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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
Nueva Biblia Viva (NBV)
Version
Mateo 16:1-26:56

Le piden a Jesús una señal

16 Un día, los fariseos y los saduceos fueron a donde estaba Jesús a pedirle que demostrara, con alguna señal milagrosa en el cielo, que él había sido enviado por Dios.

―De veras me sorprende —les respondió Jesús—. Ustedes pueden leer en el cielo las predicciones del tiempo. Si el cielo se pone rojo hoy por la tarde saben que habrá buen tiempo mañana; y si por la mañana se pone rojo, saben que habrá tempestad. ¡Y sin embargo, no pueden leer las notorias señales de los tiempos! Esta generación perversa e incrédula pide que se le den señales en los cielos, pero no verá más señal que la de Jonás.

Y se fue de allí.

La levadura de los fariseos y de los saduceos

Al llegar al otro lado del lago, los discípulos se dieron cuenta de que se les había olvidado la comida. En aquel preciso instante Jesús les decía:

―¡Cuídense de la levadura de los fariseos y de los saduceos!

Los discípulos pensaron que les decía eso porque se les había olvidado llevar pan. Pero Jesús, que sabía lo que estaban pensando, les dijo:

―¡Qué hombres con tan poca fe! ¿Por qué se preocupan tanto por la comida? ¿Cuándo van a entender? ¿Ya se les olvidó que alimenté a cinco mil personas con cinco panes, y que sobraron varias cestas de comida? 10 ¿Y se les olvidó los cuatro mil que alimenté y las cestas de comida que sobraron? 11 ¿Cómo se les ocurre pensar que me estoy refiriendo a la comida? Lo que dije fue que se cuidaran de la “levadura” de los fariseos y de los saduceos.

12 Por fin entendieron que no se refería a la levadura del pan, sino a las enseñanzas falsas de los fariseos y de los saduceos.

La confesión de Pedro

13 Al llegar a Cesarea de Filipo, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy?».

14 ―Bueno —le respondieron—, algunos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que eres Elías; y otros, que eres Jeremías o alguno de los profetas.

15 ―¿Y quién creen ustedes que soy?

16 ―¡Tú eres el Cristo, el Mesías, el Hijo del Dios viviente! —respondió Simón Pedro.

17 ―Dios te ha bendecido, Simón, hijo de Jonás —le dijo Jesús—, porque esto no lo aprendiste de labios humanos. ¡Mi Padre celestial te lo reveló personalmente! 18 Tú eres Pedro,[a] y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y los poderes del infierno no prevalecerán contra ella. 19 Te daré las llaves del reino de los cielos: la puerta que cierres en la tierra se cerrará en el cielo; y la puerta que abras en la tierra se abrirá en el cielo.

20 A continuación les suplicó que no le dijeran a nadie que él era el Mesías.

Jesús predice su muerte

21 Desde entonces empezó a explicarles claramente que era imprescindible que fuera a Jerusalén, que allí sufriría mucho en manos de los dirigentes judíos; y que, aunque al fin lo matarían, a los tres días resucitaría.

22 Pedro, inquieto, lo llamó aparte y lo reprendió:

―¡Dios guarde, Señor! —le dijo—. ¡A ti no te puede pasar eso que dices!

23 ―¡Apártate de mí, Satanás! —dijo Jesús mirando a Pedro—. ¡Me eres un estorbo! ¡Estás mirando las cosas desde el punto de vista humano y no del divino!

24 Y dijo luego a los discípulos:

―Si alguien desea seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. 25 Porque el que trate de vivir para sí, perderá la vida; pero el que pierda la vida por mi causa, la hallará. 26 ¿De qué les sirve ganarse el mundo entero y perder la vida eterna? ¿Habrá algún valor terrenal que compense la pérdida del alma? 27 Yo, el Hijo del hombre, vendré con los ángeles en la gloria de mi Padre y juzgaré a cada persona según sus obras. 28 Y algunos de los que están aquí ahora mismo no morirán sin verme venir en mi reino.

La transfiguración

17 Seis días después, Jesús, con Pedro, y Jacobo y Juan (que eran hermanos), subió a la cima de un elevado monte para estar a solas. Allí Jesús se transfiguró delante de los discípulos. Su rostro se volvió brillante como el sol, y su ropa blanca como la luz. De pronto, Moisés y Elías aparecieron y se pusieron a hablar con él. Pedro, atónito, balbució:

―Señor, ¡qué bueno que nos pudiéramos quedar aquí! Si quieres, podemos hacer tres enramadas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

Pero mientras hablaba, una nube resplandeciente los cubrió y una voz dijo desde la nube:

«Este es mi Hijo amado; en él me complazco. Obedézcanlo».

Los discípulos se postraron en tierra temblando de miedo. Jesús se les acercó y los tocó.

―Levántense —les dijo—. No tengan miedo.

Y al levantar la mirada, encontraron a Jesús solo.

Al descender de la montaña, Jesús les ordenó que no le dijeran a nadie lo que habían visto, hasta que él se levantara de entre los muertos. 10 Los discípulos le preguntaron:

―¿Por qué los maestros de religión insisten en que Elías regresará antes que aparezca el Mesías?

11 ―Ellos tienen razón —les respondió Jesús—. Elías tiene que venir a poner las cosas en orden. 12 Y, en efecto, ya vino, pero en vez de reconocerlo, lo trataron con la misma crueldad con que me tratarán a mí, que soy el Hijo del hombre.

13 Los discípulos comprendieron que se refería a Juan el Bautista.

Jesús sana a un muchacho endemoniado

14 Cuando llegaron al valle, la gente los esperaba; y un hombre corrió y se puso de rodillas ante Jesús.

15 ―Señor —dijo—, ten misericordia de mi hijo, que está enfermo de la mente y padece muchísimo. Muchas veces se cae en el fuego o en el agua, con peligro de su vida. 16 Lo traje a tus discípulos; pero no pudieron curarlo.

17 ―¡Oh generación incrédula y perversa! —dijo Jesús—. ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? ¡Tráiganme al muchacho!

18 Jesús reprendió al demonio que estaba en el muchacho, y el demonio salió. Desde aquel instante el muchacho quedó bien.

19 Más tarde, los discípulos le preguntaron en privado a Jesús:

―¿Por qué no pudimos echar fuera aquel demonio?

20 ―Porque tienen muy poca fe —les respondió Jesús—. Si tuvieran siquiera una fe tan pequeña como un grano de mostaza, podrían decirle a aquella montaña que se quitara de en medio y se quitaría. Nada les sería imposible. 21 Pero este tipo de demonio no sale a menos que uno haya orado y ayunado.

22 Un día, estando aún en Galilea, les dijo:

«Alguien me va a traicionar y me va a entregar a los que quieren matarme, 23 pero al tercer día resucitaré».

Los discípulos se estremecieron de tristeza y temor.

El impuesto del templo

24 Al llegar a Capernaúm, los cobradores de impuestos del templo le preguntaron a Pedro:

―Tu Maestro, ¿paga impuestos?

25 ―¡Claro que los paga! —les respondió Pedro—, e inmediatamente entró a la casa a hablarle a Jesús sobre el asunto.

No había pronunciado todavía la primera palabra, cuando Jesús le preguntó: —¿A quién crees tú, Pedro, que cobran tributos los reyes de la tierra? ¿A sus súbditos o a los extranjeros?

26 ―A los extranjeros, claro —respondió Pedro.

27 ―Entonces, los suyos quedan exentos, ¿verdad? —añadió Jesús—. Sin embargo, para que no se ofendan, vete al lago y echa el anzuelo, pues en la boca del primer pez que saques hallarás una moneda que alcanzará para tus impuestos y los míos.

El más importante en el reino de los cielos

18 En aquella ocasión, los discípulos le preguntaron a Jesús cuál de ellos ocuparía el cargo más importante en el reino de los cielos.

Jesús llamó a un niño de los que andaban por allí y lo sentó en medio de ellos. Entonces les dijo:

«Si no se vuelven a Dios, arrepentidos de sus pecados y con sencillez de niños, no podrán entrar en el reino de los cielos. En otras palabras, el que esté libre de altivez como este niño tendrá un puesto importante en el reino de los cielos. El que reciba en mi nombre a una persona así, a mí me recibe. Pero al que haga que uno de mis creyentes humildes pierda la fe, mejor le sería que le ataran una roca al cuello y lo arrojaran al mar. ¡Ay del mundo y sus maldades! La tentación es, ciertamente, inevitable, pero ¡ay de la persona que tienta! Por lo tanto, si tu mano o tu pie te hace pecar, córtatelo y échalo de ti, porque es mejor entrar al reino de los cielos mutilado que ir a parar al infierno con las dos manos y los dos pies. Y si tu ojo te hace pecar, sácatelo y échalo a la basura. Mejor te es entrar tuerto al reino de los cielos que ir al infierno con los dos ojos.

Parábola de la oveja perdida

10 »Nunca menosprecien al creyente humilde, porque su ángel tiene en el cielo constante acceso al Padre. 11 Además, yo, el Hijo del hombre, vine a salvar a los perdidos. 12 Si un hombre tiene cien ovejas y una se le extravía, ¿qué hará? ¿No deja las noventa y nueve sanas y salvas y se va a las montañas a buscar la perdida? 13 Ah, ¡y si la encuentra, se regocija más por aquélla que por las noventa y nueve que dejó en el corral! 14 Asimismo, mi Padre no quiere que ninguno de estos pequeños se pierda.

El hermano que peca contra ti

15 »Si un hermano te hace algo malo, llámalo y dile en privado cuál ha sido su falta. Si te escucha y la reconoce, habrás recuperado a un hermano. 16 Pero si no, consíguete una o dos personas que vayan contigo a hablarle y te sirvan de testigos. 17 Si se niega a escucharte, presenta el caso a la iglesia, y si esta se pronuncia a tu favor y tu hermano no acepta la recomendación de la iglesia, entonces la iglesia debe expulsarlo. 18 Les aseguro que cuanto aten en la tierra quedará atado en el cielo, y que lo que suelten en la tierra quedará suelto en el cielo. 19 También quiero decirles que si dos de ustedes se ponen de acuerdo aquí en la tierra acerca de algo que quieran pedir en oración, mi Padre que está en los cielos se lo concederá, 20 porque dondequiera que estén dos o tres reunidos en mi nombre, allí estaré yo».

Parábola del siervo despiadado

21 Pedro se le acercó y le preguntó:

―Señor, ¿cuántas veces debo perdonar a un hermano que haga algo malo contra mí? ¿Debo perdonarlo siete veces?

22 ―¡No! —respondió Jesús—, ¡perdónalo hasta setenta veces siete si es necesario!

23 »El reino de los cielos puede compararse a un rey que decidió arreglar cuentas con sus súbditos. 24 En el proceso, le trajeron a uno que le debía cien millones de pesos. 25 Como no podía pagarle, el rey ordenó que lo vendieran como esclavo, y también a su esposa, a sus hijos y sus posesiones. 26 Al oírlo, el hombre cayó de rodillas delante del rey y le suplicó: “Señor, por favor, ten paciencia conmigo y te lo pagaré todo”. 27 El rey, conmovido, lo soltó y le perdonó la deuda.

28 »Pero cuando aquel mismo hombre salió de allí, fue adonde estaba alguien que le debía veinte mil pesos y, agarrándolo por el cuello, exigió pago inmediato. 29 También este hombre cayó de rodillas delante de él y le suplicó: “Ten paciencia y te lo pagaré todo”. 30 Pero su acreedor no quiso conceder ninguna prórroga, y lo hizo arrestar y meter a la cárcel hasta que la deuda quedara completamente saldada. 31 Los amigos del encarcelado, entristecidos, acudieron al rey y le contaron lo sucedido. 32 El rey, sin pérdida de tiempo, mandó llamar al hombre al que había perdonado. “¡Malvado! ¡Perverso!”, le dijo. “¡Así que yo te perdoné aquella inmensa deuda porque me lo pediste, 33 y tú no pudiste tener misericordia del otro como yo la tuve de ti?”. 34 Tan enojado estaba el rey que lo envió a las cámaras de tortura hasta que pagara el último centavo.

35 »Así hará mi Padre celestial al que se niegue a perdonar a algún hermano».

El divorcio

19 Tras pronunciar estas palabras, salió Jesús de Galilea y llegó a la región de Judea que está al este del Jordán. Multitudes lo seguían, y Jesús sanaba a los enfermos.

Varios fariseos, en una entrevista, trataron de hacerlo caer en la trampa de decir algo que luego ellos pudieran utilizar contra él.

―¿Apruebas el divorcio? —le preguntaron.

―Y ustedes, ¿no leen las Escrituras? —les respondió—. En ellas está escrito que al principio Dios creó al hombre y a la mujer, y que el hombre debe abandonar al padre y a la madre para unirse a su esposa. Los dos serán uno, no dos. Y ningún hombre debe separar lo que Dios juntó.

―Entonces, ¿por qué dice Moisés que uno puede romper los lazos matrimoniales con su esposa siempre y cuando le dé una carta de divorcio? —le preguntaron.

Y él les replicó: —Moisés se vio obligado a reglamentar el divorcio por la dureza y la perversidad de su pueblo, pero Dios nunca ha querido que sea así. Es más: les digo que si alguno se divorcia de su esposa, a no ser en los casos en que esta le haya sido infiel, comete adulterio si se casa con otra. Y el que se casa con la divorciada, también comete adulterio.

10 Entonces los discípulos le dijeron:

―Si eso es así, ¡mejor sería no casarse!

11 Jesús les respondió: —Esto sólo lo pueden entender aquellos a quienes Dios ha ayudado a entenderlo. 12 Hay personas que no se casan porque nacieron incapacitados para el matrimonio; otros no lo hacen porque los hombres los incapacitaron; y aun otros, porque no desean hacerlo por amor al reino de los cielos. El que pueda aceptar esto último, que lo acepte.

Jesús y los niños

13 Le llevaron entonces varios niños para que les pusiera las manos encima y orara por ellos. Pero los discípulos reprendieron a los que los traían.

―No molesten al Maestro —les dijeron.

14 ―No, no —intervino Jesús—. No impidan que los niños vengan a mí, porque de ellos es el reino de los cielos.

15 Entonces les puso las manos encima a los niños y los bendijo. Luego se fue de allí.

El joven rico

16 Cierto día, alguien le preguntó:

―Buen Maestro, ¿qué bien haré para obtener la vida eterna?

17 ―¿Por qué me llamas bueno? —le contestó Jesús—. El único bueno es Dios. Pero déjame contestarte: Si quieres obtener la vida, guarda los mandamientos.

18 ―¿Cuáles?

Jesús le dijo:

―“No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no mentirás; 19 honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo con la misma sinceridad con que te amas a ti mismo”.

20 ―Yo siempre he obedecido esos mandamientos —respondió el joven—. ¿Qué más tengo que hacer?

21 ―Si quieres ser perfecto —le dijo Jesús—, ve, vende todo lo que tienes y dales el dinero a los pobres. De esta manera tendrás tesoros en el cielo. Y cuando lo hayas hecho, ven y sígueme.

22 Cuando el joven oyó esto, se fue muy triste porque era extremadamente rico.

23 ―A un rico le es muy difícil entrar al reino de los cielos —comentó luego Jesús con sus discípulos—. 24 Le es más fácil a un camello entrar por el ojo de una aguja que a un rico entrar al reino de Dios.

25 ―¿Y entonces, quién puede salvarse? —preguntaron los discípulos algo turbados.

26 Jesús los miró fijamente y les dijo:

―Humanamente hablando, nadie. Pero para Dios no hay imposibles.

27 ―Nosotros lo abandonamos todo por seguirte —dijo Pedro—. ¿Qué obtendremos en cambio?

28 Y Jesús le respondió:

―Cuando yo, el Hijo del hombre, me siente en mi trono de gloria, ustedes, mis discípulos, se sentarán en doce tronos a juzgar a las doce tribus de Israel. 29 Y cualquiera que haya dejado hogar, hermanos, hermanas, padre, madre, esposa, hijos, tierras, por seguirme, recibirá cien veces lo que haya dejado, aparte de recibir la vida eterna. 30 Pero muchos de los que ahora se creen importantes no lo serán entonces. Y muchos de los que ahora se consideran poco importantes serán los importantes entonces.

Parábola de los viñadores

20 »El reino de los cielos es también semejante al dueño de una finca que sale por la mañana a contratar obreros para recoger la cosecha. Conviene con ellos en pagarles un denario al día, que es el salario normal, y los pone a trabajar. Un par de horas más tarde, al pasar por la plaza y ver a varios hombres que andan en busca de trabajo, los envía al campo con la promesa de que les pagará lo que sea justo al final de la jornada.

»Al mediodía y a las tres de la tarde hace lo mismo.

»A las cinco de la tarde se encuentra en el pueblo a otros desocupados y les pregunta: “¿Por qué no están trabajando?”. “Porque nadie nos ha contratado”, le responden. “Pues váyanse a trabajar a mi finca, y les pagaré lo que sea justo”.

»Por la noche, el pagador fue llamando a cada uno de los obreros para pagarles, comenzando por los últimos que habían contratado. A los que llegaron a las cinco les pagó un denario. 10 Los que habían llegado primero, al ver lo que recibieron los que llegaron de último, pensaron que a ellos se les pagaría mucho más. Pero se les pagó también un denario.

11 »Claro, inmediatamente uno de ellos protestó ante el dueño: 12 “Esa gente trabajó sólo una hora y le están pagando lo mismo que a nosotros que trabajamos de sol a sol”.

13 »“Amigo”, le contestó el dueño, “¿no quedamos en que se te iba a pagar un denario al día? 14-15 Pues tómalo y vete. Y porque quiero pagarle a todos los trabajadores lo mismo, ¡no me vengas ahora con que es injusto que yo haga con mi dinero lo que me plazca! Por tanto, no tienes razón para enojarte”.

16 »Así, pues, los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros».

Jesús predice de nuevo su muerte

17 Camino de Jerusalén, Jesús tomó a los doce discípulos aparte 18 y les habló de lo que le sucedería cuando llegaran a la capital.

«Seré entregado a los principales sacerdotes y escribas, y me condenarán a muerte. 19 Luego me entregarán a los romanos, para que se burlen de mí y me crucifiquen. Pero al tercer día resucitaré».

La petición de una madre

20 En eso se le acercó la esposa de Zebedeo, junto con sus dos hijos, Jacobo y Juan, y se arrodilló ante él.

21 ―¿Qué quieres? —le preguntó Jesús.

―Quiero que cuando establezcas tu reino, mis dos hijos se sienten junto a ti en el trono, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda.

22 Pero Jesús le dijo:

―¡No sabes lo que estás pidiendo!

Y volviéndose a Jacobo y a Juan, les dijo:

―¿Se creen ustedes capaces de beber del terrible vaso del que yo tengo que beber? ¿Y de resistir el bautismo con que voy a ser bautizado?

―Sí —respondieron—. Podemos.

23 ―Pues a la verdad van a beber de mi vaso —les contestó Jesús— y van a bautizarse con mi bautismo, pero no tengo el derecho de decir quiénes se sentarán junto a mí. Mi Padre es el que lo determina.

24 Los otros diez discípulos se enojaron al enterarse de lo que Jacobo y Juan habían pedido, 25 pero Jesús los llamó y les dijo:

―En las naciones paganas, los reyes, los tiranos o cualquier funcionario está por encima de sus súbditos. 26 Pero entre ustedes será completamente diferente. El que quiera ser grande debe servir a los demás; 27 y el que quiera ocupar el primer lugar en la lista de honor debe ser esclavo de los demás. 28 Recuerden que yo, el Hijo del hombre, no vine para que me sirvan, sino para servir y dar mi vida en rescate de muchos.

Dos ciegos reciben la vista

29 Al salir de Jericó, los seguía un inmenso gentío. 30 Y dos ciegos que estaban sentados junto al camino, al escuchar que Jesús iba a pasar por allí, se pusieron a gritar:

―¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!

31 La gente los mandó callar, pero ellos gritaron todavía con más fuerza. 32 Cuando Jesús pasó junto a donde estaban, les preguntó:

―¿En qué puedo servirles?

33 ―Señor —le dijeron—, ¡queremos ver!

34 Jesús, compadecido, les tocó los ojos. Al instante pudieron ver; y siguieron a Jesús.

La entrada triunfal

21 Ya cerca de Jerusalén, en el pueblo de Betfagué, junto al monte de los Olivos, Jesús envió a dos de los discípulos al pueblo cercano.

A la entrada del pueblo les dijo: «Hallarán una burra atada y junto a ella un burrito. Desátenlos y me los traen. Si alguien les pregunta algo, díganle que el Maestro los necesita y que luego se los devolverá».

Así se cumplió la antigua profecía:

«Díganle a Jerusalén: “Tu Rey vendrá a ti sentado humildemente sobre un burrito”».

Los dos discípulos obedecieron, y poco después regresaron con los animales. Pusieron luego sus mantos encima del burrito para que Jesús se montara. Cuando Jesús pasaba, algunos de entre el gentío tendían sus mantos a lo largo del camino, otros cortaban ramas de los árboles y las tendían delante de él. Y delante y detrás del cortejo, el pueblo lo aclamaba:

―¡Viva el Hijo del rey David! ¡Alábenlo! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Gloria a Dios!

10 Cuando entraron a Jerusalén, toda la ciudad se conmovió.

―¿Quién será este? —preguntaban.

11 ―Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea.

Jesús en el templo

12 Jesús se dirigió al templo y echó fuera a los que allí vendían y compraban, y volcó las mesas de los que cambiaban dinero y las sillas de los que vendían palomas. Y dijo:

13 ―Las Escrituras afirman que el templo de Dios es casa de oración, pero ustedes lo han convertido en cueva de ladrones.

14 Entonces se le acercaron los ciegos y los cojos y los sanó allí mismo en el templo. 15 Los principales sacerdotes y los demás jefes judíos vieron aquellos sorprendentes milagros; y cuando escucharon a los niños que gritaban en el templo: «¡Viva el Hijo de David!», se perturbaron y se llenaron de indignación. Entonces le dijeron a Jesús:

16 ―¿No oyes lo que están diciendo esos niños?

―Sí —respondió Jesús—. ¿No dicen acaso las Escrituras que “aun los recién nacidos lo adoran”?

17 Después de esto regresó a Betania, donde pasó la noche.

Se seca la higuera

18 Cuando regresaba a Jerusalén a la mañana siguiente, tuvo hambre. 19 Se acercó a una higuera del camino con la esperanza de encontrar en ella higos, ¡pero sólo encontró hojas!

―¡Nunca jamás produzcas fruto! —le dijo.

Y la higuera se secó. 20 Al verlo, los discípulos se preguntaron llenos de asombro:

―¿Cómo es que la higuera se secó tan pronto?

21 Y Jesús les respondió:

―Pues les repito que si tienen fe y no dudan, podrán hacer cosas como esta y muchas más. Hasta podrán decirle al Monte de los Olivos que se quite y se arroje al mar, y los obedecerá. 22 Cualquier cosa que pidan en oración la recibirán, si de veras creen.

La autoridad de Jesús puesta en duda

23 Ya de regreso en el templo, y mientras enseñaba, los principales sacerdotes y otros jefes judíos se le acercaron a exigirle que les explicara por qué había echado del templo a los mercaderes y quién le había dado autoridad para hacerlo.

24 ―Lo explicaré si ustedes me contestan primero esta pregunta —les respondió Jesús—. 25 ¿Quién envió a Juan a bautizar? ¿Fue Dios o no?

Como era una pregunta difícil de contestar, se pusieron a discutirla entre ellos en voz baja:

―Si decimos que Dios lo envió, nos preguntará por qué no creímos en él. 26 Y si decimos que no fue Dios el que lo envió, el pueblo se enojará, porque casi todo el mundo cree que Juan era profeta.

27 Por fin le respondieron:

―La verdad es que no sabemos.

Y Jesús les dijo:

―Pues yo tampoco les voy a decir quién me dio autoridad para hacer estas cosas.

Parábola de los dos hijos

28 »Pero, ¿qué les parece? Un padre que tenía dos hijos le dijo al mayor: “Hijo, ve a trabajar hoy a la finca”. 29 Y el hijo le respondió: “Lo siento; no tengo deseos de trabajar hoy en la finca”. Pero luego, arrepentido, fue. 30 Cuando el padre le pidió al menor que fuera, este le respondió: “¡Con mucho gusto! ¡Ahora mismo voy!”. Pero no fue. Díganme: 31 ¿Cuál de los dos obedeció a su padre?

―El primero, por supuesto —le respondieron los principales sacerdotes y los jefes judíos.

―Pues los despreciados cobradores de impuestos y las prostitutas llegarán al reino de Dios antes que ustedes, 32 puesto que Juan el Bautista les dijo que se arrepintieran y se volvieran a Dios, y ustedes no le hicieron caso. Los cobradores de impuestos y las prostitutas, en cambio, sí que creyeron el mensaje de Juan. Y aun viendo que esto sucedía así, ustedes se negaron a arrepentirse y a creer en él.

Parábola de los labradores malvados

33 Entonces les contó la siguiente parábola:

«Cierto hombre plantó una viña, la cercó, construyó una torre de vigilancia, y la arrendó a varios labradores. Según el contrato, estos habrían de compartir con el dueño el producto de la viña. El dueño se fue a otra región. 34 Cuando se acercó el tiempo de la cosecha, envió a empleados suyos a recoger lo que le correspondía. 35 Pero los labradores los atacaron: a uno lo golpearon, a otro lo mataron y a otro lo apedrearon. 36 Entonces el dueño envió un grupo mayor de hombres a cobrar, pero estos corrieron la misma suerte. 37 Por último, envió a su hijo con la esperanza de que lo respetarían por ser quien era. 38 Pero cuando los labradores vieron que se acercaba, se dijeron: “Este no es nada menos que el heredero. Matémoslo y así nos quedaremos con la herencia”. 39 Y, en efecto, lo sacaron de la viña y lo mataron.

40 »¿Qué creen ustedes que hará el dueño cuando regrese?».

41 Los dirigentes judíos respondieron:

―Pues matará sin misericordia a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores que le paguen lo convenido.

42 Entonces Jesús les preguntó:

―¿Han leído alguna vez en las Escrituras aquello que dice: “La piedra que rechazaron los constructores ha sido puesta como piedra principal. ¡Qué interesante! El Señor lo hizo y es maravilloso”? 43 Con esto quiero decirles que a ustedes Dios les va a quitar el reino de los cielos, y se lo dará a gentes que den los frutos que él espera. 44 El que tropiece con la Roca de la verdad se hará pedazos; y al que la piedra le caiga encima quedará pulverizado.

45 Al darse cuenta los principales sacerdotes y los demás jefes judíos que Jesús se refería a ellos, que ellos eran los labradores de la parábola, 46 sintieron deseos de apresarlo, pero no se atrevieron porque el pueblo tenía a Jesús por profeta.

Parábola del banquete de bodas

22 Jesús les relató otras parábolas que describían el reino de los cielos:

«El reino de los cielos puede ilustrarse con el cuento de un rey que preparó un gran banquete en celebración de la boda de su hijo. Envió muchísimas invitaciones, y cuando el banquete estuvo listo, mandó un mensajero a notificar a los convidados que ya podían ir. ¡Pero nadie fue! Envió a otros siervos a decirles que fueran pronto, que no se demoraran, que ya los asados estaban listos. Algunos de los invitados se rieron de los mensajeros y se fueron a sus labranzas o negocios; y los otros tomaron a los mensajeros y, tras golpearlos y afrentarlos, los mataron. El rey, enojado, ordenó al ejército que acabara con aquellos asesinos y quemara la ciudad. Entonces dijo: “El banquete está listo, pero los que estaban invitados han mostrado que no eran dignos de la invitación. Por eso, vayan ahora por las esquinas e inviten a todo el mundo”.

10 »Los siervos obedecieron y trajeron a cuantos hallaron, lo mismo malos que buenos. Las mesas se llenaron de invitados. 11 Pero cuando el rey fue a ver a los convidados, vio que uno no traía puesto el vestido de boda que había comprado para los invitados. 12 “Amigo mío”, le dijo, “¿cómo entraste sin el vestido de boda?”. Como no le respondió, 13 el rey ordenó: “Átenlo de pies y manos y échenlo en las tinieblas de afuera. ¡Allí será el llorar y el crujir de dientes! 14 Porque muchos son los llamados, pero pocos los escogidos”».

El pago del impuesto al César

15 Los fariseos se reunieron para tramar la manera de enredar a Jesús en sus propias palabras y hacerle decir algo que lo comprometiera. 16 Decidieron enviar a algunos de sus hombres, juntamente con algunos herodianos,[b] a formularle algunas preguntas.

―Señor —le dijeron—, sabemos que amas la verdad y que la enseñas sin miedo a las consecuencias. 17 Dinos, ¿debe uno pagar impuestos al gobierno romano?

18-19 Jesús, que sabía lo que se traían entre manos, les dijo:

―¡Hipócritas! ¿A quién se creen que están tratando de engañar con preguntas como esas? Enséñenme una moneda.

Y ellos le mostraron una moneda romana de plata.

20 ―¿De quién dice ahí que es esa imagen? —les preguntó.

21 ―Del César —respondieron.

―Pues denle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

22 Sorprendidos y avergonzados, se fueron.

El matrimonio en la resurrección

23 Aquel mismo día, algunos de los saduceos (que eran los que no creían en la resurrección de los muertos), le preguntaron:

24 ―Señor, Moisés dijo que si un hombre muere sin tener hijos, uno de sus hermanos debe casarse con la viuda para que ella tenga hijos que reciban la herencia familiar del muerto. 25-26 Pues bien, hubo una vez una familia de siete hermanos. El primero de estos se casó y murió sin tener hijos, por lo cual la viuda se casó con el segundo hermano. Aquel hermano también murió sin tener hijos, y la esposa se casó con el siguiente hermano. El caso se fue repitiendo de manera tal que aquella señora fue esposa de los siete hermanos. 27-28 Pero a la mujer le llegó también la hora de morir. Dinos, ¿de cuál de los hermanos será esposa cuando resuciten? ¡En vida lo fue de los siete!

29 ―Pues ustedes se equivocan por ignorar las Escrituras y el poder de Dios —les dijo Jesús—. 30 En la resurrección no habrá matrimonios, porque todos serán como los ángeles del cielo. 31 Y en cuanto a la resurrección de los muertos, ¿no se han fijado que las Escrituras dicen: 32 “Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob”? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos.

33 El gentío se quedó boquiabierto ante aquella respuesta.

El mandamiento más importante

34 Los fariseos no se dejaron amedrentar por la derrota de los saduceos 35 y se les ocurrió una nueva idea. Uno de ellos, abogado, preguntó a Jesús:

36 ―Señor, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley de Moisés?

37 Jesús respondió:

―“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”. 38 Este es el primero y el más importante de los mandamientos. 39 El segundo es similar: “Amarás a tu prójimo con el mismo amor con que te amas a ti mismo”. 40 Los demás mandamientos y demandas de los profetas se resumen en estos dos mandamientos que he mencionado. El que los cumpla estará cumpliendo todos los demás.

¿De quién es hijo el Cristo?

41 Aprovechando la ocasión de estar rodeado de fariseos, Jesús les preguntó:

42 ―¿Qué opinan ustedes del Mesías? ¿De quién es hijo?

―De David —le respondieron.

43 ―Entonces, ¿por qué David, inspirado por el Espíritu Santo, lo llama “Señor”? Porque fue David quien afirmó:

44 »“Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha hasta que haya puesto a tus enemigos bajo tus pies”.

45 »¿Creen ustedes que David habría llamado “Señor” a su hijo?

46 ―No —le respondieron—. Y desde entonces nadie se atrevió a preguntarle nada.

Jesús denuncia a los fariseos y a los maestros de la ley

23 Entonces Jesús, dirigiéndose al gentío y a sus discípulos, dijo:

«¡Cualquiera que ve a estos escribas y fariseos creando leyes se creerá que son “Moisés en persona”! Claro, obedézcanlos. ¡Hagan lo que dicen, pero no se les ocurra hacer lo que ellos hacen! Porque ellos mismos no hacen lo que dicen que se debe hacer. Recargan a la gente de mandamientos que ni ellos mismos intentan cumplir.

»¡Y luego se dedican a hacer obras de caridad para que los demás los vean! Para aparentar santidad, se ponen en la frente y en los brazos porciones de las Escrituras escritas en las tiras de pergamino o piel más anchas que puedan encontrar, y procuran que los flecos de sus mantos sean más largos que los de los demás. ¡Ah, y les encanta ir a los banquetes y sentarse a las cabeceras de las mesas, e ir a la sinagoga y sentarse en las primeras sillas! Y cuando andan por las calles, les gusta que les digan: “¡Rabí, rabí!”. No dejen que nadie los llame así. Sólo el Cristo es Rabí[c] y todos los hombres están en el mismo nivel de hermanos. Y no llamen a nadie en la tierra “padre”, porque el único digno de ese título es Dios, que está en los cielos. 10 No se dejen llamar “maestro”, porque sólo hay un Maestro: el Mesías. 11 Mientras más humildemente sirvamos a los demás, más grandes seremos. Para ser grande hay que servir a los demás, 12 pues los que se creen grandes serán humillados; y los que se humillan serán enaltecidos.

13 »¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, porque ni entran al reino de los cielos ni dejan entrar a nadie! 14 ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, que por un lado hacen oraciones larguísimas en las calles y por el otro les roban las casas a las viudas! ¡Hipócritas! 15 ¡Ay de ustedes, hipócritas!, porque recorren el mundo en busca de conversos, y una vez que los encuentran los hacen dos veces más hijos del infierno que ustedes mismos. 16-17 ¡Guías ciegos, ay de ustedes!, porque dicen que no importa que se jure en vano por el templo de Dios, pero si alguien jura en vano por el oro del templo, lo condenan. ¡Ciegos insensatos! ¿Qué es más importante, el oro o el templo que santifica el oro? 18 Y dicen que se puede jurar en vano por el altar, pero si se jura en vano por lo que está sobre el altar, lo condenan. 19 ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda que se pone sobre el altar o el altar que santifica la ofrenda? 20 El que jura por el altar está jurando también por lo que está sobre él; 21 y el que jura por el templo está jurando por el templo y por Dios que habita en él. 22 Y cuando se jura por el cielo se está jurando por el trono de Dios y por Dios mismo.

23 »¡Ay de ustedes, fariseos y escribas hipócritas! Porque diezman hasta la última hojilla de menta del jardín y se olvidan de lo más importante, que es hacer justicia y tener misericordia y fe. Sí, hay que diezmar, pero no se puede dejar a un lado lo que es aun más importante.

24 »¡Guías ciegos, que cuelan el mosquito y se tragan el camello! 25 ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas!, porque limpian cuidadosamente el exterior del vaso y dejan el interior lleno de robo e injusticia. 26 Fariseos ciegos, limpien primero el interior del vaso, para que esté limpio por dentro y por fuera. 27 ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas, pues son como sepulcros blanqueados: hermosos por fuera, pero dentro están llenos de huesos de muertos y podredumbre! 28 Así también son ustedes: por fuera se ven santos, pero bajo la apariencia de piedad hay un corazón manchado de hipocresía y pecado.

29 »¡Ay de ustedes, escribas y fariseos hipócritas!, porque levantan monumentos a los profetas que los padres de ustedes mataron, y adornan las tumbas de los justos que destruyeron, 30 y al hacerlo dicen: “¡Nosotros no los habríamos matado!”. 31 ¿No se dan cuenta de que se están tildando de hijos de asesinos? 32 ¡Acaben de imitarlos! ¡Pónganse a la altura de ellos! 33 ¡Serpientes, crías de víboras! ¿Cómo van a escapar de la condenación del infierno?

34 »Yo les enviaré profetas, hombres llenos del Espíritu y escritores inspirados, pero a algunos los crucificarán, a otros les destrozarán las espaldas a latigazos en las sinagogas, y a los demás los perseguirán de ciudad en ciudad. 35 Así caerá sobre ustedes la culpa de la sangre de los justos asesinados, desde Abel hasta Zacarías, el hijo de Berequías, que ustedes mataron entre el altar y el santuario. 36 ¡Los juicios acumulados a través de los siglos caerán sobre esta generación!

37 »¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los enviados de Dios! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos como la gallina junta a sus polluelos debajo de sus alas, pero no quisiste! 38 De ahora en adelante tu casa quedará abandonada, 39 porque te aseguro que no me volverás a ver hasta que digas: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”».

Señales del fin del mundo

24 Mientras salían, sus discípulos le suplicaron que los acompañara a recorrer los edificios del templo. Y él les dijo:

―¿Ven esos edificios? ¡Todos serán destruidos y no quedará ni una piedra sobre otra!

Una vez sentados en las laderas del monte de los Olivos, los discípulos le preguntaron:

―¿Qué acontecimientos indicarán la cercanía de tu regreso y el fin del mundo?

―No dejen que nadie los engañe —les contestó Jesús—: Muchos vendrán diciendo que son el Mesías y engañarán a un gran número. Cuando oigan rumores de guerras, no crean que ya estarán señalando mi retorno; habrá rumores y habrá guerra, pero todavía no será él fin. Las naciones y los reinos de la tierra pelearán entre sí, y habrá hambrunas y terremotos en diferentes lugares. Pero esto será sólo el principio de los horrores que vendrán. Entonces a ustedes los torturarán, los matarán, los odiarán en todo el mundo por causa de mí, 10 y muchos de ustedes volverán a caer en pecado y traicionarán y aborrecerán a los demás. 11 Muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchas personas. 12 Habrá tanto pecado y maldad, que el amor de muchos se enfriará. 13 Pero los que se mantengan firmes hasta el fin serán salvos. 14 Las buenas nuevas del reino serán proclamadas en todo el mundo, para que todas las naciones las oigan. Y sólo entonces vendrá el fin.

15 »Por lo tanto, cuando vean que aparece en el Lugar Santo la desoladora impureza de que habla el profeta Daniel[d] (¡preste atención el lector!), 16 el que esté en Judea, que huya a los montes. 17 El que esté en la azotea, que no baje a hacer las maletas, 18 y el que esté en el campo, que no regrese a buscar la capa. 19 ¡Ay de las mujeres que estén encinta o que tengan niños de pecho en aquellos días! 20 Oren para que la huida no sea en invierno ni en el día de reposo, 21 porque como la persecución que entonces se desatará no se habrá desatado ninguna en la historia, ni se desatará después. 22 Si aquellos días no fueran acortados, la humanidad entera perecería; pero serán acortados por el bien de los escogidos de Dios.

23 »Si en aquellos días alguien les dice que el Mesías está en ese lugar o en el otro, o que apareció aquí o allá o en la ciudad de más allá, no lo crean. 24 Porque se levantarán falsos cristos y falsos profetas que realizarán milagros extraordinarios con los cuales tratarán de engañar aun a los escogidos de Dios. 25 Por lo tanto, repito: 26 Si alguien les dice que el Mesías ha regresado y está en el desierto, no se les ocurra ir a verlo. Y si les dicen que está escondido en cierto lugar, no lo crean, 27 porque mi venida será tan visible como un relámpago que cruza el cielo de este a oeste. 28 Y los buitres se juntarán donde esté el cuerpo muerto.

29 »Una vez que la persecución de aquellos días haya cesado, “el sol se oscurecerá, la luna no dará su luz, y las estrellas del cielo y los poderes que están sobre la tierra se conmoverán”. 30 Entonces aparecerá en el cielo la señal de mi venida, y el mundo entero se ahogará en llanto al verme llegar en las nubes del cielo con poder y gran gloria. 31 Y enviaré a los ángeles delante de mí para que, con toque de trompeta, junten a mis escogidos de todas partes del mundo.

32 »Apréndanse bien la lección de la higuera. Cuando la rama está tierna y brotan las hojas, se sabe que el verano está cerca. 33 De la misma manera, cuando vean que estas cosas empiezan a suceder, sepan que mi regreso está cerca. 34 Sólo entonces terminará esta era de maldad. 35 El cielo y la tierra desaparecerán, pero mis palabras permanecerán, para siempre.

Se desconocen el día y la hora

36 »Ahora bien, nadie, ni siquiera los ángeles, sabe el día ni la hora del fin. Sólo el Padre lo sabe. 37-39 Este mundo incrédulo continuará entregado a sus banquetes y fiestas de bodas hasta el día de mi venida, y le va a pasar lo mismo que a la gente que no quiso creer a Noé hasta que fue demasiado tarde y el diluvio la arrastró. 40 Cuando yo venga, dos hombres estarán trabajando juntos en el campo; uno será llevado y el otro dejado. 41 Dos mujeres estarán realizando sus quehaceres hogareños; una será tomada y la otra dejada. 42 Por lo tanto, deben estar listos, porque no saben cuándo vendrá el Señor. 43 De la misma manera que el padre de familia se mantiene vigilante para que los ladrones no se introduzcan en la casa, 44 ustedes también deben estar vigilantes para que mi regreso no los sorprenda. 45 ¿Son ustedes siervos sabios y fieles a quienes el Señor ha encomendado la tarea de realizar los quehaceres de su casa y proporcionar a sus hijos el alimento cotidiano? 46 ¡Benditos serán si a mi regreso los encuentro cumpliendo fielmente con su deber! 47 ¡Los pondré a cargo de mis bienes!

48 »Pero si son tan malvados que, creyendo que voy a tardar en venir, 49 se dedican a oprimir a sus consiervos, a andar de fiestas y a emborracharse, 50 el Señor llegará cuando menos lo esperen, 51 los azotará severamente y los enviará al tormento de los hipócritas. Allí será el llorar y el crujir de dientes.

Parábola de las diez jóvenes

25 »En el reino de los cielos sucederá lo que les sucedió a las diez muchachas que tomaron sus lámparas y salieron a recibir al novio. 2-4 Cinco de ellas fueron sabias y llenaron bien las lámparas de aceite, mientras que las otras cinco, insensatas, no lo hicieron.

»Como el novio se demoraba, todas se quedaron dormidas. Alrededor de la media noche un grito las despertó: “¡Allí viene el novio! ¡Salgan a recibirlo!”. Las muchachas saltaron a arreglar las lámparas, y las cinco que casi no tenían aceite suplicaron a las otras que compartieran con ellas el que tenían, porque se les estaban apagando las lámparas. Las otras, las prudentes, respondieron: “No tenemos suficiente aceite para darles. Vayan a la tienda y compren”. 10 Así lo hicieron. Pero al regresar encontraron la puerta cerrada, pues el novio había llegado ya y había entrado a la boda con las muchachas que estaban listas con sus lámparas. 11 “Señor, ábrenos”, gritaron, tocando a la puerta, las que habían ido a comprar el aceite. 12 Pero el novio les respondió: “¡No sé quiénes son ustedes! ¡Váyanse!”.

13 »Por lo tanto, manténganse vigilantes, porque no saben cuándo ni a qué hora he de regresar.

Parábola de las monedas de oro

14 »Hubo una vez un hombre que juntó a sus siervos; antes de partir hacia otro país, y les prestó dinero para que lo invirtieran en su nombre durante su ausencia. 15 A uno le entregó cincuenta mil pesos, a otro veinte mil y a otro diez mil, de acuerdo con las capacidades que había observado en cada uno de ellos.

16 »El que recibió los cincuenta mil pesos los invirtió inmediatamente en negocios de compraventa y en poco tiempo obtuvo una ganancia de cincuenta mil pesos. 17 El que recibió los veinte mil pesos los invirtió también y ganó veinte mil pesos. 18 Pero el que recibió los diez mil, cavó en la tierra y escondió el dinero para que estuviera seguro.

19 »Después de una ausencia prolongada, el jefe regresó del viaje y los llamó para arreglar cuentas con ellos.

20 »El que había recibido los cincuenta mil pesos le entregó cien mil. 21 El jefe, satisfecho, le dijo: “¡Magnífico! Eres un siervo bueno y fiel. Y ya que fuiste fiel con el poco dinero que te di, te voy a confiar una cantidad mayor. Ven, entra, celebremos tu éxito”.

22 »El que había recibido los veinte mil presentó su informe: Señor, me diste veinte mil pesos y aquí tienes cuarenta mil. 23 “¡Estupendo!”, le respondió el jefe. “Eres un siervo bueno y fiel. Y ya que has sido fiel con lo poco que deposité en tus manos, te voy a confiar ahora una cantidad mayor. Ven, entra, celebremos tu éxito”.

24-25 »Cuando el que había recibido los diez mil pesos se presentó ante el jefe, le dijo: “Señor, como sabía que eres tan duro que te quedarías con cualquier utilidad que yo obtuviera, escondí el dinero. Aquí tienes hasta el último centavo que me diste”. 26 “¡Malvado! ¡Haragán! Si sabías que quería obtener utilidades, 27 por lo menos debías haber puesto el dinero en el banco para que ganara intereses. 28 Quítenle ese dinero y dénselo al que tiene los cien mil pesos, 29 porque el que sabe usar bien lo que recibe, recibirá más y tendrá abundancia; pero al que es infiel se le quitará aun lo poco que tiene. 30 Echen a este siervo inútil en las tinieblas de afuera. Allí será el llorar y el crujir de dientes”.

Las ovejas y las cabras

31 »Cuando yo, el Hijo del hombre, venga en todo mi esplendor junto con los ángeles, me sentaré en mi trono de gloria 32 y las naciones se reunirán delante de mí. Y las separaré como el pastor separa las ovejas de los cabritos. 33 A mis ovejas las pondré a la mano derecha; a los cabritos, a la izquierda.

34 »Entonces yo, el Rey, diré a los de mi derecha: “Vengan, benditos de mi Padre. Entren al reino que está preparado para ustedes desde la fundación del mundo, 35 porque tuve hambre y me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; fui forastero y me alojaron en sus casas; 36 estuve desnudo y me vistieron; enfermo y en prisión, y me visitaron”.

37 »Y los justos me preguntarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o sediento y te dimos de beber? 38 ¿Cuándo te vimos forastero y te alojamos en casa, o desnudo y te vestimos? 39 ¿Y cuándo te vimos enfermo o en prisión y te visitamos?”.

40 »Yo, el Rey, les responderé: “Todo lo que hicieron a mis hermanos necesitados a mí me lo hicieron”.

41 »Entonces me volveré a los de la izquierda y les diré: “¡Apártense de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus demonios. 42 Porque tuve hambre y no me alimentaron; sed y no me dieron de beber; 43 cuando fui forastero, me negaron hospitalidad; estuve desnudo y no me vistieron; enfermo y en prisión, y no me visitaron”.

44 »Ellos responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, forastero, desnudo, enfermo o en prisión y no te ayudamos?”.

45 »Y les responderé: “Cada vez que se negaron a ayudar a uno de mis hermanos necesitados, se estaban negando a ayudarme”.

46 »Irán, por tanto, al castigo eterno, mientras que los justos entrarán a la vida eterna».

La conspiración contra Jesús

26 Al terminar de decir estas cosas, dijo a sus discípulos:

«Como ya saben, dentro de dos días se celebra la Pascua, y me van a traicionar y a crucificar».

3-4 En aquel mismo instante, los principales sacerdotes y los funcionarios judíos se reunían en la residencia de Caifás, el sumo sacerdote, y discutían sobre la manera de capturar a Jesús a espaldas del pueblo y matarlo.

―No debemos hacerlo durante la celebración de la Pascua —dijeron—, porque habrá revuelta.

Una mujer unge a Jesús en Betania

Jesús fue a Betania, donde visitó a Simón el leproso. Durante la cena, una mujer se le acercó con un frasco de un perfume costosísimo y se lo echó en la cabeza. Al ver esto, los discípulos se enojaron.

―¡Qué desperdicio! —dijeron—. Se hubiera podido vender ese perfume a muy buen precio y habríamos dado el dinero a los pobres.

10 Jesús, que sabía lo que estaban pensando, les dijo:

―¿Por qué la critican? Lo que hizo está muy bien hecho. 11 Entre ustedes siempre habrá pobres, pero yo no estaré siempre con ustedes. 12 Ella me ha bañado en perfume para prepararme para la sepultura. 13 Lo que ha hecho se sabrá en todas partes del mundo en que se prediquen las buenas nuevas.

Judas hace tratos para traicionar a Jesús

14 Entonces Judas Iscariote, uno de los doce apóstoles, se presentó ante los principales sacerdotes 15 y les preguntó:

―¿Cuánto me pagan si les entrego a Jesús?

―Treinta piezas de plata.

16 Desde ese momento, Judas buscaba la ocasión propicia para traicionar a Jesús.

La Cena del Señor

17 El primer día de las ceremonias pascuales en que los judíos se abstenían de comer pan con levadura, los discípulos le preguntaron a Jesús:

―¿Dónde quieres que preparemos la cena de Pascua?

18 ―Vayan a la ciudad, a la casa de quien ya saben, y díganle que mi tiempo está cerca y que deseo celebrar la Pascua en su casa, con mis discípulos.

19 Los discípulos obedecieron y prepararon allá la cena.

20-21 Aquella noche, mientras comía con los doce, dijo:

―Uno de ustedes me va a traicionar.

22 Entristecidos, cada uno de los discípulos le fue preguntando:

―¿Seré yo, Señor?

23 Y él fue respondiendo a cada uno:

―Es el que va a comer conmigo en el mismo plato. 24 Es cierto, voy a morir como está profetizado, pero pobre del hombre que me traiciona. Habría sido mejor si no hubiera nacido.

25 Judas se le acercó también y le preguntó:

―¿Soy yo, Maestro?

―Sí. Tú lo has dicho.

26 Mientras comían, Jesús tomó un pedazo de pan, lo bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos.

―Tomen. Cómanlo; esto es mi cuerpo.

27 Tomó luego una copa de vino, la bendijo y también la dio a sus discípulos.

―Beban esto, 28 porque esto es mi sangre que sella el nuevo pacto. Mi sangre se derramará para perdonar con ella los pecados de infinidad de personas. 29 Recuerden: No volveré a beber de este vino hasta el día en que beba con ustedes del nuevo vino en el reino de mi Padre.

30 Después de estas palabras, cantaron un himno y se fueron al monte de los Olivos.

Jesús predice la negación de pedro

31 Allí Jesús les dijo:

―Esta noche ustedes se alejarán de mí desilusionados, porque las Escrituras dicen que Dios herirá al pastor y las ovejas del rebaño se dispersarán. 32 Pero después que resucite, iré a Galilea a encontrarme con ustedes.

33 ―Aunque los demás te abandonen, yo jamás te abandonaré —le dijo Pedro.

34 ―Pedro —le respondió Jesús—, te aseguro que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces.

35 ―¡Aunque me cueste la vida, no te negaré! —insistió Pedro.

Y los demás discípulos dijeron lo mismo.

Jesús en Getsemaní

36 Entonces se los llevó al huerto de Getsemaní, y les pidió que se sentaran y lo esperaran mientras entraba al huerto a orar. 37 Entró con Pedro y los dos hijos de Zebedeo (Jacobo y Juan). Ya a solas los cuatro, se fue llenando de indescriptible tristeza y de profunda angustia.

38 «Tengo el alma llena de tristeza y angustia mortal. Quédense aquí conmigo. No se duerman».

39 Se apartó un poco, se postró rostro en tierra y oró:

«Padre mío, si es posible, aparta de mí esta copa. Pero hágase lo que tú quieres y no lo que quiera yo».

40 Cuando fue adonde había dejado a los tres discípulos, los halló dormidos.

«Pedro —dijo—, ¿no pudieron quedarse despiertos conmigo ni siquiera una hora? 41 Manténganse despiertos y oren, para que la tentación no los venza. Porque es cierto que el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil».

42 Y se apartó de nuevo a orar:

«Padre mío, si no puedes apartar de mí esta copa, hágase tu voluntad».

43 Se volvió de nuevo a ellos y los halló dormidos por segunda vez. ¡Tan agotados estaban! 44 Entonces regresó a orar por tercera vez la misma oración. 45 Cuando volvió a los discípulos les dijo:

«Duerman, descansen…, pero no, ha llegado la hora. Me van a entregar en manos de los pecadores. 46 Levántense, vámonos. El traidor se acerca».

Arresto de Jesús

47 No había terminado de pronunciar estas palabras cuando Judas, uno de los doce, se acercó al frente de una turba armada con espadas y palos. Iban en nombre de los líderes judíos y 48 esperaban solamente que Judas identificara con un beso al Maestro. 49 Sin pérdida de tiempo, el traidor se acercó a Jesús.

―Hola, Maestro —le dijo, y lo besó.

50 ―Amigo, haz lo que viniste a hacer —le respondió Jesús.

En el instante en que prendían a Jesús, 51 uno de los que lo acompañaban sacó una espada y de un tajo le arrancó la oreja a un siervo del sumo sacerdote.

52 ―¡Guarda esa espada! —le ordenó Jesús—. El que mata a espada, a espada perecerá. 53 ¿No sabes que podría pedirle a mi Padre que me enviara doce mil ángeles y me los enviaría al instante? 54 Pero si lo hiciera, ¿cómo se cumplirían las Escrituras que describen lo que ahora mismo está aconteciendo?

55 Luego dijo a la turba:

―¿Soy acaso un asesino tan peligroso que tienen que venir con espadas y palos a arrestarme? Todos estos días he estado enseñando en el templo y no me detuvieron. 56 Pero esto sucede para que se cumplan las predicciones de los profetas en las Escrituras.

Los discípulos huyeron y lo dejaron solo.

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