Bible in 90 Days
19 Cayeron sobre mí en el día de mi desgracia, pero el Señor fue mi apoyo y mi salvación.
20 Él me libró y me rescató, porque me ama.
21 »El Señor me recompensó por mi justicia, me pagó conforme a la pureza de mis manos.
22 Yo he vivido en la voluntad del Señor, y nunca me he apartado de mi Dios,
23 porque he tenido presentes sus leyes, y las he obedecido.
24 He sido íntegro delante de él, y me he cuidado de pecar.
25 El Señor me ha recompensado, porque he sido justo, porque he vivido rectamente.
26 »Con el misericordioso eres misericordioso, con el intachable eres intachable.
27 Con el que es sincero, tú eres sincero, pero con el que es tramposo tú eres inflexible.
28 Salvas a los que están en angustia, pero humillas a los que se enaltecen, porque tú observas sus pasos.
29 Señor, tú eres mi luz; tú haces que mis tinieblas resplandezcan.
30 Por tu poder yo puedo aplastar a un ejército;
por tu fortaleza puedo escalar murallas.
31 »El camino de Dios es perfecto; la palabra del Señor es refinada.
Es escudo para todos los que se refugian en él.
32 ¿Qué Dios hay fuera de nuestro Señor?
¡Él es el único que puede protegernos, pues es una sólida roca!
33 Dios es mi poderosa fortaleza; él me ha dado seguridad.
34 Él hace que el bueno camine con firmeza, como las cabras monteses sobre las rocas.
35 Él me prepara para la batalla, y me fortalece para usar las armas de guerra.
36 Tú me has dado el escudo de tu salvación; y tu bondad me hace prosperar.
37 Me despejas el camino, para que mis pies no resbalen.
38 »He perseguido a mis enemigos y los he destruido; no me detuve hasta aniquilarlos.
39 Los destruí a todos para que ninguno pueda levantarse nuevamente. ¡Han caído todos bajo mis pies!
40 Porque tú me has dado fuerzas para la batalla, y has hecho que someta a todos los que se levantaron contra mí.
41 Tú has hecho que mis enemigos retrocedan y huyan; he acabado con todos los que me odiaban.
42 Clamaron por ayuda, pero nadie los socorrió; clamaron al Señor, pero él se negó a responderles.
43 Los derroté hasta hacerlos polvo, y los molí y esparcí como polvo de las calles.
44 »Tú me has salvado de los rebeldes de mi pueblo; me has preservado como cabeza de las naciones.
45 Pueblos extranjeros me sirven, y me halagan cuando oyen de mi poder.
46 Pierden todo su valor, y salen temblando de sus escondites.
47 ¡El Señor vive! ¡Bendita sea, mi roca!
¡Alabado sea él, que es la roca de mi salvación!
48 Bendito sea Dios, pues destruye a todos los que se me oponen y me libra de mis enemigos.
49 Sí, tú me levantas por encima de mis enemigos, tú me libras de su violencia.
50 Por eso, Señor te daré gracias entre las naciones y cantaré alabanzas a tu nombre.
51 »El Señor da una liberación maravillosa al rey, y muestra misericordia a David, su ungido, y a su descendencia para siempre».
Últimas palabras de David
23 Estas son las últimas palabras de David:
«David el hijo de Isaí, el hombre a quien Dios puso en alto;
David, el ungido del Dios de Jacob; David, el dulce cantor de Israel, declara:
2 “El Espíritu del Señor habló por mí y su palabra estuvo en mi lengua”.
3 La Roca de Israel me dijo:
“El que reine con justicia, el que gobierne en el temor de Dios,
4 será como la luz de la mañana cuando sale el sol en una mañana sin nubes, que resplandece después de la lluvia, y hace que la hierba brote en la tierra”.
5 »¡Dios ha escogido a mi familia!
Sí, Dios ha hecho un pacto eterno conmigo, su acuerdo es eterno, claro y seguro.
Él velará constantemente por mi seguridad y mi triunfo.
6 Pero los impíos son como espinos que se desechan, porque hieren la mano que las toca.
7 Para recogerlos hay que protegerse las manos, y una vez amontonados se echan al fuego y se queman».
Héroes en el ejército de David
8 Estos son los nombres de los tres guerreros más valientes que tenía David:
El primero de los tres era Joseb Basébet el tacmonita, conocido también como Adino el eznita, que una vez mató a ochocientos hombres en una sola batalla.
9 El segundo era Eleazar hijo de Dodó el ajojita. Era uno de los tres hombres que, con David, contuvieron a los filisteos cuando el resto de Israel huyó. 10 Ese día mató a tantos filisteos que la mano se le encalambró y se le quedó aferrada a la espada. El Señor le dio en esa ocasión una gran victoria a Israel. El resto solo regresó para recoger el botín.
11-12 El tercero era Sama hijo de Agué el ararita. Un día en Lehí, durante un ataque filisteo, y mientras sus compañeros lo abandonaban y huían, él se paró solo en el centro de un campo de lentejas y derrotó a los filisteos. Así el Señor les dio una gran victoria.
13 Una vez, cuando David estaba en la cueva de Adulán, tres de los treinta más valientes fueron a encontrarse con él. Era el comienzo de la cosecha, y los invasores filisteos estaban en el valle de Refayin. 14 David, que estaba en su refugio en aquel tiempo porque algunos filisteos habían ocupado la cercana ciudad de Belén, 15 dijo: «¡Quién pudiera beber agua del pozo que está junto a la puerta de la ciudad!». (El pozo estaba cerca de la puerta de Belén). 16 Entonces los tres hombres cruzaron las filas filisteas, sacaron agua del pozo y se la llevaron a David. Pero él se negó a beberla y la derramó delante del Señor, y dijo: 17 «¡No puedo beber esta agua, pues sería como beber la sangre de estos hombres que arriesgaron su vida para satisfacer mi deseo! ¡Que el Señor me guarde de hacer semejante cosa!».
18-19 De los treinta, Abisay, el hermano de Joab hijo de Sarvia, era el más valiente. Una vez con su lanza se enfrentó a trescientos enemigos y los mató. Por hazañas como esta adquirió reputación de ser tan valiente que llegó a ser el jefe de los tres más valientes, aunque nunca fue contado entre ellos.
20 También estaba Benaías hijo de Joyadá, soldado heroico de Cabsel. Benaías mató a dos gigantes, hijos de Ariel de Moab. En otra oportunidad descendió a un foso y, a pesar de que había nieve, luchó con un león que estaba allí y lo mató. 21 En otra oportunidad, armado solamente con una vara, mató a un guerrero egipcio que estaba armado con una lanza. Lo atacó con la vara, le arrancó la lanza y lo mató con ella. 22 Estas fueron algunas de las hazañas que dieron a Benaías una fama casi tan grande como la de los tres más valientes. 23 Él era uno de los treinta, y aunque llegó a tener fama de ser tan valiente como los tres más valientes, nunca fue contado entre ellos. David lo hizo jefe de su guardia personal.
24-39 Los treinta valientes eran:
Asael, hermano de Joab;
Eljanán hijo de Dodó, de Belén;
Sama el jarodita;
Elicá el jarodita;
Heles el paltita;
Ira hijo de Iqués, el tecoíta;
Abiezer el anatotita;
Mebunay el jusatita;
Zalmón el ajojita;
Maray el netofatita;
Jéled hijo de Baná el netofatita;
Itay hijo de Ribay, el de Guibeá de la tribu de Benjamín;
Benaías el piratonita;
Hiday, del arroyo de Gaas;
Abí Albón el arbatita;
Azmávet el bajurinita;
Elijaba el salbonita;
Jonatán, de los hijos de Jasén;
Sama el ararita;
Ahían hijo de Sarar el ararita;
Elifelet hijo de Ajasbay el macateo;
Elián hijo de Ajitofel el guilonita;
Jezró el de Carmel;
Paray el arbita;
Igal hijo de Natán, el de Sobá;
Baní el gadita;
Sélec el amonita;
Najaray el berotita, escudero de Joab, hijo de Sarvia;
Ira el itrita;
Gareb el itrita, y Urías el hitita.
En total eran treinta y siete.[a]
David hace un censo militar
24 Una vez más la ira del Señor se encendió contra Israel, e incitó a David a hacer un censo nacional.
2 El rey dijo a Joab, jefe de su ejército:
―Toma un censo de todo el pueblo, de uno a otro extremo de la nación, para que yo sepa con cuántos soldados puedo contar.
3 Pero Joab le replicó:
―Que el Señor le conceda larga vida a mi señor el rey para que pueda ver el día en que haya en su reino cien veces más habitantes de los que ahora hay; pero ¿qué necesidad tiene de hacer tal cosa?
4 Pero la orden del rey fue más fuerte que la oposición de Joab y los demás jefes del ejército. Por eso, Joab y los demás oficiales salieron a contar al pueblo de Israel. 5 Cruzaron el Jordán y acamparon en Aroer, al sur de la ciudad que queda en el valle de Gad, junto a Jazer. 6 Luego pasaron a Galaad y a la región de Tajtín Jodsí, y siguieron hacia Dan Jaán y llegaron a los alrededores de Sidón. 7 De allí pasaron a la fortaleza de Tiro y a todas las ciudades de los heveos y cananeos, y avanzaron por el sur de Judá hasta llegar a Berseba.
8 Recorrer todo el territorio les llevó nueve meses y veinte días. Al cabo de ese tiempo, regresaron a Jerusalén. 9 Joab informó el número del pueblo al rey: Ochocientos mil hombres en edad militar en Israel, y quinientos mil en Judá.
10 Pero después que levantó el censo, la conciencia de David comenzó a molestarle, y oró al Señor: «Lo que he hecho es terrible. Perdóname, Señor, la maldad que he cometido».
11 Al día siguiente, el Señor habló con el profeta Gad, que era el profeta que atendía a David, y le pidió que le llevara este mensaje a David: 12 «Dile a David que escoja entre estos tres castigos». 13 Entonces Gad fue a ver a David y le dijo:
―¿Qué prefieres: siete años de hambre en la tierra, o huir tres meses delante de tus enemigos, o tres días de epidemia? Piénsalo y hazme saber la respuesta que le debo dar al Señor.
14 ―Es una decisión difícil —respondió David—, pero es mejor caer en las manos del Señor, porque grande es su misericordia, que en manos de los hombres.
15 Entonces el Señor envió una epidemia sobre Israel aquella mañana, la cual duró tres días. Setenta mil hombres murieron a través de la nación. 16 Pero cuando el ángel de la muerte se preparaba para destruir a Jerusalén, el Señor se apiadó y le dijo que se detuviera. El ángel estaba en el campo de Arauna el jebuseo.
17 Cuando David vio al ángel, le dijo al Señor: «Yo soy el que ha pecado. ¿Qué han hecho estas ovejas? ¡Que tu ira se encienda solamente contra mí y contra mi familia!».
David construye un altar
18 Aquel día, Gad vino ante David y le dijo: «Sube y edifica un altar al Señor en el campo de Arauna el jebuseo».
19 David hizo lo que el Señor le había ordenado a través de Gad. 20 Cuando Arauna vio que el rey y sus hombres se le acercaban, les salió a su encuentro y se postró hasta tocar el suelo con su frente.
21 ―¿A qué ha venido, mi señor rey? —preguntó Arauna.
Y David le respondió:
―A comprarte el campo, para edificar un altar al Señor, pues sólo así él detendrá la plaga.
22 ―Tómelo, mi señor —le dijo Arauna al rey—. Aquí tiene bueyes para el holocausto. Además, puede usar los instrumentos de la trilla y los yugos de los bueyes como leña, para encender el fuego en el altar. 23 Todo se lo doy, y que el Señor acepte su sacrificio.
24 Pero el rey le dijo a Arauna:
―No, no acepto el campo como regalo. Lo compraré, porque no quiero ofrecer al Señor mi Dios holocaustos que no me hayan costado nada.
Acto seguido, David le dio a Arauna cincuenta monedas de plata, como pago por el campo y los bueyes. 25 Allí David edificó un altar al Señor y ofreció holocaustos y ofrendas de paz. Y el Señor respondió a su oración, y la plaga se detuvo.
Adonías usurpa el trono
1 En su vejez, el rey David tenía que permanecer en cama, pues siempre tenía frío, a pesar de todas las frazadas con que se le abrigaba.
2 Por eso, sus ayudantes dijeron: «Sería bueno buscar a una joven soltera para que acompañe y cuide al rey, y se acueste a su lado para darle calor».
3-4 Ellos buscaron por todo Israel, de uno a otro extremo a fin de hallar a la muchacha más hermosa de todas. Abisag, de Sunem, fue la elegida. Así que la llevaron ante la presencia del rey, para que lo acompañara y cuidara. Pero el rey nunca tuvo relaciones sexuales con ella.
5 En aquel tiempo, Adonías hijo de David y de Jaguit, decidió coronarse rey, en lugar de su anciano padre. Consiguió carros de guerra y soldados de caballería, y reclutó a cincuenta hombres para que le sirvieran de guardia personal. 6 Su padre, el rey David, jamás lo había reprendido ni le había dado castigo alguno. Era un hombre muy apuesto, y menor que su hermano Absalón. 7 Un día convenció al general Joab hijo de Sarvia, y al sacerdote Abiatar de que lo apoyaran en su pretensión de ser rey, y ellos estuvieron de acuerdo en ayudarle a apoderarse del reino. 8 Sin embargo, no logró conseguir el apoyo del sacerdote Sadoc, ni de Benaías hijo de Joyadá, ni del profeta Natán, ni de Simí, ni de Reguí, ni de la guardia personal del rey David, pues todos ellos eran muy leales al rey.
9 Adonías fue a Enroguel, donde ofreció sacrificios de ovejas, bueyes y becerros cebados en la peña de Zojélet. Luego convocó a todos sus hermanos, los demás hijos del rey David, y a todos los funcionarios reales de Judá. 10 Pero no invitó al profeta Natán, ni a Benaías, ni a los valientes que habían peleado a lado del rey, ni a su hermano Salomón.
11 Fue por eso que el profeta Natán visitó a Betsabé, madre de Salomón, y le preguntó: «¿No te has enterado de que Adonías, el hijo de Jaguit, se ha proclamado rey, y que nuestro señor David ni siquiera lo sabe? 12 Si quieres salvar tu vida y la de tu hijo Salomón, haz lo que yo te diga. 13 Ve inmediatamente a la presencia del rey David y pregúntale: “Señor mío, ¿no prometiste que mi hijo Salomón sería el nuevo rey y que él se sentaría en tu trono? Entonces, ¿por qué Adonías está reinando?”. 14 Y mientras tú estés aún hablando con él, yo entraré y confirmaré todo lo que tú le hayas dicho».
15 Entonces Betsabé entró al dormitorio del rey. David era muy anciano, razón por la cual lo cuidaba Abisag la sunamita. 16 Betsabé se inclinó delante del rey, quien le preguntó:
―¿Qué quieres?
17 Ella le respondió:
―Señor mío, usted me prometió por el Señor su Dios que mi hijo Salomón sería el próximo rey, y que se sentaría en su trono. 18 Pero ahora me entero de que Adonías es el nuevo rey, y usted ni siquiera lo sabe. 19 Él ha celebrado su coronación sacrificando bueyes, becerros y muchas ovejas, y ha invitado a todos los hijos del rey, y también al sacerdote Abiatar y al general Joab. Pero no invitó a Salomón, que ha sido un servidor muy fiel a usted. 20 Y ahora, señor mío, rey mío, todo Israel espera saber su decisión, pues todos quieren que les diga quién va a reinar después de usted. 21 Si no actúa a tiempo, entonces cuando usted muera, mi hijo Salomón y yo seremos arrestados y ejecutados como delincuentes.
22-23 Mientras ella todavía estaba hablando, los siervos del rey le dijeron:
―El profeta Natán está aquí para verlo.
Natán entró e hizo reverencias delante del rey, 24 y le preguntó:
―Señor mío, ¿ha dicho usted que Adonías será el nuevo rey? ¿Es él a quien usted ha elegido para que se siente en su trono? 25 Hoy él celebró su coronación sacrificando bueyes y becerros gordos, y ha invitado a los hijos del rey para que asistan a las festividades. Además, invitó al general Joab y al sacerdote Abiatar. Están festejando y bebiendo con él y gritando: “¡Viva el rey Adonías!”. 26 Pero ni el sacerdote Sadoc, ni Benaías hijo de Joyadá, ni su hijo Salomón, que es muy fiel a usted, ni yo fuimos invitados. 27 ¿Ha sido hecho esto con su consentimiento? Porque usted no le ha dicho a este siervo suyo a cuál de sus hijos ha elegido para que lo suceda en el trono.
David proclama rey a Salomón
28 ―Llamen a Betsabé —dijo David.
Entonces ella volvió a entrar y se paró delante del rey.
29 Y el rey declaró:
―Juro por el Señor, quien vive y me ha rescatado de todo peligro, 30 que tu hijo Salomón será el nuevo rey que se sentará en mi trono, tal como te lo prometí antes en el nombre del Señor, Dios de Israel.
31 Betsabé hizo una profunda reverencia delante de él nuevamente y exclamó:
―¡Gracias, señor mío! ¡Quiera el Señor que el rey viva para siempre!
32 ―Llamen al sacerdote Sadoc, al profeta Natán y a Benaías hijo de Joyadá —ordenó el rey.
33 Cuando ellos estuvieron presentes, les dijo:
―Lleven a Salomón y a los funcionarios de la corte a Guijón. Salomón cabalgará en mi propia mula, 34 y el sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo ungirán allí como rey de Israel. Luego hagan sonar las trompetas y aclamen: “¡Viva el rey Salomón!”. 35 Cuando ustedes lo traigan de regreso, siéntenlo en mi trono como el nuevo rey. Porque yo lo he designado a él como rey de Israel y Judá.
36 ―¡Amén! Alabado sea Dios —contestó Benaías—. 37 Quiera el Señor estar con Salomón como ha estado con usted, y quiera Dios que el reino de Salomón sea aún más grande que el del rey.
38 Entonces el sacerdote Sadoc, el profeta Natán, Benaías y la guardia personal de David llevaron a Salomón a Guijón, cabalgando sobre la mula de David. 39 En Guijón, Sadoc tomó el cuerno de aceite sagrado del santuario y lo derramó sobre Salomón. Luego hicieron sonar las trompetas, y todo el pueblo aclamó: «¡Viva el rey Salomón!».
40 Todos regresaron con Salomón a Jerusalén, celebrando gozosamente y con mucho alboroto. 41 Cuando Adonías y sus invitados estaban terminando su banquete, oyeron la conmoción y los gritos.
―¿Qué es lo que pasa? —preguntó Joab—. ¿Por qué hay tanto alboroto en la ciudad?
42 Y mientras aún hablaba, Jonatán, el hijo del sacerdote Abiatar, llegó corriendo.
―¡Pasa! —le dijo Adonías—. Tú eres un buen hombre, y debes tener buenas noticias.
43 ―Nuestro señor, el rey David, ha proclamado como rey a Salomón —gritó Jonatán—. 44-45 El rey lo envió a Guijón con el sacerdote Sadoc, el profeta Natán y Benaías, protegido por la misma guardia personal del rey. Salomón cabalgaba en la mula del rey. Sadoc y Natán lo han ungido como nuevo rey. Acaban de regresar, y toda la ciudad está celebrando y regocijándose por el hecho. A eso se debe todo este alboroto. 46-47 Salomón está sentado en el trono, y todo el pueblo está felicitando al rey David y diciéndole: “¡Que Dios te bendiga aún más a través de Salomón, de lo que te ha bendecido personalmente! ¡Que Dios haga el reino de Salomón aún más grande que el del rey!”. Y David se inclinó en su cama 48 y exclamó: “¡Bendito sea el Señor, Dios de Israel, que ha elegido a uno de mis hijos para sentarse en mi trono, mientras aún estoy vivo para verlo!”.
49-50 Entonces Adonías y sus invitados se levantaron y huyeron aterrorizados. Sentían temor de perder la vida. Adonías entró corriendo en el santuario y se agarró de los cuernos del altar. 51 Alguien fue y le dijo a Salomón:
―Adonías tiene mucho miedo y se ha refugiado en el santuario pidiendo clemencia, y ha dicho: “¡Quiero que el rey Salomón me jure hoy mismo, que no me mandará a matar!”.
52 Entonces Salomón dijo:
―Si se comporta debidamente, no sufrirá ningún daño, pero si no, morirá.
53 Entonces el rey Salomón lo hizo llamar, y ellos lo sacaron del altar y lo llevaron ante él. Adonías llegó y se inclinó delante del rey, y entonces Salomón le ordenó que se fuera a su casa.
Últimas instrucciones de David
2 A medida que se acercaba el tiempo de su muerte, el rey David hizo estos encargos a su hijo Salomón: 2 «Yo voy a donde cada hombre, que pisa la tierra, debe ir algún día. Confío en que serás un sucesor poderoso y digno. 3 Obedece las leyes de Dios y sigue todos sus caminos; guarda cada uno de los mandamientos escritos en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y en todo lo que emprendas. 4 Si haces esto, el Señor cumplirá la promesa que me dio, que si mi hijo y sus descendientes observaban sus caminos y le eran fieles, uno de ellos sería siempre rey sobre Israel, y mi dinastía jamás tendría fin.
5 »Escucha mis instrucciones. Tú sabes que Joab hijo de Sarvia mató a mis dos generales, a Abner hijo de Ner y a Amasá hijo de Jéter. Él hizo que pareciera un acto de guerra, pero fue hecho en tiempo de paz. Al hacer eso, no sólo se manchó él de sangre, sino que también me hizo a mí culpable. 6 Tú eres un hombre sabio y sabrás qué hacer. Te aconsejo que no le permitas vivir mucho tiempo, y que no dejes que muera en paz. 7 Sin embargo, muéstrate misericordioso con los hijos de Barzilay el galaadita. Hazlos tus huéspedes permanentes, porque ellos me cuidaron cuando huía de tu hermano Absalón.
8 »¿Te acuerdas de Simí hijo de Guerá, el benjaminita de Bajurín? Él me maldijo con terrible maldición el día que yo iba a Majanayin. Pero cuando volvió ante mi presencia junto al río Jordán, prometí no matarlo. 9 Sin embargo, tú no tienes por qué seguirlo perdonando; eres inteligente y sabrás que no lo puedes dejar con vida. Aunque ya es un viejo, procura que su muerte sea violenta».
10 David murió, y fue sepultado en Jerusalén. 11 Había reinado sobre Israel cuarenta años, siete en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén. 12 Salomón fue el nuevo rey, en lugar de David su padre, y su reino prosperó.
Salomón consolida el reino
13 Un día, Adonías, el hijo de Jaguit, fue a ver a Betsabé, la madre de Salomón.
―¿Has venido con buenas intenciones? —le preguntó ella.
―Sí —le contestó—, he venido en son de paz. 14 En realidad, he venido a pedirte un favor.
―¿De qué se trata? —preguntó ella.
15 ―Todo iba bien para mí —dijo—, y el reino era mío; todos esperaban que yo fuera el nuevo rey. Pero los papeles cambiaron, y todo pasó a manos de mi hermano, porque de esa manera lo quería el Señor. 16 Pero ahora tengo que pedirte un pequeño favor; te suplico que no me lo niegues.
―¿De que se trata? —preguntó ella.
17 Él respondió:
―Habla al rey Salomón en favor mío, porque yo sé que él hará cualquier cosa que le pidas, y dile que me dé por esposa a Abisag la sunamita.
18 ―Muy bien —respondió Betsabé—, se lo pediré.
19 Ella fue a pedirle el favor al rey Salomón. El rey se puso de pie cuando ella entró y le hizo una reverencia. Ordenó que junto a su trono se colocara una silla para su madre. Y ella se sentó a su lado derecho.
20 ―Tengo una petición que presentarte —dijo ella—. Espero que no me la niegues.
―¿De qué se trata, madre mía? —le preguntó—. Tú sabes que no te la negaré.
21 ―Permite que tu hermano Adonías se case con Abisag —respondió ella.
22 ―¿Te das cuenta de lo que pides? —dijo él—. Si yo le diera a Abisag, también le estaría dando el reino. Él es mi hermano mayor, y cuenta con el apoyo del sacerdote Abiatar y de Joab hijo de Sarvia.
23-24 Entonces el rey Salomón hizo un gran juramento: «¡Que Dios me mate si Adonías no muere este mismo día, por haber hecho estos planes contra mí! ¡Lo juro por el Dios vivo, que me ha dado el trono de mi padre y este reino que él me prometió!».
25 Salomón ordenó a Benaías hijo de Joyadá que fuera y matara a Adonías. Y Benaías cumplió la orden del rey.
26 En cuanto al sacerdote Abiatar, el rey le dijo: «Regresa a tu hogar en Anatot. También deberías morir, pero no lo haré ahora. Tú transportaste el cofre del Señor durante el reinado de mi padre, y sufriste con él todas las persecuciones».
27 Así que Salomón obligó a Abiatar a renunciar a su puesto de sacerdote del Señor. De esa manera se cumplió lo establecido por el Señor en Siló acerca de los descendientes de Elí.
28 Cuando Joab se enteró de la muerte de Adonías, corrió al santuario en busca de refugio y se aferró a los cuernos del altar. Joab había apoyado la revuelta de Adonías, aunque no la de Absalón. 29 Cuando el rey Salomón se enteró de que Joab había entrado al santuario, y que se hallaba junto al altar, envió a Benaías para que lo ejecutara.
30 Benaías entró en el Santuario y le dijo a Joab:
―El rey te ordena que salgas.
―No saldré —dijo Joab—. ¡Aquí moriré!
Entonces Benaías volvió a consultar al rey.
31 ―¡Haz lo que él dice! —respondió el rey—. Ve y mátalo ahí mismo, y sepúltalo. De este modo, tanto yo como la casa de mi padre quedaremos libres de culpa por los asesinatos que, sin ninguna razón, él cometió. 32 Entonces el Señor lo tendrá a él por responsable personal del asesinato de dos hombres que eran mejores que él. Porque mi padre no tuvo parte en la muerte del general Abner, jefe del ejército de Israel, ni en la del general Amasá, jefe del ejército de Judá. 33 Que Joab y sus descendientes por siempre lleven la culpa de estos crímenes, y quiera el Señor declarar inocentes de estas muertes a David y a sus descendientes.
34 Benaías regresó, pues, al santuario y mató a Joab. Y este fue sepultado junto a su casa, en el desierto.
35 Entonces el rey designó a Benaías como jefe del ejército, y a Sadoc como sacerdote, en lugar de Abiatar.
36-37 Después el rey mandó a buscar a Simí, y le dijo:
―Edifícate una casa en Jerusalén, y no salgas de la ciudad por ningún motivo. En el momento en que salgas y pases el arroyo de Cedrón, morirás, y toda la culpa será tuya.
38 ―De acuerdo —respondió Simí—, haré lo que tú digas.
Y Simí se quedó viviendo en Jerusalén. 39 Pero tres años después, dos esclavos de Simí se escaparon y fueron a refugiarse en Gat, donde reinaba Aquis hijo de Macá. Cuando Simí lo supo, 40 aparejó un burro y se dirigió a Gat, para visitar al rey. Cuando encontró a sus esclavos, volvió con ellos a Jerusalén.
41 Cuando Salomón supo que Simí había salido de Jerusalén y había hecho un viaje de ida y vuelta a Gat, 42 lo mandó a llamar y le preguntó:
―¿No te ordené, en el nombre de Dios, que permanecieras en Jerusalén, o morirías? Tú respondiste: “Muy bien, haré como tú dices”. 43 Entonces, ¿por qué no has respetado el acuerdo a que llegamos? ¿Por qué no obedeciste mi orden? 44 Y, ¿qué de aquellos males que le causaste a mi padre, el rey David? ¡Que el Señor te castigue por tu maldad, 45 mientras que a mí me dé sus ricas bendiciones, y que en este trono se siente siempre un descendiente de David!
46 Entonces, a una orden del rey, Benaías agarró a Simí, lo sacó y lo mató. De este modo el reino se afirmó en manos de Salomón.
Salomón pide sabiduría
3 Salomón emparentó con el faraón, rey de Egipto, tomando por mujer a su hija. Y la llevó a Jerusalén para que viviera en la ciudad de David hasta que él pudiera terminar la edificación de su palacio, del templo del Señor y del muro alrededor de la ciudad.
2 En aquel tiempo, el pueblo de Israel ofrecía sus sacrificios y ofrendas en altares sobre las colinas, porque el templo del Señor aún no había sido edificado.
3 A pesar de que Salomón amaba al Señor y obedecía todas las instrucciones de su padre David, seguía acudiendo a los pequeños santuarios, que estaban en las colinas, a ofrecer sacrificios y quemar incienso. 4 El más famoso de estos altares sobre una colina era el que estaba en Gabaón, y el rey fue allí y ofreció mil holocaustos. 5 Esa noche, el Señor se le apareció en un sueño, y le dijo:
―Pídeme lo que quieras, que yo te lo daré.
6 Salomón le respondió:
―Fuiste muy misericordioso con mi padre David, porque él era honesto, veraz y fiel a ti, y obedecía tus mandamientos. Y has continuado mostrándole tu misericordia, al haberle dado un hijo que se sentara en su trono.
7 »Señor, Dios mío, ahora tú me has hecho rey en lugar de David, mi padre, pero soy como un niño que no conoce el camino que ha de seguir. 8 Y aquí estoy entre tu pueblo escogido, un pueblo tan numeroso que es imposible contarlo. 9 Dame sabiduría, para poder gobernar bien a tu pueblo y para tener un buen discernimiento de lo que es bueno o es malo. Porque, ¿quién con su propia capacidad puede cargar con una responsabilidad tan grande?
10 El Señor miró con agrado esta petición, y se alegró de que Salomón hubiera pedido sabiduría. 11 Por eso le respondió:
―Por cuanto has pedido sabiduría para gobernar a mi pueblo, y no has pedido una larga vida ni riquezas para ti, ni has pedido derrotar a tus enemigos, 12 yo te daré lo que has pedido. Te daré una sabiduría como la que nadie ha tenido antes ni tendrá después. 13 Y también te daré lo que no has pedido, esto es, riquezas y honor. Nadie en el mundo será tan rico y famoso como lo serás tú por el resto de tu vida. 14 Y, si te mantienes en mi voluntad y obedeces mis mandamientos, como lo hizo tu padre David, entonces te permitiré vivir muchos años.
15 Entonces Salomón despertó y comprendió que había tenido una visión en sueños. Regresó a Jerusalén y entró en el santuario. Y mientras estaba delante del cofre del pacto del Señor, ofreció holocaustos y ofrendas de paz. Luego invitó a todos sus siervos a un gran banquete.
Un gobernante sabio
16 Poco después, dos prostitutas vinieron ante el rey a pedirle que pusiera fin a una disputa que había entre ellas.
17-18 ―Señor —comenzó a hablar una de ellas—, nosotras dos vivimos en la misma casa. Yo tuve un hijo, estando esta mujer conmigo. A los tres días, ella también tuvo un hijo. 19 Pero el niño de ella murió durante la noche, porque, dormida, se acostó sobre él y lo aplastó. 20 Luego ella se levantó en la noche y tomó a mi hijo mientras yo dormía, y puso su hijo muerto en mis brazos, y el mío lo llevó a dormir con ella. 21 En la mañana, cuando quise darle de mamar a mi hijo, descubrí que estaba muerto. Pero cuando hubo suficiente luz, lo observé bien y me di cuenta de que no era mi hijo.
22 La otra mujer interrumpió:
―Ese sí era el hijo de ella. El niño vivo es el mío.
―No —dijo la primera mujer—, el muerto es tuyo y el que está vivo es el mío.
Y de esta manera discutieron delante del rey.
23 Entonces el rey dijo:
―Aclaremos las cosas: Ambas quieren el niño vivo, y cada una dice que el niño muerto pertenece a la otra.
24 Entonces el rey ordenó que le llevaran una espada. Cuando le entregaron la espada, el rey dijo:
25 ―Partan en dos al niño vivo, y denle una mitad a cada una de estas mujeres.
26 Entonces la mujer que realmente era la madre del hijo, y que lo amaba mucho, gritó:
―No, señor. Mejor dele el niño a esa mujer, pero no lo mate.
Pero la otra mujer dijo:
―Bien, de esta manera no será tuyo ni mío; que lo dividan entre nosotras. 27 Entonces el rey dijo:
―Denle el niño a la mujer que lo quiere vivo, porque ella es su madre.
28 Pronto se difundió este suceso y la sabia decisión del rey por toda la nación, y todo el pueblo estaba asombrado, porque comprendieron la gran sabiduría que Dios le había dado al rey para hacer justicia.
Administración del reino
4 Salomón reinó sobre todo Israel. 2-6 Esta es la lista de los miembros del gobierno del rey Salomón:
Azarías, hijo del sacerdote Sadoc;
Elijoref y Ahías, hijos de Sisá, secretarios;
Josafat hijo de Ajilud, cronista y encargado de los archivos;
Benaías hijo de Joyadá, jefe del ejército;
Sadoc y Abiatar, sacerdotes;
Azarías hijo de Natán, a cargo de los gobernadores;
Zabud hijo de Natán era sacerdote y consejero personal del rey;
Ajisar, mayordomo del palacio;
Adonirán hijo de Abdá, superintendente de obras públicas.
7 Además, hubo doce funcionarios en la corte de Salomón, uno por cada tribu, que tenían la responsabilidad de abastecer de provisiones la casa del rey. Cada uno de ellos se ocupaba de las provisiones de uno de los meses del año.
8-19 Los nombres de estos doce oficiales eran:
Ben Jur, que tenía a su cargo la región montañosa de Efraín;
Ben Decar, cuya zona era Macaz, Salbín, Bet Semes, y Elón Bet Janán;
Ben Jésed, cuya zona era Arubot, incluyendo Soco y toda la tierra de Héfer;
Ben Abinadab (que se casó con la hija de Salomón, la princesa Tafat), cuya área eran los territorios de Dor;
Baná hijo de Ajilud, cuya área estaba compuesta por Tanac y Meguido, toda Betseán, que está cerca de Saretán, más abajo de Jezrel, y todo el territorio desde Betseán hasta Abel Mejolá, y hasta más allá de Jocmeán;
Ben Guéber, cuya zona era Ramot de Galaad, incluyendo los pueblos de Yaír hijo de Manasés, en Galaad; y en la región de Argob, en Basán, incluyendo sesenta ciudades amuralladas, con puertas de bronce;
Ajinadab hijo de Idó, cuyo territorio era Majanayin;
Ajimaz (que se casó con Basemat, otra de las hijas de Salomón) tenía a su cargo el área de Neftalí;
Baná hijo de Husay, cuyas zonas eran Aser y Alot;
Josafat hijo de Parúaj, que tenía a su cargo Isacar;
Simí hijo de Elá, cuya área era Benjamín;
Guéber hijo de Uri, cuya área era Galaad, incluyendo los territorios de Sijón, rey de los amorreos, y de Og, rey de Basán.
Un intendente estaba a cargo de la supervisión en aquella tierra.
Prosperidad de Salomón
20 En ese tiempo, los pueblos de Israel y Judá eran tan numerosos, como la arena del mar, que no se puede contar. Además, tenían comida y bebidas en abundancia, y todos vivían muy felices.
21 El rey Salomón gobernó toda la región que se extiende desde el río Éufrates hasta la tierra de los filisteos, y hasta las fronteras con Egipto. Los pueblos de esas tierras pagaban sus tributos a Salomón y continuaron sirviéndole a través de toda su vida.
22 Las provisiones diarias para el palacio eran seis mil seiscientos kilos de harina fina, trece mil doscientos kilos de harina integral, 23 diez bueyes gordos, veinte bueyes de pasto, cien ovejas, sin contar los ciervos, gacelas, corzos y aves gordas que de vez en cuando se consumían.
24 Sus dominios se extendieron sobre todos los reinos que están al occidente del río Éufrates, desde Tifsa hasta Gaza. Y hubo paz en toda la tierra. 25 Durante la vida de Salomón, todo Israel vivió en paz y seguridad; cada familia tenía su casa y su huerto.
26 Salomón tenía cuarenta mil caballos para sus carros y empleaba doce mil jinetes. 27 Cada mes los funcionarios proporcionaban los alimentos para Salomón y para su corte; 28 también traían cebada y paja para los caballos que el rey tenía en los establos.
La sabiduría de Salomón
29 Dios le dio a Salomón sabiduría, entendimiento y una mente llena de muchísimos conocimientos, tantos como la arena del mar. 30 En efecto, su sabiduría superó la de cualquier sabio del oriente, incluyendo a los de Egipto. 31 Era más sabio que Etán el ezraíta, y que Hemán, Calcol y Dardá, los hijos de Majol; y fue conocido en todas las naciones de alrededor.
32 Escribió tres mil proverbios y mil cinco canciones. 33 Fue un gran naturalista que estudió los animales, las aves, los reptiles, los peces y los árboles, desde los grandes cedros del Líbano hasta el minúsculo hisopo que crece en las grietas de las paredes. 34 De todos los pueblos llegaba gente a escuchar la sabiduría de Salomón. Y los reyes que tenían noticias de su sabiduría enviaban mensajeros para solicitar su consejo.
Preparativos para la construcción del templo
5 El rey Hiram, de Tiro, siempre había sido un gran admirador de David, de modo que cuando supo que el rey Salomón, hijo de David, reinaba en Israel, envió embajadores para felicitarlo y desearle un buen reinado. 2-3 Salomón aprovechó la ocasión y le envió este mensaje a Hiram: «Tú sabes que mi padre no pudo construir un templo en el que se pudiera adorar al Señor su Dios, debido a las numerosas guerras que tuvo que librar. Siempre estuvo esperando el momento en que el Señor le permitiera vencer a todos sus enemigos. 4 Y ahora, el Señor mi Dios ha dado paz a Israel en todo lugar; no tengo enemigos ni quien me quiera hacer daño. 5 Por eso, pienso edificar un templo para el Señor mi Dios, en conformidad a la promesa que le hizo a mi padre de que yo lo edificaría. Porque el Señor le dijo: “Tu hijo, a quien pondré en tu lugar en el trono, me edificará un templo”.
6 »Ahora te ruego que me ayudes en este proyecto. Envía tus hombres a las montañas del Líbano para que preparen madera de cedro para mí. Yo enviaré hombres para que trabajen junto con ellos, y pagaré a tus hombres lo que tú indiques; porque, como tú sabes, no hay en Israel quien sepa cortar la madera como lo hacen los sidonios».
7 Cuando Hiram recibió el mensaje de Salomón, se sintió muy complacido, y dijo: «Alabado sea el Señor, por haberle dado a David un hijo sabio para que sea rey de la gran nación de Israel».
8 Entonces envió su respuesta a Salomón:
«He recibido tu mensaje, y haré lo que me has pedido acerca de la madera. Puedo proporcionarte madera de cedro y de pino. 9 Mis hombres llevarán los troncos hasta el mar y con ellos formarán balsas. Las haremos navegar a lo largo de la costa hasta el lugar en donde tú la necesites; entonces desarmaremos las balsas y te entregaremos la madera. Tú puedes pagarme con alimento para mi casa».
10 Entonces Hiram proporcionó a Salomón toda la madera de cedro y de pino que él quiso. 11 Por su parte, Salomón le envió en pago anual veinte mil cargas de trigo para su familia y veinte mil medidas de aceite de oliva. 12 El Señor, pues, dio a Salomón gran sabiduría como le había prometido. Hiram y Salomón hicieron un pacto formal de paz.
13 Entonces Salomón reclutó a treinta mil trabajadores de todo Israel, 14 y los hizo trabajar por turno en el Líbano, diez mil cada mes, de modo que cada hombre estaba un mes en el Líbano y dos meses en su casa. Adonirán era el supervisor general de este trabajo. 15 Salomón también tenía setenta mil cargadores, ochenta mil canteros que trabajaban en las montañas, 16 y tres mil trescientos capataces. 17 Los canteros cortaban y daban forma a los bloques de piedra para los cimientos del templo. Las piedras que se usaban para esto eran muy costosas. 18 Los hombres de Guebal ayudaron a los constructores de Salomón y de Hiram, cortando y trabajando la madera, y labrando las piedras para el templo.
Salomón construye el templo
6 En el mes de zif, es decir, el segundo mes del cuarto año del reinado de Salomón se comenzó la edificación del templo del Señor. (Habían transcurrido cuatrocientos ochenta años desde que el pueblo de Israel había salido de la esclavitud en Egipto). 2 El templo del Señor tenía veintisiete metros de largo, nueve de ancho, y trece y medio de alto. 3 A lo largo del frente había un pórtico de nueve metros de largo, y cuatro metros y medio de ancho. 4 Llevaba ventanas estrechas en todo su contorno.
5 A lo largo de los muros, a ambos costados del templo, se construyeron salas anexas. 6 Estas salas tenían tres pisos de alto, siendo el piso bajo de dos metros con veinticinco centímetros de ancho; el segundo piso medía dos metros con setenta centímetros de ancho, y el piso superior era de tres metros con quince centímetros de ancho. Las medidas de la parte exterior del templo habían sido reducidas, para que las vigas que sostenían las salas no descansaran sobre las paredes.
7 Las piedras usadas en la construcción del templo eran completamente labradas en la cantera, de modo que toda la estructura fue edificada sin que se oyera sonido de martillo, de hacha o de otra herramienta en el lugar de la edificación.
8 La entrada a la sala contigua del templo estaba en el costado derecho de la misma, y por medio de escaleras en forma de caracol se podía subir al segundo piso; un segundo tramo de escaleras servía para subir hasta el tercer piso. 9 Después de acabado el templo, Salomón la hizo cubrir con vigas y tablones de cedro. 10 Como ya se ha dicho, había un anexo a cada lado del edificio, unido a las paredes del templo por medio de vigas de cedro. Cada piso del anexo tenía dos metros con veinticinco centímetros de alto.
11-12 Entonces el Señor envió este mensaje a Salomón: «Si haces lo que yo te diga, y sigues todos mis mandamientos e instrucciones, cumpliré lo que le prometí a David, tu padre. 13 Viviré en medio del pueblo de Israel y jamás lo abandonaré».
14 Finalmente, el templo quedó construido. 15 Todo el interior, desde el piso hasta el techo, fue recubierto con cedro, y los pisos fueron hechos de tablas de pino. 16 El Lugar Santísimo, que estaba al fondo del templo, y medía nueve metros, también fue recubierto de madera de cedro, desde el piso hasta el techo. 17 La parte que estaba frente al Lugar Santísimo era el Lugar Santo, y medía dieciocho metros de largo.
18 El templo estaba cubierta de cedro por dentro, y la madera estaba tallada con diseños de flores abiertas y en botón, de modo que no se veía ni una sola piedra.
19 El cofre del pacto del Señor estaba en la sala interior, es decir, en el Lugar Santísimo. 20 Este santuario interior tenía nueve metros de largo, nueve de ancho y nueve de alto. Sus muros y el techo estaban recubiertos con oro puro. El altar de madera de cedro, que estaba frente al Lugar Santísimo, también fue recubierto de oro. 21-22 Salomón hizo recubrir de oro puro el interior del resto del templo del Señor, incluyendo el altar de cedro. E hizo cadenas de oro para proteger la entrada al Lugar Santísimo.
23-28 Dentro del santuario interior, Salomón colocó dos querubines de madera de olivo, cada uno de cuatro metros y medio de alto. Fueron colocados de modo que sus alas extendidas llegaban de pared a pared y se tocaban entre sí al centro de la sala; cada ala tenía dos metros y veinticinco centímetros, de modo que cada querubín medía cuatro metros y medio de ala a ala. Los dos eran idénticos en todas sus dimensiones, y cada uno fue recubierto de oro.
29 En todas las paredes del templo fueron talladas figuras de querubines, palmeras y flores abiertas, y el piso de ambas salas fue cubierto de oro.
30-31 La entrada al santuario interior tenía postes que, con el dintel, formaban cinco lados y ángulos, 32 y sus dos puertas de madera de olivo fueron talladas con querubines, palmeras y flores abiertas, todo recubierto de oro.
33 Luego hizo postes cuadrados de madera de olivo para la entrada. 34 Había dos puertas plegables de madera de pino, y cada puerta tenía bisagras, de modo que podía girar sobre sí misma. 35 Estas puertas fueron talladas con querubines, palmeras y flores abiertas, y fueron cuidadosamente recubiertas con oro.
36 El muro del patio interior tenía tres hileras de piedra labrada y una hilera de vigas de cedro.
37 Los cimientos del templo del Señor se echaron en el mes de zif, en el cuarto año del reinado de Salomón, 38 y todo el edificio se terminó de construir, conforme a los planos, en el mes de bul, que es el mes octavo, del año undécimo de su reinado. Tardaron, pues, siete años en edificarlo.
Salomón construye su palacio
7 Luego Salomón edificó su propia casa. La construcción tardó trece años. 2 Construyó la casa llamada «Bosque del Líbano». Era grande y tenía cuarenta y cinco metros de largo, veintidós metros y medio de ancho, y trece metros y medio de alto. Las grandes vigas de cedro del techo descansaban sobre cuatro hileras de columnas de cedro. 3-4 En la sala había cuarenta y cinco ventanas colocadas en tres hileras, una sobre la otra, cinco por hilera, en cada una de las tres paredes. 5 Cada una de las puertas y ventanas tenía un marco cuadrado.
6 Además, construyó la Sala de los Pilares. Tenía veintidós metros y medio de largo por trece metros y medio de ancho. Tenía un pórtico en el centro, cubierto por un enrejado sostenido por columnas.
7 También estaba la Sala del Trono o Sala del Juicio, donde Salomón se sentaba a escuchar asuntos legales. Estaba cubierta con madera de cedro, desde el piso hasta el techo.
8 Sus propias habitaciones, cubiertas de madera de cedro, rodeaban un patio que estaba tras esta sala. Diseñó habitaciones similares, del mismo tamaño, para el palacio que edificó para la hija del faraón, una de sus esposas. 9 Estos edificios fueron construidos por completo con costosas y enormes piedras cortadas a medida. 10 Las piedras de los cimientos medían entre tres metros y medio, y cuatro metros y medio. Todas esas piedras eran costosas y de buena calidad. 11 Las grandes piedras de las paredes también fueron cortadas a la medida; y en la parte superior llevaban vigas de cedro. 12 El gran atrio tenía tres hileras de piedra labrada en sus paredes, en cuya parte superior pusieron vigas de cedro, de la misma manera que en el atrio interior del templo del Señor y en el pórtico de la casa real.
Mobiliario del templo
13 El rey Salomón entonces hizo traer de Tiro a un hombre llamado Hiram, quien era un artesano muy capacitado para trabajos en bronce. 14 Era medio judío, pues era hijo de una viuda de la tribu de Neftalí, y su padre había sido fundidor en Tiro. Así que vino a trabajar para el rey Salomón.
15 Hizo dos columnas huecas de bronce, cada una de ocho metros de alto y cinco metros y medio de circunferencia. 16-22 En la parte superior de las columnas hizo dos capiteles de bronce fundido, cada uno de dos metros y veinticinco centímetros de alto. Cada capitel estaba decorado con siete juegos de bronce trenzado a manera de red y con cuatrocientas granadas dispuestas en dos filas. Los capiteles tenían la forma de lirios. Hiram puso estos pilares a la entrada. El del lado sur fue llamado Jaquín, y el del lado norte Boaz.
23 Asimismo hizo una fuente de bronce, de forma circular, que medía dos metros con veinticinco centímetros de alto; de un borde al otro había cuatro metros y medio, y su circunferencia era de trece metros y medio. 24 Por debajo del borde había dos hileras de adornos. Estos adornos estaban dispuestos de diez en diez cada cincuenta centímetros, y formaban una sola pieza con la fuente.
25 La fuente descansaba sobre doce bueyes de bronce, que estaban parados con las ancas al centro, tres miraban al norte, tres hacia el occidente, tres hacia el sur, y tres hacia el oriente. 26 Las paredes de la fuente tenían ocho centímetros de espesor. El borde era en forma de cáliz; en la fuente cabían unos cuarenta y cuatro mil litros de agua.
27-30 Entonces hizo diez bases móviles de cuatro ruedas, cada una de un metro con ochenta centímetros de largo y de ancho, por un metro y treinta y cinco centímetros de alto. Estaban construidas con soportes y marcos cuadrados. Estos soportes estaban decorados con relieves de leones, bueyes y querubines. Encima y debajo de los leones y bueyes había decorados de guirnaldas. Cada una de estas bases transportables tenía cuatro ruedas de bronce, con ejes de bronce. Estas bases eran sostenidas en cada esquina por soportes de bronce, decoradas con guirnaldas en cada costado. 31 En la parte superior de cada base había una pieza redonda de cuarenta y cinco centímetros de alto. Su centro era cóncavo, y se apoyaba sobre una base de sesenta y siete centímetros de alto, decorado en su parte exterior con guirnaldas. Sus paneles no eran redondos, sino cuadrados.
32 Las bases rodaban sobre cuatro ruedas que estaban conectadas a ejes que habían sido fundidos como parte de las mismas. Las ruedas tenían unos sesenta y siete centímetros de altura, 33 y parecían ruedas de carro. Todas las partes de las bases fueron hechas de bronce fundido, incluyendo los ejes, los radios, los cubos y los cinchos. 34 En cada una de las cuatro esquinas de las bases había soportes, los cuales también fueron fundidos en una sola pieza con las bases. 35 La parte superior de la base estaba rodeada por una banda de veintidós centímetros de altura, apoyada con paneles. Todo estaba fundido de una sola pieza con la base. 36 En los bordes de la banda, había relieves de querubines, leones y palmeras, rodeados por guirnaldas. 37 Las diez bases eran del mismo tamaño y tenían la misma forma, porque todas fueron fundidas con el mismo molde.
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