Bible in 90 Days
Oración de Nehemías
1 Estas son las palabras de Nehemías hijo de Jacalías: Sucedió que en el mes de quisleu, del año 20[a] del rey Artajerjes estando yo en la ciudad de Susa[b], 2 llegó Jananí, uno de mis hermanos, junto con otros hombres de Judá. Entonces les pregunté por el resto de los judíos que habían escapado del exilio y que vivían en Judá, y también les pregunte cómo estaba la ciudad de Jerusalén. 3 Ellos me dijeron: «Los judíos que sobrevivieron al cautiverio están en graves dificultades. Las murallas de Jerusalén continúan derribadas y sus puertas consumidas por el fuego».
4 Cuando escuché esto me senté a llorar, lleno de dolor. Me sentí muy triste, durante varios días ayuné y oré al Dios del cielo, 5 y le dije:
«SEÑOR, Dios del cielo, grande y maravilloso, tú eres fiel a tu promesa de amar a los que te aman y obedecen tus mandamientos.
6 »Yo, tu siervo, te ruego que escuches la oración que hago día y noche por tus siervos, los israelitas. Confieso que los israelitas hemos pecado, incluso mi familia y yo hemos pecado contra ti. 7 Los israelitas hemos actuado muy mal ante ti y no hemos obedecido los mandamientos, órdenes y leyes que le diste a tu siervo Moisés.
8 »Te ruego que tengas presente el mandamiento que le diste a tu siervo Moisés cuando dijiste: “Si no son fieles, los dispersaré y los mandaré a vivir entre naciones extranjeras. 9 Pero si regresan a mí y están dispuestos a obedecerme, entonces los reuniré de nuevo. No importa si se encuentran hasta en las tierras más lejanas, yo los traeré al lugar que he elegido para que se me adore”.
10 »Ellos son tus siervos y tu pueblo al que libraste con tu gran poder. 11 Señor, te ruego que escuches la oración de este siervo y de todos tus siervos que se complacen en darte honra. Haz que me vaya bien hoy y cuando me presente ante el rey ayúdame a ganarme su favor».
En ese tiempo yo era el copero del rey[c].
El rey envía a Nehemías a Jerusalén
2 En el mes de nisán, en el año 20[d] del rey Artajerjes, un día le llevaron vino a su mesa y yo se lo serví al rey. Nunca antes había estado triste cuando estaba con el rey, pero ese día lo estaba. 2 Así que el rey me preguntó:
—¿Por qué estás triste? No creo que estés enfermo, debe ser una tristeza del corazón.
Sentí mucho miedo, 3 pero aun así le dije al rey:
—¡Que viva el rey por siempre! ¿Cómo no voy a estar triste si la ciudad en la que están enterrados mis antepasados está en ruinas y sus puertas han sido consumidas por el fuego?
4 Entonces el rey me dijo:
—¿Cómo te puedo ayudar?
Antes de responder, le oré al Dios del cielo. 5 Entonces le dije al rey:
—Si su Majestad está de acuerdo y cree que este siervo suyo merece ayuda, le ruego que me envíe a Judá, a la ciudad de Jerusalén. Esa es la ciudad de mis antepasados y quisiera poder ayudar a reconstruirla.
6 La reina estaba sentada al lado del rey y ambos me preguntaron:
—¿Cuánto demorará tu viaje? ¿Cuándo regresarás?
Le dije exactamente cuánto me demoraría y el rey estuvo de acuerdo en enviarme a Judá, 7 así que le sugerí:
—Si su majestad está de acuerdo, le pido que me entregue cartas dirigidas a los gobernadores de las provincias que quedan al occidente del río Éufrates para que me dejen pasar libremente hasta que llegue a Judá. 8 Le ruego que una de esas cartas esté dirigida a Asaf, el administrador de los bosques del rey para que me suministre madera para las vigas de las puertas del templo, para la muralla de la ciudad y para la casa en donde voy a vivir.
El rey me dio lo que le pedí debido a que Dios estaba conmigo.
9 Así que me presenté ante los gobernadores de la región al occidente del río Éufrates y les entregué las cartas del rey. El rey me había dado una escolta de caballería al mando de oficiales del ejército. 10 Cuando Sambalat, el horonita, y Tobías, el siervo amonita, se enteraron de lo que yo estaba haciendo, se disgustaron mucho al saber que había llegado alguien dispuesto a ayudar a la gente de Israel.
Nehemías inspecciona las murallas
11 A los tres días de llegar a Jerusalén, 12 salí de noche, a caballo, acompañado de algunos hombres. No le conté a nadie lo que Dios me había motivado hacer por Jerusalén. Yo era el único que cabalgaba, el resto iba a pie. 13 Atravesamos la puerta del Valle camino a la fuente del Dragón, pasamos luego por la puerta del Basurero y revisé las murallas de Jerusalén que estaban todas derrumbadas, y las puertas consumidas por el fuego. 14 Luego me dirigí a la puerta de la Fuente y al estanque del Rey pero cuando me acerqué me di cuenta de que el animal en que iba montado no podía pasar por ahí. 15 Entonces, durante la noche, subí por el valle y revisé la muralla. Finalmente, me di vuelta, entré por la puerta del Valle y regresé. 16 Los funcionarios de la ciudad no sabían a dónde había ido yo, ni qué estaba haciendo. Yo no le había contado nada sobre mi trabajo ni a los judíos, ni a los sacerdotes, ni a los nobles, ni a los funcionarios, ni a nadie.
17 Entonces les dije:
—Ustedes conocen la situación en que estamos: Jerusalén está en ruinas y sus puertas están consumidas por el fuego. Así que trabajemos juntos y reconstruyamos la muralla de Jerusalén para que dejemos de sufrir esta humillación en la que estamos viviendo.
18 También les conté lo bueno que Dios había sido conmigo y lo que me había dicho el rey. Ellos dijeron todos animados:
—¡Manos a la obra!
19 Pero cuando Sambalat el horonita, Tobías el empleado amonita y Guesén el árabe se enteraron de esto, se burlaron de nosotros, nos pusieron en ridículo y dijeron:
—¿Qué es lo que ustedes están haciendo? ¿Es que piensan rebelarse contra el rey?
20 Pero yo les respondí con este mensaje:
—El Dios del cielo es quien nos ayuda, pues somos sus siervos. Así que vamos a reconstruir la ciudad y ustedes no tendrán arte ni parte en ella.
Constructores de la muralla
3 El sumo sacerdote Eliasib, junto con los demás sacerdotes, su hermanos, reconstruyeron la puerta de las Ovejas, le colocaron las hojas de la puerta y la consagraron. El tramo que reconstruyeron iba desde la torre de los Cien hasta la torre de Jananel. 2 El tramo siguiente lo reconstruyeron los hombres de Jericó y el tramo de al lado lo reconstruyó Zacur hijo de Imrí.
3 Los hijos de Sená reconstruyeron la puerta de los Pescados, le sentaron las bases y colocaron las hojas de la puerta, los cerrojos y las rejas. 4 Meremot hijo de Urías, reconstruyó la siguiente parte de la muralla. Junto a ellos trabajaba Mesulán, hijo de Berequías y nieto de Mesezabel. El tramo siguiente a ese lo reconstruyó Sadoc hijo de Baná. 5 Los hombres de Tecoa reconstruyeron la siguiente parte, pero sus líderes se negaron a colaborar en la obra del Señor.
6 Joyadá, hijo de Paseaj y Mesulán, hijo de Besodías, reconstruyeron la puerta Antigua. Le sentaron las bases y le colocaron las hojas de la puerta, los cerrojos y las rejas. 7 Melatías de Gabaón y Yadón de Meronot repararon la parte siguiente de la muralla, con la ayuda de los hombres de Gabaón y Mizpa, que era la sede del gobernador de la región al occidente del río Éufrates. 8 Uziel hijo de Jananías, uno de los orfebres, reconstruyó el siguiente tramo de la muralla. A su lado trabajaba Jonanías, el fabricante de perfumes. Entre ambos, reconstruyeron la muralla de Jerusalén hasta la muralla ancha. 9 Refaías hijo de Jur, que era el alcalde de medio distrito de Jerusalén, trabajó junto a los otros para reconstruir la siguiente parte de la muralla. 10 Jedaías hijo de Jarumaf reconstruyó el siguiente tramo, que quedaba justo frente a su casa. La sección siguiente la reconstruyó Jatús hijo de Jasabnías.
11 Malquías hijo de Jarín y Jasub hijo de Pajat Moab reconstruyeron la siguiente parte hasta la torre de los Hornos. 12 Salún hijo de Halojés, que era alcalde de la otra mitad del distrito de Jerusalén reconstruyó la siguiente parte de la muralla, con sus hijas. 13 Janún y los habitantes de Zanoa reconstruyeron la puerta del Valle. La repararon y le colocaron las hojas de la puerta, los cerrojos y las rejas. También edificaron 500 metros[e] de muralla hasta la puerta del Basurero. 14 Malquías hijo de Recab, gobernador del distrito de Bet Haqueren, reconstruyó la puerta del Basurero y le colocó puertas, cerrojos y rejas.
15 Salún hijo de Coljozé, gobernador del distrito de Mizpa, reconstruyó la puerta de la Fuente y le colocó techo, las hojas de la puerta, los cerrojos y las rejas. También reconstruyó la muralla del estanque de Siloé que está junto al jardín del Rey, hasta las escaleras que van a la Ciudad de David. 16 Nehemías hijo de Azbuc, gobernador de una mitad del distrito de Betsur, reconstruyó la parte alta del siguiente tramo de la muralla hasta la parte que está frente a la tumba de David. Su trabajo llegó hasta la laguna artificial y hasta la Casa de los Héroes.
17 El tramo siguiente lo reconstruyeron los levitas, bajo la dirección de Rejún hijo de Baní. Al lado estaba trabajando Jasabías, gobernador de la mitad del distrito de Queilá. Él ayudaba a nombre de su distrito. 18 Sus colegas también ayudaron en la siguiente parte de la muralla: Bavay hijo de Henadad, gobernador de la otra mitad del distrito de Queilá. 19 Luego Ezer hijo de Jesúa, gobernador de Mizpa, reconstruyó otra parte de la muralla desde el depósito de armas hasta la esquina de la muralla. 20 El tramo que va desde esa esquina hasta la entrada de la casa del sumo sacerdote Eliasib lo reconstruyó Baruc hijo de Zabay, quien trabajó con mucho entusiasmo en ello. 21 Meremot hijo de Urías y nieto de Cos, reconstruyó el tramo que va a lo largo de todo el terreno de la casa de Eliasib.
22 Después de él, los sacerdotes que vivían en ese sector[f] hicieron reparaciones en la muralla. 23 Benjamín y Jasub reconstruyeron la parte de la muralla que quedaba frente a sus casas. Azarías, hijo de Maseías y nieto de Ananías, reconstruyó el tramo de muralla que quedaba junto a su casa. 24 Binuy hijo de Henadad reconstruyó el tramo de la muralla que va desde la casa de Azarías hasta el refuerzo de la muralla y la esquina. 25 Enseguida, Palal hijo de Uzay reconstruyó el tramo que queda frente al ángulo de la muralla y de la torre alta que sobresale del palacio real, cerca del patio de la guardia real. El tramo siguiente, lo reconstruyó Pedaías hijo de Parós. 26 Los servidores del templo que vivían en Ofel hicieron reparaciones en el lado oriental de la puerta de las Aguas y en la torre cercana. 27 Los de Tecoa reconstruyeron el resto de esa sección desde la gran torre hasta la muralla de Ofel.
28 Los sacerdotes reconstruyeron la parte de la muralla que quedaba frente a sus casas, en la parte de arriba de la puerta de los Caballos. 29 El tramo contiguo a ellos, lo reconstruyó Sadoc hijo de Imer la parte que quedaba frente a su casa. Luego, Semaías hijo de Secanías guardián de la puerta Oriental, reconstruyó la siguiente parte. 30 Después de él, Jananías hijo de Selemías y Janún, el sexto hijo de Salaf, reconstruyeron el resto de esa parte de la muralla. Mesulán hijo de Berequías reconstruyó el tramo contiguo que quedaba frente a su casa. 31 Malquías, uno de los orfebres, reconstruyó la siguiente parte de la muralla, desde las casas de los servidores del templo y de los comerciantes, frente a la puerta de la Inspección, hasta el puesto de vigilancia sobre la esquina de la muralla. 32 Los orfebres y los comerciantes reconstruyeron la sección de la muralla que va desde el puesto de vigilancia hasta la puerta de las Ovejas.
Sambalat y Tobías
4 Cuando Sambalat oyó que estábamos reconstruyendo la muralla de Jerusalén, se enfureció y comenzó a burlarse de los judíos. 2 Él habló delante de sus amigos y del ejército de Samaria diciendo: «¿Qué es lo que están haciendo estos judíos miserables? ¿Es que creen que los vamos a dejar que reconstruyan la muralla y que vuelvan a ofrecer sacrificios? A lo mejor piensan que van a poder terminar la muralla en un día y que podrán sacar piedras nuevas de ese montón de polvo y ruinas quemadas».
3 Tobías el amonita, que estaba a su lado, dijo: «¿Qué creen ellos que están haciendo? Hasta una zorra puede tumbar esos muros con tan sólo pararse encima».
4 Entonces yo hice esta oración: «Escúchanos, Dios nuestro: Esa gente nos humilla y nos insulta. Haz que sus insultos se vuelvan contra ellos y castígalos como se castiga a los que son llevados prisioneros lejos de su tierra. 5 No les perdones su maldad ni les borres sus pecados porque ellos han insultado a los que reconstruyen».
6 Así que reconstruimos las murallas de la ciudad, aunque tan sólo a la mitad de la altura que debía tener. Pero lo que hicimos lo logramos porque el pueblo trabajó con mucho entusiasmo. 7 Sambalat, Tobías, los árabes, los amonitas y los hombres de Asdod se disgustaron mucho cuando se enteraron de que las murallas de Jerusalén se estaban reconstruyendo, y que estábamos cerrando los boquetes. 8 Entonces planearon venir a luchar contra nosotros y crear confusión en Jerusalén, 9 pero nosotros oramos a nuestro Dios y pusimos guardias en las murallas para que vigilaran día y noche.
10 Pero la gente de Judá dijo: «Los trabajadores se están cansando y hay demasiados escombros en el camino. Nunca seremos capaces de reconstruir la muralla nosotros solos».
11 Nuestros enemigos planeaban llegar sin que los viéramos y meterse en medio de nosotros para matarnos y detener el trabajo. 12 Pero los judíos que vivían cerca de nuestros enemigos, vinieron varias veces y nos avisaron que venían a atacarnos por todos lados. 13 Entonces coloqué a algunos detrás de las partes más bajas de la muralla y en los boquetes, y ordené que la gente se agrupara por familias con espadas, lanzas y arcos. 14 Después inspeccioné todo esto y le hablé a los dirigentes, a los oficiales y al resto de la gente así: «No tengan miedo de nuestros enemigos. Tengan presente que nuestro Dios es grande y poderoso. Luchen por sus hermanos, por sus hijos e hijas, por sus esposas y por sus hogares».
15 Nuestros enemigos se dieron cuenta que sabíamos de sus planes y que Dios les había echado todo a perder. Así que se retiraron. Nosotros regresamos a nuestro trabajo en la muralla. 16 Desde aquel día, la mitad de mi gente trabajaba en la muralla y la otra mitad vigilaba con sus escudos, lanzas, arcos y armaduras. Los líderes militares permanecían detrás de toda la gente de Judá. 17 Los constructores y sus ayudantes hacían su trabajo sosteniendo con una mano la carga y con la otra la espada. 18 Cada uno de los constructores tenía su espada atada a un lado de su cuerpo mientras trabajaba y el que tocaba la trompeta estaba a mi lado. 19 Entonces hablé con los dirigentes, los oficiales y el resto de la gente y les dije: «Este es un trabajo muy grande y estamos muy separados el uno del otro en la muralla. 20 Así que si oyen la trompeta, corran todos a reunirse en este lugar. Todos nos agruparemos y nuestro Dios luchará por nosotros».
21 Entonces continuamos nuestro trabajo con la mitad de los hombres manteniendo las lanzas en la mano desde la primera luz de la mañana hasta que salían las estrellas.
22 En ese momento también le dije a la gente: «Que todos los constructores y sus ayudantes pasen la noche en Jerusalén para que vigilen en la noche y trabajen durante el día. 23 Así ninguno de nosotros tendrá que cambiarse de ropa y siempre tendremos lista nuestra arma».
Nehemías ayuda a los necesitados
5 Los pobres y sus esposas protestaron contra sus compatriotas judíos. 2 Algunos decían: «Tenemos muchos hijos y necesitamos conseguir algo de trigo para poder alimentarlos y no morirnos de hambre».
3 Otros decían: «Estamos aguantando hambre y tenemos que hipotecar nuestros campos, nuestros viñedos y nuestras casas para poder conseguir granos y tener algo que comer».
4 Y otros decían: «Hemos tenido que hipotecar nuestras tierras y nuestros viñedos para pagar el impuesto al rey. 5 Somos de la misma nación que los nobles y nuestros hijos son iguales a sus hijos, pero nosotros nos vemos forzados a venderlos como esclavos. Ya algunas de nuestras hijas son sus esclavas y no podemos hacer nada porque ya nuestras tierras y viñedos les pertenecen a otros».
6 Yo me enojé mucho al escuchar la protesta y sus quejas. 7 Después de pensarlo bien, reprendí así a los nobles y a los oficiales: «Todos ustedes están obligando a su propio pueblo a pagar intereses sobre el dinero que les han prestado. Eso no puede seguir sucediendo».
Así que los cité a una gran reunión 8 donde les dije: «Hemos hecho todo lo posible por comprar a todos los hermanos judíos que habían sido vendidos como esclavos a otras naciones. Los hemos comprado para darles su libertad pero ahora ustedes los están vendiendo nuevamente como esclavos». Ellos guardaban silencio y no sabían qué decir.
9 Entonces dije: «Eso no está bien, todos deben demostrar con su forma de vida que respetan a nuestro Dios. Así evitaremos que nuestros enemigos se burlen de nosotros. 10 Yo mismo, mis ayudantes y mis familiares hemos prestado dinero y comida al pueblo, pero lo hacemos sin cobrar intereses. 11 Así que les ruego que les devuelvan hoy sus tierras, sus viñas, sus campos de olivo, sus casas y los intereses que se cobraron cada mes por la comida y el dinero que se les prestó».
12 Entonces ellos dijeron: «Está bien, haremos lo que tú dices y les devolveremos todo sin reclamarles nada».
Así que llamé a los sacerdotes para que los nobles y los oficiales juraran ante ellos que harían lo que habían prometido. 13 También sacudí mi ropa y dije: «Que Dios haga lo mismo con el que incumpla este compromiso, que lo sacuda y pierda todo lo que tiene».
Entonces todos los allí reunidos estuvieron de acuerdo y dijeron: «Así sea».
Y alabaron al SEÑOR. Todos cumplieron su promesa.
14 Desde el año 20 del rey Artajerjes hasta el año 32[g] fui gobernador de Judá. Durante esos doce años, ni mis hermanos ni yo cobramos el salario que se le asignaba al gobernador. 15 Los gobernadores anteriores fueron muy exigentes con la gente y obligaban a todos a pagar 40 monedas[h] de plata y a entregar vino y comida. Incluso sus servidores oprimían al pueblo, pero yo no hice lo mismo que ellos porque respetaba a Dios. 16 En cambio, sí trabajé duro, junto con todos mis servidores, en la reconstrucción de la muralla de Jerusalén y no le quité a nadie su tierra.
17 Normalmente a mi mesa eran bienvenidos 150 funcionarios judíos junto con los que habían venido a nosotros desde las naciones vecinas. 18 Todos los días, se preparaban para los que se sentaban a mi mesa, un buey, seis buenas ovejas y algunas aves. Cada diez días se servía vino en grandes cantidades; sin embargo, nunca reclamé el salario asignado al gobernador porque sabía que el trabajo que la gente debía hacer para pagar los impuestos era muy duro. 19 Acuérdate de mí, Dios mío, y de todo lo que yo he hecho por este pueblo.
Más problemas
6 Sambalat, Tobías, Guesén el árabe y el resto de nuestros enemigos escucharon que yo había reconstruido la totalidad de la muralla sin dejar ni un solo hueco en ella (aunque todavía faltaba colocar las puertas). 2 Así que Sambalat y Guesén me enviaron este mensaje: «Ven y reúnete con nosotros en el pueblo de Quefirim en el valle de Ono». Pero en realidad lo que querían era hacerme daño. 3 Entonces les envié unos mensajeros con esta respuesta: «Estoy haciendo un trabajo muy importante y no tengo tiempo para ir a hablar con ustedes. No voy a detener las obras para ir a reunirme con ustedes». 4 Me enviaron el mismo mensaje cuatro veces y todas las veces les respondí lo mismo. 5 La quinta vez, Sambalat me envió a su ayudante con el mismo mensaje en una carta que no estaba sellada. 6 La carta decía:
«Está circulando un rumor entre la gente y Guesén dice que es cierto. Dicen que tú y los judíos planean rebelarse en contra del rey y por eso están reconstruyendo la muralla. También están diciendo que tú estás a punto de convertirte en el nuevo rey de los judíos 7 y que has nombrado profetas para que proclamen en Jerusalén que hay un rey en Judá. Esta información será enviada al rey Artajerjes, así que más te vale que vengas y te reúnas con nosotros».
8 Entonces le envié este mensaje a Sambalat: «Nada de lo que tú dices es cierto, son puros inventos tuyos».
9 Nuestros enemigos estaban tratando de asustarnos creyendo que así íbamos a suspender las obras, pero yo oré: «Dios mío, dame más fuerzas». 10 Un día fui a la casa de Semaías, hijo de Delaías y nieto de Mehitabel. Él estaba encerrado en su casa y me habló muy preocupado:
—Nehemías, vayamos a la casa de Dios y quedémonos dentro del templo con las puertas cerradas porque vendrán esta noche a matarte.
11 Pero yo le contesté:
—¿Por qué tiene que huir un hombre como yo? Yo no le debo nada a nadie para tener que entrar al templo a salvar mi vida. Yo no tengo porque esconderme de nadie.
12 Me di cuenta de que Semaías no hablaba en nombre de Dios, sino que decía esa profecía contra mí porqué Tobías y Sambalat le habían pagado para que lo hiciera. 13 Lo contrataron para asustarme y hacer que cometiera pecado al abandonar mi trabajo. Con eso, ellos planeaban tener una razón para desacreditarme.
14 «Dios mío, castiga a Tobías y a Sambalat por lo que han hecho. Reprende también a Noadías, la profetisa, y al resto de profetas que trataron de atemorizarme».
Finaliza la reconstrucción de la muralla
15 La reconstrucción de la muralla duró 52 días y se terminó el día 25 del mes de elul[i]. 16 Cuando todos nuestros enemigos y las naciones vecinas se enteraron de que habíamos terminado la muralla, todos ellos perdieron la confianza en sí mismos y se llenaron de temor. Entendieron que esa obra había sido hecha con la ayuda de Dios.
17 En esos días, Tobías mantenía constante correspondencia con la gente importante de Judá, 18 ya que muchas personas de Judá le habían prometido lealtad a Tobías por ser el yerno de Secanías hijo de Araj y porque su hijo Johanán se había casado con la hija de Mesulán hijo de Berequías. 19 Ellos siempre me hablaban bien de él y le informaban todo lo que yo hacía. Pero él seguía enviándome cartas para atemorizarme.
7 Una vez que la muralla fue reconstruida y se colocaron las puertas, se nombraron porteros, cantores y ayudantes de los sacerdotes. 2 Luego, dejé a mi hermano Jananí, junto con Jananías, el jefe militar, a cargo de Jerusalén. Jananí era un hombre honesto y respetaba a Dios más que la mayoría de gente. 3 Entonces les dije: «Las puertas de Jerusalén no deben abrirse sino hasta cuando el sol comience a calentar, y deben ser cerradas y aseguradas mientras los guardias estén en su turno de vigilancia. Designen gente que viva en Jerusalén para hacer turnos de vigilancia, tanto en puestos de guardia como frente a sus propias casas».
Exiliados que regresaron
(Esd 2:1-70)
4 La ciudad era muy grande pero tenía pocos habitantes y no había un número suficiente de casas reconstruidas, 5 así que Dios me inspiró para que reuniera a todo el pueblo. Reuní a las personas importantes, a los oficiales y al resto del pueblo para que fueran registrados por familias. Encontré el libro de los registros familiares[j] de los primeros exiliados que regresaron, y esto estaba escrito en él:
6 Esta es la lista de los exiliados de esa provincia que regresaron del cautiverio al que habían sido sometidos por el rey Nabucodonosor de Babilonia. Ellos regresaron a Jerusalén y a Judá, cada uno a su lugar de origen. 7 Los que dirigían eran Zorobabel[k], Jesúa, Nehemías, Azarías, Raamías, Najamani, Mardoqueo, Bilsán, Mispéret, Bigvay, Nehúm y Baná. Esta es la lista y el número de los israelitas que regresaron:
8 Descendientes de Parós, 2172;
9 de Sefatías, 372;
10 de Araj, 652;
11 de Pajat Moab, es decir, los de Jesúa y Joab, 2818;
12 de Elam, 1254;
13 de Zatú, 845;
14 de Zacay, 760;
15 de Binuy, 648;
16 de Bebay, 628;
17 de Azgad, 2322;
18 de Adonicán, 667;
19 de Bigvay, 2067;
20 de Adín, 655;
21 de Ater, es decir, los de Ezequías, 98;
22 de Jasún, 328;
23 de Besay, 324;
24 de Jarif, 112;
25 de Gabaón, 95.
26 De los pueblos de Belén y Netofa regresaron 188;
27 de Anatot, 128;
28 de Bet Azmávet, 42;
29 de Quiriat Yearín, Cafira y Berot, 743;
30 de Ramá y Gueba, 621;
31 de Micmás, 122;
32 de los pueblos de Betel y Hai, 123;
33 del otro pueblo de Nebo, 52;
34 del otro pueblo de Elam, 1254;
35 de Jarín, 320;
36 de Jericó, 345;
37 de los pueblos de Lod, Jadid y Ono, 721;
38 de Sená, 3930.
39 Sacerdotes:
Descendientes de Jedaías, principalmente de la familia de Jesúa, 973;
40 de Imer, 1052;
41 de Pasur, 1247;
42 de Jarín, 1017.
43 Levitas:
Descendientes de Jesúa, principalmente de Cadmiel, de la familia de Hodavías, 74.
44 Cantores:
Descendientes de Asaf, 148.
45 Porteros:
Descendientes de Salún, Ater, Talmón, Acub, Jatitá y Sobay, 138.
46 Servidores del templo:
Descendientes de Zijá, Jasufá, Tabaot, 47 Querós, Sigajá, Padón, 48 Lebaná, Jagabá, Salmay, 49 Janán, Guidel, Gajar, 50 Reaías, Rezín, Necoda. 51 Gazán, Uza, Paseaj, 52 Besay, Meunín, Nefisesín, 53 Bacbuc, Jacufá, Jarjur, 54 Baslut, Mejidá, Jarsa, 55 Barcós, Sísara, Temá, 56 Neziaj y Jatifá.
57 Descendientes de los servidores de Salomón:
Los descendientes de Sotay, Soféret, Peruda, 58 Jalá, Darcón, Guidel, 59 Sefatías, Jatil, Poquéret Hasebayin, y Amón.
60 En total los servidores del templo y los descendientes de los servidores de Salomón sumaban en total 392.
61 Estos son los que volvieron a Jerusalén desde Tel Melaj, Tel Jarsá, Querub, Adón e Imer, pero no pudieron demostrar que sus antepasados eran de Israel:
62 642 descendientes de Delaías, Tobías y Necoda,
63 De los sacerdotes, los siguientes tampoco pudieron demostrar que sus antepasados eran israelitas:
Los descendientes de Jabaías, Cos y Barzilay (este Barzilay tenía en realidad otro nombre, pero como se casó con la hija de un hombre de Galaad llamado Barzilay, decidió tomar ese nombre).
64 Ellos buscaron los registros de sus familias en la lista oficial pero no los encontraron y como no pudieron probar que sus antepasados eran sacerdotes, fueron excluidos del sacerdocio. 65 El gobernador les dijo a ellos que no se les permitiría participar del alimento sagrado hasta que hubiera un sacerdote que pudiera usar el urim y tumim para preguntarle a Dios qué hacer.
66 El grupo que regresó estaba compuesto de un total de 42 360 personas, 67 sin contar sus siervos y siervas que eran 7337. También había 245 cantores, hombres y mujeres. 68 Tenían además 736 caballos, 245 mulas, 69 435 camellos y 6720 burros.
70 Algunos jefes de familia donaron dinero para la construcción. El gobernador donó cerca de 8 kilos[l] de oro, 50 tazones y 530 túnicas para los sacerdotes. 71 Los jefes de familia donaron cerca de 160 kilos de oro y cerca de 1210 kilos[m] de plata. 72 El resto de la gente donó cerca de 160 kilos de oro, 1100 kilos de plata y 67 túnicas para los sacerdotes.
73 Los sacerdotes, levitas, porteros, cantores, gente del pueblo, servidores del templo y algunos de la gente común en se instalaron en Jerusalén. De esta manera todo Israel se instaló en sus ciudades. Cuando llegó el séptimo mes[n], todo el pueblo de Israel estaba establecido en sus ciudades.
Esdras lee la ley
8 Todo el pueblo de Israel se reunió en la plaza frente a la puerta de las Aguas. Le pidieron al maestro Esdras que trajera el libro de la ley de Moisés que el SEÑOR le había entregado al pueblo de Israel para que lo obedeciera. 2 Entonces el sacerdote Esdras llevó el libro de la ley ante la multitud que estaba compuesta por hombres, mujeres y niños capaces de escuchar y entender. Era el primer día[o] del séptimo mes del año. 3 Desde el amanecer hasta el mediodía, Esdras leyó el libro de la ley en la plaza frente a la puerta de las Aguas. Todos los hombres y mujeres que estaban escuchando prestaron mucha atención a la lectura del libro.
4 El maestro Esdras se ubicó en una tarima de madera hecha especialmente para la ocasión. A su derecha estaban Matatías, Semá, Anías, Urías, Jilquías, y Maseías. A su lado izquierdo estaban Pedaías, Misael, Malquías, Jasún, Jasbadana, Zacarías y Mesulán. 5 Esdras abrió el libro ante los ojos de todos, ya que él estaba parado sobre una torre. Cuando abrió el libro, todos se pusieron de pie. 6 Esdras bendijo al SEÑOR, el gran Dios y todos con las manos levantadas respondieron: «Así sea, así sea». Todos se postraron rostro en tierra y alabaron al SEÑOR.
7 Los levitas Jesúa, Baní, Serebías, Jamín, Acub, Sabetay, Hodías, Maseías, Quelitá, Azarías, Jozabed, Janán y Pelaías enseñaron la ley al pueblo, que permanecía de pie junto a ellos. 8 Ellos leyeron el libro de la ley de Dios y explicaron parte por parte lo que significaba para que todos pudieran entender. 9 El gobernador Nehemías, el sacerdote y maestro Esdras, y los levitas que estaban enseñando dijeron a todos: «Este día es sagrado[p] para el SEÑOR, su Dios. No lloren ni estén tristes». Esto lo decían porque todo el pueblo lloraba escuchando las palabras de Dios en la ley. 10 Esdras les dijo: «Vayan, coman una cena, beban vino dulce y denle una parte a aquellos que no tienen nada preparado porque este día es sagrado para nuestro SEÑOR. No estén tristes porque la alegría en el SEÑOR es su fortaleza».
11 Los levitas ayudaban al pueblo a calmarse diciéndoles: «Tranquilos, este día es sagrado, no se pongan tristes».
12 Entonces toda la gente se fue a comer, a beber, a compartir la comida y a celebrar con mucha alegría porque habían entendido las palabras que les habían explicado.
Fiesta de las Enramadas
13 En el segundo día del mes[q] los jefes de todas las familias, los sacerdotes y los levitas se reunieron con el maestro Esdras para estudiar las palabras de la ley. 14 Encontraron escrito en la ley lo que el SEÑOR ordenó a través de Moisés: que los israelitas debían vivir en chozas durante la fiesta del séptimo mes[r]. 15 Además debían ir por todos los pueblos y por Jerusalén diciendo: «Salgan al monte y traigan ramas de olivo, de mirto, de palmeras y de cualquier árbol para hacer sus chozas tal como lo ordena la ley».
16 Entonces la gente salió y trajo ramas para hacer chozas en las azoteas, en los patios de las casas, en los patios del templo, en la plaza cercana a la puerta de las Aguas y a la puerta de Efraín. 17 Todo el grupo de gente que había vuelto del cautiverio hizo chozas y acampó allí. Desde la época de Josué hijo de Nun hasta ese día, el pueblo de Israel no había celebrado la fiesta de las Enramadas de esa manera. Su alegría fue inmensa.
18 Esdras leyó el libro de la ley de Dios desde el primer hasta el último día de la fiesta. Celebraron el festival durante siete días y en el octavo día hubo una ceremonia tal como lo ordenaba la ley.
El pueblo confiesa sus pecados
9 El día 24 del mismo mes, la gente de Israel se reunió para ayunar, se pusieron ropa áspera y se echaron polvo en la cabeza. 2 Los descendientes de Israel se separaron de todos los extranjeros, se pusieron de pie y confesaron sus pecados y los de sus antepasados. 3 Estuvieron allí por tres horas leyendo el libro de la ley del SEÑOR su Dios, y otras tres horas más confesando sus pecados y alabando al SEÑOR su Dios. 4 Entonces Jesúa se subió a la tribuna de los levitas junto con Baní, Cadmiel, Sebanías, Buní, Serebías, Baní y Quenaní y llamaron en voz alta al SEÑOR su Dios. 5 Luego Jesúa, Cadmiel, Baní, Jasabnías, Serebías, Hodías, Sebanías, y Petaías dijeron:
«¡Levántense y alaben al SEÑOR su Dios!
Bendito seas por siempre.
Alabado sea tu glorioso nombre,
aunque tú eres superior a todas las bendiciones y alabanzas.
6 »Tú, SEÑOR, solo tú eres Dios.
Tú creaste las estrellas[s], la tierra
y todo lo que hay en ella;
hiciste los mares
y todo lo que hay en ellos.
Tú le diste vida a todo,
y todos los ángeles del cielo te adoran.
7 »Tú eres el SEÑOR,
el Dios que eligió a Abram,
lo sacó de Caldea en Babilonia
y lo llamó Abraham.
8 Tú te diste cuenta de que él era fiel a ti
y por eso hiciste un pacto con él.
Prometiste darles a sus descendientes
la tierra de los cananeos, de los hititas,
de los amorreos, de los ferezeos,
de los jebuseos y de los gergeseos.
Tú fuiste fiel a tu promesa
porque eres justo.
9 »Tú viste el sufrimiento de nuestros antepasados en Egipto
y escuchaste sus lamentos en el mar Rojo.
10 Les diste señales y obraste milagros
en contra del faraón, de sus servidores
y de toda la gente de esa tierra
porque sabías que ellos maltrataban
a nuestra gente.
Así te volviste famoso
y aun lo sigues siendo.
11 Tú dividiste el mar Rojo frente a ellos
para que pudieran pasar caminando
en medio de las aguas, sobre tierra seca.
Arrojaste al mar a los soldados egipcios que los perseguían,
y se hundieron como una roca
en medio de aguas turbulentas.
12 Tú guiaste a tu pueblo con una nube durante el día
y con una columna de fuego durante la noche
para alumbrarles el camino que debían seguir.
13 »Tú bajaste al monte Sinaí
y les hablaste desde el cielo.
Les diste reglas justas, enseñanzas verdaderas,
órdenes buenas y mandamientos.
14 Les hablaste de tu día de descanso:
el sábado.
Utilizaste a tu siervo Moisés
para darles las órdenes, mandamientos y leyes.
15 »Los alimentaste desde el cielo
para calmar su hambre,
y sacaste agua de una roca
para calmar su sed.
Les dijiste que fueran y ocuparan
la tierra que les habías prometido.
16 »Pero nuestros antepasados actuaron con arrogancia.
Fueron tercos y no obedecieron tus órdenes.
17 Se negaron a escuchar
y se olvidaron de los milagros
que habías hecho frente a ellos.
Fueron tercos y decidieron regresar a Egipto
y convertirse de nuevo en esclavos.
Pero tú eres un Dios que perdona.
Eres compasivo y misericordioso,
no te enojas con facilidad y estás lleno de fiel amor
y por eso no los abandonaste.
18 »No los abandonaste ni siquiera cuando hicieron
con metal una imagen de un becerro
y dijeron que ese era el dios
que los había sacado de Egipto.
Cuando te ofendieron tanto,
19 no los abandonaste en medio del desierto,
por tu gran bondad.
La nube no dejó de guiarlos en el día
y la columna de fuego en la noche,
no dejó de alumbrar el camino que debían seguir.
20 »Les diste tu buen Espíritu para que les enseñara.
No les quitaste tu maná para alimentarlos
y les diste agua para calmar su sed.
21 Los cuidaste durante 40 años en el desierto
y allí no les faltó nada.
Sus ropas no se desgastaron
y sus pies no se hincharon.
22 »Les diste reinos y naciones.
Les diste tierras lejanas en las que vivía poca gente.
Recibieron las tierras de Sijón, rey de Hesbón
y de Og, rey de Basán.
23 Tú hiciste que sus descendientes
fueran tan numerosos como las estrellas del cielo.
Los trajiste a la tierra
que le prometiste a sus antepasados.
24 Los niños entraron y ocuparon esa tierra
y tú humillaste a los cananeos que vivían allí.
Tú dejaste que nuestros antepasados hicieran lo que quisieran
con los cananeos y con sus reyes.
25 Ellos capturaron ciudades fuertes
y tierras fértiles.
Se apropiaron de casas llenas de cosas buenas,
de pozos ya cavados,
de viñedos, de árboles de olivo
y de muchos árboles frutales.
Comieron y comieron hasta que se saciaron y engordaron.
Disfrutaron de tu gran bondad.
26 »Pero ellos fueron desobedientes
y se rebelaron contra ti.
Arrojaron al piso tus enseñanzas.
Mataron a tus profetas
que les habían advertido que volvieran a ti.
Te insultaron terriblemente.
27 »Por eso tú entregaste nuestra gente
a los enemigos que los trataron muy mal.
Cuando estaban en dificultades,
gritaban pidiendo tu ayuda
y tú los escuchabas desde el cielo.
Gracias a tu gran bondad, tú enviaste salvadores
que los rescataran del poder de sus enemigos.
28 Pero tan pronto como se libraban de sus enemigos,
volvían a hacer lo que para ti estaba mal
y por eso los abandonaste
y los dejaste bajo el poder de sus enemigos
para que los gobernaran.
Pero cuando te imploraron ayuda de nuevo,
tú los escuchaste desde el cielo
y los rescataste gracias a tu bondad.
29 Tú les advertiste que regresaran a tu ley,
pero ellos fueron necios
y no obedecieron tus órdenes.
Violaron tus leyes que son las que dan vida a quienes las obedecen.
Ellos fueron tercos y desobedientes.
30 »Tú fuiste paciente con ellos durante muchos años
y les advertiste por medio de tu Espíritu, a través de tus profetas.
Pero ellos no escucharon,
así que tú los entregaste a naciones extranjeras.
31 Pero gracias a tu bondad,
no los destruiste por completo
y no los abandonaste
porque eres un Dios bueno y compasivo.
32 »Dios nuestro, Gran Dios,
Dios poderoso y asombroso, bueno y leal,
Tú que cumples tus promesas,
no ignores todo el sufrimiento
que hemos pasado nosotros,
nuestros reyes, nuestros líderes,
nuestros sacerdotes y todo tu pueblo
desde los tiempos de los reyes de Asiria hasta hoy.
33 Tú has sido justo en hacer que nos sucediera
todo lo que nos ha pasado.
Tú tenías razón,
nosotros estábamos equivocados.
34 Nuestros reyes, líderes, sacerdotes y antepasados
se olvidaron de tu ley.
Ellos no prestaron atención a tus mandamientos
ni a las advertencias que les diste.
35 No se dedicaron a servirte
ni siquiera cuando gobernaban,
y disfrutaban de toda la prosperidad
y de la tierra espaciosa y fértil que les diste.
No te sirvieron ni se alejaron del mal.
36 »Mira, hoy somos esclavos.
Sí, somos esclavos en la misma tierra
que le diste a nuestros antepasados
para que comieran de sus frutos
y disfrutaran todas sus cosas buenas.
37 Todas las cosechas de esta tierra pertenecen a los reyes
bajo los cuales nos pusiste por nuestros pecados.
Ellos nos gobiernan a nosotros y a nuestros animales
y hacen lo que quieren con nosotros.
Por eso sufrimos bastante.
38 »Debido a todo ello, hacemos por escrito un pacto inmodificable. Este pacto está firmado y sellado por nuestros líderes, levitas y sacerdotes».
10 Estos son los nombres que aparecen en el documento sellado:
Nehemías el gobernador, que era hijo de Jacalías, Sedequías, 2 Seraías, Azarías, Jeremías, 3 Pasur, Amarías, Malquías, 4 Jatús, Sebanías, Maluc, 5 Jarín, Meremot, Abdías, 6 Daniel, Guinetón, Baruc, 7 Mesulán, Abías, Mijamín, 8 Maazías, Bilgay y Semaías. Los anteriores eran los nombres de los sacerdotes que firmaron el documento sellado.
9 A continuación los nombres de los levitas que firmaron el documento sellado:
Jesúa hijo de Azanías, Binuy, de los descendientes de Henadad, Cadmiel 10 y sus hermanos Sebanías, Hodías, Quelitá, Pelaías, Janán, 11 Micaías, Rejob, Jasabías, 12 Zacur, Serebías, Sebanías, 13 Hodías, Baní y Beninu.
14 Estos son los nombres de los dirigentes del pueblo que firmaron el documento sellado:
Parós, Pajat Moab, Elam, Zatú, Baní, 15 Buní, Azgad, Bebay, 16 Adonías, Bigvay, Adín, 17 Ater, Ezequías, Azur, 18 Hodías, Jasún, Bezay, 19 Jarif, Anatot, Nebay, 20 Magpías, Mesulán, Hezir, 21 Mesezabel, Sadoc, Jadúa, 22 Pelatías, Janán, Anaías, 23 Oseas, Jananías, Jasub, 24 Halojés, Piljá, Sobec, 25 Rejún, Jasabná, Maseías, 26 Ahías, Janán, Anán, 27 Maluc, Jarín y Baná.
28 El resto del pueblo, los sacerdotes, los levitas, los guardias, los cantores, los servidores del templo, todos los que se separaron de la gente de la región para seguir la ley de Dios, sus esposas y todos sus hijos e hijas todos los que tenían uso de razón 29 se unieron a sus familiares y a sus jefes y se comprometieron a obedecer la ley de Dios que fue dada por medio de su siervo Moisés. Todos nos comprometimos a obedecer todos los mandamientos, reglas y enseñanzas del SEÑOR, nuestro Dios. 30 Prometimos que no dejaríamos que nuestras hijas se casen con la otra gente de esta región ni dejaríamos que nuestros hijos se casen con sus hijas. 31 Nos comprometimos a no trabajar el día de descanso y que si la otra gente de esta región trajera mercancía o comida para vender el día de descanso, no les compraríamos nada ni ese día ni ningún otro día festivo. Cada séptimo año[t] no sembraríamos nada ni trabajaríamos los cultivos y perdonaríamos las deudas que nuestros compatriotas tuvieran con nosotros.
32 Nos obligamos a donar cuatro gramos de plata[u] al año para cubrir los gastos del templo de nuestro Dios. 33 Ese dinero se destinará para el pan que los sacerdotes sirven en la mesa del templo, para las ofrendas diarias de trigo, para las ofrendas diarias de animales, para las ofrendas de los días de descanso, para las fiestas de Luna Nueva, para las ofrendas de los días de fiesta, para las ofrendas sagradas, para las ofrendas de purificación que borran los pecados de Israel y para cualquier otro gasto que se necesite en el templo de nuestro Dios.
34 Nosotros los sacerdotes, los levitas y toda la gente, echamos suertes para decidir en qué momento del año debía traer cada una de nuestras familias la ofrenda de madera para el altar del SEÑOR nuestro Dios, tal como está escrito en la ley. 35 Nos comprometimos a traer cada año al templo del SEÑOR los primeros frutos de nuestros cultivos y de los árboles frutales. 36 También, como está escrito en la ley, nos comprometimos a traer a nuestros primogénitos y a las primeras crías de nuestros ganados, rebaños y manadas al templo de nuestro Dios. Los traeremos a los sacerdotes que sirven en el templo de nuestro Dios.
37 También traeremos para las bodegas del templo de nuestro Dios para los sacerdotes lo mejor de nuestros cereales, de los frutos de todos los árboles, del vino y del aceite. Daremos a los levitas la décima parte de nuestras cosechas pero ellos irán a recolectar todo en los pueblos donde trabajamos. 38 Cuando los levitas vayan por las cosechas, deben ir con un sacerdote de la familia de Aarón y luego deben llevar la décima parte a las bodegas del templo de nuestro Dios. 39 La gente de Israel y los levitas deben traer sus ofrendas de trigo, de vino y de aceite a las bodegas en donde están los utensilios del templo y donde están los sacerdotes, los porteros, los guardianes y los cantores.
Nos comprometimos a no descuidar el templo de nuestro Dios.
La gente que repobló Jerusalén
(1 Cr 9:1-34)
11 Los jefes del pueblo se establecieron en Jerusalén. Pero el resto del pueblo tuvo que participar en un sorteo para que uno de cada diez se estableciera en la ciudad santa de Jerusalén y los nueve restantes se establecieran en sus respectivos pueblos. 2 Algunos se ofrecieron voluntariamente para establecerse en Jerusalén, y los demás les agradecían y los bendecían.
3 Estos son los jefes de las provincias que se establecieron en Jerusalén. (Algunos israelitas, sacerdotes, levitas, servidores del templo y descendientes de los servidores de Salomón vivían en los pueblos de Judá. Todos vivían en sus propiedades en diferentes pueblos. 4 Algunos de la tribu de Judá y otros de la tribu de Benjamín también se establecieron en Jerusalén).
Estos son los descendientes de Judá que se fueron a vivir a Jerusalén:
Ataías hijo de Uzías, hijo de Zacarías, hijo de Amarías, hijo de Sefatías, hijo de Malalel, que era descendiente de Fares; 5 y Maseías, hijo de Baruc, hijo de Coljozé, hijo de Jazaías, hijo de Adaías, hijo de Joyarib, hijo de Zacarías, hijo de Siloní. 6 Los descendientes de Fares que se fueron a vivir en Jerusalén eran en total 468 guerreros valientes.
7 Estos son los descendientes de Benjamín que se fueron a vivir a Jerusalén:
Salú hijo de Mesulán, hijo de Joed, hijo de Pedaías, hijo de Colaías, hijo de Maseías, hijo de Itiel, hijo de Isaías. 8 También con ellos estaban Gabay y Salay. Todos ellos eran en total 928 hombres. 9 Tenían como jefe a Joel hijo de Zicrí, mientras que Judá hijo de Senuá fue encargado de gobernar el segundo distrito de Jerusalén.
10 Estos son los sacerdotes que se fueron a vivir a Jerusalén:
Jedaías hijo de Joyarib, Jaquín, 11 Seraías hijo de Jilquías, hijo de Mesulán, hijo de Sadoc, hijo de Merayot, hijo de Ajitob. Seraías era el supervisor del templo de Dios, 12 y 822 de sus parientes que trabajaban para el templo. También estaban Adaías, hijo de Jeroán, hijo de Pelalías, hijo de Amsí, hijo de Zacarías, hijo de Pasur, hijo de Malquías 13 y 242 jefes de familia que eran sus parientes. Estaban también Amasay hijo de Azarel, hijo de Ajsay hijo de Mesilemot hijo de Imer, 14 y 128 parientes de Amasay que eran valientes guerreros. Ellos tenían como jefe a Zabdiel hijo de Guedolín.
15 Estos son los levitas que se fueron a vivir a Jerusalén:
Semaías hijo de Jasub, hijo de Azricán, hijo de Jasabías, hijo de Buní; 16 Sabetay y Jozabad, dos de los jefes levitas que estaban a cargo de las obras exteriores del templo de Dios; 17 Matanías hijo de Micaías, hijo de Zabdí, hijo de Asaf. Matanías era el director del coro que entonaba cantos de alabanza en los momentos de oración; Bacbuquías el segundo a cargo de sus hermanos y Abdá hijo de Samúa, hijo de Galal, hijo de Jedutún. 18 En total 284 levitas se fueron a vivir a la Ciudad Santa.
19 Estos fueron los porteros que se fueron a vivir a Jerusalén:
Acub y Talmón, y sus parientes. En total 172 vigilantes en las puertas.
20 Los demás israelitas, sacerdotes y levitas vivían en todos los otros pueblos de Judá, cada uno en la propiedad de sus antepasados. 21 Los servidores del templo vivían en la montaña de Ofel, bajo la autoridad de Zijá y Guispa.
22 El jefe de los levitas de Jerusalén era Uzi hijo de Baní, hijo de Jasabías, hijo de Matanías, hijo de Micaías, descendiente de Asaf, quienes eran los encargados del canto en el servicio del templo de Dios. 23 Los cantores estaban bajo un reglamento real que determinaba sus labores diarias.
24 Petaías hijo de Mesezabel, un descendiente de Zera, hijo de Judá, había sido nombrado representante del rey en asuntos relacionados con el pueblo.
25 Unos de la tribu de Judá se establecieron en varios pueblos: en Quiriat Arbá y sus alrededores, en Dibón y sus alrededores, en Yecabsel y sus alrededores, 26 en Jesúa, en Moladá, en Bet Pelet, 27 en Jazar Súal, en Berseba y sus alrededores, 28 en Siclag, en Mecona y sus alrededores, 29 en Enrimón, en Zora, en Jarmut, 30 en Zanoa y sus alrededores, en Adulán y sus alrededores, en Laquis y su zona rural, y en Azeca y sus alrededores. Así que ellos ocuparon todo el país, desde Berseba hasta el valle de Hinón.
31 La gente de la tribu de Benjamín se estableció en Gueba, en Micmás, en Aías, en Betel y las poblaciones de su área, 32 en Anatot, en Nob, en Ananías, 33 en Jazor, en Ramá, en Guitayin, 34 en Jadid, en Seboyín, en Nebalat, 35 en Lod y en Ono, el valle de los artesanos.
36 Algunos levitas de Judá también se fueron a vivir a esos lugares con los de la tribu de Benjamín.
Sacerdotes y levitas
12 Estos son los sacerdotes y levitas que regresaron a Jerusalén con Zorobabel hijo de Salatiel, y con Jesúa:
Seraías, Jeremías, Esdras,
2 Amarías, Maluc, Jatús,
3 Secanías, Rejún Meremot,
4 Idó, Guinetón, Abías,
5 Mijamín, Madías, Bilgá,
6 Semaías, Joyarib, Jedaías,
7 Salú, Amoc, Jilquías y Jedaías.
Ellos eran los jefes de los sacerdotes y sus parientes en los tiempos de Jesúa.
8 Los levitas eran Jesúa, Binuy, Cadmiel, Serebías, Judá y Matanías. Matanías y sus hermanos estaban a cargo de los cantos de alabanza a Dios. 9 Bacbuquías y Uni eran hermanos de esos levitas y se ubicaban frente a ellos en los servicios. 10 Los descendientes de Jesúa eran Joaquim, Eliasib, Joyadá, 11 Johanán y Jadúa.
12 En la época de Joaquim estos eran los jefes de las familias de los sacerdotes:
El jefe de la familia de Seraías era Meraías;
de la de Jeremías era Jananías;
13 de la de Esdras era Mesulán;
de la de Amarías era Johanán;
14 de la de Melicú era Jonatán;
de la de Sebanías, era José;
15 de la de Jarín era Adná;
de la de Merayot era Jelcay;
16 de la de Idó, era Zacarías;
de la de Guinetón era Mesulán;
17 de la de Abías era Zicrí;
de las de Minjamín y Moadías era Piltay;
18 de la de Bilgá era Samúa;
de la de Semaías era Jonatán;
19 de la de Joyarib era Matenay;
de la de Jedaías era Uzi;
20 de la de Salay era Calay;
de la de Amoc era Éber;
21 de la de Jilquías era Jasabías;
y de la de Jedaías era Natanael.
22 Los nombres de los jefes de las familias de los levitas y los sacerdotes en los tiempos de Eliasib, Joyadá, Johanán y Jadúa, fueron inscritos durante el reinado de Darío, rey de Persia. 23 Los jefes de familia de los descendientes de los levitas estaban escritos en el libro de registros hasta el tiempo de Johanán hijo de Eliasib. 24 Los jefes de los levitas eran: Jasabías, Serebías, Jesúa hijo de Cadmiel y sus hermanos quienes se ubicaban frente a ellos para alabar y dar gracias a Dios durante su turno respectivo tal como lo ordenó David, hombre de Dios.
25 Matanías, Bacbuquías, Abdías, Mesulán, Talmón y Acub eran porteros que vigilaban las bodegas cerca de las entradas. 26 Ellos servían en tiempos de Joaquim hijo de Jesúa y nieto de Josadac, y en tiempos del gobernador Nehemías y del maestro y sacerdote Esdras.
Inauguración de la muralla de Jerusalén
27 Cuando la muralla de Jerusalén fue inaugurada, llegaron a Jerusalén todos los levitas que vinieron de los pueblos donde vivían. Los levitas vinieron a celebrar cantando himnos de alabanza y agradecimiento a Dios, y tocando platillos, arpas y liras. 28 Los cantores también vinieron a Jerusalén de los pueblos cercanos, de las aldeas de Netofa, 29 de Guilgal, de Gueba y de Azmávet, puesto que ellos habían fundado aldeas en los alrededores de Jerusalén. 30 En una ceremonia, los sacerdotes y levitas se purificaron ellos mismos y purificaron a la gente, las entradas y la muralla de Jerusalén.
31 Entonces les dije a los jefes de Judá que subieran y se ubicaran en la parte alta de la muralla y organicé dos grandes coros para dar gracias a Dios. Uno se dirigió a la derecha de la muralla, hacia la puerta del Basurero. 32 Tras ellos iban Osaías y la mitad de los líderes de Judá. 33 También iban Azarías, Esdras, Mesulán, 34 Judá, Benjamín, Semaías y Jeremías. 35 Con ellos iban algunos sacerdotes con trompetas y Zacarías hijo de Jonatán, hijo de Semaías, hijo de Matanías, hijo de Micaías, hijo de Zacur, hijo de Asaf. 36 También iban sus parientes Semaías, Azarael, Milalay, Guilalay, May, Natanael, Judá y Jananí, quienes llevaban los instrumentos musicales de David, hombre de Dios. El maestro Esdras iba al frente de todos los que estaban allí para la inauguración de la muralla. 37 Fueron a la puerta de la Fuente y después subieron las escaleras que iban hacia la ciudad de Jerusalén. Pasaron por la Ciudad de David y se fueron hacia la puerta de las Aguas.
38 El segundo coro siguió hacia la izquierda. Yo iba con la otra mitad de la gente siguiendo al coro. Subimos por la muralla desde la torre de los Hornos hasta la gran muralla. 39 Luego pasamos por encima de la puerta de Efraín, la puerta de la Ciudad Antigua, la puerta de los Pescados, la torre de Jananel, y la torre de los Cien hasta la puerta de las Ovejas y nos detuvimos en la puerta de la Guardia. 40 Los dos coros se ubicaron en sus respectivos lugares en la casa de Dios. También yo busqué mi lugar, al igual que la mitad de los oficiales 41 y los sacerdotes Eliaquín, Maseías, Mijamín, Micaías, Elihoenay, Zacarías y Jananías, que llevaban sus trompetas. 42 Maseías Semaías, Eleazar, Uzi, Johanán, Malquías, Elam y Ezer también se ubicaron en sus lugares.
Los coros comenzaron a cantar dirigidos por Izraías. 43 Ese día los sacerdotes ofrecieron grandes sacrificios y estuvieron muy contentos porque Dios los había llenado de alegría. Hasta las mujeres y los niños celebraron. La celebración en Jerusalén se podía escuchar desde muy lejos.
44 Ese día se nombraron muchos hombres para que se encargaran de las bodegas donde se almacenaban las ofrendas. La gente traía sus primeros frutos y la décima parte de sus cosechas. Los que estaban a cargo guardaban todo en las bodegas. La gente estaba feliz por los sacerdotes y los levitas que prestaban sus servicios y por eso trajeron muchas cosas para almacenar en las bodegas. 45 Los sacerdotes y levitas ofrecieron su trabajo a Dios y hacían las ceremonias de purificación. Los cantores y los porteros hacían su trabajo tal como lo ordenaron David y su hijo Salomón. 46 En tiempos antiguos, en la época de David, Asaf era el líder de los cantores y tenía muchos cantos de alabanza y agradecimiento a Dios. 47 Así que en la época de Zorobabel y de Nehemías, la gente de Israel daba cada día porciones para los cantores y porteros. También separaban dinero para los otros levitas y los levitas separaban dinero para los descendientes de Aarón.
Últimas órdenes de Nehemías
13 Aquel día se leyó el libro de Moisés a la gente y encontraron en él una ley que decía que ningún amonita o moabita debía participar en las reuniones de adoración a Dios. 2 Esa ley se escribió porque esa gente no les había brindado a los israelitas pan ni agua y porque habían contratado a Balán para que hiciera una maldición en contra del pueblo de Israel. Pero nuestro Dios convirtió esa maldición en una bendición para nosotros. 3 Cuando escucharon esa ley, separaron de inmediato de Israel a todos los que se habían mezclado con extranjeros.
4 Pero antes de eso Eliasib, el sacerdote encargado de las bodegas del templo de nuestro Dios, como era pariente de Tobías 5 le había dado un cuarto grande que se usaba como bodega. Allí se guardaban las ofrendas de trigo, el incienso, los utensilios del templo y la décima parte del trigo, del vino y del aceite para los levitas, los cantores y los porteros. Allí también se guardaban los regalos para los sacerdotes. 6 Cuando sucedió todo esto, yo no estaba en Jerusalén porque en el año 32[v] del reinado de Artajerjes, rey de Babilonia, yo había regresado al servicio del rey. Después, le pedí permiso al rey para regresar a Jerusalén. 7 Así que regresé a Jerusalén y allí descubrí el mal que Eliasib había hecho dándole un cuarto a Tobías en el templo de nuestro Dios. 8 Me enojé mucho por eso y arrojé todas las cosas de Tobías a la calle. 9 Luego ordené que esos cuartos fueran purificados y puse de nuevo allí los utensilios del templo de Dios, junto con las ofrendas de trigo y el incienso.
10 También me enteré de que a los levitas no les estaban entregando las porciones que les correspondían y que por eso los levitas y los cantores habían regresado a trabajar en sus campos. 11 Reprendí a los funcionarios y les dije: «¿Por qué han descuidado el templo de Dios?» Luego reuní a todos los levitas y les dije que regresaran a trabajar en el templo. 12 Entonces todo el pueblo de Judá trajo la décima parte del trigo, del vino y del aceite a las bodegas del templo. 13 Luego encargué de las bodegas al sacerdote Selemías, al escriba Sadoc y a un levita llamado Pedaías. Nombré como ayudante a Janán, hijo de Zacur y nieto de Matanías. Sabía que podía confiar en ellos debido a su honestidad. Tenían la responsabilidad de entregar a sus hermanos las porciones que les correspondían.
14 Ten presente, Dios mío, todo lo que hice y no te olvides de las buenas obras que he hecho por el templo de mi Dios y por su servicio.
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