Bible in 90 Days
12 José entonces le dijo:
―Esta es la interpretación del sueño: Las tres ramas son tres días. 13 Dentro de tres días el faraón te va a sacar de la cárcel y te pondrá nuevamente en tu cargo de copero. 14 Por favor, apiádate de mí cuando hayas vuelto a gozar del favor del faraón, y pídele que me saque de aquí. 15 Yo soy un hebreo que fue raptado de su tierra, y ahora estoy en la cárcel sin haber hecho nada para merecer este castigo.
16 Cuando el jefe de los panaderos vio que el primer sueño tenía un significado tan bueno, también le contó su sueño a José.
―En mi sueño llevaba tres canastos de pan sobre la cabeza. 17 El canasto de encima estaba lleno de deliciosos productos de pastelería, hechos especialmente para el faraón. Pero vinieron las aves y se los comieron.
18 ―Los tres canastos son tres días —le dijo José—. 19 De aquí a tres días, el faraón te quitará la cabeza, colgará tu cuerpo de un madero, y las aves comerán tus carnes.
20 Tres días más tarde, el faraón hizo una fiesta para celebrar su cumpleaños. Invitó a todos sus funcionarios y a todo el personal de su palacio. Mandó a buscar al jefe de los coperos y al jefe de los panaderos. Así que los sacaron de la cárcel y los llevaron delante del faraón. 21 Entonces el faraón colocó de nuevo al jefe de los coperos en su cargo, 22 pero mandó a ahorcar al jefe de los panaderos, tal como lo había dicho José. 23 Sin embargo, el jefe de los coperos se olvidó por completo de José.
Los sueños del faraón
41 Una noche, dos años más tarde, el faraón soñó que estaba a la orilla del Nilo. 2 Repentinamente vio siete vacas hermosas y gordas que salían del río y se ponían a pastar. 3 Luego salieron siete vacas flacas; eran tan flacas que se les veían todas las costillas. 4 Salieron del río, se pusieron junto a las vacas gordas y se las comieron. En ese preciso momento, el faraón despertó.
5 Cuando volvió a dormirse tuvo un segundo sueño. Esta vez vio siete espigas de trigo que crecían de una misma caña. Eran gruesas y estaban llenas de grano, 6 De repente, de la caña salieron otras siete espigas, pero estas eran delgadas y estaban vacías y las marchitaba el viento que venía del desierto. 7 Y estas siete espigas delgadas devoraron a las siete espigas gruesas y llenas.
Cuando el faraón despertó nuevamente se dio cuenta de que todo había sido un sueño. 8 Al día siguiente, al acordarse de los sueños se sintió bastante preocupado por lo que pudieran significar. Así que llamó a todos los magos y sabios de Egipto, y les contó los sueños. Pero ninguno pudo ni siquiera dar una idea de lo que significaban. 9 Entonces el jefe de los coperos le dijo al faraón:
―Hoy recuerdo mi falta. 10 Hace algún tiempo usted se enojó con el jefe de los panaderos y conmigo, y nos mandó a la cárcel que dirigía el capitán de la guardia. 11 Allí el jefe de los panaderos y yo tuvimos un sueño una noche, y cada sueño tenía su propio significado. 12 Le contamos los sueños a un joven hebreo, que era esclavo del capitán de la guardia, y él nos los interpretó. 13 Todo ocurrió tal como él lo dijo: yo fui restaurado en mi puesto de jefe de los coperos del rey, y el jefe de los panaderos fue ahorcado.
14 El faraón mandó inmediatamente a buscar a José. Lo hicieron salir corriendo del calabozo, lo afeitaron rápidamente, le cambiaron la ropa y lo hicieron entrar a la presencia del faraón.
15 ―Anoche tuve un sueño —le dijo el faraón—, y ninguno de estos hombres puede interpretármelo. He oído decir que puedes interpretar sueños, y por esa razón te he hecho venir.
16 ―Yo no lo puedo hacer por mi propia cuenta —replicó José— pero Dios le dirá lo que significa.
17 Entonces el faraón le contó el sueño:
―Yo estaba parado a orillas del Nilo —dijo—, 18 cuando repentinamente salieron del río siete vacas gordas y hermosas y se pusieron a pastar a lo largo de la ribera. 19 Pero entonces salieron del río otras siete vacas muy flacas y huesudas. Jamás había visto vacas tan flacas en todo Egipto. 20 Y las vacas flacas se comieron a las siete gordas que habían venido primero, 21 y después quedaron más flacas que antes. Entonces desperté. 22 Poco después tuve otro sueño. Esta vez vi que salían siete espigas de trigo de una caña. Las siete espigas eran gruesas y estaban llenas de grano. 23 Entonces, del mismo tallo, salieron siete espigas delgadas y marchitas. 24 Y las espigas delgadas devoraron a las gruesas. Les conté todo esto a mis magos, pero ninguno de ellos pudo darme su interpretación.
25 Entonces José le dijo al faraón:
―Ambos son un solo sueño. Dios le ha dicho lo que hará en la tierra de Egipto. 26 Las siete vacas gordas y también las siete espigas gruesas y llenas significan que vendrán siete años de prosperidad. 27 Las siete vacas flacas y también las siete espigas marchitas indican que habrá siete años de hambre a continuación de los siete años de prosperidad.
28 »Así que yo le digo que Dios le ha mostrado a usted lo que hará: 29 En los próximos siete años habrá mucha prosperidad en toda la tierra de Egipto. 30 Sin embargo, a continuación habrá siete años de hambre, tan grande, que se olvidará la gran prosperidad, y habrá sólo hambre en la tierra. 31 El hambre será tan terrible que se borrará el recuerdo de los años de abundancia. 32 El haber tenido dos veces el sueño indica que con toda seguridad esto ocurrirá, porque Dios lo ha determinado, y así va a ocurrir pronto. 33 Tengo, pues, una sugerencia que hacerle: Busque al hombre más sabio de Egipto y póngalo a cargo de la administración de la agricultura y de la economía de la nación. 34-35 Su Majestad, divida a Egipto en cinco distritos administrativos, y haga que los oficiales de estos distritos reúnan en los graneros reales todo el excedente de los próximos siete años, 36 para que haya suficiente alimento durante los siete años de escasez, y así se evitará el desastre.
37 Las sugerencias de José fueron bien recibidas por el faraón y sus ministros. 38 Mientras discutían quién sería designado para la delicada tarea, el faraón dijo:
―¿Quién podría hacerlo mejor que José? Obviamente él es un hombre lleno del espíritu de Dios.
39 Luego, volviéndose hacia José, el faraón le dijo:
―Puesto que Dios te ha revelado el significado del sueño, eres el hombre más sabio de Egipto. 40 Por lo tanto, te nombro encargado de todo este proyecto. Lo que tú digas será ley en toda la tierra de Egipto. Solamente yo seré superior a ti, por cuanto soy el rey del país.
José, gobernador de Egipto
41-42 Entonces el faraón colocó en el dedo de José el anillo con el sello real, como señal de su autoridad, lo vistió con ropas muy finas y le puso la cadena real de oro en el cuello, y proclamó:
―¡Mira que hoy te pongo a cargo de toda la tierra de Egipto!
43 Además el faraón le dio a José la segunda carroza real, y por dondequiera que iba pregonaban delante de él:
―¡Doblen las rodillas!
44 El faraón entonces le dijo a José:
―Yo, el faraón de Egipto, declaro que tendrás completa autoridad sobre toda la tierra de Egipto, de modo que nadie podrá hacer algo sin tu permiso.
45 El faraón le cambió el nombre a José por el de Zafenat Panea. Además, le dio por esposa a Asenat, hija de Potifera, sacerdote de Heliópolis. Fue así como José quedó a cargo de Egipto. 46 Tenía treinta años cuando entró al servicio del faraón.
José salió de la presencia del faraón, y comenzó a recorrer todo Egipto. 47 Tal como lo había predicho José, llegaron los siete años de abundancia. Durante esos años la tierra produjo cosechas abundantes. 48 Durante aquellos años José compró para el gobierno una porción de todas las cosechas obtenidas a través de Egipto y la almacenó en las ciudades cercanas. 49 De este modo José logró amontonar tanto trigo, que nadie podía calcular la cantidad que había, pues era como la arena del mar.
50 En este tiempo, antes que llegara el tiempo de escasez, su esposa Asenat, hija de Potifera, sacerdote de Heliópolis, le dio dos hijos. 51 A su hijo mayor José lo llamó Manasés (me hizo olvidar), porque dijo: «Dios hizo que me olvidara de mi angustia y a la familia de mi padre». 52 El segundo hijo se llamó Efraín (fructífero), porque dijo: «Dios me hizo fructificar en la tierra de mi esclavitud».
53 Finalmente, los siete años de abundancia pasaron 54 y, como José había predicho, comenzaron los siete años de escasez. El hambre afectó a todos los países, menos a Egipto, pues allí había abundancia de comida. 55 La gente de Egipto comenzó a sentir el hambre, pues la tierra dejó de producir. Entonces iban donde el faraón a rogarle que les diera alimentos. El faraón los enviaba a José:
―Hagan todo lo que él diga —les decía.
56 Cuando la escasez fue grande, y el hambre se extendió por la tierra, José abrió los graneros para venderles alimento a los egipcios. 57 Además, como el hambre se extendió por toda la tierra, de otros países venía gente a Egipto, para comprar alimentos a José.
Los hermanos de José van a Egipto
42 Cuando Jacob oyó que en Egipto había trigo, dijo a sus hijos:
―¿Por qué se quedan ahí parados mirándose? 2 He sabido que en Egipto hay trigo. Vayan y compren alimento antes que nos muramos de hambre.
3 Entonces los diez hermanos mayores de José fueron a Egipto para comprar trigo. 4 Pero Jacob no dejó que fuera Benjamín, el hermano menor de José, porque temía que algo malo le pudiera ocurrir, como había sucedido con José antes. 5 De modo que los hijos de Israel fueron a Egipto, junto con mucha gente de otros pueblos, porque el hambre en Canaán era muy grande.
6 Y como José era el gobernador de todo Egipto y estaba a cargo de la venta del trigo, sus hermanos llegaron y, en señal de respeto, se inclinaron delante de él, hasta tocar el suelo con la frente. 7 José los reconoció instantáneamente, pero hizo como que no los conocía.
―¿De dónde son ustedes? —les preguntó ásperamente.
―Somos de Canaán —respondieron—. Hemos venido a comprar trigo.
8-9 José recordó los sueños que había tenido cuando todavía vivía con ellos, y les dijo:
―¡Ustedes son espías! ¡Han venido a ver si nuestra tierra se ha debilitado con la escasez!
10 ―¡No, no! —exclamaron—. Sólo hemos venido a comprar alimentos. 11 Somos hijos del mismo padre, somos personas honradas, señor. ¡No somos espías!
12 ―¡Sí, lo son! —insistió—. Han venido a ver si estamos débiles e indefensos.
13 ―Señor —dijeron—, somos doce hermanos y nuestro padre se quedó en Canaán. Nuestro hermano menor se quedó con nuestro padre, y el otro murió.
14 ―¿Sí? —preguntó José—, ¿y eso, prueba algo? Ya lo he dicho: Son espías. 15 De esta manera sabré si la historia que me cuentan es verídica: Juro por la vida del faraón que no saldrán de Egipto hasta que su hermano menor haya venido a mi presencia. 16 Uno de ustedes tiene que ir y traer a su hermano menor. Los demás se quedarán aquí encarcelados. De esta manera sabré si dicen la verdad. Si ocurre que no tienen un hermano menor, sabré con certeza que son espías.
17 Entonces los echó a la cárcel por tres días. 18 Al tercer día les dijo:
―Yo soy hombre temeroso de Dios. Por eso les voy a dar una oportunidad de probar lo que afirman. 19 Si ustedes en verdad son honrados, entonces uno de ustedes se quedará encadenado en la cárcel y los demás podrán volver con el trigo para su familia. 20 Pero tendrán que regresar trayendo a su hermano menor. De esta manera sabré si me están diciendo la verdad. Si han dicho la verdad, los dejaré libres.
Y ellos estuvieron de acuerdo con esta proposición. 21 Luego se pusieron a conversar entre ellos y decían:
―Esto nos ha ocurrido como consecuencia de lo que le hicimos a José en nuestra juventud. Vimos el terror y la angustia suya y oímos sus ruegos, pero no le hicimos caso.
22 ―Yo les dije que no lo hicieran —dijo Rubén—, pero no me quisieron hacer caso. Ahora tendremos que pagar por lo que hicimos.
23 Desde luego, ellos no sabían que José les entendía, ya que les había hablado por medio de un intérprete. 24 José entonces salió de la sala y buscó un lugar para llorar. Cuando volvió, escogió a Simeón y lo hizo atar delante de ellos. 25 José, entonces, ordenó a sus esclavos que llenaran los costales de los hombres. Pero también ordenó que dentro de los costales colocaran el dinero que sus hermanos habían pagado por el trigo. Además les dio comida para el camino. 26 Ellos cargaron el trigo en los burros y emprendieron el viaje de regreso.
27 Cuando se detuvieron para pasar la noche, uno de ellos abrió su costal para sacar grano, para dar de comer a sus animales y, ¡encontró el dinero dentro del costal!
28 ―¡Miren! —le dijo a sus hermanos—, ¡el dinero que yo pagué está en mi costal!
Quedaron todos llenos de terror. Temblando se decían unos a otros:
―¿Qué es lo que Dios nos ha hecho?
29 En ese estado llegaron a Canaán y le contaron a su padre Jacob todo lo que les había ocurrido.
30 ―El hombre que gobierna ese país nos habló en forma muy severa —le dijeron—, y nos tomó por espías.
31 ―“No, no” —le dijimos—, “somos hombres honrados; no somos espías. 32 Somos doce hermanos, hijos de un mismo padre; uno murió, y el menor quedó con nuestro padre en la tierra de Canaán”.
33 Entonces nos dijo:
―De esta manera sabré que son lo que dicen ser. Dejen uno de sus hermanos aquí conmigo y lleven el trigo para su familia y regresen a su tierra. 34 Pero tienen que traer a su hermano menor cuando vuelvan. Entonces sabré si son espías u hombres de bien; si demuestran ser lo que han dicho que son, yo les devolveré a su hermano y podrán volver cuantas veces quieran a comprar trigo.
35 A medida que vaciaban los costales, iban descubriendo que dentro de cada uno estaba el dinero que habían pagado por el trigo. El terror se apoderó de todos ellos y también de su padre.
36 Entonces Jacob exclamó:
―¡Ustedes me han privado de mis hijos! Perdí a José, luego a Simeón, y ahora quieren llevarse a Benjamín. Todo se ha confabulado en mi contra.
37 Entonces Rubén le dijo a su padre:
―Mata a mis dos hijos si no te devuelvo a Benjamín. Yo respondo por su regreso.
38 Pero Jacob replicó:
―Mi hijo no irá con ustedes, porque José su hermano murió y sólo él me ha quedado de los hijos de su madre. Si algo llegara a sucederle, yo me moriría.
Los hermanos de José vuelven a Egipto
43 Pero el hambre se hacía insoportable sobre la tierra. 2 Cuando estaba por acabárseles el trigo que habían comprado en Egipto, Jacob les dijo a sus hijos:
―Vayan nuevamente y compren más alimento.
3-5 Pero Judá le dijo:
―Aquel hombre no estaba bromeando cuando dijo: “No regresen, a menos que su hermano venga con ustedes”. Así que no podemos ir, a menos que dejes que Benjamín vaya con nosotros.
6 ―¿Por qué tuvieron que decirle que tenían otro hermano? —se quejó Israel—. ¿Por qué tenían que hacerme esto?
7 ―Porque aquel hombre nos preguntó específicamente por nuestra familia —respondieron—. Quería saber si nuestro padre todavía vivía y nos preguntó si teníamos otro hermano. Por eso se lo dijimos. ¿Cómo íbamos a saber nosotros que nos iba a decir: “Traigan a su hermano”?
8 Judá le dijo a su padre:
―Envía al muchacho bajo mi cuidado, y podremos ponernos en camino. De otro modo nos moriremos todos de hambre, y no sólo nosotros, sino todos nuestros hijos. 9 Yo garantizo su seguridad. Si no te lo traigo al regresar, yo llevaré para siempre la culpa delante de ti. 10 Si lo hubieras dejado ir, ya habríamos ido y vuelto en todo este tiempo.
11 Entonces Israel, su padre, finalmente les dijo:
―Si no se puede evitar, entonces por lo menos hagan esto: Carguen los burros con los mejores productos de la tierra: bálsamo, miel, especias, mirra, nueces y almendras, y llévenle todo eso a aquel hombre. 12 Lleven también doble cantidad de dinero para que puedan devolverle el que encontraron dentro de los costales, ya que alguien, por error lo puso allí. 13 Tomen a Benjamín y vayan, 14 ¡Quiera el Dios Todopoderoso que aquel hombre les tenga misericordia, para que le dé la libertad a Simeón y deje volver a Benjamín! Y si debo sufrir el dolor de la muerte de ellos, que así sea.
15 Entonces tomaron los regalos y doble cantidad de dinero, y salieron rumbo a Egipto y se presentaron delante de José. 16 Cuando José vio que Benjamín llegaba con ellos, le dijo al mayordomo de su casa:
―Estos hombres comerán conmigo al mediodía. Llévalos a mi casa y prepara una gran fiesta.
17 El hombre hizo lo que se le mandó y llevó a los hijos de Israel al palacio de José. 18 Ellos se asustaron mucho cuando vieron hacia dónde los llevaban.
―Es por causa del dinero que encontramos en nuestros costales —se decían—. Aquel hombre quiere acusarnos de que le hemos robado, para apoderarse de nosotros y de nuestros animales, y nos hará sus esclavos.
19 Cuando llegaron a la entrada del palacio, le hablaron al mayordomo de la casa de José y le dijeron:
20 ―Señor, después de nuestro primer viaje a Egipto para comprar alimentos, 21-22 al volver a nuestra tierra, nos detuvimos en un lugar a pasar la noche, abrimos nuestros costales y encontramos el dinero que habíamos pagado por el trigo. Aquí está; lo trajimos para devolverlo, además del dinero necesario para comprar más alimento. ¡No tenemos idea de cómo llegó el dinero a nuestros costales!
23 ―No se preocupen por ello —les dijo el mayordomo—; su Dios, el Dios de su padre, debe de haberlo puesto allí, porque nosotros recibimos el dinero completo.
Entonces soltó a Simeón y lo llevó a donde ellos estaban, 24 Enseguida fueron conducidos al interior del palacio y les dieron agua para que se lavaran los pies. También les dieron comida a sus burros. 25 Luego sacaron y organizaron los regalos, para tenerlos listos para cuando llegara José al mediodía, porque se les había dicho que comerían allí. 26 Cuando José llegó le entregaron los regalos, y se inclinaron delante de él, en señal de respeto. 27 Él les preguntó cómo estaban, y dijo:
―¿Cómo está su padre, el anciano de que me hablaron? ¿Vive aún?
28 ―Sí —respondieron ellos—. Vive y goza de buena salud.
Entonces volvieron a inclinarse delante de José. 29 José miró a Benjamín, su hermano menor, y preguntó:
―¿Es este su hermano menor del cual me hablaron? ¿Cómo estás, hijo mío? ¡Dios te bendiga!
30 Entonces José tuvo que salir apresuradamente, porque el amor hacia su hermano lo llenó de emoción, y sintió necesidad de llorar. Se fue a su aposento y allí lloró. 31 Después de tranquilizarse, se lavó la cara, salió y ordenó.
―Sirvan la comida.
32 José comió solo, mientras que sus hermanos comían en otra mesa, y los egipcios en otra, porque los egipcios despreciaban a los hebreos y jamás comían con ellos. 33 José le indicó a cada uno su asiento, y los sentó de mayor a menor para sorpresa de ellos. 34 La comida de los hermanos de José la servían desde la mesa de este. Le dio a Benjamín una porción cinco veces mayor que la de los demás. Bebieron con José, y pasaron unos momentos de mucha alegría.
La copa de José
44 Cuando sus hermanos estuvieron listos para emprender el regreso, José ordenó a su mayordomo que llenara cada una de sus costales con todo el trigo que pudieran contener, y pusiera en cada uno de ellos el dinero que habían pagado por el trigo. 2 También le dijo que en el costal de Benjamín no sólo colocara el dinero sino también su copa de plata. Así lo hizo el mayordomo. 3 Los hermanos se levantaron de madrugada y emprendieron el viaje, con sus animales cargados.
4 Apenas habían salido de la ciudad, cuando José le dijo a su mayordomo:
―Alcánzalos, detenlos y pregúntales por qué me hacen esto a mí, que he sido tan bondadoso con ellos. 5 Pregúntales: “¿Qué pretendían al robar la copa de mi señor, la que usa para adivinar? ¡Qué gran maldad han hecho!”.
6 Entonces el mayordomo los siguió, los detuvo y les habló conforme a las instrucciones que José le había dado.
7 ―¿Qué dice? —le preguntaron—. ¿Qué clase de personas piensa que somos, que nos acusa de un delito tan grande? 8 Nosotros devolvimos el dinero que encontramos en nuestros costales. ¿Por qué habríamos de robar plata u oro de la casa de su amo? 9 Si encuentra su copa en poder de alguno de nosotros, que muera. Todos los demás seremos esclavos de su amo para siempre.
10 ―De acuerdo —contestó el hombre—, sólo el que robó la copa quedará de esclavo, y los demás quedarán libres.
11 Ellos bajaron rápidamente los costales que estaban sobre los animales, y los abrieron. 12 El mayordomo comenzó a buscar en el costal del mayor y siguió revisando hasta llegar al del menor. ¡La copa estaba en el costal de Benjamín! 13 Ellos, llenos de desesperación, rasgaron su ropa, cargaron sus burros nuevamente, y volvieron a la ciudad. 14 José todavía estaba en su casa cuando Judá y sus hermanos regresaron. Al llegar, se inclinaron delante de José.
15 ―¿Qué pretendían hacer? —les preguntó José—. ¿No sabían que un hombre como yo puede adivinar?
16 Entonces Judá dijo:
―¿Qué podemos decirle a mi señor? ¿Qué podemos decir a nuestro favor? ¿Cómo podríamos alegar inocencia? Dios nos está castigando por nuestros pecados. Señor, todos nosotros hemos regresado para ser sus esclavos, todos, incluso aquél en cuyo costal se encontró la copa.
17 ―No —dijo José—. Solamente el hombre que robó la copa será mi esclavo. Todos los demás pueden regresar en paz a su tierra y a su padre.
18 Entonces Judá se adelantó y dijo:
―Déjeme decirle algo. Tenga paciencia conmigo por un momento, porque sé que usted puede condenarme en un instante, como si fuera el mismo faraón. 19 Señor, usted nos preguntó si teníamos un padre y si teníamos hermanos. 20 Y nosotros le respondimos: “Sí, tenemos un padre, anciano, y un hijo de su vejez, el cual todavía es muy joven. El hermano de este murió y sólo él ha quedado de los hijos de su madre, y su padre lo ama mucho”. 21 Entonces usted nos dijo: “Tráiganlo para que yo lo vea”. 22 Pero nosotros le dijimos: “Señor, el muchacho no puede salir del lado de su padre, porque este moriría”. 23 Sin embargo, usted nos dijo: “No regresen sin su hermano menor”. 24 Entonces volvimos a nuestro padre y le contamos lo que usted nos había dicho. 25 Cuando él nos dijo: “Regresen y compren más alimento”, 26 le respondimos: “No podemos, a menos que dejes que nuestro hermano menor vaya con nosotros. Sólo en ese caso podemos ir”. 27 Entonces mi padre nos dijo: “Ustedes saben que mi esposa sólo tuvo dos hijos, 28 y que uno de ellos salió y no volvió jamás, sin duda destrozado por algún animal salvaje. Nunca más lo volví a ver. 29 Si ustedes se llevan a su hermano, y sufre algún daño, yo me moriré de dolor”.
30-31 »Ahora, señor, si regresamos a nuestro padre sin nuestro hermano menor, de seguro se morirá de tristeza, pues está muy apegado a este muchacho. En ese caso, nosotros seremos los culpables de la muerte de nuestro padre. 32 Señor, yo le prometí a mi padre que cuidaría al muchacho. Le dije: “Si no te lo traigo de regreso, yo cargaré con la culpa para siempre”. 33 Por eso, señor, permita que yo me quede como su esclavo en lugar del muchacho, y deje que él regrese con sus hermanos. 34 Porque, ¿cómo regresaré a mi padre si el muchacho no va conmigo? ¡Yo no podría soportar ver sufrir tanto a mi padre!
José se da a conocer
45 José no pudo aguantar más.
―¡Salgan todos de mi presencia! —exclamó—, dirigiéndose a sus siervos.
Quedó solo con sus hermanos y, no pudiendo contenerse más, 2 lloró en alta voz. Su llanto se oyó en todo el palacio, y la noticia llegó pronto al palacio del faraón.
3 ―Yo soy José —les dijo a sus hermanos—. ¿Mi padre vive aún?
Pero los hermanos, debido a la gran sorpresa, se quedaron mudos.
4 ―¡Acérquense! —les dijo José.
Ellos se acercaron, y José añadió:
―Yo soy su hermano José, el que ustedes vendieron como esclavo para Egipto. 5 Pero no se aflijan ni se condenen por ello, porque era plan de Dios. Dios me envió aquí antes que a ustedes para preservarnos la vida y la de nuestras familias. 6 Estos años de escasez son los primeros dos de siete años de hambre. En ese tiempo no habrá siembra ni cosecha. 7 Dios me envió aquí para mantenerlos con vida a ustedes y a sus familias, para que puedan ser una nación grande. 8 Sí, Dios, y no ustedes, fue el que me envió a Egipto. Dios me puso por consejero del faraón y por administrador de toda la nación, gobernador de toda la tierra de Egipto. 9 Dense prisa en volver a mi padre y díganle: “Tu hijo José dice: ‘Dios me ha puesto por jefe de toda la tierra de Egipto. Ven hasta donde yo estoy inmediatamente. 10 Vivirás en la tierra de Gosén y estarás cerca de mí con todos tus hijos y nietos, con tus ovejas y vacas, y todo lo que tengas. 11-13 Yo te cuidaré’ ”. Ustedes son testigos de mi promesa, y mi hermano Benjamín me ha oído decirlo. Díganle a mi padre que todavía quedan cinco años de escasez. Si no hacen lo que les digo, quedarán en la completa pobreza ustedes y sus familias. Cuéntenle a mi padre todo el poder que tengo en Egipto y cómo todos me obedecen. Hagan que él venga pronto a verme.
14 Entonces, llorando de gozo, abrazó a Benjamín, y este comenzó a llorar también. 15 Hizo lo mismo con cada uno de sus hermanos. Después de esto, sus hermanos hablaron con él.
16 Y la noticia de que los hermanos de José estaban en Egipto llegó a oídos del faraón. Al saberlo, el faraón y sus funcionarios se alegraron mucho. 17 Entonces el faraón le dijo a José:
―Diles a tus hermanos que carguen sus bestias y vuelvan cuanto antes a sus hogares, en Canaán. 18 Además, diles que traigan a tu padre y a todas sus familias, para que se queden a vivir aquí en Egipto. Yo les daré la mejor tierra, de modo que podrán disfrutar de lo mejor de Egipto. 19 Diles también que lleven consigo carros de Egipto, para que traigan a sus esposas, a sus hijos pequeños y a su padre. 20 Y que no se preocupen por lo que tengan que dejar en su tierra, porque lo mejor de Egipto será de ellos.
21 Entonces José les dio carros, conforme a la orden del faraón. Además les dio provisiones para el viaje y mudas de ropa. 22 Pero a Benjamín le dio cinco mudas de ropa y trescientas monedas de plata. 23 A su padre le envió diez burros cargados con las mejores cosas de Egipto, diez burras cargadas de trigo, y toda clase de alimentos para que comieran durante el viaje. 24 Entonces despidió a sus hermanos.
―No peleen en el camino —les aconsejó al despedirlos.
25 Ellos emprendieron el viaje y regresaron a la tierra de Canaán, donde estaba su padre Jacob.
26 ¡José está vivo! —exclamaron al contárselo—. Es el gobernador de toda la tierra de Egipto.
Jacob se quedó pasmado, y no les creía. 27 Pero cuando le dieron los mensajes de José, y cuando vio los carros cargados de alimentos que José le había enviado, se llenó de alegría.
28 ―¡Les creo! —dijo—. ¡José mi hijo está vivo! ¡Iré y lo veré antes de morir!
Jacob viaja a Egipto
46 Israel emprendió el viaje con todas sus posesiones, y fue hasta Berseba, donde ofreció sacrificios al Dios de su padre Isaac. 2 Aquella noche Dios le habló en visión:
―¡Jacob, Jacob!
―¿Qué quieres, Señor? —respondió.
3 ―Yo soy Dios —dijo la voz—, el Dios de tu padre. No tengas miedo de ir a Egipto, porque allí te haré una nación grande. 4 Yo iré contigo a Egipto y haré que tus descendientes vuelvan de allí. Tú morirás en Egipto, y José estará a tu lado.
5 Entonces Jacob salió de Berseba, y sus hijos lo llevaron a Egipto, juntamente con sus descendientes y sus esposas, en los carros que el faraón les había proporcionado. 6 También llevaron todo el ganado y todas las pertenencias que habían acumulado en la tierra de Canaán. De ese modo Jacob y sus familiares llegaron a Egipto. 7 Es decir que a Jacob lo acompañaron todos sus seres queridos: hijos, hijas, nietos y nietas.
8-14 Estos son los nombres de los hijos y nietos de Jacob que fueron con él a Egipto:
Rubén, su primogénito.
Los hijos de Rubén: Janoc, Falú, Jezrón y Carmí.
Simeón y sus hijos: Jemuel, Jamín, Oad, Jaquín, Zojar y Saúl (cuya madre era una cananea).
Leví y sus hijos: Guersón, Coat y Merari.
Judá y sus hijos: Er, Onán, Selá, Fares y Zera (pero Er y Onán murieron cuando todavía estaban en Canaán, antes de que Israel fuera a Egipto).
Los hijos de Fares fueron Jezrón y Jamul.
Isacar y sus hijos: Tola, Fuvá, Job y Simrón.
Zabulón y sus hijos: Séred, Elón y Yalel.
15 Estos son los descendientes de Jacob y Lea, sin contar a Dina, que nacieron en Padán Aram. En total eran treinta y tres personas.
16-17 También fueron con él:
Gad y sus hijos: Zefón, Jaguí, Esbón, Suni, Erí, Arodí y Arelí.
Aser y sus hijos: Imná, Isvá, Isví, Beriá, y Sera, hermana de ellos.
Los hijos de Beriá fueron Héber y Malquiel.
18 Estas dieciséis personas fueron los hijos de Jacob y Zilpá, la esclava que Lea recibió de su padre Labán.
19-22 Los siguientes son los descendientes de Jacob y Raquel: José y Benjamín.
Los hijos de José, que nacieron en Egipto, fueron Manasés y Efraín (la madre de ellos fue Asenat, hija de Potifera, sacerdote de Heliópolis).
Los hijos de Benjamín: Bela, Béquer, Asbel, Guerá, Naamán, Ehí, Ros, Mupín, Jupín y Ard.
En total, los descendientes de Jacob y Raquel fueron catorce personas.
23-25 Además, en el grupo estaban estos siete descendientes de Jacob y Bilhá, la esclava que Raquel recibió de su padre Labán:
Dan y su hijo Jusín; Neftalí y sus hijos: Yazel, Guní, Jéser y Silén.
26 De modo que el total de los que fueron a Egipto, de los descendientes directos, sin contar a las esposas de los hijos de Jacob, eran sesenta y seis. 27 Considerando la familia de José con sus dos hijos, que estaban en Egipto, sumaban setenta.
28 Jacob envió a Judá adelante para que le dijera a José que ya estaban en camino y que pronto llegarían a Gosén. Cuando llegaron a ese lugar, 29 José pidió que le prepararan su carro, y fue hasta allá, para ver a su padre. Cuando se encontraron se abrazaron y lloraron largo rato.
30 Entonces Israel le dijo a José:
―¡Ya me puedo morir, porque te he vuelto a ver y sé que estás vivo!
31 José entonces le dijo a sus hermanos y a sus familias:
―Voy a decirle al faraón que ustedes están aquí, que han venido de la tierra de Canaán a quedarse conmigo. 32 Además le diré: “Estos hombres son pastores. Trajeron consigo sus ovejas y vacas, y todo lo que tenían”. 33 Entonces, cuando el faraón los llame y les pregunte por su ocupación, 34 díganle: “Hemos sido pastores de ovejas desde nuestra niñez, y nuestros padres lo han sido durante generaciones”. Cuando le digan esto, los dejará vivir en la tierra de Gosén, porque para los egipcios es cosa detestable vivir junto a pastores de ovejas.
José le informa al faraón
47 Luego, José fue a ver al faraón, y le dijo:
―Han llegado mi padre y mis hermanos desde Canaán con todas sus posesiones, ovejas y vacas. En este momento se encuentran en la región de Gosén.
2 José había llevado consigo a cinco de sus hermanos y se los presentó al faraón. 3 Este entonces les preguntó:
―¿A qué se dedican?
Y ellos contestaron:
―Somos pastores, como nuestros antepasados. 4 Hemos venido a vivir en Egipto porque no hay pasto para nuestro ganado en Canaán. El hambre es mucha allá. Queremos pedirle permiso para vivir en la tierra de Gosén.
5-6 El faraón le dijo a José:
―Escoge el lugar que tú quieras para que vivan ellos. Dales la mejor tierra de Egipto. La tierra de Gosén es buena. Y si alguno de ellos quiere, ponlo a cargo de mis rebaños también.
7 Entonces José llevó a su padre Jacob ante el faraón. Y Jacob bendijo al faraón.
8 ―¿Qué edad tienes? —le preguntó el faraón.
9 Jacob le respondió:
―He vivido ciento treinta años que han sido largos y difíciles, pero no se pueden comparar con la edad de mis antepasados.
10 Entonces Jacob bendijo nuevamente al faraón y salió.
11 José, pues, les dio la tierra de Ramsés, de acuerdo con lo que el faraón le había ordenado. 12 José les proporcionó alimentos, según el número de los miembros de la familia.
La administración de José
13 La escasez de alimentos fue cada vez mayor, de modo que toda la gente de Egipto y de Canaán estaba experimentando mucha hambre. 14 José reunió todo el dinero de Canaán y de Egipto a cambio del trigo que les vendía, e ingresó ese dinero en la tesorería del faraón. 15 Cuando a la gente se le terminó el dinero, fueron a José a suplicar que se les diera alimentos.
―Se nos ha terminado el dinero —dijeron—. Por favor, denos alimentos, porque si no moriremos de hambre.
16 ―Bueno —replicó José—, denme sus ganados y yo les daré alimentos en cambio.
17 Así que trajeron el ganado a José para cambiarlo por alimentos. Pronto todos los caballos, ovejas, vacas y burros que había en Egipto pasaron a ser del faraón.
18 Al año siguiente vino nuevamente el pueblo y le dijo:
―Señor, usted sabe que ya no tenemos dinero. Además, todo nuestro ganado ahora es suyo. Tan solo podemos pagarle con nuestros cuerpos y nuestras tierras. 19 ¿Por qué hemos de morir? Cómprenos a nosotros y a nuestras tierras, y seremos esclavos del faraón. Cómprenos a nosotros por alimentos para que vivamos y para que la tierra no quede deshabitada.
20 Entonces José compró toda la tierra de Egipto para el faraón. La verdad es que, debido al hambre, los egipcios vendieron sus tierras. De ese modo, todo el país pasó a poder del faraón. 21 Y todos los egipcios pasaron a ser esclavos del faraón. 22 La única tierra que no compró fue la de los sacerdotes, porque tenían ración de parte del faraón y no necesitaban venderla.
23 Entonces José dijo a la gente:
―Los he comprado a ustedes y a sus tierras para el faraón. Aquí está el trigo. Vayan y siembren la tierra. 24 Cuando llegue la cosecha, la quinta parte será para el faraón. Reserven cuatro partes para que se alimenten y tengan semilla para el año siguiente. Así tendrán alimento para ustedes y sus familias.
25 ―¡Usted nos ha salvado la vida! —le dijeron—. ¡Con todo gusto seremos esclavos del faraón!
26 Entonces José estableció esta ley en Egipto: la quinta parte de todas las cosechas es del faraón. Esta ley todavía se sigue aplicando. Las únicas tierras que no pasaron a ser propiedad del faraón fueron las de los sacerdotes.
27 Los israelitas, pues, vivieron en la tierra de Gosén, en Egipto, consiguieron terrenos, prosperaron y tuvieron muchos hijos. 28 Jacob vivió diecisiete años en Egipto, y en total, vivió ciento cuarenta y siete años. 29 Cuando se le acercaba el momento de la muerte, llamó a su hijo José y le dijo:
―Júrame solemnemente que harás lo que te voy a pedir. ¡Si de veras me amas, por favor, no me entierres en Egipto! 30 Cuando yo haya muerto, sácame de Egipto y sepúltame junto a mis antepasados.
Y José se lo prometió.
31 ―¡Júrame que lo harás! —insistió Jacob.
Y José se lo juró. Luego, Israel se recostó sobre la cabecera de la cama.
Bendición de Efraín y Manasés
48 Poco tiempo después de esto, José recibió la noticia de que su padre estaba enfermo. Entonces, tomó a sus dos hijos, Manasés y Efraín, y fue a visitarlo. 2 Cuando Jacob oyó que José había llegado, reunió todas sus fuerzas y se sentó en la cama y le dijo:
3 ―El Dios Todopoderoso se me apareció en Luz, en la tierra de Canaán. 4 Allí me dijo: “Haré de ti una nación grande, y esta tierra de Canaán será para ti y para los hijos de tus hijos, como posesión permanente”.
5 »A tus dos hijos, Efraín y Manasés, que te nacieron antes de que yo llegara a esta tierra, los adopto como hijos míos. Ellos recibirán parte de mi herencia tal como lo harán Rubén y Simeón. 6 Pero cualesquiera otros hijos que te nazcan serán tuyos, y heredarán de ti la porción de Efraín y Manasés. 7 Raquel, tu madre, murió cerca de Efrata, en la tierra de Canaán, cuando yo regresaba de Padán Aram. Entonces la sepulté allí junto al camino de Efrata, que es la misma ciudad de Belén.
8 En eso, Jacob vio a los hijos de José, y le preguntó:
―¿Y quiénes son estos?
9 José le respondió:
―Son mis hijos, los cuales Dios me ha dado aquí en Egipto.
―Acércamelos, para que los bendiga —dijo Israel.
10 Debido a su avanzada edad, Israel no podía ver bien. Por eso, José le acercó sus hijos. Entonces Israel los besó y abrazó.
11 Israel entonces le dijo a José:
―Jamás pensé que te volvería a ver. Sin embargo Dios me ha permitido ver a tus hijos también.
12-13 José tomó a sus hijos de la mano, se inclinó delante de su padre, e hizo que los muchachos se postraran delante de su abuelo: Efraín a la izquierda de Israel y Manasés a su derecha. 14 Sin embargo, Israel cruzó los brazos y los extendió para ponerlos en la cabeza de los muchachos, de modo que su mano derecha estaba sobre la cabeza de Efraín y su izquierda sobre la cabeza de Manasés, el mayor. Hizo esto intencionalmente.
15 Entonces bendijo a José, diciéndole:
―Quiera Dios, el Dios de mis padres Abraham e Isaac, el Dios que me pastoreó toda la vida, bendecir a estos muchachos. 16 Él es el Ángel que me ha librado de todo mal. Que estos muchachos hagan perpetua la memoria de mi nombre y la de mis padres Abraham e Isaac, y que lleguen a ser una nación grande.
17 Pero José, al ver que su padre había puesto su mano derecha sobre la cabeza de Efraín, se molestó. Entonces agarró la mano de su padre y se la quitó de encima de la cabeza de Efraín y se la puso sobre la cabeza de Manasés, y le dijo:
18 ―¡No hagas esto, padre mío! Por favor, pon tu mano derecha sobre mi hijo Manasés, pues él es el mayor.
19 Pero su padre se rehusó a hacerlo.
―Yo sé lo que estoy haciendo, hijo mío —le dijo—. Manasés también será una nación grande, pero su hermano menor será más importante, y de él saldrán muchos pueblos.
20 Así, pues, aquel día Jacob les dio a los muchachos la siguiente bendición:
―Que el pueblo de Israel use el siguiente dicho como bendición: “Dios te haga próspero como Efraín y Manasés”.
Y puso a Efraín antes que a Manasés. 21 Entonces Israel le dijo a José:
―Estoy para morir; pero Dios estará con ustedes y los hará volver a Canaán, la tierra de sus antepasados. 22 A ti te doy la tierra escogida de Siquén, pues estás por encima de tus hermanos. Esa tierra se la quité a los amorreos, luchando fieramente contra ellos.
Jacob bendice a sus hijos
49 Jacob llamó a todos sus hijos, y les dijo:
―Reúnanse a mi alrededor, pues voy a decirles que les va a suceder en los días venideros. 2 Óiganme, hijos de Jacob, escuchen a Israel su padre.
3 »Rubén, tú eres mi hijo mayor, el hijo de mi vigorosa juventud. Eres el primero en rango y en dignidad, 4 pero a partir de hoy, ya no serás el primero, porque me deshonraste al dormir con una de mis mujeres. Eres impetuoso como las fieras ondas del mar.
5 »Simeón y Leví son hermanos; usan sus armas para matar con violencia. 6 No quiero participar de sus planes malvados, ni estar en sus reuniones. En su ira asesinaron hombres y por diversión desjarretaron toros. 7 ¡Maldita sea su ira! ¡Maldita sea también su violencia y crueldad! Haré que sus descendientes sean esparcidos por todo el país de Israel.
8 »Judá, tus hermanos te alabarán. Vencerás a tus enemigos. Los hijos de tu padre se inclinarán delante de ti. 9 Judá es como un cachorro de león que se levanta después de comer a su presa. Se pone al acecho como un león o como una leona, ¿quién se atreverá a molestarlo? 10 El cetro estará en las manos de Judá, y el bastón de gobernante estará en sus pies, hasta que llegue el rey por excelencia, a quien todos los pueblos obedecerán. 11 Atará su burrito en la vid más selecta y lavará su ropa en vino. 12 Sus ojos son más oscuros que el vino y sus dientes más blancos que la leche.
13 »Zabulón habitará en las costas del mar, servirá de puerto para los navíos, y sus fronteras se extenderán hasta Sidón.
14 »Isacar es fuerte bestia de carga que descansa entre las alforjas. 15 Cuando vea la hermosura del paisaje, lo agradable de la tierra, con gusto agachará su hombro para la tarea y se convertirá en un esclavo.
16 »Dan gobernará su pueblo como cualquier tribu de Israel. 17 Será serpiente en el sendero, que muerde los talones del caballo para que caiga el jinete.
18 »¡Señor, esperaré tu ayuda!
19 »Un ejército atacará a Gad, pero él lo atacará por atrás.
20 »Aser producirá manjares deliciosos que serán dignos del rey.
21 »Neftalí es una gacela libre, que tendrá preciosas crías.
22 »José es un árbol fructífero, es como un árbol junto a una fuente, y sus ramas pasan sobre el muro. 23 Gente mala le causa amargura, lo atacan sin piedad y le lanzan flechas. 24 Pero su arma se mantuvo firme, sus brazos fueron fortalecidos por el Dios poderoso de Jacob, por el que es el Pastor y la Roca de Israel. 25 ¡Que el Dios de tus padres, el Todopoderoso, te bendiga con bendiciones celestiales y con bendiciones del profundo mar, con bendiciones de los pechos y bendiciones de la matriz. 26 Las bendiciones de tu padre son más grandes que las bendiciones de mis padres. Estas bendiciones reposarán sobre la cabeza de José hasta el fin de las montañas eternas, por cuanto él es el más importante de sus hermanos.
27 »Benjamin es como un lobo feroz, que por la mañana devora a su presa, y al atardecer reparte lo que sobra».
28 Estas fueron las bendiciones que Israel pronunció sobre sus doce hijos.
Muerte de Jacob
29-30 Además les dijo:
―Ya voy a morir. Deben sepultarme con mis padres en la tierra de Canaán, en la cueva del campo de Macpela, frente a Mamré, el campo que Abraham le compró a Efrón el hitita, como propiedad para sepulturas. 31 Allí fueron sepultados Abraham y su esposa Sara. También fueron sepultados allí Isaac y su esposa Rebeca; y allí también sepulté a Lea. 32 Es la cueva que mi abuelo Abraham les compró a los hijos de Het.
33 Cuando Jacob terminó de dar estas instrucciones a sus hijos, se acostó nuevamente, exhaló su último suspiro, y murió.
50 José, entonces, se puso a llorar, abrazó a su padre y lo besó. 2 Luego les dijo a los médicos que estaban a su servicio que embalsamaran el cuerpo de su padre. Y los médicos egipcios obedecieron. 3 Esperaron los cuarenta días establecidos para los embalsamados, los egipcios hicieron duelo nacional durante setenta días.
4 Cuando terminó el duelo, José se acercó a los funcionarios de la casa del faraón y les dijo:
―Díganle a su majestad 5 que mi padre me hizo jurar que llevaría su cuerpo de regreso a la tierra de Canaán, para sepultarlo allá. Díganle a su majestad que me permita ir a sepultar a mi padre. Asegúrenle que volveré pronto.
6 El faraón estuvo de acuerdo:
―Vé y sepulta a tu padre, tal como se lo prometiste.
7-8 Entonces José fue a enterrar a su padre. Con él fueron su familia, sus hermanos y el resto de la familia de Jacob. En Gosén sólo dejaron a los niños, las ovejas y las vacas. Además, los acompañaron un gran número de funcionarios y consejeros del faraón, y los hombres importantes de Egipto. 9 De modo que muchos carros y caballos, y gente de a pie acompañaron a José.
10 Cuando llegaron a la era de Hatad, que está al otro lado del Jordán, tuvieron un servicio fúnebre grande y solemne. Allí José guardó siete días de luto por su padre. 11 Los cananeos que vivían en esa región vieron que los egipcios lloraban amargamente en la era de Hatad, le pusieron a ese lugar el nombre de Abel Misrayin, pues dijeron: «Los egipcios están haciendo duelo por alguien importante».
12-13 De modo que, de acuerdo con las órdenes de Israel, sus hijos llevaron su cuerpo a la tierra de Canaán y lo sepultaron en la cueva de Macpela, la cueva que Abraham había comprado en el campo de Efrón el hitita, cerca de Mamré.
14 José regresó luego a Egipto, junto con todos los que lo habían acompañado al funeral de su padre.
La promesa de José a sus hermanos
15 Una vez muerto su padre, los hermanos de José sintieron miedo, pues pensaban que José les guardaba rencor, y aprovecharía la ocasión para vengarse de ellos por lo que le hicieron.
16 Así que le enviaron a unos mensajeros, para que le dijeran a José que su padre, antes de morir, había dicho: 17 «Díganle a José que, por favor, les perdone a sus hermanos el mal que le hicieron». Así que los emisarios fueron y le dieron el mensaje a José. Además, añadieron: «Te rogamos que perdones el pecado de estos siervos del Dios de tu padre».
Cuando José oyó el mensaje, se conmovió profundamente y lloró. 18 Luego llegaron sus hermanos, y cayendo de rodillas delante de él le dijeron:
―Aquí estamos para ser tus esclavos.
19 Pero José les respondió:
―No me tengan miedo. ¿Creen que puedo tomar yo el lugar de Dios para juzgarlos y castigarlos? 20 En lo que a mí respecta, Dios convirtió en bien el mal que ustedes quisieron hacerme, y me puso en el alto cargo que ahora desempeño a fin de que salvara la vida de mucha gente. 21 No, no tengan miedo. Yo mismo cuidaré de sus familias.
Y de esta manera les habló con mucho cariño y los tranquilizó.
Muerte de José
22 José y sus hermanos siguieron viviendo en la tierra de Egipto. José murió a la edad de ciento diez años, y 23 vio nacer los hijos de Efraín hasta la tercera generación. También alcanzó a cargar en sus rodillas a los hijos de Maquir, el hijo de Manasés.
24 Y dijo José a sus hermanos: «Muy pronto moriré. Pero Dios ciertamente vendrá y los sacará de la tierra de Egipto, para hacerlos regresar a la tierra que él prometió a la descendencia de Abraham, Isaac, y Jacob». 25 Entonces José hizo que sus hermanos le prometieran con juramento que se iban a llevar consigo su cuerpo, cuando regresaran a Canaán.
26 José, pues, murió a la edad de ciento diez años. Fue embalsamado, y su cuerpo fue puesto en un ataúd en Egipto.
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