Bible in 90 Days
38 También Hiram hizo diez lavamanos de bronce, y los colocó sobre las bases. Cada lavamanos tenía un metro con ochenta centímetros, y una capacidad de ochocientos ochenta litros de agua. 39 Cinco de estos lavamanos fueron colocados a la izquierda, y cinco a la derecha de la sala. La fuente de bronce estaba en la esquina sudeste, en el costado derecho de la sala. 40 Hiram hizo además, las calderas, tenazas y cuencos que eran necesarios, y al fin completó la obra del templo del Señor, que le había sido asignada por el rey Salomón.
41-46 Esta es una lista de las cosas que él hizo:
Dos columnas;
un capitel para la parte superior de cada columna;
las redes que cubrían las bases de los capiteles de cada columna;
cuatrocientas granadas dispuestas en dos hileras sobre la red, para cubrir las bases de los dos capiteles;
diez bases movibles, cada una con un lavamanos;
una gran fuente y doce bueyes para sostenerla;
calderos, paletas y cuencos.
Todo esto fue hecho de bronce pulido, y los fundieron en las llanuras del río Jordán, entre Sucot y Saretán. 47 Salomón no hizo pesar los utensilios de bronce hechos por Hiram, pues eran muchísimos.
48 Todos los utensilios y enseres usados en el templo del Señor fueron hechos de oro macizo. Esto incluía el altar, la mesa de los panes de la proposición, 49 los candelabros (cinco a la derecha y cinco a la izquierda frente al Lugar Santísimo), las flores, las lámparas, las tenazas, 50 los cántaros, las despabiladeras, las tazas, las cucharillas, los incensarios, los quiciales de las puertas del Lugar Santísimo, y de la entrada principal del templo. Todo esto fue hecho de oro macizo.
51 Cuando finalmente se acabó la construcción del templo del Señor, Salomón llevó a la tesorería del templo del Señor el oro, la plata y todos los utensilios que David, su padre, había dedicado para ese propósito.
Traslado del cofre al templo
8 Luego Salomón convocó en Jerusalén a todos los ancianos de Israel, los jefes de las tribus y clanes para que presenciaran el acto del traslado del cofre del pacto del Señor desde el santuario en Sion, la ciudad de David. 2 Esta celebración ocurrió en la fiesta de las Enramadas, en el mes de etanim, que es el mes séptimo. 3-4 Durante la festividad, los sacerdotes, en presencia de todos los ancianos de Israel, llevaron el cofre, junto con todos los utensilios sagrados que anteriormente habían estado en el santuario. 5 El rey Salomón y toda la gente se reunieron ante el cofre y sacrificaron una cantidad incontable de ovejas y bueyes.
6 Entonces los sacerdotes llevaron el cofre y lo introdujeron en el santuario interior del templo, es decir, en el Lugar Santísimo, y lo colocaron debajo de las alas de los querubines. 7 Los querubines habían sido construidos de tal manera que sus alas se extendían por sobre el punto en que se colocaría el cofre; así que ahora sus alas cubrían el cofre y las varas que servían para trasladarlo. 8 Las varas eran tan largas que sus puntas podían verse desde el Lugar Santo, que se hallaba frente al Lugar Santísimo, pero no se podían ver desde fuera. Y ahí están hasta hoy. 9 Nada había en el cofre en aquel tiempo, salvo las dos tablas de piedra que Moisés había colocado allí en el monte Horeb, cuando el Señor hizo su pacto con el pueblo de Israel después que salieron de Egipto.
10 Y cuando los sacerdotes salieron del Lugar Santo, una nube brillante llenó el templo del Señor. 11 Debido a la nube, los sacerdotes no pudieron quedarse para celebrar el culto, pues la gloria del Señor llenaba todo el templo.
12-13 Entonces el rey Salomón oró diciendo: «Señor, tú dijiste que vivirías en la oscuridad más densa; pero, Señor, yo te he edificado esta hermosa casa, para que vivas en ella para siempre».
14 Entonces el rey se dio vuelta y, mirando al pueblo que estaba parado delante de él, lo bendijo, diciendo: 15 «Bendito sea el Señor, Dios de Israel, que ha cumplido hoy lo que prometió a mi padre David. 16 Porque le dijo: “Cuando saqué a mi pueblo de Egipto, no escogí ninguna ciudad de las tribus de Israel para que allí se me construyera una casa, pero elegí a un hombre para que gobernara a mi pueblo”. 17 Este hombre fue mi padre David. Él quería edificar una casa para el Señor, Dios de Israel, 18 pero el Señor no se lo permitió. El Señor le dijo: “Me complace que quieras construirme una casa, pero 19 no serás tú quien lo haga, sino tu hijo”. 20 Y ahora el Señor ha cumplido su palabra, porque he sucedido a mi padre como rey de Israel, y ya he edificado el templo del Señor, Dios de Israel. 21 He preparado un lugar allí para el cofre que contiene el pacto hecho por el Señor con nuestros padres, cuando los sacó de Egipto».
Oración de Salomón
22-23 Mientras todo el pueblo observaba, Salomón se paró delante del altar del Señor con las manos extendidas hacia el cielo y dijo: «Señor, Dios de Israel, no hay Dios como tú en el cielo ni en la tierra, porque tú eres amoroso y misericordioso, y guardas las promesas hechas a tu pueblo, si hace tu voluntad. 24 Hoy tú has cumplido la promesa hecha a mi padre David, que era tu siervo.
25 »Ahora, Señor, Dios de Israel, cumple la otra promesa hecha a él, cuando le dijiste: “Si tus descendientes andan en todos mis caminos y hacen mi voluntad, jamás dejará de sentarse uno de ellos en el trono de Israel”. 26 Sí, Dios de Israel, cumple esta promesa también.
27 »Pero, ¿es posible que Dios pueda vivir en la tierra? Si los cielos, los cielos de los cielos, no te pueden contener, mucho menos este templo que yo he edificado. 28 Sin embargo, Dios mío, has oído y contestado mi petición. 29 Te ruego que estén tus ojos abiertos de noche y de día sobre esta casa, sobre este lugar en el que has prometido habitar, y cuando yo mire hacia este templo y ore, sea de noche o de día, escúchame y responde a mis peticiones. 30 Escucha las peticiones del pueblo de Israel cuando quiera que ellos se dirijan a este lugar para orar. Sí, escucha en los cielos donde vives; y cuando hayas oído, perdónanos.
31 »Si un hombre es acusado de hacer un mal, y entonces, de pie aquí, delante de tu altar, jura que él no lo hizo, 32 óyelo en los cielos y haz lo que es justo; condénalo, si es culpable o justifícalo, si no lo es.
33-34 »Y cuando tu pueblo peque y sus enemigos lo derroten, óyelos desde los cielos y perdónalos, si ellos se convierten a ti nuevamente y confiesan que tú eres su Dios. Hazlos volver a esta tierra que les diste a sus padres.
35-36 »Y cuando los cielos se cierren y no haya lluvia, por causa de los pecados de tu pueblo, óyelos desde los cielos, y perdónalos cuando ellos oren en este lugar y confiesen tu nombre. Después que los hayas castigado, ayúdalos para que sigan los buenos caminos en los que debieron haber andado y envía la lluvia sobre la tierra que les has dado.
37 »Y si hay hambre en la tierra, causada por peste, por langosta, o por gusanos, o si los enemigos de Israel ponen sitio a una de sus ciudades y el pueblo es atacado por una epidemia o plaga —o cualquiera que sea el problema—, 38 cuando el pueblo reconozca su pecado y ore en este templo, 39 escúchalos desde los cielos, perdónalos y responde en favor de todos los que hayan hecho una confesión sincera; porque tú conoces cada corazón. 40 De esta manera aprenderán a reverenciarte, mientras continúan viviendo en esta tierra que les diste a sus padres.
41-42 »Y cuando los extranjeros oigan de tu gran nombre y vengan de tierras distantes a adorarte (porque oirán de tu gran nombre y de tus poderosas señales), y oren en este templo, 43 óyelos desde los cielos y responde a sus oraciones. Así, todas las naciones de la tierra conocerán y temerán tu nombre, como tu propio pueblo Israel lo hace, y toda la tierra sabrá que este es tu templo.
44 »Cuando envíes a tu pueblo a la batalla contra sus enemigos, y ellos oren a ti mirando hacia tu ciudad escogida de Jerusalén y hacia este templo que he edificado en tu honor, 45 escucha sus oraciones y ayúdalos.
46 »Si pecan contra ti, ¿porque quién no peca?, y tú te enojas con ellos, y dejas que sus enemigos los lleven cautivos a tierras extrañas, cercanas o lejanas, 47 y ellos se dan cuenta de lo que han hecho y se vuelven a ti y claman diciendo: “Hemos pecado, hemos hecho mal”, 48 si ellos realmente se vuelven hacia ti, y oran hacia esta tierra que tú has dado a sus padres, y hacia esta ciudad de Jerusalén que tú has escogido, y hacia este templo que yo edifiqué a tu nombre, 49 escucha sus oraciones y ruegos desde los cielos donde habitas, y acude en su ayuda. 50 Perdona a tu pueblo todas las malas acciones que realicen, y haz que sus captores tengan misericordia de ellos; 51 porque son tu pueblo, la herencia especial que sacaste del horno de Egipto.
52 »Que tus ojos estén abiertos y tus oídos atentos a las oraciones que ellos hagan. Señor, escucha y responde siempre que ellos clamen a ti, 53 porque cuando tú sacaste a nuestros padres de la tierra de Egipto, dijiste a tu siervo Moisés que habías escogido a Israel, de entre todas las naciones de la tierra, para que fuera tu pueblo especial».
54-55 Salomón había estado arrodillado, con las manos extendidas hacia los cielos. Cuando terminó de orar, se levantó delante del altar del Señor, y pronunció esta bendición sobre todo el pueblo de Israel: 56 «Bendito sea el Señor, que ha cumplido su promesa y ha dado reposo a su pueblo Israel; ni una palabra ha dejado de cumplir de todas las maravillosas promesas dadas por su siervo Moisés. 57 Que el Señor nuestro Dios esté con nosotros, como estuvo con nuestros padres; que jamás nos abandone. 58 Que él nos dé el deseo de hacer su voluntad en todo y de obedecer todos los mandamientos e instrucciones que dio a nuestros antepasados. 59 Y que estas palabras de mi oración estén continuamente delante de él, día y noche, para que nos ayude a mí y a todo Israel, de acuerdo con nuestras necesidades diarias. 60 Que el pueblo de toda la tierra sepa que el Señor es Dios, y que no hay otro Dios. 61 Y ustedes, pueblo mío, vivan vidas buenas y perfectas delante del Señor nuestro Dios. Obedezcan siempre su ley y sus mandamientos, de la forma que hoy lo están haciendo».
Dedicación del templo
62-63 Entonces el rey y todo el pueblo dedicaron el templo del Señor, ofreciendo sacrificios de paz delante del Señor. En total ofrecieron veintidós mil bueyes y ciento veinte mil ovejas. 64 Como una medida provisoria, para los holocaustos, para las ofrendas de grano, y para la grasa de las ofrendas de paz, el rey santificó el atrio que está frente a el templo del Señor, porque el altar de bronce era demasiado pequeño para todo lo que había que sacrificar. 65 La celebración duró inicialmente siete días, pero luego la extendieron por otros siete días, así que fueron catorce días de fiesta. Fueron muchos los israelitas que se reunieron, pues de todas partes, desde Lebó Jamat hasta el río de Egipto, acudieron a la fiesta. 66 Después Salomón despidió al pueblo. Todos bendijeron al rey Salomón y regresaron felices a sus casas, por la misericordia que el Señor había tenido con su siervo David y con su pueblo Israel.
Pacto de Dios con Salomón
9 Cuando Salomón terminó de edificar el templo del Señor, la casa del rey y todos los edificios que se propuso construir, 2-3 se le apareció el Señor por segunda vez (la primera vez fue en Gabaón), y le dijo: «He oído tu oración. Y he santificado el templo que has edificado, y he puesto mi nombre en él para siempre. Continuamente velaré sobre él y me gozaré.
4 »Y si tú vives en honestidad y verdad, como tu padre David, obedeciéndome siempre, 5 haré que tus descendientes sean reyes de Israel para siempre, tal como prometí a David, tu padre, cuando le dije: “Uno de tus hijos será siempre rey sobre el trono de Israel”.
6 »Sin embargo, si tú o tus hijos se apartan de mí y adoran a dioses extraños, y no obedecen mis leyes, 7 yo arrancaré al pueblo de Israel de esta tierra que les he dado. Los arrancaré de este templo que he santificado para mi nombre y los echaré fuera de mi vista; e Israel será el centro de las burlas de las naciones, ejemplo y proverbio de un desastre repentino. 8 Este templo se transformará en un montón de ruinas, y todo el que pase quedará asombrado y se burlará preguntando: “¿Por qué el Señor ha hecho esto a esta tierra y a este templo?”. 9 Y la respuesta será: “Porque el pueblo de Israel abandonó al Señor su Dios, que los sacó de la tierra de Egipto, y adoraron a otros dioses, en lugar de adorarlo a él. Por esta razón el Señor ha traído todo este mal sobre ellos”».
Otras actividades de Salomón
10 Al final de los veinte años que tardó la construcción del templo del Señor y su propia casa, 11-12 Salomón le dio veinte ciudades de la tierra de Galilea al rey Hiram, de Tiro, a manera de pago por el cedro, el pino y el oro que le había provisto para las construcciones. Hiram vino de Tiro para ver las ciudades, pero no le gustaron. 13 Así que le reprochó a Salomón: «¿Qué clase de trato es este, hermano mío? ¡Esas ciudades que me has dado no valen nada!». A esa región, Hiram le puso el nombre de Cabul (desierto), y así se conoce hasta hoy. 14 Hiram le había enviado a Salomón tres mil novecientos sesenta kilos de oro.
15 Salomón había establecido como trabajo obligatorio la edificación del templo del Señor, de su propia casa, del terraplén, del muro de Jerusalén, así como la reconstrucción de las ciudades de Jazor, Meguido y Guézer. 16 Guézer fue la ciudad que el rey de Egipto conquistó e incendió, dando muerte a los cananeos que allí vivían. Más tarde, cuando su hija se casó con Salomón, se la dio como regalo de bodas. 17-18 Por eso Salomón reedificó Guézer, junto con Bet Jorón la de abajo, Balat y Tadmor, que está en el desierto. 19 También edificó ciudades para almacenar alimentos, ciudades en las que guardaba sus carros de guerra, ciudades que sirvieron de habitación para sus jinetes y conductores de carros, y ciudades diversas cerca de Jerusalén, en la montaña del Líbano y en todo lugar de su dominio.
20-21 Salomón implantó el trabajo obligatorio para los que sobrevivieron de las naciones conquistadas: los amorreos, los hititas, los ferezeos, los heveos y los jebuseos. Como el pueblo de Israel no había podido expulsarlos por completo en el tiempo que invadieron la tierra y la conquistaron, ellos continuaron viviendo allí como esclavos hasta este día. 22 Salomón no obligó al trabajo forzado a los israelitas, pues eran sus hombres de guerra, sus siervos, sus príncipes, sus conductores de carros y jinetes. 23 Había también quinientos cincuenta hombres de Israel que eran supervisores de quienes estaban obligados a trabajar.
24 El rey Salomón trajo a la hija del faraón de la Ciudad de David, sector viejo de Jerusalén, a las nuevas habitaciones que había edificado para él. Luego edificó el terraplén.
25 Después que se terminó de construir el templo del Señor, Salomón ofrecía holocaustos y sacrificio de paz tres veces al año en el altar que había edificado al Señor. También ofrecía el incienso en él.
26 El rey Salomón mandó a construir una flota de barcos en Ezión Guéber, cerca de Elat, en la región de Edom, a orillas del Mar Rojo.
27-28 El rey Hiram le proporcionó navegantes experimentados para que acompañaran a las tripulaciones de Salomón. Fueron a Ofir, de donde regresaron con unos catorce mil kilos de oro para el rey Salomón.
La reina de Sabá visita a Salomón
10 Cuando la reina de Sabá oyó acerca de la forma maravillosa en que Dios había bendecido a Salomón con sabiduría, decidió ir a probarlo con algunas preguntas difíciles. 2 Llegó a Jerusalén con una larga caravana de camellos cargados de especias, oro y joyas. Al ver a Salomón, le hizo todas las preguntas que había preparado. 3 Salomón le respondió todas las preguntas, por más difíciles que fueran, porque el Señor le daba las respuestas correctas en cada caso. 4 Pronto comprendió ella que todo lo que había oído acerca de la gran sabiduría de Salomón era cierto. También vio el hermoso palacio que él había edificado. 5 Y cuando vio los deliciosos manjares sobre su mesa, el gran número de servidores y criados que estaban vestidos con uniformes espléndidos, los coperos, y los muchos sacrificios que ofrecía al Señor, quedó completamente maravillada.
6 Entonces le dijo a Salomón: «Todo lo que he oído en mi país acerca de tu sabiduría y de las cosas maravillosas que estás haciendo, son verdaderas. 7 Yo no lo creí hasta que vine, pero ahora lo he visto por mí misma. Ahora me doy cuenta de que lo que se me había dicho no era ni la mitad. Tu sabiduría y tu prosperidad superan todo lo que conozco. 8 Tu pueblo es feliz y tus criados están contentos, pero ¿cómo podría ser de otra manera?, pues ellos están aquí día tras día escuchando tu sabiduría. 9 ¡Bendito sea el Señor tu Dios que te escogió y te puso en el trono de Israel! ¡Cuánto amor le tiene el Señor a Israel, que le ha dado un rey como tú! Y tú le das a tu pueblo un gobierno justo y bueno».
10 Entonces entregó al rey un presente: tres mil novecientos sesenta kilos de oro, además de grandes cantidades de especias y piedras preciosas; en realidad, fue el presente más grande de especias que el rey Salomón recibió.
11 (Cuando los barcos del rey Hiram llegaron de Ofir cargados de oro para Salomón, también llevaban grandes cantidades de sándalo y piedras preciosas. 12 Salomón usó el sándalo para hacer columnas para el templo del Señor y la casa real, y para hacer arpas y liras para el coro. Nunca antes ni después ha habido una provisión similar de maderas preciosas).
13 A cambio de los regalos que la reina de Sabá le trajo, Salomón le dio todo lo que ella pidió, además de los presentes que él ya tenía para ofrecerle. Entonces ella y sus siervos regresaron a su tierra.
El esplendor de Salomón
14 Cada año Salomón recibía unos veintidós mil kilos de oro, 15 además de los impuestos y de las ganancias obtenidas del comercio con los reyes de Arabia y de otros territorios vecinos. 16-17 Salomón hizo que parte del oro fuera batido para hacer doscientos escudos grandes (cada escudo pesaba unos seis kilos y medio de oro), y trescientos escudos pequeños, de un kilo y medio de oro cada uno, y los puso en su casa llamada «Bosque del Líbano».
18 También hizo un gran trono de marfil y lo recubrió con oro puro. 19 Tenía seis gradas, el respaldo era redondo y tenía brazos, y un león estaba parado a cada lado. 20 Había dos leones en cada grada, doce en total. No había otro trono en el mundo tan espléndido como aquél.
21 Todos los vasos del rey Salomón eran de oro macizo, y en el «Bosque del Líbano» toda la vajilla estaba hecha de oro puro (no usaban la plata, porque no se consideraba de mucho valor).
22 El rey Salomón tenía su flota mercante en sociedad con el rey Hiram, y cada tres años llegaba a los puertos de Israel un gran cargamento de oro, plata, marfil, monos y pavos reales.
23 Así que Salomón era el rey más rico y más sabio de todos los reyes de la tierra. 24 Grandes hombres de muchas tierras venían a entrevistarse con él, y a escuchar la sabiduría que Dios le había dado. 25 Le traían a Salomón un tributo anual de plata y oro, telas hermosas, armas, perfumes, caballos y mulas.
26 Salomón edificó un gran establo para sus caballos, en el cual metió un gran número de carros de guerra y caballos. Llegó a tener mil cuatrocientos carros y doce mil caballos, que mantenía en sus caballerizas y en Jerusalén. 27 La plata era tan común como las piedras en Jerusalén en aquellos días, y el cedro no tenía más valor que el sicómoro común. 28 Los caballos de Salomón eran traídos de Egipto y de Cilicia, donde sus agentes los compraban al por mayor. 29 Un carro egipcio entregado en Jerusalén costaba seiscientas piezas de plata, y los caballos, ciento cincuenta. Luego muchos de estos eran vendidos a los reyes de los hititas y de los sirios.
Las mujeres de Salomón
11 El rey Salomón, además de la princesa egipcia, tuvo muchas mujeres extranjeras: moabitas, amonitas, edomitas, sidonias e hititas. 2 Así que provenían de pueblos de los cuales el Señor claramente había ordenado a su pueblo: «No se casen con mujeres de esos pueblos, porque ellas los guiarán a adorar a sus dioses falsos». No obstante, Salomón no obedeció. 3 Tuvo setecientas esposas y trescientas concubinas; y ellas hicieron que su corazón se apartara del Señor, 4 especialmente en su vejez. Fue así como sus mujeres lo llevaron a adorar a sus dioses, en vez de confiar completamente en el Señor, como David su padre había hecho. 5 Salomón adoró a Astarté, la diosa de los sidonios, y a Moloc, el dios abominable de los amonitas. 6 Salomón, pues, hizo claramente lo malo y se negó a seguir al Señor. Así que no siguió el ejemplo de su padre. 7 Llegó a edificar un santuario en el monte que está frente a Jerusalén, para Quemós, el depravado dios de Moab, y otro para Moloc, el ídolo abominable de los amonitas. 8 Estas cosas hizo Salomón para sus esposas extranjeras, para que ellas pudieran ofrecer incienso y sacrificios a sus dioses.
9-10 El Señor, Dios de Israel, se enojó con Salomón, pues aunque se le había aparecido dos veces para advertirle que no debería adorar a otros dioses, Salomón no hizo caso. 11 Por eso, el Señor le dijo: «Puesto que no has guardado mi pacto y no has obedecido mis leyes, les quitaré el reino a ti y a tu familia, y se lo daré a uno de tus servidores. 12-13 Sin embargo, por amor a tu padre David, no lo haré mientras estés vivo. Le quitaré el reino a tu hijo, y aun así, permitiré que sea rey de una tribu, por amor de David, y por amor de Jerusalén, mi ciudad escogida».
Los adversarios de Salomón
14 El Señor hizo que Hadad el edomita, que era miembro de la familia real de Edom, se fortaleciera y se convirtiera en enemigo de Salomón. 15 Años antes, cuando David derrotó a los edomitas, Joab, que era el jefe del ejército de Israel, fue a Edom para sepultar a sus hombres muertos en batalla, aprovechó la ocasión para dar muerte a casi todos los varones del país. 16-18 Seis meses se quedaron Joab y sus soldados en Edom, y acabaron con todos los varones edomitas. Tan solo Hadad, que en ese tiempo era un muchacho, logró escapar a Egipto, junto con algunos funcionarios que habían servido a su padre. Salieron de Madián y fueron a Parán, donde otros se les unieron y los acompañaron a Egipto. Allí el faraón les dio una casa, alimentos y tierras.
19 Hadad se convirtió en uno de los amigos más íntimos del faraón, y este le dio por esposa a la hermana de la reina Tapenés. 20 Ella le dio un hijo, que fue llamado Guenubat, que creció en el palacio del faraón, entre los mismos hijos del faraón. 21 Cuando Hadad supo, en Egipto, que David y Joab habían muerto, pidió permiso al faraón para regresar a Edom.
22 ―¿Por qué? —le preguntó el faraón—. ¿Qué es lo que te falta aquí? ¿En qué te hemos defraudado?
―Todo es maravilloso —contestó—, pero aun así me gustaría regresar a mi tierra.
23 Otro de los enemigos de Salomón, a quien Dios levantó con poder, fue Rezón hijo de Eliadá. Rezón fue un servidor de Hadad Ezer, rey de Sobá, pero lo abandonó y huyó del país. 24 Organizó una banda de delincuentes, y se convirtió en su jefe. Cuando David le mató algunos de sus hombres, Rezón se trasladó a Damasco y se quedó a vivir allí. 25 Fue de ese modo que Rezón llegó a ser rey de Siria. Durante todo el reinado de Salomón, Rezón fue enemigo de Israel. De modo que al daño que le causaba Hadad a Israel se unió el de Rezón.
Jeroboán se rebela contra Salomón
26 Otro jefe rebelde fue Jeroboán hijo de Nabat, que pertenecía a la tribu de Efraín y vivía en Seredá. Su madre era Zerúa, una viuda. 27-28 Este es el relato de su rebelión: Salomón estaba edificando el terraplén, para reparar los muros de la Ciudad de David. Jeroboán era muy capaz, y cuando Salomón vio que era muy activo y valeroso, lo encargó de vigilar el trabajo obligatorio de los descendientes de la tribu de José.
29 Un día cuando Jeroboán salía de Jerusalén, el profeta Ahías de Siló (que se había puesto una túnica nueva para la ocasión) lo encontró y lo llamó para conversar con él. Cuando los dos hombres estuvieron solos en el campo, 30 Ahías partió su túnica nueva en doce partes 31 y le dijo a Jeroboán: «Toma diez de estos pedazos, porque el Señor, Dios de Israel dice: “Partiré el reino de manos de Salomón, y a ti te daré diez tribus. 32 Pero le dejaré una tribu[a] por amor a David mi siervo y por amor a Jerusalén, la que he escogido por sobre todas las otras ciudades de Israel. 33 Porque Salomón me ha abandonado y ha adorado a Astarté, la diosa de los sidonios, a Quemós, el dios de Moab, y a Moloc, el dios de los amonitas. No ha seguido mis caminos y no ha hecho lo que considero justo; no ha guardado mis leyes y mis órdenes en la forma en que su padre David lo hizo.
34 »”Sin embargo, no le quitaré el reino ahora. Por amor a mi siervo David, a quien yo escogí, y que obedeció mis mandamientos, dejaré que Salomón reine por el resto de su vida. 35 Pero le quitaré el reino a su hijo y te entregaré a ti diez de las tribus. 36 Su hijo quedará con la tribu restante, de modo que los descendientes de David continuarán reinando en Jerusalén, la ciudad que yo escogí para que sea el lugar en que se rinda culto a mi nombre. 37 Yo te pondré en el trono de Israel, y te daré poder absoluto. 38 Si escuchas lo que te digo, andas en mis caminos y haces lo que yo considero recto, obedeciendo mis mandamientos, tal como mi siervo David lo hizo, te bendeciré, y tus descendientes gobernarán en Israel para siempre (una vez hice la misma promesa a David. 39 Pero por causa del pecado de Salomón castigaré a los descendientes de David, aunque no para siempre)”».
40 Salomón trató de matar a Jeroboán, pero este huyó a Egipto, y le pidió refugio al rey Sisac, y permaneció allí hasta la muerte de Salomón.
Muerte de Salomón
41 Todo lo relacionado con el reinado de Salomón y su sabiduría está escrito en el libro de los hechos de Salomón.
42 Salomón reinó en Jerusalén cuarenta años, 43 y cuando murió fue sepultado en la ciudad de su padre, y su hijo Roboán reinó en su lugar.
División del reino
12 La proclamación de Roboán como rey se celebró en Siquén. Todos los israelitas asistieron a la ceremonia de coronación. 2-4 Jeroboán, que todavía estaba en Egipto, a donde había huido del rey Salomón, se enteró de la muerte de este y de la coronación de Roboán, por medio de sus amigos. Entonces las tribus del norte de Israel le pidieron que fuera con ellos a Siquén. Así que Jeroboán y los israelitas fueron a ver a Roboán, y le dijeron:
―Tu padre fue un amo muy duro. No te queremos por rey, a menos que prometas tratarnos mejor de lo que él lo hizo.
5 Roboán les contestó:
―Denme tres días para pensarlo. Al cabo de ese tiempo regresen, y les daré mi respuesta.
Y el pueblo se fue. 6 Roboán habló del asunto con los ancianos que habían aconsejado a Salomón, su padre.
―¿Qué me aconsejan ustedes que le responda a esta gente? —les preguntó.
7 Y ellos le respondieron:
―Si les das una respuesta agradable y prometes ser bondadoso con ellos y servirles bien, podrás ser rey para siempre.
8 Pero Roboán rechazó el consejo de los ancianos y llamó a los jóvenes con los que se había criado.
9 ―¿Qué piensan ustedes que debo hacer? ¿Qué le debo decir a esta gente que vino a pedirme que los tratara mejor de lo que los trató mi padre? —les preguntó.
10 Y los jóvenes le respondieron:
―Diles: “Si ustedes piensan que mi padre fue duro con ustedes, yo seré aún más duro. 11 Si mi padre, fue recio, yo seré aún más recio. Si mi padre los azotó con látigos, yo usaré escorpiones”.
12 Jeroboán y el pueblo regresaron a los tres días, que fue la fecha que el rey les dio. 13-14 Entonces Roboán les respondió duramente, ignorando el consejo de los ancianos y siguiendo el de los jóvenes. Les dijo: «Si mi padre fue recio, yo seré aún más recio. Si mi padre los azotó con látigos, yo usaré escorpiones». 15 De modo que Roboán no tuvo en cuenta las peticiones del pueblo. Esto estaba de acuerdo con la voluntad del Señor, y de esta forma se cumplió lo que él le había prometido a Jeroboán por medio de Ahías, el profeta de Siló.
16-17 Cuando los israelitas comprendieron que el rey hablaba en serio y que se negaba a escucharlos, comenzaron a gritar:
«¡No queremos que ningún descendiente de David nos gobierne!
¡No tenemos nada que nos una a David, el hijo de Isaí!
¡Que el hijo de David reine sobre su propia familia!
¡Israelitas, regresemos a nuestras casas!».
Así que los israelitas se fueron a sus casas. Pero Roboán continuó siendo rey de los israelitas que vivían en las ciudades de Judá. 18 Tiempo después, cuando el rey Roboán envió a Adonirán, que era el supervisor del trabajo obligatorio, a que alistara hombres de otras tribus, una gran multitud lo apedreó hasta darle muerte. El rey Roboán se trepó a su carro y logró huir a Jerusalén. 19 Desde entonces Israel ha estado en rebeldía contra la dinastía de David.
20 Cuando el pueblo de Israel se enteró de que Jeroboán había regresado de Egipto, le pidió que convocara a una reunión a todo el pueblo, y allí lo hicieron rey de Israel. Solamente la tribu de Judá continuó bajo el reinado de la familia de David.
21 Cuando el rey Roboán llegó a Jerusalén, convocó a todos los hombres de Judá y de Benjamín que estaban preparados para la guerra, ciento ochenta mil soldados, a fin de obligar al resto de Israel a que lo reconociera como rey. 22 Pero Dios le envió este mensaje por medio de Semaías, el profeta: 23-24 «Diles a Roboán, el hijo de Salomón, rey de Judá, y a todo el pueblo de Judá y de Benjamín que no deben pelear contra sus hermanos, el pueblo de Israel. Diles que se separen y vuelvan a sus casas, porque lo que le ha ocurrido a Roboán es conforme a mi voluntad». Entonces se disolvieron, y todos volvieron a sus casas, tal como el Señor lo había ordenado.
Los becerros de oro en Betel y Dan
25 Jeroboán entonces edificó la ciudad de Siquén, en la región montañosa de Efraín, y la convirtió en su capital. Más tarde construyó Peniel. 26 Jeroboán pensaba: «Si no pongo cuidado, el pueblo querrá tener a un descendiente de David como rey. 27 Cuando vayan a Jerusalén a ofrecer sacrificios en el templo del Señor, harán amistad con el rey Roboán; luego me matarán y le pedirán que sea rey en mi lugar».
28 Entonces, siguiendo el consejo de sus cortesanos, el rey hizo dos becerros de oro y le dijo al pueblo: «Es demasiado molesto tener que ir a Jerusalén para adorar; de ahora en adelante estos serán sus dioses. Fueron ellos los que los sacaron a ustedes de la cautividad de Egipto».
29 Uno de los becerros fue colocado en Betel, y el otro en Dan. 30 Y esto fue un gran pecado, porque el pueblo los adoró. 31 También construyó santuarios en las colinas, y puso como sacerdotes a gente que no era de la tribu de Leví. 32-33 Jeroboán también anunció que la festividad anual del día quince del mes octavo se celebraría en Betel, tal como se celebraba en Jerusalén. Él mismo ofreció sacrificios sobre el altar a los becerros en Betel y les quemó incienso. Y fue allí en Betel donde él nombró a los sacerdotes para los santuarios de las colinas.
El hombre de Dios que llegó de Judá
13 Cuando Jeroboán se acercaba al altar para quemar el incienso al becerro de oro, vino un profeta de Judá, de parte del Señor, y se le acercó. 2 Luego a una orden del Señor, el profeta gritó: «¡Altar, altar! El Señor dice que un niño llamado Josías nacerá de la línea de David, y él sacrificará sobre ti a los sacerdotes de los santuarios de las colinas que han venido aquí a quemar incienso; y los huesos de los hombres serán quemados sobre ti».
3 Entonces, como prueba de que su mensaje era verdadero, les dio una señal ese mismo día. Les dijo: «Este altar se partirá, y las cenizas que hay sobre él serán esparcidas».
4 El rey se puso furioso con el profeta por haber dicho esto. Entonces, señalando con su brazo al profeta, gritó a sus guardias: «¡Arresten a este hombre!». Pero instantáneamente el brazo del rey quedó paralizado, de modo que no podía bajarlo. 5 En aquel mismo momento apareció una gran grieta en el altar y las cenizas se esparcieron, tal como el profeta había dicho que ocurriría, porque esta era la prueba de que Dios estaba hablando a través de él.
6 ―¡Por favor, por favor! —gritaba el rey al profeta—, ruega al Señor tu Dios que restablezca mi brazo nuevamente.
Entonces el profeta oró al Señor, y el brazo del rey volvió a la normalidad. 7 Entonces el rey le dijo al profeta:
―Ven a mi casa conmigo, reposa un poco y come algo, pues quiero darte un regalo.
8 Pero el profeta le respondió:
―Aun cuando me dieras la mitad de tu palacio, no podría ir contigo; ni tampoco comeré, ni beberé agua en este lugar. 9 Porque el Señor me ha dado estrictas órdenes de no comer ni beber agua mientras esté aquí, y de no regresar a Judá por el camino que vine.
10 Entonces regresó por otro camino.
11 En Betel vivía un anciano profeta. Y sus hijos fueron a casa y le contaron lo que el profeta de Judá había hecho, y lo que había dicho al rey.
12 ―¿Por cuál camino se fue? —preguntó el anciano profeta.
Y ellos se lo mostraron.
13 ―Rápido, ensíllenme el burro —dijo el hombre.
Y cuando ellos lo ensillaron, 14 él cabalgó para ir a alcanzar al profeta, y lo encontró sentado debajo de una encina.
―¿Eres tú el profeta que vino de Judá? —le preguntó.
―Sí —le contestó—, yo soy.
15 Entonces el anciano le dijo al profeta:
―Ven a mi casa y come conmigo.
16-17 ―No —respondió—, no puedo; porque no puedo comer ni beber nada en Betel. El Señor estrictamente me prohibió que lo hiciera; y también me dijo que no regresara a casa por el mismo camino que vine.
18 Pero el anciano le dijo:
―Yo también soy profeta como tú; y un ángel, por orden del Señor, me dijo que debía llevarte a casa conmigo y darte alimento y agua.
Pero el anciano mentía. 19 Entonces regresaron juntos, y el profeta comió y bebió en casa del anciano.
20 Repentinamente, mientras estaban sentados a la mesa, le llegó un mensaje del Señor al anciano, 21-22 y le gritó al profeta de Judá:
―El Señor dice que por cuanto has sido desobediente a su claro mandato, y has venido aquí, y has comido y bebido agua en el lugar que él te dijo que no lo hicieras, tu cuerpo no será sepultado junto al de tus padres.
23 Y luego de acabar la comida, el anciano ensilló el burro del profeta. 24-25 Y el profeta emprendió la marcha, pero mientras viajaba solo, salió un león y lo mató. Su cuerpo quedó en el camino, y el burro y el león se quedaron parados junto a él. Los que pasaron y vieron el cuerpo tirado en el camino, y el león tranquilamente parado a su lado, fueron y lo contaron en Betel, donde vivía el profeta anciano.
26 Cuando el anciano profeta se enteró de lo que le había ocurrido, exclamó: «¡Es el profeta que desobedeció la orden del Señor! Por eso, el Señor cumplió su amenaza e hizo que el león lo matara».
27 Entonces dijo a sus hijos:
―Ensillen mi burro.
Y ellos lo hicieron.
28 El anciano profeta salió, y encontró el cuerpo del profeta tirado en el camino, y el burro y el león estaban aún parados junto a él, porque el león no se había comido el cuerpo ni atacado al burro. 29 Entonces el profeta puso el cuerpo en el burro, lo llevó de regreso a la ciudad para hacer duelo por él y para sepultarlo. 30 Puso el cuerpo en su propia tumba y exclamó: «¡Ay, hermano mío!».
31 Después dijo a sus hijos: «Cuando yo muera, sepúltenme en la tumba donde está sepultado el profeta. Pongan mis huesos junto a sus huesos. 32 Porque, sin duda alguna, el mensaje que él dio, en nombre del Señor, contra el altar de Betel y contra los santuarios de la ciudad de Samaria se cumplirá».
33 Pero a pesar de la advertencia del profeta, Jeroboán no se apartó de sus malos caminos. En vez de eso, nombró más sacerdotes de entre la gente del pueblo, para que ofrecieran sacrificios a los ídolos en los santuarios de las colinas. Todo el que quisiera ser sacerdote podía pedirle a Jeroboán que lo nombrara como tal, y él lo hacía. 34 Este era un gran pecado, y dio como resultado la destrucción del reinado de Jeroboán, y la muerte de toda su familia.
Profecía de Ahías contra Jeroboán
14 Abías, el hijo de Jeroboán, estaba muy enfermo. 2 Jeroboán le dijo a su esposa: «Disfrázate de manera que nadie pueda reconocer que eres la reina, y anda a consultar a Ahías, el profeta de Siló, el hombre que me dijo que yo sería rey. 3 Llévale un regalo de diez panes, algunas tortas de higo, un cántaro de miel, y pregúntale si el niño vivirá».
4 Así que la esposa de Jeroboán fue a casa de Ahías, en Siló. Como el profeta era muy anciano, ya no podía ver. 5 Pero el Señor le dijo que la reina, pretendiendo pasar por otra persona, vendría a preguntarle acerca de su hijo, que estaba muy enfermo. Y el Señor le comunicó el mensaje que debía darle.
6 Cuando Ahías oyó que alguien llamaba a la puerta, gritó: «Pasa, esposa de Jeroboán. ¿Por qué pretendes pasar por otra persona? Tengo tristes noticias para ti. 7 Dale a tu esposo este mensaje de parte del Señor, Dios de Israel: “Tú eras un miembro común del pueblo y te elegí para hacerte rey de Israel. 8 Le quité el reino a la familia de David y te lo entregué, pero tú no has obedecido mis mandamientos, de la manera que David lo hizo. El deseo de su corazón siempre era obedecerme y hacer lo que yo quería que él hiciera. 9 Pero tú solo has hecho más mal que todos los otros reyes que te han precedido; has fabricado ídolos de otros dioses. Lo que has conseguido con tus becerros de oro es que mi ira suba de punto. Y puesto que te has negado a reconocerme, 10 yo traeré el desastre sobre tu casa y acabaré con todos los varones de tu familia, tanto esclavos como libres. Barreré a tu familia, de la misma forma en que de un establo se barre el estiércol, sin que quede rastro alguno. 11 Prometo que los de tu familia que mueran en la ciudad serán comidos por los perros, y los que mueran en los campos serán comidos por los buitres. Te lo digo yo, el Señor”».
12 Entonces Ahías le dijo a la esposa de Jeroboán: «Vete a casa. Cuando entres en la ciudad morirá tu hijo. 13 Todo Israel lo llorará y lo sepultarán, pero es el único miembro de la familia de Jeroboán que será sepultado, ya que él es el único de la familia que tendrá un final tranquilo.
14 »Y el Señor levantará un rey en Israel que destruirá a la familia de Jeroboán. ¡Y será muy pronto! 15 Entonces el Señor sacudirá a Israel de la manera que una caña es sacudida por el agua en el arroyo; desarraigará al pueblo de Israel de esta buena tierra de sus padres, y esparcirá a sus habitantes más allá del río Éufrates, porque ellos, por adorar ídolos, han hecho enojar al Señor. 16 Él abandonará a Israel, porque Jeroboán pecó contra él, e hizo pecar a todo Israel juntamente con él».
17 Entonces la esposa de Jeroboán regresó a Tirsá. Tan pronto ella entró a su casa, el niño murió. 18 Y hubo llanto por él a través de toda la tierra, tal como el Señor lo había anunciado por medio del profeta Ahías.
19 El resto de las actividades de Jeroboán, sus guerras y los demás sucesos de su reinado, están anotados en el libro de los reyes de Israel. 20 Jeroboán reinó veintidós años, y cuando murió, su hijo Nadab subió al trono.
Roboán, rey de Judá
21 Mientras tanto, Roboán hijo de Salomón reinaba en Judá. Tenía cuarenta y un años cuando comenzó a reinar, y estuvo en el trono diecisiete años en Jerusalén, ciudad que entre todas las ciudades de Israel el Señor había escogido para habitar en ella. (La madre de Roboán era Noamá, una mujer amonita).
22 Durante su reinado, el pueblo de Judá, como el de Israel, hizo lo malo. Su maldad fue peor que la de sus antepasados, razón por la cual el Señor se enojó con ellos. 23 El pueblo edificó santuarios, altares e ídolos en toda colina y bajo todo árbol frondoso. 24 A través de todo el país los hombres practicaban la prostitución como si fuera un acto de adoración, de modo que el pueblo de Judá llegó a ser tan depravado como aquellas naciones que el Señor había expulsado del territorio que ahora le pertenecía a Israel.
25 En el quinto año del reinado de Roboán, el rey Sisac, de Egipto, atacó y conquistó Jerusalén. 26 Saqueó el templo del Señor y los tesoros de la casa real, y se llevó todo, incluyendo los escudos de oro que Salomón había hecho. 27 Para reemplazarlos, Roboán hizo escudos de bronce, y los puso bajo la custodia de los guardias que cuidaban las puertas. 28 Cuando el rey iba al templo del Señor, los guardias los portaban y luego los guardaban en la sala de la guardia.
29 Los demás sucesos del reinado de Roboán están escritos en el libro de los reyes de Judá. 30 Hubo guerra permanente entre Roboán y Jeroboán. 31 Cuando Roboán, el hijo de la amonita Noamá, murió, fue sepultado entre sus antepasados, en la Ciudad de David, y en su lugar reinó su hijo Abías.
Abías, rey de Judá
15 Abías comenzó a reinar sobre Judá, 2 y reinó tres años en Jerusalén. La madre de Abías fue Macá, hija de Abisalón. Cuando comenzó a reinar, ya Jeroboán llevaba dieciocho años reinando sobre Israel. 3 Fue tan pecador como su padre, y su corazón no fue leal a Dios, como sí lo fue el de David. 4 Pero a pesar del pecado de Abías, el Señor recordó el amor de David y no permitió que se acabara la dinastía de David. Por eso, permitió que Abías tuviera un hijo que se sentara sobre el trono en Jerusalén. 5 Porque David había obedecido al Señor durante toda su vida, salvo en el asunto de Urías el hitita.
6 Durante el reinado de Abías hubo guerra permanente entre Israel y Judá. 7 El resto de la historia de Abías está escrita en el libro de los reyes de Judá. 8 Cuando murió, fue sepultado en la Ciudad de David, y en su lugar reinó su hijo Asá.
Asá, rey de Judá
9 Asá subió al trono de Judá en Jerusalén, cuando Jeroboán llevaba veinte años reinando sobre Israel, 10 y reinó cuarenta y un años (su abuela fue Macá, la hija de Abisalón).
11 Asá agradó al Señor, tal como lo había hecho el rey David. 12 Echó de la tierra a todos los que practicaban la prostitución como si fuera un acto de adoración, y destruyó todos los ídolos que su padre había hecho. 13 Depuso a su abuela Macá, como reina madre, debido a que ella había hecho un ídolo. Asá destruyó y quemó este ídolo en el arroyo de Cedrón. 14 Sin embargo, no quitó los santuarios de las colinas. Pero, aun así, se mantuvo fiel al Señor. 15 También llevó al templo del Señor el oro, la plata y demás objetos que él y su padre le habían ofrecido a Dios.
16 Hubo guerra constante entre el rey Asá, de Judá, y el rey Basá, de Israel. 17 El rey Basá construyó la ciudad fortificada de Ramá, en un intento de acabar con todo trato con Jerusalén. 18 Entonces Asá tomó todo el oro y la plata que había en la tesorería del templo del Señor y en los tesoros de la casa del rey, y se lo dio a sus siervos para que lo llevaran a Damasco, al rey Ben Adad. Este era hijo de Tabrimón y nieto de Hezión. Junto con este presente, Asá le envió el siguiente mensaje a Ben Adad: 19 «Hagamos alianza de la manera que nuestros padres la hicieron. Te envío un presente de oro y plata. Rompe ahora tu alianza con el rey Basá, de Israel, para que se marche y me deje tranquilo».
20 Ben Adad estuvo de acuerdo, y envió sus jefes contra algunas de las ciudades de Israel, y conquistó a Iyón, Dan, Abel Betmacá, todo Quinéret, y la región de Neftalí. 21 Cuando Basá supo del ataque, dejó de edificar la ciudad de Ramá y se volvió a Tirsá. 22 Entonces el rey Asá convocó a todos los de Judá, y pidió que todo hombre capacitado ayudara a demoler Ramá y a acarrear sus piedras y la madera. El rey Asá usó estos materiales para edificar la ciudad de Gueba de Benjamín y la ciudad de Mizpa.
23 El resto de la biografía de Asá, sus conquistas y hechos y los nombres de las ciudades que edificó se encuentra en el libro de los reyes de Judá. En su ancianidad se enfermó de los pies, 24 y cuando murió fue sepultado en el cementerio real de la Ciudad de David. El nuevo rey de Judá fue su hijo Josafat.
Nadab, rey de Israel
25 Mientras tanto, en Israel, Nadab, el hijo de Jeroboán, era el nuevo rey. Reinó dos años, comenzando en el segundo año del reinado de Asá, de Judá. 26 Pero no fue un buen rey. Al igual que su padre, adoró muchos ídolos y condujo a Israel al pecado.
27 Entonces Basá (el hijo de Ahías, de la tribu de Isacar) levantó una sedición en su contra y lo asesinó, mientras estaba con Israel sitiando la ciudad filistea de Guibetón. 28 Esto ocurrió cuando Asá, rey de Judá, llevaba tres años reinando sobre Judá. Fue así como Basá, después de matar a Nadad, lo sucedió en el trono. 29 Inmediatamente mató a todos los descendientes del rey Jeroboán, de manera de que nadie quedó de la familia real, tal como el Señor lo había anunciado por medio del profeta Ahías, de Siló. 30 Esto ocurrió porque Jeroboán había hecho enojar al Señor, Dios de Israel, pecando y conduciendo al resto de Israel al pecado.
31 Los demás detalles del reinado de Basá están escritos en el libro de los reyes de Israel. 32 Hubo guerra permanente entre el rey Asá, de Judá, y el rey Basá, de Israel.
Basá, rey de Israel
33 Cuando Asá, rey de Judá, llevaba ya tres años reinando, Basá hijo de Ahías comenzó a reinar sobre todo Israel. Su reinado duró veinticuatro años, y la capital de su reino fue Tirsá. 34 Continuamente desobedeció al Señor, ya que siguió el mal ejemplo de Jeroboán, e hizo que el pueblo de Israel siguiera el pecado de adorar ídolos.
16 En aquel tiempo, el profeta Jehú hijo de Jananí le entregó al rey Basá este mensaje de condenación enviado por el Señor: 2 «Yo te levanté desde el polvo para hacerte rey de mi pueblo Israel, pero tú has andado en los malos caminos de Jeroboán. Has hecho pecar a mi pueblo, y estoy airado. 3 Ahora te destruiré a ti junto con tu familia, de la manera que hice con los descendientes de Jeroboán. 4-7 Los de tu familia que mueran en la ciudad serán comidos por los perros, y los que mueran en el campo serán comidos por los buitres».
Este mensaje fue enviado a Basá y a su familia debido a que ellos, con sus malas acciones, hicieron que la ira del Señor se encendiera. Basá fue tan malo como Jeroboán, a pesar de que el Señor había destruido a los descendientes de este por sus pecados.
El resto de la biografía de Basá, sus hechos y sus conquistas, están escritos en el libro de los reyes de Israel.
Cuando Basá murió, lo sepultaron en Tirsá, y su hijo Elá reinó en su lugar.
Elá, rey de Israel
8 Cuando Asá llevaba veintiséis años reinando en Judá, Elá hijo de Basá comenzó a reinar en Israel, pero reinó solamente dos años. La capital de su reino fue Tirsá. 9 Luego el general Zimri, que había estado a cargo de los carros reales, se levantó en su contra. Un día el rey Elá estaba bebiendo y se había embriagado en casa de Arsá, administrador de su palacio. 10 Zimri simplemente entró y lo mató. Esto ocurrió durante el año veintisiete del reinado del rey Asá, de Judá. Entonces Zimri se proclamó nuevo rey de Israel. 11 Inmediatamente Zimri mató a toda la familia real, sin dejar un solo niño varón. Acabó con los parientes lejanos y con sus amigos. 12 La destrucción de los descendientes de Basá estaba de acuerdo con lo que el Señor había anunciado por medio del profeta Jehú. 13 La tragedia ocurrió debido a los pecados de Basá y de su hijo Elá, quienes condujeron a Israel a la idolatría, lo que provocó la ira del Señor.
14 El resto de la historia del reinado de Elá está escrito en el libro de los reyes de Israel.
Zimri, rey de Israel
15-16 Asá llevaba veintisiete años reinando en Judá, cuando Zimri ocupó el trono de Israel. Pero solamente reinó siete días en Tirsá, pues cuando las tropas de Israel, que estaban atacando la ciudad filistea de Guibetón, se enteraron de que Zimri había asesinado al rey, nombraron a Omrí, jefe del ejército, como el nuevo rey. 17 Entonces Omrí y todo Israel se retiraron de Guibetón y regresaron a sitiar Tirsá, capital de Israel. 18 Cuando Zimri vio que la ciudad había sido tomada, entró al palacio y lo incendió, y murió en medio de las llamas. 19 Porque él también había pecado a la manera de Jeroboán; había adorado ídolos y había hecho que el pueblo de Israel pecara juntamente con él.
20 El resto de la historia de Zimri y su traición está escrito en el libro de los reyes de Israel.
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