Bible in 90 Days
El Señor destruyó a Jerusalén
2 Mira con qué desprecio ha tratado
el Señor en su ira a la hija de Sion.
Él hizo que la gloria de Israel
cayera del cielo a la tierra.
El día de su ira se olvidó del lugar
donde descansaban sus pies.
2 El Señor lo destruyó todo
y ninguna de las casas de Jacob quedó en pie.
En su ira destruyó
las fortalezas de la hija de Judá.
Hizo que Judá se derrumbara
e hirió a su reino y a sus príncipes.
3 En el ardor de su furia,
le quitó toda su fuerza a Israel.
Retiró su mano protectora
cuando se acercó el enemigo,
y quemó a Jacob como un gran fuego
que consume todo lo que hay a su alrededor.
4 Como un enemigo alistó su arco;
sostuvo la espada en su mano derecha.
Como si fuera el enemigo,
mató a nuestros seres queridos.
Él derramó su ira como fuego
sobre las carpas de Sion.
5 El Señor se convirtió en enemigo
y destruyó a Israel.
Destruyó todas sus fortalezas
y sus ciudades amuralladas.
Multiplicó los quejidos
y lamentos en la hija de Judá.
6 Él arrancó su templo como si fuera un jardín.
Arruinó su festival.
El SEÑOR hizo que en Sion se olvidaran
de los festivales y del día de descanso,
y en medio de su violenta ira
mostró desprecio por el rey y el sacerdote.
7 El Señor rechazó su altar;
su santuario le causaba repulsión.
Puso en manos del enemigo
las murallas de Jerusalén.
Los enemigos gritaron de alegría en la casa del SEÑOR
como si estuvieran en una fiesta.
8 El SEÑOR decidió destruir
la muralla de la hija de Sion.
Hizo sus planes muy cuidadosamente
y no dudó en destruirla.
Él hizo que las fortificaciones y las murallas
se quejaran y se debilitaran.
9 Sus portales se vinieron abajo.
Él convirtió en pedazos sus barras de hierro.
El rey y sus príncipes fueron esparcidos por todas las naciones
y no queda ninguno para dar enseñanzas.
Ni siquiera los profetas
pueden recibir una visión del SEÑOR.
10 Los ancianos de la hija de Sion
se sientan en el piso en silencio.
Arrojan polvo sobre su cabeza
y se visten con ropa áspera.[a]
Las jóvenes de Jerusalén
inclinan su cabeza hacia la tierra.
11 Mis ojos están llenos de lágrimas,
arden mis entrañas.
Me descompone
la destrucción de mi pueblo
y ver morir en las calles de la ciudad
a los niños y a los bebés.
12 Ellos preguntan a su mamá:
«¿Dónde están el pan y el vino?»
y como heridos de muerte,
caen en las plazas de la ciudad.
Lloran de dolor
y mueren en brazos de su mamá.
13 ¿Qué te puedo decir?
¿Con qué te puedo comparar, hija de Sion?
¿Con qué te puedo comparar para traerte consuelo,
hija virgen de Sion?
En verdad, tu ruina es tan inmensa como el mar.
¿Quién podrá curarte?
14 Tus profetas te contaron sus visiones,
pero esas visiones eran falsas y sin valor.
Ellos no trataron de mejorar tu destino
advirtiéndote de tus crímenes.
Por el contrario, te contaron sus profecías
con palabras vacías y falsas.
15 Los que pasan por el camino
se asombran al verte.
Hacen gestos y sacuden su cabeza
al ver a la hija de Jerusalén.
Al verla, preguntan:
«¿Es esta la ciudad que según dicen era la más bella de todas?
¿Es esta la ciudad que admiraba toda la tierra?»
16 Todos tus enemigos
hablan en contra tuya.
Hacen escándalo y dicen:
«Los hemos destruido.
Este es el día que tanto hemos esperado.
Ese día ha llegado y lo hemos visto».
17 El SEÑOR hizo lo que planeó.
Cumplió su amenaza;
lo que prometió hace tanto tiempo.
Destruyó y no tuvo compasión.
Les dio la victoria a tus enemigos
e hizo que ellos celebraran tu derrota.
18 ¡Muralla de la hija de Sion,
grita con todo tu corazón al Señor!
Que tus lágrimas corran
como un río día y noche.
No te detengas,
no permitas que tus ojos se detengan.
19 Levántate y grita en la noche
al inicio de cada hora.
Implora piedad
ante la presencia del Señor.
Eleva tus manos hacia él
por el bien de tus hijos
que se mueren de hambre
en todas las calles de la ciudad.
20 SEÑOR, mira y date cuenta
a quién has tratado de esta manera.
¿Está bien que las mujeres se coman sus hijos,
los niños a quienes ellas han acariciado?
¿Está bien que los sacerdotes y profetas
sean asesinados en el templo del Señor?
21 Los jóvenes y viejos
están tendidos en las calles de la ciudad.
Mis vírgenes y hombres jóvenes
han caído en la batalla.
Tú los mataste el día de tu ira;
los destruiste sin compasión.
22 Tú invitaste de todas partes
a la gente que me aterrorizaba,
como si estuvieras invitando gente a un festival.
Nadie escapó ni sobrevivió
cuando tú, SEÑOR, mostraste tu ira.
Mi enemigo ha destruido
a los niños que yo acaricié y crié.
El significado del sufrimiento
3 Soy un hombre que ha visto el sufrimiento
cuando Dios castiga lleno de ira.
2 Me guió y me hizo caminar
en la oscuridad, no en la luz.
3 Me se puso en mi contra
una y otra vez, todo el tiempo.
4 Debilitó mi cuerpo y mi piel,
rompió mis huesos.
5 Me acorraló,
me rodeó de pobreza y amargura.
6 Me hizo vivir en la oscuridad,
como aquellos que han muerto hace mucho tiempo.
7 Construyó un muro a mi alrededor para que no pudiera escapar.
Me ató con cadenas de bronce bien pesadas.
8 A pesar de que lloré y le pedí que me rescatara,
él ignoró mi oración.
9 Bloqueó con murallas de piedra
los caminos que yo quería seguir;
desvió mi camino.
10 El SEÑOR parecía un oso listo a arrojarse sobre mí.
Un león escondido listo para atacar.
11 Me alejó del camino y me rompió en mil pedazos.
Me dejó completamente solo.
12 El SEÑOR preparó su arco,
y me puso de blanco para la práctica.
13 Lanzó sus flechas
directo a mi corazón[b].
14 Todo mi pueblo se ríe de mí;
se burla de mí cantando todo el día.
15 Me llenó de amargura;
me dio a beber la bebida más amarga.
16 Me tiró por el suelo y me hizo comer gravilla.[c]
Me aplastó en el polvo.
17 La paz se ha alejado de mí;
he olvidado lo que significa el bienestar.
18 Me dije a mí mismo:
«Mi fuerza y esperanza en el SEÑOR han desaparecido».
19 Recuerda que estoy triste y no tengo hogar.
Recuerda la bebida amarga y el veneno que me diste.
20 Tengo bien presentes todos mis problemas
y me siento demasiado triste.
21 Pero nunca olvidaré algo
que siempre me dará esperanza.
22 El fiel amor del SEÑOR nunca termina[d];
su compasión no tiene fin,
23 cada mañana se renuevan.
¡Inmensa es su fidelidad!
24 Me digo:
«El SEÑOR es todo lo que tengo y necesito»;
por eso siempre tendré esperanza en él.[e]
25 El SEÑOR es bueno con quienes creen en él;
con los que lo buscan.
26 Es bueno esperar pacientemente
la salvación que trae el SEÑOR.
27 Es mejor aprender
a llevar el yugo desde jóvenes.
28 Hay que estar solos y calmados
cuando el Señor nos coloca su yugo.
29 Hay que saber inclinar la cabeza.
Besando el suelo, pienso que tal vez aun hay esperanza.
30 Hay que poner la otra mejilla cuando nos golpeen.
Hay que saber aceptar la humillación.
31 El Señor no rechaza a la gente
para siempre.
32 Aunque causa sufrimiento
también tiene compasión
y grande es su fiel amor.
33 Él no desea hacerle daño
ni causarle sufrimiento a la gente.
34 Cuando alguien aplasta
a los prisioneros de la tierra;
35 cuando a un hombre se le niegan sus derechos
ante la presencia del Altísimo;
36 cuando a una persona la engañan en su juicio,
el Señor se da cuenta de todo.
37 Nadie puede hacer que algo suceda
a menos que el Señor así lo ordene.
38 Las cosas buenas y las desagradables
llegan porque el Altísimo lo ordena.
39 Nadie debe quejarse del castigo
que recibe por sus pecados mientras esté con vida.
40 Examinemos y evaluemos nuestra conducta
y regresemos al SEÑOR.
41 Elevemos nuestro corazón y nuestras manos
hacia Dios en el cielo.
42 Fuimos rebeldes y desobedientes
y por eso no nos has perdonado.
43 Te vestiste con tu ira y nos perseguiste.
Nos mataste sin piedad.
44 Te cubriste con una nube
para que nuestras oraciones no llegaran a ti.
45 Nos hiciste quedar
como mugre y basura ante la gente.
46 Todos nuestros enemigos
se burlan de nosotros y nos insultan.
47 Fuimos presa del pánico y caímos en la fosa.
Sufrimos la devastación y la destrucción.
48 Por mi rostro corren ríos de agua
por la destrucción de mi pueblo amado.
49 Mis ojos están llenos de lágrimas
que no dejan de correr,
50 hasta que el SEÑOR mire desde el cielo
y vea lo que sucede.
51 Me siento triste al ver el destino
de las jóvenes de mi ciudad.
52 Sin razón alguna,
mis enemigos me atraparon como a un pájaro.
53 Trataron de acabar con mi vida en una fosa
y arrojaron piedras sobre mí.
54 El agua me llegaba hasta la cabeza
y pensé que mi vida había terminado.
55 SEÑOR, te llamo por tu nombre
desde el fondo de la fosa.
56 Te ruego que escuches mi voz
y no te tapes los oídos ante mi oración.
57 Te acercaste cuando te llamé
y me dijiste: «No tengas miedo».
58 Señor, defiende mi causa
y devuélveme la vida.
59 SEÑOR, mira el mal que se me ha hecho
y hazme justicia en el tribunal.
60 Tú has visto todas las acciones de mis enemigos
y sus planes en mi contra.
61 SEÑOR, tú has escuchado sus insultos
y sus planes en contra mía.
62 Las palabras y pensamientos de mis enemigos
están en mi contra todo el tiempo.
63 Soy objeto de su burla en todo momento;
cuando están sentados
y cuando están de pie.
64 Espero, SEÑOR, que les des
lo que se merecen por lo que han hecho.
65 Quítales la capacidad de entender
y haz caer sobre ellos tu maldición.
66 Persíguelos con tu ira
y destrúyelos desde el cielo, SEÑOR.
Horrores del ataque a Jerusalén
4 En cada esquina de las calles
hay joyas[f] tiradas en el suelo.
El oro cambió;
¡cómo ha perdido su brillo!
2 Los ciudadanos de Sion
tan valiosos que valían su peso en oro,
pero ahora son considerados vasijas baratas
hechas por un artesano ordinario.
3 Hasta las lobas amamantan a sus crías;
dejan que se alimenten de su pecho.
Pero la hija de mi pueblo[g] se ha vuelto más cruel
que el animal más salvaje del desierto.
4 La lengua de los bebés se pega a su paladar
por lo sedientos que están.
Los jóvenes piden pan,
pero no hay nadie que se los ofrezca.
5 Los que estaban acostumbrados a comidas finas,
están hambrientos en las calles.
Los que antes vestían ropa fina[h],
ahora juntan desechos.
6 Los crímenes de Jerusalén eran mayores
que el pecado de Sodoma.
Sodoma fue destruida en un segundo,
aunque nunca fue atacada.
7 Los nazareos de Jerusalén eran más puros que la nieve,
más blancos que la leche.
Su cuerpo era fuerte como el roble,
y su cabello era hermoso como el zafiro.
8 Ahora se han vuelto más negros que el carbón.
Nadie los reconoce en las calles.
La piel se les ha pegado a los huesos
y está tan seca como la madera.
9 Tuvieron mejor suerte los que murieron en la batalla
que los que murieron de hambre.
Cuando falta una cosecha,
los hambrientos agonizan lentamente.
10 Con sus propias manos,
las mujeres más amorosas cocinaron a sus hijos.
Los convirtieron en su comida,
cuando mi pueblo fue derrotado.
11 El SEÑOR desató toda su furia;
derramó el fuego de su ira.
Encendió un fuego en Sion
que quemó hasta lo más profundo de la tierra.
12 Los reyes de la tierra no lo creyeron.
Tampoco lo creyó ningún habitante de la tierra.
No podían creer que un enemigo
pudiera cruzar los portales de Jerusalén.
13 A causa de los pecados de sus profetas
y los crímenes de sus sacerdotes,
se derramó dentro de Jerusalén
la sangre de gente justa.
14 Los profetas y sacerdotes
vagaron ciegamente por las calles,
tan manchados por la sangre
que nadie quiere tocar sus vestidos.
15 «¡Aléjense, impuros!», les gritaban los demás.
«¡Aléjense, no nos toquen!»
Debido a que la ruina había caído sobre ellos y quedaron sin hogar,
la gente les decía:
«Ya no queremos que vivan con nosotros».
16 El SEÑOR mismo los destruyó
y ya no los cuida.
A los sacerdotes ya no los respetan,
y a los ancianos ya no les tienen consideración.
17 Nuestros ojos se cansaron
de tanto buscar ayuda en vano.
Desde nuestra torre de vigilancia
buscamos y buscamos una nación que nos salvara,
pero nunca llegó.
18 Nuestros enemigos siguieron nuestros pasos
para que no pudiéramos caminar en nuestras calles.
Nuestro fin estaba cerca,
nuestros días estaban contados.
Había llegado nuestro fin.
19 Los hombres que nos perseguían
eran más rápidos que las águilas del cielo.
Nos persiguieron en las montañas
y prepararon una emboscada
en el desierto para atraparnos.
20 Atraparon a nuestro rey,
el consagrado por el SEÑOR
y que era para nosotros
como el aire que respiramos.
Nosotros creíamos que nuestro rey
nos protegería de todas las naciones.
21 Canta y celebra, pueblo de Edom,
que vives en la tierra de Uz,
pero recuerda que la copa del sufrimiento
también llegará hasta ti.
Beberás de esa copa,
te embriagarás y serás desvestido.
22 Tu castigo ha terminado, Sion;
no te volverán a tomar prisionera.
Ahora, pueblo de Edom, el Señor castigará tu crimen;
te castigará por tus pecados.
Una oración al Señor
5 SEÑOR, recuerda lo que nos ha sucedido.
Observa y date cuenta de nuestra desgracia.
2 La tierra que heredamos de nuestros antepasados ha sido entregada a extranjeros
y nuestras casas son ocupadas por extraños.
3 Nos hemos quedado huérfanos;
nuestras mamás quedaron viudas.
4 Tenemos que pagar por el agua que bebemos
y pagar también por nuestra leña.
5 Nos persiguen pisando nuestros talones.
Estamos débiles y no encontramos descanso.
6 Hicimos un pacto con Egipto y con Asiria
para tener suficiente comida.
7 Nuestros antepasados pecaron y ahora están muertos,
pero nosotros sufrimos las consecuencias de sus crímenes.
8 Los sirvientes nos gobiernan
y no hay quien nos libere de su poder.
9 Arriesgamos nuestra vida
para conseguir comida en medio de los peligros del desierto.
10 Nuestra piel está tan caliente como un horno
por la fiebre que nos causa el hambre.
11 Los soldados enemigos violaron a las mujeres de Sion,
vírgenes de las ciudades de Judá.
12 Los enemigos colgaron a nuestros príncipes;
no mostraron el debido respeto por nuestros ancianos.
13 Nuestros jóvenes deben cargar la piedra del molino
y caen al suelo al tropezar con las cargas de madera.
14 Los ancianos ya no están en el portal.
Los jóvenes ya no hacen música.
15 Nuestra felicidad ha terminado.
Nuestro baile se ha convertido en lamento.
16 La corona ha caído de nuestra cabeza.
Estas cosas terribles nos suceden porque hemos pecado.
17 Por todo esto estamos desanimados;
hemos perdido la esperanza.
18 Los zorros andan rondando
por el monte Sion que está desierto.
19 Sin embargo, tú, SEÑOR, tú gobiernas por siempre.
Tu trono permanece de generación en generación.
20 ¿Por qué nos ignoras todo el tiempo?
¿Por qué nos has abandonado por tanto tiempo?
21 SEÑOR, restaura nuestra relación contigo y nosotros regresaremos a ti.
Haz que nuestra vida vuelva a ser lo que era en el pasado.
22 ¿Acaso nos has rechazado por completo?
¿Acaso estás tan enojado con nosotros?
Visión del trono de Dios
1 En el quinto día del cuarto mes del año 30[i], mientras me encontraba entre los exiliados, junto al canal Quebar, el cielo se abrió y vi una visión celestial. 2 (En el quinto día del mes, en el quinto año del exilio del rey Joaquín, 3 se da constancia de que vino mensaje del SEÑOR a Ezequiel hijo del sacerdote Buzí en la tierra de los caldeos junto al canal Quebar en Babilonia, y allí el SEÑOR se apoderó de él).
4 Vi que del norte venía un fuerte viento de tormenta como una nube encendida con relámpagos por todos lados con una luz ámbar resplandeciente como fuego en su interior. 5 En medio del fuego había algo parecido a cuatro seres vivientes que se veían así: 6 tenían aspecto humano, pero cada uno tenía cuatro caras y cuatro alas. 7 Sus piernas eran rectas y sus pies parecían pezuñas de terneros resplandecientes como bronce bruñido. 8 En los cuatro costados, debajo de las alas, tenían manos humanas. Los cuatro seres vivientes tenían caras y alas, y el ala de uno apenas tocaba el ala de otro. 9 Al avanzar no se volvían, sino que caminaban hacia adelante. 10 La cara de cada uno de ellos tenía el siguiente aspecto: de frente, tenían cara de humano; a la derecha, cara de león; a la izquierda, cara de toro; y por detrás, cara de águila. 11 ¡Y qué caras! Tanto las caras como las alas se desplegaban hacia arriba. 12 Los seres iban a donde fuera el espíritu, sin tener que dar vuelta, yendo en sentido de cualquier cara. 13 Parecían carbones encendidos, como antorchas moviéndose entre ellos. El fuego resplandecía y despedía relámpagos. 14 Con la rapidez de un rayo, los seres vivientes se desplazaban de un lado a otro.
15 Mientras veía a los seres vivientes, noté que una rueda tocaba el suelo junto a cada uno de ellos. 16 Las ruedas estaban colocadas de manera que parecía haber una rueda dentro de la otra. Eran luminosas como el topacio. 17 Las cuatro ruedas podían avanzar en cualquier dirección sin tener que volverse. 18 Estaban cubiertas de joyas majestuosas e impresionantes. 19 Cuando los seres vivientes se movían, las ruedas de su lado también se movían, y cuando los seres vivientes volaban, las ruedas también volaban junto con ellos. 20 Los seres vivientes iban adonde el espíritu los llevaba y las ruedas se elevaban con ellos porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas. 21 Cuando los seres vivientes se movían, las ruedas también se movían. Cuando se detenían, las ruedas también se detenían. Cuando volaban, las ruedas también volaban porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas.
22 Sobre las cabezas de los seres vivientes se extendía algo como una plataforma[j] cristalina. Era impresionante. 23 Debajo de la plataforma los cuatro seres vivientes tenían sus alas extendidas, con el ala de uno apenas tocando el ala de otro. Con las otras dos, cada uno se cubría el cuerpo. 24 Cuando los seres vivientes avanzaban, yo podía oír el ruido de sus alas. Era como el rugir de las aguas del mar, como la voz del Todopoderoso, como el ruido tumultuoso de un campo militar. Cuando se detenían, replegaban sus alas. 25 Luego, cuando estaban parados con sus alas replegadas, se escuchó una voz que venía de la bóveda que estaba sobre sus cabezas. 26 Encima de la plataforma había algo semejante a un trono de zafiro, y sobre lo que parecía ser un trono de zafiro había algo que parecía un ser humano. 27 De la cintura en adelante parecía tener un fuego dentro de algo que se veía como el ámbar, rodeado de un resplandor. De la cintura para abajo, vi algo como un fuego con un resplandor a su alrededor. 28 El resplandor se veía como el arco iris que aparece en las nubes después de la lluvia. Esta imagen era la gloria del SEÑOR. Tan pronto como tuve esta visión, me postré rostro en tierra y oí que una voz me hablaba.
El Señor llama a Ezequiel
2 La voz me dijo: «Hijo de hombre[k], ponte de pie, que voy a hablarte».
2 Cuando me habló, el Espíritu entró en mí y me mantuvo de pie para que pudiera escuchar al que me hablaba. 3 Me dijo: «Hijo de hombre, te voy a enviar al pueblo de Israel, gente rebelde que se sublevó contra mí. Sus antepasados han cometido rebeldías contra mí hasta este mismo momento del día de hoy, 4 y los hijos son tercos y obstinados. Te voy a enviar a ellos para que les lleves mi mensaje. Les dirás: “Así dice el Señor DIOS”. 5 Sea que te escuchen o no, porque son un pueblo rebelde, al menos sabrán que hay un profeta entre ellos. 6 Tú, hijo de hombre, no tengas miedo de ellos ni de lo que dicen, aunque sea como vivir entre cardos, espinas y escorpiones. No tengas miedo de sus palabras ni de su apariencia porque son unos rebeldes. 7 Tienes que llevarles mi mensaje, no importa que por su rebeldía no te escuchen ni cambien su conducta. 8 Tú, hijo de hombre, escucha bien lo que te voy a decir: No te conviertas en un rebelde como ellos. Abre tu boca y come lo que te voy a dar».
9 Entonces vi una mano con un rollo escrito que se extendía hacia mí. 10 Se abrió el rollo ante mi cara y se veía que estaba escrito por ambos lados. Tenía lamentos, gemidos y amenazas.
3 Entonces me dijo: «Hijo de hombre, cómete lo que encuentres ahí, cómete ese rollo. Luego ve y habla al pueblo de Israel».
2 Así que abrí la boca para tratar de comerme el rollo. 3 Me insistió otra vez: «Hijo de hombre, ¡buen provecho! Cómetelo con ganas y llena tu estómago con el rollo que te doy». Así que me lo comí, y en la boca me sabía como la miel por lo dulce que era. 4 Entonces me dijo: «Hijo de hombre, ve al pueblo de Israel y dale mi mensaje. 5 No te envío a un pueblo que habla un lenguaje complicado y difícil, sino al pueblo de Israel. 6 Tampoco te envío a naciones numerosas que hablan un lenguaje complicado y difícil de aprender que no puedas entender. Te aseguro que si te hubiera enviado a naciones extranjeras, ellos sí te escucharían. 7 Pero el pueblo de Israel se negará a escucharte, pues no quiere escucharme a mí porque todos ellos son tercos y obstinados. 8 Sin embargo, ¡yo te haré tan terco y obstinado como ellos! 9 Serás como el diamante, más duro que una piedra porque es un pueblo rebelde».
10 Luego me dijo: «Hijo de hombre, escucha y entiende bien cada una de mis palabras, 11 luego ve con los tuyos adonde están exiliados y dales mi mensaje diles: “Así dice el Señor DIOS”, aunque no te escuchen ni dejen de hacer lo malo».
12 Entonces el Espíritu me levantó y detrás de mí escuché una voz de trueno que decía: «¡Bendita sea la gloria del SEÑOR donde él habita!» 13 Luego oí un ruido como el de un gran terremoto y fue producido por el roce de las alas de los seres vivientes que aleteaban una contra otra y por el ruido de las ruedas que estaban junto a ellas. 14 El Espíritu me levantó y me llevó. Así me fui, con espíritu amargado y enardecido, y el SEÑOR se apoderó de mí. 15 Al llegar a Tel Aviv, la comunidad de los exiliados, junto al canal Quebar, me quedé sentado en silencio durante siete días.
Centinela que advierte a Israel
(Ez 33:1-9)
16 Después de siete días, el SEÑOR me dijo: 17 «Hijo de hombre, te he puesto como centinela del pueblo de Israel. Así que, cuando recibas un mensaje mío, adviértele de mi parte. 18 Si le digo a un malvado: “¡Morirás!” y tú no hablas con él ni le adviertes que cambie su conducta, será declarado culpable y sufrirá la pena de muerte. Morirá por su crimen, pero yo también te haré responsable a ti de su muerte. 19 En cambio, si a pesar de tu advertencia no deja de hacer lo malo ni cambia su conducta, entonces será declarado culpable y sufrirá la pena de muerte, pero tú te habrás salvado. 20 Si un hombre bueno deja de hacer el bien y empieza a hacer el mal cuando le ponga alguna piedra de tropiezo, morirá si no le adviertes. No se le tomarán en cuenta sus buenas acciones, y a ti te haré responsable de su muerte. 21 En cambio, si le adviertes a un hombre bueno que no peque, y este sigue haciendo el bien y no peca, conservará su vida por haber hecho caso a la advertencia, y tú te habrás salvado».
22 Entonces en ese lugar sentí que el poder del SEÑOR me tocó. Él me dijo: «Levántate y ve al valle[l], que allí te hablaré». 23 Así que me levanté y me dirigí al valle. De pronto vi la gloria del SEÑOR, como la que había visto en el canal Quebar. Caí postrado rostro en tierra, 24 pero el Espíritu entró en mí, me puso de pie y me dijo: «¡Ve y enciérrate en tu casa! 25 Te atarán con sogas para que no puedas salir de tu casa ni andar en público. 26 Haré que la lengua se te pegue al paladar para que no puedas hablar. No podrás reprenderlos porque son unos rebeldes. 27 Pero cuando yo te hable, te soltaré la lengua para que les digas: “Así dice el Señor DIOS”. El que quiera oír, que oiga; y el que no quiera oír, que no oiga, porque son un pueblo rebelde.
Anuncio del asedio a Jerusalén
4 »Hijo de hombre, toma un ladrillo y ponlo delante de ti. Haz en él un dibujo de la ciudad de Jerusalén. 2 Construye una muralla alrededor de la ciudad y una rampa que llegue hasta ella. Pon campamentos enemigos y rodéala con máquinas para derribarla. 3 Toma una lámina de hierro y colócala como si fuera una muralla entre ti y la ciudad. Fija tu mirada en ella y concéntrate. Así quedará sitiada la ciudad, y serás tú quien la sitie. Esto les servirá de señal a los israelitas.
4 »Acuéstate sobre tu lado izquierdo y carga sobre ti la culpa del pueblo de Israel. Todo el tiempo que estés atacando la ciudad, cargarás con su culpa. 5 Los años de la culpa de Israel son 390 días[m]. Este es el tiempo que cargarás con su culpa. 6 Cuando termines, deberás voltearte sobre tu lado derecho para que entonces cargues con la culpa del pueblo de Judá por 40 años. Un día representará un año. 7 Deberás concentrarte en el sitio contra Jerusalén, levantar tu brazo en señal de castigo y profetizar contra ella. 8 Te ataré con sogas para que no te voltees de un lado a otro hasta que haya terminado el sitio[n].
9 »Toma trigo, cebada, habas, lentejas, mijo y espelta. Mézclalos en un recipiente y amásalos para hacer pan suficiente para los 390 días que estarás acostado. Cada día que permanezcas acostado, comerás un pan. 10 A una hora fija cada día, comerás una porción de 230 gramos de pan. 11 También a una hora fija tomarás medio litro de agua. 12 Cada día hornearás un pan de cebada delante del pueblo, usando excremento humano como combustible». 13 Luego el SEÑOR añadió: «Así comerá el pan impuro[o] el pueblo de Israel, entre los gentiles con los que los he mandado a vivir».
14 Entonces exclamé: «¡Oh Señor DIOS, no puede ser! Yo nunca he comido nada impuro. Jamás he probado nada asqueroso ni nada que algún animal haya matado. Desde que era niño y hasta ahora, nunca he comido nada impuro». 15 Entonces me dijo: «Puedes usar excremento de vaca en vez de excremento humano como combustible para hornear tu pan». 16 Luego me dijo: «Voy a racionar los alimentos en Jerusalén y comerán con ansiedad, y así mismo tomarán el agua que también voy a racionar. 17 ¡Que se espanten por la escasez de pan y agua! ¡Que se pudran debido a sus pecados!
5 »Hijo de hombre, toma una espada afilada y úsala como navaja de afeitar para raparte la cabeza y afeitarte la barba. Luego toma una balanza y divide el cabello en tres partes. 2 Cuando el sitio termine, quema una tercera parte del cabello en la ciudad, corta otra tercera parte en las afueras de la ciudad y esparce la última parte al viento. Yo los atacaré con mi espada. 3 Toma también algunos cabellos y guárdalos en tu bolsillo. 4 Luego toma algunos de ellos y arrójalos al fuego. De ahí se extenderá un fuego por todo el pueblo de Israel.
5 »Así dice el Señor DIOS: Este ladrillo representa la ciudad de Jerusalén. Yo la coloqué entre las naciones y territorios extranjeros a su alrededor. 6 Pero esta misma Jerusalén es la que se rebeló contra mis decretos y leyes para hacer el mal aun más que todas las naciones. Rechazó mis decretos y no obedeció mis leyes.
7 »Por lo tanto el Señor DIOS dice: Ustedes han sido más rebeldes que las naciones a su alrededor y no obedecieron mis leyes ni mantuvieron mis decretos. Ni siquiera cumplen con los requisitos que les imponen las naciones a su alrededor. 8 Por lo tanto, el Señor DIOS dice: Yo también estoy contra ustedes y ejecutaré el castigo contra ustedes a la vista de todas esas naciones. 9 Por todas las cosas horribles que han hecho, haré con ustedes lo que nunca jamás he hecho ni nunca jamás volveré a hacer. 10 Así que por sus hechos, los padres se comerán a sus hijos, y los hijos se comerán a sus padres. Ejecutaré juicio contra ustedes y esparciré los restos al viento.
11 »El Señor DIOS dice: ¡Prometo por mí mismo que los destruiré! ¡No tendré misericordia ni compasión! Porque ustedes profanaron mi templo con sus horribles prácticas abominables y detestables. 12 Una tercera parte de ustedes morirá de enfermedad y hambre; otra tercera parte caerá bajo mi espada en los campos que rodean la ciudad; y la otra parte la esparciré al viento. Así con mi espada amenazaré de muerte a mi pueblo. 13 Cuando mi enojo se haya calmado, después de tomar revancha contra mi pueblo, sabrán que yo, el SEÑOR, he hablado con celo y que he saciado mi enojo contra mi pueblo.
14 »Dejaré que mueran a filo de espada y que sean la burla de las naciones vecinas y de todos los que pasen y los vean. 15 Cuando ejecute mi juicio y mi furia los reprenda, serán una burla y desgracia, servirán de lección y serán objeto de asombro para todas las naciones que los rodean. Yo, el SEÑOR, lo he dicho. 16 Todo esto sucederá cuando lance terribles “flechas de hambruna” contra ustedes para destruirlos mediante el hambre porque no habrá qué comer. 17 ¡Sí!, enviaré hambre y animales salvajes para robarles a sus seres queridos. La enfermedad y la violencia los visitarán. Mandaré la espada contra ustedes. Yo, el SEÑOR, lo he dicho».
Profecía contra la región de Efraín
6 El SEÑOR me habló y me dijo: 2 «Hijo de hombre, fija tu mirada en los montes de Israel y profetiza contra ellos. 3 Diles: Montes de Israel, escuchen la voz del Señor DIOS en los montes y colinas, en los ríos secos y los valles. El Señor DIOS dice: Voy a hacer venir contra ustedes la espada y destruiré sus lugares altos de idolatría. 4 Destruiré sus altares y sus quemadores de incienso y echaré a sus muertos ante sus ídolos. 5 Arrojaré los cadáveres de los israelitas ante sus dioses repugnantes y esparciré sus huesos por sus altares. 6 Todas sus ciudades se convertirán en ruinas y sus altares serán destruidos para que todo quede desolado y sus repugnantes ídolos se hagan añicos y queden mudos, para que sus altares queden hechos pedazos y desaparezcan los ídolos que han hecho. 7 ¡Caerán muertos entre ustedes para que aprendan que yo soy el SEÑOR!
8 »Pero dejaré que algunos cuantos se salven de mi espada entre las naciones extranjeras donde los he esparcido. 9 Cuando estén entre las naciones a donde los haya enviado, los sobrevivientes pensarán en mí. Se darán cuenta cuánto me partió el corazón que ellos hubieran pensado en seguir sus deseos de prostituirse. Les dará asco esa maldad que practicaron y cómo se contaminaron, ya no tendrán más ganas de seguir haciéndolo. 10 Entonces sabrán que yo soy el SEÑOR, cuando vean que les hablaba en serio».
11 Entonces el Señor DIOS me dijo: «¡Aplaude tú y pisotea fuerte! Grita de tristeza por todas las cosas malvadas y repugnantes que ha hecho el pueblo de Dios. Adviérteles que morirán por la enfermedad y el hambre. Diles que los matarán en la guerra. 12 Los que estén lejos morirán por la peste y los que estén cerca morirán a filo de espada. Los que alcancen a esconderse morirán de hambre. ¡Sólo así calmaré mi ira! 13 Así aprenderán que yo soy el SEÑOR, cuando en los altares queden esparcidos los cadáveres en medio de sus terribles ídolos, por las colinas y en las cumbres de los montes, bajo los árboles frondosos donde ofrecían gratos aromas a sus terribles ídolos. 14 Los castigaré y desolaré su tierra, desde el desierto hasta Riblá. ¡Así aprenderán que yo soy el SEÑOR!»
Se avecina el fin
7 El SEÑOR me habló y me dijo: 2 «Hijo de hombre, así dice el Señor DIOS:
»¡Ya se termina!
Le llega el fin a los cuatro puntos cardinales de la tierra.
3 Te ha llegado el fin,
el momento en que descargue mi ira contra ti,
cuando te juzgue de acuerdo con tu vida
y te pida cuentas por todos tus actos abominables.
4 No tendré piedad de ti,
ni te mostraré ninguna compasión;
sino que te castigaré por tu conducta
y por todos tus actos detestables.
Así aprenderás que yo soy el SEÑOR.
5 »El Señor DIOS dice:
Desgracias se te vienen encima,
una tras otra.
6 ¡Se terminó! Llega el fin;
está lista una cosecha para ti.
Aquí está.
7 Habitantes del país, ha llegado el desastre.
Ya llegó la hora, el día está cerca.
Se armó la guerra,
no es sonido de cosecha
el que se oye en las montañas.
8 Pronto derramaré mi furia contra ti
y descargaré mi enojo contra ti.
Te juzgaré por tu conducta
y te pediré cuentas por tus acciones abominables.
9 Al verlos así, no los salvaré
ni les tendré compasión.
Te daré tu merecido
y te pudrirás por tus horribles actos
de manera que sabrás que yo,
el SEÑOR, te herí.
10 »Ya llegó el día,
llega el desastre.
Germina y brota un tallo;
florece la arrogancia.
11 Crece la violencia
hasta ser como bastón de maldad.
Cuando termine el desastre,
no quedará ninguno de ellos,
ni de la gente común ni de los ricos.
No habrá diferencia.[p]
12 Ha llegado la hora,
les toca el día.
Que no se alegre el que compra
ni se entristezca el que vende,
porque la ira de Dios se desatará contra todos,
y el vendedor no podrá regresar a la tierra que vendió.[q]
13 El vendedor no volverá a su propiedad,
aunque el vendedor y el comprador estén vivos.
La visión es para todo el pueblo;
no será anulada.
No se mantendrá firme ninguno
que practique el pecado.
14 »Aunque toquen la trompeta,
no se prepararán ni irán a la batalla,
porque yo mostraré mi ira contra la multitud.
15 Afuera de la ciudad se encuentra el enemigo,
mientras adentro están la peste y el hambre.
Los que estén en los campos morirán
a filo de espada.
Los que estén en la ciudad morirán
por la peste y el hambre.
16 Los sobrevivientes escaparán
y huirán a los montes.
Como palomas del valle,
cada quien llorará por su pecado.
17 Del susto caerán sus brazos y se orinarán,
mojándose así las rodillas.
18 Se vestirán de luto y temblarán de miedo.
Avergonzados, todos se lamentarán.
19 ¡Lanzarán su plata a las calles!
Aún su oro es como basura.
Ni la plata ni el oro podrán librarlos
en el día de la ira del SEÑOR.
Ni siquiera podrán calmar su hambre
ni llenar su panza.
Es culpa de ellos mismos
que su riqueza los haya hecho caer.
20 Porque Dios hizo un lugar de honor de la hermosa ciudad de su pacto;
pero el pueblo introdujo en ella sus horribles ídolos abominables.
Por eso, se los he convertido en basura.
21 Se los entregaré a extranjeros
para que los echen a la suerte
y a los dirigentes de sus países
para que los tomen como botín
y los conviertan en basura.
22 Les daré la espalda,
y los extranjeros entrarán
en mi santuario para profanarlo.
Los invasores entrarán
y lo profanarán.
23 »Prepara las cadenas para los prisioneros
porque muchos en esta tierra están condenados a muerte,
porque la tierra está llena de violencia.
24 Traeré malvados para que se posesionen
de las casas de los israelitas.
Acabaré con la gloria de los poderosos
y sus centros de adoración serán profanados.
25 ¡Se avecina un tiempo terrible!
Buscarán la paz,
pero no la hallarán
porque la paz no existirá.
26 Ocurrirá tragedia tras tragedia,
sólo habrá malas noticias.
El pueblo demandará visiones,
pero los profetas ya no las tendrán.
Los sacerdotes ya no sabrán la ley de Dios;
y los ancianos ya no tendrán ningún buen consejo.
27 El rey llorará,
el gobernante se vestirá de luto
y las manos del pueblo temblarán.
Los castigaré por sus acciones.
Los juzgaré y recibirán el castigo que merecen.
Así aprenderán que yo soy el SEÑOR».
Visión de los pecados de Jerusalén
8 El día cinco del sexto mes del año sexto,[r] estando yo en mi casa en compañía de los ancianos de Judá, el Señor DIOS puso su mano sobre mí. 2 Al mirar, vi que de pronto apareció una imagen como de fuego que parecía arder de la cintura para abajo. De la cintura en adelante parecía brillar de manera que se veía como el ámbar. 3 En ese momento algo parecido a una mano se extendió y me tomó del cabello, y el Espíritu[s] me levantó entre el cielo y la tierra y me llevó en la visión divina, a Jerusalén, hasta la puerta de la entrada norte donde habían colocado el ídolo tallado que enfureció a Dios. 4 De pronto apareció la gloria de Dios de Israel en todo su esplendor, como en la visión que tuve en el valle. 5 Me dijo: «Hijo de hombre, ¡mira hacia el norte!» Así lo hice y vi que allí, al norte de la entrada del altar, estaba el ídolo que enfureció a Dios. 6 También me dijo: «Hijo de hombre, ¿ves las atrocidades que cometen los israelitas en este lugar? Están muy lejos de mi idea del templo. Pues verás cosas aun peores».
7 Me llevó entonces hacia la entrada del patio, donde vi un agujero en la pared, 8 y me dijo: «Hijo de hombre, cava y agranda el agujero». Así lo hice y encontré una puerta. 9 Entonces me dijo: «¡Entra y ve la maldad y las atrocidades que cometen aquí!» 10 Entré y a lo largo de la pared vi pinturas de todo tipo de criaturas y animales impuros y de los repugnantes ídolos de Israel. 11 De pie, frente a los ídolos, estaban 70 jefes israelitas. Entre ellos se encontraba Jazanías hijo de Safán. Cada uno tenía un incensario del cual salían fragantes nubes de incienso.
12 Y me dijo: «Hijo de hombre, ¿ves lo que los jefes de Israel hacen a oscuras con sus ídolos? Ellos dicen: “¡El SEÑOR no nos ve. El SEÑOR ha abandonado esta tierra!”». 13 Entonces me dijo: «Verás cosas aun peores que estas».
14 Me llevó entonces a la entrada norte del templo del SEÑOR, donde las mujeres estaban sentadas llorando por el dios Tamuz[t]. 15 Él me dijo: «Hijo de hombre, ¿ves lo que hacen? ¡Pues verás cosas aun peores!»
16 Entonces me llevó al patio interior del templo del SEÑOR. En la entrada del templo del SEÑOR, entre el pórtico y el altar, había 25 hombres adorando al sol, de espaldas al templo del SEÑOR y mirando al oriente. 17 Me dijo: «¿Ves esto, hijo de hombre? ¿No es suficiente con que ellos desprecien el templo y cometan atrocidades allí? ¿También tienen que llenar la tierra con violencia y provocarme aun más? Mira cómo me pasan sus ramos por la nariz. 18 ¡Por eso les haré ver mi furor y no tendré compasión de ellos! Y aunque me imploren a gritos, no los escucharé».
Visión de los mensajeros de la destrucción
9 Mientras yo escuchaba Dios gritó con voz fuerte: «¡Que traigan los verdugos de la ciudad! ¡Cada uno traiga su arma!» 2 Entonces por la entrada superior que da al norte, aparecieron seis hombres llevando garrotes. Uno de ellos estaba vestido de lino[u] con un estuche de escriba[v] en la cintura. Entraron y se pararon cerca del altar de bronce. 3 En ese momento la gloria de Dios de Israel salió del lugar junto a los querubines donde antes había permanecido y quedó suspendida en umbral del templo. Entonces llamó al hombre que estaba vestido de lino y que llevaba un estuche de escriba en la cintura. 4 El SEÑOR le dijo: «Ve por toda la ciudad de Jerusalén y coloca una señal en la frente de todos los que giman y se lamenten por todas las atrocidades que se están cometiendo». 5 Oí que a los demás les dijo: «Vayan detrás de él y maten a todos los que no tengan la señal en la frente. ¡No tengan piedad ni compasión! 6 Maten a los ancianos y a los jóvenes, a las muchachas, a los niños y a las mujeres, pero no les hagan ningún daño a los que llevan la señal en la frente. Empiecen por aquí en el templo». Así que empezaron con los ancianos líderes que estaban al frente del templo.
7 Luego les dijo: «Profanen el templo con la sangre de estos hombres y llenen el patio de cadáveres. Luego salgan a la ciudad y maten a todos los que no tengan la señal». 8 Así que cuando mataron a todos, sólo yo quedé. Rápidamente me postré rostro en tierra y dije: «Ay Señor DIOS, ¿vas a destruir lo que queda de Israel al desatar tu ira contra Jerusalén?»
9 Él me dijo: «La culpa de Israel y Judá es demasiado grande, la tierra está llena de sangre y la ciudad llena de injusticia. Ellos dicen: “El SEÑOR ha abandonado esta tierra y no ve el SEÑOR lo que está pasando”. 10 Así que yo no tendré piedad ni compasión. Los castigaré por lo que han hecho».
11 Entonces el hombre vestido de lino con el estuche de escriba en la cintura respondió: «He hecho todo lo que me ordenaste».
La gloria del Señor abandona el templo
10 De pronto, sobre la bóveda que parecía zafiro y que estaba sobre los querubines, vi que aparecía sobre ellos algo como un trono. 2 Entonces él le dijo al hombre vestido de lino: «Métete entre las ruedas[w] que están debajo de los querubines y con las manos toma carbón del altar de entre los querubines, y espárcelo por la ciudad». Luego se acercó a mí.
3 Los querubines estaban de pie, a la derecha del templo. Cuando el hombre se acercó, la nube empezó a llenar el patio interior. 4 Cuando la gloria del SEÑOR se había elevado de los querubines dirigiéndose hacia la entrada del templo, la nube llenó el templo y la luz gloriosa del SEÑOR inundó el patio. 5 El sonido de las alas de los querubines se podía oír hasta el patio exterior, como una voz de trueno del Dios Todopoderoso.
6 Así que cuando el Señor le ordenó al hombre vestido de lino que tomara el fuego de entre las ruedas, o sea del área entre los querubines, fue y se paró al lado de las ruedas. 7 Uno de los querubines extendió la mano y tomó el fuego que estaba entre ellos, tomó también un carbón ardiente y lo colocó en las manos del hombre que estaba vestido de lino, quien lo tomó y se fue. 8 Debajo de las alas, los querubines tenían algo parecido a manos humanas.
9 Noté que había cuatro ruedas cerca de los querubines, una por cada querubín. Las ruedas se veían como el topacio y todas eran iguales. 10 Parecía como que cada rueda estaba encajada en la otra. 11 Las cuatro animales avanzaban juntos. No volteaban, sino que a donde iba la parte del frente, seguía la parte posterior. No se volteaban al avanzar. 12 Los cuatro querubines estaban cubiertos de ojos por todo el cuerpo, la espalda, los brazos, las alas y las ruedas. 13 Oí que a las ruedas se les llamaban «círculos». 14 Cada querubín tenía cuatro caras: la primera, de querubín; la segunda, de humano; la tercera, de león; y la cuarta, de águila.
15 Entonces vi que los querubines que se elevaron, eran los mismos animales que vi en la visión junto al canal Quebar.[x] 16 Cuando los querubines avanzaban, las ruedas también avanzaban, y cuando los querubines extendían las alas para elevarse, las ruedas permanecían con ellos. 17 Cuando los querubines se detenían, las ruedas se detenían también; cuando se elevaban, las ruedas también se elevaban, pues el espíritu de los animales estaba con ellos.
18 Así que la gloria del SEÑOR dejó la entrada del templo y se colocó sobre los querubines. 19 Entonces los querubines desplegaron las alas y junto con las ruedas se elevaron en el aire ante mis propios ojos. Luego se pararon en la entrada oriental del templo del SEÑOR con la gloria del Dios de Israel sobre ellos.
20 Eran los mismos seres vivientes que había visto debajo del Dios de Israel junto al canal Quebar y me di cuenta que eran querubines. 21 Cada uno tenía cuatro caras, cuatro alas y algo semejante a manos humanas bajo las alas. 22 Las cuatro caras eran las mismas caras que había visto junto al canal Quebar, y cada uno de ellos avanzaba de frente.
Castigo para los líderes del pueblo
11 El Espíritu[y] me levantó y me llevó a la entrada oriental del templo del SEÑOR. Allí se encontraban 25 hombres. Entre ellos reconocí a Jazanías hijo de Azur y a Pelatías hijo de Benaías, que eran jefes del pueblo. 2 Dios me dijo: «Hijo de hombre, estos son los que traman la maldad y dan mal consejo en la ciudad. 3 Son los que dicen: “Todavía no es el momento de reconstruir las casas. La ciudad es la olla y nosotros somos la carne”. 4 Por eso, hijo de hombre, profetiza contra ellos. ¡Profetiza, hijo de hombre!»
5 El Espíritu del SEÑOR vino sobre mí y me ordenó que anunciara: «Así dice el SEÑOR: Ustedes han hablado correctamente, casa de Israel. Yo sé las grandes cosas que están planeando. 6 Han aumentado sus atrocidades en esta ciudad y han llenado de cadáveres las calles. 7 Por lo tanto, el Señor DIOS dice: Les aseguro que las atrocidades que han cometido en esta ciudad son la carne y Jerusalén es la olla. 8 Temen a la espada, pero es lo que usaré en su contra. El Señor DIOS lo ha dicho.
9 »Los echaré de la ciudad, los pondré en manos de extranjeros y los castigaré con justicia. 10 Morirán a filo de espada. Los juzgaré en todo Israel y así aprenderán que yo soy el SEÑOR. 11 Jerusalén no será la olla que los proteja, pero ustedes sí serán la carne dentro de ella. Los juzgaré en todo Israel. 12 Entonces sabrán que yo soy el SEÑOR, cuyas leyes no obedecieron y cuyos reglamentos no mantuvieron, sino que siguieron las costumbres de las naciones extranjeras».
13 Mientras yo profetizaba, Pelatías hijo de Benaías cayó muerto. Entonces caí rostro en tierra y exclamé: «¡Ay, Señor DIOS! ¿Vas a destruir por completo al resto de Israel?»
Anuncio de un nuevo pacto
14 Entonces el SEÑOR me dijo: 15 «Hijo de hombre, los habitantes de Jerusalén hablan mal de tus hermanos, tus parientes[z] y de todo el pueblo de Israel. Ellos dicen: “Ellos se han alejado del SEÑOR y por eso nosotros hemos heredado la tierra”».
16 El Señor DIOS dice: «Los he enviado lejos, a naciones extranjeras, los dispersé por otras tierras. Por un tiempo seré un templo para ustedes, aunque por corto tiempo. 17 Así que diles: “El Señor DIOS dice: Los recogeré de entre esas naciones. Los reuniré de entre los países donde los dispersé y les daré la tierra de Israel. 18 Cuando regresen, echarán de allí todas las cosas detestables y todo lo que la profana. 19 Entonces les daré un corazón sincero y un espíritu nuevo. Cambiaré el corazón de piedra que tienen por uno de carne 20 para que cumplan mis leyes y obedezcan mis mandamientos. Entonces ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios. 21 Pero a los que siguen con los ídolos, los castigaré por sus hechos detestables y repugnantes. Les pediré cuentas de sus acciones. Es lo que ha dicho el Señor DIOS”».
La gloria del Señor abandona Jerusalén
22 Luego, los querubines levantaron sus alas, con las ruedas al lado de ellos y la gloria del Dios de Israel por encima de ellos. 23 Así, la gloria del SEÑOR se elevó y salió de la ciudad y se detuvo en el Monte de los Olivos, al oriente de la ciudad. 24 A la misma vez, en la visión inspirada por el Espíritu de Dios, el Espíritu me levantó y me llevó a la tierra de los caldeos, donde estaban los exiliados[aa]. Luego la visión desapareció. 25 Después les dije a los exiliados todo lo que el SEÑOR me había mostrado.
Se anuncia el exilio
12 El SEÑOR me dijo: 2 «Hijo de hombre, vives en medio de un pueblo rebelde. Ellos tienen ojos para ver, pero no ven, y oídos para oír, pero no oyen porque son un pueblo rebelde. 3 Por tanto, hijo de hombre, prepara tu equipaje y sal al exilio a plena luz del día, a la vista de todos. Sal de aquí y ve al exilio. Tal vez vean que son un pueblo rebelde. 4 Saca tu equipaje a plena luz del día, a la vista de todos, como si fuera el equipaje de un exiliado. Al atardecer, también a la vista de todos, saldrás como si fueras un exiliado, 5 y delante de todos, abre un agujero en el muro, sal por ahí con tu equipaje 6 y ante la vista de todos, échatelo al hombro. Cúbrete la cara para que no veas la tierra porque te usaré como señal para el pueblo de Israel».
7 Así que seguí esas órdenes. Durante el día saqué mi equipaje como si fuera un exiliado. En la tarde hice con mis manos un agujero en el muro. Después de oscurecer, cargue mi equipaje sobre el hombro a la vista de todos.
8 A la mañana siguiente el SEÑOR me habló: 9 «Hijo de hombre, ¿esos rebeldes no te preguntaron qué hacías? 10 Diles que el Señor DIOS dice: “Este triste mensaje es sobre la gente importante de Jerusalén y su gobernante”. 11 Y diles también: “Yo soy su señal. Lo que hice, también les pasará a ustedes. Van a ser prisioneros y serán llevados al exilio”. 12 En la noche su gobernante se echará el equipaje al hombro y saldrá de la ciudad. Harán un agujero en el muro para sacar las cosas. El gobernante se cubrirá la cara para que no vea la tierra con sus propios ojos. 13 Tiraré mi red sobre él y caerá en mi trampa. Luego lo llevaré a Babilonia, a la tierra de los caldeos, pero no podrá verla. Allí morirá. 14 Dispersaré a todos sus consejeros y a sus ejércitos por los cuatro vientos, perseguidos por soldados con espadas que he enviado tras ellos. 15 Así, cuando los disperse entre las naciones y países aprenderán que yo soy el SEÑOR.
16 »Pero dejaré que algunos sobrevivan a la espada, el hambre y las plagas para que describan a las naciones todas las acciones horribles que cometieron en Judá. Así sabrán que yo soy el SEÑOR».
17 Entonces el SEÑOR me dijo: 18 «Hijo de hombre, cuando comas actúa como si estuvieras nervioso y cuando bebas agua actúa como si estuvieras molesto y preocupado, 19 y dile al pueblo: “El Señor DIOS dice lo siguiente sobre el pueblo que vive en Jerusalén, en la tierra de Israel: Comerán con miedo y beberán agua en silencio porque su tierra será destruida por la violencia de los que viven en Jerusalén. 20 Las ciudades habitadas se convertirán en ruinas y el país quedará desolado. Así sabrán que yo soy el SEÑOR”».
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