les gustaba que Jesús llamara a Dios su Padre, haciéndose igual a Dios.

Jesús tiene la autoridad de Dios

19 Jesús les dijo: «Les digo la verdad: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta. Sólo hace lo que ve hacer al Padre. El Hijo hace lo mismo que hace el Padre. 20 El Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que hace; incluso, le mostrará hechos más grandes que estos y ustedes quedarán asombrados. 21 El Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere dársela. 22 El Padre no juzga a nadie, sino deja que su Hijo juzgue. 23 Decidió eso para que la gente respete al Hijo como respeta al Padre. El que no respeta al Hijo no respeta al Padre. Fue el Padre quien envió al Hijo.

24 »Les digo la verdad: si alguien oye mis palabras y cree en el que me envió, tiene vida eterna y no será juzgado, porque ya ha pasado de la muerte a la vida.

25 »Les digo la verdad: se acerca un momento importante, y en efecto ya ha llegado, cuando los que están muertos oirán la voz del Hijo de Dios. Todos los que acepten lo que él dice, vivirán. 26 La vida viene del Padre mismo. De igual manera, ha permitido que el Hijo pueda dar vida. 27 El Padre también le ha dado autoridad al Hijo para juzgarlos, puesto que él es el Hijo del hombre. 28 No se sorprendan por esto, porque llegará también el momento en que los muertos que están en los sepulcros van a escuchar la voz del Hijo del hombre y 29 saldrán de sus sepulcros. Los que hicieron el bien se levantarán para vivir para siempre, pero los que hicieron el mal se levantarán para ser condenados.

30 »Yo no puedo hacer nada por mi cuenta, juzgo según lo que el Padre me dice y mi decisión es correcta. Es así porque no trato de hacer lo que yo quiero, sino lo que quiere el Padre que me envió.

Testimonios a favor de Jesús

31 »Si sólo yo testifico a mi favor, nadie está obligado a aceptarlo, 32 pero hay alguien más que testifica a mi favor, y sé que su testimonio acerca de mí es cierto.

33 »Ustedes enviaron mensajeros para escuchar a Juan y él les dio un testimonio verdadero, 34 pero yo no necesito que un hombre dé testimonio acerca de mí. Yo sólo les digo esto para que ustedes puedan ser salvos. 35 Juan fue como una lámpara encendida que iluminaba al pueblo, y ustedes se alegraron de disfrutar de su luz por un tiempo.

36 »Pero yo tengo un testimonio de más valor que el de Juan, las obras que yo hago son mi testimonio. El Padre me dio estas obras para hacer y ellas demuestran que él me envió. 37 Hasta el Padre que me envió ha testificado a mi favor. Ustedes nunca han oído su voz ni han visto cómo es él. 38 El mensaje de mi Padre no vive en ustedes porque no creen en quien él envió. 39 Ustedes estudian las Escrituras con mucho cuidado porque piensan que las Escrituras les darán vida eterna, pues esas mismas Escrituras son las que dan testimonio de mí. 40 Pero ustedes no quieren venir a mí para tener esa vida.

41 »No me interesa que ustedes me alaben. 42 Lo que me preocupa es saber que ustedes no aman realmente a Dios. 43 Vengo en nombre de mi Padre y ustedes no me aceptan, pero si viene alguien que hable por su propia cuenta, ¡a ese sí lo aceptan! 44 Les gusta alabarse unos a otros, pero no buscan la alabanza de Dios. Entonces, ¿cómo van a creer? 45 No piensen que yo soy el que los va a acusar delante del Padre, pues quien los acuse será Moisés, en el que ustedes tienen puesta su esperanza. 46 Si realmente le creyeran a Moisés también me creerían a mí. Moisés escribió sobre mí, 47 pero si ustedes no creen en lo que él escribió, ¿cómo van a creer en lo que yo digo?»

Palabra de Dios para Todos (PDT)

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