Bible in 90 Days
Omrí, rey de Israel
21 Los israelitas se dividieron en dos partidos, unos apoyaban a Tibni hijo de Guinat y lo querían hacer rey, otros seguían a Omrí. 22 Pero los seguidores de Omrí eran más fuertes que los de Tibni hijo de Guinat, así que Tibni murió y Omrí pasó a ser el rey.
23 En el año 31 del reinado de Asá en Judá, Omrí comenzó a reinar en Israel. Omrí gobernó a Israel durante doce años, seis de los cuales fueron desde la ciudad de Tirsá. 24 Pero Omrí le compró a Sémer el monte de Samaria por 66 kilos[a] de plata. Omrí construyó una ciudad en la montaña y la llamó Samaria de acuerdo con el nombre Sémer del antiguo dueño del monte.
25 Omrí obró mal delante del SEÑOR, fue peor que todos los reyes que vivieron antes de él. 26 Siguió con el mismo pecado que cometió Jeroboán hijo de Nabat, con el cual hizo pecar a Israel e hizo enojar al SEÑOR porque adoraban ídolos.
27 El resto de los hechos de Omrí y las grandes obras que realizó están escritos en Las crónicas de los reyes de Israel. 28 Omrí murió y fue sepultado en Samaria, y su hijo Acab reinó en su lugar.
Acab, rey de Israel
29 Acab hijo de Omrí llegó a ser rey de Israel en el año 38 de Asá, en Judá. Acab gobernó en Israel desde la ciudad de Samaria durante unos 22 años. 30 Acab hizo lo que el SEÑOR considera malo y fue peor que los reyes que vivieron antes de él. 31 No fue suficiente con que Acab cometiera los mismos pecados que Jeroboán hijo de Nabat había cometido, sino que además se casó con Jezabel hija de Et Baal, rey de los sidonios. Entonces Acab comenzó a servir y a adorar a Baal. 32 Acab construyó un templo en Samaria para la adoración de Baal y dentro del templo construyó un altar. 33 Acab también instaló una imagen para adorar a la diosa Aserá. Acab dio más motivos para enojar al SEÑOR, Dios de Israel, que todos los demás reyes que vivieron antes de él.
34 Durante la época de Acab, Jiel de Betel construyó de nuevo la ciudad de Jericó. Cuando comenzó la obra, murió Abirán, su hijo mayor, y cuando puso las puertas de la ciudad murió su hijo más joven, Segub. Ocurrió tal como el SEÑOR anunció que ocurriría cuando habló por medio de Josué hijo de Nun.[b]
Elías y la sequía
17 Elías era un profeta de la aldea de Tisbé, que está en Galaad. Fue y le dijo al rey Acab: «Vengo de la presencia del SEÑOR viviente, el Dios de Israel. Por su poder, te aseguro que ni lluvia ni rocío caerán en los próximos años, hasta que yo dé la orden».
2 Entonces el SEÑOR le dijo a Elías: 3 «Vete de este lugar, hacia el oriente y escóndete cerca del arroyo de Querit, que está al otro lado del Jordán. 4 Podrás beber agua del arroyo, y he mandado a los cuervos que te lleven comida». 5 Elías hizo lo que el SEÑOR le dijo y fue a vivir cerca del arroyo Querit, al oriente del río Jordán. 6 Cada día los cuervos le llevaban carne y pan, tanto por la mañana como al atardecer, y bebía agua del arroyo.
7 Como no había lluvia, después de un tiempo se secó el arroyo. 8 Entonces el SEÑOR le dijo a Elías: 9 «Vete a Sarepta en Sidón y vive ahí. En aquel lugar vive una viuda a quien yo le he ordenado que te dé comida».
10 Así que Elías se fue a Sarepta y al entrar por la puerta de la aldea, vio a una viuda que estaba juntando leña para el fuego. Elías le dijo:
—¿Puede traerme un poco de agua para beber?
11 Mientras ella iba a buscar el agua, Elías añadió:
—Y un pedazo de pan, por favor.
12 La mujer le contestó:
—Te aseguro ante el SEÑOR tu Dios que no tengo pan. Sólo tengo un poco de harina en el recipiente y me queda sólo un poco de aceite de oliva en la jarra. Hoy vine a juntar dos leños para hornear en casa la última comida que me queda. Mi hijo y yo la íbamos a comer para luego dejarnos morir de hambre.
13 Elías le dijo a la mujer:
—No te preocupes, ve y haz la comida que dijiste, pero primero hazme un panecito de la harina que tienes y tráemelo. Después cocina para ti y tu hijo. 14 El SEÑOR, Dios de Israel, dice: “Aquel recipiente de harina nunca se terminará ni se agotará el aceite y así continuará hasta que el SEÑOR mande lluvia a la tierra”.
15 Entonces la mujer hizo lo que Elías le había dicho y tanto él como la mujer y su hijo tuvieron suficiente comida por mucho tiempo. 16 El recipiente de harina y la jarra de aceite nunca quedaron vacíos, tal como el SEÑOR dijo por medio de Elías. 17 Después de un tiempo, el hijo de la viuda, que era la dueña de la casa, se enfermó y estaba tan mal que apenas respiraba. 18 La mujer entonces le dijo a Elías:
—Tú eres un hombre de Dios. ¿Me puedes ayudar? ¿O viniste aquí sólo para recordarme mis pecados y matar a mi hijo?
19 Elías le dijo:
—Dame a tu hijo.
Elías lo llevó al cuarto de arriba donde él se alojaba y lo acostó sobre su cama. 20 Luego Elías suplicó al SEÑOR en voz alta: «SEÑOR mi Dios. Esta mujer me está dando hospedaje. ¿Le vas a romper el corazón? ¿Vas a matar a su hijo en recompensa?» 21 Entonces Elías se tendió tres veces sobre el niño suplicando al SEÑOR en voz alta: «SEÑOR mi Dios, permite que este niño viva de nuevo».
22 El SEÑOR respondió a la oración de Elías y el niño comenzó a respirar de nuevo. ¡Estaba vivo! 23 Elías lo levantó y lo bajó del cuarto a la casa de la mujer y se lo entregó. Le dijo:
—Mira, tu hijo está vivo.
24 La mujer contestó:
—Ahora sé que de verdad eres un hombre de Dios y sé que el SEÑOR verdaderamente habla por medio de ti.
Elías y los profetas de Baal
18 Después de pasar mucho tiempo, en el tercer año, el SEÑOR le dijo a Elías: «Ve y reúnete con el rey Acab, pronto mandaré lluvia». 2 Así que Elías fue a ver a Acab.
El hambre que se sufría en Samaria era muy grave. 3 Así que el rey Acab mandó llamar a Abdías, el administrador del palacio del rey. Abdías era un verdadero seguidor del SEÑOR. 4 En un momento que Jezabel decidió terminar con los profetas del SEÑOR, Abdías tomó 100 profetas y los escondió en dos cuevas, 50 en cada una, y les daba agua y alimentos. 5 El rey Acab le dijo a Abdías: «Ven conmigo, revisaremos cada fuente y riachuelo del país para ver si podemos encontrar suficiente pasto para mantener vivos a los caballos y a las mulas, y así no tener que matarlos». 6 Cada uno escogió la parte del país que iba a recorrer. Acab se fue solo por un lado y Abdías solo por el otro. 7 Mientras Abdías hacía el recorrido, se encontró con Elías. Al reconocerlo, Abdías se postró rostro en tierra ante Elías y dijo:
—¿De veras es usted mi señor Elías?
8 Elías le contestó:
Sí, soy yo. Ve y dile a tu señor que Elías está aquí.
9 Entonces Abdías le dijo:
—Si yo le digo a Acab que sé dónde estás, ¡él me matará! No te hecho nunca nada malo, ¿por qué quieres que muera? 10 Tan seguro como que vive el SEÑOR tu Dios, que el rey te ha buscado por todas partes. Al buscarte en un país, si el gobernante del país decía que tú no estabas ahí; entonces Acab obligaba al gobernante a jurar que tú no estabas. 11 Y ahora tú me dices que vaya a decirle al rey que estás aquí. 12 Si le digo que tú estás aquí, entonces el Espíritu del SEÑOR te llevará a otro sitio, vendrá aquí el rey Acab, y al no encontrarte me matará. Yo he seguido al SEÑOR desde niño. 13 Tú te enteraste de lo que hice cuando Jezabel mataba a los profetas del SEÑOR y cómo yo escondí a 100 profetas del SEÑOR en cuevas, 50 en una cueva y 50 en otra. Les llevaba comida y agua. 14 Ahora tú dices: “Ve y dile a tu señor que Elías está aquí”. Él me va a matar.
15 Elías le contestó:
—Tan seguro como que vive el SEÑOR Todopoderoso en cuya presencia he estado, te digo que hoy veré al rey.
16 Así que Abdías fue a encontrarse con el rey Acab y le dijo dónde estaba Elías. El rey Acab fue a encontrarse con Elías, 17 y cuando lo vio, le dijo:
—¿Eres tú el hombre que causa tantos problemas en Israel?
18 Elías le contestó:
—Yo no causo problemas en Israel. Tú y la familia de tu papá han sido la causa de los problemas. Cometiste un gran error cuando dejaste de obedecer lo que dice el SEÑOR y comenzaste a seguir dioses falsos. 19 Ahora, dile a todo Israel que se reúna conmigo en el monte Carmelo y trae también a los 450 profetas de Baal y a los 400 profetas de la diosa falsa Aserá que dependen de la reina Jezabel.
20 Así que Acab citó a todos los israelitas y a los profetas a un encuentro en el monte Carmelo. 21 Elías se acercó a todo el pueblo y le dijo:
—¿Hasta cuándo seguirán dudando? Decidan si el SEÑOR es el Dios verdadero y entonces síganlo a él. Pero si Baal es el Dios verdadero, entonces sigan a Baal.
La gente no respondió ni una palabra. 22 Así que Elías dijo:
—Yo soy el único profeta del SEÑOR que queda, pero hay 450 profetas de Baal. 23 Así que traigan dos toros. Que los profetas de Baal tomen uno, que lo maten y lo corten en pedazos. Que traigan madera, pero sin prenderle fuego. Luego yo haré lo mismo con el otro toro y tampoco prenderé fuego al sacrificio. 24 Ustedes los profetas de Baal le pedirán a su dios y yo le pediré al SEÑOR. El que conteste con fuego es el verdadero Dios.
Al pueblo le pareció una buena idea.
25 Entonces Elías les dijo a los profetas de Baal:
—Ya que ustedes son mayoría, elijan primero su toro, prepárenlo y pidan en el nombre de sus dioses, pero sin prenderle fuego al sacrificio.
26 Así que los profetas tomaron el toro que la gente les dio y lo prepararon. Oraron a Baal hasta el mediodía. Le pidieron a gritos: «¡Baal, por favor, contéstanos!» Pero sólo hubo silencio, no hubo respuesta mientras los profetas bailaban alrededor del altar que habían construido.
27 Al mediodía, Elías comenzó a reírse de ellos. Les dijo:
—¡Griten más fuerte! Si él es dios, tal vez esté ocupado o quizá esté haciendo sus necesidades o tal vez salió por un rato. A lo mejor está durmiendo y si oran un poco más fuerte lo despertarán.
28 Y comenzaron a gritar más fuerte y a cortarse con cuchillos, espadas y lanzas hasta sacarse sangre, como era su costumbre. 29 Se hizo tarde, pero el fuego todavía no aparecía. Los profetas continuaron profetizando hasta llegar el momento de hacer el sacrificio de la tarde, pero no pasó absolutamente nada. Baal no hizo ni un ruido. No contestó nada. Nadie los escuchaba.
30 Entonces Elías le dijo a todo el pueblo:
—Reúnanse conmigo.
Así que todo el pueblo estuvo junto a Elías. El altar del SEÑOR había sido destruido, así que Elías lo arregló. 31 Elías encontró doce piedras, una por cada una de las doce tribus nombradas por los doce hijos de Jacob, a quien el SEÑOR había llamado Israel. 32 Elías usó las piedras para arreglar el altar en honor al SEÑOR. Después hizo una zanja alrededor del altar que podía contener 15 litros de agua[c]. 33 Luego Elías acomodó la madera en el altar, cortó el toro en pedazos y los colocó sobre la madera. 34 Entonces les dijo:
—Llenen cuatro jarrones de agua y derramen toda el agua sobre los pedazos de carne. Luego Elías dijo:
—Háganlo de nuevo.
Después dijo:
—Háganlo por tercera vez.
35 El agua corrió hasta llenar la zanja alrededor del altar.
36 Al llegar el momento del sacrificio de la tarde el profeta Elías se acercó al altar y oró así: «SEÑOR, Dios de Abraham, Isaac y Jacob. Ahora te pido que des una prueba de que tú eres el Dios de Israel y que yo soy tu siervo. Muéstrales que tú me ordenaste que hiciera todo esto. 37 SEÑOR, atiende mi oración, muestra a la gente que tú, SEÑOR, eres Dios. Así la gente sabrá que tú los estás haciendo volver a ti».
38 Así que el SEÑOR hizo bajar fuego que quemó el sacrificio, la madera, las piedras e incluso la tierra alrededor del altar. El fuego también secó toda el agua de la zanja. 39 Todo el pueblo vio esto, se postró y comenzó a decir: «¡El SEÑOR es Dios! ¡El SEÑOR es Dios!»
40 Entonces Elías dijo:
—¡Atrapen a los profetas de Baal! ¡Que no escape ninguno!
Así que la gente los capturó y Elías los llevó al arroyo Quisón y los mató a todos.
Vuelve la lluvia
41 Entonces Elías le dijo al rey Acab:
—Ahora, come y bebe, porque viene una lluvia fuerte.
42 Entonces el rey Acab fue a comer. Al mismo tiempo, Elías subió al monte Carmelo. En la cima de la montaña Elías se agachó y puso su cabeza entre las rodillas 43 y le dijo a su siervo:
—Mira hacia el mar.
El siervo se acercó hasta donde podía ver el mar, pero respondió:
—¡No veo nada!
Elías le dijo que fuera de nuevo, y así lo hizo por siete veces. 44 Al volver por la séptima vez, el siervo le dijo a Elías:
—Veo una nube pequeña, del tamaño del puño de un hombre. Viene del mar.
Elías le dijo al siervo:
—Ve y dile al rey Acab que prepare su carruaje para ir a casa. Si él no sale ahora, la lluvia lo va a detener.
45 Pasó el tiempo, el cielo se oscureció con las nubes, soplaba el viento y comenzó una lluvia fuerte. Entonces Acab subió al carruaje para irse a Jezrel. 46 El SEÑOR le dio poder a Elías y este se ajustó la ropa para correr, y corrió tanto que llegó a Jezrel antes que Acab.
Elías en el monte Horeb (Sinaí)
19 El rey Acab le contó a Jezabel todo lo que Elías había hecho, incluso como Elías había matado a todos los profetas a espada. 2 Así que Jezabel mandó un mensajero a Elías diciendo: «Te aseguro que mañana a esta hora te mataré, tal como mataste a esos profetas. Si no tengo éxito que me castiguen los dioses».
3 Elías se asustó tanto al escuchar esto que escapó para salvar su vida, llevando consigo a su siervo. Se fueron a Berseba que está en Judá, y Elías dejó a su siervo allí. 4 Entonces Elías caminó todo el día por el desierto, se sentó debajo de un arbusto y con ganas de morirse, dijo: «¡Ya basta, SEÑOR! ¡Déjame morir, que no soy mejor que mis antepasados!»
5 Entonces Elías se acostó ahí debajo del arbusto y se quedó dormido. Un ángel se acercó a Elías, lo tocó y le dijo:
—¡Levántate y come!
6 Elías vio que muy cerca había un pan cocinado sobre un fuego de carbón y una jarra de agua. Elías comió y bebió y luego se volvió a dormir.
7 Más tarde, el ángel del SEÑOR se le acercó otra vez y tocándolo le dijo:
—¡Levántate y come! Si no lo haces, no tendrás las fuerzas necesarias para el viaje. 8 Así que Elías se levantó, comió y bebió. La comida le dio suficientes fuerzas como para caminar 40 días y 40 noches hasta llegar a Horeb, el monte de Dios. 9 Ahí Elías entró en una cueva y se quedó toda la noche.
Entonces el SEÑOR le dijo a Elías:
—Elías, ¿por qué estás aquí?
10 Él le contestó:
—SEÑOR Dios Todopoderoso, yo siempre te he servido lo mejor que he podido, pero los israelitas han roto el pacto que tenían contigo. Destruyeron tus altares y mataron a tus profetas. Yo soy el único de tus profetas que ha quedado con vida y ahora a mí también me buscan para matarme.
11 Entonces el Señor le dijo:
—Ve, y ponte de pie delante del monte ante el SEÑOR y yo pasaré delante de ti.[d]
Entonces pasó el SEÑOR y sopló un viento tan fuerte que rompió una parte del monte y desprendió grandes piedras delante del SEÑOR, pero el SEÑOR no estaba en el viento. Después del viento, hubo un terremoto, pero el SEÑOR tampoco estaba en el terremoto. 12 Después del terremoto pasó un fuego pero el SEÑOR tampoco estaba en el fuego. Después del fuego, se escuchó un sonido muy suave. 13 Cuando Elías lo escuchó, se cubrió la cara con su manto. Entonces fue y se paró en la entrada de la cueva y una voz le dijo:
—Elías, ¿por qué estás aquí?
14 Elías dijo:
—SEÑOR, Dios Todopoderoso, yo siempre te he servido lo mejor que he podido, pero los israelitas han roto el pacto que tenían contigo. Destruyeron tus altares y mataron a tus profetas. Yo soy el único de tus profetas que ha quedado con vida y ahora me buscan para matarme a mí también.
15 El SEÑOR le contestó:
—Regresa por el camino que lleva al desierto cerca de Damasco, entra y consagra[e] a Jazael como rey de Siria. 16 Luego consagra a Jehú hijo de Nimsi como rey de Israel, y después consagra a Eliseo hijo de Safat, de Abel Mejolá, como el profeta que tomará tu lugar. 17 Jehú matará a los que escapen de la espada de Jazael, y Eliseo matará al que escape de la espada de Jehú. 18 Además, todavía me quedan 7000 en Israel que no doblaron la rodilla para adorar a Baal ni lo han besado. A ellos los dejaré con vida.
Eliseo se hace profeta
19 Así que Elías salió de ese lugar y fue a encontrar a Eliseo hijo de Safat. Eliseo estaba arando doce fanegadas[f] de tierra y ya estaba por terminar cuando Elías se le acercó y le puso su manto. 20 De inmediato Eliseo dejó su arado y corrió para alcanzar a Elías y le dijo:
—Déjame dar un beso de despedida a mi papá y a mi mamá, y luego te seguiré.
Elías le contestó:
—Claro, hazlo, no te lo impediré.[g]
21 Eliseo fue y mató dos bueyes, y usando el yugo como leña cocinó la carne. Entonces se la dio a la gente y la comieron como una ofrenda para festejar. Entonces Eliseo comenzó a seguir a Elías y se convirtió en su ayudante.
Ben Adad y Acab van a la guerra
20 Ben Adad, rey de Siria, juntó a todo su ejército. Entre ellos había 32 reyes que tenían caballos y carruajes. Atacaron a Samaria y la rodearon. 2 Mandó mensajeros a la ciudad y al rey Acab de Israel 3 para que le dijeran: «Ben Adad te dice: “Son míos tu plata y oro, tus mejores hijos y tus mujeres más lindas”». 4 El rey de Israel le mandó decir: «Es como dice Su Majestad, todo lo mío es suyo».
5 Entonces los mensajeros volvieron nuevamente a donde estaba Acab y le dijeron: «Ben Adad te dice: “Ya te he dicho que tu oro, tu plata, tus esposas y tus hijos son míos, dámelos. 6 Además, mañana a estas horas mandaré a mis siervos para buscar a todos los de tu familia. Ellos agarrarán lo que te es más querido y se lo llevarán a sus propias casas”». 7 Así que el rey Acab citó a una reunión con todos los ancianos líderes de su país y les dijo:
—Miren, Ben Adad sólo quiere hacernos mal. Primero me dijo que le diera mis esposas, mis hijos, la plata y el oro, y estuve de acuerdo en entregárselos.
8 Todos los líderes ancianos y el pueblo le dijeron:
—No lo obedezcas ni estés dispuesto a entregarle todo.
9 Así que Acab le mandó un mensaje a Ben Adad que decía: «Haré lo que dijiste al principio, pero no puedo obedecer tu segunda orden». Los hombres del rey Ben Adad le llevaron el mensaje al rey. 10 Entonces ellos volvieron con otro mensaje del rey Ben Adad que decía: «Yo destruiré completamente la ciudad de Samaria. Te prometo que no quedará nada de la ciudad, ni siquiera para que mis hombres se lleven una puñada de polvo de recuerdo. ¡Que los dioses me hagan algo peor si no lo cumplo!»
11 El rey Acab le contestó: «Díganle a Ben Adad que no cante victoria antes de tiempo». 12 El rey Ben Adad estaba bebiendo en su carpa junto con los otros reyes cuando los mensajeros volvieron y le dieron el mensaje del rey Acab. Entonces el rey Ben Adad ordenó que sus soldados prepararan el ataque y tomaran posiciones para la batalla.
13 En ese momento llegó un profeta, se presentó al rey Acab y le dijo:
El SEÑOR te dice:
—¿Ves aquel gran ejército? Yo te permitiré derrotarlo hoy. Entonces tú sabrás que yo soy el SEÑOR.
14 Acab dijo:
—¿A quién usarás para derrotarlo?
El profeta contestó:
—El SEÑOR dice: “Usaré a los jóvenes ayudantes de los funcionarios del gobierno”.
Entonces el rey preguntó:
—¿Quién debe estar al frente del ejército?
El profeta contestó:
—Tú lo harás.
15 Así que Acab juntó a los 232 ayudantes jóvenes de los funcionarios del gobierno y a todo el ejército de Israel. Eran en total 7000 hombres.
16 Al mediodía Acab comenzó el ataque mientras el rey Ben Adad y los 32 reyes que lo ayudaban estaban todavía tomando y emborrachándose dentro de sus carpas. 17 Los ayudantes jóvenes atacaron primero. Los hombres del rey Ben Adad le dijeron que había soldados saliendo de Samaria. 18 Entonces Ben Adad les dijo: «Tal vez vienen a luchar o podría ser que están buscando hacer las paces. Tómenlos con vida».
19 Los hombres jóvenes del rey Acab salieron al ataque con el ejército de Israel detrás de ellos. 20 Cada hombre de Israel mató al hombre que venía contra él, y los hombres de Siria huyeron mientras el ejército de Israel los perseguía. El rey Ben Adad se escapó en el caballo de un carro de combate. 21 El rey Acab estuvo al frente del ejército y capturó todos los caballos y carros del ejército de Siria. Así que el rey Acab consiguió una gran victoria contra el ejército arameo.
22 Entonces el profeta fue a ver al rey Acab y le dijo: «Ben Adad, el rey de Siria, vendrá a pelear contra ti la próxima primavera. Así que ve y prepara el ejército para que sea más fuerte y planea cuidadosamente tu defensa».
Ben Adad ataca de nuevo
23 Los oficiales del rey de Siria le dijeron: «Los dioses de Israel son dioses de la montaña. Por eso ganaron los israelitas, porque peleamos con ellos en las montañas. Si peleamos en la llanura, veremos que somos más fuertes que ellos. 24 Así que cada uno de los reyes ponga un gobernador en su lugar. 25 Tú junta un ejército como el que fue destruido antes, con la misma cantidad de caballos y carros de combate, y luchemos contra los israelitas en la llanura. Seguramente tendremos la victoria». Ben Adad aceptó el consejo e hizo lo que le propusieron.
26 Cuando llegó la primavera, Ben Adad reunió a la gente de Siria y atacó a Afec para comenzar la guerra contra Israel. 27 También los israelitas habían preparado y equipado su ejército y salieron a enfrentarse contra el ejército sirio. Hicieron su campamento frente a los de Siria. Comparado con las fuerzas del enemigo, Israel parecía como dos manadas pequeñas de cabras, mientras que los soldados arameos eran tantos que cubrían la tierra.
28 Un hombre de Dios se acercó al rey de Israel con este mensaje: «El SEÑOR dijo: “Los arameos dicen que yo, el SEÑOR, soy un dios de las montañas. Piensan que no tengo poder en los valles. Así que haré que tú derrotes a toda esta muchedumbre. Entonces tú sabrás que yo soy el SEÑOR en todo lugar”».
29 Los ejércitos acamparon el uno frente al otro por siete días. Al séptimo día comenzó la batalla y los israelitas mataron a 100 000 soldados de Siria en un solo día. 30 El resto de los soldados arameos escaparon a la ciudad de Afec, pero la muralla de la ciudad se derrumbó sobre 27 000 de ellos. Ben Adad huyó escondiéndose de casa en casa dentro de la ciudad. 31 Los siervos del rey arameo le dijeron: «Miren, hemos escuchado que los reyes de la nación de Israel son reyes que respetan los tratados. Vistámonos con ropas ásperas y sogas en el cuello y salgamos al rey de Israel para que tal vez nos deje con vida».
32 Entonces se vistieron de ropa áspera, se pusieron sogas en el cuello, fueron a donde estaba el rey de Israel y le dijeron:
—Tu siervo, Ben Adad, dice: “Te ruego que me perdones la vida”.
Acab dijo:
—¿Todavía vive? ¡Él es como mi hermano!
33 Ben Adad estaba buscando una señal que mostrara que Acab no lo iba a matar. Al escuchar esas palabras de Acab, los consejeros de Ben Adad entendieron enseguida y dijeron:
—¡Por supuesto! Ben Adad es tu hermano.
Acab dijo:
—Tráiganmelo.
Así que Ben Adad salió a ver al rey Acab. Y el rey Acab pidió que subiera al carruaje con él.
34 Ben Adad le dijo:
—Acab, te daré las aldeas que mi papá le quitó al tuyo. Podrás poner negocios en Damasco, tal como hizo mi papá en Samaria.
Acab le contestó:
—Si estás de acuerdo con este pacto, entonces te dejaré en libertad. Así que los dos reyes hicieron un acuerdo de paz y el rey Acab dejó en libertad a Ben Adad.
Profecía contra Acab
35 Entonces, un profeta le dijo a otro:
—¡Golpéame!
Le dijo esto porque el SEÑOR lo había mandado, pero el otro profeta no quiso. 36 Así que el primer profeta le dijo:
—Por no haber obedecido el mandato del SEÑOR, te matará un león cuando salgas de este lugar.
El hombre salió y lo mató un león.
37 Y el primer profeta encontró a un hombre y le dijo:
—Golpéame.
El hombre lo golpeó tan fuerte que lo hirió. 38 El profeta se cubrió los ojos con su manto para que el rey no lo reconociera y fue y esperó al rey. 39 Cuando el rey pasaba por ahí, el profeta le gritó:
—Tu siervo salió de la batalla porque un hombre me encargó vigilar a un prisionero. Me dijo que si escapaba tendría que dar mi vida por él o pagar una multa de 3000 monedas[h] de plata. 40 Y mientras tu siervo hacía esto y lo otro, el prisionero desapareció. El rey le contestó:
—Tú mismo has firmado tu propia condena.
41 De repente el profeta sacó el manto de su cara y el rey se dio cuenta de que era uno de los profetas. 42 Entonces el profeta le dijo al rey:
—El SEÑOR te dice: “Por haber dejado en libertad al que yo quería que muriera, morirás tú en lugar de él. Morirán tú y tu gente”.
43 Entonces el rey volvió a Samaria furioso y de mal humor.
El viñedo de Nabot
21 Después de esto sucedió que el rey Acab tenía su palacio en la ciudad de Samaria, pero justo al lado del palacio había un viñedo de un hombre jezrelita llamado Nabot. 2 Un día Acab le dijo a Nabot:
—Dame tu viñedo para convertirlo en una huerta. Tu viñedo está justo al lado de mi palacio. En su lugar, yo te daré un viñedo mejor, o si prefieres, te pagaré el valor en dinero.
3 Nabot le contestó:
—¡Qué el SEÑOR no lo permita! Jamás te daré el viñedo que es la tierra que heredé de mi familia.
4 Así que Acab regresó a casa furioso y de mal humor, porque no le había gustado lo que le había dicho Nabot, el hombre de Jezrel, quien dijo que no le iba a dar la tierra que había heredado de su familia. Acab se acostó y no quería ver a nadie ni comer nada.
5 Jezabel, la esposa de Acab, entró a verlo y le preguntó:
—¿Por qué estás tan enojado? ¿Por qué te niegas a comer?
6 Acab le contestó:
—Yo le pedí el viñedo a Nabot, el hombre de Jezrel. Le dije que le pagaría un buen precio, o si él prefería, le daría otro viñedo. Pero Nabot no quiso darme el viñedo.
7 Jezabel le contestó:
—¡Pero si tú eres el rey de Israel! Levántate y come algo, que yo me voy a encargar de conseguirte el viñedo de Nabot. Así te sentirás mejor.
8 Entonces Jezabel escribió algunas cartas como si fueran de Acab y las selló con el sello real. Entonces se las mandó a los ancianos líderes y a los hombres importantes que vivían en la aldea de Nabot. 9 En la carta ella escribió:
«Anuncien que habrá una reunión para proclamar un día de ayuno. Pongan en el lugar de honor a Nabot. 10 Busquen algunos sinvergüenzas que estén dispuestos a decir que Nabot habló en contra del rey y en contra de Dios. Entonces sáquenlo de la reunión y mátenlo a pedradas».
11 Así que los ancianos líderes y hombres importantes de Jezrel obedecieron el mandato. 12 Los líderes anunciaron que habría una reunión para proclamar un día de ayuno. A Nabot lo pusieron en un lugar especial ante el pueblo. 13 Entonces dos hombres dijeron que Nabot había hablado en contra de Dios y en contra del rey. Por eso el pueblo sacó a Nabot de la ciudad y lo mataron a pedradas. 14 Entonces los líderes ancianos mandaron un mensaje a Jezabel, que decía: «Nabot fue matado a pedradas».
15 Cuando Jezabel escuchó que Nabot había muerto a pedradas, le dijo a Acab: «Nabot ha muerto. Ahora ve y toma posesión del viñedo que tú querías». 16 Así que Acab fue al viñedo y tomó posesión de él.
17 Después, el SEÑOR le habló a Elías, el profeta de Tisbé y le dijo: 18 «Ve a ver al rey Acab en Samaria, el cual estará en el viñedo de Nabot tomando posesión de él. 19 Dile a Acab que yo, el SEÑOR, le digo: “Acab, mataste a Nabot ¡y ahora tomas posesión de su tierra!” Y dile que el SEÑOR también dice esto: “¡En el mismo lugar que los perros lamieron la sangre de Nabot, ahí mismo lamerán tu sangre!”»
20 Así que Elías fue a ver a Acab y cuando Acab lo vio, le dijo a Elías:
—De nuevo me has encontrado, enemigo mío.
Elías contestó:
—Sí, te encuentro de nuevo ya que estás dedicado completamente a obrar mal delante del SEÑOR. 21 Así que él te dice: “Yo te destruiré y te mataré junto con todos los varones de tu familia. 22 Haré con tu familia lo mismo que hice con la del rey Jeroboán hijo de Nabat y con la del rey Basá, porque me hiciste enojar y has hecho pecar a Israel”. 23 Y también el SEÑOR dice respecto a Jezabel: “Los perros devorarán a tu esposa Jezabel en la ciudad de Jezrel. 24 A cualquiera de tu familia que muera en la ciudad se lo comerán los perros, y a cualquiera que muera en el campo se lo comerán las aves de rapiña”.
25 Nadie se dedicó a obrar tan mal delante del SEÑOR como hizo Acab, incitado por su esposa Jezabel. 26 Lo más horrible que hizo Acab fue adorar las estatuas de madera, tal como lo hacían los amorreos, a quienes el SEÑOR les quitó su tierra para dársela a los israelitas.
27 Después de que Elías terminó de hablar, Acab se puso muy triste, se rompió la ropa, se vistió con ropas ásperas y no comió nada. Hasta dormía con ropas ásperas y andaba deprimido.
28 El SEÑOR le dijo a Elías, el profeta de Tisbé: 29 «Veo que Acab se ha humillado ante mí, así que no le causaré dificultades mientras viva. Esperaré hasta que su hijo sea rey en su lugar, entonces traeré desgracia a la familia de Acab».
Micaías advierte a Acab
(2 Cr 18:2-27)
22 Durante los siguientes dos años hubo paz entre Israel y Siria. 2 Sin embargo, durante el tercer año, el rey Josafat de Judá fue a visitar al rey Acab de Israel.
3 Acab les preguntó a sus oficiales: «¿Se acuerdan ustedes que el rey de Siria nos quitó Ramot de Galaad? ¡Y no hemos hecho nada para recuperarla!» 4 Así que Acab le pidió al rey Josafat:
—¿Nos ayudarás a luchar contra el ejército de Siria en Ramot de Galaad?
Josafat le contestó:
—Por supuesto que te ayudaré. Mis soldados y mis caballos están tan dispuestos como los tuyos. 5 Pero primero consultemos al SEÑOR para ver lo que él dice.
6 Así que Acab llamó una reunión de los profetas. Había como 400 profetas y Acab les preguntó:
—¿Debo ir a la guerra contra el ejército de Siria y atacar a Ramot de Galaad o esperar hasta otro momento?
Los profetas contestaron:
—Ve a luchar ahora, porque el Señor te va a entregar la ciudad.
7 Pero Josafat les dijo:
—¿Hay otros profetas del SEÑOR por acá? Si hay, deberíamos preguntarles.
8 El rey Acab contestó:
—Hay otro profeta, Micaías hijo de Imlá, pero lo detesto porque cuando él habla de parte del SEÑOR nunca me dice nada agradable. Siempre dice lo que no me gusta.
Josafat le dijo:
—El rey no debería hablar así.
9 Así que el rey Acab le dijo a uno de sus oficiales que fuera rápido a buscar a Micaías hijo de Imlá.
10 Los dos reyes estaba sentados cada uno en su trono y vestidos con sus trajes reales. Estaban en los tribunales cerca de la puerta de Samaria y todos los profetas estaban de pie delante de ellos. Mientras profetizaban, 11 Sedequías hijo de Quenaná, uno de los profetas, hizo unos cuernos de hierro[i]. Entonces él le dijo a Acab:
—El SEÑOR dice: “Tú usarás estos cuernos para luchar en contra del ejército de Siria, lo derrotarás y destruirás”.
12 Los demás profetas estuvieron de acuerdo con Sedequías, diciendo:
—Que marche ya tu ejército a luchar contra el ejército de Siria en Ramot de Galaad. Los vencerás porque el SEÑOR te dará la victoria.
13 Entretanto, un oficial fue a buscar a Micaías y le dijo:
—Todos los profetas sin excepción están diciendo que el rey va a tener éxito. Así que te conviene acomodar tu mensaje al de ellos.
14 Pero Micaías contestó:
—Nada de eso. Te aseguro por el poder del SEÑOR que yo le diré al rey lo que el SEÑOR me diga.
15 Entonces Micaías se presentó ante el rey Acab. El rey le dijo:
—Micaías, ¿debemos el rey Josafat y yo juntar fuerzas para luchar contra el ejército de Siria en Ramot de Galaad o debemos esperar otro momento?
Micaías le contestó:
—¡Ataca ahora, porque el SEÑOR te permitirá vencerlos!
16 Pero Acab dijo:
—¿Cuántas veces tengo que decirte que estás bajo juramento y que digas sólo lo que el SEÑOR te dice?
17 Así que Micaías contestó:
—Esto es lo que va a suceder: el ejército de Israel será dispersado por las colinas como ovejas sin pastor. El SEÑOR dice: “Estos no tienen líderes, que se devuelvan a casa y no hagan la guerra”.
18 Entonces Acab le dijo a Josafat:
—¿Ves? ¿No es como te dije? Este profeta no me dice nada bueno, sino que siempre me dice lo que no quiero escuchar.
19 Pero Micaías siguió hablando de parte de Dios y le dijo:
—Escucha este mensaje que el SEÑOR tiene para ti: Vi al SEÑOR sentado en su trono en el cielo. Todo el ejército del cielo estaba presente con él a su derecha y a su izquierda. 20 El SEÑOR les dijo: “¿Quién engañará a Acab para que ataque a Ramot de Galaad y muera ahí?” Los ángeles no estaban de acuerdo en cuanto a qué hacer. 21 Entonces salió un espíritu y se puso delante del SEÑOR y le dijo: “¡Yo lo engañaré!” El SEÑOR contestó: “¿Cómo engañarás al rey Acab?” 22 El ángel dijo: “Confundiré a todos los profetas de Acab. Les diré mentiras a los profetas para que engañen al rey Acab. Sus profecías serán mentiras”. Así que el Señor dijo: “¡De acuerdo! Ve y hazlo, que tendrás éxito en engañar al rey Acab”.
23 Micaías dijo:
—Efectivamente es lo que ha ocurrido. El SEÑOR ha inspirado a todos tus profetas para que te engañen. El SEÑOR decidió que todo te saldrá mal.
24 Entonces el profeta Sedequías hijo de Quenaná se acercó a Micaías y le dio una bofetada. Sedequías le dijo:
—¿De veras crees que el Espíritu del SEÑOR me ha dejado y ahora habla por ti?
25 Micaías contestó:
—Mira, pronto verás el día en que tratarás de escapar yendo de cuarto en cuarto.
26 Entonces el rey Acab le ordenó a uno de sus oficiales que arrestara a Micaías. El rey Acab le dijo:
—Agárrenlo y llévenselo a Amón, el gobernador de la ciudad, y al príncipe Joás. 27 Diles que el rey ordena que lo pongan en prisión y que sólo le den un poco de pan y agua. Manténganlo ahí hasta que yo vuelva de la batalla.
28 Micaías dijo en voz alta:
—¡Escúchenme todos! Si el rey Acab regresa sano y salvo de esta batalla, el SEÑOR no ha hablado por mí.
29 Entonces el rey Acab y el rey Josafat fueron a pelear en contra del ejército de Siria en Ramot de Galaad. 30 Acab le dijo a Josafat:
—Preparémonos para la batalla. Me disfrazaré para ocultar que soy el rey. Pero tú vístete con las vestimentas reales.
Así que el rey de Israel empezó la batalla vestido como cualquiera que no es rey.
31 El rey de Siria tenía 32 comandantes de carros de combate y les dijo que nadie tenía tanta importancia para él como el rey de Israel. Por eso les ordenó buscar al rey de Israel y matarlo sin preocuparse por el resto del enemigo. 32 Así que durante la batalla, los comandantes de carruaje se fijaron en el rey Josafat pensando que él era el rey de Israel. Cambiaron el rumbo para atacarlo cuando Josafat comenzó a gritar. 33 Al ver que no era el rey Acab, dejaron de perseguirlo. 34 Sin embargo, un soldado tiró una flecha al aire, sin apuntar a nada en particular, la flecha entró por un pequeño espacio entre la malla y la armadura de Acab, rey de Israel. Entonces Acab le dijo al conductor del carro: «¡Me hirió una flecha! Sal del área y retirémonos de la batalla».
35 Los ejércitos continuaron en batalla aquel día, y el rey Acab se quedó de pie en su carro frente al ejército de Siria. La sangre de la herida corría por el piso del carro y por la tarde, el rey murió. 36 Cuando se ponía el sol, gritaron en el campamento: «¡Vuelva cada uno a su ciudad y a su propia tierra!» 37 Así murió el rey Acab. Unos hombres llevaron su cuerpo a Samaria y lo sepultaron allí. 38 Los hombres limpiaron el carruaje de Acab en el estanque que está en Samaria, y los perros lamieron la sangre del rey Acab. También las prostitutas usaron el agua para lavarse. Todo ocurrió tal como el SEÑOR había dicho.
39 Todo lo que hizo el rey Acab durante la época que gobernó en Israel está escrito en Las crónicas de los reyes de Israel. Ahí también se comenta sobre el palacio de marfil y todas las ciudades que el rey construyó. 40 Acab murió y fue sepultado con sus antepasados. Su hijo Ocozías reinó en su lugar.
Josafat, rey de Judá
(2 Cr 20:31-37)
41 Durante el cuarto año del reinado de Acab en Israel, Josafat hijo de Asá llegó a ser rey de Judá. 42 Josafat tenía 35 años cuando llegó al poder y reinó en Jerusalén 25 años. Su mamá se llamaba Azuba hija de Siljí. 43 Josafat fue bueno como lo fue su papá antes de él e hizo todo lo que el SEÑOR consideraba correcto, pero no destruyó los santuarios sobre las colinas. La gente continuaba ofreciendo sacrificios y quemando incienso en esos lugares, fuera del templo.
44 Josafat hizo las paces con el rey de Israel. 45 El resto de los hechos de Josafat, incluso sus hazañas y sus guerras, está escrito en Las crónicas de los reyes de Judá. 46 Josafat expulsó a los que quedaban de los que se dedicaban a vender sexo en nombre de un dios. Algunos habían quedado desde el tiempo de Asá, su papá. 47 En esa época no había rey que gobernara Edom, y Josafat gobernaba como rey de Edom.
Los barcos de Josafat
48 El rey Josafat construyó barcos de carga para ir hasta Ofir a traer oro, pero los barcos nunca salieron porque se destrozaron en el puerto de Ezión Guéber. 49 El rey de Israel, Ocozías hijo de Acab, se ofreció a ayudarle y le pidió a Josafat que dejara que unos de sus marineros fueran en los barcos, pero Josafat no quiso aceptar la ayuda de Ocozías.
50 Josafat murió y fue sepultado con sus antepasados en la Ciudad de David. Entonces su hijo Jorán reinó en su lugar.
Ocozías, rey de Israel
51 Ocozías hijo de Acab se convirtió en rey de Israel en el año 17 del reinado de Josafat de Judá. Ocozías gobernó en Samaria por dos años. 52 Él pecó en contra del SEÑOR y obró igual que su papá Acab, que su mamá Jezabel, y que Jeroboán hijo de Nabat. Todos estos líderes llevaron a los israelitas a pecar cada vez más. 53 Ocozías adoró y sirvió al dios falso Baal, como lo hizo su papá antes de él, e hizo enojar mucho al SEÑOR, Dios de Israel, quien se enojó con Ocozías igual que con su papá.
Mensaje para Ocozías
1 Después de la muerte de Acab, Moab se rebeló contra Israel.
2 Una vez, Ocozías estaba en el primer piso de su casa y al ceder el piso bajo sus pies, se cayó y quedó gravemente herido. Estando en cama, mandó llamar a sus mensajeros y les dijo: «Vayan a consultar a Baal Zebub, dios de Ecrón, y pregúntenle si me voy a recuperar de este accidente o no».
3 Pero el ángel del SEÑOR le dijo a Elías el tisbita: «Ve y encuéntrate con los mensajeros del rey Ocozías y pregúntales: “¿Acaso no hay un Dios en Israel? ¿Por qué van a consultar a Baal Zebub, dios de Ecrón?” 4 Por haber hecho eso el SEÑOR te dice: “No te levantarás de la cama, vas a morir”». Y Elías se fue.
5 Cuando los mensajeros regresaron, Ocozías les preguntó:
—¿Por qué regresaron tan pronto?
6 Los mensajeros le dijeron a Ocozías:
—Nos encontramos con un hombre que nos dijo que volviéramos al rey que nos mandó y le comunicáramos lo que dice el SEÑOR: “Si hay un Dios en Israel, ¿por qué mandaste mensajeros a consultar el futuro a Baal Zebub, dios de Ecrón? Por haber hecho eso, no te levantarás de la cama. ¡Ciertamente morirás!”
7 Ocozías les preguntó a sus mensajeros:
—¿Cómo era el hombre con el que se encontraron?
Ellos le dijeron:
8 —El hombre llevaba un manto de piel[j] y un cinturón de cuero ajustado a la cintura.
Ocozías respondió:
—Era Elías el tisbita.
9 Ocozías ordenó que un capitán con 50 soldados fuera a buscar a Elías. Lo encontraron sentado en la cima de un monte, y el capitán le dijo a Elías:
—Hombre de Dios,[k] el rey te ordena bajar.
10 Elías le contestó:
—Si soy un hombre de Dios, que baje fuego del cielo y te destruya a ti y a toda tu tropa.
Así que bajó fuego del cielo y destruyó al capitán y a los 50 soldados.
11 Ocozías le mandó a otro capitán con 50 soldados. El capitán le dijo a Elías:
—Hombre de Dios, el rey te ordena bajar.
12 Elías le dijo:
—Si soy un hombre de Dios, que baje fuego del cielo y te destruya a ti y a toda tu tropa.
Entonces, bajó fuego del cielo y destruyó al capitán y a los 50 soldados. 13 Ocozías mandó a un tercer capitán con 50 soldados. Este se encontró con Elías, se puso de rodillas y le rogó a Elías:
—Hombre de Dios, te ruego que nos respetes la vida a mí y a mis 50 soldados. 14 Ya bajó fuego del cielo y devoró a los dos capitanes anteriores con sus tropas. Te ruego que aprecies en algo mi vida ahora. 15 El ángel del SEÑOR le dijo a Elías:
—Ve con el capitán; no le tengas miedo.
Así que Elías fue con el capitán a ver al rey Ocozías.
16 Elías le dijo a Ocozías:
—Así dice el SEÑOR: “Por haber mandado mensajeros a consultar el futuro a Baal Zebub, dios de Ecrón, como si no hubiera un Dios en Israel a quien consultar, no te levantarás de la cama. ¡Ciertamente morirás!”
Jorán reemplaza a Ocozías
17 Ocozías murió, tal como dijo el SEÑOR por medio de Elías. Su hermano Jorán reinó en su lugar porque Ocozías no tuvo hijos. Jorán comenzó a reinar durante el segundo año de Jorán hijo de Josafat, rey de Judá.
18 El resto de los hechos de Ocozías está escrito en Las crónicas de los reyes de Israel.
El Señor decide llevarse a Elías
2 Cuando se acercaba el momento en que el SEÑOR iba a llevarse a Elías al cielo en un torbellino, Elías y Eliseo estaban a punto de salir de Guilgal.
2 Elías le dijo a Eliseo:
—Quédate aquí, pues el SEÑOR me dijo que fuera a Betel.
Pero Eliseo le dijo:
—Tan cierto como el SEÑOR existe y como vives tú, no me separaré de ti.
Así que fueron juntos a Betel.
3 Un grupo de profetas que estaba en Betel se encontró con Eliseo y le dijeron:
—¿Sabes que hoy el SEÑOR te quitará a tu maestro?
Eliseo dijo:
—Sí, lo sé. Cállense.
4 Elías le dijo a Eliseo:
—Quédate aquí, pues el SEÑOR me dijo que fuera a Jericó.
Sin embargo, Eliseo le dijo:
—Tan cierto como el SEÑOR existe y como vives tú, no me separaré de ti.
Así que los dos se fueron a Jericó.
5 El grupo de profetas que estaba en Jericó se acercó a ver a Eliseo y le dijeron:
—¿Sabes tú que hoy el SEÑOR te quitará tu maestro?
Eliseo les contestó:
—Sí ya lo sé, pero no digan nada.
6 Elías le dijo a Eliseo:
—Por favor, quédate aquí, pues el SEÑOR me dijo que fuera al río Jordán.
Eliseo contestó:
—Tan cierto como el SEÑOR existe y como vives tú, no me separaré de ti.
Así que los dos fueron al río Jordán.
7 Unos 50 hombres del grupo de profetas los estaban siguiendo. Elías y Eliseo se pararon a la orilla del río Jordán. Los 50 hombres se quedaron a cierta distancia de Elías y Eliseo. 8 Elías se quitó el manto, lo dobló y con él golpeó el agua. Entonces el agua del río se dividió en dos partes y tanto Elías como Eliseo cruzaron el río caminando sobre tierra seca.
9 Mientras cruzaban el río, Elías le dijo a Eliseo:
—Pide lo que quieres que haga por ti antes de que sea separado de ti.
Eliseo declaró:
—Ah, si pudiera recibir una doble porción de tu espíritu.[l]
10 Elías le dijo:
—Has pedido algo difícil, pero si logras verme cuando sea separado de ti, recibirás lo que has pedido. Pero si no logras verme, entonces no lo recibirás.
Dios se lleva a Elías al cielo
11 Elías y Eliseo caminaban juntos charlando. De repente, llegaron un carro y unos caballos que parecían de fuego, los cuales separaron a Elías de Eliseo. Elías fue llevado al cielo en un torbellino.
12 Al verlo, Eliseo gritó: «¡Padre mío, padre mío! ¡Carro de Israel y su caballería![m]»
Eliseo nunca más volvió a verlo. Entonces Eliseo rompió en dos su ropa. 13 El manto de Elías se había caído a la tierra, entonces Eliseo lo agarró y se volvió. Se estuvo de pie a la orilla del Jordán, 14 golpeó el agua con el manto y dijo: «¿Dónde está el SEÑOR, el Dios de Elías?»
Cuando Eliseo golpeó el agua, el río se separó en dos y Eliseo lo cruzó.
15 El grupo de profetas que estaba en Jericó vio a Eliseo y dijo: «¡El espíritu de Elías ahora está en Eliseo!» Se acercaron a Eliseo y se inclinaron ante él. 16 Le dijeron:
—Tenemos 50 hombres fuertes aquí. Podemos ir y buscar a tu maestro. Tal vez el Espíritu del SEÑOR levantó a Elías y lo tiró por ahí en un monte o en un valle.
Pero Eliseo les contestó:
—No manden a buscar a Elías.
17 Pero tanto le rogaron a Eliseo que hasta quedó avergonzado. Entonces les dijo:
—Manden a los hombres a buscar a Elías.
El grupo de los profetas mandó a los 50 hombres a que buscaran a Elías. Buscaron durante unos tres días pero no lo encontraron. 18 Así que los hombres volvieron a Jericó, donde se estaba quedando Eliseo, y este les dijo:
—Les dije que no fueran.
Eliseo purifica el agua
19 Los hombres de la ciudad le dijeron a Eliseo:
—Señor, como usted puede ver, este lugar es agradable, pero el agua es mala, y por eso la tierra es estéril.
20 Eliseo les dijo:
—Tráiganme un plato hondo nuevo, y pónganle sal.
La gente le llevó el plato hondo a Eliseo. 21 Entonces Eliseo salió a la fuente del agua, echó la sal al agua y dijo:
—El SEÑOR dice: “Purifico esta agua y de ahora en adelante no producirá más la muerte ni hará la tierra estéril”.
22 El agua quedó purificada hasta el día de hoy, tal como dijo Eliseo.
Se burlan de Eliseo
23 Eliseo salió de allí para ir a Betel. Mientras subía la colina para entrar a la ciudad, unos jóvenes que salían de la ciudad comenzaron a burlarse de él, diciendo: «¡Sube, calvo! ¡Sube, calvo!»
24 Eliseo se dio vuelta, los miró y los maldijo en el nombre del SEÑOR. De pronto salieron dos osas del bosque y los atacaron, despedazando a 42 de ellos.
25 Eliseo salió de Betel y fue al monte Carmelo. De ahí regresó a Samaria.
Jorán, rey de Israel
3 Entonces Jorán hijo de Acab gobernó como rey de Israel en Samaria. Comenzó a reinar durante el año 18 del reinado de Josafat, rey de Judá. Jorán gobernó durante doce años. 2 Lo que él hacía no le agradaba al SEÑOR. Sin embargo, no fue tan malo como su papá y como su mamá, porque quitó el pilar que había hecho su papá para adorar a Baal. 3 En eso estuvo bien, pero cometió los mismos pecados de Jeroboán hijo de Nabat que fueron motivo para que los israelitas pecaran.
Moab se rebela contra Israel
4 Mesá, rey de Moab, era ganadero y tenía muchas ovejas. Le daba al rey de Israel 100 000 corderos y 100 000 ovejas con su lana. 5 Pero cuando murió Acab, el rey de Moab se rebeló contra el rey de Israel. 6 Entonces Jorán salió de Samaria habiendo reunido a todos los hombres de Israel. 7 Jorán mandó llamar a Josafat, rey de Judá, y le dijo:
—El rey de Moab se ha rebelado contra mí. ¿Irás conmigo a luchar contra Moab?
Josafat respondió:
—Sí, yo iré contigo. Mis soldados y mis caballos están tan dispuestos como los tuyos.
8 Josafat le preguntó a Jorán:
—¿Por cuál camino iremos?
Jorán le contestó:
—Iremos por el desierto de Edom.
9 Así que el rey de Israel salió junto con los reyes de Judá y de Edom. Pero como tuvieron que dar un rodeo por el desierto que duró unos siete días, no hubo suficiente agua para el ejército ni para los animales. 10 Finalmente el rey de Israel dijo:
—¡Ay, pues! El SEÑOR trajo a estos tres reyes al desierto para entregarnos en manos de los moabitas.
11 Pero Josafat le dijo:
—Seguramente uno de los profetas del SEÑOR está aquí, preguntémosle qué dice el SEÑOR.
Uno de los siervos del rey de Israel dijo:
—Eliseo hijo de Safat y siervo de Elías está aquí.
12 Josafat dijo:
—¡La palabra del SEÑOR está con Eliseo!
Así que el rey de Israel, Josafat y el rey de Edom fueron a ver a Eliseo.
13 Eliseo le dijo al rey de Israel:
—¿Qué tiene usted que ver conmigo? ¡Vaya y consulte a los profetas de su papá y de su mamá!
El rey de Israel le dijo a Eliseo:
—Dime si es cierto que el SEÑOR nos juntó a nosotros tres para entregarnos a los moabitas.
14 Eliseo dijo:
—Yo respeto a Josafat, rey de Judá, y sirvo al SEÑOR Todopoderoso. Tan cierto como que Dios existe, que vine aquí solo por Josafat. Si no fuera por él, no te haría caso, ni siquiera te miraría. 15 Ahora, llamen a alguien que toque el arpa.
Cuando el músico comenzó a tocar la música, el poder[n] del SEÑOR comenzó a operar por medio de Eliseo. 16 Entonces Eliseo dijo:
—Esto dice el SEÑOR: “Caven pozos por todo este valle”. 17 Así dice el SEÑOR: “No verán viento ni lluvia; sin embargo, el valle se llenará de agua y entonces ustedes, su ganado y sus otros animales tendrán agua para beber. 18 Y todo eso es poco a los ojos del SEÑOR, quien además entregará a Moab en manos de ustedes. 19 Atacarán todas las ciudades fortificadas e importantes, cortarán todos los árboles buenos, taparán todos los pozos de agua y arruinarán toda la tierra arable con piedras”.
20 Al día siguiente a la hora del sacrificio matutino, comenzó a correr agua desde Edom y llenó todo el valle.
21 Los moabitas escucharon que los reyes habían salido para pelear con ellos. Por eso reunieron a todos los hombres en edad de cumplir el servicio militar y esperaron en la frontera. 22 Cuando los moabitas se levantaron a la madrugada, salió el sol y el reflejo del agua parecía sangre. 23 Los moabitas dijeron: «¡Miren, sangre! Los reyes debieron haberse atacado entre sí y haberse destruido. Ahora todo lo suyo será nuestro botín de guerra».
24 Los moabitas se acercaron al campamento israelita, pero los israelitas contraatacaron y los moabitas huyeron. Entonces los israelitas persiguieron a los moabitas y acabaron con ellos. 25 Destruyeron sus ciudades, tiraron piedras en la tierra de cultivo, taparon los pozos de agua y cortaron todos los buenos árboles. Siguieron peleando por todo el país, rodearon a Quir Jaréset y atacaron la ciudad.
26 El rey de Moab vio que la batalla iba de mal en peor, así que tomó a 700 hombres con espadas para abrir una brecha y atentar contra el rey de Edom, pero fracasó. 27 Entonces el rey de Moab tomó a su hijo mayor, el heredero del trono, y lo ofreció como un sacrificio que debe quemarse completamente. Hubo tanta ira contra los israelitas que abandonaron el ataque y regresaron a su país.
Milagro para ayudar a una viuda
4 La esposa de uno de los del grupo de profetas se acercó a Eliseo gritando:
—Mi esposo fue uno de tus siervos, y ahora está muerto. Tú sabes cómo honraba al SEÑOR. ¡Pero le debía dinero a un hombre que ahora viene a quitarme a mis dos hijos para que sean sus esclavos!
2 Eliseo le contestó:
—¿Cómo te puedo ayudar? Dime, ¿qué hay en tu casa?
La mujer dijo:
—No tengo nada, sólo un frasco de aceite de oliva.
3 Entonces Eliseo dijo:
—Ve y habla con tus vecinos y pídeles prestados todos los frascos vacíos que tengan, todos los que puedas. 4 Entra a tu casa y cierra la puerta, que estén sólo tú y tus hijos adentro. Usa el frasco de aceite y llena cada frasco vacío, uno tras otro.
5 Ella salió de hablar con Eliseo, entró a su casa y cerró la puerta, con sólo ella y sus dos hijos adentro. Sus dos hijos le llevaban los frascos y ella los llenaba. 6 Cuando todos los frascos ya estaban llenos, ella le preguntó a su hijo:
—¿No quedan más frascos?
Él le dijo:
—No hay más.
Entonces el aceite dejó de fluir.
7 Luego le contó al hombre de Dios lo que había pasado, y Eliseo le dijo:
—Ve, vende el aceite y paga tu deuda. Con lo que queda podrán sostenerse tú y tus hijos.
La mujer de Sunén y Eliseo
8 Un día Eliseo fue a Sunén, donde vivía una mujer importante. Ella insistió en que Eliseo se quedara a comer en su casa. Así que cada vez que Eliseo pasaba por aquel lugar se detenía para comer ahí.
9 La mujer le dijo a su esposo:
—Mira, tú sabes que Eliseo es un hombre santo de Dios y que siempre pasa por nuestra casa. 10 Por favor, hagámosle un cuarto en la planta alta. Pongámosle una cama en el cuarto con una mesita, una silla y una lámpara. Entonces, cuando se hospede en nuestra casa podrá tener su propio cuarto.
11 Un día Eliseo se hospedó en la casa y entró al cuarto para descansar. 12 Eliseo le dijo a su siervo Guiezi:
—Llama a esta mujer sunamita.
El siervo la llamó y ella fue y lo atendió. 13 Eliseo le dijo:
—Ahora dile: “Mira, has hecho lo mejor que has podido para atendernos. ¿Qué podemos hacer por ti? ¿Quieres que hablemos de tu parte al rey o al comandante del ejército?”
Ella contestó:
—Estoy contenta viviendo entre mi pueblo.
14 Eliseo le dijo a Guiezi:
—¿Qué podemos hacer por ella?
Él contestó:
¡Ya sé! Ella no tiene hijos y su esposo ya es viejo.
15 Entonces Eliseo le dijo:
—Llámala de nuevo.
Entonces Guiezi la llamó y ella se acercó para atenderlo. 16 Eliseo le dijo:
—Para la primavera entrante tendrás en brazos a tu propio hijo.
La mujer respondió:
—¡No, señor! ¡Que el hombre de Dios no me mienta!
17 Sin embargo, la mujer quedó embarazada y la siguiente primavera dio a luz a un hijo, tal como Eliseo le había dicho. 18 El niño creció y se llegó el día en que ya podía salir a trabajar en la cosecha con su papá. 19 Estando en eso, gritó a su papá:
—¡Ay, mi cabeza! ¡Me duele la cabeza!
El papá le dijo al criado:
—Llévenlo a su mamá.
20 Lo llevaron a donde estaba la mamá y ella lo acostó en su falda y por la tarde el niño murió.
La sunamita va a ver a Eliseo
21 La mujer subió y acostó al niño en la cama del hombre de Dios. Cerró la puerta y salió del cuarto. 22 Llamó a su esposo y le dijo:
—Por favor, mándame a uno de los siervos con un burro para ir rápido a buscar al hombre de Dios, y volver en seguida. 23 El hombre le contestó:
—¿Por qué vas a buscarlo hoy si no es Luna Nueva ni día de descanso?
Ella dijo:
—¡Adiós![o]
24 Entonces ensilló el burro y le dijo al siervo:
—¡Vámonos, apúrate! No aminores la marcha a menos que yo te lo diga.
25 La mujer fue al monte Carmelo para buscar al hombre de Dios.
Cuando el hombre de Dios vio que la sunamita se acercaba, Eliseo le dijo a su siervo Guiezi:
—¡Mira, ahí está la sunamita! 26 ¡Corre a su encuentro! Pregúntale: ¿Qué te pasa? ¿Estás bien? ¿Está bien tu esposo? ¿Está bien el niño?
Ella respondió al criado:
—Todo está bien.[p]
27 Pero la sunamita subió hasta donde estaba el hombre de Dios. Se aferró a los pies de Eliseo, y Guiezi se acercó para quitarla. Pero el hombre de Dios le dijo a Guiezi:
—¡Déjala en paz! Está desconsolada y el SEÑOR no me advirtió de nada, me ocultó esta noticia.
28 Entonces ella dijo:
—Señor, yo no te pedí un hijo. Te dije: “No me tomes el pelo”.
29 Entonces Eliseo le dijo a Guiezi:
—Prepárate para el viaje. ¡Agarra mi bastón y vete ya! Si encuentras a alguien por el camino, no lo saludes, y si alguien te saluda no te detengas para contestar el saludo. Coloca mi bastón en la cara del niño.
30 Sin embargo la madre del niño le dijo:
—¡Juro por el SEÑOR viviente y por su vida que no me iré sin usted!
Así que Eliseo se levantó y la siguió.
31 Guiezi llegó a la casa antes que Eliseo y la mujer sunamita. Guiezi colocó el bastón en la cara del niño, pero el niño no habló ni respondió nada. Entonces Guiezi salió al encuentro de Eliseo y le dijo:
—¡El niño no se despierta!
32 Eliseo entró a la casa y ahí estaba el niño, muerto, tendido en su cama. 33 Eliseo entró al cuarto y cerró la puerta. Entonces oró al SEÑOR. 34 Después Eliseo se acercó a la cama y se acostó sobre el niño. Puso sus ojos donde estaban los ojos del niño, su boca en la boca del niño, sus manos arriba de las manos del niño. Se acostó encima del niño hasta que su cuerpo entró en calor. 35 Entonces Eliseo se volvió y salió del cuarto. De nuevo entró en el cuarto hasta que el niño estornudó siete veces y abrió los ojos.
36 Eliseo llamó a Guiezi y le dijo:
—¡Llama a la sunamita!
Guiezi la llamó y ella se acercó a Eliseo, quien le dijo:
—¡Toma al niño!
37 Entonces la mujer sunamita entró al cuarto y arrojándose a los pies de Eliseo se postró ante él. Entonces ella tomó a su hijo y salió.
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