Bible in 90 Days
20 Saúl cayó cuan largo era, paralizado por el temor al escuchar las palabras de Samuel. Además, estaba fatigado, pues no había comido en todo el día.
21 Cuando la mujer lo vio tan confundido le dijo:
―Señor, yo obedecí tu orden con riesgo de mi vida. 22 Ahora haz lo que yo diga, y déjame que te dé algo de comer para que puedas recuperar las fuerzas y regresar.
23 Pero él se negó. Los hombres que estaban con él unieron sus súplicas a las de la mujer, hasta que él finalmente cedió y se levantó y se sentó en un diván. 24 La mujer había estado engordando un ternero de modo que salió, lo mató, amasó harina y preparó panes sin levadura. 25 Luego, trajo la comida al rey y a sus hombres, y ellos comieron. Y por la noche se fueron.
Los filisteos desconfían de David
29 Los filisteos se reunieron en Afec, y los israelitas acamparon junto a la fuente de Jezrel. 2 Mientras los capitanes filisteos conducían a sus soldados por batallones y compañías, David y sus hombres marchaban a la retaguardia con Aquis.
3 Pero los comandantes filisteos preguntaron:
―¿Qué hacen aquí estos israelitas?
Aquis les respondió:
―Este es David, siervo de Saúl, que huye de él. Ha estado conmigo durante varios años, y jamás he encontrado en él una falta desde que llegó.
4 Pero los comandantes se airaron.
―Hazlo que vuelva —le exigieron—. Ellos no irán a la batalla con nosotros. Podrían volverse en contra nuestra. ¿Habrá algún modo mejor de reconciliarse con su amo que volverse contra nosotros durante la batalla? 5 Este es el mismo hombre del cual las mujeres de Israel cantan en sus danzas:
«Saúl mató a sus miles, y David a sus diez miles».
6 Por fin Aquis decidió llamar a David:
―Te juro por el Señor —le dijo—, que eres un hombre excelente, y desde el día que llegaste no he encontrado nada que me haga desconfiar de ti; para mí sería un placer que me acompañaras a las batallas, pero mis comandantes dicen que no. 7 Regresa y vete en paz para no desagradarlos.
8 ―¿Qué he hecho yo para merecer este trato? —preguntó David—. ¿Por qué no puedo pelear contra tus enemigos?
9 Pero Aquis insistió:
―En lo que a mí respecta tú eres tan leal como un ángel del Señor. Pero mis comandantes tienen miedo de que estés con ellos en la batalla. 10 Por eso, levántate temprano en la mañana y déjanos en cuanto haya amanecido.
11 Entonces David regresó a la tierra de los filisteos, mientras el ejército filisteo seguía hacia Jezrel.
David derrota a los amalecitas
30 Tres días más tarde, cuando David y sus hombres regresaron a Siclag, encontraron que los amalecitas habían invadido el sur, atacado la ciudad y la habían quemado completamente. 2 Para colmo, se habían llevado a todas las mujeres y niños. 3 Cuando David y sus hombres vieron las ruinas y comprendieron lo que le había sucedido a sus familias, 4 lloraron hasta más no poder. 5 Las dos esposas de David, Ajinoán y Abigaíl, se hallaban entre los cautivos. 6 David estaba seriamente preocupado, porque sus soldados, en su profundo dolor por sus hijos, comenzaron a hablar de matarlo. Pero David halló fortaleza en el Señor su Dios.
7 ―Tráeme el efod —le dijo a Abiatar el sacerdote.
Y Abiatar lo trajo.
8 David preguntó al Señor:
―¿Saldré a perseguirlos? ¿Podré alcanzarlos?
Y el Señor le dijo:
―Sí, ve tras ellos. Recuperarás a todos los cautivos.
9 David y sus seiscientos hombres salieron en persecución de los amalecitas. 10 Cuando llegaron al arroyo de Besor, doscientos hombres estaban demasiado cansados para cruzar, pero los otros cuatrocientos siguieron la marcha. 11-12 En el camino encontraron a un joven egipcio y lo llevaron a la presencia de David. No había comido ni bebido durante tres días, así que le dieron una porción de higos secos, dos racimos de pasas y agua, y pronto recobró sus fuerzas.
13 ―¿Quién eres y de dónde vienes? —le preguntó David.
―Yo soy egipcio, siervo de un amalecita —respondió—. Mi amo me dejó atrás hace tres días porque estaba enfermo. 14 Íbamos de regreso después de haber atacado el sur de los quereteos, de Judá y de Caleb y habíamos quemado a Siclag.
15 ―¿Puedes decirme adónde fueron? —preguntó David.
Y el joven respondió:
―Si me promete por el nombre de Dios que no me matará ni me devolverá a mi amo, yo lo guiaré hacia donde ellos están.
16 Los condujo, en efecto, al campamento de los amalecitas. Ellos se habían esparcido en los campos, donde comían y bebían y danzaban con gran gozo para celebrar la gran cantidad de botín que habían tomado de los filisteos y de los hombres de Judá. 17 David y sus hombres los atacaron y estuvieron peleando con ellos toda aquella noche y todo el día siguiente hasta la tarde. Ninguno escapó, salvo cuatrocientos jóvenes que huyeron en camellos. 18-19 David recuperó todo lo que ellos le habían tomado. Los hombres recobraron sus familias y todas sus pertenencias, y David rescató también a sus dos esposas. 20 Los soldados reunieron todos los rebaños de ovejas y el ganado vacuno y lo condujeron delante de ellos.
―Todo esto te pertenece; es tu recompensa —le dijeron a David.
21 Cuando llegaron al arroyo de Besor y encontraron a los doscientos hombres que habían estado muy cansados para seguir adelante, David los saludó con alegría. 22 Pero algunos de los rufianes que estaban entre los hombres de David declararon:
―Ellos no fueron con nosotros, y no tienen parte en el botín. Devuélveles sus esposas y sus hijos y diles que se vayan.
23 Pero David dijo:
―No, hermanos míos. El Señor nos ha guardado y nos ha ayudado a derrotar al enemigo. 24 ¿Quién les hará caso en lo que proponen? Tenemos que compartir por igual, los que van a la batalla y los que guardan el equipo.
25 Desde entonces David hizo de esto una ley para Israel, y aún se respeta.
26 Cuando llegaron a Siclag, envió parte del botín a los ancianos de Judá y a sus amigos. «Este es un presente para ustedes, tomado de los enemigos del Señor», les escribió. 27-31 Los enviaron a los ancianos de las siguientes poblaciones donde David y sus hombres habían acampado:
Betel, Ramot del sur, Jatir, Aroer, Sifmot, Estemoa, Racal, las ciudades de los jeramelitas, las ciudades quenitas, Jormá, Corasán, Atac y Hebrón.
Muerte de Saúl
31 Mientras tanto, los filisteos habían comenzado la batalla contra Israel, y los israelitas huyeron de ellos dejando muchos muertos sobre el monte Guilboa. 2 Los filisteos cercaron a Saúl y dieron muerte a sus hijos Jonatán, Abinadab y Malquisúa. 3 Luego los arqueros alcanzaron a Saúl y le hirieron gravemente. 4 El rogó a su escudero: «Mátame con tu espada antes que estos paganos filisteos me capturen y me torturen».
Pero como su escudero tenía miedo también, no quiso hacerlo. Entonces Saúl tomó su propia espada y se arrojó contra la punta de su hoja de modo que lo atravesó. 5 Cuando el escudero vio que estaba muerto, él también se arrojó sobre su espada y murió junto a él. 6 Así es que Saúl, su escudero, sus tres hijos y muchos de sus soldados murieron el mismo día. 7 Cuando los israelitas del otro lado del valle y de más allá del Jordán oyeron que sus guerreros habían huido, y que Saúl y sus hijos estaban muertos, abandonaron las ciudades y los filisteos las tomaron.
8 Al día siguiente, cuando los filisteos salieron a despojar a los muertos, encontraron los cadáveres de Saúl y sus tres hijos en el monte Guilboa. 9 Le cortaron la cabeza a Saúl y le quitaron la armadura, y enviaron mensajeros con la noticia de la muerte de Saúl a los templos de sus ídolos y al pueblo.
10 La armadura de Saúl fue puesta en el templo de Astarté, y colgaron el cuerpo en el muro de Betsán.
11 Pero cuando el pueblo de Jabés de Galaad oyó lo que los filisteos habían hecho, 12 algunos guerreros de aquel pueblo caminaron toda la noche hasta Betsán y bajaron los cuerpos de Saúl y sus hijos del muro y los llevaron hasta Jabés, donde los quemaron. 13 Después sepultaron sus huesos debajo de una encina en Jabés y ayunaron durante siete días.
Noticia de la muerte de Saúl
1 Cuando Saúl murió, David regresó a Siclag y se quedó allí dos días, después de haber derrotado a los amalecitas. 2 Al tercer día llegó un hombre del campamento de Saúl con su ropa desgarrada y con polvo en su cabeza, en señal de dolor. Cuando estuvo delante de David, se inclinó hasta tocar el suelo con la frente, como muestra de respeto.
3 ―¿De dónde vienes? —le preguntó David.
―Logré escaparme del campamento de Israel —le contestó el soldado.
4 ―¿Qué ha sucedido? —le preguntó David—. Dime cómo fue la batalla.
Y el hombre respondió:
―El pueblo huyó. Muchos murieron en la batalla. ¡El rey Saúl y su hijo Jonatán también murieron!
5 ―¿Y cómo sabes que han muerto?
6 ―Porque yo estaba en el monte Guilboa, y vi que Saúl se apoyaba en su lanza, y los enemigos lo tenían rodeado. 7 Cuando él me vio me pidió que me acercara. 8 “¿Quién eres?” me preguntó. “Soy un amalecita”, le respondí. 9 Entonces me dijo en tono suplicante: “Ven y pon fin a mi angustia, pues estoy sufriendo terriblemente y no acabo de morir”. 10 Así que me acerqué y lo maté, pues vi que no le quedaba ninguna esperanza de vida.[a] Tomé luego su corona y uno de sus brazaletes para traérselos a usted, señor mío.
11 David y sus hombres rasgaron su ropa en señal de dolor cuando oyeron aquellas noticias. 12 Hicieron duelo, lloraron y ayunaron todo aquel día por Saúl, por su hijo Jonatán y por el pueblo del Señor que habían muerto ese día.
13 ―¿De dónde eres? —le preguntó David al joven que le había traído las noticias.
―Soy hijo de un inmigrante amalecita —respondió.
14 ―¿Por qué te atreviste a matar al ungido de Dios? —le preguntó David.
15 Entonces llamó a uno de sus soldados y le ordenó:
―¡Mátalo!
Y el soldado mató al amalecita, atravesándolo con su espada.
16 ―Tú mismo te declaraste culpable al confesar que diste muerte al ungido del Señor.
Lamento de David por Saúl y Jonatán
17-18 David compuso un canto fúnebre por Saúl y Jonatán. Después ordenó que ese canto fuera enseñado a la gente de Judá. Este canto está escrito en el libro de Jaser.
19 «Israel, los que eran tu gloria y tu gozo yacen muertos sobre los montes.
¡Cómo han caído los valientes!
20 »¡Que no lo sepan los filisteos, para que no se gocen!
¡Que no lo sepan las ciudades de Gat y Ascalón, para que no se burlen esa gente idólatra!
21 »¡Montes de Guilboa, que nunca más haya rocío ni lluvia sobre ustedes, ni crezca el trigo en sus laderas.
Porque allí quedaron aplastados los escudos de los héroes.
Porque allí el escudo de Saúl perdió todo su esplendor.
22 »Saúl y Jonatán daban muerte a sus más poderosos enemigos, y no regresaban con las manos vacías del campo de batalla.
23 »¡Cuánto fueron amados! ¡Cuán maravillosos eran Saúl y Jonatán!
¡Inseparables fueron en la vida y en la muerte!
Eran más rápidos que las águilas, más fuertes que los leones.
24 »Pero ahora, mujeres de Israel, lloren a Saúl.
Él las enriqueció con finos vestidos y adornos de oro.
25 »¡Cómo han caído los valientes en medio de la batalla!
¡Jonatán yace muerto sobre los montes!
26 ¡Lloro por ti, hermano Jonatán!
¡Te quise más que a un hermano!
Y tu amistad fue para mí más grata que el amor de las mujeres.
27 »¡Cómo han caído los valientes!
¡Cómo han muerto los hombres de guerra!».
David es ungido rey de Judá
2 Después de esto, David le preguntó al Señor:
―¿Regresaré a alguna de las ciudades de Judá?
―Sí —le respondió el Señor.
―¿A qué ciudad debo ir? —volvió a preguntar David.
―A Hebrón —le respondió el Señor.
2 Entonces David se fue a Hebrón con sus esposas Ajinoán la jezrelita y Abigaíl, la viuda de Nabal de Carmel. 3 También se llevó a los hombres que lo acompañaban, junto con sus familias, y se establecieron en Hebrón y en las aldeas vecinas. 4 Hasta allá fueron los dirigentes de Judá y lo coronaron rey de Judá.
Cuando David supo que los hombres de Jabés de Galaad habían enterrado a Saúl, 5 les envió este mensaje: «Que el Señor los bendiga por haber sido leales al rey y por haberle dado honrosa sepultura. 6 Que el Señor los recompense fielmente y les reconfirme su amor. Yo también tendré en cuenta el bien que ustedes han hecho. 7 Les pido que se animen y sean valientes, pues aunque su señor Saúl ha muerto, la tribu de Judá me ha ungido como su rey».
Guerra entre las tribus
8 Pero Abner hijo de Ner, jefe del ejército de Saúl, se llevó a Isboset hijo de Saúl a Majanayin. 9 Allí lo hizo rey de Galaad, de Guesurí, de Jezrel, de Efraín, de Benjamín y de todo el resto de Israel. 10-11 Isboset tenía cuarenta años de edad. Reinó en Majanayin durante dos años. Únicamente la tribu de Judá reconocía a David como rey. David reinó en Hebrón durante siete años y medio.
12 Un día, Abner y los ayudantes de Isboset salieron de Majanayin y fueron a Gabaón. 13 Joab hijo de Sarvia salió con los soldados de David a hacerle frente. Llegaron junto al estanque de Gabaón y se colocaron frente a frente, a ambos lados del estanque.
14 Abner le dijo a Joab:
―Escojamos a nuestros mejores guerreros para que se enfrenten delante de nosotros.
―Está muy bien —respondió Joab.
15 Así que doce jóvenes soldados benjaminitas de Isboset y doce de los soldados de David salieron a pelear cuerpo a cuerpo. 16 Cada uno tomó a su oponente por los cabellos y le clavó la espada en el costado, de modo que los veinticuatro murieron. El lugar se conoce desde entonces como «Campo de la Espada».
17 Luego, se enfrentaron todos en una dura batalla. Ese día, los soldados de David, comandados por Joab, derrotaron a Abner y a los israelitas. 18 Los hermanos de Joab, Abisay y Asael, estaban también en la batalla. Asael, que podía correr tan rápido como una gacela, 19 se lanzó en persecución de Abner, y no lo dejó escapar. 20 Cuando Abner miró hacia atrás y lo vio venir, le dijo:
―¿Eres tú, Asael?
―Sí —respondió—, soy yo.
21 ―¡Deja de perseguirme! —le dijo Abner—. Es mejor que busques a otro a quien le puedas arrebatar sus armas.
Pero Asael continuó persiguiéndolo.
22 ―¡Retírate! —le volvió a gritar Abner—. Si no dejas de perseguirme tendré que matarte, ¿y con qué le voy a salir después a tu hermano Joab?
23 Pero como Asael no le hizo caso, Abner lo atravesó con la punta de su lanza, a la altura de la quinta costilla, y le salió por la espalda.
Asael cayó en tierra y murió. Todos los que pasaban por allí se detenían a mirarlo. 24 Entonces Joab y Abisay se lanzaron en persecución de Abner. El sol se estaba poniendo cuando llegaron a la colina de Amá, cerca de Guiaj, junto al camino que va al desierto de Gabaón. 25 Los hombres de Abner se reagruparon en la cumbre de la colina, 26 y Abner le gritó a Joab:
―¿Hasta cuándo seguiremos matándonos, siendo hermanos? ¿No te das cuenta de lo amarga que resultará la victoria para cualquiera de los dos? ¿Qué esperas para ordenar a tus tropas que dejen de perseguir a sus hermanos?
27 ―Juro por Dios que si no hubieras dicho esto, mis hombres los habrían perseguido a ustedes hasta el amanecer —le respondió Joab.
28 Acto seguido, Joab hizo sonar las trompetas, y sus hombres dejaron de perseguir a los de Israel. 29 Aquella noche, Abner y sus hombres se retiraron por el valle del Jordán, cruzaron el río, atravesaron la región de Bitrón y llegaron a Majanayin.
30 Joab regresó y reunió todo su ejército. Al contar su tropa, se dio cuenta de que, además de Asael, había perdido a diecinueve soldados más. 31 Pero Abner había perdido trescientos sesenta soldados, todos de la tribu de Benjamín. 32 Joab y los suyos llevaron el cuerpo de Asael a Belén y lo sepultaron junto a su padre. Luego viajaron toda la noche y llegaron a Hebrón al despuntar el día.
3 Esto fue el comienzo de una larga guerra entre los seguidores de Saúl y los de David. Cada día David se iba afirmando en el poder, mientras que el reino de Saúl se debilitaba cada vez más.
Hijos de David nacidos en Hebrón
2 En Hebrón, David tuvo varios hijos. El mayor fue Amnón, hijo de su esposa Ajinoán de Jezrel. 3 Su segundo hijo fue Quileab, hijo de Abigaíl, la viuda de Nabal de Carmel. El tercero fue Absalón, hijo de Macá, la hija del rey Talmay de Guesur. 4 El cuarto fue Adonías, hijo de Jaguit. Luego estaba Sefatías, hijo de Abital, 5 e Itreán, hijo de Eglá.
Todos estos le nacieron a David en Hebrón.
Abner hace un pacto con David
6 A medida que se prolongaba la guerra, Abner se hacía políticamente más poderoso entre los seguidores de Saúl. 7 Aprovechando la posición en que se encontraba, se acostó con una de las concubinas de Saúl, una mujer llamada Rizpa, hija de Ayá. Cuando Isboset le llamó la atención por esto, 8 Abner se enfureció y le gritó:
―¿Soy yo un perro de Judá para ser tratado de esta manera? Después de todo lo que he hecho por ti y por tu padre, no entregándolos a David, ¿ahora me reprochas por una simple cuestión de faldas? 9-10 ¡Que Dios me mande el peor de los castigos si, de aquí en adelante, no hago todo lo posible por quitarte todo el reino, desde Dan hasta Berseba, para dárselo a David! ¡Así se cumplirá lo que el Señor le juró a David!
11 Isboset no se atrevió a responder, porque le tenía miedo a Abner.
12 Entonces Abner envió unos mensajeros a David con el siguiente recado: «Le propongo que haga un pacto conmigo, y yo me comprometo a hacer todo lo posible para que todos los israelitas lo acepten como rey, pues, en realidad, toda la tierra de Israel le pertenece a usted».
13 «De acuerdo —respondió David—, pero no negociaré contigo a menos que me traigas a mi esposa Mical, la hija de Saúl».
14 David envió también este mensaje a Isboset: «Devuélveme a mi esposa Mical, porque yo la compré con la vida de cien filisteos».
15 Así que Isboset mandó que se la quitaran a Paltiel hijo de Lais, que en ese momento era su marido. 16 Este se fue detrás de ella, llorando por todo el camino, hasta que llegaron a Bajurín. Allí Abner le dijo: «¡Deja ya de llorar y regresa a tu casa!». Y él obedeció.
17 Mientras tanto, Abner consultó con los dirigentes de Israel y les recordó que por largo tiempo ellos habían querido que David fuera su rey.
18 «Ahora es la ocasión —les dijo—. Porque el Señor le dijo a David: “Es por medio de ti, que eres mi siervo, que yo salvaré a mi pueblo de los filisteos y de sus demás enemigos”».
19 Abner habló también con los jefes de la tribu de Benjamín. Fue después a Hebrón e informó a David del éxito de las conversaciones con el pueblo de Israel y de Benjamín. 20 Veinte hombres lo acompañaron, y David los agasajó con una fiesta.
21 Cuando Abner emprendió el regreso, prometió a David: «Cuando yo regrese, convocaré a todo el pueblo de Israel, para que lo elijan como su rey, tal como usted lo ha deseado por tanto tiempo». Después de despedirse de David, Abner regresó a su casa en paz.
Joab asesina a Abner
22 No hacía mucho que Abner había salido, cuando Joab y algunos de los soldados de David regresaron de una incursión trayendo consigo un gran botín. 23 Cuando le informaron a Joab que Abner hijo de Ner había estado hablando con el rey, y que este lo había despedido en paz, 24-25 se presentó rápidamente ante el rey y le dijo: «¿Qué ha hecho? ¿Por qué ha permitido que Abner regrese en paz a su casa? Usted bien sabe que todo lo que él le ha dicho es mentira. Todo lo que quiere es enterarse de sus planes y movimientos».
26 Luego Joab envió mensajeros para que dieran alcance a Abner y le pidieran que regresara. Lo encontraron junto al pozo de Sira, y él regresó con ellos. Pero David nada sabía de esto. 27 Cuando Abner regresó a Hebrón, Joab lo llevó a la entrada de la ciudad, como si quisiera conversar con él secretamente. Una vez allí, Joab sacó su cuchillo y se lo clavó en el vientre. De esta manera Joab vengó la muerte de su hermano Asael.
28 Cuando David oyó lo ocurrido, declaró: «Juro delante del Señor que yo y mi pueblo somos inocentes del crimen cometido contra Abner. 29 Joab y su familia son los culpables. ¡Que no falte nunca entre ellos quien padezca de flujo, o de lepra, o de cojera, o que muera violentamente o padezca hambre!».
30 Joab, pues, y su hermano Abisay mataron a Abner para vengar la muerte de su hermano Asael, a quien Abner mató en la batalla de Gabaón.
31 Luego, el rey David ordenó a Joab y a todos los que estaban con él que se rasgaran las vestiduras, se vistieran con ropa áspera y lloraran por la muerte de Abner. Y el rey David fue detrás del féretro al cementerio. 32 Sepultaron a Abner en Hebrón, y el rey y todo el pueblo lloraron junto a la tumba. Y David entonó el siguiente lamento:
33-34 «¿Debía morir Abner como un villano?
Tus manos no estaban atadas, ni tus pies estaban encadenados.
¡Moriste como quien es asesinado por los malvados!».
Y todo el pueblo lloró nuevamente por él.
35-36 David se había negado a comer en el día del funeral, y todos le rogaban que se sirviera algo de comida. Pero David había jurado que no comería nada hasta la puesta del sol. Esto agradó a su pueblo; en verdad, todo lo que el rey hacia agradaba al pueblo. 37 Así todos, tanto los de Judá como los de Israel, quedaron plenamente convencidos de que David nada tenía que ver con la muerte de Abner.
38 Y David dijo a su pueblo: «¿Se dan cuenta de que hoy ha caído un hombre muy importante de Israel? 39 A pesar de que he sido nombrado como rey, nada pude hacer para evitar que los hijos de Sarvia asesinaran a Abner. ¡Que el Señor le dé su castigo a quien cometió tal maldad!».
Asesinato de Isboset
4 Cuando Isboset hijo de Saúl supo que Abner había muerto en Hebrón, se acobardó, y sus partidarios se llenaron de temor. 2-3 Isboset tenía a su servicio a Baná y a Recab, que habían comandado bandas de ladrones. Baná y a Recab eran hijos de Rimón el berotita; por lo tanto eran benjaminitas, pues el pueblo de Berot era considerado como parte de la tribu de Benjamín, aunque sus habitantes habían huido a Guitayin, y se habían quedado viviendo allí.
4 (También había un nieto del rey Saúl llamado Mefiboset, hijo del príncipe Jonatán, que era lisiado de los pies. Tenía cinco años cuando Saúl y Jonatán murieron en Jezrel. Cuando esta mala noticia llegó a la capital, la niñera agarró a Mefiboset y huyó, pero se le cayó mientras corrían, y el niño quedó cojo).
5 Un día Recab y Baná, los hijos de Rimón el berotita, llegaron al hogar del rey Isboset. Era mediodía y este tomaba una siesta. 6-7 Entonces, con el pretexto de ir a sacar una bolsa de trigo, se metieron al cuarto donde dormía Isboset, lo mataron a puñaladas y le cortaron la cabeza. Luego anduvieron toda aquella noche por el Arabá, llevando consigo la cabeza de Isboset. 8 Al llegar a Hebrón, se la entregaron a David, al tiempo que le decían:
―¡Mire, mi rey! Esta es la cabeza de Isboset, el hijo de su enemigo Saúl, el que trató de matarlo. Hoy el Señor le ha dado la venganza sobre el rey Saúl y toda su familia.
9 Pero David les contestó:
―¡Juro delante del Señor, que me salvó de todos mis enemigos, que ustedes morirán! 10 La recompensa que le di a aquel que me dijo: “Saúl ha muerto”, pensando que me traía una buena noticia, fue apresarlo y hacerlo matar en Siclag. 11 Si eso hice con ese hombre, ¿creen ustedes que los voy a perdonar? ¡Ustedes pagarán con su propia vida el haber dado muerte a un hombre bueno, mientras dormía tranquilo en su casa! ¡Me vengaré de ustedes eliminándolos de este mundo!
12 David ordenó que les dieran muerte, y así lo hicieron. Les cortaron las manos y los pies y colgaron sus cuerpos cerca del pozo en Hebrón. Luego tomaron la cabeza de Isboset y la sepultaron en el sepulcro de Abner, en Hebrón.
David es ungido rey de Israel
5 Después de esto, todas las tribus de Israel fueron a Hebrón y le dijeron a David: «Aquí estamos, nosotros somos sus hermanos de sangre. 2 Además, sabemos muy bien que, aunque Saúl era nuestro rey, realmente usted era el que iba al frente del ejército de Israel cuando teníamos que enfrentar a nuestros enemigos. También estamos enterados de que el Señor le ha dicho que usted será el pastor y rey de este pueblo». 3 Entonces David hizo un pacto delante del Señor con los jefes de Israel en Hebrón, y ellos lo coronaron rey de Israel.
4-5 Cuando David comenzó a reinar sobre Judá, en Hebrón, tenía treinta años. Ya llevaba siete años y medio como rey de Judá, cuando los de Israel lo coronaron también como rey de ellos. Así que, después de esto, reinó treinta y tres años más sobre todo Israel y Judá, y lo hizo desde Jerusalén. De modo que en total reinó unos cuarenta años.
David conquista Jerusalén
6 David dirigió sus ejércitos hacia Jerusalén para luchar contra los jebuseos que vivían allí. Estos estaban muy seguros de que David no podría apoderarse de la ciudad. Por eso le dijeron: «Jamás podrás apoderarte de nuestra ciudad. Para derrotarte nos basta un ejército de ciegos y cojos». 7 Pero David los derrotó y capturó la ciudadela de Sion, que luego se llamó la Ciudad de David.
8 Cuando el mensaje insultante de los jebuseos llegó a oídos de David, les dijo a sus soldados: «¡Vayan y ataquen a esos jebuseos! ¡Suban por el canal del agua y podrán matar a esos ciegos y cojos que tanto aborrezco!». Este es el origen del dicho: «Ni los ciegos ni los cojos pueden entrar al templo».
9 David estableció su sede en la fortaleza de Sion, a la cual llamó Ciudad de David. Además, le construyó alrededor una muralla, desde Milo hasta el palacio. 10 David, pues, se fortalecía cada vez más, porque el Señor, Dios Todopoderoso, estaba con él.
11 El rey Hiram de Tiro envió cedro, carpinteros y albañiles para edificarle un palacio a David. 12 Entonces David pudo comprender que el Señor lo estaba confirmando como rey, y había bendecido mucho su reinado por amor a Israel, su pueblo escogido.
13 Después de trasladarse de Hebrón a Jerusalén, David tomó otras esposas y concubinas, y tuvo muchos hijos e hijas. 14-16 Estos son los hijos que le nacieron en Jerusalén:
Samúa, Sobab, Natán, Salomón, Ibjar, Elisúa, Néfeg, Jafía, Elisama, Eliadá y Elifelet.
David derrota a los filisteos
17 Cuando los filisteos se enteraron de que David había sido coronado rey de Israel, trataron de capturarlo; pero David lo supo y se refugió en la ciudadela. 18 Los filisteos llegaron y se esparcieron por el valle de Refayin. 19 Por eso, David consultó al Señor:
―¿Iré y lucharé contra ellos? ¿Me usarás para derrotarlos?
―Sí, vé, porque yo los entregaré en tus manos —le respondió el Señor.
20 Entonces David salió y luchó contra los filisteos en Baal Perasín, y los derrotó. En esa ocasión David exclamó: «El Señor me abrió camino para derrotar a mis enemigos, tal como una corriente de agua se abre paso a través del valle». Por eso, a ese lugar se le dio el nombre de Baal Perasín. 21 Luego David y sus hombres se apoderaron de muchos ídolos que los filisteos habían abandonado al huir.
22 Pero los filisteos regresaron, y nuevamente se esparcieron por el valle de Refayin. 23 Cuando David le preguntó al Señor qué tenía que hacer, él le respondió:
―No los ataques de frente, sino rodéalos y atácalos por detrás, cuando llegues a los árboles de bálsamo. 24 Cuando oigas ruido como de pies que marchan por las copas de los bálsamos, atácalos, porque eso significa que el Señor te ha preparado el camino para que derrotes a los filisteos.
25 David hizo lo que el Señor le había indicado, y destruyó a los filisteos desde Gabaón hasta Guézer.
David lleva el cofre a Jerusalén
6 Después de esto, David reunió a sus mejores guerreros, que eran unos treinta mil, y se dirigió a Balá de Judá. 2 En ese momento el cofre de Dios se hallaba en Balá. Era sobre el cofre que se invocaba el nombre del Señor Todopoderoso que reina entre los querubines. 3 Sacaron el cofre de la casa de Abinadab, que estaba en la colina, y lo pusieron en una carreta nueva, la cual era guiada por Uza y Ajío, hijos de Abinadab. 4 Ajío iba delante del cofre de Dios, 5 seguido por David y los demás jefes de Israel, que danzaban y cantaban con alegría, acompañados de toda clase de instrumentos: arpas, liras, salterios, panderetas, castañuelas y címbalos.
6 Pero cuando llegaron al campo de Nacón, los bueyes tropezaron; entonces Uza extendió la mano para que el cofre no se cayera. 7 Esto hizo que se encendiera la ira del Señor contra Uza, y lo hirió por aquel atrevimiento. Uza murió allí junto al cofre.
8 David se entristeció mucho por lo que el Señor había hecho, y llamó aquel lugar Peres Uza (lugar de la ira de Dios contra Uza), y así se le conoce hasta hoy. 9 David sintió miedo del Señor y exclamó: «¡Es mejor no sacar de aquí el cofre del Señor!». 10 Así que decidió no llevar el cofre hasta la Ciudad de David, sino que la dejó en la casa de Obed Edom, que era de Gat. 11 Allí estuvo el cofre por tres meses, y el Señor bendijo a Obed Edom y a toda su familia.
12 Cuando David supo esto, llevó el cofre a la Ciudad de David, en medio de una gran algarabía. 13 Cada vez que los hombres que llevaban el cofre caminaban seis pasos, David sacrificaba un toro y un ternero gordo. 14 David, que tenía puesta una túnica sacerdotal de lino, danzaba delante del Señor con todas sus fuerzas. 15 Los israelitas, pues, trasladaron a su destino el cofre del Señor en medio de gritos de alegría y al son de trompetas.
16 Cuando la procesión entró en la Ciudad de David, Mical, hija de Saúl, se asomó a la ventana; y al ver al rey David saltando y danzando delante del Señor, se enojó mucho con él y lo despreció.
17 El cofre fue colocado dentro de una carpa que David había preparado para ponerlo allí. Luego, David ofreció holocaustos y sacrificios de paz al Señor. 18 Después de esto, David bendijo al pueblo en el nombre del Señor Todopoderoso 19 y a cada uno de los que estaban allí reunidos, tanto a hombres como a mujeres, les dio un pan, una torta de dátiles y otra de uvas pasas. Al finalizar la celebración, cada uno regresó a su propia casa.
20 David también regresó a su casa para bendecir a su familia. Pero Mical salió a su encuentro y le dijo con intenso disgusto:
―¡Hoy no te has comportado como un rey! ¡Hiciste el ridículo delante de todos! ¡Te descubriste delante de las criadas como un cualquiera!
21 David le respondió:
―Yo estaba danzando delante del Señor, quien me prefirió a tu padre y a toda tu familia, y me señaló como jefe de su pueblo Israel. ¡Estoy más que dispuesto a actuar como un necio a fin de mostrar mi gozo delante del Señor! 22 Pareceré un necio ante tus ojos, pero seré admirado por las criadas de las cuales has hablado.
23 Y Mical, hija de Saúl, murió sin haber tenido hijos.
Promesa de Dios a David
7 Cuando el Señor, finalmente, trajo paz sobre la tierra, e Israel dejó de estar en guerra con las naciones vecinas, 2 David le dijo al profeta Natán:
―Mira, yo estoy viviendo en este hermoso palacio de cedro, mientras que el cofre de Dios está en una carpa.
3 ―Haz lo que has pensado —dijo Natán—, porque el Señor está contigo.
4 Pero aquella noche el Señor le dijo a Natán: 5 «Dile a mi siervo David que no lo haga, 6 porque nunca he vivido en un templo. Mi hogar siempre ha sido una carpa desde que saqué a Israel de Egipto. 7 Y jamás me he quejado delante de los caudillos de Israel, los pastores de mi pueblo. ¿Les he preguntado alguna vez por qué no me han edificado un hermoso templo de cedro?
8 »Así que dile a mi siervo David que yo, el Señor Todopoderoso, lo saqué del redil para que no siga cuidando las ovejas sino para que gobierne a mi pueblo Israel. 9 Que yo he estado con él adondequiera que ha ido y he derrotado a sus enemigos. Que yo engrandeceré aún más su nombre, para que sea uno de los hombres más famosos del mundo. 10-11 A mi pueblo Israel le he dado un lugar donde pueda vivir tranquilo, sin que nadie les cause daño ni los oprima, como sucedía en la época en que los jueces los gobernaban. Te libraré de todos tus enemigos, y seré yo quien te construya una casa. 12 Porque cuando tú mueras, yo pondré a uno de tus hijos en tu trono y haré que su reino sea fuerte. 13 Él será el que me va a edificar un templo, y yo estableceré su trono para siempre. 14 Yo seré su Padre y él será mi hijo. Si él me falla, yo lo castigaré como un padre castiga a su hijo, 15 pero no le retiraré mi amor como sí se lo retiré a Saúl, tu antecesor. 16 Tu dinastía y tu reino gozarán de mi favor, de modo que tu trono será establecido para siempre».
17 Natán, pues, fue ante David y le dijo todo lo que el Señor le había dicho.
Oración de David
18 Entonces David entró a la carpa donde estaba el cofre y se sentó delante del Señor, y le dijo: «Mi Señor y Dios, ¿por qué me has engrandecido, si yo y mi familia somos tan insignificantes? 19 Y ahora, además de todo, hablas de darme una dinastía eterna. Tu generosidad es superior a lo que de un hombre se pudiera esperar. Mi Señor y Dios 20 ¿qué más puedo decir? Porque tú sabes cómo soy. 21 Tú haces todas estas cosas porque tú lo has prometido y lo has querido.
22 »¡Cuán grande eres, mi Señor y Dios! ¡Nunca hemos oído de un Dios como tú! ¡Es que no existe otro dios! 23 ¿Qué otras naciones en la tierra han recibido bendiciones similares a las de Israel tu pueblo? Porque tú rescataste de la esclavitud a tu nación escogida, para traer gloria a tu nombre. Tú la rescataste para ti de Egipto, de las otras naciones y de sus dioses. 24 Tú escogiste a Israel para que sea tu pueblo para siempre, y tú has sido nuestro Dios.
25 »Y ahora, mi Señor y Dios, haz lo que has prometido tocante a mí y a mi familia. 26 Que seas eternamente honrado por haber establecido a Israel como tu pueblo, y haber afirmado mi dinastía delante de ti.
27 »Porque tú, Señor Todopoderoso, Dios de Israel, me has revelado que yo soy el primero de una dinastía que gobernará a tu pueblo para siempre. Por eso es que me he atrevido a elevarte esta oración. 28 Porque ciertamente tú eres Dios, y tus palabras son verdaderas. Tú me has prometido estas buenas cosas. 29 Te suplico que bendigas la casa de tu siervo, de modo que mi casa permanezca para siempre delante de ti, oh Señor y Dios, porque tú lo has prometido».
Victorias de David
8 Después de esto, David derrotó a los filisteos, les quitó Méteg Amá y los sometió bajo su dominio. 2 También venció a los moabitas, a quienes hizo tender en el suelo y los midió con un cordel. A todos los que quedaron dentro de las dos primeras medidas los hizo matar, pero dejó con vida a los que estaban en la tercera medida. Y los moabitas se convirtieron en vasallos y tributarios de David.
3 También destruyó las fuerzas del rey Hadad Ezer, hijo del rey Rejob de Sobá, cuando este se dirigía al río Éufrates con la intención de recuperar sus dominios sobre aquel territorio. 4 David capturó a mil setecientos hombres de a caballo y a veinte mil de infantería, y desjarretó los caballos de todos los carros, salvo los necesarios para cien carros.
5 Además, dio muerte a veintidós mil sirios de Damasco que acudieron en ayuda de Hadad Ezer. 6 David situó varias guarniciones en Damasco, y los sirios fueron súbditos de David y le presentaban anualmente sus tributos. El Señor le daba victorias en todas las campañas militares que emprendía.
7 David llevó a Jerusalén los escudos de oro que usaban los oficiales del rey Hadad Ezer, 8 así como una gran cantidad de bronce de Tébaj y Berotay, que eran poblaciones de Hadad Ezer.
9 Cuando el rey Tou de Jamat se enteró de las victorias de David sobre las fuerzas de Hadad Ezer, 10 envió a su hijo Jorán para felicitarlo, porque Hadad Ezer y Tou eran enemigos. Tou le envió a David presentes de plata, oro y bronce. 11-12 David dedicó todas estas cosas al Señor, juntamente con la plata y el oro que había sacado de Siria, Moab, Amón, Filistea y Amalec. Lo mismo hizo con todo el botín que le había quitado al rey Hadad Ezer, hijo de Rejob, rey de Sobá.
13 David se hizo muy famoso. Después de su regreso mató a dieciocho mil edomitas en el valle de la Sal. 14 Luego puso guarniciones a través de Edom y fueron tributarios de David. El Señor estaba con David y le daba la victoria donde quiera que fuera.
Los oficiales de David
15 David reinó con justicia sobre Israel y a todos los trató por igual. 16 Joab hijo de Sarvia estaba a cargo del ejército y Josafat hijo de Ajilud era el secretario; 17 Sadoc hijo de Ajitob, y Ajimélec hijo de Abiatar eran los sacerdotes; Seraías era el cronista; 18 Benaías hijo de Joyadá, era el jefe de la guardia personal del rey, la cual estaba compuesta de quereteos y peleteos. Los hijos de David ayudaban en el culto.
David y Mefiboset
9 Un día David preguntó si quedaba algún descendiente de Saúl, pues quería mostrarle misericordia, de acuerdo con lo prometido a su amigo Jonatán. 2 Al enterarse de que había un hombre llamado Siba, que había sido uno de los siervos de Saúl, lo mandó a llamar.
―¿Eres tú Siba? —le preguntó el rey.
―Sí, su siervo —respondió el hombre.
3 El rey entonces le preguntó:
―¿Ha quedado alguien vivo de la familia de Saúl? Si es así, quiero cumplir un voto, mostrándome misericordioso con él.
―Sí, mi rey —respondió Siba—, aún vive un hijo de Jonatán, el cual es tullido de los dos pies.
4 ―¿Dónde vive? —volvió a preguntar el rey.
―En Lo Debar, en la casa de Maquir hijo de Amiel —respondió Siba.
5-6 De inmediato, el rey David envió por Mefiboset hijo de Jonatán y nieto de Saúl. Mefiboset llegó y se inclinó delante del rey David, quien le preguntó:
―¿Eres tú Mefiboset?
―Sí, aquí está su siervo —le respondió.
7 David le dijo:
―No tengas miedo. Te he enviado a buscar porque quiero ayudarte, tal como se lo prometí a tu padre Jonatán. Te devolveré todas las tierras que pertenecieron a tu abuelo Saúl, y de aquí en adelante vivirás en mi palacio.
8 Mefiboset entonces se inclinó de nuevo delante del rey, y dijo:
―¿Debe el rey mostrar tanta bondad con un perro muerto como yo?
9 El rey llamó a Siba, el siervo de Saúl, y le dijo:
―He dado al nieto de tu amo todo lo que pertenecía a Saúl y a su familia. 10-11 Tú y tus hijos y tus sirvientes le trabajarán la tierra a fin de proporcionar alimento a su familia. Pero él vivirá aquí conmigo y se sentará a mi mesa.
Siba, que tenía quince hijos y veinte siervos, contestó:
―Mi rey, haré todo lo que usted me ha ordenado.
Desde aquel momento, Mefiboset comió regularmente con el rey David, como si fuera uno de sus hijos. 12 Mefiboset tenía un hijo pequeño llamado Micaías. Todos los de la casa de Siba quedaron al servicio de Mefiboset, 13 pero Mefiboset, que era tullido de ambos pies, se fue a vivir al palacio real en Jerusalén, y siempre comía en la mesa del rey.
David derrota a los amonitas
10 Después de esto, murió el rey amonita y le sucedió en el trono su hijo Janún. 2 Entonces David pensó que debía tratar con bondad a Janún tal como su padre Najás había sido generoso con él. Por eso, envió unos mensajeros para que le dieran el pésame por la muerte de su padre.
3 Pero los príncipes amonitas le dijeron a Janún: «No creas que estos hombres han venido aquí para honrar a tu padre y darte el pésame por su muerte. La verdad es que David los ha enviado a espiar la ciudad para después atacarla». 4 Entonces Janún hizo capturar a los mensajeros de David y ordenó que les afeitaran la mitad de la barba y le cortaran las vestiduras a la altura de las nalgas. Luego los envió de regreso semidesnudos.
5 Cuando David oyó lo que había ocurrido, les ordenó que se quedaran en Jericó hasta que les hubiera crecido la barba, pues se sentían muy avergonzados por su aspecto.
6 El pueblo de los amonitas no tardó en comprender cuán seriamente habían ofendido a David; por lo que contrataron a veinte mil mercenarios sirios de las tierras de Bet Rejob y de Sobá, mil de Macá, y doce mil de la tierra de Tob. 7-8 Cuando David se enteró de esto, envió a Joab y a todo el ejército de Israel para que los atacaran. Los amonitas se dispusieron a defender las puertas de su ciudad, mientras que los sirios de Sobá y Rejob, y los hombres de Tob y Macá peleaban en los campos.
9 Cuando Joab se dio cuenta de que tendría que pelear en dos frentes, escogió a los mejores guerreros, se puso al frente del grupo y se los llevó a pelear contra los sirios en los campos. 10 Dejó el resto al mando de su hermano Abisay, el cual se encargaría de atacar a los amonitas que estaban en la ciudad. 11 Antes de ir a sus respectivos lugares, Joab le dijo a su hermano Abisay: «Si necesito ayuda contra los sirios, ven y ayúdame. Pero si los amonitas son demasiado fuertes para ti, yo iré y te ayudaré. 12 ¡Sé valiente! ¡Vamos a pelear para salvar a nuestro pueblo y las ciudades de nuestro Dios! ¡Que el Señor haga lo que mejor le parezca!».
13 Cuando Joab y sus soldados atacaron, los sirios se dieron a la fuga. 14 Cuando los amonitas vieron que los sirios huían, ellos también huyeron de Abisay y se refugiaron en la ciudad. Joab entonces regresó a Jerusalén.
15-16 Mientras tanto, los sirios, viendo que no podían hacerle frente a Israel, se reagruparon. Hadad Ezer mandó a buscar refuerzos al otro lado del río Éufrates. Estos llegaron a Jelán bajo el mando de Sobac, jefe del ejército de Hadad Ezer.
17 Cuando David supo lo que estaba sucediendo, personalmente reunió a todo Israel y los condujo hasta Jelán. Allí los sirios lo atacaron. 18 Pero nuevamente los sirios huyeron de los israelitas. Los israelitas mataron a setecientos soldados que conducían los carros de combate y a cuarenta mil soldados de infantería. También murió Sobac, comandante en jefe del ejército sirio.
19 Cuando los reyes aliados de Hadad Ezer vieron que los sirios habían sido derrotados, se rindieron ante David y le fueron tributarios. Después de esto los sirios tuvieron miedo de ayudar a los amonitas.
David y Betsabé
11 En la primavera del año siguiente, que era la época en que los reyes salían a la guerra, David envió a Joab y a sus oficiales y a todo el ejército para que atacaran a los amonitas y sitiaran la ciudad de Rabá. Pero David se quedó en Jerusalén.
2 Una tarde, después de tomar la siesta, David se levantó y comenzó a caminar por la terraza del palacio. Mientras contemplaba la ciudad, vio a una mujer muy hermosa, que se estaba bañando. 3 Envió a investigar el nombre de ella y supo que era Betsabé, hija de Elián y esposa de Urías el hitita. 4 David la mandó a buscar. Cuando Betsabé llegó, David se acostó con ella. Betsabé apenas acababa de completar los ritos de la purificación después de la menstruación. Después regresó a su casa. 5 Cuando se dio cuenta de que había quedado embarazada, envió un recado a David para informárselo.
6 David, entonces, envió el siguiente mensaje a Joab: «Envíame a Urías el hitita». 7 Cuando Urías llegó, David le preguntó cómo estaban Joab y el ejército, y cómo se desarrollaba la guerra. 8 Luego le dijo que se fuera a su casa y estuviera con su esposa. Al salir del palacio, Urías recibió un regalo de parte del rey. 9 Pero Urías no fue a su casa, sino que pasó aquella noche en la puerta del palacio, con los otros siervos del rey. 10 Cuando David oyó lo que Urías había hecho lo llamó y le preguntó:
―¿Qué te ocurre? ¿Por qué no fuiste a dormir a tu casa después de haber estado tanto tiempo fuera?
11 Urías respondió:
―El cofre, Israel y Judá, Joab y todo el ejército de mi señor están durmiendo en los campamentos, a la intemperie. ¿Cómo podría yo ir a casa a beber, comer y dormir con mi esposa? Juro que jamás haré tal cosa.
12 ―Bien —le dijo David—. Mañana puedes regresar al campo de batalla.
Urías se quedó cerca del palacio. 13 David lo invitó a comer y a beber, y lo hizo embriagarse, pero ni aun así quiso ir a su casa esa noche sino que durmió a la entrada del palacio.
14 Al día siguiente, David escribió una carta para Joab y se la envió por medio de Urías. 15 La carta ordenaba a Joab que pusiera a Urías en la primera línea de batalla, cuando el combate fuera más fuerte, y que luego lo dejaran solo para que lo mataran.
16 Así que Joab colocó a Urías en un punto muy cercano a la ciudad sitiada, donde sabía que estaban peleando los mejores hombres del enemigo. 17 Y Urías murió, junto con otros varios de los soldados de David.
18 Cuando Joab envió un informe a David de cómo iba la batalla, 19-21 le dijo al mensajero:
―Si el rey se enoja y pregunta: “Por qué los soldados se acercan tanto a la ciudad? ¿No sabían que ellos estarían disparando desde las murallas? ¿No recuerdan cómo murió Abimélec hijo de Yerubéset? ¡Recuerden que fue una mujer de Tebes quien, desde la muralla, le arrojó una piedra de molino y lo mató!” entonces le dirás: “Urías también murió en el combate”.
22 El mensajero llegó a Jerusalén y le dio el informe a David:
23 ―El enemigo salió en contra de nosotros —dijo—, y mientras los perseguíamos hacia las puertas de la ciudad, 24 los hombres que estaban en la muralla nos atacaron y mataron a algunos de los nuestros. También Urías el hitita murió.
25 ―Bien, dile a Joab que no se desaliente —dijo David—. La espada mata unas veces a unos y otras veces a otros. Peleen con más ardor la próxima vez, conquisten la ciudad y destrúyanla. Dile que está haciendo bien.
26 Cuando Betsabé supo que su marido había perdido la vida, lo lloró. 27 Pasado el tiempo del duelo, David ordenó que se la llevaran al palacio, y la hizo su esposa. En el tiempo señalado, ella dio a luz un hijo. Pero al Señor no le agradó lo que David había hecho.
Natán reprende a David
12 Entonces el Señor envió al profeta Natán a decirle a David lo siguiente:
2 ―Había dos hombres en cierta ciudad: uno muy rico, que tenía muchos rebaños de ovejas y manadas de cabras; 3 y el otro muy pobre, que sólo poseía una ovejita que había logrado comprar. Esta ovejita era el encanto de sus hijos, y su dueño le daba de comer de su propio plato, la hacía beber en su propia taza, y la hacía dormir en sus brazos como si fuera una hija. 4 Un día un hombre llegó a visitar al rico, pero este, en vez de matar un cordero de sus rebaños para dar de comer al viajero, tomó la ovejita del hombre pobre y con ella preparó una comida y se la sirvió al visitante.
5 Al oír esto, David se enfureció, y dijo:
―¡Juro por el Dios vivo que quien haya hecho eso, merece la muerte! 6 ¿Cómo pudo ese hombre hacer tal cosa? ¡Pues ahora tendrá que pagarle al pobre cuatro veces lo que vale la oveja que le robó!
7 ―¡Tú eres ese hombre! —le dijo Natán a David—. El Señor Dios de Israel dice: “Yo te hice rey de Israel y te salvé del poder de Saúl. 8 Te di su palacio y sus esposas, y los reinos de Israel y Judá. Y si esto no hubiera sido suficiente, te habría dado mucho más. 9 ¿Por qué, entonces, has despreciado las leyes de Dios y has cometido esta horrible maldad? Porque tú le diste muerte a Urías y le robaste su esposa. ¡Lo mataste con la espada de los amonitas! 10 Por tanto, de aquí en adelante, el asesinato será una amenaza constante en tu familia, porque me has insultado al tomar la esposa de Urías.
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