Bible in 90 Days
23 El Señor le habló nuevamente a Jeremías diciendo:
24 ¿Has oído lo que el pueblo dice? ¡Que el Señor eligió a Judá e Israel y luego los abandonó! Se burlan y dicen que Israel no merece ser tenida como nación. 25-26 Pero esta es la respuesta del Señor: ¡Yo no rechazaría a mi pueblo así como no modificaría mis leyes del día y la noche, de la tierra y el cielo! ¡Jamás abandonaré a los israelitas, ni a mi servidor David; no modificaré el plan de que un descendiente suyo gobierne un día sobre estos descendientes de Abraham, Isaac y Jacob! Por el contrario, les restauraré su prosperidad y tendré piedad de ellos, voy a liberarlos del cautiverio y traerlos de regreso a su tierra.
Advertencia al rey Sedequías
34 Este es el mensaje del Señor que llegó a Jeremías cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, y todos sus ejércitos de todos los reinos que gobernaba, llegaron a combatir contra Jerusalén y las ciudades de Judá:
2 Ve y dile a Sedequías, rey de Judá, que el Señor dice así: Entregaré esta ciudad al rey de Babilonia y él la tomará e incendiará. 3 Tú no escaparás; serás capturado y llevado ante el rey de Babilonia el cual te sentenciará y serás desterrado a Babilonia. 4 Pero escucha esto, Sedequías, rey de Judá: El Señor dice que no caerás en la matanza de la guerra, 5 sino que morirás tranquilamente y con honor entre tu pueblo, y ellos quemarán incienso en recuerdo tuyo, así como hicieron por tu padre. Llorarán por ti y dirán: «¡Ay, nuestro rey ha muerto!». Así lo he decretado, dice el Señor.
6 Así dio Jeremías el mensaje al rey Sedequías. 7 Por entonces el ejército babilónico sitiaba a Jerusalén, Laquis y Azeca, las únicas ciudades amuralladas de Judá que aún quedaban en pie.
Liberación para los esclavos
8 Este es el mensaje del Señor que llegó a Jeremías después de que el rey Sedequías de Judá había libertado a todos los esclavos de Jerusalén. 9 (El rey Sedequías había ordenado a todos que se diera libertad a sus esclavos hebreos, hombres y mujeres. Había dicho que ningún judío debía ser amo de otro judío, pues todos eran hermanos. 10 Los príncipes y todo el pueblo habían obedecido el mandado del rey y liberado sus esclavos, pero eso fue sólo temporal. 11 Cambiaron de sentir y volvieron a esclavizar a sus siervos. 12 Fue por eso que el Señor dio el siguiente mensaje a Jerusalén).
13 El Señor, el Dios de Israel, dice:
Con sus antepasados establecí un convenio hace mucho cuando los liberé de su esclavitud en Egipto. 14 Les dije que todo esclavo hebreo debe ser liberado luego de servir seis años, pero no lo hicieron así. 15 Recientemente comenzaron a proceder correctamente, como se lo había ordenado, y liberaron a sus esclavos. Solemnemente me habían prometido en mi templo que lo harían. 16 Pero ahora rehúsan cumplir, y han mancillado mi fama quebrantando su juramento y los han vuelto a esclavizar.
17 Por lo tanto, dice el Señor, como no quieren escucharme y liberarlos, yo los entregaré al poder de la muerte mediante la guerra, el hambre y la enfermedad. Y los esparciré por todo el mundo como exiliados. 18-19 Como han rechazado los términos de nuestro convenio, yo los descuartizaré como descuartizaron el becerro para pasar por en medio de las dos mitades como acto solemne para simbolizar sus votos. ¡Sí, los entregaré a la matanza, ya sean príncipes, dignatarios de la corte, sacerdotes o del común del pueblo, porque han quebrantado su juramento! 20 Los entregaré a sus enemigos y los matarán. Daré sus cadáveres como alimento a los buitres y a las fieras. 21 Y entregaré a Sedequías, rey de Judá, y a sus dignatarios en manos del ejército del rey de Babilonia, aunque este se ha alejado de la ciudad por breve tiempo. 22 Volveré a llamar a los ejércitos de Babilonia que lucharán contra esta ciudad, la tomarán y la incendiarán. Y yo me encargaré de que las ciudades de Judá sean totalmente destruidas y queden desoladas, sin persona viva.
El ejemplo de los recabitas
35 Este es el mensaje que el Señor dio a Jeremías cuando Joacim, hijo de Josías, era rey de Judá:
2 Ve a la colonia donde moran las familias de los recabitas e invítalos a ir al templo. Llévalos a uno de los aposentos interiores y bríndales una copa de vino.
3 Fui, pues, a ver a Jazanías, hijo de Jeremías, hijo de Jabasinías, y lo llevé con todos sus hermanos e hijos —que representaban a todas las familias de Recab— 4 al templo, al aposento dedicado a Janán el profeta, hijo de Igdalías. Este aposento estaba contiguo al que usaba el dignatario del palacio, directamente encima del aposento de Maseías, hijo de Salún, quien era el guarda de la entrada. 5 Puse ante ellos copas y jarros de vino y los invité a beber, 6 pero se negaron.
¡No!, dijeron. No bebemos porque Jonadab nuestro padre, hijo de Recab, nos ordenó que ninguno de nosotros bebiera jamás y tampoco ninguno de nuestros hijos. 7 Nos dijo también que no construyéramos casa ni tuviéramos viñedos ni otras plantaciones ni fuéramos dueños de fincas, sino que viviéramos siempre en tiendas, y que si obedecíamos tendríamos larga y buena vida en nuestra tierra. 8 Y lo hemos obedecido en todo esto. Desde entonces jamás hemos bebido vino nosotros ni nuestras esposas ni nuestros hijos ni nuestras hijas. 9 No hemos edificado casas ni tenido fincas ni sembrado plantaciones. 10 Hemos vivido en tiendas y hemos obedecido plenamente cuanto nuestro padre Jonadab nos mandó. 11 Pero cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó a este país, tuvimos miedo y decidimos trasladarnos a Jerusalén. Por eso estamos aquí.
12 Entonces el Señor le dio este mensaje a Jeremías:
13 El Señor de los ejércitos, el Dios de Israel, dice: Ve y di a Judá y a Jerusalén: ¿No van a aprender la lección de las familias de Recab, tomándolas como ejemplo? 14 No beben vino porque su padre se lo prohibió. Pero yo les he hablado a los habitantes de Judá e Israel una y otra vez y no quieren escuchar ni obedecer.
15 Les he enviado profeta tras profeta a decirles que se vuelvan de sus malas conductas y dejen de rendir homenaje a otros dioses, y que si obedecían yo los dejaría vivir aquí en paz en la tierra que di a ustedes y a sus antepasados. Pero no quisieron oír ni obedecer. 16 Las familias de Recab han obedecido a su padre plenamente, pero ustedes, se han negado a escucharme. 17 Por lo tanto el Señor Dios de los ejércitos dice: ¡Como se niegan a escuchar o a responder cuando llamo, yo enviaré sobre Judá e Israel todo el mal que les he advertido!
18-19 Entonces Jeremías se volvió a los recabitas y dijo:
El Señor de los ejércitos, el Dios de Israel, dice que puesto que han obedecido a su padre en todos los sentidos, este tendrá siempre descendientes que le rindan homenaje.
El rey Joacim quema el rollo de Jeremías
36 El cuarto año del reinado del rey Joacim de Judá, hijo de Josías, el Señor dio a Jeremías este mensaje:
2 Toma un rollo y escribe todos mis mensajes contra Israel, Judá y las demás naciones. Comienza con el primer mensaje desde los días de Josías, y escribe luego cada uno de los demás. 3 Quizá cuando el pueblo de Judá vea por escrito todas las terribles cosas que voy a hacerles, se arrepientan, y entonces podré perdonarlos.
4 Entonces Jeremías envió a llamar a Baruc, hijo de Nerías, y conforme Jeremías dictaba, Baruc escribía todas las profecías.
5 Cuando todo estuvo terminado, Jeremías le dijo a Baruc:
―Ya que estoy preso aquí, 6 lee tú el rollo en el templo el próximo día de Ayuno, porque ese día habrá allí gente de todo Judá. 7 Quizá todavía se vuelvan de sus malas conductas y le pidan al Señor perdón antes que sea demasiado tarde, aunque ya se les hayan echado estas predicciones de castigo de Dios.
8 Baruc hizo como Jeremías le ordenaba, y leyó todos estos mensajes del Señor al pueblo en el templo, tal como Jeremías le había pedido. 9 Esto ocurrió el día de Ayuno que se celebró en diciembre del quinto año del reinado del rey Joacim, hijo de Josías. Y llegó gente de todo Judá para asistir a los servicios del templo aquel día. 10 Baruc fue a la oficina de Guemarías el escriba, hijo de Safán, para leer el rollo. (Este cuarto quedaba al lado del salón de asambleas que el templo tenía arriba, cerca de la entrada de la Puerta Nueva).
11 Cuando Micaías, hijo de Guemarías, hijo de Safán, oyó los mensajes del Señor, 12 bajó al palacio, al salón de conferencias en donde estaban reunidos los encargados de la administración. Elisama (el escriba) estaba allí, así como Delaías, hijo de Semaías, Elnatán, hijo de Acbor, Guemarías, hijo de Safán, Sedequías, hijo de Ananías, y todos los demás que tenían cargos administrativos semejantes. 13 Cuando Micaías les contó acerca de los mensajes que Baruc estaba leyéndole al pueblo, 14-15 los dignatarios enviaron a Yehudi, hijo de Netanías, hijo de Selemías, hijo de Cusí, a pedirle a Baruc que viniera a leerles a ellos también los mensajes, y Baruc lo hizo.
16 Cuando terminó, estaban llenos de temor.
―Tenemos que contárselo al rey —dijeron—. 17 Pero primero, dinos cómo obtuviste estos mensajes.
18 Entonces Baruc les explicó que Jeremías se los había dictado palabra por palabra, y él los había escrito con tinta en el rollo.
19 ―Escóndanse tú y Jeremías —le dijeron los dignatarios a Baruc—. ¡No le digan a nadie dónde están!
20 Luego los dignatarios ocultaron el rollo en el cuarto de Elisama el escriba y fueron a hablarle al rey.
21 El rey envió a Yehudi que trajera el rollo. Yehudi lo trajo del cuarto de Elisama el escriba y se lo leyó al rey mientras todos los dignatarios se mantenían de pie. 22 El rey estaba por entonces en un aposento de invierno en el palacio, sentado al frente de un gran brasero con fuego, porque era diciembre y hacía frío. 23 Y cada vez que Yehudi terminaba de leer tres o cuatro columnas, el rey tomaba su cuchillo, cortaba la sección del rollo y la arrojaba al fuego, hasta que se consumió todo el rollo. 24-25 Y nadie protestó, sino Elnatán, Delaías y Guemarías. Suplicaron al rey que no quemara el rollo, pero no les hizo caso. Ninguno de los otros dignatarios del rey dio señales de temor o ira por lo que había hecho.
26 Entonces el rey ordenó a Jeramel, su hijo, a Seraías, hijo de Azriel, y a Selemías, hijo de Abdel, que detuvieran a Baruc y a Jeremías. Pero el Señor los ocultó.
27 Después que el rey quemó el rollo, el Señor le dijo a Jeremías:
28 Consigue otro rollo y escribe todo de nuevo igual que hiciste primero, 29 y dile esto al rey: El Señor dice: Tú quemaste el rollo porque decía que el rey de Babilonia destruiría esta tierra y cuanto en ella hay. 30 Y ahora el Señor añade esto respecto a ti, Joacim, rey de Judá: Este no tendrá un heredero que ocupe el trono de David. Su cadáver será dejado sin sepultar a la intemperie, expuesto al ardiente sol y a las heladas noches, 31 y yo lo castigaré a él y a su familia, así como a sus oficiales, por causa de sus malvadas acciones. Haré que sufran todo el mal que he anunciado; sobre ellos y sobre todo el pueblo de Judá y Jerusalén, porque no quisieron escuchar mis advertencias.
32 Entonces Jeremías tomó otro rollo y volvió a dictarle a Baruc todo lo que había escrito antes, sólo que esta vez el Señor añadió mucho más.
Encarcelamiento de Jeremías
37 Nabucodonosor, rey de Babilonia, no nombró a Jeconías, hijo del rey Joacim, como nuevo rey de Judá, sino que eligió a Sedequías, hijo de Josías. 2 Pero ni el rey Sedequías ni sus oficiales ni el pueblo que se quedó en el país prestaron atención a lo que el Señor decía mediante Jeremías. 3 Sin embargo, el rey Sedequías envió a Jucal, hijo de Selemías, y al sacerdote Sofonías, hijo de Maseías, a pedirle a Jeremías que orara por ellos. 4 (Fue en el tiempo en que Jeremías todavía no había sido encarcelado, así es que podía andar por todas partes).
5 Cuando el ejército del faraón Hofra apareció en la frontera sur de Judá para ayudar a la sitiada ciudad de Jerusalén, el ejército babilonio se retiró de Jerusalén para hacer frente a los egipcios.
6 Entonces el Señor envió este mensaje a Jeremías:
7 El Señor, el Dios de Israel, dice: Dile al rey de Judá que envió a preguntarme qué va a ocurrir, que el ejército del faraón, aunque vino acá para ayudarte, está a punto de volverse huyendo a Egipto. Los babilonios derrotarán a los egipcios y los harán regresar corriendo a su país. 8 Esos babilonios tomarán esta ciudad, la incendiarán y la dejarán convertida en cenizas. 9 No te hagas la ilusión de que los babilonios se han retirado definitivamente. ¡No es así! 10 Aunque destruyeras a todo el ejército babilónico, aunque sólo quedara un puñado de sobrevivientes que yacieran heridos en sus tiendas, aún así saldrían tambaleantes de sus tiendas, te derrotarían y prenderían fuego a esta ciudad.
11 Cuando el ejército babilónico se apartó de Jerusalén para entrar en batalla con el ejército del faraón, 12 Jeremías intentó salir de la ciudad rumbo a la tierra de Benjamín para ver la propiedad que había comprado. 13 Pero cuando salía por la llamada puerta de Benjamín un centinela lo detuvo como traidor, acusándolo de querer pasarse al lado de los babilonios. El centinela que lo detuvo era Irías, hijo de Selemías, nieto de Jananías.
14 ―¡No es cierto! —dijo Jeremías—. ¡No tengo la menor intención de hacer tal cosa! Pero Irías no le hizo caso; llevó a Jeremías ante los funcionarios de la ciudad. 15-16 Estos, enfurecidos contra Jeremías, lo hicieron azotar y echar en un calabozo subterráneo de la casa del escriba Jonatán, la cual había sido convertida en prisión. Allí tuvieron varios días a Jeremías, 17 pero al fin el rey Sedequías lo mandó a llevar secretamente al palacio. El rey le preguntó si había recibido algún mensaje reciente del Señor.
―Sí —dijo Jeremías—, lo he recibido. ¡Serás derrotado por el rey de Babilonia! 18 Entonces Jeremías planteó la cuestión de su encarcelamiento:
―¿Qué hice yo para merecer esto? —le preguntó al rey—. ¿Qué delito he cometido? Dime lo que haya hecho contra ti, tus oficiales o el pueblo. 19 ¿Dónde están ahora aquellos profetas que te decían que el rey de Babilonia no vendría? 20 Escucha, oh rey, señor mío: Te suplico no enviarme otra vez a aquel calabozo, pues allí moriría.
21 Entonces el rey Sedequías mandó que no volvieran a llevar a Jeremías al calabozo, sino que lo pusieran en la cárcel del palacio, y ordenó que le dieran cada día un pedazo de pan fresco mientras en la ciudad quedara qué comer. Así tuvieron a Jeremías en la cárcel del palacio.
Jeremías en la cisterna
38 Pero cuando Sefatías, hijo de Matán, Guedalías, hijo de Pasur, Jucal, hijo de Selemías, y Pasur, hijo de Malquías, oyeron lo que Jeremías le había estado diciendo al pueblo, 2 que cuantos permanecieran en Jerusalén morirían por herida de espada o de hambre o enfermedad, pero que los que se rindieran a los babilonios vivirían, 3 y que la ciudad de Jerusalén sería inevitablemente conquistada por el rey de Babilonia, 4 fueron al rey y le dijeron:
―Señor, hay que matar a este hombre. Ese modo de hablar minará la moral de los pocos soldados que nos quedan, y del resto del pueblo. Este hombre es un traidor. 5 Y el rey Sedequías estuvo de acuerdo.
―Está bien —dijo—, hagan como les parezca más conveniente; no puedo impedírselos.
6 Sacaron pues, a Jeremías de su celda y atado con cuerdas lo bajaron a una cisterna seca en el patio de la cárcel. (La cisterna pertenecía a Malquías, miembro de la familia real). No había agua en ella, pero sí una gruesa capa de lodo en el fondo, en la cual se hundió Jeremías. 7 Cuando el etíope Ebedmélec, importante oficial del palacio, oyó que Jeremías estaba en la cisterna, 8 fue corriendo a la llamada puerta de Benjamín en donde el rey estaba presidiendo la corte.
9 ―Rey y señor mío —dijo—, estos hombres han procedido muy mal echando a Jeremías en la cisterna. Va a morirse de hambre, pues ya casi no hay nada que comer en la ciudad.
10 Entonces el rey ordenó a Ebedmélec que llevara treinta hombres consigo y sacaran a Jeremías del pozo antes que muriera. 11 Tomó pues Ebedmélec treinta hombres, fue al depósito del palacio donde se guardaban suministros de desecho y ropa usada. Encontró allí harapos y ropa vieja que llevó a la cisterna y los bajó a Jeremías con una cuerda. 12 Ebedmélec le gritó a Jeremías:
―¡Ponte esos harapos bajo las axilas para protegerte de las cuerdas!
Luego, cuando Jeremías estuvo listo, 13 lo izaron y después lo llevaron a la cárcel del palacio, en donde permaneció.
Sedequías interroga a Jeremías
14 Un día el rey Sedequías envió a llamar a Jeremías para reunirse con él en la puerta lateral del templo.
―Quiero preguntarte algo —dijo el rey—. No trates de ocultarme la verdad.
15 Jeremías dijo:
―Si te digo la verdad me matarás. Y de todos modos no querrás escucharme.
16 Juró entonces el rey Sedequías ante el Señor, Creador suyo, que no mataría a Jeremías ni lo entregaría a quienes tramaban su muerte. 17 Entonces Jeremías le dijo a Sedequías:
―El Señor de los ejércitos, el Dios de Israel, dice: Si te rindes a Babilonia, tú y tu familia vivirán y la ciudad no será incendiada. 18 Si rehúsan rendirse, esta ciudad será incendiada por el ejército babilónico y ustedes no escaparán.
19 ―Pero temo rendirme —le dijo el rey—, porque los babilonios me entregarán a los judíos que se han pasado del lado suyo, ¡y quién sabe qué me harán!
20 Jeremías respondió:
―Basta con que obedezcas al Señor y no caerás en manos de ellos; tu vida será respetada y todo te saldrá bien. 21-22 Pero si rehúsas rendirte, el Señor ha dicho que todas las mujeres que queden en tu palacio serán sacadas y entregadas a los oficiales del ejército babilónico; y estas mujeres se burlarán de ti amargamente. “¡Qué amigos tienes!” dirán, “¡qué egipcios esos! ¡Te traicionaron y te entregaron a tu destino!”. 23 Todas tus esposas e hijos serán entregados a los babilonios, y tú no escaparás. El rey de Babilonia te capturará y esta ciudad será incendiada.
24 Entonces Sedequías dijo a Jeremías:
«¡Bajo pena de muerte, no le cuentes a nadie lo que me has dicho esto! 25 Y si mis oficiales oyen que he hablado contigo y te amenazan de muerte si no les dices de qué hemos tratado, 26 diles simplemente que me suplicaste que no te volviera al calabozo en casa de Jonatán, pues allí morirías».
27 Y no mucho después todos los oficiales de la ciudad fueron a donde estaba Jeremías y le preguntaron por qué lo había mandado llamar el rey. Y él dijo lo que el rey le había ordenado, y ellos se fueron sin descubrir la verdad, pues la conversación entre Jeremías y el rey no había sido escuchada por nadie. 28 Y Jeremías permaneció en el patio de la prisión hasta el día en que Jerusalén fue conquistada por los babilonios.
La caída de Jerusalén
39 Fue en enero del noveno año del reinado del rey Sedequías de Judá que el rey Nabucodonosor y su ejército volvieron a atacar a Jerusalén y la sitiaron. 2 Dos años después, en el mes de julio, abrieron una brecha en la muralla, por la cual entraron y la ciudad cayó rendida. 3 Todos los oficiales del ejército babilónico entraron y, triunfantes, se sentaron delante de la puerta principal de la ciudad. Nergal Sarézer estaba allí, con Samgar, Nebo Sarsequín y Nergal Sarézer, el hombre de confianza del rey, y muchos otros.
4 Cuando el rey Sedequías y sus soldados se dieron cuenta de que la ciudad estaba perdida, huyeron de noche por la puerta que hay entre las dos murallas detrás del jardín del palacio, atravesando los campos hacia el valle del Jordán. 5 Pero los babilonios persiguieron al rey, lo capturaron en los llanos de Jericó y se lo llevaron a Nabucodonosor, rey de Babilonia, que estaba en Riblá, en tierra de Jamat, en donde lo sentenció. 6 El rey de Babilonia obligó a Sedequías a presenciar cómo mataban a sus hijos y a todos los nobles de Judá. 7 Luego le sacó los ojos a Sedequías y lo envió encadenado como esclavo a Babilonia.
8 Mientras tanto el ejército incendió a Jerusalén, inclusive el palacio, y derribó las murallas de la ciudad. 9 Entonces Nabuzaradán, capitán de la guardia, y sus hombres enviaron a Babilonia al resto de la población de Jerusalén y a los que se habían pasado de su lado. 10 Pero por toda la tierra de Judá dejó unos cuantos, de entre los más pobres, y les dio tierras y viñedos.
11-12 Mientras tanto el rey Nabucodonosor le había ordenado a Nabuzaradán que buscara a Jeremías.
―Encárgate de que no sufra ningún daño, le dijo. Cuídalo bien y dale cuanto quiera.
13 Así es que Nabuzaradán, capitán de la guardia, Nabusazbán, jefe de los eunucos, Nergal Sarézer, consejero del rey, y todos los oficiales tomaron medidas para cumplir lo que el rey había ordenado. 14 Enviaron soldados a que sacaran a Jeremías de la cárcel y lo pusieron al cuidado de Guedalías, hijo de Ajicán, hijo de Safán, para que lo llevara de regreso a su casa. Y Jeremías vivió allí entre la gente de su pueblo que había quedado en el país.
15 El Señor dio el siguiente mensaje a Jeremías antes de la llegada de los babilonios, mientras aún estaba en la cárcel:
16 Mándale decir a Ebedmélec el etíope: El Señor de los ejércitos, el Dios de Israel, dice: Cumpliré todas mis amenazas contra esta ciudad; la destruiré ante tus ojos, 17 pero a ti te libraré, no serás muerto por aquellos a quienes tanto temes. 18 Como recompensa por confiar en mí, yo preservaré tu vida y te guardaré a salvo.
Liberación de Jeremías
40 Nabuzaradán, capitán de la guardia, llevó a Jeremías a Ramá junto con todo el pueblo exiliado de Jerusalén y Judá que eran enviados a Babilonia, pero luego lo soltó.
2-3 El capitán llamó aparte a Jeremías y le dijo:
―El Señor tu Dios ha traído este desastre sobre esta tierra tal como dijo que lo haría, porque este pueblo ha ofendido mucho al Señor cometiendo tantas maldades, por eso ocurrió todo este mal. 4 Ahora voy a quitarte las cadenas y a dejarte ir. Si quieres venir conmigo a Babilonia, muy bien, yo me encargaré de que te atiendan bien. Pero si no deseas venir, quédate. Tienes la decisión; ve a donde quieras. 5 Si decides quedarte, vuelve adonde está Guedalías, que ha sido nombrado gobernador de Judá por el rey de Babilonia, y quédate con el resto del pueblo que él gobierna. Pero es cosa tuya; ve a donde quieras.
Nabuzaradán le dio a Jeremías alimentos y dinero y lo dejó ir. 6 Jeremías volvió entonces a donde estaba Guedalías y vivió en Judá con el pueblo que se había quedado en el país.
Asesinato de Guedalías
7 Y cuando los jefes de los guerrilleros judíos que andaban por el campo oyeron que el rey de Babilonia había nombrado a Guedalías gobernador de los pobres de la tierra que se habían quedado, y no había exiliado a todos a Babilonia, 8 fueron a ver a Guedalías en Mizpa, donde tenía su cuartel general. Los jefes que acudieron fueron estos: Ismael, hijo de Netanías, Johanán y Jonatán, hijos de Carea, Seraías, hijo de Tanjumet, los hijos de Efay (el netofatita), Jezanías, hijo de un macateo, y sus hombres. 9 Y Guedalías les aseguró que rindiéndose a los babilonios estarían a salvo.
―Quédense aquí y sírvanle al rey de Babilonia —dijo—, y en todo les irá bien. 10 En lo que a mí respecta, me quedaré en Mizpa e intercederé por ustedes ante los babilonios que vendrán acá como supervisores de mi administración. Establézcanse en cualquier ciudad que deseen, y vivan del producto de la tierra. Cosechen las uvas, los frutos de verano, las aceitunas, y almacénenlos.
11 Cuando los judíos que estaban en Moab, entre los amonitas, en Edom y en otras tierras vecinas, oyeron que unos cuantos del pueblo estaban aún en Judá, y que el rey de Babilonia no se los había llevado a todos, y que aquel Guedalías era el gobernador, 12 comenzaron a volver a Judá desde los muchos lugares a donde habían huido. Se detuvieron en Mizpa para exponer sus planes a Guedalías y luego se fueron a las haciendas desiertas y recogieron una gran cosecha de uvas para vino, y otros productos.
13-14 Pero poco después Johanán, hijo de Carea, y los demás jefes guerrilleros fueron a Mizpa para advertirle a Guedalías que Balís, el rey de los amonitas, había enviado a Ismael, hijo de Netanías, para asesinarlo. Pero Guedalías no quiso creerles. 15 Entonces Johanán tuvo una conferencia privada con Guedalías, en la que Johanán se ofreció para matar a Ismael en secreto.
―¿Por qué habríamos de permitirle que venga a asesinarte? —preguntó Johanán—. ¿Qué les ocurrirá a los judíos que se han quedado si tú mueres? ¡Seguro serían esparcidos y se perdería este remanente del pueblo que aun queda!
16 Pero Guedalías dijo:
―Les prohíbo hacer tal cosa, pues lo que dicen de Ismael es mentira.
41 Pero en octubre Ismael, hijo de Netanías, hijo de Elisama, que era miembro de la familia real y uno de los principales oficiales del rey, llegó a Mizpa, acompañado de diez hombres. Guedalías los invitó a comer. 2 Mientras comían, Ismael y los diez hombres apalabrados con él se pusieron de pie de un salto, sacaron sus espadas y mataron a Guedalías. 3 Después salieron e hirieron de muerte con sus armas a todos los oficiales judíos y a todos los oficiales babilonios que estaban en Mizpa con Guedalías.
4 Al día siguiente, antes que nadie se enterara de lo ocurrido, 5 ochenta hombres procedentes de Siquem, Siló y Samaria marcharon a Mizpa para adorar en el templo del Señor. Se habían rasurado la barba, habían rasgado sus vestiduras y herido sus cuerpos; y traían ofrendas y perfumes delicados. 6 Ismael salió a su encuentro desde la ciudad, llorando mientras marchaba. Cuando se topó con ellos les dijo:
―¡Vengan y vean lo que le ha ocurrido a Guedalías!
7 Luego, cuando estuvieron dentro de la ciudad, Ismael y sus hombres mataron a todos, excepto a diez, y arrojaron sus cadáveres a una cisterna. 8 Los diez habían convencido a Ismael que los dejara partir y que ellos le traerían sus tesoros de trigo, cebada, aceite y miel que habían escondido. 9 La cisterna en que Ismael echó los cadáveres de los hombres que había asesinado era la grande construida por el rey Asá cuando fortificó a Mizpa para protegerse contra Basá, rey de Israel.
10 Ismael aprisionó a las hijas del rey y al pueblo que Nabuzaradán, capitán de la guardia, había dejado al cuidado de Guedalías en Mizpa. Poco después los llevó consigo cuando se dirigió hacia el territorio de los amonitas.
11 Pero cuando Johanán, hijo de Carea, y el resto de los jefes guerrilleros oyeron lo que Ismael había hecho, 12 tomaron a todos los hombres y fueron a detenerlo. Lo alcanzaron en el estanque cerca de Gabaón. 13-14 El pueblo que acompañaba a Ismael gritó de alegría al ver a Johanán y sus hombres, y corrieron a su encuentro.
15 Mientras tanto Ismael escapó con ocho de sus hombres a la tierra de los amonitas.
Huida a Egipto
16-17 Entonces Johanán y sus hombres fueron al pueblo de Guerut Quimán, cerca de Belén, llevando consigo a los que habían rescatado: soldados, mujeres, niños y eunucos, para prepararse para salir huyendo a Egipto, 18 porque tenían miedo de lo que harían los babilonios cuando tuvieran noticia de que Ismael había matado al gobernador Guedalías, pues este había sido escogido y nombrado por el rey babilónico.
42 Johanán, los capitanes del ejército y todo el pueblo, grandes y pequeños, acudieron a Jeremías 2 y dijeron:
―¡Por favor, ora por nosotros ante el Señor tu Dios, porque como bien sabes, somos sólo un minúsculo resto de lo que fuimos! 3 ¡Suplícale al Señor tu Dios que nos muestre qué debemos hacer y a dónde ir!
4 ―Muy bien —respondió Jeremías—. Le preguntaré y les comunicaré lo que el Señor diga; nada les ocultaré.
5 Entonces le dijeron a Jeremías:
―Caiga sobre nosotros la maldición de Dios si rehusamos obedecer en todo lo que nos mande hacer. 6 Nos guste o no, obedeceremos al Señor nuestro Dios, ante quien te enviamos con nuestra súplica. Porque si le obedecemos, todo nos saldrá bien.
7 Diez días después el Señor dio su respuesta a Jeremías. 8 Él entonces llamó a Johanán, a los capitanes de su ejército y a todo el pueblo, grandes y pequeños, 9 y les dijo:
―Ustedes me enviaron ante el Señor, el Dios de Israel, con su petición, y esta es su respuesta: 10 Quédense en esta tierra. Si así hacen, yo los bendeciré y nadie les hará daño, porque me duele todo lo que he tenido que castigarlos. 11 No le teman más al rey de Babilonia, pues yo estoy con ustedes para librarlos de su poder. 12 Y tendré misericordia de ustedes volviéndolo a él benigno hacia ustedes, de modo que no los mate ni los someta a esclavitud, sino que los dejará permanecer aquí en la tierra de ustedes.
13-14 »Pero si rehúsan obedecer al Señor y dicen: “Aquí no nos quedaremos”, e insisten en ir a Egipto en donde piensan estar libres de la guerra, el hambre y las alarmas, 15 entonces esto es lo que el Señor responde, oh sobrevivientes de Judá. El Señor de los ejércitos, el Dios de Israel, dice: Si insisten en ir a Egipto, 16 la guerra y el hambre que temen irán pisándoles los talones y allá les alcanzarán. 17 Esa es la suerte que espera a cada uno de los que insistan en ir a vivir en Egipto. Sí, morirán por herida de espada, de hambre y enfermedad. Ninguno de ustedes escapará al mal que traeré sobre ustedes allá.
18 »Porque el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel, dice: Así como mi ira y mi furia cayeron sobre el pueblo de Jerusalén, así caerá sobre ustedes cuando entren en Egipto. Los recibirán con disgusto y odio, los maldecirán y afrentarán, y jamás volverán a ver su patria. 19 Porque el Señor ha dicho: ¡Oh sobrevivientes de Judá, no vayan a Egipto! Tengan presente que hoy nuevamente se lo estoy advirtiendo. 20 Si van, pagarán con la vida. Porque sin sinceridad me enviaron a consultar al Señor y dijeron: “Dinos lo que el Señor mande y lo haremos”. 21 Y hoy les he dicho exactamente lo que el Señor dijo, pero no quieren obedecer hoy como no quisieron obedecer en el pasado. 22 Tengan desde ahora por seguro que morirán por herida de espada, de hambre y enfermedad en Egipto a donde insisten en ir».
43 Cuando Jeremías terminó de dar este recado de parte del Señor a todo el pueblo, 2-3 Azarías, hijo de Osaías, y Johanán, hijo de Carea, y todos los otros hombres orgullosos le dijeron a Jeremías:
―¡Mientes! ¡El Señor nuestro Dios no te ha mandado que nos digas que no vayamos a Egipto! Baruc, hijo de Nerías, te ha puesto contra nosotros y te ha dicho que nos digas esto para que nos quedemos acá y seamos muertos por los babilonios o llevados cautivos a Babilonia.
4 De modo que Johanán y todos los jefes guerrilleros y todo el pueblo se negaron a obedecer al Señor y quedarse en Judá. 5 Todos, inclusive cuantos habían regresado de las regiones aledañas a donde habían huido, emprendieron el viaje a Egipto al mando de Johanán y los demás capitanes. 6 Entre la multitud había hombres, mujeres, niños y niñas, las hijas del rey y todos aquellos a quienes Nabuzaradán, el capitán de la guardia, había dejado con Guedalías. Hasta obligaron a Jeremías y a Baruc a ir con ellos. 7 Así es que llegaron a Egipto, a la ciudad de Tafnes, pues no quisieron seguir la recomendación del Señor.
8 Entonces en Tafnes, el Señor habló a Jeremías otra vez y le dijo:
9 Reúne a gente de Judá y, mientras te observan, entierra piedras grandes en medio de las baldosas a la entrada del palacio del faraón aquí en Tafnes, 10 y diles esto a la gente de Judá: El Señor de los ejércitos, el Dios de Israel, dice: No tengan la menor duda de que traeré a Egipto a Nabucodonosor, rey de Babilonia, pues él es mi siervo. Pondré su trono sobre estas piedras que he escondido; sobre ellas extenderá su pabellón. 11 Y cuando venga, destruirá la tierra de Egipto, matando a cuantos yo quiera que mate, y capturando a los que yo quiera que capture, y muchos morirán a consecuencia de la peste. 12 Incendiará los templos de los dioses de Egipto, quemará los ídolos y se llevará cautivo al pueblo. Y saqueará la tierra de Egipto, como pastor que saca pulgas de su capa; pero él saldrá ileso. 13 Y quebrantará los obeliscos que se levantan en la ciudad de Bet Semes, y quemará los templos de los dioses de Egipto.
Desastre causado por la idolatría
44 Este es el mensaje que Jeremías recibió del Señor respecto a todos los israelitas que vivían en el norte de Egipto en las ciudades de Migdol, Tafnes y Menfis, y por todo el sur de Egipto también.
2-3 El Señor de los ejércitos, el Dios de Israel, dice: Ustedes vieron lo que les hice a Jerusalén y a todas las ciudades de Judá. Como consecuencia de sus actos de maldad yacen ahora en ruinas y cenizas, sin persona viva. Pues mi cólera se descargó contra ellas porque adoraron a otros dioses, «dioses» que ni ellos ni ustedes ni ninguno de sus antepasados conoció jamás. 4 Una y otra vez envié a mis siervos los profetas a protestar y a suplicarles que no cometieran este horrible acto que yo detesto, 5 pero no quisieron oír ni abandonar sus malas acciones, sino que han continuado rindiéndole honores a esos «dioses». 6 Así es que hicieron hervir mi cólera y mi furia, las que solté contra ustedes y las ciudades de Judá y las calles de Jerusalén como si fueran fuego, de modo que por eso allí hay desolación hasta el día de hoy.
7 Y ahora el Señor, el Dios de los ejércitos, el Dios de Israel, les pregunta: ¿Por qué se dañan tanto a sí mismos? ¡Porque si siguen obrando tan mal ninguno de ustedes vivirá: ni un solo hombre, mujer, niño o niña entre los que han venido acá desde Judá, ni siquiera los niños de brazos! 8 Porque están provocando mi cólera con los ídolos que han hecho y adorado allí en Egipto, ofreciéndoles agradables perfumes y provocándome a que los aniquile y los convierta en maldición y motivo de burla de todas las naciones de la tierra. 9 ¿Han olvidado las malas acciones que cometieron sus antepasados, y las maldades de los reyes y las reinas de Judá, y los suyos propios, y las de sus esposas en Judá y Jerusalén? 10 Y hasta la hora presente no han presentado excusa; nadie ha querido volverse a mí, o seguir las instrucciones que di a ustedes y a sus antepasados.
11 Por lo tanto el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel, dice: ¡Mi atención está puesta en ustedes y estoy planeando la manera de castigarlos! 12 ¡Tomaré a este remanente de Judá que insistió en venir acá a Egipto y los consumiré como hace el fuego! ¡Caerán aquí en Egipto, muertos por el hambre y las heridas de las espadas; todos morirán, desde el más pequeño al más grande! Serán despreciados y odiados, maldecidos y detestados. 13 Los castigaré en Egipto como los castigué en Jerusalén, mediante las heridas de las espadas, el hambre y la enfermedad. 14 Ni uno de ellos escapará a mi cólera excepto los que se arrepientan de haber venido y huyan de los demás para volver a su propio país.
15 Entonces todas las mujeres que estaban presentes y los hombres que sabían que sus esposas habían ofrecido agradables perfumes en honor a los ídolos (era una gran multitud de todos los judíos en el sur de Egipto) respondieron a Jeremías:
16 «¡No vamos a escuchar los falsos mensajes que dices de parte del Señor! 17 Haremos lo que se nos antoje. Ofreceremos perfumes agradables en honor a la Reina del Cielo y le sacrificaremos cuanto nos plazca, igual que lo hicimos nosotros y nuestros antepasados, y nuestros reyes y príncipes en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén; porque en aquellos días teníamos abundancia de alimentos y estábamos bien acomodados y felices. 18 Pero desde que dejamos de ofrecer perfumes agradables en honor a la Reina del Cielo y dejamos de rendirle homenaje, hemos estado en gran tribulación y hemos sido destruidos por las heridas de espada y el hambre.
19 »Además —añadieron las mujeres—, ¿piensas que le rendíamos homenaje a la Reina del Cielo y le derramábamos bebidas en señal de reconocimiento y le hacíamos tortas en que grabábamos su imagen, sin que nuestros maridos lo supieran y nos ayudaran? ¡Claro que no!».
20 Entonces Jeremías les dijo a todos, a los hombres y las mujeres que le habían dado esa respuesta:
21 ¿Piensan acaso que el Señor no sabía que ustedes, sus antepasados, sus reyes y príncipes y todo el pueblo ofrecían perfumes agradables a los ídolos en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén? 22 Fue por no poder soportar más todas las maldades que cometían que él desoló su tierra, convirtiéndola en increíble ruina, reseca, despoblada, tal como está hoy. 23 Precisamente la razón por la cual les han acontecido todas estas terribles cosas es que han ofrecido perfume agradable en homenaje a los ídolos y así han ofendido al Señor, y se han negado a seguir sus instrucciones.
24 Luego Jeremías les dijo a todo el pueblo, hombres y mujeres:
¡Escuchen el consejo del Señor, ustedes todos ciudadanos de Judá que están en Egipto! 25 El Señor de los ejércitos, el Dios de Israel, dice: Tanto ustedes como sus esposas han dicho que jamás renunciarán a su devoción y práctica de rendir homenaje a la «Reina del Cielo» y así lo han demostrado con sus actos. ¡Pues adelante; cumplan las promesas y votos que le han hecho! 26 Pero escuchen el mensaje del Señor, todos ustedes, judíos que viven en tierra de Egipto: Por mi gran fama he jurado, dice el Señor, que de nada les servirá ya buscar mi auxilio y bendición, diciendo: «¡Oh Señor Dios nuestro, ayúdanos!». 27 Porque sobre ustedes pondré mi atención, ¡pero no para bien! ¡Yo me encargaré de que les sobrevengan males, y serán destruidos por la guerra y el hambre hasta que todos perezcan!
28 Únicamente los que vuelvan a Judá (será sólo un pequeño grupo de sobrevivientes) escaparán a mi cólera, pero todos los que se nieguen a regresar —quienes insistan en vivir en Egipto— descubrirán quién dice la verdad, si yo o ellos. 29 Y esta es la prueba que les doy de que todas mis amenazas se cumplirán en ustedes, y de que los castigaré aquí: 30 Entregaré al faraón Hofra, rey de Egipto, en manos de quienes procuran matarlo, así como entregué a Sedequías, rey de Judá, en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia.
Mensaje para Baruc
45 Este es el mensaje que Jeremías comunicó a Baruc el cuarto año del reinado del rey Joacim, hijo de Josías, cuando Baruc escribía todos los mensajes según se los dictaba Jeremías:
2 Baruc, el Señor Dios de Israel te dice lo siguiente:
3 Tú has dicho: «¡Ay de mí! ¿No tengo ya suficientes tribulaciones? ¡Y ahora el Señor ha añadido más! Cansado me tienen mis propios suspiros y no hallo reposo». 4 Pero dile esto a Baruc: El Señor dice: Destruiré a esta nación que edifiqué, arrasaré lo que establecí. 5 ¿Buscas grandes cosas para ti mismo? ¡No lo hagas! Porque aunque yo traiga grandes males sobre todo este pueblo, a ti, como recompensa, te protegeré dondequiera que vayas.
Mensaje para Egipto
46 Estos son los mensajes que el Señor le dio a Jeremías respecto a las naciones extranjeras.
Respecto a los egipcios:
2 Este mensaje se dio contra Egipto en ocasión de la batalla de Carquemis, cuando el faraón Necao, rey de Egipto, y su ejército fueron derrotados junto al río Éufrates por Nabucodonosor, rey de Babilonia, el cuarto año del reinado de Joacim, hijo de Josías, rey de Judá:
3 ¡Egipcios, cíñanse la armadura y marchen a la batalla! 4 Ensillen los caballos y prepárense para cabalgar; pónganse los yelmos, afilen las espadas y pónganse la armadura. 5 ¡Pero vean lo que acontece! El ejército egipcio huye atemorizado; los más valerosos de sus soldados corren sin volver la mirada. Sí, el terror los rodeará por todos lados, dice el Señor. 6 No escapará ni el más veloz, ni el más fuerte de los guerreros. En el norte, junto al río Éufrates, han tropezado y caído.
7 ¿Qué es este potente ejército que se alza como el Nilo en el tiempo de la creciente, inundando toda la tierra? 8 Es el ejército egipcio, que presume de que cubrirá la tierra como si fuera inundación, y que destruirá a todo enemigo. 9 ¡Vengan pues, caballos, carrozas de guerra y fuertes guerreros de Egipto! ¡Vengan, todos los de Cus y Fut, que empuñan el escudo y preparan sus armas para entrar en la batalla! 10 Porque hoy es el día del Señor Dios de los ejércitos, el día de venganza contra sus enemigos. La espada herirá hasta saciarse, sí, derramará sangre por todos lados, porque el Señor Dios de los ejércitos recibirá hoy un sacrificio en la tierra del norte, junto al río Éufrates.
11 ¡Ve a Galaad en busca de remedio, oh virgen, hija de Egipto! ¡Pero no hay remedio para tus heridas, aunque hayas usado muchas medicinas, no hay salvación para ti! 12 Las naciones han oído de la vergüenza tuya. Por todas partes se escucha tu clamor de desesperación y derrota. Tus más poderosos soldados tropezarán unos con otros y caerán juntos.
13 Entonces el Señor dio a Jeremías este mensaje respecto a la venida de Nabucodonosor, rey de Babilonia, para atacar a Egipto:
14 ¡Grítalo en Egipto, publícalo en las ciudades de Migdol, Menfis y Tafnes! Es mejor que no emprendas ninguna acción, no te movilices para la guerra, porque las armas del enemigo acabarán de cualquier modo con todo en torno tuyo. 15 ¿Por qué ha huido aterrorizado Apis, su dios toro? ¡Porque el Señor lo derribó ante sus enemigos! 16 Enormes multitudes caen amontonadas. (Entonces el grupo de sobrevivientes de los judíos dirá: «¡Vengan, regresemos a Judá en donde nacimos, y alejémonos de toda esta matanza!»).
17 ¡Cámbienle el nombre al faraón Hofra y llámenlo «Varón sin poder pero de mucho ruido»!
18 ¡Téngalo por absolutamente seguro, dice el Rey, el Señor de los ejércitos, que viene contra Egipto uno tan alto como el monte Tabor o el monte Carmelo junto al mar! 19 ¡Alisten el equipaje, prepárense a partir al exilio, ciudadanos de Egipto, porque la ciudad de Menfis será totalmente destruida y dejada sin persona viva! 20-21 Egipto es hermoso como becerra pero un tábano la hace correr, ¡un tábano que viene del norte! Hasta sus famosos mercenarios se han vuelto como asustados terneros. Corren y corren porque es día de gran calamidad para Egipto, es un tiempo de tremendo castigo.
22-23 Silencioso como serpiente que se desliza, huye Egipto. Entra el ejército invasor. Los innumerables soldados tronchan a su pueblo como si fueran leñadores que abren un claro en el bosque. 24 Indefensa como muchachita es Egipto ante estos hombres del norte.
25 El Señor de los ejércitos, el Dios de Israel, dice: Castigaré a Amón, dios de Tebas, y a los demás dioses de Egipto. Castigaré también al faraón y a cuantos en él confían. 26 Los entregaré en poder de quienes quieren matarlos, en poder de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y de su ejército. Pero luego la tierra se recuperará de los desastres de la guerra, y será repoblada.
27 ¡Pero tú no temas, oh pueblo mío que regresas a tu tierra, no te desanimes, porque yo te salvaré allá lejos y te traeré a tus hijos y a tus hijas desde tierra lejana! ¡Sí, Israel retornará a su tierra y tendrá reposo y nada lo asustará!
28 ¡No temas, oh Jacob, siervo mío, dice el Señor, porque yo estoy contigo! Yo destruiré a todas las naciones a las cuales te he enviado cautivo, pero a ti no te destruiré. Yo te castigaré, pero únicamente lo que baste para corregirte.
Mensaje para los filisteos
47 Este es el mensaje que el Señor dio a Jeremías respecto a los filisteos de Gaza, antes que la ciudad fuera tomada por el ejército egipcio.
2 El Señor dice: Del norte viene una inundación que cubrirá la tierra de los filisteos, la que destruirá sus ciudades y todo cuanto en ellas hay. Aterrorizados clamarán los hombres más valientes y todo el país sollozará.
3 ¡Pero no es una inundación de aguas sino de soldados enemigos! Escuchen el tamborileo de las herraduras de los caballos y el estruendo de las ruedas al paso de los carros de guerra. ¡Huyen los padres sin volver siquiera la mirada a sus indefensos hijos, 4 porque ha llegado el tiempo en que todos los filisteos y sus aliados de Tiro y Sidón serán destruidos! Porque el Señor aniquila a los filisteos, colonos provenientes de Caftor. 5 Arrasadas serán las ciudades de Gaza y Ascalón, y quedarán convertidas en ruinas. Descendientes de Anac, ¡cuán grande será su llanto y su duelo!
6 Espada del Señor, ¿cuándo volverás a reposar de provocar tanta matanza? ¡Enváinate de nuevo; reposa y queda en paz! 7 Mas, ¿cómo ha de estarse quieta si el Señor le ha dado una encomienda? Porque la ciudad de Ascalón y los que moran por la ribera del mar tienen que ser aniquilados.
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