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Bible in 90 Days

An intensive Bible reading plan that walks through the entire Bible in 90 days.
Duration: 88 days
Nueva Versión Internacional (Castilian) (CST)
Version
2 Samuel 22:19 - 1 Reyes 7:37

19 En el día de mi desgracia
    me salieron al encuentro,
    pero mi apoyo fue el Señor.
20 Me sacó a un amplio espacio;
    me libró porque se agradó de mí.

21 »El Señor me ha pagado conforme a mi justicia,
    me ha premiado conforme a la limpieza de mis manos;
22 pues he andado en los caminos del Señor;
    no he cometido mal alguno
    ni me he apartado de mi Dios.
23 Presentes tengo todas sus sentencias;
    no me he alejado de sus decretos.
24 He sido íntegro ante él
    y me he abstenido de pecar.
25 El Señor me ha recompensado conforme a mi justicia,
    conforme a mi limpieza delante de él.

26 »Tú eres fiel con quien es fiel,
    e irreprochable con quien es irreprochable;
27 sincero eres con quien es sincero,
    pero sagaz con el que es tramposo.
28 Das la victoria a los humildes,
    pero tu mirada humilla a los altaneros.
29 Tú, Señor, eres mi lámpara;
    tú, Señor, iluminas mis tinieblas.
30 Con tu apoyo me lanzaré contra un ejército;
    contigo, Dios mío, podré asaltar murallas.

31 »El camino de Dios es perfecto;
    la palabra del Señor es intachable.
    Escudo es Dios a los que en él se refugian.
32 ¿Pues quién es Dios, si no el Señor?
    ¿Quién es la roca, si no nuestro Dios?
33 Es él quien me arma de valor
    y endereza mi camino;
34 da a mis pies la ligereza del venado,
    y me mantiene firme en las alturas;
35 adiestra mis manos para la batalla,
    y mis brazos para tensar arcos de bronce.
36 Tú me cubres con el escudo de tu salvación;
    tu bondad me ha hecho prosperar.
37 Me has despejado el camino;
    por eso mis tobillos no flaquean.

38 »Perseguí a mis enemigos y los destruí;
    no retrocedí hasta verlos aniquilados.
39 Los aplasté por completo. Ya no se levantan.
    ¡Cayeron debajo de mis pies!
40 Tú me armaste de valor para el combate;
    bajo mi planta sometiste a los rebeldes.
41 Hiciste retroceder a mis enemigos,
    y así exterminé a los que me odiaban.
42 Pedían ayuda; no hubo quien los salvara.
    Al Señor clamaron, pero no les respondió.
43 Los desmenucé. Parecían el polvo de la tierra.
    ¡Los pisoteé como al lodo de las calles!

44 »Me has librado de una turba amotinada;
    me has puesto por encima de los paganos;
    me sirve gente que yo no conocía.
45 Son extranjeros, y me rinden homenaje;
    apenas me oyen, me obedecen.
46 ¡Esos extraños se descorazonan,
    y temblando salen de sus refugios!
47 ¡El Señor vive! ¡Alabada sea mi roca!
    ¡Exaltado sea Dios mi Salvador!
48 Él es el Dios que me vindica,
    el que pone los pueblos a mis pies.
49 Tú me libras de mis enemigos,
    me exaltas por encima de mis adversarios,
    me salvas de los hombres violentos.
50 Por eso, Señor, te alabo entre las naciones
    y canto salmos a tu nombre.

51 »El Señor da grandes victorias a su rey;
    a su ungido David y a sus descendientes
    les muestra por siempre su gran amor».

Últimas palabras de David

23 Estas son las últimas palabras de David:

«Oráculo de David hijo de Isaí,
    dulce cantor de Israel;
hombre exaltado por el Altísimo
    y ungido por el Dios de Jacob.

»El Espíritu del Señor habló por medio de mí;
    puso sus palabras en mi lengua.
El Dios de Israel habló,
    la Roca de Israel me dijo:
“El que gobierne a la gente con justicia,
    el que gobierne en el temor de Dios,
será como la luz de la aurora
    en un amanecer sin nubes,
que tras la lluvia resplandece
    para que brote la hierba en la tierra”.

»Dios ha establecido mi casa;
    ha hecho conmigo un pacto eterno,
    bien reglamentado y seguro.
Dios hará que brote mi salvación
    y que se cumpla todo mi deseo.
Pero los malvados son como espinos que se desechan;
    nadie los toca con la mano.
Se recogen con un hierro o con una lanza,
    y ahí el fuego los consume».

Héroes en el ejército de David(A)

Estos son los nombres de los soldados más valientes de David:

Joseb Basébet el tacmonita, que era el principal de los tres más famosos, en una batalla mató con su lanza[a] a ochocientos hombres.

En segundo lugar estaba Eleazar hijo de Dodó el ajojita, que también era uno de los tres más famosos. Estuvo con David cuando desafiaron a los filisteos que se habían concentrado en Pasdamín[b] para la batalla. Los israelitas se retiraron, 10 pero Eleazar se mantuvo firme y derrotó a tantos filisteos que, por la fatiga, la mano se le quedó pegada a la espada. Aquel día el Señor les dio una gran victoria. Las tropas regresaron adonde estaba Eleazar, pero solo para tomar los despojos.

11 El tercer valiente era Sama hijo de Agué el ararita. En cierta ocasión, los filisteos formaron sus tropas[c] en un campo sembrado de lentejas. El ejército de Israel huyó ante ellos, 12 pero Sama se plantó en medio del campo y lo defendió, derrotando a los filisteos. El Señor les dio una gran victoria.

13 En otra ocasión, tres de los treinta más valientes fueron a la cueva de Adulán, donde estaba David. Era el comienzo de la siega, y una tropa filistea acampaba en el valle de Refayin. 14 David se encontraba en su fortaleza, y en ese tiempo había una guarnición filistea en Belén. 15 Como David tenía mucha sed, exclamó: «¡Ojalá pudiera yo beber agua del pozo que está a la entrada de Belén!» 16 Entonces los tres valientes se metieron en el campamento filisteo, sacaron agua del pozo de Belén y se la llevaron a David. Pero él no quiso beberla, sino que derramó el agua en honor al Señor 17 y declaró solemnemente: «¡Que el Señor me libre de beberla! ¡Eso sería como beberme la sangre de hombres que se han jugado la vida!» Y no quiso beberla.

Tales hazañas hicieron esos tres héroes.

18 Abisay, el hermano de Joab hijo de Sarvia, estaba al mando de los tres y ganó fama entre ellos. En cierta ocasión, lanza en mano atacó y mató a trescientos hombres. 19 Se destacó más que los tres valientes, y llegó a ser su jefe, pero no fue contado entre ellos.

20 Benaías hijo de Joyadá era un guerrero de Cabsel que realizó muchas hazañas. Derrotó a dos de los mejores hombres[d] de Moab, y en otra ocasión, cuando estaba nevando, se metió en una cisterna y mató un león. 21 También derrotó a un egipcio de gran estatura. El egipcio empuñaba una lanza, pero Benaías, que no llevaba más que un palo, le arrebató la lanza y lo mató con ella. 22 Tales hazañas hizo Benaías hijo de Joyadá, y también él ganó fama como los tres valientes, 23 pero no fue contado entre ellos, aunque se destacó más que los treinta valientes. Además, David lo puso al mando de su guardia personal.

24 Entre los treinta valientes estaban:

Asael hermano de Joab,

Eljanán hijo de Dodó, el de Belén,

25 Sama el jarodita,

Elicá el jarodita,

26 Heles el paltita,

Ira hijo de Iqués el tecoíta,

27 Abiezer el anatotita,

Mebunay el jusatita,

28 Zalmón el ajojita,

Maray el netofatita,

29 Jéled[e] hijo de Baná el netofatita,

Itay hijo de Ribay, el de Guibeá de los benjaminitas,

30 Benaías el piratonita,

Hiday, el de los arroyos de Gaas,

31 Abí Albón el arbatita,

Azmávet el bajurinita,

32 Elijaba el salbonita,

los hijos de Jasén,

Jonatán hijo de[f] 33 Sama el ararita,

Ahían hijo de Sarar el ararita,

34 Elifelet hijo de Ajasbay el macateo,

Elián hijo de Ajitofel el guilonita,

35 Jezró el de Carmel,

Paray el arbita,

36 Igal hijo de Natán, el de Sobá,

el hijo de Hagrí,[g]

37 Sélec el amonita,

Najaray el berotita, que fue escudero de Joab hijo de Sarvia,

38 Ira el itrita,

Gareb el itrita,

39 y Urías el hitita.

En total fueron treinta y siete.

David hace un censo militar(B)

24 Una vez más, la ira del Señor se encendió contra Israel, así que el Señor incitó a David contra el pueblo al decirle: «Haz un censo de Israel y de Judá». Entonces el rey les ordenó a Joab y a los capitanes del ejército que lo acompañaban:[h]

―Id por todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Berseba, y haced un censo militar, para que yo sepa cuántos pueden servir en el ejército.

Joab le respondió:

―¡Que el Señor tu Dios multiplique cien veces las tropas de mi señor el rey, y le permita llegar a verlo con sus propios ojos! Pero ¿qué lleva a mi señor el rey a hacer tal cosa?

Sin embargo, la orden del rey prevaleció sobre la opinión de Joab y de los capitanes del ejército, de modo que salieron de su audiencia con el rey para llevar a cabo el censo militar de Israel. Cruzaron el Jordán y acamparon cerca de Aroer, al sur del pueblo que está en el valle, después de lo cual siguieron hacia Gad y Jazer. Fueron por Galaad y por el territorio de Tajtín Jodsí, hasta llegar a Dan Jaán y a los alrededores de Sidón. Siguieron hacia la fortaleza de Tiro y recorrieron todas las ciudades de los heveos y los cananeos. Finalmente, llegaron a Berseba, en el Néguev de Judá.

Al cabo de nueve meses y veinte días, y después de haber recorrido todo el país, regresaron a Jerusalén. Joab le entregó al rey los resultados del censo militar: en Israel había ochocientos mil hombres que podían servir en el ejército, y en Judá, quinientos mil.

10 Entonces le remordió a David la conciencia por haber realizado este censo militar, y le dijo al Señor: «He cometido un pecado muy grande. He actuado como un necio. Yo te ruego, Señor, que perdones la maldad de tu siervo».

11 Por la mañana, antes de que David se levantara, la palabra del Señor vino al profeta Gad, vidente de David, y le dio este mensaje: 12 «Ve a decirle a David: “Así dice el Señor: ‘Te doy a escoger entre estos tres castigos; dime cuál de ellos quieres que te imponga’ ”». 13 Entonces Gad fue a ver a David y le preguntó:

―¿Qué prefieres: que vengan tres[i] años de hambre en el país, o que tus enemigos te persigan durante tres meses, y tengas que huir de ellos, o que el país sufra tres días de peste? Piénsalo bien, y dime qué debo responderle al que me ha enviado.

14 ―¡Estoy entre la espada y la pared! —respondió David—. Pero es mejor que caigamos en las manos del Señor, porque su amor es grande, y no que yo caiga en las manos de los hombres.

15 Por lo tanto, el Señor mandó contra Israel una peste que duró desde esa mañana hasta el tiempo señalado; y en todo el país, desde Dan hasta Berseba, murieron setenta mil personas. 16 Entonces el ángel del Señor, que estaba junto a la parcela de Arauna el jebuseo, extendió su mano hacia Jerusalén para destruirla. Pero el Señor se arrepintió del castigo que había enviado. «¡Basta! —le dijo al ángel que estaba hiriendo al pueblo—. ¡Detén tu mano!»

17 David, al ver que el ángel destruía a la gente, oró al Señor: «¿Qué culpa tienen estas ovejas? ¡Soy yo el que ha pecado! ¡Soy yo el que ha hecho mal! ¡Descarga tu mano sobre mí y sobre mi familia!»

David construye un altar(C)

18 Ese mismo día, Gad volvió adonde estaba David y le dijo: «Sube y construye un altar al Señor en la parcela de Arauna el jebuseo».

19 David se puso en camino, tal como el Señor se lo había ordenado por medio de Gad. 20 Arauna se asomó y, al ver que el rey y sus oficiales se acercaban, salió y, rostro en tierra, se postró delante de él.

21 ―Mi señor el rey —dijo Arauna—, ¿a qué debo el honor de su visita?

―Quiero comprarte la parcela —respondió David— y construir un altar al Señor para que se detenga la plaga que está afligiendo al pueblo.

22 ―Tome mi señor el rey y presente como ofrenda lo que mejor le parezca. Aquí hay bueyes para el holocausto, y hay también trillos y yuntas que puede usar como leña. 23 Todo esto te lo doy. ¡Que el Señor tu Dios te vea con agrado!

24 Pero el rey le respondió a Arauna:

―Eso no puede ser. No voy a ofrecer al Señor mi Dios holocaustos que nada me cuesten. Te lo compraré todo por su precio justo.

Fue así como David compró la parcela y los bueyes por cincuenta monedas[j] de plata. 25 Allí construyó un altar al Señor y ofreció holocaustos y sacrificios de comunión. Entonces el Señor tuvo piedad del país, y se detuvo la plaga que estaba afligiendo a Israel.

Adonías usurpa el trono

El rey David era ya tan anciano y tan entrado en años que, por más que lo abrigaban, no conseguía entrar en calor. Por eso sus servidores le dijeron: «Busquemos una joven soltera para que atienda a mi señor el rey y lo cuide, y se acueste a su lado para darle calor». Así que fueron por todo Israel en busca de una muchacha hermosa, y encontraron a una sunamita llamada Abisag y se la llevaron al rey. La muchacha era realmente muy hermosa, y se dedicó a cuidar y a servir al rey, aunque el rey nunca tuvo relaciones sexuales con ella.

Adonías, cuya madre fue Jaguit, se llenó de ambición y dijo: «¡Yo voy a ser rey!» Por lo tanto, consiguió carros de combate, caballos[k] y cincuenta guardias de escolta. Adonías era más joven que Absalón, y muy bien parecido. Como David, su padre, nunca lo había contrariado ni le había pedido cuentas de lo que hacía, Adonías se confabuló con Joab hijo de Sarvia y con el sacerdote Abiatar, y estos le dieron su apoyo. Quienes no lo apoyaron fueron el sacerdote Sadoc, Benaías hijo de Joyadá, el profeta Natán, Simí y Reguí, y la guardia personal de David.

Cerca de Enroguel, junto a la peña de Zojélet, Adonías ofreció un sacrificio de ovejas, bueyes y terneros engordados. Invitó a todos sus hermanos, los hijos del rey, y a todos los funcionarios reales de Judá, 10 pero no invitó al profeta Natán, ni a Benaías, ni a la guardia real ni a su hermano Salomón. 11 Por eso Natán le preguntó a Betsabé, la madre de Salomón: «¿Ya sabes que Adonías, el hijo de Jaguit, se ha proclamado rey a espaldas de nuestro señor David? 12 Pues, si quieres salvar tu vida y la de tu hijo Salomón, déjame darte un consejo: 13 Ve a presentarte ante el rey David, y dile: “¿Acaso no le habías jurado tú mi señor el rey a esta tu sierva que mi hijo Salomón te sucedería en el trono? ¿Cómo es que ahora el rey es Adonías?” 14 Mientras tú estés allí, hablando con el rey, yo entraré para confirmar tus palabras».

15 Betsabé se dirigió entonces a la habitación del rey. Como este ya era muy anciano, lo atendía Abisag la sunamita. 16 Al llegar Betsabé, se arrodilló ante el rey, y este le preguntó:

―¿Qué quieres?

17 ―Mi señor juró por el Señor su Dios a esta tu sierva —contestó Betsabé— que mi hijo Salomón sucedería en el trono a mi señor el rey. 18 Pero ahora resulta que Adonías se ha proclamado rey a espaldas de mi señor el rey. 19 Ha sacrificado una gran cantidad de toros, terneros engordados y ovejas, y ha invitado a todos los hijos del rey, al sacerdote Abiatar y a Joab, general del ejército; sin embargo, no invitó a Salomón, que es un fiel servidor de mi señor el rey. 20 Mi señor y rey, todo Israel está a la expectativa y quiere que mi señor el rey le diga quién le sucederá en el trono. 21 De lo contrario, tan pronto como mi señor el rey muera, mi hijo Salomón y yo seremos acusados de alta traición.

22 Mientras Betsabé hablaba con el rey, llegó el profeta Natán, 23 y el rey se enteró de su llegada. Entonces Natán se presentó ante el rey y, arrodillándose, 24 le dijo:

―Mi señor y rey, ¿acaso has decretado tú que Adonías te suceda en el trono? 25 Pregunto esto porque él ha ido hoy a sacrificar una gran cantidad de toros, terneros engordados y ovejas. Además, ha invitado a todos los hijos del rey, a los comandantes del ejército y al sacerdote Abiatar, y allí están todos ellos comiendo y bebiendo, y gritando en su presencia: “¡Viva el rey Adonías!” 26 Sin embargo, no me invitó a mí, que estoy a tu servicio, ni al sacerdote Sadoc, ni a Benaías hijo de Joyadá, ni a Salomón, que es tu fiel siervo. 27 ¿Será posible que mi señor y rey haya hecho esto sin dignarse comunicarles a sus siervos quién le sucederá en el trono?

David proclama rey a Salomón(D)

28 Al oír esto, el rey David ordenó:

―¡Llamad a Betsabé!

Ella entró y se quedó de pie ante el rey. 29 Entonces el rey le hizo este juramento:

―Tan cierto como que vive el Señor, que me ha librado de toda angustia, 30 te aseguro que hoy cumpliré lo que te juré por el Señor, el Dios de Israel. Yo te prometí que tu hijo Salomón me sucederá en el trono y reinará en mi lugar.

31 Betsabé se inclinó ante el rey y, postrándose rostro en tierra, exclamó:

―¡Que viva para siempre mi señor el rey David!

32 David ordenó:

―Llamad al sacerdote Sadoc, al profeta Natán y a Benaías hijo de Joyadá.

Cuando los tres se presentaron ante el rey, 33 este les dijo:

―Tomad con vosotros a los funcionarios de la corte, montad a mi hijo Salomón en mi propia mula, y llevadlo a Guijón 34 para que el sacerdote Sadoc y el profeta Natán lo unjan como rey de Israel. Tocad luego la trompeta, y gritad: “¡Viva el rey Salomón!” 35 Después de eso, regresad con él para que ocupe el trono en mi lugar y me suceda como rey, pues he dispuesto que sea él quien gobierne a Israel y a Judá.

36 ―¡Que así sea! —le respondió Benaías hijo de Joyadá—. ¡Que así lo confirme el Señor, Dios de mi señor, el rey! 37 Que así como el Señor estuvo con mi señor, el rey, esté también con Salomón; ¡y que engrandezca su trono aún más que el trono de mi señor el rey David!

38 El sacerdote Sadoc, el profeta Natán y Benaías hijo de Joyadá, y los quereteos y los peleteos, montaron a Salomón en la mula del rey David y lo escoltaron mientras bajaban hasta Guijón. 39 Allí el sacerdote Sadoc tomó el cuerno de aceite que estaba en el santuario, y ungió a Salomón. Tocaron entonces la trompeta, y todo el pueblo gritó: «¡Viva el rey Salomón!» 40 Luego, todos subieron detrás de él, tocando flautas y lanzando gritos de alegría. Era tal el estruendo que la tierra temblaba.

41 Adonías y todos sus invitados estaban a punto de terminar de comer cuando sintieron el estruendo. Al oír el sonido de la trompeta, Joab preguntó:

―¿Por qué habrá tanta bulla en la ciudad?

42 Aún estaba hablando cuando llegó Jonatán, hijo del sacerdote Abiatar.

―¡Entra! —le dijo Adonías—. Un hombre respetable como tú debe traer buenas noticias.

43 ―¡No es así! —exclamó Jonatán—. Nuestro señor el rey David ha nombrado rey a Salomón. 44 También ha ordenado que el sacerdote Sadoc, el profeta Natán y Benaías hijo de Joyadá, con los quereteos y los peleteos, monten a Salomón en la mula del rey. 45 Sadoc y Natán lo han ungido como rey en Guijón. Desde allí han subido lanzando gritos de alegría, y la ciudad está alborotada. A eso se debe tanta bulla. 46 Además, Salomón se ha sentado en el trono real, 47 y los funcionarios de la corte han ido a felicitar a nuestro señor, el rey David. Hasta le desearon que su Dios hiciera el nombre de Salomón más famoso todavía que el de David, y que engrandeciera el trono de Salomón más que el suyo. Ante eso, el rey se inclinó en su cama 48 y dijo: “¡Alabado sea el Señor, Dios de Israel, que hoy me ha concedido ver a mi sucesor sentarse en mi trono!”

49 Al oír eso, todos los invitados de Adonías se levantaron llenos de miedo y se dispersaron. 50 Adonías, por temor a Salomón, se refugió en el santuario, en donde se agarró de los cuernos del altar. 51 No faltó quien fuera a decirle a Salomón:

―Adonías tiene miedo del rey Salomón y está agarrado de los cuernos del altar. Ha dicho: “¡Quiero que hoy mismo jure el rey Salomón que no condenará a muerte a este su siervo!”

52 Salomón respondió:

―Si demuestra que es un hombre de honor, no perderá ni un cabello de su cabeza; pero, si se le sorprende en alguna maldad, será condenado a muerte.

53 Acto seguido, el rey Salomón mandó que lo trajeran. Cuando Adonías llegó, se inclinó ante el rey Salomón, y este le ordenó que se fuera a su casa.

Últimas instrucciones de David(E)

David ya estaba próximo a morir, así que le dio estas instrucciones a su hijo Salomón:

«Según el destino que a todos nos espera, pronto partiré de este mundo. ¡Cobra ánimo y pórtate como un hombre! Cumple los mandatos del Señor tu Dios; sigue sus sendas y obedece sus decretos, mandamientos, leyes y preceptos, los cuales están escritos en la ley de Moisés. Así prosperarás en todo lo que hagas y por dondequiera que vayas, y el Señor cumplirá esta promesa que me hizo: “Si tus descendientes cuidan su conducta y me son fieles con toda el alma y de todo corazón, nunca faltará un sucesor tuyo en el trono de Israel”.

»Ahora bien, tú mismo sabes que Joab hijo de Sarvia derramó sangre en tiempo de paz como si estuviera en guerra, y mató a Abner hijo de Ner y a Amasá hijo de Jéter, los dos comandantes de los ejércitos israelitas, manchándose así de sangre las manos.[l] Por tanto, usa la cabeza y no lo dejes llegar a viejo y morir en paz.[m] En cambio, sé bondadoso con los hijos de Barzilay de Galaad y permíteles comer a tu mesa, pues ellos me ampararon cuando huía de tu hermano Absalón.

»También encárgate de Simí hijo de Guerá, ese benjaminita de Bajurín que me lanzó terribles maldiciones cuando me dirigía a Majanayin. Es cierto que, cuando fue al Jordán a recibirme, le juré por el Señor que no lo condenaría a muerte. Sin embargo, no tienes ya por qué perdonarle la vida. Tú eres inteligente, y sabrás qué hacer con él; aunque ya es viejo, hazle sufrir una muerte sangrienta».[n]

10 David murió y fue sepultado en la ciudad que lleva su nombre. 11 Había reinado siete años en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén, así que en total reinó en Israel cuarenta años. 12 Le sucedió en el trono su hijo Salomón, y así se consolidó firmemente su reino.

Salomón consolida el reino

13 Adonías hijo de Jaguit fue a ver a Betsabé, madre de Salomón, y Betsabé le preguntó:

―¿Vienes en son de paz?

―Sí —respondió él—; 14 tengo algo que comunicarte.

―Habla —contestó ella.

15 ―Como tú sabes —dijo Adonías—, el reino me pertenecía, y todos los israelitas esperaban que yo llegara a ser rey. Pero ahora el reino ha pasado a mi hermano, que lo ha recibido por voluntad del Señor. 16 Pues bien, tengo una petición que hacerte, y espero que me la concedas.

―Continúa —dijo ella.

17 ―Por favor, pídele al rey Salomón que me dé como esposa a Abisag la sunamita; a ti no te lo negará.

18 ―Muy bien —contestó Betsabé—; le hablaré al rey en tu favor.

19 Betsabé fue a ver al rey Salomón para interceder en favor de Adonías. El rey se puso de pie para recibirla y se inclinó ante ella; luego se sentó en su trono y mandó que pusieran otro trono para su madre; y ella se sentó a la derecha del rey.

20 ―Quiero pedirte un pequeño favor —dijo ella—. Te ruego que no me lo niegues.

―Dime de qué se trata, madre mía. A ti no puedo negarte nada.

21 Ella continuó:

―Concédele a tu hermano Adonías casarse con Abisag la sunamita.

22 ―Pero ¿cómo puedes pedirme semejante cosa? —respondió el rey a su madre—. Es mi hermano mayor, y cuenta con el apoyo del sacerdote Abiatar y de Joab hijo de Sarvia. ¡Realmente me estás pidiendo que le ceda el trono!

23 Dicho esto, el rey Salomón juró por el Señor: «¡Que Dios me castigue sin piedad si no hago que Adonías pague con su vida por esa petición! 24 El Señor me ha establecido firmemente en el trono de mi padre, y conforme a su promesa me ha dado una dinastía. Por tanto, tan cierto como que él vive, ¡juro que hoy mismo Adonías morirá!»

25 En seguida, el rey Salomón le dio a Benaías hijo de Joyadá la orden de matar a Adonías. 26 Al sacerdote Abiatar, el rey mismo le ordenó: «Regresa a tus tierras en Anatot. Mereces la muerte, pero por el momento no voy a quitarte la vida, pues compartiste con David mi padre todas sus penurias, y en su presencia llevaste el arca del Señor omnipotente». 27 Fue así como, al destituir Salomón a Abiatar del sacerdocio del Señor, se cumplió la palabra que el Señor había pronunciado en Siló contra la familia de Elí.

28 Joab había conspirado con Adonías, aunque no con Absalón, así que, al oír que Adonías había muerto, fue a refugiarse en el santuario del Señor, agarrándose de los cuernos del altar. 29 Cuando le dijeron a Salomón que Joab había huido al santuario, y que estaba junto al altar, el rey le ordenó a Benaías hijo de Joyadá que fuera a matarlo. 30 Benaías fue al santuario del Señor y le dijo a Joab:

―El rey te ordena que salgas.

―¡No! —respondió Joab—. ¡De aquí solo me sacarás muerto!

Benaías fue y le contó al rey lo que había dicho Joab.

31 ―¡Pues dale gusto! —ordenó el rey—. ¡Mátalo y entiérralo! De ese modo me absolverás a mí y a mi familia de la sangre inocente que derramó Joab. 32 El Señor hará recaer sobre su cabeza la sangre que derramó, porque a espaldas de mi padre atacó Joab a Abner hijo de Ner, que era comandante del ejército de Israel, y a Amasá hijo de Jéter, que era comandante del ejército de Judá. Así mató a filo de espada a dos hombres que eran mejores y más justos que él. 33 ¡Que la culpa de esas muertes recaiga para siempre sobre la cabeza de Joab y de sus descendientes! ¡Pero que la paz del Señor permanezca para siempre con David y sus descendientes, y con su linaje y su trono!

34 Benaías hijo de Joyadá fue y mató a Joab, e hizo que lo sepultaran en su hacienda de la estepa. 35 Entonces el rey puso a Benaías hijo de Joyadá sobre el ejército en lugar de Joab, y al sacerdote Sadoc lo puso en lugar de Abiatar. 36 Luego mandó llamar a Simí y le dijo:

―Constrúyete una casa en Jerusalén, y quédate allí. No salgas a ninguna parte, 37 porque el día que salgas y cruces el arroyo de Cedrón, podrás darte por muerto. Y la culpa será tuya.

38 ―De acuerdo —le respondió Simí al rey—. Yo estoy para servir a mi señor el rey, y acataré tus órdenes.

Simí permaneció en Jerusalén por un buen tiempo, 39 pero tres años más tarde dos de sus esclavos escaparon a Gat, donde reinaba Aquis hijo de Macá. Cuando le avisaron a Simí que sus esclavos estaban en Gat, 40 aparejó su asno y se fue allí a buscarlos y traerlos de vuelta. 41 Al oír Salomón que Simí había ido de Jerusalén a Gat y había regresado, 42 lo mandó llamar y le dijo:

―Yo te hice jurar por el Señor, y te advertí: “El día que salgas a cualquier lugar, podrás darte por muerto”. Y tú dijiste que estabas de acuerdo y que obedecerías. 43 ¿Por qué, pues, no cumpliste con tu juramento al Señor ni obedeciste la orden que te di?

44 El rey también le dijo a Simí:

―Tú bien sabes cuánto daño le hiciste a mi padre David; ahora el Señor se vengará de ti por tu maldad. 45 En cambio, yo seré bendecido, y el trono de David permanecerá firme para siempre en presencia del Señor.

46 Acto seguido, el rey le dio la orden a Benaías hijo de Joyadá, y este fue y mató a Simí. Así se consolidó el reino en manos de Salomón.

Salomón pide sabiduría(F)

Salomón entró en alianza con el faraón, rey de Egipto, casándose con su hija, a la cual llevó a la Ciudad de David mientras terminaba de construir su palacio, el templo del Señor y el muro alrededor de Jerusalén. Como aún no se había construido un templo en honor[o] del Señor, el pueblo seguía ofreciendo sacrificios en los santuarios paganos. Salomón amaba al Señor y cumplía los decretos de su padre David. Sin embargo, también iba a los santuarios paganos para ofrecer sacrificios y quemar incienso. Como en Gabaón estaba el santuario pagano más importante, Salomón acostumbraba a ir allí para ofrecer sacrificios. Allí ofreció mil holocaustos; y allí mismo se le apareció el Señor en un sueño, y le dijo:

―Pídeme lo que quieras.

Salomón respondió:

―Tú trataste con mucho amor a tu siervo David, mi padre, pues se condujo delante de ti con lealtad y justicia, y con un corazón recto. Y, como hoy se puede ver, has reafirmado tu gran amor al concederle que un hijo suyo le suceda en el trono.

»Ahora, Señor mi Dios, me has hecho rey en lugar de mi padre David. No soy más que un muchacho, y apenas sé cómo comportarme. Sin embargo, aquí me tienes, un siervo tuyo en medio del pueblo que has escogido, un pueblo tan numeroso que es imposible contarlo. Yo te ruego que le des a tu siervo discernimiento para gobernar a tu pueblo y para distinguir entre el bien y el mal. De lo contrario, ¿quién podrá gobernar a este gran pueblo tuyo?»

10 Al Señor le agradó que Salomón hubiera hecho esa petición, 11 de modo que le dijo:

―Como has pedido esto, y no larga vida ni riquezas para ti, ni has pedido la muerte de tus enemigos, sino discernimiento para administrar justicia, 12 voy a concederte lo que has pedido. Te daré un corazón sabio y prudente, como nadie antes de ti lo ha tenido ni lo tendrá después. 13 Además, aunque no me lo has pedido, te daré tantas riquezas y esplendor que en toda tu vida ningún rey podrá compararse contigo. 14 Si andas por mis sendas y obedeces mis decretos y mandamientos, como hizo tu padre David, te daré una larga vida.

15 Cuando Salomón se despertó y se dio cuenta del sueño que había tenido, regresó a Jerusalén. Se presentó ante el arca del pacto del Señor y ofreció holocaustos y sacrificios de comunión. Luego ofreció un banquete para toda su corte.

Un gobernante sabio

16 Tiempo después, dos prostitutas fueron a presentarse ante el rey. 17 Una de ellas le dijo:

―¡Oh señor mío! Esta mujer y yo vivimos en la misma casa. Mientras ella estaba allí conmigo, yo di a luz, 18 y a los tres días también ella dio a luz. No había en la casa nadie más que nosotras dos. 19 Pues bien, una noche esta mujer se acostó encima de su hijo, y el niño murió. 20 Pero ella se levantó a medianoche, mientras yo dormía y, tomando a mi hijo, lo acostó junto a ella y puso a su hijo muerto a mi lado. 21 Cuando amaneció, me levanté para amamantar a mi hijo, ¡y me di cuenta de que estaba muerto! Pero, al clarear el día, lo observé bien y pude ver que no era el hijo que yo había dado a luz.

22 ―¡No es cierto! —exclamó la otra mujer—. ¡El niño que está vivo es el mío, y el muerto es el tuyo!

―¡Mientes! —insistió la primera—. El niño muerto es el tuyo, y el que está vivo es el mío.

Y se pusieron a discutir delante del rey.

23 El rey deliberó: «Una dice: “El niño que está vivo es el mío, y el muerto es el tuyo”. Y la otra dice: “¡No es cierto! El niño muerto es el tuyo, y el que está vivo es el mío”». 24 Entonces ordenó:

―Traedme una espada.

Cuando se la trajeron, 25 dijo:

―Partid en dos al niño que está vivo, y dadle una mitad a esta y la otra mitad a aquella.

26 La verdadera madre, angustiada por su hijo, le dijo al rey:

―¡Por favor, señor mío! ¡Dale a ella el niño que está vivo, pero no lo mates!

En cambio, la otra exclamó:

―¡Ni para mí ni para ti! ¡Que lo partan!

27 Entonces el rey ordenó:

―No lo matéis. Entregadle a la primera el niño que está vivo, pues ella es la madre.

28 Cuando todos los israelitas se enteraron de la sentencia que el rey había pronunciado, sintieron un gran respeto por él, pues vieron que tenía sabiduría de Dios para administrar justicia.

Administración del reino

Salomón reinó sobre todo Israel, y estos fueron sus funcionarios:

Azarías, hijo del sacerdote Sadoc;

Elijoref y Ahías, hijos de Sisá, cronistas;

Josafat hijo de Ajilud, el secretario;

Benaías hijo de Joyadá, comandante en jefe;

Sadoc y Abiatar, sacerdotes;

Azarías hijo de Natán, encargado de los gobernadores;

Zabud hijo de Natán, sacerdote y consejero personal del rey;

Ajisar, encargado del palacio;

Adonirán hijo de Abdá, supervisor del trabajo forzado.

Salomón tenía por todo Israel a doce gobernadores, cada uno de los cuales debía abastecer al rey y a su corte un mes al año. Estos son sus nombres:

Ben Jur, en la región montañosa de Efraín;

Ben Decar, en Macaz, Salbín, Bet Semes y Elón Bet Janán;

10 Ben Jésed, en Arubot (Soco y toda la tierra de Héfer entraban en su jurisdicción);

11 Ben Abinadab, en Nafot Dor[p] (la esposa de Ben Abinadab fue Tafat hija de Salomón);

12 Baná hijo de Ajilud, en Tanac y Meguido, y en todo Betseán (junto a Saretán, más abajo de Jezrel, desde Betseán hasta Abel Mejolá, y todavía más allá de Jocmeán);

13 Ben Guéber, en Ramot de Galaad (los poblados de Yaír hijo de Manasés en Galaad entraban en su jurisdicción, así como también el distrito de Argob en Basán y sus sesenta grandes ciudades, amuralladas y con cerrojos de bronce);

14 Ajinadab hijo de Idó, en Majanayin;

15 Ajimaz, en Neftalí (Ajimaz estaba casado con Basemat, hija de Salomón);

16 Baná hijo de Husay, en Aser y en Alot;

17 Josafat hijo de Parúaj, en Isacar;

18 Simí hijo de Elá, en Benjamín;

19 Guéber hijo de Uri, en Galaad (que era el país de Sijón, rey de los amorreos, y de Og, rey de Basán).

En la tierra de Judá[q] había un solo gobernador.

Prosperidad de Salomón

20 Los pueblos de Judá y de Israel eran tan numerosos como la arena que está a la orilla del mar; y abundaban la comida, la bebida y la alegría. 21 Salomón gobernaba sobre todos los reinos desde el río Éufrates hasta la tierra de los filisteos y la frontera con Egipto. Mientras Salomón vivió, todos estos países fueron sus vasallos tributarios.

22 La provisión diaria de Salomón era de seis mil seiscientos litros de flor de harina y trece mil doscientos litros[r] de harina, 23 diez bueyes engordados y veinte de pastoreo, y cien ovejas, así como venados, gacelas, corzos y aves de corral. 24 El dominio de Salomón se extendía sobre todos los reinos al oeste del río Éufrates, desde Tifsa hasta Gaza, y disfrutaba de paz en todas sus fronteras. 25 Durante el reinado de Salomón, todos los habitantes de Judá y de Israel, desde Dan hasta Berseba, vivieron seguros bajo su propia parra y su propia higuera.

26 Salomón tenía doce mil caballos,[s] y cuatro mil[t] establos para los caballos de sus carros de combate.

27 Los gobernadores, cada uno en su mes, abastecían al rey Salomón y a todos los que se sentaban a su mesa, y se ocupaban de que no les faltara nada. 28 Además, llevaban a los lugares indicados sus cuotas de cebada y de paja para los caballos de tiro y para el resto de la caballería.

La sabiduría de Salomón

29 Dios le dio a Salomón sabiduría e inteligencia extraordinarias; sus conocimientos eran tan vastos como la arena que está a la orilla del mar. 30 Sobrepasó en sabiduría a todos los sabios del Oriente y de Egipto. 31 En efecto, fue más sabio que nadie: más que Etán el ezraíta, y más que Hemán, Calcol y Dardá, los hijos de Majol. Por eso la fama de Salomón se difundió por todas las naciones vecinas. 32 Compuso tres mil proverbios y mil cinco canciones. 33 Disertó acerca de las plantas, desde el cedro del Líbano hasta el hisopo que crece en los muros. También enseñó acerca de las bestias y las aves, los reptiles y los peces. 34 Los reyes de todas las naciones del mundo que se enteraron de la sabiduría de Salomón enviaron a sus representantes para que lo escucharan.

Preparativos para la construcción del templo(G)

El rey Hiram de Tiro siempre había tenido buenas relaciones con David, así que, al saber que Salomón había sido ungido para suceder en el trono a su padre David, le mandó una embajada. En respuesta, Salomón le envió este mensaje:

«Tú bien sabes que, debido a las guerras en que mi padre David se vio envuelto, no le fue posible construir un templo en honor del Señor su Dios. Tuvo que esperar hasta que el Señor sometiera a sus enemigos bajo su dominio. Pues bien, ahora el Señor mi Dios me ha dado paz por todas partes, de modo que no me amenazan ni adversarios ni calamidades. Por lo tanto, me propongo construir un templo en honor del Señor mi Dios, pues él le prometió a mi padre David: “Tu hijo, a quien pondré en el trono como sucesor tuyo, construirá el templo en mi honor”.

»Ahora, pues, ordena que se talen para mí cedros del Líbano. Mis obreros trabajarán con los tuyos, y yo te pagaré el salario que determines para tus obreros. Tú sabes que no hay entre nosotros quien sepa talar madera tan bien como los sidonios».

Cuando Hiram oyó el mensaje de Salomón, se alegró mucho y dijo: «¡Alabado sea hoy el Señor, porque le ha dado a David un hijo sabio para gobernar a esa gran nación!» Entonces Hiram envió a Salomón este mensaje:

«He recibido tu petición. Yo te proporcionaré toda la madera de cedro y de pino que quieras. Mis obreros la transportarán desde el Líbano hasta el mar. Allí haré que la aten en forma de balsas para llevarla flotando hasta donde me indiques, y allí se desatará para que la recojas. Tú, por tu parte, tendrás a bien proporcionarle alimento a mi corte».

10 Así que Hiram le proveía a Salomón toda la madera de cedro y de pino que este deseaba, 11 y Salomón, por su parte, año tras año le entregaba a Hiram, como alimento para su corte, veinte mil cargas[u] de trigo y veinte mil medidas[v] de aceite de oliva. 12 El Señor, cumpliendo su palabra, le dio sabiduría a Salomón. Hiram y Salomón hicieron un tratado, y hubo paz entre ellos.

13 El rey Salomón impuso trabajo forzado y reclutó a treinta mil obreros de todo Israel. 14 Los envió al Líbano en relevos de diez mil al mes, de modo que pasaban un mes en el Líbano y dos meses en su casa. La supervisión del trabajo forzado estaba a cargo de Adonirán. 15 Salomón tenía en las montañas setenta mil cargadores y ochenta mil canteros; 16 había además tres mil trescientos capataces que estaban al frente de la obra y dirigían a los trabajadores. 17 Para echar los cimientos del templo, el rey mandó que sacaran de la cantera grandes bloques de piedra de la mejor calidad. 18 Los obreros de Salomón e Hiram, junto con los que habían llegado de Guebal,[w] tallaron la madera y labraron la piedra para la construcción del templo.

Salomón construye el templo(H)

Salomón comenzó a construir el templo del Señor en el cuarto año de su reinado en Israel, en el mes de zif, que es el mes segundo. Habían transcurrido cuatrocientos ochenta años desde que los israelitas salieron de Egipto.

El templo que el rey Salomón construyó para el Señor medía veintisiete metros de largo por nueve metros de ancho y trece metros y medio de alto.[x] El vestíbulo de la nave central del templo medía también nueve metros de ancho y por el frente del templo sobresalía cuatro metros y medio. Salomón también mandó colocar en el templo ventanales con celosías. Alrededor del edificio, y contra las paredes de la nave central y del santuario interior, construyó un anexo con celdas laterales. El piso inferior del anexo medía dos metros con veinticinco centímetros de ancho; el piso intermedio, dos metros con setenta centímetros, y el piso más alto, tres metros con quince centímetros. Salomón había mandado hacer salientes en el exterior del templo para que las vigas no se empotraran en la pared misma.

En la construcción del templo solo se emplearon piedras de cantera ya labradas, así que durante las obras no se oyó el ruido de martillos ni de piquetas, ni de ninguna otra herramienta.

La entrada al piso inferior[y] se hallaba en el lado sur del templo; una escalera de caracol conducía al nivel intermedio y a la planta alta. Salomón terminó de construir el templo techándolo con vigas y tablones de cedro. 10 A lo largo del templo construyó el anexo, el cual tenía una altura de dos metros con veinticinco centímetros y quedaba unido a la pared del templo por medio de vigas de cedro.

11 La palabra del Señor vino a Salomón y le dio este mensaje: 12 «Ya que estás construyendo este templo, quiero decirte que, si andas según mis decretos, y obedeces mis leyes y todos mis mandamientos, yo cumpliré por medio de ti la promesa que le hice a tu padre David. 13 Entonces viviré entre los israelitas, y no abandonaré a mi pueblo Israel».

14 Cuando Salomón terminó de construir la estructura del templo, 15 revistió las paredes interiores con tablas de cedro, artesonándolas desde el suelo hasta el techo; el suelo lo recubrió con tablones de pino. 16 En el santuario interior, al fondo del templo, acondicionó el Lugar Santísimo, recubriendo el espacio de nueve metros con tablas de cedro desde el suelo hasta el techo. 17 Frente al Lugar Santísimo estaba la nave central, la cual medía dieciocho metros de largo. 18 El interior del templo lo recubrió de cedro tallado con figuras de calabazas y flores abiertas. No se veía una sola piedra, pues todo era de cedro.

19 Salomón dispuso el Lugar Santísimo del templo para que se colocara allí el arca del pacto del Señor. 20 El interior de este santuario, que medía nueve metros de largo por nueve metros de alto, lo recubrió de oro puro, y también recubrió de cedro el altar. 21 Además, Salomón recubrió de oro puro el interior del templo, y tendió cadenas de oro a lo largo del frente del Lugar Santísimo, el cual estaba recubierto de oro. 22 En efecto, recubrió de oro todo el santuario interior, y así mismo el altar que estaba delante de este.

23 Salomón mandó esculpir para el santuario interior dos querubines de madera de olivo, cada uno de los cuales medía cuatro metros y medio de altura. 24 De una punta a otra, las alas extendidas del primer querubín medían cuatro metros y medio, es decir, cada una de sus alas medía dos metros y veinticinco centímetros. 25 Las del segundo querubín también medían cuatro metros y medio, pues los dos eran idénticos en tamaño y forma. 26 Cada querubín medía cuatro metros y medio de altura. 27 Salomón puso los querubines con sus alas extendidas en medio del recinto interior del templo. Con una de sus alas, cada querubín tocaba una pared, mientras que sus otras alas se tocaban en medio del santuario. 28 Luego Salomón recubrió de oro los querubines.

29 Sobre las paredes que rodeaban el templo, lo mismo por dentro que por fuera, talló figuras de querubines, palmeras y flores abiertas. 30 Además, recubrió de oro los suelos de los cuartos interiores y exteriores del templo.

31 Para la entrada del Lugar Santísimo, Salomón hizo puertas de madera de olivo, con jambas y postes pentagonales. 32 Sobre las dos puertas de madera de olivo talló figuras de querubines, palmeras y flores abiertas, y todas ellas las recubrió de oro. 33 Así mismo, para la entrada de la nave central hizo postes cuadrangulares de madera de olivo. 34 También hizo dos puertas de pino, cada una con dos hojas giratorias. 35 Sobre ellas talló figuras de querubines, palmeras y flores abiertas, y las recubrió de oro bien ajustado al relieve.

36 Las paredes del atrio interior las construyó con tres hileras de piedra labrada por cada hilera de vigas de cedro.

37 Los cimientos del templo del Señor se habían echado en el mes de zif del cuarto año del reinado de Salomón, 38 y en el mes de bul del año undécimo, es decir, en el mes octavo de ese año, se terminó de construir el templo siguiendo al pie de la letra todos los detalles del diseño. Siete años le llevó a Salomón la construcción del templo.

Salomón construye su palacio

Salomón también terminó la construcción de su propio palacio, pero el proyecto le llevó trece años. Construyó el palacio «Bosque del Líbano», el cual medía cuarenta y cinco metros de largo por veintidós metros y medio de ancho y trece metros y medio de alto.[z] Cuatro hileras de columnas de cedro sostenían las vigas, las cuales también eran de cedro. Encima de las columnas había cuarenta y cinco celdas, quince en cada piso; y sobre las celdas[aa] había un techo de cedro. Las ventanas estaban colocadas en tres filas, de tres en tres y unas frente a las otras. Todas las entradas tenían un marco rectangular y estaban colocadas de tres en tres, unas frente a las otras.

Salomón también hizo un vestíbulo de columnas que medía veintidós metros y medio de largo por trece metros y medio de ancho. Al frente había otro vestíbulo con columnas, y un alero. Construyó además una sala para su trono, es decir, el tribunal donde impartía justicia. Esta sala la recubrió de cedro de arriba abajo. Su residencia personal estaba en un atrio aparte y tenía un modelo parecido. A la hija del faraón, con la cual se había casado, Salomón le construyó también un palacio semejante.

Desde los cimientos hasta las cornisas, y desde la parte exterior hasta el gran atrio, todo se hizo con bloques de piedra de buena calidad, cortados a la medida y aserrados por ambos lados. 10 Para echar los cimientos se usaron piedras grandes y de buena calidad; unas medían más de cuatro metros, y otras, más de tres. 11 Para la parte superior se usaron también piedras selectas, cortadas a medida, y vigas de cedro. 12 El muro que rodeaba el gran atrio tenía tres hileras de piedra labrada por cada hilera de vigas de cedro, lo mismo que el atrio interior y el vestíbulo del templo del Señor.

Mobiliario del templo(I)(J)

13 El rey Salomón mandó traer de Tiro a Hiram, 14 que era hijo de una viuda de la tribu de Neftalí y de un nativo de Tiro que era artesano en bronce. Hiram era sumamente hábil e inteligente, experto en toda clase de trabajo en bronce, así que se presentó ante el rey Salomón y realizó todo el trabajo que se le asignó.

15 Hiram fundió dos columnas de bronce, cada una de ocho metros de alto y cinco metros y medio de circunferencia, medidas a cordel. 16 Las columnas que hizo remataban en dos capiteles de bronce fundido que medían dos metros y veinticinco centímetros de alto. 17 Una red de cadenas trenzadas adornaba los capiteles en la parte superior de las columnas, y en cada capitel había siete trenzas. 18 El capitel de cada columna[ab] lo cubrió con dos hileras de granadas[ac] entrelazadas con las cadenas. 19 Estos capiteles en que remataban las columnas del vestíbulo tenían forma de azucenas y medían un metro con ochenta centímetros. 20 La parte más alta y más ancha de los capiteles de ambas columnas estaba rodeada por doscientas granadas, dispuestas en hileras junto a la red de cadenas. 21 Cuando Hiram levantó las columnas en el vestíbulo de la nave central, llamó Jaquín a la columna de la derecha, y Boaz a la de la izquierda.[ad] 22 El trabajo de las columnas quedó terminado cuando se colocaron en la parte superior las figuras en forma de azucenas.

23 Hizo también una fuente[ae] circular de metal fundido, que medía cuatro metros y medio de diámetro y dos metros con veinticinco centímetros de alto. Su circunferencia, medida a cordel, era de trece metros y medio. 24 Debajo del borde hizo dos hileras de figuras de calabazas, diez por cada medio metro, las cuales estaban fundidas en una sola pieza con la fuente.

25 La fuente descansaba sobre doce bueyes, que tenían sus cuartos traseros hacia adentro. Tres bueyes miraban al norte, tres al oeste, tres al sur y tres al este. 26 El grosor de la fuente era de ocho centímetros, y su borde, en forma de copa, se asemejaba a un capullo de azucena. Tenía una capacidad de cuarenta y cuatro mil litros.[af]

27 También hizo diez bases de bronce, cada una de las cuales medía un metro con ochenta centímetros de largo y un metro con ochenta centímetros de ancho, por un metro y treinta y cinco centímetros de alto. 28 Estaban revestidas con paneles entre los bordes, 29 y en los paneles había figuras de leones, bueyes y querubines, mientras que en los bordes, por encima y por debajo de los leones y los bueyes, había guirnaldas repujadas. 30 Cada base tenía cuatro ruedas de bronce con ejes también de bronce, y por debajo de su pila se apoyaba sobre cuatro soportes fundidos que tenían guirnaldas en cada lado. 31 La boca de la pila estaba dentro de una corona, y sobresalía cuarenta y cinco centímetros; era redonda, y con su pedestal medía sesenta y siete centímetros. Alrededor de la boca había entalladuras, pero sus paneles eran cuadrados, no redondos. 32 Las cuatro ruedas estaban debajo de los paneles, y los ejes de las ruedas estaban unidos a la base. Cada rueda medía sesenta y siete centímetros de diámetro 33 y estaba hecha de metal fundido, como las ruedas de los carros, con sus ejes, aros, rayos y cubos.

34 Cada base tenía cuatro soportes unidos a ella, uno en cada esquina. 35 En la parte superior de la base había un marco redondo de veintidós centímetros. Los soportes y paneles formaban una misma pieza con la parte superior de la base. 36 Sobre las superficies de los soportes y sobre los paneles, Hiram grabó querubines, leones y palmeras, con guirnaldas alrededor, según el espacio disponible. 37 De ese modo hizo las diez bases, las cuales fueron fundidas en los mismos moldes y eran idénticas en forma y tamaño.

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